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¿Cómo salir del callejón sin salida?

¿Cómo salir del callejón sin salida?

Rafael Venegas
Director Independiente de Empresas
Para Lampadia

Es una verdadera lástima que nuestro querido Perú, cumpla su bicentenario republicano viviendo una de las peores crisis de sus 200 años. No se si será la peor, pero de hecho es la más complicada por los múltiples eventos negativos que nos están impactando y por la extrema polarización de la población que esto ha suscitado.

¿Quién nos metió en este callejón que parece no tener salida?

¿Existe la posibilidad de encontrarla?

La polarización es de carácter temporal y ha sido causada por este accidentado y manoseado proceso electoral. Lamentablemente hay mucha gente cegada por diferentes motivos que está dispuesta a aceptar cualquier cosa con tal de satisfacer sus odios, sus frustraciones, sus miedos, sus penas y sus ilusiones. De esto se han aprovechado un puñado de malos peruanos, para llevar agua a sus molinos.

La población se ha dividido en dos polos. La mitad se ha unido al bando comunista y la otra al bando que defiende el statu quo.

El primer polo agrupa a los verdaderos comunistas, que en realidad sólo son 10.5%, según la primera vuelta. El resto (casi 40%) se ha unido a este bando por diferentes motivos, sin ser necesariamente de izquierda.

La mayoría de ellos han sido incitados y convencidos por estrategias basadas en la victimización, el odio, el racismo, las desigualdades, la pobreza y la nefasta actuación de la clase política en los últimos años. Además, los izquierdistas se han aprovechado malévolamente de la situación vulnerable en que se encuentran muchos peruanos, debido a la pandemia, la crisis económica y el desempleo.

También integran este grupo los agazapados, tibios y enmascarados caviares, que se acomodan como sabandijas y que son los grandes culpables de los odios y las divisiones entre peruanos.

Finalmente, un componente importante de este polo, son los recalcitrantes anti-fujimoristas, que han exacerbado su odio a niveles extremos, llegando incluso a preferir apoyar al comunismo. Este odio desmedido es un trabajo de martilleo constante por muchos años, ejecutado por los caviares y por la prensa irresponsable y vergonzosamente parcializada.

En resumen, la maquinaria de comunicaciones del foro de Sao Paulo, los acomodados caviares y la prensa contratada y parcializada, son los creadores directos de este polo. La izquierda en su conjunto nunca había superado el 30%. Hoy, gracias a este trabajo subterráneo, ha conseguido llegar al 50% y ha polarizado completamente a la población.

En el otro polo están los fujimoristas que en la primera vuelta sumaron cerca del 10%. A ellos se les han sumado, por necesidad, los demócratas de derecha y de centro de diferentes partidos, así como los demócratas sin partido y por supuesto, los anti-comunistas. Este polo ha tenido una baja muy importante: los demócratas anti-fujimoristas, que increíblemente han preferido pasarse al bando comunista, votar en blanco o no participar.

La polarización es clarísima y los ánimos están muy caldeados. Lo curioso es que los partidos que verdaderamente disputan esta elección son el comunismo y el fujimorismo y ambos solo llegan al 10%. Es decir, ninguno de los dos tiene la representatividad necesaria para ser finalistas de una segunda vuelta, ni mucho menos para gobernar el país.

Casi el 80% de la población, que no es ni comunista, ni fujimorista, se ha visto obligada a tomar partido por uno de los dos polos y defenderlo. Este escenario que era ideal para que un buen líder, apoyado decidida y firmemente por la población, presionara y consiguiera la anulación del proceso, cosa que no ha sido posible. Y no lo ha sido porque lamentablemente ya no existen líderes políticos de grueso calibre y capaces de dirigir una empresa de esta magnitud. Esa es una de nuestras grandes debilidades; carecemos de verdaderos líderes políticos.

A esta precariedad de partidos y candidatos sin representatividad, se suma el infame manejo irregular, dictatorial y anti-constitucional de las autoridades electorales, avaladas por un gobierno inepto, parcializado y sin representatividad. Todo pareciera indicar que se está siguiendo la consigna del líder comunista Josef Stalin: ¨No importa quien vota, sino quien cuenta los votos¨.

El Artículo 176 del Capítulo XIII de la constitución política del Perú dice de manera clara y contundente: ¨El Sistema Electoral (RENIEC, ONPE y JNE) tiene por finalidad asegurar que las votaciones traduzcan la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos y que los escrutinios sean reflejo exacto y oportuno de la voluntad del elector expresada en las urnas por votación directa¨.

Por lo tanto, está muy claro que la función principal que debe cumplir la autoridad electoral es asegurar que el voto ciudadano sea respetado por encima de todo. Sin embargo, en los últimos días hemos sido testigos de todo lo contrario, cosa que es ilegal y está penado por la ley.

Lamentablemente existe una larga lista de hechos que nublan totalmente el proceso y que lo convierten en extremadamente dudoso, por decir lo menos. Irregularidades de todo tipo que son copia fiel de otros procesos viciados y manipulados para conseguir o mantener el poder en los países del foro de Sao Paulo.

El padrón electoral con errores de todo tipo y con un millón y medio mas de personas, si se compara con el utilizado para la vacunación pública. Muertos y menores de edad que no sólo votan, sino que son miembros de mesa. Firmas claramente falsificadas que no quieren ser verificadas por la autoridad, votos en blanco convertidos en votos a favor de solo uno de los candidatos, mesas enteras con votación cero para un candidato, etc., etc., etc. Un desmadre, que no quiere ser reconocido, ni revisado por la autoridad.  

Tampoco se entiende porque no se pone el padrón electoral a disposición de la revisión, siendo estos documentos de carácter público, donde se encuentra la información base. ¿Por qué los esconden? Esto también es ilegal.

Otro tema digno de resaltar es por qué se ha aceptado que la plancha presidencial del candidato Castillo, sólo tenga dos miembros, cuando deben ser tres. Además, la candidata a vicepresidente ha incumplido la ley al no renunciar a su cargo público 6 meses antes de la elección. Ella sólo solicitó licencia y recibió su sueldo. Lo peor de todo es que su cargo es en la RENIEC, parte del sistema electoral, lo que hace aún mas conflictivo el caso. Por temas mucho menos graves, se inhabilitó a otros candidatos del proceso, como al APRA y a Fernando Cillóniz. ¿Porque en este caso y en el de Vizcarra, no fueron igualmente inhabilitados? ¡Eso es también ilegal!

Tampoco se entiende porque la JNJ aprobó el nombramiento del jefe de la ONPE, habiendo este sido funcionario de otro ente del sistema electoral (RENIEC). ¿No se dieron cuenta que existía un claro conflicto?

Si todas estas irregularidades no crean dudas sobre el proceso, estamos todos locos. Por lo tanto tienen que ser tomadas en cuenta por la autoridad electoral, por el presidente de la república y por las instituciones democráticas internacionales. Esta muy claro que, para darle la debida legitimidad al proceso y a quien resulte ganador, no deben existir estas dudas. Por eso es preciso hacer una revisión técnica exhaustiva e independiente. Mas del 50% de la población lo está solicitando, por lo tanto tiene que ser atendida.

Para enfrentar esto hay dos soluciones: La primera es que se anule el proceso electoral por exceso de irregularidades. Esto tendría que ser definido como una excepción por el JNE o por el presidente de la república y todos sabemos que esto no va a ocurrir dada la actitud parcializada mostrada por ambos entes.

La segunda es una alternativa en la que deberían estar de acuerdo los dos polos, a no ser que tengan algo que ocultar. Esta opción que es utilizada en todos los ámbitos cuando existen diferencias, es el arbitraje independiente.

En el caso de los procesos electorales, este arbitraje se traduce en una auditoría especializada e independiente, que puede estar a cargo de uno o mas organismos internacionales como la OEA o la UE y que ya lo han hecho muchas veces antes. Sin embargo, el único que la puede solicitar es el presidente.

Esta es la solución ideal para ambos polos, ya que mientras uno está absolutamente convencido de que hay fraude, el otro está también convencido de que no lo hay. Por tanto, tiene que ser un tercero (el árbitro) quien luego de un análisis técnico, defina quién tiene la razón. De esta manera ambos polos tendrán que aceptar la decisión y el proceso tendrá la legitimidad que se requiere.

¿Porque no se quiere pedir la auditoría? ¿A qué le teme la autoridad electoral y el presidente encargado? ¿Hay gato encerrado?

Vamos señor Sagasti, no pase a la historia como un intrascendente caviar, hágalo como un valiente demócrata: Solicite a la OEA y/o a la UE, que practiquen una auditoría al proceso electoral.

¡El Perú entero se lo va a reconocer y agradecer! Lampadia




Volvamos a la cooperación internacional

Volvamos a la cooperación internacional

A continuación compartimos un reciente llamado de parte de importantes líderes de la UE y de las Naciones Unidas – publicado por Project Syndicate – que aboga por retomar con fuerza la cooperación internacional, tan venida a menos en los últimos tiempos pero muy necesaria en un mundo que ha sido azotado terriblemente por la pandemia.

Es importante recoger estas reflexiones porque ponen luces sobre muchos de los problemas que aún subsisten en la misma pandemia como es la falta de equipamiento médico, tratamientos eficaces a la enfermedad y sobretodo, vacunas.

En este ultimo punto, por ejemplo, los países de altos ingresos, como era de esperar, han acaparado un mayor volumen de compras, dejando rezagado a buena parte del mundo pobre. Ello ha generado que el coronavirus siga experimentando mutaciones en los lugares en donde no había penetrado con anterioridad, como en el caso de Sudáfrica. Las nuevas cepas en muchos casos resultan más contagiosas y letales, lo cual ha terminado por desbordar toda la capacidad sanitaria, como sucede por ejemplo con la segunda ola de nuestro país.

Si queremos pues generar un verdadero derrotero hacia el coronavirus debemos canalizar la mayor parte de la ayuda internacional hacia los países que por sus bajas posibilidades aun no han cerrado contratos con vacunas. Al respecto, COVAX es una buena iniciativa, pero insuficiente.

Otro punto importante que toca el llamado es el del comercio internacional, que está muy afectado y es el mejor camino para el crecimiento de los países más chicos. Si se pudiera coordinar una estrategia conjunta para profundizar los lazos comerciales de los países en las alianzas internacionales, se podría lograr un impulso interesante.

Todos estos puntos y otros mencionados por el presente llamado solo podrían ser implementados si es que se fortalecen las organizaciones multilaterales en torno a los temas relacionados a ellos – como la OMS y la OMC – así como aquellas dedicadas al financiamiento como el FMI y el Banco Mundial.

Es necesario que los países retomen la agenda del multilateralismo y no desesperen en un mundo que tal vez no será el mismo que antes de la pandemia, pero si nos preparamos, podremos enfrentarlo como hemos hecho con las grandes crisis históricas de la humanidad. Lampadia

Cooperación multilateral para la recuperación global

Emmanuel MacronAngela MerkelMacky SallAntónio GuterresCharles Michel & Ursula Von Der Leyen
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roject Syndicate
3 de febrero, 2021
Traducida y comentada por Lampadia

No debemos tener miedo de que un mundo post-pandémico no será el mismo que el statu quo anterior. Debemos acogerlo y utilizar todos los foros apropiados y las oportunidades disponibles para hacer de él un mundo mejor promoviendo la causa de la cooperación internacional.

En septiembre de 2000, 189 países firmaron la “Declaración del Milenio”, que dio forma a los principios de la cooperación internacional para una nueva era de progreso hacia metas comunes. Al salir de la Guerra Fría, confiábamos en nuestra capacidad para construir un orden multilateral capaz de abordar los grandes desafíos del momento: el hambre y la pobreza extrema, la degradación ambiental, las enfermedades, los shocks económicos y la prevención de conflictos. En septiembre de 2015, todos los países se comprometieron nuevamente con una ambiciosa agenda para abordar juntos los desafíos globales: la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible.

Nuestro mundo ha experimentado tendencias divergentes, lo que ha llevado a una mayor prosperidad a nivel mundial, mientras que las desigualdades permanecen o aumentan [dentro de los países más desarrollados]. Las democracias se han expandido al mismo tiempo que el nacionalismo y el proteccionismo han experimentado un resurgimiento. En las últimas décadas, dos grandes crisis han perturbado nuestras sociedades y debilitado nuestros marcos de políticas comunes, poniendo en duda nuestra capacidad para superar las conmociones, abordar sus causas fundamentales y asegurar un futuro mejor para las generaciones venideras. También nos han recordado lo interdependientes que somos.

Las crisis más graves exigen las decisiones más ambiciosas para dar forma al futuro. Creemos que esta puede ser una oportunidad para reconstruir el consenso para un orden internacional basado en el multilateralismo y el estado de derecho a través de la cooperación, la solidaridad y la coordinación eficientes. Con este espíritu, estamos decididos a trabajar juntos, con y dentro de las Naciones Unidas, organizaciones regionales, foros internacionales como el G7 y el G20, y coaliciones ad hoc para abordar los desafíos globales que enfrentamos ahora y en el futuro.

La salud es la primera emergencia. La crisis del COVID-19 es la mayor prueba de solidaridad global en generaciones. Nos ha recordado un hecho obvio: ante una pandemia, nuestra cadena de seguridad sanitaria es tan fuerte como el sistema de salud más débil. COVID-19 en cualquier lugar es una amenaza para las personas y las economías de todo el mundo.

La pandemia exige una fuerte respuesta internacional coordinada que amplíe rápidamente el acceso a pruebas, tratamientos y vacunas, reconociendo la inmunización extensiva como un bien público global que debe estar disponible y asequible para todos. En este sentido, apoyamos plenamente la plataforma global única Access to COVID-19 Tools (ACT) Accelerator, lanzada por la Organización Mundial de la Salud y los socios del G20 en abril.

Para cumplir su misión, ACT-Accelerator necesita con urgencia un apoyo político y financiero más amplio. También promovemos el libre flujo de datos entre socios y la licencia voluntaria de propiedad intelectual. A más largo plazo, también necesitamos una evaluación independiente y exhaustiva de nuestra respuesta para extraer todas las lecciones de esta pandemia y prepararnos mejor para la próxima. La OMS tiene un papel central que desempeñar en este proceso.

La emergencia también es ambiental. Antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow en noviembre, debemos intensificar nuestros esfuerzos para abordar el cambio climático y hacer que nuestras economías sean más sostenibles. A principios de 2021, es probable que los países que representan más del 65% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero hayan asumido compromisos ambiciosos con la neutralidad de carbono. Todos los gobiernos nacionales, empresas, ciudades e instituciones financieras deberían unirse ahora a la coalición global para reducir las emisiones de CO2 a cero según el acuerdo climático de París y comenzar a implementar planes y políticas concretas.

La pandemia ha provocado la peor crisis económica del mundo desde la Segunda Guerra Mundial. La recuperación de una economía mundial fuerte y estable es una prioridad fundamental. De hecho, la crisis actual amenaza con deshacer el progreso que hemos logrado durante dos décadas en la lucha contra la pobreza y la desigualdad de género. Las desigualdades amenazan nuestras democracias al socavar la cohesión social.

Sin duda, la globalización y la cooperación internacional han ayudado a miles de millones de personas a salir de la pobreza; pero casi la mitad de la población mundial todavía lucha por satisfacer sus necesidades básicas. Y dentro de muchos países, la brecha entre ricos y pobres se ha vuelto insostenible, las mujeres aún no disfrutan de las mismas oportunidades y muchas personas necesitan que se les alivie sobre los beneficios de la globalización.

Mientras ayudamos a nuestras economías a superar la peor recesión desde 1945, nuestra principal prioridad sigue siendo garantizar el libre comercio basado en reglas como un motor importante de crecimiento inclusivo y sostenible. Por lo tanto, debemos fortalecer la Organización Mundial del Comercio y utilizar plenamente el potencial del comercio internacional para nuestra recuperación económica. Al mismo tiempo, la protección del medio ambiente y la salud, así como las normas sociales, deben situarse en el centro de nuestros modelos económicos, garantizando al mismo tiempo las condiciones necesarias para la innovación.

Necesitamos asegurarnos de que la recuperación mundial llegue a todos. Eso significa intensificar nuestro apoyo a los países en desarrollo, particularmente en África, construyendo y yendo más allá de las asociaciones existentes, como el Pacto del G20 con África y su esfuerzo conjunto con el Club de París dentro de la Debt Service Suspension Initiative. Es fundamental seguir apoyando a esos países en la reducción de la carga de la deuda y garantizar una financiación sostenible para sus economías, utilizando todo el alcance de los instrumentos financieros internacionales, como el activo de reserva del Fondo Monetario Internacional, los derechos especiales de giro (DEG).

El auge de las nuevas tecnologías ha sido un gran activo para el progreso y la inclusión, contribuyendo a la apertura y resiliencia de sociedades, economías y estados, al tiempo que ha salvado vidas durante la pandemia. Sin embargo, casi la mitad de la población mundial, y más de la mitad de las mujeres y niñas del mundo, permanecen desconectadas y no pueden acceder a sus beneficios.

Además, el considerable poder de las nuevas tecnologías puede utilizarse indebidamente para limitar los derechos y libertades de los ciudadanos, propagar el odio o cometer delitos graves. Necesitamos aprovechar las iniciativas existentes e involucrar a las partes interesadas relevantes en la regulación efectiva de Internet con el fin de crear un entorno digital seguro, libre y abierto, donde el flujo de datos en un entorno confiable esté garantizado. Los beneficios deben recaer especialmente en los más desfavorecidos, incluso abordando los desafíos fiscales de la digitalización de la economía y combatiendo la competencia fiscal nociva. Principio del formulario

Finalmente, la crisis de salud interrumpió la educación de millones de niños y estudiantes. Debemos mantener la promesa de brindar educación para todos y equipar a la próxima generación con el conocimiento de las habilidades básicas y la ciencia, así como con el conocimiento de las diferentes culturas, la tolerancia y aceptación del pluralismo y el respeto por la libertad de conciencia. Los niños y los jóvenes son nuestro futuro y su educación es clave.Final del formulario

Para hacer frente a estos desafíos, el multilateralismo no es una técnica diplomática más. Da forma a un orden mundial y es una forma muy específica de organizar las relaciones internacionales basadas en la cooperación, el estado de derecho, la acción colectiva y principios compartidos. En lugar de enfrentar civilizaciones y valores entre sí, debemos construir un multilateralismo más inclusivo, respetando nuestras diferencias tanto como nuestros valores comunes consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

El mundo después de COVID-19 no volverá a ser el mismo. Aprovechemos los diferentes foros y oportunidades, como el Foro de la Paz de París, para trabajar para abordar estos desafíos con una visión clara. Invitamos a líderes políticos, económicos, religiosos y de pensamiento a contribuir a esta conversación global.

En el Foro de la Paz de París el 12 de noviembre del año pasado, el presidente francés Emmanuel Macron y otros líderes mundiales lanzaron una discusión global sobre la creación de un nuevo consenso para el mundo posterior al COVID-19. Esta discusión continúa a través de un debate en curso publicado por Project Syndicate y sus periódicos miembros en todo el mundo. Lampadia




Huawei – El símbolo de la guerra comercial

Huawei – El símbolo de la guerra comercial

El veto de Huawei amenaza con extenderse hacia la UE, ahora que Gran Bretaña se alineó recientemente con la decisión de EEUU de prohibir la venta de sus equipos de la mencionada multinacional china en su territorio. Ello supone un nuevo episodio en la escalada del conflicto comercial EEUU-China que, si bien aparentemente tendría un efecto marginal en Europa por la presencia de otros productores del rubro como Nokia y Ericsson, sus efectos en los encadenamientos tecnológicos a nivel global son aún inciertos teniendo en cuenta que China puede tomar represalias como ya ha venido aconteciendo con otras industrias.

En todo caso, como publico recientemente The Economist en un artículo que compartimos líneas abajo, este hecho debe llamar la atención a los policy makers a enfocarse en cómo deben reformarse los marcos institucionales que rigen el comercio (OMC), de manera que se puedan generar consensos sobre qué sectores pueden eximirse de estas luchas geopolíticas y sobre los cuales el libre intercambio podría desarrollarse de manera plena. En un escenario de desglobalización y de consecuente contracción del comercio, agudizada por la presente crisis por el covid, esto se vuelve un imperativo en el plazo inmediato y tiene fuertes implicancias para una economía abierta y pequeña como el Perú.

Veamos pues la propuesta de The Economist sobre cómo podríamos paliar este persistente escalamiento de la guerra comercial y cómo occidente podría trabajar colaborativamente con China, aún cuando su reciente actuación en el plano político (con Hong Kong) suscita más animosidad que empatía. Lampadia

China vs EEUU

Haciendo negocios con China

The Economist
18 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Hace diecinueve años, una compañía china desconocida estableció sus primeras oficinas de ventas europeas, en un suburbio de Frankfurt y una ciudad de cercanías inglesa, y comenzó a ofertar para construir redes de telecomunicaciones. Hoy, Huawei simboliza el aumento desalentador de China Inc., y un sistema de comercio global en el que la confianza se ha derrumbado. Con ventas de US$ 123,000 millones, es conocido por sus precios bien definidos y su dedicación a los objetivos industriales de los gobernantes de China. Desde 2018, EEUU lo ha sometido a un asalto legal, convirtiéndolo en un punto crítico en la guerra comercial. Ahora Gran Bretaña ha dicho que bloqueará a Huawei de sus redes 5G. Otros países europeos pueden seguir. Pero lejos de mostrar la determinación de Occidente, la saga revela su falta de una estrategia coherente. Si las sociedades abiertas y la China autoritaria quieren mantener sus vínculos económicos y evitar un descenso a la anarquía, se necesita una nueva arquitectura comercial.

Los jefes de seguridad de EEUU siempre se han preocupado de que el equipo de Huawei esté diseñado para ayudar a espiar y hacer que sus clientes dependan de la tecnología china subsidiada. Pero más de 170 países decidieron que los riesgos eran manejables. Gran Bretaña, que trabaja en estrecha colaboración con EEUU en inteligencia, creó una “célula” de ciber-expertos para monitorear el equipo de Huawei en 2010 y, luego, lo confinó a partes menos sensibles de la red. Otros países reflejaron este enfoque. Ofreció un punto medio entre un abrazo ingenuo del capitalismo de estado chino y una guerra fría.

Un juicio tan finamente equilibrado ha demostrado ser insostenible. La administración Trump ha instado al mundo a deshacerse de Huawei y ha impuesto un embargo unilateral a sus proveedores, evitando la venta de algunos componentes y chips fabricados en el extranjero utilizando herramientas estadounidenses. Obligado a elegir entre un aliado y un proveedor, Gran Bretaña se sintió inevitablemente atraída por la decisión de esta semana. Se ha vuelto más riesgoso para cualquiera hacer negocios con una empresa que el Tío Sam quiere paralizar. Huawei, por su parte, no ha podido tranquilizar a los expertos cibernéticos de Gran Bretaña, que se han quejado de que su software defectuoso se está volviendo más difícil de monitorear o de reformar su opaco gobierno y propiedad. Cualquier ilusión remanente de que los líderes de China respetan el estado de derecho cuando realmente importa ha sido destruida por los acontecimientos en Hong Kong.

El costo directo de sacar a Huawei de las redes europeas es tolerable: agregar menos del 1% a las facturas telefónicas de los europeos si se amortiza en 20 años. Ericsson y Nokia, dos proveedores occidentales, pueden aumentar la producción y puede surgir una nueva competencia a medida que las redes dependen más del software y los estándares abiertos.

La verdadera carga no tiene nada que ver con las antenas, sino que se deriva de la decadencia del sistema de comercio mundial. Quizás una docena de países podrían terminar prohibiendo Huawei: Alemania está sentada en el filo. Pero aún se usará en gran parte del mundo emergente, acelerando la fragmentación de la industria tecnológica. El comercio se basa en reglas comunes, pero la decisión de Gran Bretaña se ha tomado en medio de un torbellino de cabildeo y amenazas. Es difícil obtener un principio detrás de él que pueda aplicarse de manera más amplia. Si el problema es el equipo hecho en China, entonces Ericsson y Nokia también lo hacen. Si se trata de empresas chinas que construyen sistemas que conectan dispositivos (en el caso del 5G, robots y máquinas), se podría aplicar una lógica similar en una economía mundial de digitalización. Los automóviles alemanes y los teléfonos Apple vendidos en China están repletos de software, datos y sensores. ¿China también tiene derecho a prohibirlos?

Esto alimenta una sensación espiral de ilegalidad. El arancel promedio para el comercio chino-estadounidense es del 20%. Los flujos de inversión directa de China a Europa han caído un 69% desde el pico en 2016, según Rhodium, una firma de investigación. Otras empresas quedan atrapadas en el fuego cruzado. TikTok enfrenta una prohibición en India y, tal vez, en EEUU. China planea imponer sanciones a Lockheed Martin por vender armas a Taiwán. Ahora que el presidente Donald Trump ha terminado con el estatus especial de Hong Kong, HSBC, un banco con grandes intereses allí, podría estar sujeto a castigo tanto por parte de China como de EEUU. Algunos prestamistas chinos pueden tener prohibido comerciar en dólares.

La lógica de la prohibición de Huawei es la de desconexión y contención. Pero esto no funcionará si se aplica en toda la relación económica. El último gran rival autoritario de Occidente, la Unión Soviética, era un pececillo comercial. China representa el 13% de las exportaciones mundiales y el 18% de la capitalización del mercado mundial, y es la fuerza económica dominante en Asia.

En cambio, se necesita un nuevo régimen comercial que reconozca la naturaleza de China. Eso no es fácil. La Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyo objetivo es establecer reglas universales, no ha evolucionado con la economía digital. Tampoco estaba preparada para el impulso del presidente Xi Jinping para aumentar la influencia del estado y del Partido Comunista sobre las empresas privadas chinas y aquellas, como Huawei, que dicen que son propiedad de los trabajadores. Desilusionados con la OMC, los negociadores de la administración Trump intentaron unilateralmente luchar contra China para liberalizar su economía y reducir los subsidios, utilizando la amenaza de aranceles y embargos. Eso ha sido un fiasco.

Entonces, ¿cómo debería funcionar la arquitectura comercial en una era de desconfianza? El objetivo debe ser maximizar el comercio consistente con la seguridad estratégica de ambas partes. Eso significa evitar puntos críticos, como la tecnología, que generan mucha tensión, pero una minoría en el comercio: quizás un tercio de las ventas de las empresas occidentales a China basadas en nuestro análisis de los datos de Morgan Stanley, por ejemplo. Estos sectores requerirán escrutinio y certificación de seguridad internacional del tipo que Gran Bretaña intentó con Huawei. Puede que no funcione. Pero al menos el comercio en otras áreas puede florecer.

También se debe exigir a las empresas chinas que acepten un gobierno abierto de sus grandes filiales en Occidente, incluidos accionistas locales, directores y gerentes extranjeros con autonomía real, y divulgaciones que ayuden a crear un grado de independencia del estado. Esto no es difícil: las multinacionales como Unilever lo han estado haciendo durante décadas. TikTok podría ser un pionero.

El último efecto de red

Las sociedades abiertas son más fuertes cuando actúan al unísono. Europa puede verse tentada a ir sola, poniendo fin a décadas de cooperación transatlántica. Sin embargo, en algún momento, pronto, si Trump no logra ganar un segundo mandato, EEUU revitalizará sus alianzas porque ha sido menos efectivo sin ellas. Occidente no puede cambiar fundamentalmente a China ni ignorarla. Pero al actuar juntos, puede encontrar una manera de hacer negocios con un estado autoritario en el que desconfía. Huawei marcó un fracaso para hacer esto. Hora de comenzar de nuevo. Lampadia




La estrategia digital de la UE

La estrategia digital de la UE

Líneas abajo compartimos un reciente artículo publicado por The Economist en el que se brindan algunos alcances sobre lo que sería la política regulatoria europea en el sector tecnológico, a propósito de la presentación del primer borrador de “estrategia digital” de la Comisión Europea, liderada por Ursula von der Leyen, en un evento que tuvo lugar en Bruselas el pasado 19 de febrero.

En resumen, las intenciones de la UE es extrapolar lo que fue en su momento en el ámbito comercial su mercado único aduanero al terreno digital, creando una suerte “mercado único de datos europeo”. Con ello, buscaría levantar todas las regulaciones impuestas en torno al compartimiento de datos entre las empresas europeas, potenciando así el uso de la inteligencia artificial que usa como principal input esta información. Este documento junto al Reglamento general de Protección de Datos (GDPR), configuraría el tratamiento general que se darían a los libres flujos de datos en el bloque europeo, salvaguardando como es de esperarse, los derechos de privacidad de los usuarios.

En una anterior oportunidad ya habíamos comentado sobre esta innovadora doctrina (ver Lampadia: ¿Una solución de mercado a la alta concentración en la industria tecnológica?) y consideramos positivas estas iniciativas en tanto permitían al consumidor acceder a toda la información con respecto al servicio o producto brindado, a la vez que brindaba igualdad de condiciones entre empresas competidoras, ambas condiciones necesarias para generar un sistema de libre mercado.

Sin embargo, como también enfatiza el popular medio británico, debe estarse alerta frente al segundo borrador que presentará la UE en el resto del año, relacionado a las políticas de competencia de los servicios digitales. El riesgo de imponer reglas excesivas en torno a la posición de dominio de las empresas tecnológicas estadounidenses frente a las europeas, puede transformar este enfoque hacia el proteccionismo, inclinando la balanza mundial hacia un escenario negativo en este tipo de regulaciones.

Imponer excesivas regulaciones al sector tecnológico resulta ser un contrasentido, al ser este de naturaleza disruptiva e innovadora. Peor aún puede trabar el ingreso de empresas tecnológicas no europeas al bloque único, perjudicando a los mismos consumidores con más altos precios y menor calidad.

Esperemos que este segundo borrador sopese estas reflexiones y ahonde en proveer mayor competencia a los más de 500 millones de usuarios digitales europeos, un mercado cuya demanda sigue presta a explorarse. Lampadia

La UE quiere establecer las reglas para el mundo de la tecnología

Sobre protección de datos, inteligencia artificial, competencia y más

The Economist
20 de febrero, 2020
Traducido y comentado por Lampadia

Puede que a Mark Ζuckerberg no le haya gustado todo lo que escuchó, pero el jefe de Facebook acertó en el momento adecuado para una visita reciente a Bruselas. Fue uno de los primeros extraños en enterarse de los ambiciosos planes de la Unión Europea para mantener la industria de la tecnología bajo control, resumidos en una serie de documentos que se hicieron públicos unos días después, el 19 de febrero. Su visita es una admisión de que la parálisis política en Washington, DC, le ha dado a la UE la oportunidad de convertirse en la fuente más importante de regulación tecnológica del mundo.

Europa es pequeña y gigante en el mundo tecnológico. El continente tiene una gran cantidad de tecnología de punta, pero casi ninguna plataforma digital significativa. Representa menos del 4% de la capitalización de mercado de las 70 plataformas más grandes del mundo (EEUU cuenta con el 73% y China el 18%). Al mismo tiempo, la UE es un mercado enorme, con una población de más de 500 millones, que ningún titán tecnológico puede ignorar. Aporta aproximadamente una cuarta parte de los ingresos de Facebook y Google.

Esta combinación ha dado lugar a lo que Anu Bradford de la Facultad de Derecho de Columbia llama, en un nuevo libro del mismo nombre, el “Efecto Bruselas”. Los servicios digitales son, en sus palabras, a menudo “indivisibles”. Sería demasiado costoso para las grandes empresas tecnológicas ofrecer servicios sustancialmente diferentes fuera de la UE. Como resultado, la mayoría ha adoptado el Reglamento general de Protección de Datos (GDPR), la estricta ley de privacidad de Europa, como estándar global. Los gobiernos también han tomado más de una página del libro de protección de datos de la UE. Alrededor de 120 países han aprobado leyes de privacidad, la mayoría de las cuales se parecen al GDPR y sus predecesores.

La Comisión Europea quiere repetir el truco en otras áreas. El documento principal presentado esta semana, un libro blanco sobre inteligencia artificial, es una bolsa de medidas para fomentar el uso de la IA en Europa y limitar sus peligros percibidos. La comisión también lanzó una “estrategia” para promover el uso de datos, el aporte más importante para las aplicaciones de la IA. La idea es crear un “espacio único de datos europeo” en el que la información digital fluya de forma libre y segura. Para que eso suceda, la comisión desea, entre otras cosas, eliminar las barreras legales que impiden que las empresas compartan datos, así como la inversión en servicios en la nube que facilitan el intercambio.

Ambos documentos son parte de la “estrategia digital” general de la UE, que también se presentó. Más adelante este año, la comisión presentará un borrador de una “Ley de Servicios Digitales”. Las empresas tecnológicas dominantes deben esperar reglas más estrictas no solo sobre cómo vigilan el contenido que generan los usuarios, sino hasta qué punto pueden discriminar a los rivales que usan sus servicios. Todo esto se completa con una revisión de la política de competencia. Los detalles son escasos, pero la legislación propuesta en Alemania indica la dirección del viaje: los datos serán mucho más importantes para determinar si una empresa es dominante y si ha abusado de su poder de mercado.

Hay indicios de que el ‘Efecto Bruselas’ volverá a hacer magia. Facebook no es el único gigante tecnológico que acepta a Europa como la principal fuente mundial de regulación tecnológica en el futuro. Sundar Pichai, el jefe de Alphabet, padre de Google, recientemente visitó la capital belga. Pidió una “regulación sensata” de IA. Brad Smith, presidente de Microsoft, es un invitado habitual. Los titanes tecnológicos de EEUU también utilizan cada vez más la UE para influir en el debate en casa. Ahorra algo de presión allí, si pueden ayudar a dar forma a las regulaciones ampliamente adoptadas que emanan de Europa.

Pero el ‘Efecto Bruselas’ puede ser menos efectivo que en el pasado. El terreno sobre el que se llevó a cabo el debate sobre la legislación de privacidad se estableció hace mucho tiempo antes del GDPR, pero la regulación en IA es incipiente. Los expertos aún discuten sobre cuestiones tan básicas como qué es realmente la IA. Y la UE, donde los políticos tienden a favorecer una regulación más estricta, puede exagerar. Esto podría empujar a los gigantes tecnológicos a diferenciar sus ofertas regionales después de todo (y obstaculizar las nuevas empresas de Europa). Peor aún, la estrategia de datos podría convertirse fácilmente en proteccionista.

Si los planes digitales de la UE se convirtieran en una política restrictiva impulsada por el proteccionismo, eso limitaría la capacidad de Europa de establecer reglas globales que podrían ayudar a dar a sus empresas una ventaja muy necesaria. También haría mucho más difícil para la UE establecer lo que el mundo digital necesitará urgentemente, en caso de que la regulación de la tecnología permanezca estancada en EEUU incluso después de las elecciones presidenciales. Está en riesgo el papel de Europa como una tercera “tecnoesfera”, una que no está controlada por un puñado de titanes tecnológicos, como lo es en EEUU o el estado chino. Lampadia




Los riesgos a mediano plazo del Brexit

Los riesgos a mediano plazo del Brexit

Finalmente el Reino Unido abandonó la UE el pasado 31 de enero dando paso a un año  en el que acometerá esfuerzos para concretar un acuerdo comercial que regiría formalmente  las relaciones económicas y financiera entre ambos bloques.

El principal problema que ocasiona este hecho es asumir los riesgos que conllevarían el mal diseño de tal tratado –el comercio del RU hacia la UE representa la mitad de sus intercambios de bienes y servicios hacia el mundo – producto del poco plazo que planea tenerse para ello– se ha puesto como fecha límite este fin de año. Ello sin mencionar los costos adicionales que se tendrían hasta la firma de dicho tratado en términos de incertidumbre política y económica, que desde que explotó el Brexit en el 2016, le habrían costado al país británico al menos US$ 169,000 millones, según estimaciones de Bloomberg.

Pero hay un factor adicional que no están considerando varios analistas y líderes de opinión en torno a discusión sobre los posibles impactos que tendrá en el RU y en el mundo dicha salida: el timing en el que se dará el Brexit. Un reciente artículo publicado por Project Syndicate, que compartimos líneas abajo, da mayores luces sobre el peligroso contexto en el que el país está abandonando el mercado único aduanero.

Así, el cambio climático y la amenaza de China de cara al desarrollo futuro de las democracias liberales, hecha palpable recientemente con el conflicto en Hong Kong (ver Lampadia: Persiste la lucha por la democracia en Hong Kong, El afán de China sobre Hong-Kong y las consecuencias que este trae), plantean muchos retos para la comunidad internacional. Una desafección por parte del RU hacia ambos problemas, que podría hacerse evidente al salir de la UE, no haría más que reducir aún más las pocas posibilidades de emprender una estrategia política que permita frenar ambos fenómenos frontalmente entre varios países. Esto es altamente probable dada la adherencia que tiene el primer ministro Boris Johnson con el pensamiento de Trump, que, entre otras cosas, desprecia abiertamente la existencia del cambio climático (ver Lampadia: Persiste el calentamiento global).

Esperemos que el mencionado tratado a ser firmado entre el RU y la UE sopese y considere de alguna manera la defensa de los principios democráticos y persista en desarrollar mecanismos entre ambos bloques para luchar contra el cambio climático. Esto es fundamental si es que no se desean perder más iniciativas globales que defiendan abiertamente ambas banderas. Lampadia

Gran Bretaña entra a lo desconocido
Chris Patten
Project Syndicate
30 de enero, 2020
Traducido y comentado por Lampadia

En comparación con las amenazas planteadas por el cambio climático y la hostilidad de China hacia la democracia liberal, las consecuencias del Brexit pueden parecer mucho menos significativas. Pero el Reino Unido ha elegido un momento extraño y peligroso para decidir ir solo.

Un profesor de historia de mi escuela creía que cada gran evento en el pasado debería abordarse sobre la base de un análisis tripartito de sus causas, pretextos y resultados. Los enumeraría en columnas en la pizarra, y luego tendríamos que aprenderlos de memoria: las causas de la Guerra de Sucesión Española del siglo XVIII, los pretextos para la Revolución Francesa, los resultados de la Guerra de Independencia de los EEUU, y así.

Por supuesto, la vida y los estudios posteriores nos enseñan que las cosas no son tan simples. Las causas pueden ser una combinación de accidente, ambición y coincidencia, junto con cambios económicos, sociales y tecnológicos más profundos. Los resultados pueden ser igualmente difíciles de medir de forma ordenada. Después de todo, la historia rara vez cierra, y es difícil saber cuándo comienzan y terminan los efectos de un gran evento.

En ese sentido, la salida del Reino Unido de la Unión Europea a las 23:00 GMT del 31 de enero es probablemente el evento político nacional más importante de mi vida. Los entusiastas de los brexiteers están furiosos porque Big Ben, el reloj icónico del Parlamento de Westminster, no puede sonar para marcar este evento debido a reparaciones que se han retrasado mucho. Actúan como si este fuera otro agravio para agregar a la larga lista que ha sostenido su campaña.

¿Pero qué se supone que debemos celebrar? Nadie parece saber lo que viene después. El futuro está envuelto en gofres, ilusiones y el tipo de mentira que en estos días parece no tener ningún precio político.

Para empezar, los brexiteers descartan abiertamente la cuestión de los costos. Bloomberg Economics estimó recientemente que el Brexit ya le ha costado a la economía del Reino Unido £ 130,000 millones (US$ 169,000 millones) desde el referéndum de 2016, y que el país será más pobre en £ 70,000 millones para cuando finalice su período de transición el 31 de diciembre. Otras fuentes creíbles han producido figuras similares.

¿Pero por qué creer algo que contradiga el fervor cuasirreligioso del Brexit Gran Bretaña? Los brexiteers consideran cualquier estimación económica no deseada como un intento de desalentar al país. En cualquier caso, insisten, sea cual sea el costo, en que recuperamos nuestra libertad. Que hemos retomado el control.

Según el canciller de Hacienda de Gran Bretaña, Sajid Javid, el Reino Unido evitará alinearse con las regulaciones de la UE cuando abandone el bloque. En lugar de ser un tomador de reglas en el mercado único o la unión aduanera, será un hacedor de reglas. Pero en 2016, cuando era ministro de negocios, Javid cantó una canción diferente, argumentando que Gran Bretaña enfrentaría “una década de estancamiento y duda” si abandonara la UE. Entonces, después del Brexit, quizás tomaremos el control de una nueva narrativa que niega lo que previamente habíamos pensado y discutido.

Aparentemente, también podremos prometer una cosa en Bruselas y otra en Belfast. El acuerdo de divorcio del primer ministro Boris Johnson con la UE abrazó un acuerdo explícitamente rechazado por él en el pasado y descartado por su predecesora, Theresa May, porque parece dividir el Reino Unido en el medio del Mar de Irlanda. Hasta que el Reino Unido haya acordado un futuro acuerdo comercial con la UE, Irlanda del Norte permanecerá en efecto en la unión aduanera del bloque y tendrá que aplicar controles sobre los bienes que se mueven entre sus propios puertos y el resto del Reino Unido.

Funcionarios de la UE dicen que no puede haber retrocesos, pero Johnson retrocede de todos modos. Irlanda del Norte puede, le dice a la gente de allí, estar dentro y fuera de la unión aduanera. La iglesia cristiana primitiva solía discutir sobre algo llamado consustancialidad cuando debatía la naturaleza de un Dios tres en uno. Quizás esto es lo que los brexiteers tienen en mente. Irlanda del Norte entrará y saldrá al mismo tiempo: un verdadero milagro.

¿Y el acuerdo comercial que el Reino Unido negocia con su mercado más grande será un conjunto de acuerdos cercano o distante? Solo dos cosas están claras. Primero, no podremos acordar nada amplio, detallado y sofisticado para fines de 2020, cuando Johnson quiere que se complete el acuerdo. En segundo lugar, un mayor acceso tendrá el costo de una mayor alineación con las normas de la UE. No hay forma de evitar ese hecho.

Queda por ver si algo de esto importará, y si el Partido Conservador, eventualmente pagará un precio político. O tal vez tales preocupaciones incluso serán olvidadas cuando enfrentemos dos amenazas mucho más grandes en el siglo venidero.

La primera de ellas es el cambio climático y la lucha asociada para lograr que los líderes mundiales se unan para tomarlo en serio. El presidente de los EEUU, Donald Trump, dice que hablar sobre el calentamiento global es simplemente un negativismo extremo, y la mayoría de sus colegas republicanos parecen estar de acuerdo. Además, los líderes en Brasil, Australia y otros países se refugian detrás de los prejuicios que desafían a la ciencia de Trump, incluso cuando las temperaturas y el nivel del mar aumentan y los incendios arden. Cualesquiera que sean los efectos del Brexit, algunas de las consecuencias del cambio climático ya son evidentes.

En segundo lugar, Gran Bretaña celebrará su gloriosa independencia de las complicaciones de la cooperación internacional en un momento en que la hostilidad intelectual, política y económica entre el liderazgo comunista de China y las democracias liberales se vuelve cada vez más clara. Si la democracia liberal va a sobrevivir, debe defenderse por sí misma. Y no debemos ilusionarnos: las sociedades abiertas bajo el imperio de la ley, desde las Américas hasta Europa, África y Asia, están en la mira hostil de China. Occidente no debería apuntar a rodear o escribir en China. Pero las democracias liberales no pueden permitirle distorsionar las normas internacionales a su favor.

En comparación con estos enormes desafíos, las consecuencias del Brexit pueden parecer mucho menos significativas. Pero el Reino Unido ha elegido un momento extraño y peligroso para decidir ir solo. Lampadia

Chris Patten, el último gobernador británico de Hong Kong y ex comisionado de asuntos exteriores de la UE, es canciller de la Universidad de Oxford.




Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Una vez culminada la Cumbre de la OTAN la semana pasada en Londres, creemos necesario hacer una breve reflexión a la luz de un reciente artículo escrito por The Economist que compartimos líneas abajo que, entre otras cosas, incide en las crecientes tensiones políticas entre los más importantes países que integran la mencionada alianza militar y también las futuras amenazas que enfrentaría su cohesión con los denominados “nuevos alborotadores”.

Con respecto a las tensiones políticas, como era de esperarse se hicieron evidentes en las ponencias la incomodidad de varios miembros del bloque, pero en particular de EEUU, con las recientes declaraciones que hizo Macron respecto a los acercamientos que debiera tener la UE con Rusia y China, como parte de su plan para renovar al viejo continente frente a un escenario de desglobalización persistente (ver Lampadia: La visión de Macron). Como reflexionamos en una anterior oportunidad, creemos que esta nueva visión es necesaria dado el distanciamiento que ha acometido EEUU con la UE en los últimos años con el ascenso de Trump, pero también por otras complejas problemáticas que actualmente mecen al mundo occidental como el cambio climático, la seguridad de datos y la misma seguridad nacional — aún cuando la OTAN ya representa un esfuerzo importante al respecto — que obligan al bloque europeo a tener mayor independencia en estos temas. Por otra parte, la OTAN tiene que dar cuenta que el contexto actual de embates geopolíticos permanentes entre países obliga a la UE a ser más abierta en su relacionamiento estratégico para, por ejemplo, que sus mercados puedan ser más visibles en regiones del mundo que han estado más alejadas por tradición. Ello, además, no implica que la UE se separará de la OTAN,  siendo un ajuste más de política exterior más no de política militar.

Con respecto a lo que The Economist denomina como los “nuevos alborotadores” que ya se estarían cocinando al interior de la OTAN, no podemos estar más de acuerdo de que podrían desestabilizar dicha alianza en el plazo inmediato. Sin duda el posible ascenso al poder del líder socialista del Partido Laborista Jeremy Corbyn en las próximas elecciones al parlamento británico, y la compra de armas a Rusia por parte del régimen autoritario del presidente de Turquía, Erdogan, podrían generar tal trifulca al interior de la alianza al punto que se podría reconsiderar la continuación de la membresía de dichos países. Esperemos que no se llegue a dicho extremo en tanto las sanciones y advertencias que se hagan ante el incumplimiento de los artículos de los Tratados de OTAN sean suficientes para que no se cometan acciones que puedan perturbar a la alianza.

Por lo demás consideramos que la OTAN debe permanecer por considerarse la alianza militar más grande y más exitosa en la historia contemporánea– ya cumplió 70 años – y porque en un contexto de creciente gasto militar (ver Lampadia: El gasto militar global en niveles récord históricos) se hace imperativo preservarla para evitar cualquier conflicto bélico que pueda surgir en el futuro, que esperamos no sea el caso. Lampadia

Cumbre de la OTAN
Surgen nuevos alborotadores

A medida que EEUU retrocede, los miembros de la alianza más exitosa de la historia están discutiendo

The Economist
7 de diciembre, 2019
Traducido y comentado por Lampadia

Se ha hablado tanto de “crisis” en torno al 70 aniversario del nacimiento de la OTAN que ha sido fácil olvidar que hay razones para celebrar. La alianza no solo ha demostrado ser extraordinariamente duradera según los estándares históricos, sino que desde 2014 ha respondido adecuadamente a la agresión de Rusia en Ucrania, volviendo a centrarse en su misión central de defensa colectiva. Ha desplegado grupos de batalla multinacionales en los tres estados bálticos y Polonia y se ha comprometido a mejorar la preparación. Impulsado por las críticas del presidente Donald Trump, sus miembros han aumentado sus gastos en defensa. Aunque muchos países, especialmente Alemania, aún no cumplen sus promesas, la OTAN ahora estima que entre 2016 y 2020 sus miembros europeos y Canadá pagarán US$ 130 mil millones adicionales.

Este nuevo dinero ayuda a explicar un desarrollo positivo en la reunión de líderes de la OTAN en Gran Bretaña esta semana. Sin embargo, Trump, anteriormente el disruptor en jefe, solía llamar a la organización “obsoleta” y causó consternación en una cumbre en Bruselas en 2018 al amenazar con retirarse si los europeos no asumían una parte de la carga más justa, brevemente: conviértase en un defensor. Esta semana, en Londres, criticó las críticas del presidente Emmanuel Macron a la alianza como “desagradables” e “irrespetuosas”. No dio señales de bloquear palabras severas sobre Rusia o la reiteración del Artículo Cinco del tratado de la OTAN, la piedra angular de la alianza. El compromiso de EEUU estará en exhibición el próximo año, cuando unos 20,000 de sus soldados practiquen el refuerzo de Europa en un ejercicio llamado Defender 2020.

La mala noticia es que han surgido otros disruptores. El visceralmente anti-OTAN Jeremy Corbyn podría posiblemente convertirse en primer ministro de uno de sus principales miembros después de las elecciones generales británicas de la próxima semana. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, causó consternación al comprar un sistema antiaéreo ruso, obstruyendo las decisiones de la OTAN sobre Europa del Este e invadiendo el norte de Siria sin tener en cuenta los intereses de sus aliados. Respondió con insultos personales a una sugerencia de Macron de que, dadas las acciones de Turquía en Siria, es posible que no pueda contar con la defensa mutua consagrada en el Artículo Cinco.

El alborotador más sorprendente, y la razón por la cual las relaciones se han vuelto feas, es el propio Macron. En una entrevista reciente con The Economist, dijo que la OTAN estaba experimentando “muerte cerebral”. Defiende una defensa europea más fuerte, que Europa necesita, y el 4 de diciembre insistió en que esto “no sería una alternativa a la OTAN sino uno de sus pilares”. Pero existe una sospecha persistente de sus intenciones entre otros aliados. Esto se debe en parte a su entusiasmo por un “diálogo estratégico” con Rusia. Ha enfatizado la amenaza del terrorismo sobre la tarea de defenderse de la agresión de Vladimir Putin. Macron está teniendo una visión a largo plazo y está tratando de estimular nuevas ideas, pero la mayoría de sus aliados, comprensiblemente, escuchan sus palabras como una amenaza para el progreso de los últimos cinco años. Las acciones de Rusia, no solo en Ucrania sino también en el territorio de la OTAN (incluso enviando asesinos a Salisbury en Gran Bretaña y, posiblemente, al Tiergarten de Berlín), requieren una respuesta firme. Cualquier deseo de concesiones será visto en Moscú como debilidad.

En Gran Bretaña, la OTAN empapelaba las grietas. La declaración de la cumbre afirmó el compromiso de sus miembros con el Artículo Cinco y proclamó que “las acciones agresivas de Rusia constituyen una amenaza para la seguridad euroatlántica”. Eso es bienvenido, pero la alianza necesita encontrar una nueva coherencia estratégica. Incluso si Trump sigue a favor, el enfoque de EEUU está cambiando ineludiblemente a su rivalidad con China en Asia y más allá. Los ejercicios y la creciente preparación consolidarán la alianza a nivel militar, y esto perdurará mientras los políticos van y vienen. El trabajo en áreas nuevas como el espacio y la guerra cibernética también ayudará. Eventualmente, un diálogo estratégico con Rusia podría tener sentido. Pero para prosperar, la OTAN también necesita un propósito común mayor. Una vez que el ímpetu vino de EEUU. Macron tenía razón al señalar que en el futuro Europa tendrá que desempeñar un papel más importante. Lampadia




¿Es Prosur un proyecto que llevará a la integración de América Latina?

Los proyectos u organismos de cooperación internacional impulsados por Occidente históricamente han demostrado solidez, vigencia y sobre todo buenos resultados en términos de los objetivos que perseguían desde su fundación, llámense el libre flujo de bienes, servicios y personas, la libre movilidad de capitales, la generación alianzas para un manejo responsable del armamento militar, entre otros. En este espectro se encuentra la UE, la OTAN, la OMC, por citar algunos ejemplos.

Sin embargo, en América Latina – exceptuando el éxito exhibido por la Alianza del Pacífico en los últimos años – la historia de integración regional ha sido un fracaso. La Comunidad Andina y el Mercosur son ejemplos regionales, cuyos proyectos de cooperación no han conducido a un desarrollo notable del comercio ni tampoco a un mayor grado de sofisticación de las exportaciones latinoamericanas. Y una de las principales razones de tal revés es que la producción entre los países que conformaban dichos bloques era muy similar entre sí lo cual inhibió una integración comercial de mayor profundidad. Por ello es que la experiencia de varios países de nuestra región, incluido el Perú, con la puesta en marcha de los TLC bilaterales hacia Occidente y el Asia, resultó conveniente porque promovía el comercio con países con patrones de producción diferentes.

En el plano político también ha habido sendos fracasos en cuanto a iniciativas regionales. Uno de ellos se vio reflejado en la Unión Sudamericana (en adelante, Unasur) que, según señala The Economist en un reciente artículo (ver artículo líneas abajo), pasó de tener un objetivo bien delimitado y con muy buenas intenciones, centrado  en la promoción de proyectos transfronterizos de transporte y energía, a promover una agenda política encausada en el socialismo del siglo XXI, del cual el modelo venezolano es la viva imagen de los ideales a alcanzar.

Si bien ya se han sumado a la fecha 7 países detractores de tal iniciativa regional, la alternativa de solución por la que han optado los líderes políticos de sus estados – que consiste en formar un nuevo bloque denominado Prosur-  no es, desde nuestro punto de vista así como de la de The Economist, la manera de abordar el problema de la débil integración tanto económica como política de nuestra región. Aún cuando dicho proyecto izase sus banderas en defensa de la democracia y del libre mercado.

¿Por qué razón? Porque Prosur terminaría siendo una reafirmación del problema que subyugó a Unasur en su  momento, al poder ser capturada por ideologías políticas de los gobiernos de turno que, más allá de promover la cooperación entre países, imponen agendas políticas nefastas para sus desarrollos. Ello con el agravante que, como señala The Economist, “Muchos funcionarios sudamericanos que no simpatizan con la Venezuela chavista son fríos con Prosur”, lo cual insinuaría el poco apoyo político que pudiera tener dicho proyecto en el muy corto plazo.

En conclusión, Prosur no sería una alternativa atractiva para lidiar con el problema de desarticulación entre los países de nuestra región, ni por razones históricas ni por el contexto político actual.

En contraste, como escribimos en Lampadia: La globalización va a paso lento, el camino hacia esta integración regional pasaría necesariamente por abrir más nuestros mercados al mundo, razón por la cual es fundamental seguir promoviendo la globalización y el libre mercado en cada foro que acontezca en nuestra región. Este es el camino que nos llevará a empoderar a América Latina en el comercio global. Lampadia

¿Por qué Prosur no es la manera de unir a Sudamérica?
Los intentos de integración regional siempre parecen tropezar con la política

The Economist
21 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

No es frecuente que un país se retire de una organización internacional de la que es anfitrión. Sin embargo, eso es lo que hizo el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, el 13 de marzo. Ecuador se unió a otros seis países que se han retirado de la Unión Sudamericana (Unasur), un espacio de debate que alguna vez incluyó a las 12 naciones del continente, criticándola por la “política perversa de los autodenominados socialistas del siglo XXI”. En buena medida, dijo que quiere que su país recupere la reluciente sede central de Unasur de 65 millones de dólares cerca de Quito, que abrió sus puertas en 2014 y que su antecesor, Rafael Correa, la calificó de “una oda al desperdicio”. Quiere convertirlo en una universidad para indígenas.

Moreno se encuentra entre varios presidentes sudamericanos que pueden ir a Santiago el 22 de marzo para lanzar un reemplazo para Unasur llamado Prosur. Esta es una idea original de Iván Duque, el nuevo presidente conservador de Colombia, y su homólogo chileno, Sebastián Piñera, de centro-derecha. Al revelar la idea en enero, Duque dijo que en lugar de ser una organización burocrática, Prosur será un “mecanismo de coordinación” que apoyará la democracia y la economía de mercado. Piñera ha invitado a todos menos a uno de los 12 países. La excepción es Venezuela.

Prosur es un signo del clima político cambiante en Sudamérica. Después de un período de hegemonía para la izquierda, de varios capítulos, la región se ha inclinado hacia la derecha en las recientes elecciones. Sin embargo, lejos de ser una respuesta a la desunión regional, Prosur parece una reafirmación del problema: en América Latina, las instituciones regionales se han convertido en rehenes de la ideología y de los alineamientos políticos efímeros. Rara vez trabajan para promover la cooperación que redundaría en el interés duradero de todos sus miembros.

Fueron precisamente estas fallas las que condenaron a Unasur, una buena idea traducida por un liderazgo político equivocado. Sus orígenes se encuentran en un deseo brasileño de hablar sobre proyectos transfronterizos de transporte y energía. Para cuando se constituyó formalmente por tratado en 2008, esos objetivos prácticos habían sucumbido a las ambiciones superpuestas de dos presidentes de izquierda, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el venezolano Hugo Chávez, para crear un cuerpo dedicado a la solidaridad política y la cooperación de defensa, implícitamente contra EEUU.

El último secretario general de Unasur, Ernesto Samper, ex presidente de Colombia, le dijo a Bello en 2015 que el cuerpo era el reflejo de “un escenario político” en el que la mayoría de los gobiernos eran de izquierda. Su compromiso con la democracia en la región, dijo, era “la validez real de los derechos sociales”, una fórmula que hacía eco a la propaganda cubana y venezolana. La oposición de Venezuela y sus numerosos partidarios vieron a Samper como un títere a favor del gobierno venezolano. Cuando finalizó el mandato de Samper, una amplia coalición de países propuso a José Octavio Bordón, un político y diplomático de centro astuto de Argentina, como su reemplazo. Venezuela lo vetó. Esa fue la gota final.

El destino de Unasur es un símbolo de la profunda fractura causada por el régimen de Venezuela y sus amigos restantes en Sudamérica. También es un reproche a la política exterior brasileña bajo Lula y su sucesora, Dilma Rousseff. Sin embargo, alejarse de Unasur en lugar de tratar de evitar a Venezuela y reformar la organización parece un error. “Usted no puede superar la fractura al crear una nueva organización compuesta solo por sus amigos”, dice un ex ministro de Relaciones Exteriores de Sudamérica, que se preocupa por la “improvisación” que encarna.

Muchos funcionarios sudamericanos que no simpatizan con la Venezuela chavista son fríos con Prosur. Varios países pueden mantenerse alejados. Presionar a Venezuela para que vuelva a la democracia es una tarea que la región ha confiado al Grupo de Lima, un organismo ad hoc de 14 países que funciona razonablemente bien. Que incluya a Canadá no es un problema existencial. Y como lo describieron sus fundadores, Prosur carecerá del peso para hacer el trabajo que Unasur debería haber hecho (pero no hizo) para trabajar en medidas prácticas de integración, especialmente al actuar como un puente entre los dos bloques económicos de Sudamérica, Mercosur y la Alianza del Pacífico.

En cuanto a Unasur, puede que en realidad no muera, sino que se una al desorden de los moribundos de América Latina. Laurence Whitehead, de la Universidad de Oxford, ha escrito que la tendencia de las élites latinoamericanas a la última moda ideológica ha convertido a la región en un “mausoleo de modernidades”. Eso se aplica ahora a sus instituciones de integración. Esta inclinación es un lujo que una región que se está quedando atrás económicamente no puede permitirse. Lampadia




AKK aboga por una nueva derecha política en Alemania

Desde que AKK (Annegret Kramp-Karrenbauer) asumiera el liderazgo del partido alemán conservador de la Unión Demócrata Cristiana (en adelante, CDU) (ver Lampadia: Se avecina un nuevo líder político en la UE) el pasado 7 de diciembre, constituyéndose como candidata favorita para ocupar el cargo de canciller ocupado actualmente por la emblemática Angela Merkel, ha apoyado una serie de lineamientos políticos, que dejan entrever su inclinación hacia la derecha política.

Así lo informa un reciente artículo publicado por The Economist (ver artículo líneas abajo), en el que se da cuenta de su marcada posición conservadora en temas que incluyen la inmigración, las pensiones y la exportación de armas. En el tema de inmigración por ejemplo, se resalta su apoyo a una política de cierre de fronteras como plan de contención en caso aconteciera otra crisis migratoria de similares características a la que Merkel enfrentó en el período 2015-2016.

Esto se da en un contexto de creciente descontento por parte de los parlamentarios  del CDU respecto al rumbo que había seguido el partido con el pensamiento centrista que caracterizaba a Merkel; por tanto, constituye una oportunidad para AKK para revitalizar el sentimiento partidario al interior de su coalición política, sin que se tienda al nacionalismo o algún otro extremismo de derecha que replican muchos de los partidos euroescépticos hoy en día.

Sin embargo, como destaca The Economist,  AKK tendrá que seguir un camino moderado y pragmático si realmente quiere calar en la mente de los demás votantes alemanes, en particular, aquellos que ya no legitiman su partido.

A la luz de las próximas elecciones del Parlamento que tendrán lugar en mayo próximo (ver Lampadia: Macron relanza Europa) y de un Brexit que, afortunadamente, se ha aplazado hasta junio próximo, estas son muy buenas noticias para la UE, pues el nuevo conservadurismo que desborda AKK podría implicar la adhesión de una nueva defensa en sus filas.

El proyecto europeo, que promovió la globalización y el libre comercio durante varias décadas y que trajo enorme bienestar inclusive a los países emergentes de otras partes del globo, necesita más líderes políticos como Macron, que lo defiendan ante la nueva ola nacionalista que asola el viejo continente. Esperemos que AKK también se sume a esta cruzada en el futuro. Lampadia

El progreso de Annegret
La canciller de Alemania se inclina hacia la derecha

Kramp-Karrenbauer está jugando un juego sagaz

The Economist
14 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El dumping sobre los votantes rara vez es una estrategia ganadora para los políticos. Pero Annegret Kramp-Karrenbauer (en adelante, AKK), líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido más grande de Alemania, dice que sus compatriotas se están convirtiendo en “las personas más tensas del mundo”. AKK había sido criticada por una broma, hecha durante la temporada de carnaval de Alemania occidental, sobre “baños de terceros” para “hombres que no pueden decidir si quieren sentarse o pararse cuando orinan”. Pero ella no estaba de humor para disculparse. Qué absurdo para los chistes de la policía en un carnaval, la semana pasada hizo truenos, defendiendo los derechos de los carnívoros, los fanáticos de los fuegos artificiales y los niños a los que les gusta disfrazarse de vaqueros e indios.

La semiótica del carnaval en Alemania es difícil de analizar para los forasteros. Pero lo que inicialmente parecía una historia de temporada tonta ahora parece un gambito táctico. En diciembre pasado, AKK venció por poco a un rival conservador en una elección para reemplazar a Angela Merkel, la canciller de Alemania y su mentora, como líder de la CDU. Eso la colocó en la primera posición para asumir el cargo de canciller cuando Merkel se retirara, como prometió hacer. Muchos a la derecha del partido que se habían cansado del centrismo de Merkel temían que estuvieran en la misma línea durante los siguientes años. AKK quiere hacerles cambiar de opinión.

Ella ha comenzado afilando el perfil conservador de la CDU. Liberada por su falta de responsabilidad ministerial, ha acentuado las diferencias con los socialdemócratas (SPD), el socio menor de la coalición de la CDU, en todo, desde las pensiones hasta las exportaciones de armas. Sus golpes a las piedades políticamente correctas deleitan la base del partido, y la SPD, habiendo sido asfixiada en coalición con Merkel, está contenta de seguirle el juego. De hecho, hay una creciente sensación de que la política partidista alemana está surgiendo de un largo sueño inducido por Merkel.

En política, también, AKK está señalando un cambio hacia la derecha. Durante un reciente taller de la CDU, ella apoyó la política de cerrar las fronteras de Alemania como último recurso en caso de otra crisis migratoria. Los moderados desconcertados que habían apoyado el enfoque de frontera abierta de Merkel en 2015,  ahora, en su mayoría, aceptan la necesidad de construir puentes internos. El estado de ánimo en la CDU es “muy optimista”, dice un miembro parlamentario.

Si este enfoque atraerá a los alemanes comunes es otro asunto. Manfred Güllner en Forsa, un encuestador, señala que los votantes que han desertado de la CDU tienen tendencias centristas ligeramente más fuertes que los que se quedan. Eso sugiere que una inclinación permanente hacia la derecha dejaría a AKK en busca de votos en el grupo equivocado. Sin embargo, como premier de Saarland, el pequeño estado alemán que corrió durante siete años, AKK siguió un camino moderado y pragmático. Esos instintos probablemente proporcionan la mejor guía sobre cómo podría operar como canciller.

Esa pregunta está adquiriendo nueva urgencia. La semana pasada, AKK emitió un conjunto de propuestas de reforma de la UE en respuesta a un artículo publicado unos días antes por Emmanuel Macron, presidente de Francia. Su lista, que habría sido sancionada por Merkel, incluyó llamamientos provocativos para cerrar el segundo asiento del Parlamento Europeo en Estrasburgo, una ciudad francesa, y para que Francia entregue su asiento del Consejo de Seguridad a la UE. Los ministros despreocupados por Francia se quedaron en la extraña posición de tener que responder no a otro gobierno sino al líder de un partido político.

Con la líder de la CDU adoptando así el aire de canciller, Berlín ha empezado a adivinar cuándo Merkel tratará de entregar las riendas del gobierno a su protegida. Si eso ocurriera antes de que expire el mandato del canciller en 2021, la SPD podría abandonar el gobierno y provocar una elección. Ambas mujeres insisten en que ningún cambio es inminente, y dos tercios de los alemanes quieren que Merkel cumpla su mandato. Pero mientras AKK cuida su territorio, algunos se preguntan si el arreglo actual puede durar tanto. Lampadia




Renace el intervencionismo en la UE

En los últimos años, una nueva ola de políticas de corte intervencionista han empezado a asolar las economías de los países que conforman la UE, en un intento por parte de los estados por fortalecer ciertas industrias estratégicas que estarían perdiendo hegemonía mundial, ante el avance de EEUU y China.

Este conjunto de políticas, como venimos advirtiendo previamente en Lampadia: Trampa ideológica, política y académica, se constituye como parte de una ola de pensamiento prevaleciente en los círculos políticos y académicos a nivel mundial, que incide en los supuestos males de la globalización y el libre comercio y que previamente hemos venido rebatiendo en diversas publicaciones (ver Lampadia: El legado del liberalismo de Margaret Thatcher, Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad).

Así, la predilección por parte de los líderes de la UE para seguir emprendiendo dichas iniciativas intervencionistas en el futuro se ha hecho más evidente en un reciente discurso hecho por Emmanuel Macron, presidente de Francia, el pasado 4 de marzo, en el que invoca a todos los gobiernos del bloque, a no menguar sus esfuerzos para revitalizar las empresas en territorio europeo, si las potencias mundiales no respetan las leyes de competencia leal entre los países (ver Lampadia: Macron relanza Europa).

Al respecto, un reciente artículo de The Economist (ver artículo líneas abajo), señala que Este resurgimiento de la intervención estatal que pretende hacer que las industrias europeas sean más fuertes puede hacer más probable que perjudique a los consumidores y debilite las perspectivas de las empresas”.

En esta línea, desarrolla su argumentación brindando una serie de ejemplos en donde, no necesariamente la planificación central o una mayor participación estatal en el accionariado de las empresas, se condicen con mayores ganancias y por ende con un incremento de su valor de mercado en el tiempo.

De hecho, como señala el popular medio británico, promover el dirigismo estatal en los negocios puede ser hasta perjudicial en el entorno económico de las industrias a intervenir básicamente por tres razones:

  • Incentiva el mercantilismo estatal, pues, al ser el Estado propietario de una parte de la empresa, puede buscar facilitarle la adjudicación de ciertos contratos o la promulgación de leyes que la favorezcan.
  • Puede generar cierta enemistad entre países que pertenecen a un mercado común, pues le da mayor hegemonía sobre una industria a un país que adquiere mayor accionariado de una empresa con posición de poder, sobre todo en estructuras de mercado oligopólicas o monopólicas.
  • No ofrece ninguna garantía de generar empresas líderes en el rubro, en tanto la evidencia muestra muy pocos o ningún caso en los que mayor propiedad estatal esté asociado a mejoras en la gestión y/o valor de las organizaciones.

Por ello, consideramos que la solución al problema de pérdida de poder por parte de las industrias europeas en la economía mundial no debe pasar por mayor intervencionismo estatal sino por generar las condiciones para que se dé una mayor competencia al interior de las industrias afectadas. Esto es, garantizar que las industrias satisfagan efectivamente las necesidades de toda la población europea, de manera que se exploten las economías de escala arraigadas.

Otro camino sería buscar sinergias entre países productores en toda la cadena de valor de determinados productos, con el fin de generar eficiencias en los procesos productivos. En palabras simples, explorar a profundidad la oferta del mercado europeo.

De esta manera, se buscaría beneficiar a los consumidores  a través de menores precios, lo cual enfocaría la atención del comercio hacia los países de la UE. No se trata de ampliar la oferta subsidiándola sino reduciendo sus costos de producción.

Ambas opciones que valdría la pena explorar para sopesar los miedos de Emmanuel Macron y los demás gobernantes europeos de un inminente avance de las dos grandes potencias mundiales, EEUU y China. Lampadia

Los gobiernos europeos intervinienen nuevamente en las empresas
Un hábito francés se está extendiendo

Su señuelo debe ser resistido

The Economist
7 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Si no puedes vencerlos, adopta sus peores políticas económicas. Preocupado por las “estrategias agresivas” de Estados Unidos y China, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, emitió una proclamación a nivel europeo el 4 de marzo que, entre otras cosas, proponía una nueva era revolucionaria de intervención gubernamental en las empresas de la UE. “No podemos sufrir en silencio”, declaró, mientras que otras potencias mundiales no respetan los principios de “competencia justa”.

Macron no está solo. En todo el continente, los políticos están tratando de influir en las empresas mediante una serie de tácticas que incluyen la regulación, obligar a los gerentes a hacer negocios y aumentar la propiedad estatal.

  • En Renault-Nissan, la caída de Carlos Ghosn se ha entrelazado con una lucha por el control entre los gobiernos francés y japonés.
  • El mes pasado, Peter Altmaier, ministro de economía de Alemania, pidió que se protejan a las empresas denominadas “campeonas”, como Siemens y Deutsche Bank.
  • La semana pasada, se supo que el gobierno holandés acumuló una participación del 14% en Air France-KLM para ayudar a su antiguo operador de bandera a “rendir mejor”.
  • E Italia está lista para aumentar a un 10% su participación en Telecom Italia, que comenzó a privatizar hace 21 años.

Este resurgimiento de la intervención estatal pretende hacer que las industrias europeas sean más fuertes. En su lugar, es más probable que perjudique a los consumidores y debilite las perspectivas de los negocios.

Por supuesto, Europa nunca ha sido un paraíso de mercados libres sin restricciones. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero, precursora de la UE, fue creada en 1951 para coordinar la actividad industrial. Francia ha adoptado durante mucho tiempo una política dirigista de planificación estratégica por tecnócratas ilustrados. No obstante, en la década de 1990, el estado estaba en retirada. El lanzamiento del mercado único en 1993 prometió un campo de juego del tamaño de un continente para las empresas europeas, que por fin podrían explotar economías de escala y competir sin trabas por los subsidios y las políticas nacionales.

El retroceso hacia la intervención refleja en parte el deseo de Macron y otros políticos de mostrar a los votantes malhumorados que están haciendo que el capitalismo sea más justo. Pero también refleja el temor de que Europa se está quedando atrás de EEUU y China. Los jefes temen que las empresas europeas sean demasiado insignificantes. Si toma las 500 empresas más importantes de Europa y EEUU, la mediana de Europa es un 52% más pequeña por valor de mercado. Europa no tiene gigantes para competir con Amazon o Alphabet y alberga algunas de las nuevas startups dinámicas del mundo.

  • El plan de China para dominar varias tecnologías estratégicas, como los nuevos materiales y la IA, y su búsqueda de adquisiciones respaldadas por el estado en Europa, parecen ser amenazadores e injustos.
  • Y el primer hábito de la Casa Blanca de decirle a las empresas dónde construir fábricas ha legitimado el tipo de intromisión abierta que se había convertido en un tabú en Occidente.

Sin embargo, la solución de Macron es contraproducente. Alemania y Francia han instado a la fusión de las divisiones ferroviarias de Siemens y Alstom, lo que habría resultado en una empresa con una participación de mercado del 50% en Europa. Pero eso habría elevado el precio de los viajes en tren (la Comisión Europea ha bloqueado sensiblemente el acuerdo). La intervención a menudo también incita a las rivalidades nacionales. Los holandeses compraron Air France-KLM para compensar la influencia francesa.

Puede ser una receta para el amiguismo. ¿El Deutsche Bank, que pagó a 1,098 empleados más de 1 millón de euros al año en 2017, a pesar de las escasas ganancias, realmente merece un tratamiento especial?

Y es poco probable que la intervención logre su objetivo de crear “campeones”. De las cinco empresas más valiosas de Europa, tres (Nestlé, Novartis y Roche) tienen su sede en Suiza, la cual gasta mucho en educación e investigación y desarrollo, pero no participa en la planificación central. Una (Royal Dutch Shell) es transnacional y la otra es una firma francesa de productos de lujo, LVMH, que ha prosperado porque responde a los consumidores de China y no a los planes estratégicos de los burócratas franceses. El único éxito corporativo de Europa con raíces dirigistas, Airbus, se ha disparado desde 2012, cuando se revisó su pacto de participación para reducir la influencia política.

En lugar de seguir una política industrial activista, Europa debería poner a los consumidores en primer lugar. Eso significa imponer la competencia. Los intentos alemanes y franceses de obstaculizar las reglas antimonopolio de la UE son erróneos. Permitir que se formen oligopolios, como lo ha hecho Estados Unidos, crea grandes empresas que cobran en exceso a sus clientes y, tarde o temprano, ejercen más esfuerzo para controlar los mercados que para innovar. En tecnología, Europa debe cumplir con las reglas, como su regulación GDPR (en español, Reglamento General de Protección de Datos), que protege los derechos de los consumidores sobre sus datos y privacidad. Europa también puede seguir profundizando el mercado único. La razón principal por la que algunas industrias, como la banca y las telecomunicaciones, están luchando y fragmentándose es porque aún operan en silos nacionales que impiden a las empresas lograr economías de escala. Y Europa debe ser proporcional a la forma en que controla la inversión extranjera, por ejemplo, de empresas estatales con sede en países autoritarios, en particular China. El objetivo sería bloquear la inversión solo en las industrias más sensibles, como la defensa, controlarla rigurosamente en industrias importantes, como la tecnología, y de lo contrario dar un paso atrás.

Macron tiene razón en que el comercio y los mercados están siendo distorsionados por las acciones de China y, cada vez más, de Estados Unidos. Eso no significa que Europa deba copiar sus errores. Lampadia




Macron relanza Europa

Se aproximan las elecciones al Parlamento Europeo y con ello el fin de una feroz campaña entre dos grandes facciones partidarias. Aquella que ha sostenido firmemente la defensa del proyecto de la UE, compuesta por partidos como de la Unión Demócrata Cristiana en Alemania, presidido por AKK y anteriormente por Angela Merkel, y la República en Marcha en Francia, del que fue líder emblemático, Emmanuel Macron,  y aquella compuesta por partidos euroescépticos de tendencia nacionalista, como el Partido Conservador,  principal impulsor del Brexit en el Reino Unido.

Como escribimos previamente en Lampadia: ¿Fragmentación política en Europa?, este evento es de suma importancia en tanto determinará la dirección futura que tome el bloque europeo, en un contexto mundial de creciente hostilidad y animadversión hacia los “supuestos” males de la globalización y el libre comercio, de los cuales ya nos ocupamos en rebatir en anteriores publicaciones (ver Lampadia: Trampa ideológica, política, y académica, El legado del liberalismo de Margaret Thatcher).

En esta ocasión y a solo pocas semanas de las elecciones parlamentarias, la posta de la defensa de la UE la ha tomado el mismo presidente de Francia, Emmanuel Macron, a través de un discurso elaborado para la revista Project Syndicate y dirigido para todos los habitantes de este continente (ver artículo líneas abajo).

En él, Macron hace un llamado a los ciudadanos europeos a la reflexión, pero sobretodo, a rescatar un proyecto que ha sido vapuleado y criticado en los últimos años por los movimientos nacionalistas –cuyas alternativas de solución, como lo ha demostrado recientemente el Brexit sin un acuerdo de salida, no van más allá de decir no, sin un proyecto determinado- pero que guarda muchos más atributos que los de un simple “mercado común”.

En sus palabras, “[La UE] es un verdadero éxito histórico ya que ha permitido la reconciliación de un continente devastado, plasmada en un proyecto inédito de paz, prosperidad y libertad”.

En efecto, él destaca que gracias al proyecto europeo, los países del viejo continente han podido enfrentar satisfactoriamente las grandes crisis del capitalismo, las estrategias comerciales agresivas por parte de las potencias mundiales e inclusive la 4ta Revolución Industrial que aquejan a los países más atrasados como los emergentes.

Sin embargo, él también enfatiza en la necesidad de ahondar en ciertas políticas públicas que permitan adecuar a la UE en estos tiempos de descontento generalizado, las cuales se pueden caracterizar en torno a tres valores, que él considera fundamentales:

  • Libertad: Garantizar en los años venideros la libertad democrática en todos los países del bloque.
  • Protección: Garantizar, a la luz de la realidad de la diversidad de los países del bloque, la competencia leal y homologación de las condiciones de inmigración y defensa.
  • Progreso: Fortalecer los sistemas de seguridad social y emprender iniciativas contra el cambio climático.

Esperemos que los europeos que acudan a las urnas en las elecciones parlamentarias que acontecerán en el mes de mayo tomen en cuenta todo el progreso generado por la UE desde su fundación, que Macron ha esbozado tan elegantemente en el siguiente discurso. Lampadia

Por un Renacimiento Europeo

Project Syndicate
4 de marzo, 2019
Emmanuel Macron
Presidente de Francia
Glosado por Lampadia

Ciudadanos de Europa: Si me he tomado la libertad de dirigirme a ustedes directamente, no es solo en nombre de la historia y de los valores que nos unen, sino también porque hay urgencia. Dentro de unas semanas, las elecciones europeas serán decisivas para el futuro de nuestro continente.

Nunca antes, desde la Segunda Guerra Mundial, Europa ha sido tan necesaria. Y, sin embargo, nunca ha estado tan en peligro.

El Brexit es ejemplo de todo ello. Ejemplo de la crisis de una Europa que no ha sabido satisfacer las necesidades de protección de los pueblos frente a los grandes cambios del mundo contemporáneo. Ejemplo, también, de la trampa europea. La trampa no es pertenecer a la Unión Europea, sino la mentira y la irresponsabilidad que pueden destruirla. ¿Quién les ha contado a los británicos la verdad sobre su futuro tras el Brexit? ¿Quién les ha hablado de perder el acceso al mercado europeo? ¿Quién ha advertido de los peligros para la paz en Irlanda si se vuelve a la frontera del pasado? El repliegue nacionalista no tiene propuestas; es un «no» sin proyecto. Y esta trampa amenaza a toda Europa: los que explotan la rabia, ayudados por noticias falsas, prometen una cosa y la contraria.

Frente a estas manipulaciones, debemos mantenernos firmes. Orgullosos y lúcidos. Recordemos primero qué es Europa. Es un éxito histórico: la reconciliación de un continente devastado, plasmada en un proyecto inédito de paz, prosperidad y libertad. No lo olvidemos nunca. Hoy día, este proyecto nos sigue protegiendo. ¿Qué país puede actuar solo frente a las estrategias agresivas de las grandes potencias? ¿Quién puede pretender ser soberano, solo, frente a los gigantes digitales? ¿Cómo resistiríamos a las crisis del capitalismo financiero sin el euro, que es una baza para toda la Unión? Europa es también esos miles de proyectos cotidianos que han cambiado la faz de nuestros territorios: una escuela renovada aquí, una carretera asfaltada allá, un acceso rápido a Internet que está llegando al fin… Esta lucha es un compromiso diario, porque Europa, como la paz, no viene dada. En nombre de Francia, abandero esta lucha sin descanso para hacer avanzar a Europa y defender su modelo. Hemos demostrado que lo que nos dijeron que era inalcanzable –como la creación de una defensa europea o la protección de los derechos sociales– finalmente era posible.

Con todo, hay que hacer más y más rápido. Porque hay otra trampa: la del statu quo y la resignación. Frente a las grandes crisis mundiales, los ciudadanos nos dicen a menudo: «¿Dónde está Europa? ¿Qué está haciendo Europa?». Para ellos, se ha convertido en un mercado sin alma. Pero sabemos que no es solo un mercado, que es también un proyecto. El mercado es útil, pero no debe hacernos olvidar lo necesario de las fronteras que nos protegen y de los valores que nos unen. Los nacionalistas se equivocan cuando pretenden defender nuestra identidad apelando a la salida de Europa, porque es la civilización europea la que nos une, nos libera y nos protege. Pero los que no querrían cambiar nada también se equivocan, porque niegan los temores que atraviesan nuestros pueblos, las dudas que socavan nuestras democracias. Estamos en un momento decisivo para nuestro continente. Un momento en el que, colectivamente, debemos reinventar, política y culturalmente, las formas de nuestra civilización en un mundo cambiante. Es el momento para el Renacimiento Europeo. Así pues, resistiendo a las tentaciones del repliegue y la división, quiero proponer que, juntos, construyamos ese Renacimiento en torno a tres aspiraciones: la libertad, la protección y el progreso.

El modelo europeo se basa en la libertad individual y la diversidad de opiniones y de creación. Nuestra libertad primera es la libertad democrática, la de elegir a nuestros gobernantes allí donde, en cada cita electoral, hay potencias extranjeras que intentan influir en nuestros votos. Propongo que se cree una Agencia Europea de Protección de las Democracias que aporte expertos europeos a cada Estado miembro para proteger sus procesos electorales de ciberataques y manipulaciones. En este espíritu de independencia, también debemos prohibir la financiación de partidos políticos europeos por parte de potencias extranjeras. Asimismo, a través de reglas europeas, debemos desterrar de Internet el discurso del odio y la violencia, porque el respeto al individuo es la base de nuestra civilización de la dignidad humana.

Proteger nuestro continente

Fundada en la reconciliación interna, la Unión Europea se ha olvidado de mirar a otras realidades en el mundo. Ahora bien, ninguna comunidad genera un sentimiento de pertenencia si no tiene límites que proteger. La frontera es la libertad en seguridad. En este sentido, debemos revisar el espacio Schengen: todos los que quieran participar en él deberán cumplir una serie de obligaciones de responsabilidad (control riguroso de fronteras) y solidaridad (una misma política de asilo con las mismas reglas de acogida y denegación). Una policía de fronteras común y una Oficina Europea de Asilo, estrictas obligaciones de control y una solidaridad europea a la que contribuyan todos los países bajo la autoridad de un Consejo Europeo de Seguridad Interior. Frente a las migraciones, creo en una Europa que protege a la vez sus valores y sus fronteras.

Estas mismas exigencias deben aplicarse a la defensa. Pese a que en los dos últimos años se han registrado avances significativos, debemos establecer un rumbo claro. Así, un tratado de defensa y seguridad deberá definir nuestras obligaciones ineludibles, en colaboración con la OTAN y nuestros aliados europeos: aumento del gasto militar, activación de la cláusula de defensa mutua y creación de un Consejo de Seguridad Europeo que incluya al Reino Unido para preparar nuestras decisiones colectivas.

Nuestras fronteras también deben garantizar una competencia leal. ¿Qué potencia acepta mantener sus intercambios con aquellos que no respetan ninguna de sus reglas? No podemos someternos sin decir nada. Tenemos que reformar nuestra política de competencia, refundar nuestra política comercial: sancionar o prohibir en Europa aquellas empresas que vulneren nuestros intereses estratégicos y valores fundamentales –como las normas medioambientales, la protección de datos o el pago justo de impuestos– y adoptar una preferencia europea en las industrias estratégicas y en nuestros mercados de contratación pública, al igual que nuestros competidores estadounidenses o chinos.

Recuperar el espíritu de progreso

Europa no es una potencia de segunda clase. Toda Europa está a la vanguardia: siempre ha sabido definir las normas del progreso y en esta línea debe ofrecer un proyecto de convergencia, más que de competencia. Europa, que creó la seguridad social, debe establecer para cada trabajador, de este a oeste y de norte a sur, un escudo social que le garantice la misma remuneración en el mismo lugar de trabajo, y un salario mínimo europeo adaptado a cada país y revisado anualmente de forma colectiva.

Retomar el hilo del progreso es también liderar la lucha contra el cambio climático. ¿Podremos mirar a nuestros hijos a los ojos si no logramos reducir nuestra deuda con el clima? La Unión Europea debe fijar sus ambiciones –cero carbono en 2050, reducción a la mitad de los pesticidas en 2025– y adaptar sus políticas a esta exigencia: Banco Europeo del Clima para financiar la transición ecológica, dispositivo sanitario europeo para reforzar el control de nuestros alimentos, y, frente a la amenaza de los lobbiesevaluación científica independiente de sustancias peligrosas para el medio ambiente y la salud, etc. Este imperativo debe guiar todas nuestras acciones. Del Banco Central Europeo a la Comisión Europea, pasando por el presupuesto europeo o el Plan de Inversiones para Europa, todas nuestras instituciones deben tener al clima como prioridad.

Progreso y libertad es poder vivir del trabajo y, para crear empleo, Europa debe ser previsora. Para ello, no solo debe regular a los gigantes del sector digital, creando una supervisión europea de grandes plataformas (sanciones aceleradas para las infracciones de las normas de la competencia, transparencia de algoritmos, etc.), sino también financiar la innovación asignando al nuevo Consejo Europeo de Innovación un presupuesto comparable al de Estados Unidos para liderar las nuevas rupturas tecnológicas como la inteligencia artificial.

Una Europa que se proyecta hacia el resto del mundo debe mirar a África, con quien debemos sellar un pacto de futuro, asumiendo un destino común y apoyando su desarrollo de forma ambiciosa y no defensiva con inversión, colaboración universitaria, educación y formación de las niñas, etc.

Libertad, protección, progreso. Sobre estos pilares debemos construir el Renacimiento Europeo.

  • No podemos dejar que los nacionalistas sin propuestas exploten la rabia de los pueblos.
  • No podemos ser los sonámbulos de una Europa lánguida.
  • No podemos estancarnos en la rutina y el encantamiento.

El humanismo europeo exige acción y por todas partes los ciudadanos están pidiendo participar en el cambio. Así pues, antes de finales de año, organicemos una Conferencia para Europa, junto a los representantes de las instituciones europeas y los Estados, con el fin de proponer todos los cambios necesarios para nuestro proyecto político, sin tabúes, ni siquiera revisar los tratados. Dicha conferencia deberá incluir a paneles de ciudadanos y dar voz a universitarios, interlocutores sociales y representantes religiosos y espirituales. En ella se definirá una hoja de ruta para la Unión Europea que traduzca estas grandes prioridades en acciones concretas. Tendremos discrepancias, pero ¿qué es mejor, una Europa estancada o una Europa que avanza a veces a ritmos diferentes, manteniéndose abierta al exterior?

En esta Europa, los pueblos habrán recuperado realmente el control de su destino. En esta Europa, estoy seguro de que el Reino Unido encontrará su lugar.

Ciudadanos de Europa: el impasse del Brexit nos sirve de lección a todos. Salgamos de esta trampa y démosle un sentido a las próximas elecciones y a nuestro proyecto. Ustedes deciden si Europa y los valores de progreso que representa deben ser algo más que un paréntesis en la historia. Esta es la propuesta que les hago para trazar juntos el camino del Renacimiento Europeo. Lampadia




Se avecina un nuevo líder político en la UE

Tras haberse desempeñado como secretaria general del Partido Unión Democrática Cristiana (CDU, en adelante) de Alemania desde marzo de este año, Annegret Kramp-Karrenbauer (más conocida como AKK) fue elegida como nueva líder del partido el pasado 7 de diciembre, luego de la renuncia de la poderosa Angela Merkel, que mantiene el cargo de Canciller.

Este hecho termina de confirmar los rumores que venían difundiendo los medios internacionales desde inicios de año, acerca de una posible salida de Angela Merkel del partido conservador alemán, después de haber gobernado el país por 13 años y haber liderado el partido por casi 18 años.

Al respecto, ¿Qué implicancias tiene el ascenso de AKK como líder del partido CDU para Europa y para el mundo emergente, a la luz de la imagen proyectada por su trayectoria política?

En primer lugar, la preocupación de los mercados financieros internacionales estaba centrada en el rumbo que tomaría Europa tras la salida de Merkel, una líder gubernamental  que ganó mucha experiencia encarando crisis importantes como aquella relacionada a la deuda soberana de la zona euro y la de los refugiados en el 2015-2016.

Al respecto, tal como indica un reciente artículo de The Economist,  “Las dos mujeres [Merkel y AKK] de hecho comparten un estilo discreto y un instinto para crear consenso”. Sin embargo, como indica esta revista británica, hay ciertos contrastes de Merkel con la posición política de AKK en lo relacionado al manejo económico y la política internacional, que vale la pena mencionar.

Así, AKK, a diferencia de Merkel, respalda los salarios mínimos y no comparte una visión de la reducción de impuestos. Además, tiene una posición más dura en lo concerniente a la inmigración y la seguridad externa, sin caer en el fundamentalismo que caracteriza a muchos de los partidos europeos de extrema derecha hoy en día.

Pero más importante aún es lo que el ascenso de AKK al liderazgo del CDU significa para Europa en el ámbito geopolítico. Como señalamos previamente en Lampadia: ¿Fragmentación política en Europa?, actualmente la Unión Europea se encuentra en un proceso de fragmentación a nivel de partidos políticos, puesto que está experimentando el paso de un sistema bipartidista tradicional, hacia uno en donde habrá una mayor presencia de partidos de extrema derecha e izquierda y de centro.

En este contexto, AKK, al igual que Macron, se presenta como una opción centrista que, como señalamos en Lampadia: Renovación de los liderazgos políticos europeos, podría convertirse en una garantía de continuidad del merkelismo en Alemania y del proyecto europeo en el continente, el cual ha sido fundamental para defender la globalización, la inmigración y el libre comercio, ejes centrales para el desarrollo del mundo emergente.

Consideramos, al igual que The Economist, que la política de AKK debe estar fundamentada en la profundización de los lazos de Alemania en las redes políticas europeas más allá de Francia, y reunir los rudimentos de una verdadera política exterior.

Reafirmamos nuestra posición de que la soberanía en Europa solo puede ejercerse efectivamente a nivel del conjunto, que es con la UE. Lampadia

Compartimos el artículo de The Economist que desarrolla los desafíos que enfrentará AKK, a la luz de la problemática actual del continente europeo.

Comienza la era AKK
Annegret Kramp-Karrenbauer asume el liderazgo de la CDU

Angela Merkel se prepara para dar paso a su sucesor escogido a mano

The Economist
13 de diciembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

“Los nacimientos más difíciles producen a los niños más hermosos”, dijo Annegret Kramp-Karrenbauer en 2011, luego de que un complicado proceso parlamentario la hubiera llevado al puesto más importante en Sarre, un pequeño estado en el suroeste de Alemania. Si es así, AKK, como es conocida universalmente, está en una posición cómoda. El 7 de diciembre, en un congreso del partido en Hamburgo, fue elegida líder de la Unión Demócrata Cristiana de centro-derecha de Alemania (CDU) por el más estrecho de los márgenes. Algunos partidarios de su rival, Friedrich Merz, un ex líder parlamentario de la CDU cuya campaña de la guerrilla había electrificado a la vieja guardia conservadora del partido, prometieron renunciar al partido con disgusto. Fue todo el camino para un partido gentil que no estaba acostumbrado a los giros y vueltas de la democracia interna.

Kramp-Karrenbauer se convierte en la cuarta persona en liderar el CDU en 45 años. Por ahora, ella cohabitará con su aliada, Angela Merkel, que ha tomado la inusual decisión de ceder el liderazgo del partido mientras sigue siendo canciller, quizás hasta que termine su mandato en 2021. En febrero, Merkel removió a Kramp-Karrenbauer de Sarre para nombrarla secretaria general de la CDU, una clara señal de que un sucesor estaba siendo preparado. Sobre el tiempo, murmuraron algunos; Merkel ha dirigido el país desde 2005 y el partido durante cinco años más.

El primer desafío de Kramp-Karrenbauer ha sido refutar la acusación de que ella es simplemente una clon del canciller. Las dos mujeres de hecho comparten un estilo discreto y un instinto para crear consenso. Los miembros de CDU que querían un retorno a un conservadurismo más veloz tienen derecho a sentirse derrotados.

Pero la comparación puede ser exagerada, ya que Kramp-Karrenbauer tiene una perspectiva política distintiva. Su filosofía de “mercado social” está determinada por sus experiencias en un estado devastado por la desindustrialización: ella respalda los salarios mínimos y no comparte el celo de reducción de impuestos de algunos miembros del CDU. Ella tiene una visión católica de temas como el matrimonio gay y la edición de genes, e instintos más duros que su mentora sobre inmigración y seguridad. Tampoco las dos siempre se han puesto de acuerdo, señala Kristina Dunz, coautora de “I Can, I Want and I Will”, una biografía de AKK. En el 2012, Merkel estaba furiosa cuando Kramp-Karrenbauer terminó abruptamente su acuerdo de coalición en Sarre. “Me sorprendería mucho si alguien la llamara ‘mini-Merkel’ en un año”, dice Jo Leinen que ha conocido a Kramp-Karrenbauer durante décadas.

Otra diferencia importante, dice un aliado, es que Kramp-Karrenbauer enfrenta los problemas difíciles directamente, mientras que Merkel vacila hasta que su mano es forzada.

Kramp-Karrenbauer teme que las disputas sobre la decisión de la canciller de abrir las fronteras de Alemania a los refugiados en 2015-2016, que ella respaldó, puedan envenenar al partido por una generación. En el nuevo año, organizará una reunión de políticos locales y estatales de la CDU para hacer un balance de lo que funcionó y lo que no durante la crisis.

Sus partidarios esperan que tales movimientos ayuden a su objetivo de restaurar las fortunas de la bandera de la CDU. En 2017, Kramp-Karrenbauer se dirigió a la reelección en Sarre con más del 40% de los votos, una cifra que ha cobrado importancia totémica en un partido que últimamente se mantiene en torno al 30% en un panorama político fracturado. Una mujer CDU en su totalidad: se unió a los 19 años, y se abrió camino a través de interminables comités y cargos ministeriales, es una gran instintiva que buscará votos a la izquierda y a la derecha. En Hamburgo, llamó a la CDU el “último unicornio” en Europa, contrastándolo con los partidos moribundos de todo el mundo. Las encuestas sugieren que ella tiene un gran atractivo. Una toma justo después de su victoria grabó un golpe en el soporte de la CDU.

Dos pruebas quedan por delante. El primero está en la urna. Si a la CDU le va bien en las elecciones europeas y estatales en el 2019, Kramp-Karrenbauer estará preparada para convertirse en candidata a tomar la posta de Merkel, quien renunciará a más tardar en las próximas elecciones generales.

Sin embargo, la CDU puede no ser dueña de su destino. El flagrante Partido Socialdemócrata (SPD), su socio menor de la coalición, esperaba que la victoria de Merz le permitiera volver a ocupar el centro de la política alemana. La SPD ahora enfrenta preguntas difíciles. Si abandona la coalición el próximo año, Kramp-Karrenbauer podría enfrentar una elección general antes de lo que ella esperaba. Mientras tanto, la SPD le dará dolores de cabeza, comenzando con disputas por una prohibición de la publicidad del aborto, que ha tratado de eliminar, y el impuesto personal de “solidaridad” para el este de Alemania, que desea mantener.

De cualquier manera, Kramp-Karrenbauer debe comenzar a elaborar políticas distintivas sobre asuntos que el próximo gobierno no puede evitar, como impuestos, pensiones, energía y defensa. Ella necesita profundizar sus lazos en las redes políticas europeas más allá de Francia, y reunir los rudimentos de una política exterior. Y luego está el escuadrón incómodo del CDU que tiene que tratar. En Hamburgo, la Kramp-Karrenbauer extendió una rama de olivo al ofrecer el puesto de secretaria general de la CDE (el trabajo que acababa de abandonar) a Paul Ziemiak, jefe de su ala conservadora de jóvenes.

Sin embargo, los temores de una ruptura pueden ser exagerados. Más que cualquier otro partido, la CDU, que ha mantenido la cancillería durante 50 de los últimos 70 años, tiende a unirse detrás de sus líderes, especialmente si son ganadores de votos probados. Fue esa percepción lo que significó que una mujer sin pretensiones que asumió el liderazgo del partido en 2000, en medio del mayor escepticismo, ahora está ejecutando una estrategia de salida totalmente de su propio diseño. Lampadia




El debate sobre el acuerdo de salida del Brexit continúa

A medida que se avanza en las negociaciones del Brexit, se está produciendo un nuevo enfrentamiento político entre los líderes que negocian el acuerdo para que Gran Bretaña abandone la Unión Europea. Entonces, ¿qué está pasando con el Brexit, exactamente?

El lunes 10 de diciembre, la primera ministra Theresa May anunció que el llamado “voto significativo” sobre cómo abandonar la UE se posponía, en un movimiento que dejó a muchos sorprendidos. Aunque la votación iba a ocurrir en el Parlamento el martes, la BBC afirma que un día antes (el lunes 10), May la rechazó por miedo de que no obtuviera los votos necesarios para aprobarla. Según Reuters, May ahora está buscando obtener una votación antes del 21 de enero del próximo año.

El referéndum inicial para una salida británica (Brexit) de la UE fue aprobado por los votantes del Reino Unido en junio de 2016, lo que resultó en la decisión de que el Reino Unido deje la asociación económica y geopolítica de décadas a cerca de 30 países europeos, que permitía un comercio más libre y la movilidad entre sus miembros. Según las normas sindicales, el Reino Unido tiene hasta el 29 de marzo de 2019 para hacer su salida. Esto lo hemos venido explicando en Lampadia: Entendamos los factores que impulsan el Brexit

Pero está siendo muy difícil que todas las partes lleguen a un acuerdo para la salida del Reino Unido de la UE y la fecha límite para las negociaciones se está acercando rápidamente. Si no se llega a un acuerdo, el Reino Unido esencialmente hará una salida “dura” que alterará la dinámica social y económica de la relación con el resto de la UE de la noche a la mañana.

La votación que el Parlamento debía llevar acabo el martes habría sido para aprobar el acuerdo de salida. Para entender esto, cabe recordad que, a finales de noviembre, la UE y el Reino Unido acordaron un borrador con dos partes sobre cómo sería la salida del Reino Unido de la UE:

  • La primera parte: Afirma que el proceso de salida comenzaría con un período de transición que podría durar hasta el 2022. En ese momento, el Reino Unido pagaría un estimado de £ 39 mil millones a la UE por sus contribuciones obligatorias. En segundo lugar, la residencia y la ciudadanía para los ciudadanos de la UE y el Reino Unido no se verían afectadas por el cambio y cualquier persona que haya cambiado de residencia durante la transición podría quedarse después de que concluya ese período.
  • La segunda parte: Establece un marco para la dinámica general que el Reino Unido y la UE desean mantener después de la salida, y señala cómo es que las entidades independientes reanudarán las operaciones de comercio y seguridad, entre otras cosas.

Uno de los puntos clave en el acuerdo es cómo lidiar con la frontera en Irlanda y evitar una “frontera dura” entre Irlanda del Norte (parte del reino Unido) y la República de Irlanda, que seguirá siendo miembro de la UE.

Incluso con un voto diferido, no es seguro que este acuerdo actual tenga la aprobación de los legisladores británicos. Los miembros del Parlamento no están sorprendidos con el anuncio de un retraso en la votación. Ese mismo día, un miembro del Parlamento retiró el ‘mazo’, un adorno metálico que simbóliza los deberes reales de la legislatura, para hacer una demostración de protesta en contra de May. El gesto, que cuestionó simbólicamente la autoridad de la cámara y sirvió como una prueba de la crítica realidad en el que se encuentra el país, solo ha aumentado la tensión del acuerdo Brexit. Como afirma Foreign Affairs, “El posible conflicto de soberanías, la cuestión de la gente frente al Parlamento, se dejó de lado en 2016. Ahora ha reventando. Al mismo tiempo, los partidos políticos que normalmente mantienen a los parlamentarios en línea están totalmente divididos sobre lo que debería venir a continuación.”

Entonces, ¿qué deben hacer? The Economist, una revista que ha demostrado múltiples veces estar en contra del Brexit, están a favor de un segundo referéndum, afirmando que “si los británicos están decididos a seguir adelante, ese es su derecho. Pero ahora que saben lo que realmente significa Brexit, merecen la oportunidad de decidir si todavía lo quieren.” Sin embargo, son conscientes de los problemas que esto podría traer, “Un segundo referéndum causaría un resentimiento duradero y alimentaría a los partidos populistas que venden la teoría de la puñalada en la espalda. Sin embargo, descartarlo sobre esta base, ignora cómo cualquier trato que busque un Brexit blando también sería denunciado como una traición.”

Foreign Affairs, por su lado, propone que “La Cámara de los Comunes probablemente podría estar de acuerdo con un Brexit más suave que el acuerdo de May, y probablemente incluyendo una membresía a largo plazo del mercado único de servicios y bienes. Este punto final, actualmente conocido como “Norway Plus”, podría ser el destino final de Gran Bretaña.”

Ver líneas abajo más detalle sobre la situación actual del Reino Unido y el impacto (positivo y negativo) de hacer un segundo referéndum:

El caso para un segundo referéndum
La mejor salida del lío del Brexit

El Parlamento no puede ponerse de acuerdo sobre qué tipo de Brexit quiere la gente. En lugar de adivinar, deberían preguntarles.

The Economist
8 de diciembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Tardó un año y medio en llegar a un acuerdo con la Unión Europea. Ahora parece que el propio Parlamento británico tardará menos de un mes en deshacerse de él. Es muy posible que pierda, por un amplio margen, el inminente voto sobre si aprobar el acuerdo Brexit del primer ministro.

La lucha del gobierno para lograr el acuerdo a través del Parlamento expone una grieta que Brexit ha creado en el corazón de la democracia británica. La mayoría de los miembros del parlamento creen, con razón, que el compromiso imperfecto de Theresa May es peor que el statu quo. Como representantes electos del pueblo, tienen todo el derecho de bloquearlo. Por otro lado, el referéndum de 2016 les dio una clara instrucción de irse. Aunque ese voto no tiene peso legal, ha adquirido una fuerza moral. La parálisis de hoy es el resultado de la incapacidad de Gran Bretaña para reconciliar su tradición de democracia representativa con sus experimentos más recientes.

Muchos argumentan que los miembros del parlamento (MPs, por sus siglas en inglés) deben cerrar los ojos y votar por lo que creen que es un plan perjudicial, por respeto al referéndum. Están equivocados. Su argumento se basa en una suposición errónea: que la mayoría que estuvo a favor del Brexit en 2016 significa que cualquier acuerdo resultante refleja la voluntad de la gente. No está nada claro que el plan de May lo haga. Rompe muchas de sus propias líneas rojas de negociación, sin importar las promesas hechas por los activistas en el período previo a la votación. El gobierno ha renunciado en gran parte a argumentar que su acuerdo será bueno para el país, en lugar de insistir en que es lo que exige la democracia. Sin embargo, nadie puede pretender intuir lo que la gente quiere. La única forma de saber es preguntándoles.

El trato de May no es el compromiso que buscan los partidarios del Brexit y los que están en contra. La idea de que un Brexiteer podría simplemente tomar un tren a Bruselas y negociar uno mejor es fatua. El primer ministro ha hecho de su prioridad el poner fin a la libre circulación de personas, una mala idea en nuestra opinión, pero difícilmente impopular. Eso implica dejar el mercado único, una gran pérdida. Pero, de lo contrario, ha mantenido una relación económica lo más estrecha posible con la UE, en parte para evitar la introducción de nuevos controles fronterizos en Irlanda del Norte.

No obstante, está claro que el acuerdo de May es en casi todos los aspectos peor que el que Gran Bretaña ya ha construido, lo que le da los beneficios de estar en la UE, al tiempo que le permite optar por la moneda única y mantener su propio pasaporte. cheques y recibir un reembolso de gran presupuesto. Las nuevas barreras al comercio separarán su dinámica industria de servicios de su mercado más grande y podrían dañar las cadenas de suministro manufactureras de Gran Bretaña. Según el acuerdo irlandés, Gran Bretaña tendrá que seguir las reglas de la UE hasta nuevo aviso. Las consecuencias podrían llevar a un mayor daño constitucional y territorial, incluida la ruptura de la unión con Irlanda del Norte y Escocia.

May ha pasado la quincena pasada en una campaña de referéndum virtual, tratando de persuadir al público de los méritos del acuerdo y, a su vez, persuadir a los MPs de que el acuerdo cuenta con el respaldo del público.

Neverendum

El camino hacia un segundo referéndum es traicionero. El Parlamento luchará para ponerse de acuerdo sobre su forma. La fuerte derrota de May podría llevar a una elección general, en la que todos los partidos propondrían planes Brexit que suenan muy bien, pero que son imposibles, lo que se sumaría a la confusión. El rechazo del acuerdo de May aumentaría el riesgo de que se salga sin ningún acuerdo, un desastre para Gran Bretaña y malas noticias para sus vecinos. Afortunadamente, un Brexit accidental y sin trato se volvió menos probable esta semana, porque los MPs, la mayoría de los cuales lo ven como una catástrofe, ahora tendrán una mayor opinión.

Incluso si se superaran esos obstáculos, seguiría siendo la objeción más poderosa a un segundo referéndum: que engañaría a los que votaron en el primero. La UE tiene una tradición innoble de hacer que la gente vote nuevamente cuando eligen la respuesta “incorrecta”. Si la votación para irse fuera una rebelión contra el establishment, un segundo referéndum sería visto como una contrarrevolución.

El riesgo es real. Un segundo referéndum causaría un resentimiento duradero y alimentaría a los partidos populistas que venden la teoría de la puñalada en la espalda. Sin embargo, descartarlo sobre esta base, ignora cómo cualquier trato que busque un Brexit blando también sería denunciado como una traición. Los partidarios de la línea dura describen el plan de May como “vasallaje”, una “humillación nacional” y un “engaño” de aquellos que votaron para irse. Del mismo modo, la creencia de que aprobar el acuerdo hará que todo el episodio de la división termine y se haga caso omiso del hecho de que, después del día del Brexit, Gran Bretaña enfrenta tal vez una década de negociaciones comerciales con la UE, lo que implica una mayor parte de las dolorosas concesiones entre la prosperidad y control del cual el público se ha cansado tanto. Mientras tanto, el país se quedará más atrás con respecto a su potencial. Es cierto que un segundo referéndum causaría una ira duradera y socavaría la fe en la política. Pero también lo haría presionar a través de un acuerdo en nombre de la gente que no estaba convencida.

El Brexit es a menudo comparado con un divorcio. De hecho, los dos años transcurridos desde el referéndum han sido más como un compromiso rocoso. Los votantes se dejaron llevar por las promesas de la campaña del Brexit, solo para descubrir que la relación futura no iba a ser como lo habían imaginado. Cancelarlo sería mortificante. Sin embargo, hacerlo podría ser un error grave y permanente. Si los británicos están decididos a seguir adelante, ese es su derecho. Pero ahora que saben lo que realmente significa Brexit, merecen la oportunidad de decidir si todavía lo quieren. Lampadia