Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 24 de noviembre de 2025
Para Lampadia
En teoría, la institución democrática más representativa de una ciudadanía es el Congreso. Mejor dicho; el Congreso de la República o Parlamento. Sin embargo – al menos en nuestro caso – yo discrepo de ello.

Ciertamente hay corrupción y gente mala en nuestra sociedad, pero no al nivel de la mayoría de congresistas. El Congreso peruano no nos representa. Los peruanos no somos tan miserables. El Congreso representa a lo peor de lo peor de nuestra sociedad. ¡Eso sí!
La medicina es una noble profesión. El juramento hipocrático que hacen los médicos recién graduados constituye un compromiso de fidelidad total a la confianza de los pacientes y de la sociedad. Los médicos y enfermeras, en general, practican más que nadie la compasión, la justicia, la honestidad, la abnegación y el profesionalismo… excepto, aquellos médicos crueles y corruptos, que maltratan a mansalva a muchos pacientes de nuestros hospitales públicos.
Claro que hay médicos y enfermeras extraordinarias en el Estado. Pero hay también de los malos. Los casos de corrupción en el Ministerio de Salud, en EsSalud, y en los hospitales y centros de salud regionales son escandalosos: coimas por doquier, médicos que abandonan a sus pacientes para atender en consultorios particulares, robos de medicamentos y equipos hospitalarios, ventas de puestos de trabajo… crueldad y maltrato a más no poder. La salud pública en nuestro país congrega a lo peor de lo peor de nuestra sociedad.
Nuestro Sistema de Justicia es corrupto, indolente, ineficiente y, contrario a su esencia y razón de ser, muy injusto. Sin embargo, como en todas las instituciones del Estado, claro que hay excelentes jueces y fiscales: bien preparados, objetivos, justos, valientes; incluso misericordiosos, como deben ser los buenes jueces y fiscales. Pero, lamentablemente, también hay “jueces y fiscales de cuellos blancos”. Es decir, magistrados amorales… y corruptos ¡hasta la pared de enfrente! Por ellos, nuestro Sistema de Justicia está infestado de lo peor de lo peor de nuestra sociedad.
La Policía y Fuerzas Armadas también tienen vela en este entierro. Salvo los estupendos policías y militares que nos cuidan y defienden con valentía y abnegación, también tenemos mucha podredumbre en el seno de nuestras fuerzas del orden. Para muestra, basta el botón de los policías coludidos con aquellos extorsionadores que mantienen en zozobra a millones de comerciantes, transportistas, músicos, pequeños empresarios, y demás. ¿Y las coimas para los asensos de los altos mandos de la Policía Nacional del Perú? ¡Qué más quieren que les diga!
¿Y los militares que alquilan sus armas a los narcos o terroristas en el VRAEM? ¿Y aquellos que protegen a las avionetas para que aterricen y despeguen con la droga, sin problemas? Lo peor de lo peor está también en nuestras Fuerzas Armadas y Policiales.
Y cierro con el Poder Ejecutivo: presidentes y ministros, gobernadores y consejeros regionales, alcaldes y regidores municipales. Salvo muy escasas y honrosas excepciones, ¿cómo es posible que lo peor de lo peor de nuestra sociedad ostenten los más altos cargos del Gobierno Central, y de los Gobiernos Regionales y Municipales?
Es verdad, muchos gobernantes están presos, precisamente por corruptos. Pero de eso no se trata. Se trata de elegir a los mejores peruanos para que nos gobernaran con integridad y eficiencia. Pero no. Lejos de elegir a los mejores, elegimos a lo peor de lo peor de nuestra sociedad. La pregunta es ¿por qué?
Yo creo que la madre del cordero está en nuestra legislación de Partidos Políticos, y en nuestras autoridades electorales: el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) y la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE).
Claramente, la Ley de Partidos Políticos está hecha – exprofesamente – para atraer a lo peor de lo peor de nuestra sociedad. La desmedida proliferación de partidos políticos lo dice todo. ¡Cómo es posible que tengamos más de 40 partidos políticos inscritos! ¡Sólo en nuestro país!
Así las cosas, los partidos políticos – casi todos – han devenido en negocios de venta de candidaturas políticas… ¡quién da más! Y los mejores postores, ya se sabe quiénes son: narcotraficantes, mineros ilegales, dueños de universidades bamba, lobistas profesionales, traficantes de terrenos, falsos magísteres y doctorados, delincuentes, mafiosos, proxenetas… es decir, lo peor de lo peor de nuestra sociedad.
Nada que ver con aquellas organizaciones políticas con idearios, planes de gobierno, centros de investigación, escuelas de formación política y de gestión pública, y demás.
Por último, en los procesos de inscripción de candidaturas políticas – al menos, hasta el JNE presidido por el inefable Salas Arenas – las autoridades electorales excluían, por motivos insignificantes, a muchos candidatos mejor calificados que aquellos que el Jurado, descaradamente, quería favorecer. Así, quedaban en carrera lo peor de lo peor como únicas opciones para nosotros, los electores. ¡Patético!
PROPUESTA:
Modificar la Ley de Partidos Políticos para que queden pocos partidos de verdad. ¡No 40! ¡No hay derecho que, en materia electoral, los peruanos estemos a merced de gente que provenga de lo peor de lo peor de nuestra sociedad!
Con mejores partidos políticos, y con mejores autoridades electorales, todo lo demás vendría por añadidura. Mejorarían los procesos electorales, y así podríamos elegir a los mejores peruanos para que nos gobiernen.
Sin embargo, por nuestro lado – los ciudadanos de a pie – debemos rebelarnos frente a la corrupción y maltrato estatal. Nuestra obsecuencia y permisividad no nos está llevando a buen puerto.
Para lograr el Perú unido, próspero, justo y feliz que merecemos, debemos echar del Estado a lo peor de lo peor de nuestra sociedad. Lampadia






