Por: Luis Romero Belismelis
Presidente del directorio de Credicorp y del BCP
El Comercio, 7 de enero del 2024
“El Perú ya ha remontado obstáculos enormes”.
El país, qué duda cabe, no pasa por su mejor momento. Hemos pasado de una crisis política a otra en los últimos años. El crimen ha crecido de manera inusitada. Hemos cerrado el 2023 sin crecimiento económico, una circunstancia a la que nos habíamos desacostumbrado luego de años de expansión ininterrumpida (salvo por el año de la pandemia). En tiempos difíciles, además, suele acentuarse el pesimismo.
No obstante, sí existen razones para ser optimistas con el país. De hecho, hace poco tuve la oportunidad de participar en la XIV Reunión bilateral Perú-Japón organizada por el Consejo Empresarial Peruano-japonés y aproveché el espacio para conversar sobre las mismas con potenciales inversionistas.
Los cimientos macro económicos de nuestra Constitución garantizaron la independencia del Banco Central de Reserva, el rol subsidiario del Estado y el desarrollo de la empresa privada, lo que nos permitió hacer frente a todo tipo de escenarios inciertos. Así, entre 1994 y el 2022, el crecimiento anual promedio del Perú ha sido de 4,5%, el más alto de la región. En el mismo período, nuestra inflación ha permanecido baja y, en los últimos 20 años, los niveles de pobreza pasaron de un 58% (en el 2004) a 20% (en el 2019). Esta fortaleza institucional es realmente envidiable. A lo largo de las últimas tres décadas logramos posicionarnos como una economía diversificada, rica en recursos naturales con un crecimiento notable en varios sectores. Sin embargo, en tiempos como el actual es clave reconectar con todo aquello que nos permita regresar a ese desarrollo constante.
Debemos, por ejemplo, sacarle provecho a nuestro potencial minero: somos los segundos exportadores de cobre y zinc en el mundo, y en el 2022 exportamos alrededor de US$10.000 millones de oro. En lo que concierne a la agricultura, hemos logrado ser los primeros exportadores de arándanos, los segundos de espárragos y los terceros de palta. A esto suma nuestra industria turística que, aunque golpeada por la crisis sanitaria, lleva décadas trayendo millones de extranjeros a nuestro territorio (4,4 millones en el 2019). Es fundamental preocuparnos por apuntalar las áreas que no hemos atendido.
Desde cada uno de los frentes, tanto el sector público como el privado debemos trabajar en sinergias que permitan traducir el crecimiento en más y mejores oportunidades para todos los peruanos, ingredientes claves para la salud democrática y el bienestar de toda la población. Unidos podremos poner en práctica iniciativas que aceleren los cambios para todos. Las brechas de educación siguen siendo un problema enorme, íntimamente ligado a la pobreza. Por ejemplo, según una encuesta hecha hace dos años por el Instituto Nacional de Estadística e Informática, 22 de cada 100 jóvenes de entre 17 y 18 años no han podido completar su educación secundaria, una circunstancia que, en parte, se explica porque empezaron a trabajar para aportar a la economía familiar. Frente a ello, mecanismos como el de obras por impuestos son una oportunidad para contribuir a un país más próspero en el que más personas puedan romper el círculo de pobreza, y es a través de la educación que lo lograremos. Del mismo modo, el COVID-19 desnudó las debilidades de nuestro sistema de salud y las diferencias que hay entre Lima y las regiones en cuanto a la provisión de este servicio. En general, aunque con las arcas llenas, no hemos logrado consolidar las instituciones, hacerlas fuertes y predecibles.
Nuestras fortalezas macroeconómicas son el cimiento ideal sobre el cual construir las mejoras que necesitamos. Para atraer más inversión, empero, tenemos que trabajar por recuperar la confianza en el país. Es cierto que la inestabilidad política nos ha hecho un flaco favor y que las amenazas venideras, como el fenómeno de El Niño, nos seguirán poniendo a prueba, pero tenemos entre nosotros la materia prima para hacerle frente a estas adversidades. Solo necesitamos acción, el compromiso de nuestras autoridades y el trabajo arduo del sector privado. Con todo ello lograremos superar cualquier obstáculo, como lo venimos haciendo desde hace más de 30 años, posicionándonos como una de los países más potentes de la región. El Perú ya ha remontado obstáculos enormes en su pasado. Estoy seguro de que podemos volver a lograrlo.