Desde siempre, nuestro debate político ha estado atrapado por los temas de coyuntura. En medio de las contiendas cotidianas de nuestra vida nacional, muy pocas veces hemos sido capaces de trascender el corto plazo y de explorar, juntos, nuestro potencial de desarrollo, definido como el de una sociedad que alcance el bienestar general y la generación de oportunidades para todos nuestros ciudadanos.
En CADE 96 se propuso la Visión del Perú al 2020: “El Perú será el país latinoamericano más integrado al mundo, en el comercio, la inversión y la tecnología”. IPAE no logró que el país asuma el reto. Luego promovió el Consejo Nacional de la Visión junto con Prom-Perú, Perú 2021 y Agenda Perú, sin lograr impregnar al país de la necesidad de apuntar al largo plazo. Posteriormente Roberto Dañino, como Primer Ministro de la administración del Presidente Toledo, plantea en su primer discurso al Congreso el compromiso de convocar al país para formular una visión compartida de futuro. Lamentablemente, esto terminó en la formulación de 30 políticas y muchos objetivos en el Acuerdo Nacional, que no pasó nunca de ser, la expresión de una serie de cúpulas políticas y gremiales, incapaz de vincularse a la ciudadanía.
Así llegamos al presente, después de 20 años en los que hemos transformado al país promoviendo el regreso de la inversión privada a todos nuestros sectores productivos. Los resultados económicos y sociales son extraordinarios en términos de crecimiento, reducción de la pobreza e inclusive de reducción de la desigualdad. Por primera vez en nuestra historia, la inversión total, pública y privada, supera el 27% del PBI y, hasta hace unos pocos meses, los peruanos, al igual que los extranjeros, veíamos nuestro futuro con un gran optimismo.
Sin embargo, como comenta Felipe Ortiz de Zevallos, “la política, lamentablemente, se ha venido desenvolviendo por carriles poco vinculados a la economía y a la sociedad. Y es más pasadista que futurista”. En este contexto, nuestra vida política, ha venido transitando a una situación de conflicto de todos contra todos, que ya empieza a debilitar nuestras perspectivas de desarrollo.
Esta coyuntura conflictiva nos ha llevado, sin mucha convicción y compromiso, a que el Gobierno convoque a un diálogo con las demás fuerzas políticas, que permita identificar ciertas líneas de acción futuras.
El diálogo debería tener el basamento de nuestras potencialidades. Con este propósito volvemos a publicar un gráfico del HSBC, que muestra la posible evolución de la participación de la población de ingresos medios y altos hasta el 2050. El gráfico prevé que el 2030 tendremos 80% de la población con ingresos medios y altos, (medios – considera US$ 3,000 a 15,000 p.c. por año y altos – US$ 15,000 + p.c. por año). Para el 2050 nos plantea ya 90%, (50% medios y 40% altos).
Este potencial implica que el 2050, habremos dejado de ser un país pobre.
¿Qué nos dice el HSBC, en cuanto a los requisitos para lograr este potencial? Que el crecimiento debiera promediar un 5.5% por año y que necesitamos lograr un buen nivel educativo, instituciones sólidas y cerrar nuestras brechas en infraestructuras.
Agenda del diálogo Pro-Bienestar: crecimiento alto y sostenido, buena educación, instituciones sólidas y mejores infraestructuras.