No le importa el trabajo esclavo y la destrucción de la naturaleza
Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Cuando de actividades formales y ordenadas se trata, ahí aparecen las ONGs ambientalistas o de derechos humanos, para acusar, complicar y, finalmente, impedir que tal actividad o proyecto se ejecute. Sin embargo, cuando la informalidad o la abierta ilegalidad avanzan, estas mismas ONGs desaparecen, o guardan un silencio cómplice.
Efectivamente, nuestra historia reciente está colmada de ejemplos; que van desde el desarrollo de proyectos mineros nuevos, sus ampliaciones, llegando incluso a la paralización de proyectos debidamente autorizados, hasta las de algunos en plena construcción.
Con tal de ganar algo de dinero en el proceso, estas ONGs, no consideran el daño económico que hacen a la nación y a sus ciudadanos, postergando sus justas expectativas de salir de la pobreza y de resolver carencias en educación, salud, nutrición y condiciones de vida en general.
Baste recordar algunos casos emblemáticos de nuestra historia reciente, tales como:
- El proyecto Tambo Grande, descubierto, estudiado y listo para ser ejecutado por Manhattan Minerals, bajo los mejores estándares internacionales, que recibió un feroz ataque, “porque amenazaba con un impacto ambiental, que haría que nos quedemos sin limón y sin ceviche”. Una vez que OXFAN y otras ONGs locales lograron que Manhattan abandonara el proyecto, no les importó que los informales ejecuten una explotación irracional y descontrolada del área. No les importó el ceviche ni el daño ambiental infligido, como tampoco se hicieron responsables del daño ecológico y económico al Perú.
- El proyecto Conga, gestionado por Minera Yanacocha y que significaba una inversión de US$4,800 millones. Éste, se paralizó por presiones alimentadas por ONGs locales e internacionales, así como por la incapacidad política de Humala, quien pretendió modificar el Estudio de Impacto Ambiental y sus exigencias, cuando el proyecto ya tenía un avance de US$1,500 millones. Hoy estaría aportando exportaciones por más de US$3,000 millones por año y más US$500 millones de impuestos por año, para no mencionar los puestos de trabajo decente y las oportunidades de desarrollo de Cajamarca.
Sin embargo, saliéndonos del ámbito de los proyectos, otra faceta de las irresponsabilidades ONGeneras, se aprecia en las hiper reacciones ante siniestros ocurridos a empresas formales.
Como bestias rapaces, huelen la sangre y, son capaces de hacer un escándalo, destruir mediáticamente a su presa, y construir una gran extorsión, para alcanzar sus resultados económicos, sin importar la exactitud de sus afirmaciones.
En esa línea, tenemos como caso emblemático, el derrame de mercurio en Choropampa.
En esta localidad, “se produjo un derrame” de 12 litros de mercurio (esto es 163 kg o 0.163 TM), con la que, GRUFIDES y compañía, acusaron a Yanacocha de un derrame que, en realidad, fue un robo de material. Los pobladores suponían que, las bombonas de acero con tapa roscada en que se transportaba el mercurio, también contendrían oro. Debemos de recordar que se recuperó más del 80% del mercurio “derramado”, quedando sin recuperar menos de dos litros (a lo sumo 0.027TM). Esto le costó a Yanacocha más de US$20 millones, entre limpieza de pistas de Choropampa, atenciones médicas e indemnizaciones.
Ahora, comparemos esto, con el comportamiento de estas mismas ONG, en los casos de la minería ilegal de la selva peruana, donde se vierte a los ríos más de 600 TM de mercurio por año y creciendo.
Esto significa, el equivalente a 22,200 (veintidós mil doscientos) derrames de Choropampa por año. ¿Alguna ONG ha dicho algo? ¿Han protestado, cuándo menos? No, ahí no hay “chancho que dé manteca” y, por lo tanto, no se ocupan siquiera de investigar y menos de publicar.
Pero el impacto de tamaña irresponsabilidad, no se debe medir sólo en estos términos, sino también, en el impacto económico de las sucesivas postergaciones de proyectos como Tía María. La pérdida del “costo de oportunidad” de no tener en producción yacimientos ya descubiertos pero postergados, cuando se producen super-ciclos de precios de mercado, como el que hoy vivimos. Lamentablemente, sólo los vemos pasar, con nuestros desnutridos y anémicos mirando cómo se nos va la vida.
De otro lado, las ONGs de derechos humanos, no dicen ni pío ante el sistema de esclavitud y condiciones de trabajo infrahumanas de los mineros informales/ilegales a los que explotan los tenedores de REINFO.
Menos, se pronuncian ante la flagrante evasión de impuestos de una actividad ilegal que, en oro, ya es más grande que la explotación formal. Este año, estos producirán entre US$10 mil y US$12 mil millones que, si fueran formales, estarían aportando en impuestos, no menos de 10 mil millones de soles por año.
Sin estos ingresos, ¿cómo hacemos para resolver el problema alimenticio, educación y salud de los más pobres?
Para las ONG, ahí sí, “no se escucha padre”.
Lampadia