Urpi Torrado
El Comercio, 26 de junio del 2025
“Hoy, las empresas interpretan el momento, inspiran cambios y asumen un rol transformador”.
En un país acostumbrado a mirar su coyuntura a través del prisma de la inseguridad, la corrupción o la crisis política, es necesario ampliar el ángulo. Mirar el Perú desde una perspectiva más estratégica implica reconocer no solo los problemas ya conocidos, sino también las fuerzas globales, tecnológicas y sociales que están moldeando el presente y el futuro del país.
Según las proyecciones del Ministerio de Economía, el Perú será uno de los países que liderarán el crecimiento económico en América Latina durante este año, pero la pregunta es cómo aprovecharlo. Las empresas enfrentan una creciente complejidad que no se resuelve con tácticas de corto plazo. Se necesita una visión más amplia, una lectura del contexto que tome en cuenta fuerzas claves que inciden en el país, las organizaciones y las personas.
Uno de esos factores es la geopolítica. La tensión creciente entre Estados Unidos, China e Irán tiene impactos concretos en el Perú. Un eventual cierre del estrecho de Ormuz, por ejemplo, afectaría el precio internacional del petróleo, elevando los costos de transporte y producción. Las medidas migratorias o arancelarias adoptadas por Trump afectan las exportaciones peruanas, la inversión extranjera y la situación de peruanos en el exterior. En paralelo, el boicot a productos estadounidenses en países como Canadá o Alemania muestra cómo el descontento político se traslada al consumo.
En tanto, China mantiene su estrategia enfocada en el crecimiento económico y en su influencia global. Su participación en el puerto de Chancay no es solo una inversión logística, sino una apuesta por posicionar al Perú como un nodo estratégico en la región. Este nuevo eje comercial redefinirá flujos, costos y prioridades para muchas industrias.
Otro factor clave es la adopción de la inteligencia artificial. Aunque incipiente, la IA ya empieza a cambiar modelos de negocio, automatizar procesos y transformar la comunicación. También amplifica fenómenos como la desinformación, afectando la percepción de los ciudadanos, la confianza en la política y las decisiones de consumo. La tecnología, lejos de ser un fenómeno aislado, está al centro de los cambios sociales más relevantes.
A ello se suma una profunda crisis de confianza. No solo en las autoridades o instituciones, sino también entre las personas. La confianza se ha restringido al entorno más próximo, la familia, los amigos, el círculo cercano. Esta situación plantea enormes desafíos para quienes necesitan conectar con audiencias más amplias. Construir credibilidad hoy requiere autenticidad, coherencia y consistencia.
A pesar del sentimiento de vergüenza que genera la política, el 78% de los peruanos todavía se siente orgulloso de su país. Hay una energía latente, un deseo de avanzar, de salir del estancamiento. Esa fuerza se expresa en una nueva forma de ciudadanía; más activa, más crítica y más conectada. El activismo tradicional ha dado paso a nuevas formas de expresión a través de redes sociales, decisiones de consumo y participación comunitaria. Las personas quieren alzar la voz, defender causas, marcar la diferencia, aunque no tienen interés de participar en política.
En este contexto, el rol de las empresas también ha cambiado. Hoy, las empresas interpretan el momento, inspiran cambios y asumen un rol transformador. Pero eso solo ocurre cuando entienden verdaderamente el país en el que operan. Cuando su propósito no es una moda, sino una convicción. De lo contrario, su mensaje se diluye. Un ejemplo reciente son aquellas marcas que en el 2024 cambiaron su logo en junio por el mes del orgullo y que este año no lo hicieron. Esa falta de consistencia refuerza el escepticismo y erosiona la confianza.
Pensar estratégicamente en el Perú implica ir más allá del corto plazo, leer el entorno con más profundidad y actuar. Porque las organizaciones que entienden a la gente impactan de verdad. Y ese es, quizá, el mayor diferencial en tiempos de incertidumbre.