Lampadia

¿Por qué no se impone la realización de encuestas independientes de “satisfacción de pacientes”, tal como se exige a los únicos dos hospitales “APP – Bata Blanca” de EsSalud? Para información de nuestros lectores, me estoy refiriendo a los hospitales Barton del Callao y Kaelin de Villa María del Triunfo; ambos financiados y construidos por empresas especializadas, y operados por ellas, bajo supervisión de EsSalud, con excelentes resultados de cara a los pacientes. ¿Por qué no se amplía el modelo “APP – Bata Blanca” en la salud pública de nuestro país, dados los excelentes resultados económicos y prestacionales de los dos hospitales, antes mencionados?

Durante los últimos once años, dos hospitales peruanos han logrado lo que muchos sistemas de salud en América aún buscan: ofrecer atención eficiente, infraestructura moderna, tiempos de respuesta adecuados y altos estándares de calidad sostenidos en el tiempo. Se trata del Hospital Guillermo Kaelin de la Fuente y el Hospital Alberto Barton Thompson, ambos gestionados bajo la modalidad de Asociación Público Privada (APP) por EsSalud y conocidos como parte del modelo “Bata Blanca”. Desde su inauguración, evaluaciones independientes y auditorías continuas reportan mejoras consistentes en indicadores de atención, satisfacción del usuario, continuidad de servicios y disponibilidad de equipamiento.

El aplastante triunfo de José Antonio Kast (58.2%) sobre la candidata comunista Jeanette Jara (41.8%) en la segunda vuelta electoral en Chile consolida el viraje ideológico de Sudamérica y modifica la hegemonía política que, hasta antes de este triunfo, tenían los partidos del Foro de Sao Paulo en Sudamérica: Brasil, Venezuela, Colombia, Uruguay y Chile. Con el triunfo de Kast hoy la mayoría de las democracias sudamericanas han cambiado de orientación: Ecuador, Paraguay, Argentina, Bolivia y ahora Chile han salido del eje del Socialismo del Siglo XXI y se han colocado a la derecha.

¿Te has dado cuenta que el Perú tiene un sistema de salud, con grandes problemas ? ¿Cuántas veces has ido a una posta médica y no has encontrado un doctor? ¿Cuántas veces has visitado la farmacia de un hospital y te han dicho que no hay medicamentos? ¿Cuántas veces has tenido que esperar semanas o meses para que te den una cita médica? Lo indignante, es que nuestro presupuesto de salud pública es hoy 8 veces más grande que hace 25 años. Sí ¡8 veces!, y el servicio jamás ha mejorado. Es hora de romper el divorcio entre el Estado y el sector privado.

Aunque usted no lo crea, el robo del siglo no ocurrió en una agencia de banco, o en un museo lleno de joyas valiosas. El robo del siglo se da todos los días bajo de nuestras narices, y es perpetrado por la incapacidad, burocracia y corrupción del estado. Desde los años 90 hasta el 2011, se crearon ingentes recursos fiscales provenientes del aporte ciudadano y las empresas privadas. Pero, desde el 2011, en lugar de usarse para mejorar nuestra educación, salud o infraestructura, estos fueron dilapidados en un inútil crecimiento del gasto estatal, que pasó de 88,491 millones de soles en el 2011 a más de 240,000 millones en el 2024.

Ahora enfrentamos una nueva justa electoral sin que ningún izquierdista haya hecho mea culpa y propósito de enmienda. Vamos a tener a muchos de ellos activando sus conexiones con esas fuentes de insidia política y corrupción, Cuba, Venezuela y Brasil, más la ‘ayuda’ de una nueva fuente de recursos políticos, la minería ilegal. A los ciudadanos nos toca hacer un gran esfuerzo por despolitizar nuestra visión de futuro y optar por alternativas electorales que favorezcan la producción, la inversión, el empleo y el crecimiento de la economía. Aspectos muy cercanos a la naturaleza del peruano emprendedor, que privilegia el bienestar de su familia y defiende su libertad de trabajo.

Por décadas el sector privado estuvo prohibido de invertir en el campo, en minería, la pesca, y hasta en los cines. Una locura que atrasó al país 30 años, empobreciendo a toda la población y sembrando en nuestras mentes el germen maligno del socialismo. Pero desde el año 90, con la Constitución de 1993 y un conjunto de normas que alentaron el regreso de nuestra economía al mundo, el sector privado peruano pudo regresar a dar su inmenso aporte productivo. Juntos lo hicimos y podemos volver a hacerlo. Pero esta vez debemos forzar al Estado a parar ese absurdo divorcio destructor e ideologizado con el sector privado.