Jaime de Althaus
El Comercio, 20 de setiembre del 2025
“La consecuencia entonces será que los políticos, ante una mayoría de adultos mayores sin ingresos pensionarios, ofrecerán una pensión estatal ya no basada en aportes sino en el puro presupuesto público”.
Es increíble que Dina Boluarte haya espoloneado al Congreso para aprobar un octavo retiro solo por ganarse ilusamente unos puntos de aprobación que no va a conseguir porque un octavo retiro beneficia a los que más tienen, a los más ricos de entre los formales, porque los que ganan menos ya retiraron sus fondos, solo para quedarse casi sin pensión luego de su jubilación. Más increíble aun, e imperdonablemente vergonzoso, es que el ministro de Economía se haya avenido a esta irresponsabilidad acaso solo por conservar el puesto. Hasta Fuerza Popular se cansó de ser responsable en ese tema y se sumó al festival de retiros.
Es terrible cómo la competencia electoral puede barrer cualquier reforma y depredar cualquier fondo público o privado. Es uno de los problemas de la democracia, que cuando tiene muchos partidos y nula alternancia se vuelve predatoria. Se trata de llegar a cualquier costo.
Pero lo curioso es que de modo inconsciente todos se han vuelto libertarios. Pues los retiros infinitos, si bien se dictan por puro cálculo político, implican la negación del ahorro pensionario forzoso, es decir, la renuncia a un sistema de pensiones, una posición parecida a la de los libertarios: contraria al ahorro forzoso y a favor de la libertad de ahorrar o aportar o no.
Por supuesto, hay que defender la libertad de elección siempre, pero hay harta investigación en economía del comportamiento que demuestra que la gente prefiere beneficios inmediatos a seguridad futura, que es justamente la razón del éxito de los retiros y es el mismo principio que está detrás de la demagogia política. Muchos jóvenes prefieren gastar en consumo actual (viajes, ocio, gadgets) en lugar de ahorrar para algo que verán en 30 o 40 años. El fenómeno se conoce como “miopía temporal”, y supone el optimismo de creer que podrán ahorrar “más adelante”.
Que la gente ejerza su libertad y se quede desamparada en la vejez no sería problema si llevara a la reconstitución de la familia como soporte a los ancianos, pero ahora las parejas casi no tienen hijos. La consecuencia entonces será que los políticos, ante una mayoría de adultos mayores sin ingresos pensionarios, ofrecerán una pensión estatal ya no basada en aportes sino en el puro presupuesto público, una suerte de Pensión 65 recargada universal. Algo insostenible. De hecho, ya ocurre en alguna medida con la ONP. Ni los libertarios inconscientes ni los ideológicos se percatan de la bomba de tiempo fiscal que están armando, o no les importa.
De allí la enorme virtud del sistema privado de pensiones, que elimina por completo la contingencia fiscal, porque las pensiones surgen de los propios aportes multiplicados por los intereses (70% intereses, 30% aportes). Y la reforma que se aprobó lo mejora: crea una pensión mínima y, sobre todo, es universal: incluye a todos, formales e informales, pues permite que todos puedan ir acumulando un fondo previsional por medio de la pensión por consumo, una medida revolucionaria que, de paso, fomenta la formalización de la economía. Además, introduce más competencia en el sistema y relaciona las comisiones de las administradoras de pensiones con la rentabilidad de los fondos.
Pero el huayco electoral arrasa con todo.