A principios del siglo XX Aldous Huxley y su alumno George Orwell escribieron unas novelas pronosticando el rol trascendental de la tecnología en la sociedad del futuro.
Ellos no hicieron una extrapolación de ideologías radicales sino imaginaron unos Estados que en aras de una convivencia pacífica usaron avanzadas tecnologías en desmedro de la libertad individual.
En el libro “1984” de Orwell conviven la sospecha y el miedo al omnipresente “Gran Hermano”. En “Un Mundo Feliz” Huxley, nos describe la manipulación a los individuos para preservar una paz social (¿utopía marxista?).
Estas Visiones Futuristas urgen al lector a imaginar un contrapeso político y social para evitar menoscabar libertades individuales en un contexto donde la tecnología es un factor desequilibrante.
La Revolución Cibernética está en un momento estelar de la historia. No solo los Estados tienen una capacidad insólita para auscultar la privacidad de individuos, de instituciones y de otros estados. Hoy se puede “oír” a cualquier Smartphone en el mundo. Recordemos la molestia de la Canciller Merkel, la divulgación de fotos íntimas de artistas, el reciente “descubrir” de contraseñas de más de 5 millones de usuarios de Gmail. Las colectividades de hackers (Anonymus) realizan ataques cibernéticos en cualquier momento. Los Assange, Snowden, Manning, etc. denuncian trasgresiones de los Estados y se enfrentan a ciber divisiones de agencias en todos los países.
Paralelamente existe un intenso debate para lograr una mayor seguridad ciudadana, un mejor control del lavado de dinero y del flujo del narco tráfico, que resultan en entregar mayor información personal que atentan en contra de la privacidad.
La información que se da a terceros es frondosa y pronto se llevarán chips informáticos con toda la historia personal.
El enorme avance tecnológico, dentro de este contexto, puede contribuir a acelerar el deterioro de las libertades en aras de la seguridad.
La otra cara de la moneda está en la existencia de una masiva capacidad tecnológica al servicio de la ciudadanía que permite un tramado de información donde millones de usuarios se informan, opinan, convocan, influyen y fiscalizan, en tiempo real, configurando un inédito e importante poder social y político.
El (ciber) ciudadano siente que su opinión “cuenta”, que tiene una insólita capacidad de ejercer su “libertad” al pertenecer a una legión de personas comunicadas a través del Twitter, Google, etc.
Ya el presidente Obama había usado intensamente las redes sociales para salir elegido. Ahora aparecen nuevos “modelos” político sociales con estructuras flexibles, utilizando extensamente las redes sociales. En España “Podemos” es un ejemplo que rompe paradigmas al utilizar el ciber espacio para divulgar ideas, recibir adhesiones y conformar un movimiento político usando poco a los canales de comunicación tradicionales y va ganando adeptos rápidamente.
Es asombroso pero la lucha por la libertad se empieza a dar en terrenos insospechados y esto seguirá cambiando a nuevas modalidades aún difíciles de imaginar pero con participación masiva de personas que no solo “leen y escuchan” si no que saben que son “leídos y escuchados” por toda la cibercomunidad.
Podríamos afirmar que tanto Orwell como Huxley tenían razón en que la tecnología juega y jugará un enorme papel en el desarrollo de las democracias.
Por eso debemos asegurarnos que la tecnología esté siempre al servicio del ciudadano, porque solamente así, al preservar su libertad y ayudado por los avances tecnológicos, los que estos sean, se afirmará mejor la democracia.
No es difícil concluir que casos excepcionales como Venezuela se acercan a la existencia del “Big Brother” pero solo porque una maquinaria Estatal controla a los ciudadanos y evita el libre flujo de información, la presión y protesta ciudadana no tiene efectos importantes.
La democracia en el mundo está en una situación expectante por eso es fundamental que el ciudadano no se sienta agredido por instituciones que pretenden proteger su “seguridad” personal.
La relación entre Estado y ciudadanos está potenciada por una renovada capacidad tecnológica de más ciudadanos que ejercen sus derechos y deberes. Los Estados pueden estar transgrediendo situaciones, pero mejores controles y mayor libertad en el flujo de información permiten que sean descubiertos en sus intentos.
Orwell y Huxley no intuyeron el poder que la tecnología podía conferir a los ciudadanos libres y plenos para evitar esos terribles Estados.