Maite Vizcarra
El Comercio, 23 de octubre del 2025
“Jerí acaba de demostrarlo: gobernar ya no es hablar a una audiencia pasiva. Es capturar la atención en un mar de contenidos digitales”.
De 47 segundos. Ni uno más. José Jerí no solo dio un mensaje a la nación: protagonizó el primer reel presidencial del Perú. Y lo hizo sin pedirnos que nos sentáramos: fue directo, performático, orgánico, casi TikTok-nativo.
Dicen que gobernar es narrar. Pero Jerí no narró: comprimió. Lo suyo no fue un discurso, fue un ‘soundbite’ quirúrgico, diseñado para habitar pantallas verticales y sobrevivir en 15 segundos de scroll. Basta volver a verlo para comprobarlo: lenguaje simple, energía corporal de tipo que habla en la calle, rostro sin solemnidad artificial y, sobre todo, cero tentación por ‘contextualizar’. Declaró el estado de emergencia con la velocidad de quien entiende que en el 2025 el ciudadano promedio no te regala más de ocho segundos antes de deslizar el dedo y pasar al siguiente estímulo. El nuevo test de liderazgo no es ideológico, es algorítmico de audiencias.
Su arranque fue limpio casi para evitar la edición: “La delincuencia ha crecido de manera desmesurada…” –como quien abre tráiler, no un mensaje de Estado–, y cerró con un “¡viva el Perú!” sin coma, sin solemnidad y sin postproducción. Todo funcionó como debía ser: velocidad, contundencia, performatividad. No había frase sobrante porque no había espacio para la duda. Un mensaje hecho no para registrar historia, sino para viralizar intención.
Y es aquí donde conviene estar atentos: esta no es solo una nueva estética presidencial. Es una mutación del cómo ejercer autoridad política en el país: no se trata de que Jerí “comunica bien”; se trata de que está gobernando como creador de contenido funcional: sabe que hoy el poder no está en lo que dices, sino en si tu frase entra en el corte de 30 segundos que se compartirá por WhatsApp.
Eso, técnicamente, es operar bajo lógica de ‘soundbite’, esa microunidad máxima de significado comprimido que debe existir sin contexto, autoexplicarse y golpear emocionalmente. Kennedy lo hizo con “no te preguntes qué puede hacer tu país”. Martin Luther King con “I have a dream”. Jerí lo intenta con “las guerras se ganan con acciones, no con palabras”.
La diferencia radical es que antes el ‘soundbite’ era un fragmento memorable dentro del discurso. Hoy es el discurso. No hay después. No hay desarrollo. No hay “se publicará en el diario oficial”. Eso es postproducción técnica, no narrativa política. El centro de gravedad está en la introducción, porque la introducción es el todo. Lo demás –la infraestructura, el decreto, las medidas concretas– ya no habita el espacio emocional masivo, sino el espacio administrativo del PDF.
Esto abre una frontera fascinante –y sí, inquietante–: ¿estamos presenciando el nacimiento del gobierno por clips? No de la política espectáculo –esa ya la teníamos–, sino del Estado versionado a ritmo de interfaz móvil. Un Estado que entra a la cancha no con hegemonía institucional, sino con ingeniería de atención. Y si esa atención dura 15 segundos, ese es el nuevo perímetro del poder.
Lo fascinante es que funciona. Lo disruptivo es que acelera. Y lo desafiante es que, por primera vez, el liderazgo se juega no en la profundidad del argumento, sino en la eficacia del instante. En la capacidad de convertirse en un momento “viralizable”. Si el siglo XX fue la era del discurso, el XXI es la era del fragmento soberano.
Jerí acaba de demostrarlo: gobernar ya no es hablar a una audiencia pasiva. Es capturar la atención en un mar de contenidos digitales, en donde es probable que, en tanto creador digital, también conquiste audiencias, likes, súperchats y una creciente interacción con una ciudadanía más joven, acostumbrada al ‘call to action’.






