Iván Arenas
El Comercio, 26 de agosto del 2025
“El ‘pueblo’, en general, no tiene tiempo para protestas, paros o movilizaciones. Primero la chamba, después el resto”.
Algo falla en la matrix. A simple vista es inexplicable. ¿Cómo es que, a pesar de todos los males coyunturales, la “gente”, el “soberano”, el “pueblo” no sale a protestar contra Dina y el Congreso? En la izquierda (o en las izquierdas, mejor dicho) hay respuestas. La “gente”, el “soberano”, el “pueblo” no sale a protestar porque “tiene miedo a las balas” de la “reacción”. Vivimos en una “dictadura”. Es una curiosa “dictadura”. El “aparato estructural” del Estado funciona a favor de la “reacción”. La “tiranía amable”. Eso es lo que nos dicen las izquierdas de todos los colores.
Pero, en serio, ¿por qué el “pueblo” no sale a protestar? ¿Por qué eso llamado “pueblo” no sale a las calles a sacar “por la razón o por la fuerza” a un Congreso “corrupto” y a tumbar a la “dictadura”? Menuda pregunta. De acuerdo con el suscrito, hay una ideología que triunfa a lo largo y ancho de la patria; ideología que los sectores emergentes y populares han adaptado como suya al margen de los vericuetos de la política del Perú oficial. Sigo.
Hay en esa ideología triunfante un racionalismo económico práctico frente a la alicaída economía nacional. El “pueblo”, en general, no tiene tiempo para protestas, paros o movilizaciones. Primero la chamba, después el resto. Luego de la pandemia y del gobierno de Castillo, al peruano común y silvestre no le queda más que tirar para adelante. Con una economía que crece solo al 3% del PBI y con la pobreza al 27%, el razonamiento parece ser que no hay tiempo para protestas.
No obstante, vale una aclaración. Aquí no diremos –como Marx– que la ideología es una “falsa conciencia” donde el “explotado obedece al explotador” (la “servidumbre voluntaria”, dirían los gramscianos), sino –sobre todo– nos referimos a la ideología como el sistema de valores y creencias que se reproduce a mil por hora en este país de un extremo a otro. Todos quieren ser emprendedores. ¿Por qué? Sigo.
Cuando Matos Mar, en el prólogo de “Desborde popular”, augura que dicho estudio servirá de base para “abrir un propio camino al socialismo” hubo un yerro propio de sus anteojeras ideológicas. Es obvio que lo que no hubo fue socialismo, sino que –contrario a los vaticinios de Matos Mar– en la emergencia del “otro Perú” hierve el capitalismo popular (y salvaje en algunos lugares), sistema económico en el que la “ideología del emprendedor” se desenvuelve a gusto.
Instituciones populares. Atentos al concepto porque esa parece ser la clave de la triunfante “ideología del emprendedor”. Por llamarlas de alguna manera, las “instituciones populares” son relaciones de colaboración y competencia en el mundo emergente. También son reglas, comportamientos o prácticas sociales. Los sectores emergentes están hechos de “instituciones populares” y que, desde la academia –se podría decir–, son sociológicamente conservadores: familia, mercado, orden, religión, emprendedurismo. Aquí, como dijimos, parece estar la clave. ¿Cómo entender a Puno, Huancayo, bastiones del mundo emergente sin la familia o el mercado (a veces mercantilismo)? ¡Imposible!
Pero este triunfo de la “ideología emprendedora” –sobre todo en los sectores emergentes y populares– se da a espaldas o en contra del propio Estado del “Perú formal”. No hay una relación directa con el Estado, y si la hay, se trata de zafar. En la ciencia política se suele decir que un “Estado moderno” se funda con la aparición del “ciudadano-contribuyente” que, así como tributa, reclama servicios, orden y seguridad. Aquí hay un “contrato social”, pero informal.
Todo indica que existe una “modernidad a la peruana”, con características propias y tradicionales, con “instituciones populares” que albergan a ese mundo emergente con esa ideología que emprende a toda hora sin importarle mucho la política. En las próximas elecciones, este mundo emergente, con sus instituciones populares, castigará al establishment. Total, ya votaron por Castillo como en su día por Fujimori; Alberto, digo.