Luis Carranza
Perú21, 29 de junio del 2025
¿Podemos hacer a un lado nuestras diferencias, reconocernos como compatriotas y trabajar en un objetivo común de desarrollo y bienestar?
En 1954 se realizó un famoso experimento social en el estado de Oklahoma, en la localidad llamada The Robbers Cave (la cueva de los ladrones, en español). En este experimento se llevaron a dos grupos de niños. En una primera fase se trabajó con cada grupo de manera aislada, construyendo confianza y cohesión dentro del grupo. En una segunda fase, se les hace competir a los dos grupos en diferentes actividades. Dada la cohesión lograda dentro de cada grupo, los niños hicieron su mejor esfuerzo por ganar, pero se generó una gran rivalidad entre los dos grupos.
El experimento consistía en ver cómo se lograba que los dos grupos se unieran. Se hicieron actividades lúdicas, comidas, ver películas juntos, pero no se logró que el conflicto desapareciera; la rivalidad y desconfianza seguían siendo las mismas. Entonces, se les encargó tareas que tenían que hacer de manera conjunta; resolver problemas, como sacar un camión atascado, en los que la única manera de hacerlo era con la colaboración de todos. Con estos ejercicios se logró una gran cohesión entre todos los niños. Al final, lo que cohesiona a un grupo humano es tener una meta común. Fijar un objetivo conjunto y trabajar todos por lograrlo.
Lo hemos visto con nuestra Selección de Fútbol. Cuando el grupo está unido, sale a jugar y no los para nadie; pero, cuando empiezan los egos, los celos y las disputas internas, no hay equipo y el resultado da pena. Las empresas saben muy bien esto y hacen sus encuentros para alinear los objetivos con sus empleados.
¿Podemos como país fijarnos una visión de futuro? ¿Podemos hacer a un lado nuestras diferencias, reconocernos como compatriotas y trabajar en un objetivo común de desarrollo y bienestar?
Hay ejemplos históricos que muestran que sí es factible construir esa visión conjunta y lograr un fuerte sentido de pertenencia. En 1776, las trece colonias británicas establecidas en Norteamérica declaran su independencia de Inglaterra. El objetivo inicial era que cada colonia siguiera por su lado de manera independiente. Ese era el sentir mayoritario de la población. Sin embargo, unos granjeros con una gran visión de futuro lograron entusiasmar a la población de cada una de las trece colonias vendiéndoles el sueño de que si permanecían unidos podían expandirse hasta el río Mississippi. El futuro de prosperidad para todos dependía de mantenerse unidos. En 1787 se aprueba la Constitución de la nación y se logra su ratificación en cada una de las trece colonias. Más allá de todo el trabajo político y de las discusiones de filosofía política en los papeles federalistas, la clave de la unidad estuvo en tener una visión compartida. En forjar un destino común.
En 1965, Singapur logra su independencia de la Federación de Malasia. Tenían una gran diversidad cultural, étnica, religiosa y lingüística. A pesar de estas grandes diferencias, el gran liderazgo de Lee Kuan Yew logró forjar ese destino común. Se impuso el uso del inglés como una lengua oficial, se identificó el enorme potencial de esta ciudad-estado como hub logístico de Asia y se empezaron a diseñar las políticas que lograrían sacar a Singapur de la miseria. En 1965, Singapur tenía un ingreso por habitante similar al peruano; hoy tiene un ingreso por habitante superior a siete veces nuestro ingreso por habitante. Imagínese, estimado lector, que le subieran siete veces su sueldo mensual. Esa es la diferencia en bienestar que hay entre nosotros y Singapur.
En África también encontramos ejemplos interesantes. Botsuana logra su independencia en 1966 siendo uno de los países más pobres de África. El desierto de Kalahari cubre el 70% de su territorio. Cuando empiezan a llegar las empresas para explorar el territorio y extraer diamantes, les ofrecían a los jefes locales que, si encontraban el recurso en su territorio, les darían unos pagos importantes. Seretse Khama, su primer presidente, convenció a todo el país de que no importara dónde se encontraran los diamantes, el beneficio debería ser repartido entre todos los ciudadanos, concentrándose en educación, salud e infraestructura. De ser una de las naciones más pobres de África hoy es una de las más ricas; por cierto, tiene un ingreso por habitante superior al de Perú.
¿Tendremos los peruanos la suerte de que se nos presente un Lee Kuan Yew o un Seretse Khama? ¿O seguiremos con nuestros liderazgos populistas que viven del clientelismo político? ¿Seremos capaces de, al igual que los granjeros norteamericanos, forjar una visión común y conquistar nuestro propio Mississippi?