Ignacio de Romaña Letts
25 de julio del 2025
Para Lampadia
Noruega, Dubái y Venezuela tomaron decisiones radicalmente distintas ante la misma oportunidad. Hoy, el Perú vuelve a ser puesto a prueba con un nuevo hallazgo petrolero frente a sus costas. ¿Qué camino elegiremos esta vez?
A lo largo de la historia, las naciones han sido puestas a prueba no solo por sus carencias, sino también por sus riquezas. El petróleo, símbolo moderno del poder económico, ha sido una de esas pruebas.
Tres países ofrecen un contraste dramático sobre cómo administrar la bendición de los recursos naturales: Noruega, Venezuela y los Emiratos Árabes Unidos.
Noruega, tras descubrir petróleo en el Mar del Norte en los años 60, tomó decisiones que transformaron la historia del país. Lejos de despilfarrar su nueva riqueza, creó el Fondo Global de Pensiones del Gobierno, conocido como el “Fondo Noruego”.
Hoy, ese fondo supera 1.8 billones de US dólares es decir 1,800,000,000,000 USD, lo más importante aún: ya no depende del petróleo. El fondo genera más intereses que lo que produce el propio crudo. La riqueza fue convertida en capital financiero , administrado con una visión técnica, ética y de largo plazo.
Pero también está el caso de los Emiratos Árabes Unidos, liderados por el visionario jeque Zayed bin Sultan Al Nahyan, quien entendió desde un inicio que el petróleo era pasajero. Su famosa advertencia sigue retumbando:
“Mi abuelo cabalgaba un camello,
yo conduzco un Mercedes,
mi hijo también lo hará…
pero su nieto volverá al camello
si no hacemos algo ahora”.
Inspirado por esa claridad, Zayed invirtió la riqueza del crudo en educación, salud, infraestructura, energías renovables y fondos soberanos. Hoy, Dubái y Abu Dabi son centros globales de comercio, turismo y tecnología. La visión fue clara: usar la riqueza fugaz del subsuelo para construir riqueza permanente en la superficie. Allí, el desierto floreció con planificación y unidad.
Venezuela, por el contrario, también tuvo su auge petrolero. En los años 70, era uno de los países más ricos de América Latina, con un ingreso per cápita superior al de España. Pero optó por el despilfarro, el clientelismo político y la destrucción institucional.
Nacionalizó sin visión, endeudó a su gente con petróleo a futuro, y cuando los precios cayeron, el país colapsó. Hoy, Venezuela es un país empobrecido, con una economía devastada, millones de emigrantes y una industria petrolera en ruinas. Dejó que la riqueza del subsuelo se consumiera sin dejar cimientos en la superficie.
¿Y el Perú? Nuestra historia está marcada por oportunidades desaprovechadas. En el siglo XIX fuimos la Arabia Saudita del guano, ese fertilizante natural que Europa necesitaba desesperadamente. Generamos fortunas, pero las dilapidamos sin infraestructura, sin escuelas, sin desarrollo productivo. Luego vino el caucho, cuya fiebre alimentó los bolsillos de pocos, pero no transformó la selva ni integró al país. El oro, la plata, el cobre, el gas… cada recurso natural nos ha tocado la puerta. Y cada vez, hemos dejado que la bonanza se escape como arena entre los dedos.
Hoy, la historia vuelve a tocarnos. En las costas de Lambayeque y La Libertad, se ha descubierto un importante yacimiento petrolero con potencial comercial.
La pregunta no es si hay petróleo, sino si tendremos la madurez política, institucional y técnica para ser como Noruega, como Dubái… o si seguiremos el camino de Venezuela.
¿Crearemos un fondo soberano con reglas claras y transparencia absoluta?
¿Invertiremos esa riqueza en ciencia, salud, infraestructura y educación?
¿O la convertiremos en promesas vacías, gasto corriente y populismo electoral?
El Perú tiene recursos, tiene proyectos, lo que necesita es dirección, necesita un gran acuerdo Nacional multipartidario, un proyecto nación que supere a los gobiernos de turno y que nos direccione a todos a empujar el carro en la misma dirección.
Un Perú 2050 sin pobreza, sin anemia, con el mayor PBI per cápita de la región, con pleno empleo, con 50 millones de turistas anuales y un FONDO SOBERANO que en algunas décadas signifique un retiro digno para nietos y bisnietos y las generaciones a venir.
Si no aprendemos de nuestra historia y de la historia de otros, ninguna riqueza será suficiente.
Es hora de elegir y elegir bien.
Noruega, Dubái… o ¿Venezuela???
Lampadia