Martín Naranjo
Perú21, 24 de noviembre del 2025
“No son las cosas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos sobre las cosas”, sostuvo Naranjo.
Ryan Holiday es, probablemente, el divulgador más influyente del estoicismo. Su trabajo ha permitido que nuevas generaciones redescubran las enseñanzas estoicas clásicas: que el obstáculo define la oportunidad, que el ego deforma la percepción y que la perspectiva correcta define la acción correcta. Holiday también ha contribuido a revitalizar la influencia de las ideas de un personaje fundamental: Epicteto.
Epicteto nació esclavo en el siglo I d.C. y terminó convertido en uno de los filósofos estoicos más influyentes. Igual que Sócrates, no dejó escritos. Lo que sabemos de él proviene principalmente de su discípulo Flavio Arriano. La frase que resume su pensamiento es “No son las cosas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos sobre las cosas”. Es decir, lo importante no es lo que nos pasa, sino cómo reaccionamos.
Para Epicteto, la crítica o la injusticia de otros no hieren por sí mismas. Hieren cuando decidimos que hablan de nuestro valor. Una de sus ideas más liberadoras es justamente la de dejar de tomar las cosas personalmente. Lo que otros hacen suele revelar su carácter, no el nuestro. Confundir esa dinámica es la raíz de buena parte de nuestros malestares.
La vida diaria ofrece ejemplos constantes. En el trabajo, las exclusiones, las pequeñeces, las faltas de respeto sean de un jefe o de un cliente pueden sentirse como ataques directos. Sin embargo, muchas de esas acciones nacen de las tensiones internas del otro, no de un juicio sobre nosotros. El error de atribución consiste en interpretar un fenómeno ajeno como un juicio sobre nuestra identidad. Epicteto propondría mirar primero hacia adentro y decidir si conviene aceptar ese juicio o dejarlo pasar.
El emperador Marco Aurelio, conocedor de los discursos de Epicteto, escribió en sus Meditaciones que el carácter ajeno no debe ocupar tu alma. Podemos observarlo sin tener que cargarlo. Un mal día de un jefe no define nuestra competencia; una crítica injusta no captura quiénes somos. Lo que parece personal nunca es personal.
Siglos después, Viktor Frankl llevó esta intuición al límite. En El hombre en busca de sentido observó que, incluso en condiciones extremas, la última de las libertades humanas consiste en elegir la actitud. Entre lo que sucede y lo que sentimos hay un intervalo, y en ese intervalo reside nuestro poder. Quienes encontraban un sentido preservaban el núcleo de una libertad que ninguna violencia podía quebrar. La interpretación se convierte así en un espacio de resistencia.
A esta tradición, Elie Wiesel le suma una dimensión ética profunda. En La noche narra cómo la brutalidad extrema busca destruir la identidad. También muestra que la resistencia más efectiva consiste en no dejar que la maldad ajena determine quiénes somos.
En síntesis, la línea que une a Epicteto, Marco Aurelio, Frankl y Wiesel es la convicción de que nuestra libertad depende menos de los hechos y más de la interpretación que efectuamos de los mismos. Así, al gobernar ese espacio interior, gobernamos nuestras vidas.






