Eduardo Ponce Vivanco
Embajador y ex Viceministro de Relaciones Exteriores
Para Lampadia
Por su magnitud, ubicación geográfica y la importante participación de una poderosa empresa estatal china en su construcción y gestión, es claro que la inminente inauguración del gran puerto de Chancay durante la Cumbre APEC en Lima fortalecerá nuestra gravitación internacional en los ámbitos comercial, económico y político. No dudo que nuestra diplomacia observará su futuro desarrollo y estará atenta a la difusión internacional de ventajas del puerto gerenciado por las empresas Cosco Shipping y Volcan, los dos accionistas de ese enorme emprendimiento multimodal.
Una de las primeras tareas será despejar las preocupaciones expresadas por algunos medios de Chile que temen los efectos político-económicos de tan importante obra en el comercio y las rutas de transporte de ese país. Es probable que el peso histórico de nuestra relación bilateral tenga que ver con esa inquietud.
No parece difícil que se disipe esa preocupación dadas las extraordinarias posibilidades que la operación de Chancay ofrecerá a un vecino tan dinámico como Chile, cuyas empresas las aprovecharán para mejorar su competitividad comercial y fomentar su relación económica con Asia y el Perú.
Así lo han percibido Colombia y Ecuador. Con ellos y Chile convendría estudiar un mecanismo que ponga en valor nuestra vecindad geográfica, como podría ser un acuerdo preferencial para promover el cabotaje marítimo entre los puertos de los cuatro países a lo largo de toda la costa sudamericana.
En el caso peruano, la intensificación del cabotaje ofrecería una ventaja adicional: aliviaría el tremendo déficit de infraestructura terrestre que padecemos y que alcanzará un nivel crítico por la operación de Chancay, dada la estrechez y congestión de nuestra colapsada carretera Panamericana.
La dinamización de esa modalidad de transporte marítimo también tendría un significativo efecto ambiental al contrarrestar la polución que producen los grandes camiones que abarrotan el tráfico de nuestra pobre red vial.
En otro plano de análisis, es alentador que hayan sido empresas brasileñas, colombianas, ecuatorianas y chilenas las primeras en manifestar abiertamente su interés en aprovechar los servicios del mega puerto peruano porque reducirían el tiempo y los costos de transporte del comercio con Asia.
El caso brasileño es el más notorio porque el trayecto entre el puerto paulista de Santos y el inmenso puerto chino de Shanghái puede demorar hasta 45 días. Felizmente, uno de los benéficos efectos de Chancay ha sido aumentar el interés del Brasil en las interconexiones transoceánicas a través del Perú para abaratar los costos del transporte en su comercio con Asia.
Son frecuentes los comentarios sobre las consecuencias políticas que tendría el creciente peso económico de China en el Perú y lo que en ese plano significaría su mayoritaria participación en el manejo del imponente puerto construido en Chancay. En este delicado aspecto conviene valorar el extremo cuidado de su gobierno y sus empresas en respetar la soberanía de los Estados que los acogen. Este factor ha sido clave en la expansión internacional de ese país.
En una coyuntura tan positiva para nuestro desarrollo, recuerdo las viejas advertencias de la izquierda sobre el “imperialismo yanqui” que parecen tan superadas por la actual apatía norteamericana, especialmente en Sudamérica.
EEUU se estaría convirtiendo más bien en el “perro del hortelano” (que no come ni deja comer). Es indudable que esta percepción hace aún más notoria la presencia de China en la región. Lampadia