Jaime de Althaus
Para Lampadia
Faltando dos Semanas para la segunda vuelta de la elección presidencial del 2016, Keiko Fujimori le llevaba una ventaja de 8 puntos a Pedro Pablo Kuczynski en la encuesta de Ipsos. Ese domingo, sin embargo, Cuarto Poder emitió un informe en el que un supuesto colaborador de la DEA, Jesús Vázquez, “revelaba” que Joaquín Ramírez le había relatado que Keiko Fujimori le había entregado 15 millones de dólares para que los lave en grifos. ¿Prueba? Vásquez dijo que esa conversación había quedado grabada en un audio, pero que él no tenía el audio porque se lo había entregado a la DEA. Es decir, no había prueba. El informe asumía como verdad una información sumamente grave, que podía cambiar el curso de la elección, sin prueba alguna.
En la discusión interna del canal posterior a la propalación del informe yo sostuve que la distancia tan grande entre la gravedad de la denuncia y la falta absoluta de prueba indicaba que no se trataba de un informe periodístico sino de un operativo político.
Que resultó exitoso a la postre, porque Keiko Fujimori perdió los 8 puntos de ventaja que tenía y terminó perdiendo -aunque por muy poco- la elección. El resto es historia conocida. El inicio de un periodo de anarquía que ha llevado al país al borde del despeñadero, donde aún se encuentra hoy.
25 horas después de emitido el informe de Cuarto Poder, las oficinas centrales de la DEA emitieron un comunicado señalando que Keiko Fujimori “no ha sido y no está siendo investigada por la DEA”. Por supuesto, ese comunicado pasó casi inadvertido. Han tenido que pasar siete años para que la DEA, ante requerimiento de la fiscalía peruana, confirme que el audio señalado por Vázquez no contiene referencia alguna a dineros que Keiko Fujimori le haya dado a Ramírez para que los lave. El requerimiento formulado al departamento de justicia norteamericano por la 1ª Fiscalía Supraprovincial Corporativa Especializada en delitos de Lavado de Activos y Pérdida de Dominio, decía lo siguiente:
“Se sirva remitir el audio y/o video o copia del mismo, donde la persona de Joaquín Ramírez Gamarra admite haber recibido quince millones de dólares de la persona de Keiko Sofía Fujimori Higuchi con la finalidad de efectuar el lavado de dicho dinero en la adquisición de grifos. Vídeo y/o audio que habría sido entregado por el ciudadano peruano Jesús Francisco Vásquez Ibáñez en su labor de colaborador de la DEA”
Clarísimo. Resulta que en el audio remitido no se habla de ese tema. Todo fue una patraña, un operativo político efectivamente, al que se prestó la conducción periodística de Cuarto Poder en ese momento.
Aun no se ha investigado quiénes urdieron esa operación, que podrían haber sido los mismos que luego alteraron, poniendo el puntillazo final, el audio que José Chlimper había recibido de Miami.
Quien le había enviado ese audio junto con ocho archivos con información que demostraba qué clase de persona era Jesús Vázquez (no era piloto como decía, tenía cheques devueltos, muchas deudas sin pagar, etc.), fue Jaime Verástegui Malca, candidato al congreso por Fuerza Popular y oficial de cumplimiento para lavado de activos para un banco de Estados Unidos, con acceso a bases de datos oficiales.
Chlimper dejó el sobre con el material para que lo recogieran de Panamericana, porque él se iba a Trujillo, pero después le llegó al Canal otro sobre con la indicación de que el audio allí era más claro. Lo cierto es que el Poder Judicial archivó la investigación a Chlimper luego de que la fiscalía no encontrara fundamento alguno para acusarlo.
Coincidentemente, una semana antes de las elecciones, La República publica una foto de Montesinos en la Base Naval en el momento en que le decomisan un celular con el que supuestamente coordinaba con Keiko Fujimori, algo prácticamente imposible por la enemistad entre los dos. ¿Qué pasó con ese teléfono? Por supuesto, nunca se supo de las conversaciones que tuvo Montesinos por medio de él.
Lo cierto es que, como resultado de todo esto, terminamos con un congreso en el que el presidente Kuczynski tenía una bancada pequeña, y Keiko Fujimori una ampliamente mayoritaria de 74 congresistas. La receta perfecta para la confrontación de `poderes, que acabó muy mal, como siempre ha ocurrido en nuestro país en situaciones como esas. Pero, además, ni Kuczynski buscó una concertación, ni Keiko Fujimori la quiso. Ella pudo, sobreponiéndose, colocarse por encima de las pasiones y convocar a un gabinete a la sombra que le permitiera plantear una agenda de reformas. Pero no lo hizo. Se enfrascó en la dinámica nefasta de la confrontación que envolvió a todas las partes.
Pero si Keiko Fujimori ganaba esa elección, es probable que el país hubiese avanzado sin los cataclismos políticos que luego ocurrieron. La presunción de que instalaría una dictadura formaba parte del arsenal político esgrimido por el antifujimorismo visceral que aún persiste, pero ella había formado un partido político, cosa que su padre no había hecho, y había sido congresista. Ella ya estaba instalada en el juego democrático nacional. Lampadia