Urpi Torrado
El Comercio, 10 de julio del 2025
“Cuando la población adulta supera a la joven, las implicancias se extienden a todos los sectores”.
El Día Mundial de la Población, establecido por las Naciones Unidas, busca llamar la atención sobre los desafíos y oportunidades que plantea la dinámica demográfica global. La data revela cómo está cambiando la forma en que las personas están replanteando temas tan centrales como la longevidad, el envejecimiento y la decisión de tener hijos. Los peruanos no son ajenos a esta tendencia.
Al comparar indicadores de los últimos años se observan cambios importantes. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, a inicios de los años 70, cada mujer tenía en promedio 4,5 hijos; hoy, esa cifra ha caído a menos de 2,5. En el Perú, la tasa de fertilidad proyectada para el 2025 es aún más baja: 1,9 hijos por mujer, por debajo del nivel de reemplazo poblacional. Al mismo tiempo, la esperanza de vida ha aumentado notablemente: para el 2025, se espera que los hombres en el Perú vivan en promedio 76 años, y las mujeres, 80. Se vive más, pero se vive distinto.
La encuesta más reciente de Datum Internacional en alianza con la red WIN (Worldwide Independent Network of Market Research) muestra que más del 59% de las personas en el mundo valoran más la calidad de vida por encima de la longevidad. El Perú está ligeramente por encima de ese promedio, lo que refleja un deseo colectivo no solo de vivir mejor y no necesariamente más. Sin embargo, este anhelo contrasta con la falta de preparación, apenas el 35% de los ciudadanos del mundo dicen estar tomando medidas concretas para planificar su vejez, ya sea mediante ahorro, seguros de salud o cuidados médicos preventivos. En el Perú, solo el 38% afirma haber dado los pasos necesarios para prepararse para su vejez, lejos de países como México, donde el 50% así lo afirma.
La tecnología y la medicina aparecen como esperanzas compartidas. Cuatro de cada 10 personas en el mundo creen que los avances científicos permitirán extender significativamente la vida humana dentro de su generación. Esta expectativa convive con una nueva sensibilidad cultural: la percepción de juventud y vejez también ha cambiado. Mientras que en el 2018 la mayoría decía dejar de sentirse joven a los 44 años, hoy esa percepción ha bajado a los 41. En el Perú, el umbral es todavía más bajo, la gente deja de sentirse joven a los 37 y comienza a sentirse vieja a los 49, cuatro años antes que el promedio mundial.
Otra transformación importante es el cambio en la valoración de la idea de ser padres. En el mundo, el 16% de las personas no tiene hijos ni desea tenerlos, cifra que llega al 22% entre jóvenes de 18 a 24 años, especialmente aquellos con mayor nivel educativo. En el Perú, esta tendencia aún es menor, pero creciente: el 8% de las mujeres y el 12% de los hombres afirman no tener hijos ni querer tenerlos en el futuro.
Estos cambios reflejan una transformación en la estructura de la sociedad, pues cuando la población adulta supera a la joven, las implicancias se extienden a todos los sectores. En el ámbito de la salud, aumenta la demanda por cuidados de largo plazo, servicios geriátricos y atención de enfermedades crónicas. En la educación, se vuelve prioritario incorporar la formación continua y la actualización de competencias a lo largo de la vida. Los sistemas de pensiones y jubilación enfrentan presiones crecientes, lo que obliga a repensar su sostenibilidad y a revisar las edades de retiro. En el caso del Perú, estos datos no solo ofrecen una fotografía del presente, sino también una advertencia sobre los desafíos que se avecinan. Es necesario que las políticas públicas se anticipen a esta nueva realidad demográfica y que la sociedad en su conjunto reflexione sobre cómo se quiere envejecer, cuidar y ser cuidado.