Rolando Arellano, Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica
El Comercio, 30 de mayo de 2016
Salvo quienes hace 35 años eligieron entre el ex presidente Fernando Belaunde y el conocido dirigente aprista Armando Villanueva, los votantes actuales siempre lo han hecho ignorando muchas cosas de los candidatos. Esto no pasará el domingo próximo, pues decidiremos entre dos candidatos de quienes conocemos bastante bien la historia y la manera de pensar. Veamos.
En 1985 tuvimos que elegir entre Alfonso Barrantes ‘Frejolito’, ex alcalde de Lima y persona impecable, y un jovencísimo e inexperimentado Alan García. En 1990 decidimos entre Mario Vargas Llosa, renombrado escritor pero sin experiencia de administración o gobierno, y Alberto Fujimori, desconocido hasta semanas antes del escrutinio. En el 2001 debimos elegir entre Alan García y la gran incógnita como directivo y como persona que era Alejandro Toledo. En los 3 casos escogimos al menos conocido.
Luego nos tocó decidir nuevamente entre Alan García, pero esta vez frente al nuevo aspirante Ollanta Humala. Solo allí, por excepción, preferimos ‘lo malo conocido’ a la sorpresa, pues en el 2011 se prefirió al Humala de las incógnitas (¿Era el comandante Carlos? ¿Se rebeló en Andahuaylas? ¿Lo financiaba Hugo Chávez?), en lugar de la conocida Keiko Fujimori que cargaba el peso del gobierno de su padre. En todos esos casos las encuestas dicen que terminamos quejándonos de la elección que hicimos.
Hoy por primera vez votaremos por dos candidatos con pasado conocido. Sabemos bien quién es Keiko Fujimori y cómo ha actuado en sus años como congresista y líder partidaria. Conocemos su posición sobre los delitos de su padre, y ella, pueblo por pueblo, ha explicado a la gente lo que haría si fuera gobernante.
Y conocemos bien a Pedro Pablo Kuczynski, su experiencia como economista y como ministro. Conocemos su edad, el origen y ocupación de sus padres, y sabemos de su trabajo y sus inversiones. Estamos enterados de su gran proyecto de agua para todos los peruanos y su defensa del crecimiento económico.
En ambos casos quedan incógnitas. ¿Quién pagó los estudios de ella? ¿Tendrá él fuerza para gobernar en minoría? ¿Los rodean personas confiables? Pero, a pesar de ello, este domingo votaremos por candidatos cuya historia tiene menos asteriscos –signos que muchas veces se ponen para no informar bien– que cuando elegimos a Alan, Fujimori, Toledo o Humala.
Eso facilita votar pero incrementa nuestra responsabilidad. Porque si el elegido no gobierna como lo esperamos, no tendremos la excusa de que “no habíamos leído la letra chiquita” de la biografía o el entorno del candidato. Si no lo hemos hecho aún, quedan seis días para hacerlo, y poder votar con la confianza de que tomamos la mejor decisión para el país.
Lampadia