Jaime de Althaus
Para Lampadia
Según las revelaciones de colaboradores eficaces y del ex jefe de la DINI, Fernández La Torre, conocidas los últimos dos días, queda claro que el presidente Pedro Castillo, entre otras cosas:
- Recibió pagos por 50 mil soles mensuales a manos de Geiner Alvarado
- Recibió otros 500,000 de parte del mismo Geiner Alvarado
- Pidió pagos de 10 mil soles mensuales para sus hermanos y hermanas
- Pidió y recibió 2 millones de soles para pagar por la liberación de sus sobrinos
- Encubrió y organizó la fuga del ex ministro Silva y de sus sobrinos
- Fue informado de los actos de corrupción que se realizaban en los ministerios de Vivienda y de Transportes, y de los actos ilícitos de sus sobrinos, sin que hiciera nada
- Envió a su sobrino Rudbel Oblitas a solicitarle al jefe de la DINI 100 mil soles para detener un programa periodístico y 500 mil dólares para contratar a un ruso experto en inteligencia
Por eso, si Castillo no ha cerrado el Congreso es porque no ha podido hacerlo hasta ahora. Intentó hacerlo primero por la vía supuestamente legal: plantear una cuestión de confianza que fuera denegada, para luego presentar otra. El plan lo reveló claramente el propio ex premier Aníbal Torres cuando presentó en el congreso la cuestión de confianza fallida: allí anunció que si el congreso la declaraba improcedente, el Ejecutivo la consideraría rechazada, contra toda lógica y contra la propia ley, revelando así las verdaderas intenciones. Y agregó que el gobierno podría presentar varias cuestiones de confianza, incluso simultáneas.
Esta vía no le ha funcionado no solo porque era de arranque inconstitucional, sino porque el propio Tribunal Constitucional aceptó una cautelar contra la decisión írrita del gobierno.
Entonces ha estado tentando la vía de la fuerza. Para ello le pidió al ex ministro de Defensa, Daniel Barragán, que cambiara al jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, General Manuel Gómez de la Torre, y al Comandante General de la Marina, Almirante Alberto Alcalá, a lo que, según versión que tenemos, el ex ministro se negó. Por eso presentó su renuncia. Según se sabe, el nuevo ministro de Defensa, general (r) Gustavo Bobbio, tampoco efectuaría esos cambios.
Pero entonces Castillo ha designado como jefe de la DINI nada menos a un prosenderista: el general (r) Wilson Barrantes, lo que constituye una afrenta al Perú y a las Fuerzas Armadas. Solo eso es causal de vacancia. La DINI en manos como esas se puede convertir en un arma política letal. Recordemos como Montesinos, jefe real del SIN, logró someter a las Fuerzas Armadas en su momento. Pero, cuando menos, luchó contra Sendero. ¡Ahora jugaría a favor! Es inconcebible, inaceptable.
Además, ha designado al propio general Bobbio en Defensa, un amigo de Antauro Humala. Pues si no consigue el apoyo de las fuerzas armadas, cuenta con las huestes que pueda movilizar Antauro Humala. Hay una alianza real o tácita entre Castillo y el líder etnocacerista. Dos días antes de ser liberado, el padre de Antauro, Isaac Humala, se reunió con Castillo en Palacio. En sus recorridos por el país Antauro llama a quienes concurren a sus mítines a sumarse a la gran marcha de 500 mil reservistas que alucina vendrán a Lima en marzo para cerrar el congreso y llamar a una asamblea constituyente, justamente el proyecto original de Castillo y Cerrón.
Pues lo único que salvaría a Castillo de una probable cárcel una vez que termine su mandato -ahora o en el 2026- sería una asamblea constituyente que le permita concentrar el poder y controlar el sistema judicial o, alternativamente, el triunfo de Antauro Humala en las elecciones, que produciría el mismo resultado.
El país está, así, en una situación límite. La aprobación de la vacancia de la presidencia de la república es vital para el destino no solo de la democracia, sino del país.
El tema no es solo la intolerable impunidad frente a la corrupción, que ya es obvia, sino el avance inexorable hacia un Estado fallido, la involución económica y el estallido social. No podemos dejar que el país se siga descomponiendo sin que podamos hacer nada.
Recordemos cómo hace algo más de una década cuando los precios del cobre estaban altos y teníamos un gobierno favorable a la inversión, crecíamos en promedio a la tasa fantástica de 8% anual en promedio, y la pobreza se reducía a un ritmo de 3 o 4% al año. Logramos bajarla de más de 60% a 20%. Pero ahora con unos precios del cobre en los últimos dos años incluso superiores a los de entonces, la inversión no crece y la economía avanza anémicamente. Y la pobreza probablemente aumente este año. No es posible aceptar esto. No es posible resignarse a echar por la borda tanta oportunidad y matar un futuro que podría ser tremendamente promisorio para todos. Lampadia