Jaime de Althaus
Para Lampadia
Una reciente nota del Instituto Peruano de Economía (IPE) en El Comercio hizo notar algo extraño y muy preocupante: que mientras el empleo general viene creciendo a tasas relativamente altas, el empleo juvenil decrece. Solo en Lima metropolitana hay 165,000 jóvenes menos trabajando que antes de la pandemia, en 1919. La caída es de 11 puntos, como podemos ver en el siguiente gráfico:

¿Cuáles podrían ser las causas de este fenómeno?
Consultamos al economista Miguel Jaramillo, investigador en el área laboral, y nos dijo que
“Un primer tema es que la normativa laboral, que es costosa y excluyente, es particularmente dura con los jóvenes, a quienes hay que pagarles el salario mínimo cuando ellos no tienen la experiencia ni los conocimientos y obviamente están compitiendo con trabajadores más adultos. El joven es el trabajador contratado marginal, cuando ya no hay trabajadores mayores. Mientras crecíamos 6 o 7% anual, los jóvenes tenían empleo porque ese esas contrataciones marginales eran un montón. Entonces hay un sesgo fuerte contra los jóvenes en la normativa laboral, y el salario mínimo tiende a excluirlos”.
Un segundo tema es el cambio tecnológico. Jaramillo explica que “hay un crecimiento del empleo privado formal importante en empresas de entre 50 y 100 trabajadores, pero no tanto en las empresas grandes, pese que son las que tienen mayor capacidad para incorporar a jóvenes porque pueden invertir en su en su formación. Lo que pasa es que las empresas están cambiando sus tecnologías, están automatizando donde pueden automatizar, y ahí los primeros que sufren son los jóvenes.
Además, hay un desempleo juvenil estructural porque la formación universitaria es muy mala o las habilidades que tienen los chicos no cuadran con lo que demandan las empresas. Hay que invertir muchísimo más en sistemas de información que nos digan por ejemplo cuánto gana un egresado de la César Vallejo 5 años después de haber egresado de la universidad y en qué tipo de empresa está, para que los chicos escojan bien y efectivamente funcione el mecanismo de mercado y saque a las malas universidades”.
Un tercer factor, según Jaramillo, es la secuela de la pandemia. “Nosotros tuvimos las peores políticas del mundo con relación a los jóvenes. En pocas partes del mundo las escuelas han estado cerradas tanto tiempo. Esto truncó el desarrollo socioemocional de los chicos a los 13, 14 o 15 años, y ahora que están entrando al mercado laboral eso debe tener algún efecto. Esa es un tema por investigar. El problema es que acá no hay no hay investigación, no hay debate”.
Un cuarto factor, según Jaramillo, es la inseguridad. Esto también lo señala el IPE: “A escala nacional, las regiones con menor participación laboral de personas entre 15 y 29 años tienen una mayor tasa de víctimas de robo. Ello podría estar asociado con el hecho de que entre los sectores más afectados por la delincuencia están los comercios y restaurantes, principal fuente de empleo para jóvenes”. Y habría que preguntarse, además, si un porcentaje mayor de jóvenes no se dedica a las extorsiones y otras economías ilegales, y no lo declaran en las encuestas.
Lo cierto es que ante estos condicionamientos -cambio tecnológico, secuelas de la pandemia, inseguridad-, mayor razón aun para ir a una regulación laboral mucho menos onerosa y excluyente que favorezca contratación juvenil y su incorporación a actividades sanas y constructivas. Por el futuro del país. Lampadia






