Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia
La extorsión se ha vuelto el delito más común, grave y acuciante de la vida peruana. Afecta a todos los peruanos y les impide sentirse libres. Las extorsiones a microbuseros, bodegueros, empresarios y cantantes de cumbia son la expresión última de este problema. La muerte de muchas personas, el lado más penoso de esta situación.
¿Por qué hemos llegado hasta ese extremo?
El simplismo de algunos atribuye todos los males y los delitos a la llegada de venezolanos que huyen de las miserias que reparte el socialismo, lo único que sabe repartir.
El encono de otros se lo atribuye a la señora Boluarte y la ligereza de otros al hecho de que no tenemos mano dura o pena de muerte.
Hemos llegado a este extremo porque el Perú es el país de las mil y una extorsiones. Es el país donde los que extorsionan no van presos, reciben premios. Es el país donde los políticos ascienden por extorsionar, los fiscales extorsionan a los delincuentes y los periodistas te amenazan con titulares o campañas.
- En el Valle del Tambo, para ir lo más lejos que mi memoria permite, extorsionaron a una compañía minera para que les de dinero, puestos de trabajo, prebendas y negocios a cambio de no impedirles el proyecto Tía María. ”Lentejas” era el nombre del cupo que pedían. El Estado a través de uno de sus más tristes representantes, Martín Vizcarra, en lugar de perseguir a los delincuentes, les dijo que extorsionen más, que hagan más ruido para que él pueda presionar a la compañía minera.
- En la selva peruana, con flechas, arcos y otros atuendos, nativos cortan el Oleoducto Peruano o impiden el acceso a las operaciones petroleras privadas, exigiendo reparaciones, cupos, puestos de trabajo o peajes. El Estado, lejos de erradicar la extorsión, la edulcora, le da nombres, le da partida de nacimiento y la convierte en “Licencia Social”.
- En Salcca Pucara, en el valle del Vilcanota en el Cusco, otros extorsionadores de ojotas y poncho, junto con otros de cuello y corbata, extorsionaron a una empresa hidro eléctica para que les de dinero y prebendas sino le dirían al pueblo que represar aguas es malo, que las aguas sería llevadas a Chile o que el agua inundaría sus campos. El Estado nunca combatió este chantaje, mucho menos las autoridades regionales. Lo auspiciaron, lo socaparon. Alguna prebendas consiguieron, pero hoy donde los nevados se deshielan, no hay ni represa, ni agua suficiente en esa cuenca.
- En las Bambas, el proyecto minero más grande del país, los comuneros vieron que los nuevos dueños, con oficinas en Pekín, podían extorsionar al antiguo dueño y decirle que les venda ese proyecto sino no le comprarían el cobre. No tardaron en hacer lo mismo. Le dieron de su propia medicina a la minera oriental y le exigieron que, para pasar por sus caminos, tenían que pagar cupos, coimas, indemnizaciones y dinero. El Estado cedió, les dio dinero, se dejó extorsionar y dejó que extorsionen a la mina.
- En las obras de construcción civil en Lima, Trujillo o Arequipa, la extorsión viene en letra roja o con estrellas, dependiendo de la facción sindical que pide cupos de trabajo, contratos o simplemente pagos por “concepto de paz social”. El Estado no hace nada y los políticos menos.
- En MachuPicchu, las autoridades del pueblo, con algunos de sus dirigentes y hasta pseudo dirigentes empresariales, extorsionan al país cerrando MachuPicchu cada vez que no se les da gusto en sus pedidos y exigencias. Hoy extorsionan al Ministro de Cultura exigiéndole que venda 1,000 entradas en forma presencial, en tiempos donde lo único presencial que queda es la coima y el soborno. Extorsionan a miles de turistas a quienes obligan a permanecer en el pueblo por dos o tres días para acceder a la ciudadela cuando la solución es simple: NO SE VENDE UNA ENTRADA SINO ES ON LINE. Con esa sola noticia nadie iría a MachuPicchu si no tiene su entrada previamente comprada.
- En las carreteras, los mineros ilegales, las juntas de regantes o los maestros del Sutep extorsionan a los viajeros con sus bloqueos. El Estado tolera ese delito, negocia con ellos, los recibe en el Congreso, cambia las leyes para ellos y no apresa a los extorsionadores. Los socapa y hasta llegan a ser presidentes para ya no extorsionar en las carreteras, sino robar desde Palacio.
- En las ciudades, las municipalidades extorsionan a los comerciantes con las famosas certificaciones de defensa civil o las licencias de funcionamiento, buscando “soluciones” en los despachos de los alcaldes. De esta forma de extorsión no se salvan ni los distritos más floridos de Lima.
Podríamos seguir dando ejemplos de cómo en este país se extorsiona y el Estado y la sociedad toleran estas formas de delito. De cómo esos extorsionadores ahora hacen leyes y están en el Estado.
Los extorsionadores que cobran cupos a las bodegas, a los comerciantes, las orquestas de cumbia o a los microbuseros son simples imitadores de los grandes extorsionadores que el Perú tolera y que sus políticos socapan.
Para acabar con la extorsión, hay que acabar con toda forma de extorsión, sobre todo la extorsión político social que explica el origen y la calidad de nuestra clase política actual. Lampadia