Vidal Pino Zambrano
Para Lampadia
El oro ha sido, desde tiempos antiguos, mucho más que un metal precioso: ha simbolizado poder, prestigio y capacidad de decisión.
En la historia hispanoamericana, su recorrido ha sido largo y sinuoso: desde el rescate pagado a los conquistadores, pasando por las minas explotadas en el virreinato, hasta convertirse en reservas estratégicas que sostuvieron gobiernos y guerras. Ese mismo oro, que alguna vez salió del Perú y México rumbo a Sevilla, acabaría casi cuatro siglos después en manos de Stalin.
El origen americano del tesoro español
Con la conquista y el virreinato, una inmensa cantidad de oro y plata americana se volcó al sistema económico español. Lingotes, monedas y tesoros circularon entre arcas privadas y la Hacienda Real, consolidando la riqueza de la monarquía y sosteniendo sus guerras europeas (Paz Fernando, 2023). Una parte considerable quedó resguardada como reservas, sentando las bases de un patrimonio que llegaría hasta el siglo XX (Viñas, 2004).
No se trataba solo de riqueza material. El oro se convirtió en un recurso estratégico: respaldo monetario, garantía de préstamos y, llegado el momento, instrumento de poder político. Ese carácter explica por qué su control fue decisivo en momentos de crisis.
España en 1936: un tesoro bajo amenaza
Al estallar la Guerra Civil, España poseía la cuarta reserva de oro más grande del mundo, en manos del Banco de España, entonces de carácter privado (Martín-Aceña, 2001). La amenaza del avance nacionalista sobre Madrid convirtió esas reservas en un botín codiciado. Tenerlas podía significar la supervivencia del gobierno republicano frente al ejército de Franco (Díaz Villanueva, 2025).
El traslado secreto a Moscú
Consciente de que sin recursos no podía resistir, el gobierno republicano decidió enviar la mayor parte del oro a la Unión Soviética. La operación, impulsada por Juan Negrín y avalada por Largo Caballero y Manuel Azaña, se realizó en absoluto secreto. Ni las Cortes ni el propio presidente de la República conocieron todos los detalles.
El oro viajó primero a Cartagena y luego al puerto de Odesa, en la entonces URSS. Se calcula que se trasladaron unas 700 toneladas (Escohotado, 2002). El destino, paradójicamente, fue Ucrania, territorio que hoy vuelve a estar en el centro de un conflicto con Rusia.
Una vez en Moscú, la mayor parte del oro —un 70% en monedas con alto valor numismático, sobre todo libras esterlinas— fue fundida y convertida en lingotes, perdiendo parte de su valor. A partir de ahí, la URSS aplicó condiciones desfavorables: cobró costos inflados por la fundición, manipuló el tipo de cambio y obligó a firmar contratos de “ayuda militar” que en teoría debía ser desinteresada. El resultado fue un desfalco superior a los 100 millones de dólares de la época.
El envío del oro aseguró la dependencia financiera de la República respecto a Moscú y redujo drásticamente su autonomía política.
Stalin no devolvió nada
Para Stalin, aquel oro nunca fue un depósito temporal: fue el pago adelantado de una ayuda militar que, además, resultó costosa y limitada. El pacto con Hitler en 1939 terminó por reducir la importancia del conflicto español para la URSS, sellando la suerte del tesoro (Motrel Pinales, 2021).
En lugar de ser un préstamo, se convirtió en un recurso estratégico para Moscú, consolidando la influencia soviética sobre la República y demostrando hasta qué punto la guerra española era también un episodio de la geopolítica mundial.
Un hilo dorado de cuatro siglos
El llamado Oro de Moscú no fue un hecho aislado: simboliza la larga ruta de un tesoro que nació en América, se consolidó en España y terminó en manos soviéticas. Existe base histórica para pensar que parte del rescate entregado por Atahualpa, junto con el oro extraído de las minas coloniales de Perú y México, terminó engrosando las reservas que la República remitió a Moscú (Viñas, 2004).
Las reservas del Banco de España incluían depósitos antiguos, rastreables hasta el período colonial, y su traslado a Cartagena y Odesa muestra cómo ese oro terminó siendo garantía de armamento y asesoría soviética (Martín-Aceña, 2001). El hilo conecta la América prehispánica, la España moderna y la Unión Soviética de Stalin, pasando por territorios ucranianos.
En tal sentido, el destino del Oro de Moscú ilustra cómo la riqueza puede cambiar de manos, de sentido y de poder a lo largo de los siglos.
El oro que Atahualpa entregó a Pizarro para salvar su vida —que no lo consiguió— inició un recorrido que lo llevó del cuarto del rescate a los galeones, de los cofres reales a las reservas del Banco de España, y finalmente a las bóvedas de Stalin.
Referencias:
- Martín-Aceña, P. (2001). La Guerra Civil Española y el oro de Moscú. Editorial Espasa Calpe.
- Viñas, Á. (2004). La República y la Guerra Civil Española. Editorial Crítica.
- Kowalsky, D. (1997). The Spanish Civil War and the Soviet Union. Cambridge University Press.
- Payne, S. (2003). La Guerra Civil Española. Editorial Ariel.
- Motrel Pinales, M. (2021). El oro de Moscú: financiación exterior de la Guerra Civil Española. Trabajo de Fin de Grado, Universidad de Valladolid.
- Díaz Villanueva, F. (2025). El oro de Moscú: historia y mito. Recuperado de https://diazvillanueva.com/el-oro-de-moscu/.
- PAZ CRISTÓBAL, Fernando
Lampadia