Jaime de Althaus
Para Lampadia
La prédica libertaria de Javier Milei empieza a generar reacciones en el pensamiento de izquierda en el Perú. En una columna publicada en El Comercio hace varias semanas, Santiago Pedraglio escribió:
“Mientras tanto, en el ámbito ideológico, el esfuerzo pendiente del Estado contra los delitos ambientales enfrenta una paradoja con la promoción del “anarcocapitalismo”, que propone debilitar el Estado hasta casi diluirlo. El detalle es que esto podría alentar que los mineros ilegales e informales se sientan los primeros campeones de la lucha contra la regulación estatal”.
Pero lo que hay que advertir es que lo que tenemos es lo contrario: mientras la mediana y gran minería formal están hiperreguladas y fiscalizadas, la pequeña y a veces no tan pequeña minería informal e ilegal pueden operar libremente sin regulación ni obligaciones de ningún tipo, destruyendo sin control alguno el ambiente y esclavizando incluso niños. Así, mientras el exceso de trámites y normas frena y desalienta la inversión formal -hay 61 mil millones de dólares aguantados-, la patente de corso que era el REINFO ha permitido la explosión de la minería informal e ilegal con sus efectos destructivos.
Entonces de lo que se trata es de recuperar el justo medio: simplificar y reducir permisos y regulaciones, efectivamente, a la gran minería, y obligar a la pequeña minería a cumplir un mínimo de regulaciones laborales y ambientales.
Para un liberal o libertario, los principios fundamentales son la vida, la libertad y la propiedad.
Una persona puede hacer con su vida, su propiedad y su libertad lo que desee siempre que no afecta la libertad, la vida o la propiedad de los demás. Eso es todo.
En ese sentido, la actividad minera, para que no afecte la vida y la propiedad de los demás, debe tener unas regulaciones mínimas. Los impactos ambientales, por ejemplo, afectan a terceros, y por eso deben ser minimizados.
Aquí se da el absurdo de que se sobre regula inversiones que no lo necesitan porque por estatuto propio, exigencia de los mercados y tecnología avanzada son social y ambientalmente responsables. En cambio, teníamos un REINFO que daba protección a la destrucción. El mundo al revés.
El sistema legal peruano, la formalidad, expulsa a los empresarios y emprendedores a la informalidad, y de allí a la ilegalidad hay un paso. Eso ocurre también en la minería, donde un pequeño minero no puede cumplir con todas las regulaciones existentes. Como eso era así, se le permitió entonces trabajar sin regulación alguna prácticamente.
Se trata de aplicar lo que Milei llama la motosierra a esas regulaciones, oficinas y programas que no resuelven nada sino que generan trabas y ocasiones de corrupción.
Necesitamos desregular y simplificar para liberar las fuerzas productivas, permitir el crecimiento a fin de reducir la pobreza, e incorporar a todos a una formalidad acogedora, si ello es posible. Ese es el gran proyecto nacional.
Lampadia