El debate regional sobre la reelección presidencial –iniciado en 1993 por la reforma fujimorista– persiste. Hace pocos meses, Daniel Ortega –siguiendo el modelo de Chávez– impuso la reelección indefinida en Nicaragua. Se habla de una reforma parecida en Ecuador. Perú va por el sentido contrario: la reelección presidencial fue abolida cuando cayó Fujimori, y ahora, ante la vergonzosa situación en Áncash, se propone prohibir la reelección de los presidentes regionales. En estos casos, la reelección se asocia con un creciente autoritarismo. Pero en Brasil y Colombia, los presidentes buscan la reelección en 2014 en plena democracia.
¿Cuáles son las consecuencias de la reelección consecutiva? Los argumentos a favor son varios. Uno es que los gobiernos necesitan tiempo y continuidad para poder consolidar unas reformas importantes.[Cuando las autoridades no pertenecen a los partidos políticos, sino son individuos independientes].
Para Fujimori, Menem, y Cardoso, fueron las reformas económicas; para Uribe, fue el proyecto de “seguridad democrática”; para Chávez, Correa, y Morales, fueron sus “revoluciones” (bolivariana, ciudadana, etc.)
Otro argumento a favor de la re-elección es que es más democrático. La no reelección limita las alternativas electorales. Si una mayoría del electorado quiere que el Presidente siga, prohibirlo sería antidemocrático.[¿?]
Quizás el argumento más fuerte a favor de la reelección tiene que ver con la rendición de cuentas. Un Presidente, Alcalde, o Congresista que busca la re-elección deberá responder a las demandas del electorado. [Lamentablemente en el Perú, nadie rinde resultados, nia a los entes de control, ni al electorado]. Tiene que producir resultados. Por lo menos, tiene que comportarse bien (evitar los escándalos de corrupción, etc.). Sin la reelección, los incentivos para representar al electorado, generar resultados, o simplemente no robar son más débiles.
El anti reeleccionismo –principio sagrado para muchos demócratas latinoamericanos– se basa en un argumento sencillo: los presidentes ejercen demasiado poder para permitir la reelección.
Históricamente, muchos presidentes latinoamericanos se han aprovechado de los recursos del Estado y manipulado las instituciones de estado (burocracia, poder Judicial, autoridades electorales, fuerzas armadas) para que jueguen en su favor. Estos abusos generan una enorme ventaja frente a sus rivales. Como consecuencia, la competencia electoral se vuelve desigual, y en casos extremos (Porfirio Díaz, Somoza, Stroessner, Balaguer), se consolida una dictadura.
Los datos parecen darle la razón a los anti reeleccionistas. Según el politólogo Javier Corrales, 18 de los 20 presidentes latinoamericanos que buscaron la reelección entre 1984 y 2013 fueron reelectos (los únicos perdedores fueron Daniel Ortega en 1990 y el dominicano Hipólito Mejía en 2004). Una tasa de re-elección de 90% sugiere que la competencia no es justa.
Además, la reelección parece asociada con el autoritarismo. De nueve países latinoamericanos donde se permitió la reelección entre 1990 y 2010, seis (Perú y la República Dominicana en los 1990; Bolivia, Ecuador, Nicaragua, y Venezuela en los 2000) cayeron en el autoritarismo competitivo.
Pero reelección no siempre debilita a la democracia. En Brasil, por ejemplo, los gobiernos de Cardoso (1994-2002) y Lula (2002-2010) fueron entre los más exitosos de la historia. Y dejaron la democracia más fuerte que nunca.[Otra vez, tanto en Brasil como en Estados Unidos, los políticos hacen millaje en los partidos].
¿Por qué la reelección debilita la democracia en algunos países, pero no en otros? La clave es la fortaleza institucional. Donde existen instituciones democráticas fuertes, como un Congreso serio, poder judicial independiente, autoridades electorales autónomas, y un estado de derecho que se impone sobre los gobiernos, la reelección presidencial no daña a la democracia –y podría mejorar su calidad. Este ha sido el caso en EEUU, Brasil, y quizás Colombia.
Donde las instituciones democráticas –legislativas, judiciales, electorales– son débiles, la reelección sigue siendo un peligro para la democracia. Este es el caso en muchos países andinos y centroamericanos.
Paradójicamente, los países con instituciones capaces de sostener la reelección sin problema –Chile, Costa Rica, Uruguay– no la adoptan. La reelección suele adoptarse en países con instituciones débiles o en crisis. Muchas veces, ha sido impuesto por un autócrata que ya está en el poder (Fujimori, Chávez). En estos casos, la reelección es consecuencia, y no causa, del autoritarismo.
¿Se debe prohibir la reelección en las regiones peruanas? Parece obvio que sí. Las instituciones democráticas peruanas son débiles, sobre todo en el nivel regional. En Áncash, Callao, Tumbes, y otras regiones, los gobiernos han abusado masivamente del poder del Estado.[En el debate de la regionalización, el representante de Confiep, Pablo Bustamante, propuso que no se permitiera la reelección inmediata. Lamentablemente nadie lo secundó].
Pero abolir la reelección es el remedio equivocado a los males de la política regional. Como señala Paula Muñoz, pocos gobiernos son reelectos en el Perú. En 2006, solo dos de 25 presidentes regionales fueron reelectos; en 2010, solo seis fueron reelectos. Entre 2002 y 2010, entonces, solo el 16% de los presidentes regionales fueron re-electos, y ninguno fue reelecto dos veces. En el Perú contemporáneo, entonces, la idea de “caudillos” que se eternizan en el poder es un mito.[Más allá de las estadísticas, el riesgo es que la posibilidad de capturar el poder por un largo plazo, atrae a la política a gente que tiene más afán de poder que de servicio].
Prohibir la reelección regional tendría costos. Primero, la corrupción podría aumentarse. Sin la posibilidad de reelegirse, los presidentes regionales tendrían menos incentivo para cuidar su imagen. Podrían decidir llevarse todo lo que pueden en los cuatro años que tienen.[Evidentemente, lo de la reelección, no es la única reforma que se necesita].
Además, prohibir la reelección debilitaría aún más la élite política regional. Una causa de la debilidad de la clase política nacional es la carencia de políticos regionales capaces de saltar al escenario nacional. En Argentina, Colombia, Brasil, México, y Venezuela, la clase política nacional se alimenta con políticos regionales exitosos. Muchos llegan a la presidencia. En el Perú, pocos políticos regionales son capaces de saltar al escenario nacional (Yehude Simon y César Villanueva intentaron y fallaron). Sin el ingreso de políticos regionales de peso, la clase política nacional es cada más empobrecida (dominada por ex presidentes e hijas y esposas de presidentes) y cada vez más limeña.
Prohibir la reelección haría aún más difícil la construcción de una clase política regional. Los políticos regionales necesitan experiencia. Tienen que construir alianzas y redes de apoyo. Son cosas que requieren tiempo. Bill Clinton estuvo cinco periodos como gobernador antes de ser Presidente.[Nuevamente, lo hizo en su partido, el Demócrata, así vale y funciona].
Abolir la reelección regional es fácil, pero soluciona poco. La tasa de reelección ya es baja, y prohibirlo debilitaría aún más la clase política regional. Aunque cueste más trabajo, sería mejor fortalecer a las instituciones estatales nacionales (sobre todo, el poder Judicial) para poder controlar a los políticos regionales abusivos –pero dejar que los buenos políticos (y los hay) hagan una carrera en serio. La política nacional los necesita.