El siguiente artículo del especialista en educación del Perú, León Trahtemberg, nos explica las limitaciones que afectan a la educación pública en el país y, plantea la posibilidad de buscar un desarrollo paralelo a la educación formal, que seguramente tardaremos en poner al nivel requerido. Trahtemberg, como todo innovador de nota, sabe salir de los límites de los cuadrados que encierran los análisis tradicionales para plantear soluciones ingeniosas y disruptivas.
En este caso nos dice que mediante asociaciones público privadas con municipios y universidades o institutos de educación superior, se podrían generar procesos de formación complementarios que puedan apuntar a llenar los vacíos de la educación formal, que con metodologías modernas, eficaces y empáticas a los niños, puedan difundir habilidades blandas, aprendizajes multidisciplinarios, los deportes y las artes, que generen capacidades valoradas por los estudiantes. Este esquema puede efectivamente dar cuerpo a una gesta de la sociedad por la educación, sin tener que pasar por las garras de la burocracia estatal.
Esta inspiradora idea de León Trahtemberg tiene además, un tremendo potencial global en relación al futuro del empleo en el mundo, una vez que se asiente la ‘cuarta revolución industrial’. Como hemos informado varias veces (ver los informes en nuestra biblioteca virtual: Revolución Tecnológica), con el avance de la robótica y de la inteligencia artificial, se habla de eventuales altísimos niveles de desempleo en sociedades de alta productividad, con recursos económicos para sustentar a su población, pero sin capacidad de ofrecer quehaceres satisfactorios en el día a día. La idea del ‘bono educativo’ permitía también organizar respuestas masivas para promover las artes, los deportes, la investigación científica, etc., etc., entre poblaciones que deberán alcanzar una suerte de ‘ocio productivo y gratificante’.
Agradecemos a León Trahtemberg que haya compartido con nosotros sus ideas sobre cómo complementar la formación escolar de nuestros niños.
León Trahtemberg
26 de julio de 2016
¿Qué país de América Latina tiene una educación pública con futuro auspicioso? Ninguno. Las comunidades educativas de todos los países se quejan por su deficiencia e incapacidad de dar buena educación a sus alumnos para lidiar con las exigencias de su tiempo. Las gestiones ministeriales hace casi 40 años intentan hacer viable el mismo modelo educativo necrosado, sin mayor éxito.
Mientras los gobernantes, burocracias ministeriales y sindicatos magisteriales encuentran la cuadratura del círculo y concuerdan con alguna fórmula mágica, quizá haya que ir pensando en darles una opción educativa extracurricular a los niños y jóvenes, que no dependa del aparato formal ministerial ya existente. Podría ser un sistema de educación complementaria, regida por una entidad privada diferente al ministerio de educación, que ofrezca un abanico completo de actividades educativas extracurriculares, de refuerzo y complemento, presenciales y virtuales, a las que pueda acceder todo niño peruano tanto en época de clases como fines de semana y vacaciones mediante un “bono educativo extracurricular”. Allí podría desarrollar sus capacidades sin que ello dependa exclusivamente de las clases y profesores de la escuela pública formal oficial.
Esta no necesariamente anda mal por culpa de los profesores (hay muchísimos que son competentes, dedicados, responsables y hasta sobresalientes), sino por falta de visión, creatividad y voluntad innovadora de los gobernantes, congresistas y las burocracias oficiales.
Agreguemos a eso que buena parte de la educación privada latinoamericana también languidece por estar basada en modelos educativos retrógrados e inviables para nuestros tiempos, que siguen basados en la idea de que la escuela es una cárcel con reglas autoritarias y represivas en la que está prohibido disfrutar y lo que es peor, pensar. Por ello muchos jóvenes de sectores privilegiados ya acuden a las mil formas de esta educación complementaria. Casi no hay niño que no haga alguna actividad extracurricular en la cual realmente disfruta, a diferencia de su sentir en el horario escolar cargado de clases insufribles, exámenes, notas, tareas, trabajos y pruebas.
Darle a los niños y jóvenes la opción de asistir a actividades educativas complementarias de alto nivel, diferentes a las convencionales, puede abrirles las puertas mentales, corporales, expresivas y emocionales que la educación tradicional les cierra.
¿CÓMO OPERATIVIZARLO?
Imaginemos una provincia cuyo municipio, en asociación pública-privada con los gremios empresariales y universidades e institutos superiores, ofertara a los escolares de su provincia un menú de infinidad de actividades extracurriculares que no dependan del ministerio de educación ni de la contratación de profesores titulados del escalafón oficial que laboran en la escuela pública (aunque no se excluye contratar a algunos en régimen privado). Actividades deportivas de toda índole, talleres de ciencias, todas las artes, estudio de la naturaleza, experimentos científicos, club literario para aficionados a escritores, artesanía, carpintería, joyería, fotografía, diseño gráfico, diseño utilitario, informática, diseño de aplicaciones para móviles, robótica, arqueología, periodismo, etc. Todos ellos a cargo de profesionales del área que no necesitan título pedagógico para tal función.
El objetivo es que cada escolar escoja aquello en lo que disfruta y siente que tiene éxito, cultive sus fortalezas (a contrapelo de la escuela en la que se suele señalar sus debilidades golpeando su autoestima) y vaya encontrando su pasión. Habrá aquellos que se vuelvan tan solventes en la actividad que al terminar la secundaria podrían haber adquirido una habilidad u oficio que les ayude en su sostenimiento económico e inserción en el mercado laboral o gestación de su pequeña empresa.
Cada alumno (sea de colegio público o privado, que tienen iguales derechos como residentes de la provincia, lo que además facilitaría el encuentro entre ambos cosa que usualmente no ocurre en nuestro país) recibiría un carnet (en forma de tarjeta de crédito) por medio del cual tendría el derecho a consumir gratuitamente 40 horas semanales de las actividades en las que se haya inscrito. Cada trimestre podría cambiar de actividades o continuar en las mismas perfeccionándose.
Si queremos ser más ambiciosos aún podríamos extenderlo para que también los adultos de la provincia tengan derecho a tomar parte de los talleres en un horario especial para ellos.
Esto daría trabajo a gran cantidad de profesionales o especialistas en todos estos campos, especialmente jóvenes, y daría una opción a tantos niños y jóvenes que si encuentran actividades educativas con sentido que los incluya en la comunidad, podría alejarlos de la tentación de dedicarse a vicios o fechorías propias de los jóvenes que no se ubican dentro de los marcos sociales convencionales.
El alcalde provincial que se atreva a hacer algo así tendría un enorme prestigio social y tendría la satisfacción de que los municipios puedan aportar de manera significativa a la formación de sus vecinos y a la generación de empleo para los jóvenes de su jurisdicción. Si para ello hay que dar algunos incentivos tributarios municipales a las empresas e instituciones educativas que participen, además de los propios recursos de responsabilidad social de las empresas y algo más del presupuesto municipal, bien valdría la pena. Es sólo cuestión de hacer números, costos, y diseñar una logística apropiada.
¿Viable?
Tenemos la obligación de pensar en fórmulas originales porque las que corresponden al pensamiento convencional tradicional no dan (ni parece que van a dar) resultados satisfactorios. Ésta es una de ellas.
Lampadia