Luis Carranza
Perú21, 28 de setiembre del 2025
«Podemos ver claramente en nuestro país cómo la falta de Estado está llevando a un aumento significativo de la inseguridad ciudadana”.
Durante la Revolución Industrial se trataba de entender cómo la energía hacía funcionar a las máquinas. Este proceso complejo se enunció en la Segunda Ley de la Termodinámica que establecía en lenguaje sencillo que los sistemas tienden a evolucionar hacia un sistema donde impera el desorden o entropía. Para evitarlo necesitamos meterle energía al sistema de manera constante. Si no queremos que el agua se enfríe, hay que mantenerla con calor.
Tal como vimos en el artículo anterior donde discutíamos la primera ley de la termodinámica y hacíamos el paralelo con la economía, lo que implicaba que la productividad se convertía en mejoras salariales y crecimiento de empleo, con esta ley también podemos sacar importantes conclusiones. Entendiendo por supuesto que las dinámicas sociales tienen bajo nivel de predictibilidad en el corto plazo porque los seres humanos no somos átomos.
Empecemos por entender cuál es el estado natural de las sociedades. Siguiendo la visión hobbesiana de la naturaleza humana, tendríamos una situación de violencia constante, por lo que para evitar esto aparecen los Estados, que imprimen esa “energía” para evitar el caos en la sociedad. Cuando esa energía se debilita y deja de operar empezamos a regresar al caos.
Podemos ver claramente en nuestro país cómo la falta de Estado está llevando a un aumento significativo de la inseguridad ciudadana. La aplicación directa de la segunda ley de la termodinámica implica que esto no se quedará así, seguirá empeorando hasta llegar al nuevo equilibrio donde el caos es total. ¿Cómo salimos de esto? Con un Estado fuerte, metiendo “energía” en el sistema.
Si salimos del tema de seguridad también podemos ver cómo se multiplican los ejemplos de cómo el sistema tiende al caos. Los ejemplos son abundantes. Lo vemos en Cusco con lo que está pasando con el turismo cuando grupos intentan apropiarse de la renta turística generando un enorme malestar al turista, lo cual llevará a destruir nuestro sistema del turismo. Lo vemos en Petroperú que se ha convertido en un forado y sigue el caos interno y eso no cambiará hasta que no venga una fuente de energía externa que ponga orden en esa empresa.
Pero, ¿qué pasa si el Estado, que es el encargado de poner energía en los sistemas para que funcionen, no hace su trabajo? Peor aún, dentro del Estado vemos que también entramos al caos generalizado con el clientelismo político. Lo cual es totalmente explicable porque qué cosa hay más básica en el ser humano que el nepotismo, favorecer al familiar o al amigo.
En esa situación, ¿de dónde podría venir esa energía que ordene las cosas? Debe venir de la sociedad. En última instancia es la última fuente de energía que genera los cambios. Esa energía puede ser bien encausada o puede terminar de desestabilizar a la sociedad. La sociedad cusqueña debe tomar conciencia que todos los puestos de trabajo generados por el turismo están en riesgo, por lo tanto, debe presionar al gobierno para que actúe y haga su trabajo, de lo contrario las cosas continuarán deteriorándose hasta que colapse el turismo.
En la historia hay casos extraordinarios de movilización de la sociedad que han tenido diferentes resultados. En la Inglaterra del s. XVII la “revolución gloriosa” llevó a la caída de la dinastía Estuardo que intentaba implantar un gobierno absolutista y se terminó con el inicio de la democratización del gobierno inglés. Cosa totalmente opuesta ocurrió un siglo después en Francia, cuya revolución inspirada en la inglesa intento generar una democratización del gobierno y generó tal caos que terminó en el imperio napoleónico.
Igualmente, dinámicas totalmente distintas se generaron en Suecia y Rusia después de la crisis agrícola de inicios del s. XX. En el primer caso, se tomaron medidas para encausar al país en el segundo caso explotó en una revolución que terminó cargándose todo el sistema.
Un tema crítico que hace la diferencia en los resultados de las movilizaciones sociales es si existe una visión de unidad y futuro conjunto o si priman las rivalidades, las venganzas o los abusos.
Para que nuestro país se enrumbe a la prosperidad requiere de esa energía constante que ahora solo puede venir desde la sociedad, que se base en una visión conjunta de prosperidad y que active a la maquinaria del Estado que ahora está parada.