Abraham Levy
Perú21, 27 de setiembre del 2025
«Si hoy un iqueño no tiene agua en su vivienda, sería posible que ello se deba a que esa agua se utilizaría para regar frutas y hortalizas que se venden en esos supermercados».
Hace unos días me tocó participar en un encuentro con un importante grupo representativo de una de las mayores cadenas de supermercados de Europa. La razón de esta reunión era el propósito de conocer —de parte de distintas fuentes— si había o no un compromiso sobre los derechos humanos de la población con relación al consumo de agua de los predios agrícolas que utilizan agua para fines productivos. Esto es, para labores de riego, cosecha y otros usos industriales que son imprescindibles para que nuestras frutas y hortalizas lleguen a sus anaqueles donde son vendidos a millones de europeos.
Según me comentaban, les habían hecho denuncias que en Perú se afectaban los derechos humanos, privando de agua a la población y utilizándola en agricultura y en concreto en la agroexportación.
En suma: si hoy un iqueño no tiene agua en su vivienda, sería posible que ello se deba a que esa agua se utilizaría para regar frutas y hortalizas que se venden en esos supermercados. Sobre esa suposición, miles de dólares fueron destinados a que estos profesionales vengan a Lima a interrogar a conocedores del tema.
Esta es claramente una consecuencia de la acción de grupos de personas organizadas, muchas veces con financiamiento de ONG del primer mundo que reciben aportes de grandes corporaciones o billonarios. Se dedican a crear narrativas muy sesgadas sobre realidades que no conocen. Desinformación le llaman algunos.
Pues bien, mi presentación empezó mostrando la ubicación tropical del Perú, la distribución poblacional; para luego de ello pasar a repasar la disponibilidad de agua dulce con la que cuenta naturalmente el país. La misma que es producida por precipitaciones. Para mayor abundamiento: los glaciares, los lagos, lagunas y acuíferos del Perú son derivaciones de las precipitaciones.
Pues bien, tomando como base la data más reciente del Banco Mundial (y por eso resalté que estamos ubicados en un área tropical), 22% del agua dulce global está en tres países de nuestra vecindad tropical y que ocupan el primer, sexto y octavo lugar a nivel mundial en disponibilidad de agua dulce: Brasil, Colombia y Perú.
En segundo lugar, la distribución del agua en nuestros valles es privada. La gestionan las juntas de regantes elegidas por voto directo. Vale igual el voto de una empresa de 1,000 hectáreas que la de un agricultor de una hectárea.
En tercer lugar, el único lugar donde hay una evidente desprotección de los derechos humanos en forma masiva en relación con el agua dulce es Lima y Callao donde el 6% de la población (más de 600,000 habitantes y muchos de ellos viviendo a un paso de Palacio de Gobierno o del Congreso) no tiene agua potable, pues el Estado prefiere asignar recursos en tapar el agujero negro de Petroperú entre otros malgastos.
En cuarto lugar, en los valles de Lima no se producen cultivos que llegan a los anaqueles de los supermercados aludidos.
Luego de ello, los señores europeos dijeron gracias: ya entendimos.