(Resumen del ensayo de The Economist: What´s gone wrong with democracy?, 1 de marzo, 2014) -¿Qué ha fallado en la democracia?).
Este ensayo, cuyo original tiene 6,775 palabras, ha sido traducido y editado por Lampadia a una versión de 2,278 palabras.
Consideramos que su contenido es de máximo interés para entender la política moderna en el Perú y en el mundo, las debilidades de la democracia, los fundamentos de su éxito y los retos a los que está sometida en el siglo XXI.
En las próximas semanas continuaremos el análisis de este gran aporte al pensamiento moderno de The Economist.
La democracia fue la idea política más exitosa del siglo XX. ¿Por qué se ha metido en problemas, y qué se puede hacer para revivirla?
Los manifestantes en Ucrania y en otras naciones, tienen muchas aspiraciones para su país. Pero su demanda fundamental es una que ha motivado a la gente durante muchas décadas, adoptar una postura contra los gobiernos corruptos, abusivos y autocráticos. Quieren una democracia basada en reglas.
Es fácil entender por qué. Los países democráticos son, en general, más prósperos que los que no lo son, tienen menos posibilidades de entrar en guerra y luchan mejor contra la corrupción. Pero fundamentalmente, la democracia permite que las personas digan lo que piensan, diseñen su propio futuro y el de sus hijos.
Entre 1980 y 2000 la democracia sufrió algunos contratiempos, pero a partir del 2000 ha tenido muchos.
Dónde los autócratas han sido expulsados ??de sus cargos, sus opositores no han podido crear regímenes democráticos viables. Incluso, en las democracias establecidas, las fallas del sistema se han vuelto preocupantes y la desilusión respecto a la política es moneda corriente.
Para el 2000, el Freedom House, un grupo de expertos estadounidenses, clasificaba a 120 países o un 63% del total mundial, como democracias. El progreso visto a finales del siglo XX se ha estancado en el XXI, a pesar de que alrededor del 40 % de la población mundial –más personas que nunca antes– vive en países que celebrarán elecciones libres y justas este año. El avance global de la democracia ha llegado a su fin, e incluso puede estar retrocediendo. Muchas democracias nominales se han deslizado hacia la autocracia, manteniendo la apariencia externa a través de elecciones, pero sin los derechos y las instituciones que son aspectos igualmente importantes de un sistema democrático eficaz.
La democracia siempre ha tenido críticos, pero ahora las debilidades de sus bastiones occidentales se discuten con mayor sustento, dada su fragilidad y pérdida de influencia en otros lugares. ¿Por qué la democracia ha perdido su impulso a futuro?
Las dos razones principales son: la crisis financiera del 2007-2008 y el ascenso de China. El daño de la crisis fue psicológico y financiero. Reveló debilidades fundamentales en los sistemas políticos de Occidente, socavando la confianza que tenían en sí mismos, que era uno de sus grandes activos. Los gobiernos se habían sobre endeudado durante décadas, y los políticos llegaron a creer que habían abolido los ciclos de auge y caída y dominado los riesgos. Mucha gente se desilusionó con el funcionamiento del sistema, en particular cuando los gobiernos rescataron a los banqueros con el dinero de los contribuyentes, quienes luego continuaron pagándose enormes bonificaciones. Otro efecto de la crisis es que convirtió al consenso de Washington en un término de reproche en todo el mundo emergente.
Mientras tanto, el Partido Comunista Chino ha roto el monopolio del mundo democrático, para generar progreso económico. Larry Summers, de Harvard, señala que cuando Estados Unidos crecía más rápidamente, el nivel de vida se duplicaba más o menos cada 30 años, China lo ha hecho en 10 años, tres décadas seguidas. Las élites chinas argumentan que su modelo, un férreo control del Partido Comunista, junto con un esfuerzo incansable para reclutar a personas con mayor talento para sus cuadros superiores, es más eficiente que la democracia y menos susceptible a entrampamientos. El liderazgo político cambia cada década más o menos, y hay un suministro constante de nuevos talentos ya que los cuadros del partido se promueven en función de su capacidad.
Los críticos de China condenan, con razón, al gobierno, por controlar la opinión pública. Sin embargo, la obsesión del régimen con el control de los medios, paradójicamente, muestra mucha preocupación por la opinión pública. Al mismo tiempo, los líderes chinos han sido capaces de hacer frente a algunos de los grandes problemas de la construcción del Estado que pueden tomar décadas para enfrentarse en una democracia. En sólo dos años, China ha ampliado la cobertura de pensiones a 240 millones de personas en el sector rural.
Muchos chinos están dispuestos a aceptar su sistema, si aporta crecimiento. La Encuesta Pew de Actitudes Globales del 2013 mostró que el 85 % de los chinos estaban «muy satisfechos» con el gobierno de su país, en comparación con el 31 % de los estadounidenses. Algunos intelectuales chinos se muestran positivamente jactanciosos. Zhang Weiwei, de la Universidad de Fudan, argumenta que la democracia está destruyendo Occidente, y en particular a los Estados Unidos, ya que institucionaliza el estancamiento, trivializa la toma de decisiones y produce presidentes de segunda categoría como George Bush Jr. Yu Keping, de la Universidad de Beijing, argumenta que la democracia hace que las cosas simples sean «demasiado complicadas y frívolas» y permite que «algunos políticos de verbo fácil engañen a la gente». Wang Jisi, también de la Universidad de Beijing, ha observado que «muchos países en desarrollo que han adoptado valores y sistemas políticos occidentales están experimentando desorden y caos», y que China ofrece un modelo alternativo. Países desde África (Ruanda) hasta el Medio Oriente (Dubái) y del Sudeste Asiático (Vietnam) están evaluando seriamente este consejo.
El primer gran revés de la democracia se dio en Rusia. Vladimir Putin, un ex agente de la KGB, ha sido ya primer ministro y presidente en dos ocasiones. Este zar postmoderno ha destruido la esencia de la democracia en Rusia. Líderes autocráticos en Venezuela, Ucrania, Argentina y otros países han seguido el ejemplo, perpetuando un pervertido simulacro de democracia.
El siguiente gran revés fue la guerra de Irak.
Un tercer serio revés ocurrió en Egipto.
Mientras tanto algunos reclutas recientes de la democracia han perdido su brillo: Sudáfrica Turquía, Bangladesh, Tailandia y Camboya.
Todo esto ha demostrado que la construcción de las instituciones necesarias para sostener la democracia es, en esencia, un trabajo muy lento y ha disipado la noción, otrora popular, de que la democracia florecería rápida y espontáneamente una vez sembrada la semilla.
Casi todos Los países occidentales extendieron el derecho a voto mucho después del establecimiento de sistemas políticos sofisticados, con potentes servicios civiles y que arraigaran los derechos constitucionales en sociedades que apreciaban las nociones del derecho individual y un poder judicial independiente.
La Unión Europea, tampoco es un dechado de democracia. La decisión de introducir el euro en 1999 fue tomada en gran parte por tecnócratas; solo dos países, Dinamarca y Suecia, celebraron referendos sobre el asunto, ambos dijeron que no. Se abandonaron los esfuerzos para obtener la aprobación popular del Tratado de Lisboa, que consolidó el poder de Bruselas, cuando la gente empezó a votar en contra. Durante los días más oscuros de la crisis del euro, la élite política europea obligó a Italia y Grecia a reemplazar a líderes elegidos democráticamente por tecnócratas. La UE se ha convertido en un caldo de cultivo para los partidos populistas.
En la democracia, el pueblo elige representantes que muevan los hilos del poder nacional por un período fijo. Pero este acuerdo está ahora amenazado tanto por arriba como por abajo. Desde arriba, la globalización ha cambiado profundamente las políticas nacionales. Hay una lógica ineludible: ¿cómo puede un solo país enfrentar problemas como el cambio climático o la evasión de impuestos? Desde abajo surgen desafíos igualmente poderosos: los aspirantes a naciones separatistas como los catalanes y escoceses.
Sin embargo, el mayor desafío a la democracia no proviene ni de arriba ni de abajo, sino desde dentro, desde los propios electores. La gran preocupación de Platón acerca de la democracia, de que los ciudadanos «vivan el día a día y disfruten el placer del momento», ha resultado profética.
Solo el 1 % de los británicos pertenece ahora a algún partido político en comparación al 20% de 1950.
La democracia ha funcionado bien en el siglo XX, en parte debido a la hegemonía estadounidense. Pero con el crecimiento de la influencia china, Estados Unidos y Europa han perdido su atractivo como modelos y su apetito por expandir la democracia.
¿Por qué los países en desarrollo deberían considerar la democracia como la forma ideal de gobierno, cuando el gobierno de Estados Unidos no puede ni siquiera aprobar un presupuesto? ¿Por qué deberían los autócratas escuchar conferencias sobre la democracia de Europa, cuando la élite del euro expulsa a líderes elegidos que se interponen en el camino de la ortodoxia fiscal?
La crisis financiera ha puesto crudamente de manifiesto la insostenibilidad de la democracia financiada con deuda, para producir bienestar.
Los sistemas políticos han sido capturados por grupos de interés y socavados por hábitos antidemocráticos. Todos los miembros de la Cámara Baja de la India menores de 30 años pertenecen a una dinastía política. La democracia ha estado antes en mala posición. En las décadas de 1920 y 1930, el comunismo y el fascismo parecían ser lo que se avizoraba.
Sin embargo, los impresionantes avances de China esconden problemas más profundos. La élite se está convirtiendo en una camarilla egoísta que se auto perpetua. Los 50 miembros más ricos de la Asamblea Popular Nacional de China representan en conjunto unos 94,7 mil millones de dólares, 60 veces más que los 50 miembros más ricos del Congreso de los Estados Unidos. La tasa de crecimiento china se ha desacelerado de un 10% a menos del 8% y se espera que siga disminuyendo, un enorme desafío para un régimen cuya legitimidad depende de su capacidad para generar un crecimiento constante.
Una de las razones por las que tantos experimentos democráticos han fracasado recientemente es que ponen demasiado énfasis en las elecciones y demasiado poco en las otras características esenciales de la democracia. El poder del Estado, debe vigilarse y los derechos individuales, como la libertad de expresión y la libertad de organización deben garantizarse. Todas las nuevas democracias exitosas han funcionado debido en gran parte a que evitan la tentación de “mayoritarismo” –la noción de que ganar unas elecciones da derecho a la mayoría para hacer lo que le plazca.
Las constituciones sólidas no solo promueven la estabilidad a largo plazo. También refuerzan la lucha contra la corrupción. Los líderes extranjeros deberían estar más dispuestos a denunciar a los gobernantes antidemocráticos, incluso si la mayoría los apoya. Deben reconocer que los balances y controles son tan vitales para una democracia saludable como el derecho al voto.
La mejor manera de limitar el poder de los grupos de interés es reducir la cantidad de prebendas que el Estado puede repartir. Y la mejor manera para hacer frente a la desilusión popular acerca de los políticos, es reducir el número de promesas que pueden hacerse. La clave para una democracia saludable es, en definitiva, un estado más reducido, una idea que se remonta a la independencia estadounidense.
Estos balances y controles se establecieron por temor a la tiranía. Pero hoy día, sobre todo en Occidente, los grandes peligros para la democracia son más difíciles de detectar. Uno de ellos es el creciente tamaño del Estado. La expansión incesante del gobierno está reduciendo la libertad y cede cada vez más al poder de los grupos de interés. Otro peligro proviene de la costumbre del gobierno de hacer promesas que no puede cumplir.
Los gobiernos pueden actuar con moderación de varias maneras. Pueden ponerse una camisa de fuerza dorada mediante la adopción de férreas normas fiscales, tal como han hecho los suecos mediante la promesa de equilibrar su presupuesto a lo largo del ciclo económico. Pueden introducir “cláusulas de extinción” que obliguen a los políticos a renovar las leyes cada diez años, por ejemplo. Pueden pedir comisiones no partidistas para proponer reformas a largo plazo. Los suecos salvaron su sistema de pensiones del colapso cuando una comisión independiente sugirió reformas pragmáticas, que incluían un mayor uso de las pensiones privadas y la vinculación de la edad de jubilación a la esperanza de vida. Chile ha sido particularmente exitoso en el manejo de la combinación de la volatilidad del mercado del cobre y la presión populista de gastar el excedente en los buenos tiempos. Se han establecido normas estrictas para asegurarse de que tiene un superávit durante el ciclo económico, y nombró una comisión de expertos para determinar cómo hacer frente a la volatilidad económica.
Tocqueville argumentaba que la democracia local representaba frecuentemente a la democracia en su mejor aspecto: “los cabildos populares son a la libertad lo que las escuelas primarias son a al conocimiento, la ponen al alcance de la gente, y le enseñan a los hombres a usar y disfrutar de ella.” Los alcaldes obtienen por lo general un índice de aprobación que duplica al de los políticos nacionales. La tecnología moderna puede implementar una versión moderna de los cabildos de Tocqueville para promover la participación cívica y la innovación. Una híper democracia, on line, donde todo se someta a una serie interminable de votaciones públicas, jugaría a favor de los grupos de intereses especiales. Pero la tecnocracia y la democracia directa pueden mantenerse mutuamente en jaque, por ejemplo, las comisiones de presupuesto independientes pueden evaluar el costo y la viabilidad de las iniciativas de ley locales.
California ha introducido un comité «evaluación a largo plazo» para contrarrestar las tendencias cortoplacistas de las iniciativas electorales. Del mismo modo, el gobierno finlandés ha creado una comisión imparcial que presente propuestas para el futuro de su sistema de pensiones.
La democracia fue el gran vencedor de los enfrentamientos ideológicos (políticos y económicos) del siglo XX. Pero si la democracia quiere mantenerse como el sistema más exitoso del siglo XXI, debe alimentarse continuamente cuando joven, y mantenerse cuidadosamente en su madurez. Lampadia