Por: Miguel Jaramillo Baanante
El Comercio, 19 de Junio del 2023
“Toda política económica debería tener como meta elevar la productividad de la economía como la variable clave para mejorar el bienestar de las personas”.
La productividad es el principal determinante de largo plazo del bienestar de los países. La última edición de “The Economist” dedica el artículo central de su sección sobre América Latina al pobre desempeño de la región en cuanto a productividad, estancada durante la última década y en declive luego de la pandemia, mientras que en Asia del este no ha parado de crecer a tasas arriba del 3% anual. Lamentablemente, el desempeño del país ha sido bastante consistente con el de nuestra región.
En efecto, la evolución de la productividad en el último medio siglo ha tenido etapas bien marcadas. Entre los años 1960 y mediados de 1970, se observó un crecimiento sostenido y significativo, a tasas incluso mayores que el este de Asia. Sin embargo, por la siguiente década y media no solamente se detuvo el crecimiento, sino, más bien, se registró una caída drástica, a tal punto que a inicios de la década de los noventa apenas alcanzábamos los niveles de 1960, habiendo perdido todo lo avanzado desde entonces. Desde inicios de los noventa, la productividad creció nuevamente de manera sostenida, con breves períodos de para asociados a las recesiones de fines de los noventa y la crisis financiera del 2008. Este crecimiento empezó a ralentizarse a mediados de la década del 2010.
Moviéndonos a los años más recientes, en diversas entregas hemos llamado la atención sobre las funestas consecuencias de un crecimiento del empleo basado en el sector informal. Así, lo que hemos venido observando en el mercado laboral luego de la pandemia son señales de un retroceso en la productividad de nuestra economía. En efecto, a fines del 2021, los datos del mercado laboral mostraban cambios significativos, consecuencia tanto de la respuesta a la pandemia, las políticas de reactivación y las políticas laborales del gobierno del momento. El resultado central era que nos encontrábamos con un mercado laboral menos productivo y más desigual y precario que aquel previo a la emergencia sanitaria.
Acaso el dato más importante en términos de la productividad de la economía era que el empleo había aumentado solamente en las empresas más pequeñas (entre 1 y 10 trabajadores) 5%. En fuerte contraste, en las empresas con 51 trabajadores o más, las más productivas y que pagan mejor a sus trabajadores, el empleo había caído en un brutal 15,2%. Así, el escenario del mercado laboral pospandemia mostraba una reestructuración del empleo hacia el trabajo en empresas de menor productividad. A esto se añadía el hecho de que la caída más fuerte del empleo se había dado entre aquellos con educación universitaria, cuyo empleo se redujo en 11,9%. Como consecuencia, el capital humano de nuestra fuerza laboral ocupada se había reducido.
Asimismo, la in formalidad se había acentuado como el rasgo más característico del mercadolaboralperuano.La cifra de personas en condición de informalidad llegó a su máximo histórico para el país, mientras que el número de personas con un empleo formal (3,78 millones) había caído hasta niveles de casi una década atrás.
Estas tendencias no cambiaron mucho en el 2022. Así, si bien se observó una evolución positiva en el empleo formal, habiendo crecido en 7,2% en los últimos 12 meses hasta setiembre 2022 con relación al año móvil anterior(octubre2020-setiembre 2021), el empleo informal creció aún más rápido, alcanzando el 8,5%. Como consecuencia de esto, continuamos batiendo récords de empleo informal, y la tasa de empleo formal, esto es, la proporción de empleo formal en el empleo total, se redujo en -0,2 puntos porcentuales. Considerando los márgenes de error de la encuesta, se puede afirmar que la tasa de informalidad, en el mejor de los casos, se mantiene estancada.
Así, la reducción de la informalidad continúa siendo la gran asignatura pendiente. La importancia de reducir la informalidad para elevar la productividad es enorme. El sector informal tiene los menores niveles de productividad. Según estimados recientes, la brecha es de 1 a 5 con relación al sector formal. Considerando este dato, por cada punto porcentual de reducción en la informalidad y aumento de la formalidad, los ingresos promedio de los peruanos aumentarían en 2%. Así, la mera reducción de la informalidad del actual 75 al 70%, la tasa anterior a la pandemia, elevaría nuestro ingreso promedio en 10%.
Toda política económica debería tener como meta elevar la productividad de la economía como la variable clave para mejorar el bienestar de las personas. Reducir la informalidad o elevar la tasa de formalidad en un país como el nuestro resulta el instrumento más potente para alcanzar esta meta.






