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Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Una vez culminada la Cumbre de la OTAN la semana pasada en Londres, creemos necesario hacer una breve reflexión a la luz de un reciente artículo escrito por The Economist que compartimos líneas abajo que, entre otras cosas, incide en las crecientes tensiones políticas entre los más importantes países que integran la mencionada alianza militar y también las futuras amenazas que enfrentaría su cohesión con los denominados “nuevos alborotadores”.

Con respecto a las tensiones políticas, como era de esperarse se hicieron evidentes en las ponencias la incomodidad de varios miembros del bloque, pero en particular de EEUU, con las recientes declaraciones que hizo Macron respecto a los acercamientos que debiera tener la UE con Rusia y China, como parte de su plan para renovar al viejo continente frente a un escenario de desglobalización persistente (ver Lampadia: La visión de Macron). Como reflexionamos en una anterior oportunidad, creemos que esta nueva visión es necesaria dado el distanciamiento que ha acometido EEUU con la UE en los últimos años con el ascenso de Trump, pero también por otras complejas problemáticas que actualmente mecen al mundo occidental como el cambio climático, la seguridad de datos y la misma seguridad nacional — aún cuando la OTAN ya representa un esfuerzo importante al respecto — que obligan al bloque europeo a tener mayor independencia en estos temas. Por otra parte, la OTAN tiene que dar cuenta que el contexto actual de embates geopolíticos permanentes entre países obliga a la UE a ser más abierta en su relacionamiento estratégico para, por ejemplo, que sus mercados puedan ser más visibles en regiones del mundo que han estado más alejadas por tradición. Ello, además, no implica que la UE se separará de la OTAN,  siendo un ajuste más de política exterior más no de política militar.

Con respecto a lo que The Economist denomina como los “nuevos alborotadores” que ya se estarían cocinando al interior de la OTAN, no podemos estar más de acuerdo de que podrían desestabilizar dicha alianza en el plazo inmediato. Sin duda el posible ascenso al poder del líder socialista del Partido Laborista Jeremy Corbyn en las próximas elecciones al parlamento británico, y la compra de armas a Rusia por parte del régimen autoritario del presidente de Turquía, Erdogan, podrían generar tal trifulca al interior de la alianza al punto que se podría reconsiderar la continuación de la membresía de dichos países. Esperemos que no se llegue a dicho extremo en tanto las sanciones y advertencias que se hagan ante el incumplimiento de los artículos de los Tratados de OTAN sean suficientes para que no se cometan acciones que puedan perturbar a la alianza.

Por lo demás consideramos que la OTAN debe permanecer por considerarse la alianza militar más grande y más exitosa en la historia contemporánea– ya cumplió 70 años – y porque en un contexto de creciente gasto militar (ver Lampadia: El gasto militar global en niveles récord históricos) se hace imperativo preservarla para evitar cualquier conflicto bélico que pueda surgir en el futuro, que esperamos no sea el caso. Lampadia

Cumbre de la OTAN
Surgen nuevos alborotadores

A medida que EEUU retrocede, los miembros de la alianza más exitosa de la historia están discutiendo

The Economist
7 de diciembre, 2019
Traducido y comentado por Lampadia

Se ha hablado tanto de “crisis” en torno al 70 aniversario del nacimiento de la OTAN que ha sido fácil olvidar que hay razones para celebrar. La alianza no solo ha demostrado ser extraordinariamente duradera según los estándares históricos, sino que desde 2014 ha respondido adecuadamente a la agresión de Rusia en Ucrania, volviendo a centrarse en su misión central de defensa colectiva. Ha desplegado grupos de batalla multinacionales en los tres estados bálticos y Polonia y se ha comprometido a mejorar la preparación. Impulsado por las críticas del presidente Donald Trump, sus miembros han aumentado sus gastos en defensa. Aunque muchos países, especialmente Alemania, aún no cumplen sus promesas, la OTAN ahora estima que entre 2016 y 2020 sus miembros europeos y Canadá pagarán US$ 130 mil millones adicionales.

Este nuevo dinero ayuda a explicar un desarrollo positivo en la reunión de líderes de la OTAN en Gran Bretaña esta semana. Sin embargo, Trump, anteriormente el disruptor en jefe, solía llamar a la organización “obsoleta” y causó consternación en una cumbre en Bruselas en 2018 al amenazar con retirarse si los europeos no asumían una parte de la carga más justa, brevemente: conviértase en un defensor. Esta semana, en Londres, criticó las críticas del presidente Emmanuel Macron a la alianza como “desagradables” e “irrespetuosas”. No dio señales de bloquear palabras severas sobre Rusia o la reiteración del Artículo Cinco del tratado de la OTAN, la piedra angular de la alianza. El compromiso de EEUU estará en exhibición el próximo año, cuando unos 20,000 de sus soldados practiquen el refuerzo de Europa en un ejercicio llamado Defender 2020.

La mala noticia es que han surgido otros disruptores. El visceralmente anti-OTAN Jeremy Corbyn podría posiblemente convertirse en primer ministro de uno de sus principales miembros después de las elecciones generales británicas de la próxima semana. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, causó consternación al comprar un sistema antiaéreo ruso, obstruyendo las decisiones de la OTAN sobre Europa del Este e invadiendo el norte de Siria sin tener en cuenta los intereses de sus aliados. Respondió con insultos personales a una sugerencia de Macron de que, dadas las acciones de Turquía en Siria, es posible que no pueda contar con la defensa mutua consagrada en el Artículo Cinco.

El alborotador más sorprendente, y la razón por la cual las relaciones se han vuelto feas, es el propio Macron. En una entrevista reciente con The Economist, dijo que la OTAN estaba experimentando “muerte cerebral”. Defiende una defensa europea más fuerte, que Europa necesita, y el 4 de diciembre insistió en que esto “no sería una alternativa a la OTAN sino uno de sus pilares”. Pero existe una sospecha persistente de sus intenciones entre otros aliados. Esto se debe en parte a su entusiasmo por un “diálogo estratégico” con Rusia. Ha enfatizado la amenaza del terrorismo sobre la tarea de defenderse de la agresión de Vladimir Putin. Macron está teniendo una visión a largo plazo y está tratando de estimular nuevas ideas, pero la mayoría de sus aliados, comprensiblemente, escuchan sus palabras como una amenaza para el progreso de los últimos cinco años. Las acciones de Rusia, no solo en Ucrania sino también en el territorio de la OTAN (incluso enviando asesinos a Salisbury en Gran Bretaña y, posiblemente, al Tiergarten de Berlín), requieren una respuesta firme. Cualquier deseo de concesiones será visto en Moscú como debilidad.

En Gran Bretaña, la OTAN empapelaba las grietas. La declaración de la cumbre afirmó el compromiso de sus miembros con el Artículo Cinco y proclamó que “las acciones agresivas de Rusia constituyen una amenaza para la seguridad euroatlántica”. Eso es bienvenido, pero la alianza necesita encontrar una nueva coherencia estratégica. Incluso si Trump sigue a favor, el enfoque de EEUU está cambiando ineludiblemente a su rivalidad con China en Asia y más allá. Los ejercicios y la creciente preparación consolidarán la alianza a nivel militar, y esto perdurará mientras los políticos van y vienen. El trabajo en áreas nuevas como el espacio y la guerra cibernética también ayudará. Eventualmente, un diálogo estratégico con Rusia podría tener sentido. Pero para prosperar, la OTAN también necesita un propósito común mayor. Una vez que el ímpetu vino de EEUU. Macron tenía razón al señalar que en el futuro Europa tendrá que desempeñar un papel más importante. Lampadia




Incendios amazónicos y responsabilidad internacional

Embajador ® J. Eduardo Ponce Vivanco
Para Lampadia

Los incendios en la Amazonía afectan vastas zonas de selva en las sequías de verano. Los que asolan el Brasil ahora son de magnitud comparable a los ocurridos en 2016 que, sin embargo, no suscitaron una alarma internacional  tan notoria.  El primer pronunciamiento del G-7  sucedió a la declaración del Presidente del Consejo Europeo sobre el acuerdo de libre comercio UE-MERCOSUR:  “resulta difícil imaginar el proceso armonioso de ratificación por los países europeos, mientras el Gobierno brasileño permite la destrucción de los pulmones verdes de la Tierra”. En calles y plazas resuenan indignadas protestas ciudadanas por la aceleración del cambio climático. Pero  ¿a qué se debe que la reacción actual sea mucho mayor que la de 2016?

A Trump y Bolsonaro, sin duda.  El primero cumplió sus ofertas electorales de terminar “la guerra contra el carbón” y denunciar el Acuerdo de París.  Y aunque Bolsonaro renunció a su promesa de retirar al Brasil del mismo acuerdo, sí cumplió con una frase lamentable que repitió en su campaña, anunciando que no protegería “ni un milímetro” de tierra que pudiera explotarse en la Amazonía. Al populista norteamericano le divierte provocar y ser criticado. Pero Bolsonaro ha comenzado a pagar facturas por imitar a su mentor de la Casa Blanca, justo cuando Europa bate records de calor y las presiones de Trump para comprar Groenlandia se suman al deterritimiento del hielo en el  Artico.  

La modesta rebaja del interés de la FED, la caída de Wall Street y la guerra comercial con China agudizan los presagios de recesión global. El impacto es duro en la economía brasileña, pero no tanto como el desprestigio diplomático de Itamaraty  por haber dado a Macron el mejor pretexto para soliviantar a los europeos contra el TLC con MERCOSUR que aterroriza a la agricultura francesa por la competitividad de las exportaciones mercosureñas, que amenazan con liquidar un sector fuertemente subsidiado en Europa. Más aún, la política amazónica de Bolsonaro afecta las expectativas de sus socios argentinos, uruguayos y paraguayos en el acuerdo con Europa.

Paradójicamente, la idea de organizar un sistema de cooperación entre los países sudamericanos de la inmensa cuenca hidrográfica que ayuda a respirar al mundo provino de los mentores ideológicos del controversial mandatario brasileño.  Cuando el General Morales Bermudez gobernaba el Perú y el General Ernesto Geisel presidía Brasil,  Itmaraty lanzó la iniciativa que culminó con la firma del Tratado de Cooperación Amazónica suscrito en julio de 1978, después de una ardua negociación que me tocó coordinar con el Embajador Hubert Wieland (logramos evitar que Ecuador avanzara su aspiración de  conquistar una cabecera en la ribera peruana del Amazonas).  El TCA – cuya Secretaría (OTCA) tiene sede en Brasilia –  reafirma la soberanía sobre los territorios amazónicos de las Partes y proclama “el necesario equilibrio entre el crecimiento económico y la preservación del medio ambiente”. Era urgente entonces que los Cancilleres se reunieran para cooperar frente a los incendios que podrían transponer  fronteras en la Amazonía (Perú limita con con los Estados de Acre y Amazonas, lo que podría afectar a Madre de Dios, Ucayali y Loreto).

Lamentablemente, esa posibilidad se frustró por una cínica operación de propaganda montada por Maduro y Evo Morales para denunciar a Bolsonaro y, después,  convocar el encuentro ministerial que ellos mismos habían petardeado*. Una infamia más del populismo bolivariano-boliviano con el apoyo de Cuba y Rusia (evidenciado en el diario comunista Granma y la potente TV rusa RT, imitación moscovita de la CNN).

Es deplorable que la ideología perturbadora de esos regímenes antidemocráticos haya bloquedado el funcionamiento armónico del organismo sudamericano de cooperación amazónica, pero no debe ser un obstáculo para que nuestra Cancillería coordine acciones eficaces con Colombia, Ecuador y Brasil. No solo se trata de proteger nuestra propia región amazónica sino de asumir la responsabilidad que nos corresponde frente a una comunidad internacional angustiada por la preservación de un  ecosistema vital para el planeta. Gracias al oportuno pedido de Bogotá, el G-7 acaba de ofrecer ayuda para sofocar los incendios amazónicos.

COOP 20, la reunión preparatoria más importante del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, se celebró en Lima (2014) bajo la presidencia y responsabilidad de Torre Tagle. El prestigio diplomático cosechado entonces debería servir para gestionar la cooperación de Estados y organizaciones internacionales no solo para luchar contra eventuales incendios en nuestra Amazonía sino para monitorear el control ambiental en proyectos mineros como Tía María y La Tapada, que son cruciales para el desarrollo nacional. Lampadia 

*http://mppre.gob.ve/comunicado/venezuela-ofrece-ayuda-para-el-amazonas/
http://mppre.gob.ve/comunicado/gobierno-bolivariano-paises-miembros-grupo-lima/




¿Cadenas de suministro globales dañadas?

¿Cadenas de suministro globales dañadas?

La guerra comercial entre EEUU y China se agrava día a día. Trump ha vuelto a subir aranceles y China restringirá la importación de granos. Veamos como ya se han debilitado las cadenas globales de suministro.

Como hemos escrito extensamente en anteriores oportunidades (ver Lampadia: La globalización va a paso lento, Continúan los ataques a la globalización, Trampa ideológica, política y académica) el proceso de globalización, que tanto progreso y desarrollo generó en un sinfín de países tanto en Occidente como en el mundo emergente, ha perdido vigor en los últimos años, a propósito de la reciente guerra comercial y tecnológica EEUU – China y los persistentes ataques de la comunidad científica en las universidades que, bajo el hado académico, tratan de desbaratarla a cualquier costo.

Es en el campo del comercio internacional y particularmente en el de las cadenas de suministro globales, en donde se puede visualizar con mayor facilidad este frenazo de la globalización. Múltiples industrias manufactureras y tecnológicas desde el Asia hasta Norteamérica, que antes se encontraban armoniosamente conectadas, gracias a la libre movilidad de información, bajos costos de transporte, de mano de obra y de importación, ahora se han visto interrumpidas por los embates de altísimos y perniciosos aranceles, así como de restricciones al intercambio de mercancías y de datos respecto a su producción. Ello, en un contexto de 4ta Revolución Industrial (4IR) y de la pronta llegada del 5G (ver Lampadia: ¿Cómo afectará el 5G a nuestras vidas?, Las oportunidades y retos de la Revolución 5G), vaticinaría la prolongación de los beneficios que la nueva tecnología hubiera podido traer sin el mencionado conflicto comercial.

A continuación, compartimos un interesantísimo artículo de The Economist, el primero de un amplio reporte especial, en el que se profundiza con mayor rigurosidad cómo esta desglobalisación se encuentra afectando negativamente el mundo manufacturero global, así como las redes de empresas que lo integran. Como es de esperarse The Economist explica que el efecto estaría siendo especialmente perjudicial en la industria de las TIC, ya que al ser por concepción, de naturaleza innovadora y disruptiva, la imposición de mayores trabas, ya sea de índole comercial o relacionada al intercambio de información, puede ralentizar su potencial generador de mejoras en la productividad.

El Perú no puede ser ajeno a estos problemas estructurales globales, más aún si los políticos pretenden generar más sectores con “valor agregado” en la economía, como si de por sí está ya no se estuviera generando con sectores como la minería y los que se encuentran interconectados a ella (ej: la metalmecánica y transporte). Es fundamental que nuestro país tenga en cuenta estos procesos, lo enfrente abriendo más su economía y sea consciente que abrazar las tecnologías provistas por esta nueva revolución industrial ya no es un opción, sino un deber si es que pretender mejorar su competitividad en un mundo cada vez más aislado y celoso de compartir su know how. Lampadia

Cadenas de suministro globales
Las cadenas de suministro están experimentando una transformación dramática

Esto será desgarrador para muchas empresas, argumenta Vijay Vaitheeswaran

The Economist
11 de julio, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Tom Linton, director de compras y cadena de suministro de Flex, un gigante estadounidense de manufactura por contrato, tiene el dedo en The Pulse. Ese es el nombre del centro de mando de su firma en California, que evoca una sala de guerra del Pentágono. El kit le permite monitorear en la nube los 16,000 proveedores de Flex y más de 100 fábricas, produciendo desde sistemas automotrices hasta kits de computación para más de 1,000 clientes en todo el mundo. Linton es uno de los reyes reconocidos de la cadena de suministro, el mecanismo en el corazón de la globalización de las últimas décadas por el cual las materias primas, partes y componentes se intercambian a través de múltiples fronteras nacionales antes de incorporarse a los productos terminados. Pregúntele sobre el futuro, sin embargo, y él contesta siniestramente: “Nos dirigimos a un mundo post-global”.

Hace unos años eso habría sido un pensamiento herético. La combinación de la revolución de las tecnologías de la información, que hizo que las comunicaciones fueran asequibles y confiables, y la entrada de China en la economía mundial, que proporcionó abundante mano de obra barata, transformó la fabricación en una empresa global. En su libro “The Great Convergence”, Richard Baldwin argumenta que la combinación resultante de los conocimientos industriales occidentales y el músculo manufacturero asiático impulsó la hiperglobalización de las cadenas de suministro. De 1990 a 2010, el comercio creció gracias a los recortes arancelarios, las comunicaciones más baratas y el transporte de menor costo.

La OCDE, un think tank para las economías avanzadas, reconoce que el 70% del comercio mundial ahora involucra cadenas de valor globales (GVCS). El aumento en su complejidad se ilustra por el crecimiento en la participación del valor agregado extranjero en las exportaciones de un país. Esto aumentó de menos del 20% en 1990 a casi el 30% en 2011.

Los minoristas occidentales desarrollaron redes de proveedores baratos, especialmente en China, para que a su vez pudieran ofrecer “precios bajos todos los días” a los consumidores en sus países de origen. Las corporaciones multinacionales (MNCS) que alguna vez mantuvieron la manufactura cerca de su hogar estiraron las cadenas de suministro mientras perseguían mano de obra barata y economías de escala en el otro lado del mundo. Asumiendo que la globalización es irreversible, las empresas adoptaron prácticas tales como la gestión de inventarios ajustados y la entrega just-in-time que persiguen la eficiencia y el control de costos mientras hacen poca provisión de riesgos.

Pero ahora hay indicios de que la era dorada de la globalización puede haber terminado, y la gran convergencia está dando paso a un lento desmoronamiento de esas cadenas de suministro. El crecimiento del comercio mundial ha caído del 5.5% en 2017 al 2.1% este año, según los cálculos de la OCDE. La armonización regulatoria global ha dado paso a enfoques locales, como las leyes de privacidad de datos de Europa. La inversión transfronteriza cayó un quinto el año pasado. Los altos salarios y los costos ambientales están conduciendo a una disminución en el modelo de abastecimiento de “China barata”.

La amenaza inmediata proviene de la imposición de aranceles del presidente Donald Trump a los socios comerciales de EEUU y la renegociación de los acuerdos de libre comercio, que han interrumpido las cadenas de suministro de larga data en América del Norte y Asia. El 29 de junio, Trump acordó una tregua con Xi Jinping, presidente de China, que suspende temporalmente su amenaza de imposición de aranceles de hasta un 25% sobre las importaciones chinas por valor de US$ 325,000 millones, pero deja en vigor todos los aranceles anteriores impuestos durante la guerra comercial. Amenazó en mayo con imponer aranceles a todas las importaciones de México si no reprimía la inmigración, pero se revocó en junio. Ha retrasado hasta noviembre una decisión sobre la imposición de aranceles a las importaciones de automóviles, lo que afectaría mucho a los fabricantes europeos.

Sin embargo, mire más allá de la política y encontrará que las cadenas de suministro ya estaban experimentando el cambio más rápido en décadas en respuesta a tendencias más profundas en los negocios, la tecnología y la sociedad. El auge de Amazon, Alibaba y otros gigantes del comercio electrónico ha persuadido a los consumidores de que pueden tener una variedad infinita de productos entregados al instante. Esto está ejerciendo una enorme presión sobre las MNCS para que modifiquen y modernicen sus cadenas de suministro para mantenerse al día con las innovaciones avanzadas y las preferencias cambiantes de los consumidores.

Carrera de armamentos

La mayor fuerza para el cambio es la tecnología. La inteligencia artificial (AI), el análisis predictivo de datos y la robótica ya están cambiando la forma en que funcionan las fábricas, almacenes, centros de distribución y sistemas de entrega. La impresión 3D, las tecnologías blockchain y los vehículos autónomos podrían tener un gran impacto en el futuro. Algunos incluso sueñan con cadenas de suministro autónomas que no requieran intervención humana.

Sin embargo, los avances tecnológicos también aumentan el espectro de una carrera armamentista en la seguridad de la cadena de suministro. Los hackers privados agresivos y los ciberguerreros patrocinados por el estado parecen tener la ventaja sobre las corporaciones y gobiernos asediados. Los titulares recientes se han centrado en la represión de EEUU contra Huawei, un gigante chino de las telecomunicaciones. Pero los problemas involucrados van mucho más allá de una sola empresa, dado que gran parte de la innovación mundial en fabricación de productos electrónicos y hardware tiene lugar en China.

Si estalla una guerra fría tecnológica, destruiría las cadenas de suministro de tecnología altamente integradas de hoy y forzaría una reestructuración costosa. Incluso puede conducir a una bifurcación en el lanzamiento del 5G, una nueva tecnología de red de telecomunicaciones que es el facilitador esencial de las maravillas futuras como el Internet de las cosas (IoT). Con la proliferación de sensores baratos, el IoT permitirá que los hogares, las fábricas y las ciudades sean monitoreados y administrados digitalmente. Una “red astillada de cosas” (en la que EEUU seguía un estándar y China otro) no solo sería costosa e ineficiente, sino que también no abordaría las preocupaciones legítimas de seguridad sobre futuras amenazas cibernéticas en la era del 5G.

Incluso si Huawei finalmente se salva, y la tregua en la guerra comercial de EEUU con China se convierte en una paz helada, la era de las líneas de suministro sin fricción que fluyen desde Shenzhen a San Francisco y Stuttgart ha terminado. A medida que la globalización se transforma en algo más desordenado, las consecuencias para las MNCS y la economía mundial podrían ser trascendentales.

Este informe muestra que las cadenas de suministro ya se estaban volviendo más cortas, más inteligentes y más rápidas antes de que los políticos comenzaran a golpear el sistema comercial. Dado el mundo más riesgoso de hoy, las cadenas de suministro también deberán ser más seguras. Esta transformación amenaza a las empresas que tienen redes de suministro arraigadas, pero también presenta oportunidades para aquellas que se adaptan ágilmente. Lampadia




Consecuencias del conflicto EEUU-China

Consecuencias del conflicto EEUU-China

La guerra comercial EEUU-China ha alcanzado niveles inusitados en menos de un mes; un mes que ha estado caracterizado por notables incrementos arancelarios y bloqueos comerciales en industrias estratégicas y altamente integradas entre ambos países y con el mundo – como la tecnología móvil y la de las tierras raras (ver Lampadia: La guerra contra Huawei, EEUU vs. China: ¿Una nueva Guerra Fría?).

Más allá de los daños que puedan estarse generando ambos países entre sí con estas medidas en sus indicadores macroeconómicos – llámese desaceleración del PBI, de las exportaciones e inclusive peligros de incremento en las tasas de inflación en el caso de China – urge aproximarse a los impactos mundiales, no solo en el ámbito comercial sino también en el ámbito geopolítico e ideológico. Como hemos constatado a través de la historia – con el capitalismo y el socialismo, por ejemplo – el poder de las ideas y su engranaje con la política puede ser muy poderoso para la movilización social, ya sea en pro de la mejora de la calidad de vida o para desbaratar los avances logrados.

Nouriel Roubini – prestigioso economista y ex funcionario del FMI, conocido por haber predicho la crisis financiera del 2008 – nos da algunos visos respecto de los efectos que podría generar esta “guerra fría sino-estadounidense” sobre la misma globalización (ver artículo líneas abajo). Señala: “Una guerra fría a gran escala podría desencadenar una nueva etapa de des globalización, o al menos una división de la economía global en dos bloques económicos incompatibles”. Es decir, el mencionado conflicto estaría no solo reduciendo el comercio internacional – afectando a países como el Perú – sino que además estaría induciendo una desarticulación política entre países a favor de dos coaliciones separadas y lideradas por EEUU y China, conformando a su vez un nuevo orden geopolítico en constante conflicto o animosidad. Esto sería sumamente peligroso para  la globalización, un proceso que, como hemos escrito en Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo, ha sido uno de los principales responsables de la mejora del bienestar global, con especial notoriedad en los últimos 50 años.

En este sentido, consideramos que estas advertencias por parte de Roubini deben llamar a la reflexión a nuestras autoridades y empresarios para que estén atentos a futuros movimientos por parte de ambas potencias mundiales, tomando en cuenta que su influencia puede mover enormes cadenas de valor de países afines a sus lineamientos políticos. Por supuesto siempre estará la posibilidad de que ambos países retomen sus relaciones en buen término; sin embargo, dados los cauces en los que actualmente se mese el conflicto – que como hemos mencionado, trasciende a lo político – esta es una posibilidad remota. Lampadia

¿Des globalización?
Las consecuencias globales de una guerra fría sino-estadounidense

Project Syndicate
20 de mayo de 2019
NOURIEL ROUBINI
Traducido y glosado por Lampadia

Lo que comenzó como una guerra comercial entre los EEUU y China se está escalando rápidamente en una lucha a muerte por el dominio económico, tecnológico y militar global. Si los líderes de los dos países no pueden manejar la relación definitoria del siglo XXI de manera responsable, el mundo entero asumirá los costos de su fracaso.

Hace unos años, como parte de una delegación occidental a China, me reuní con el Presidente Xi Jinping en el Gran Palacio del Pueblo de Beijing. Al dirigirse a nosotros, Xi argumentó que el ascenso de China sería pacífico, y que otros países, a saber, los EEUU, no deberían preocuparse por la “trampa de las Tucídides”, llamada así por el historiador griego que relató cómo el temor de Esparta a una Atenas en ascenso, generó una guerra entre los dos inevitables. En su libro Destined for War: ¿Can America and China Escape Thucydides’s Trap?, Graham Allison, de la Universidad de Harvard, examina 16 rivalidades anteriores entre un poder emergente y otro establecido, y encuentra que 12 de ellos llevaron a la guerra. Sin duda, Xi quería que nos concentráramos en los cuatro restantes.

A pesar de la conciencia mutua de la trampa de Tucídides, y el reconocimiento de que la historia no es determinista, China y los EEUU parecen estar cayendo en ella de todos modos. Aunque una guerra caliente entre las dos potencias principales del mundo todavía parece inverosímil, una guerra fría es cada vez más probable.

EEUU culpa a China por las tensiones actuales. Desde que se unió a la Organización Mundial de Comercio en 2001, China ha cosechado los beneficios del sistema global de comercio e inversión, al tiempo que no cumple con sus obligaciones y se libera libremente de sus reglas. Según los EEUU, China ha obtenido una ventaja injusta a través del robo de propiedad intelectual, las transferencias forzadas de tecnología, los subsidios para las empresas nacionales y otros instrumentos del capitalismo estatal. Al mismo tiempo, su gobierno se está volviendo cada vez más autoritario, transformando a China en un estado de vigilancia orwelliano.

Por su parte, los chinos sospechan que el objetivo real de EEUU es evitar que China siga creciendo o que proyecten un poder e influencia legítimos en el extranjero. En su opinión, solo es razonable que la segunda economía más grande del mundo (por PBI) busque expandir su presencia en el escenario mundial. Y los líderes argumentarían que su régimen ha mejorado el bienestar material de 1.4 billones de chinos mucho más de lo que los sistemas políticos paralizados de Occidente podrían alguna vez.

Independientemente de qué lado esté el argumento más fuerte, la escalada de las tensiones económicas, comerciales, tecnológicas y geopolíticas puede haber sido inevitable. Lo que comenzó como una guerra comercial ahora amenaza con convertirse en un estado permanente de animosidad mutua. Esto se refleja en la Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Trump, que considera a China como un “competidor” estratégico que debería estar contenido en todos los frentes. En consecuencia, EEUU:

  • Está restringiendo drásticamente la inversión extranjera directa china en sectores sensibles y persiguiendo otras acciones para garantizar el dominio occidental en industrias estratégicas como la inteligencia artificial y 5G.
  • Está presionando a los socios y aliados para que no participen en la Iniciativa Belt and Road, el programa masivo de China para construir proyectos de infraestructura en toda la masa de Eurasia.
  • Y está aumentando las patrullas de la Marina de los EEUU en los mares del este y sur de China, donde China se ha vuelto más agresiva al afirmar sus dudosas reclamaciones territoriales.

Las consecuencias globales de una guerra fría chino-estadounidense serían incluso más graves que las de la guerra fría entre los EEUU y la Unión Soviética. Mientras que la Unión Soviética era una potencia en declive con un modelo económico fallido, China pronto se convertirá en la economía más grande del mundo y continuará creciendo desde allí. Además, los EEUU y la Unión Soviética comerciaron muy poco entre sí, mientras que China está totalmente integrada en el sistema global de comercio e inversión, y está profundamente entrelazada con los EEUU, en particular.

Una guerra fría a gran escala podría desencadenar una nueva etapa de des globalización, o al menos una división de la economía global en dos bloques económicos incompatibles. En cualquier caso, el comercio de bienes, servicios, capital, trabajo, tecnología y datos se vería severamente restringido, y el reino digital se convertiría en un “splinternet”, en el que los nodos occidentales y chinos no se conectarán entre sí. Ahora que EEUU ha impuesto sanciones a ZTE y Huawei, China luchará para garantizar que sus gigantes tecnológicos puedan obtener insumos esenciales a nivel nacional, o al menos de socios comerciales amigos que no sean dependientes de los EEUU.

En este mundo balcanizado, China y EEUU esperarán que todos los demás países elijan un lado, mientras que la mayoría de los gobiernos tratarán de filtrar la aguja de mantener buenos lazos económicos con ambos. Después de todo, muchos aliados de EEUU ahora hacen más negocios (en términos de comercio e inversión) con China que con EEUU. Sin embargo, en una economía futura donde China y EEUU controlan por separado el acceso a tecnologías cruciales como AI y 5G, es probable que el terreno intermedio se vuelva inhabitable. Todos tendrán que elegir, y el mundo puede entrar en un largo proceso de des globalización.

Pase lo que pase, la relación chino-estadounidense será el tema geopolítico clave de este siglo. Un cierto grado de rivalidad es inevitable. Pero, idealmente, ambas partes lo manejarían de manera constructiva, permitiendo la cooperación en algunos temas y la sana competencia en otros. En efecto, China y los EEUU crearían un nuevo orden internacional, basado en el reconocimiento de que al nuevo poder (inevitablemente) en ascenso se le debería otorgar un papel en la configuración de las normas e instituciones globales.

Si la relación es mal administrada, con los EEUU tratando de descarrilar el desarrollo de China y contener su crecimiento, y China proyectando agresivamente su poder en Asia y en todo el mundo, se producirá una guerra fría a gran escala, y una ardiente (o una serie de guerras de proxy) no se pueden descartar. En el siglo veintiuno, la Trampa de las Tucídides se tragaría no solo a los EEUU y China, sino a todo el mundo. Lampadia




La guerra contra Huawei

La guerra contra Huawei

Uno de los puntos focales en torno a la batalla por la supremacía tecnológica emprendida por EEUU y China, que representa uno de los trasfondos del conflicto comercial entre ambas potencias económicas (ver en Lampadia: EEUU vs. China: ¿Una nueva Guerra Fría?),  lo constituye la guerra iniciada por el gobierno de Trump hacia Huawei – compañía china transnacional, considerada segunda en ventas mundiales de teléfonos móviles y principal impulsora de la tecnología 5G.

La guerra contra Huawei tuvo sus orígenes a inicios de diciembre del 2018. En ese entonces, EEUU acusó a la empresa de fraude y espionaje industrial, así como de violación de derechos de propiedad intelectual, por lo que procedió a arrestar en Canadá a la que era su directora financiera, Meng Wanzhou (ver en Lampadia: La próxima guerra).

Con el pasar de los meses y avanzada la investigación, el gobierno americano recientemente tomó una segunda medida contra la empresa china, apenas después del incremento de aranceles a los productos chinos importados (ver en Lampadia: Se agrava la guerra comercial EEUU-China): Prohibió la exportación de tecnología estadounidense a Huawei a menos que las empresas obtuvieran una licencia especial del Departamento de Comercio.

Como consecuencia, la medida ha generado que, según fuentes de The Economist, hasta el pasado 20 de mayo, algunas de las compañías de tecnología más importantes y además proveedoras críticas en la cadena de suministros de Huawei como Google, Intel y Qualcomm dejen de venderle software, hardware e inclusive licencias de propiedad intelectual.  

Esto último ha infundido una incertidumbre mundial respecto al futuro funcionamiento de los celulares Huawei – ya que peligra inclusive la normal actividad de su sistema operativo Android – aun cuando en los últimos días el presidente Trump ha otorgado una tregua por tres meses antes de hacer efectiva la imposición de las sanciones y ante recientes declaraciones del director ejecutivo de la firma china, Ren Zhengfei, que dejan entrever que su organización ya tendría un plan con medidas paliativas que le permitirían seguir operando sin problemas en los siguientes meses.

Respecto a este último punto, es menester señalar que diversos medios internacionales especializados se muestran escépticos respecto a este hecho – incluido su plan para producir sus propios chips – sobretodo a la luz de las condiciones impuestas por la misma ley de control de exportaciones emitida por el gobierno de Trump, la cual no solo prohíbe la comercialización de productos estadounidenses con Huawei, sino también de otros países siempre y cuando guarden cierta relación con empresas americanas, por ejemplo a través de derechos de propiedad intelectual.

Al respecto, Financial Times indicó el pasado 22 de mayo: “Los planes de Huawei para aumentar la producción de sus propios chips de silicio se habrían estropeado después de que el diseñador de chips del Reino Unido, Arm, dijo que dejaría de licenciar su tecnología esencial a la compañía china. [La empresa] se vio obligada a dejar de compartir su tecnología con Huawei para cumplir con una orden de prohibición de EEUU, emitida la semana pasada.

Asimismo, The Economist señaló el pasado 20 de mayo: “Huawei está trabajando en su propia alternativa [de software], con el nombre en código de HongMeng OS de acuerdo con los medios estatales, pero es poco probable que sea capaz de implementarlo sin interrupciones significativas. […] Fuera de China, donde la firma reúne servicios propios de Google como Gmail y registra decenas de millones de teléfonos vendidos cada año, la pérdida del software de Google es abrumadora

Y estas últimas declaraciones nos llevan a los posibles efectos que podrían sufrir los usuarios de celulares Huawei en nuestro país.

Según Dominio Consultores, en el Perú hay 6 millones de usuarios de equipos Huawei, un número no menor. En primera instancia, dada la tregua anunciada por Trump, no se notará ningún efecto entre dichos usuarios hasta por lo menos el 19 de agosto del presente año. Sin embargo, a partir de esta fecha hay incertidumbre respecto a si dichos equipos móviles podrán seguir operando con total normalidad, por las razones anteriormente explicadas y aun cuando Huawei o Android puedan emitir comunicados que expliciten lo contrario.

Lo que sí se puede afirmar con certeza es que la empresa se enfrentó a un duro golpe que le costará mucho compensar a futuro, puesto que, aun teniendo un plan en ciernes, la duda sembrada entre sus usuarios y potenciales consumidores repercutirá en sus ventas en los siguientes meses.

Y en cuanto a la ley de control de exportaciones impuesta por Trump – como indica The Economist –  esta podría significar duras represalias por parte de China, probablemente ahora interrumpiendo las cadenas de suministro estadounidenses en el gigante asiático. Por ejemplo, China ya indicó que cortará las exportaciones de tierras raras a EEUU, minerales estratégicos para las tecnologías modernas.

Esperemos que esta guerra no siga agravándose, por los daños que ya viene infligiendo a los países emergentes – como el Perú. Ver, por ejemplo, la caída del precio del cobre.

Fuente: Financial Times

Esta guerra comercial, lamentablemente se ha tornado política y lejos de buscar el bienestar, busca la hegemonía global. Lampadia




EEUU vs. China: ¿Una nueva Guerra Fría?

EEUU vs. China: ¿Una nueva Guerra Fría?

El mundo transita hacia una era de enfrentamientos por la egomonía global entre las grandes potencias, la declinante, EEUU, y la emergente, China. Este se inicia mediante una guerra comercial, pero con el transfondo de un enfrentamiento tecnológico y finalmente por el liderazgo global.

El avance económico de China en las últimas décadas, producto de las reformas de mercado impulsadas por Deng Xiao Ping a finales de la década de los 70 (ver Lampadia: Las tres grandes revoluciones de la modernidad en el Asia), es un hecho indiscutible que despertó suspicacias entre los hacedores de política de EEUU, con mayor énfasis entre aquellos que conforman la actual administración de Trump. Ellos alegan que los productores chinos – entre otras cosas – violentan los derechos de propiedad intelectual para favorecerse económicamente a costas de otras industrias extranjeras, incluida la americana. El reciente bloqueo comercial hecho por EEUU hacia Huawei y a otras 68 empresas chinas, por ejemplo, fue una medida acometida por el gobierno de Trump que refleja muy bien esta inquietud.

Así, lo que inició con una preocupación en Occidente, con el pasar de los años desembocó en una guerra comercial que a la fecha probablemente se encuentra en su fase más álgida, ante la reciente imposición de una tasa única de 25% de aranceles en productos chinos importados a EEUU, valorizados en US$ 200,000 millones y en productos estadounidenses importados a China por un monto de US$ 60,000 millones (ver Lampadia: Se agrava la guerra comercial EEUU-China). Lo realmente grave de estos recientes sucesos es que provocaron un cambio en la conducta de China frente al conflicto comercial, pasando de una actitud calmada y con predisposición a la negociación de un acuerdo comercial que beneficie a ambos países, hacia una actitud nacionalista recalcitrante, que ve a este altercado como una competencia del más fuerte.

Al respecto, The Economist recientemente indicó que este fenómeno se ha venido reflejando claramente en la prensa china en los últimos días. Señala, “Un aluvión repentino de comentarios sobre la guerra comercial en los medios estatales ha golpeado una nota de nacionalismo desafiante. “Si quieres hablar, nuestra puerta está abierta”, dijo un presentador del programa de noticias más visto de China el 13 de mayo, en un clip que se volvió viral. “Si quieres pelear, pelearemos hasta el final”.”

Ello por supuesto agota aún más las posibilidades de un buen cauce futuro de las negociaciones.

Dadas las desafortunadas circunstancias que ahora engloban el mencionado conflicto comercial, ¿Cuál sería el camino para abordar la creciente rivalidad entre ambas potencias económicas?

En un artículo publicado por The Economist (ver artículo líneas abajo) denominado “Un nuevo tipo de guerra fría”, se avistan algunas respuestas a esta pregunta desde un enfoque a favor de la globalización, como es costumbre en la popular revista británica.

A partir del análisis hecho por The Economist en temas que van más allá del comercio y las inversiones como la defensa nacional, la inmigración y el cambio climático, se puede concluir que a EEUU y China les conviene fortalecer sus alianzas y vivir bajo las mismas normas internacionales si quieren generar crecimiento de largo plazo, inclusive si no están de acuerdo en algunos lineamientos de política. Esto es sumamente crítico por ejemplo en lo concerniente a la innovación en EEUU, al ser esta altamente dependiente de una red de producción global, en la que China tiene una participación importante.

Ambos presidentes aún están a tiempo de retroceder en sus demagogias políticas si realmente les interesa un desarrollo sostenible para sus países. Esperemos que tomen consciencia en el breve plazo, antes de que dichas demagogias se tornen en pérdida de bienestar para sus ciudadanos. Lampadia

China vs EEUU
Un nuevo tipo de guerra fría

Cómo manejar la creciente rivalidad entre EEUU y China

The Economist
16 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Pelear por el comercio no es la mitad de eso. Los EEUU y China están disputando todos los dominios, desde semiconductores a submarinos y desde películas de éxito a exploración lunar. Los dos superpoderes solían buscar un mundo donde todos ganaban. Hoy en día, ganar parece implicar la derrota de la otra parte, un colapso que subordina permanentemente a China al orden estadounidense; o un EEUU humilde que se retira del Pacífico occidental. Es un nuevo tipo de guerra fría que no puede dejar ganadores.

Las relaciones de las superpotencias se han agriado.

  • EEUU se queja de que China está haciendo trampa para llegar a la cima robando tecnología, y que al ingresar al Mar del Sur de China y acosar a las democracias como Canadá y Suecia, se está convirtiendo en una amenaza para la paz mundial.
  • China está atrapada entre el sueño de recuperar el lugar que le corresponde en Asia y el temor de que un EEUU cansado y celoso bloquee su ascenso porque no puede aceptar su propio declive.

El potencial de catástrofe se avecina. Bajo el Kaiser, Alemania arrastró al mundo a la guerra; EEUU y la Unión Soviética coquetearon con el Armagedón nuclear. Incluso si China y EEUU no llegan a estar en conflicto, el mundo sufrirá el costo, ya que el crecimiento se desacelera y los problemas quedan por superarse por falta de cooperación.

Ambas partes necesitan sentirse más seguras, pero también aprender a vivir juntas en un mundo de baja confianza. Nadie debe pensar que lograrlo será fácil o rápido.

La tentación es excluir a China, ya que EEUU excluyó exitosamente a la Unión Soviética, no solo a Huawei – que suministra equipos de telecomunicaciones de 5G y que esta semana fue bloqueada por un par de órdenes – sino a casi toda la tecnología china. Sin embargo, con China, eso pone en riesgo a los responsables políticos que intentan evitar la ruina. Se puede hacer que las cadenas mundiales de suministro pasen por alto a China, pero solo a un costo enorme.

En términos nominales, el comercio soviético-estadounidense a fines de la década de 1980 fue de US$ 2,000 millones al año; el comercio entre EEUU y China ahora es de US$ 2,000 millones por día.

En tecnologías cruciales como la fabricación de chips y 5G, es difícil decir dónde termina el comercio y dónde comienza la seguridad nacional.

Las economías de los aliados de EEUU en Asia y Europa dependen del comercio con China. Solo una amenaza inequívoca podría persuadirlos a cortar sus vínculos con ella.

Sería igualmente imprudente que EEUU se relaje. Ninguna ley de la física dice que la computación cuántica, la inteligencia artificial y otras tecnologías deben ser descifradas por científicos que tienen la libertad de votar. Incluso si las dictaduras tienden a ser más frágiles que las democracias, el presidente Xi Jinping ha reafirmado el control del partido y ha comenzado a proyectar el poder chino en todo el mundo. En parte debido a esto, una de las pocas creencias que unen a republicanos y demócratas es que EEUU debe actuar contra China. ¿Pero cómo?

Para empezar, EEUU debe dejar de socavar sus propias fortalezas y desarrollarlas en su lugar. Dado que los migrantes son vitales para la innovación, los obstáculos de la administración de Trump a la inmigración legal son contraproducentes. Lo mismo ocurre con su frecuente denigración de cualquier ciencia que no se adapte a su agenda y sus intentos de recortar la financiación de la ciencia (revocada por el Congreso, afortunadamente).

Otra de esas fortalezas radica en las alianzas de EEUU y las instituciones y normas que estableció después de la Segunda Guerra Mundial. La administración de Trump ha descartado las normas en lugar de apoyar a las instituciones y ha atacado a la Unión Europea y Japón por el comercio en lugar de trabajar con ellas para presionar a China para que cambie. El poder duro estadounidense en Asia tranquiliza a sus aliados, pero el presidente Donald Trump tiende a ignorar cómo el poder blando también fortalece las alianzas. En lugar de poner en duda el estado de derecho en el país y negociar la extradición de un ejecutivo de Huawei de Canadá, debería señalar el estado de vigilancia que China ha erigido contra la minoría uigur en la provincia occidental de Xinjiang.

Además de centrarse en sus fortalezas, EEUU necesita reforzar sus defensas. Esto implica un poder duro conforme China se arma, incluso en dominios novedosos como el espacio y el ciberespacio. Pero también significa lograr un equilibrio entre la protección de la propiedad intelectual y el mantenimiento del flujo de ideas, personas, capital y bienes. Cuando las universidades y los geeks de Silicon Valley se burlan de las restricciones de seguridad nacional, están siendo ingenuos o deshonestos. Pero cuando los halcones de la defensa exageran con celo el rechazo de los ciudadanos chinos y la inversión, se olvidan de que la innovación estadounidense depende de una red global.

EEUU y sus aliados tienen amplios poderes para evaluar quién está comprando qué. Sin embargo, Occidente sabe muy poco acerca de los inversionistas chinos y los socios de empresas conjuntas y sus vínculos con el estado. Un pensamiento más profundo acerca de qué industrias cuentan como sensibles debería suprimir el impulso de prohibir todo.

Tratar con China también significa encontrar maneras de crear confianza. Las acciones que Estados Unidos pretende que sean defensivas pueden parecer a los ojos chinos una agresión diseñada para contenerla. Si China siente que debe contraatacar, una colisión naval en el Mar de China Meridional podría intensificarse. O la guerra podría seguir a una invasión de Taiwán por parte de una China enojada e hipernacionalista.

Por lo tanto, una defensa más fuerte necesita una agenda que fomente el hábito de trabajar juntos, ya que EEUU y la Unión Soviética hablaron sobre la reducción de armas mientras amenazaban la destrucción mutua asegurada. China y EEUU no tienen que estar de acuerdo para que concluyan que les interesa vivir dentro de las normas. No hay escasez de proyectos en los que trabajar juntos, incluidas las normas de Corea del Norte para el espacio y la guerra cibernética y si Trump le hará frente, el cambio climático.

Semejante agenda exige habilidad y visión de estado. Justo ahora estas características son escasas. Trump se burla del bien global y su base está cansada de que EEUU actúe como el policía del mundo. Mientras tanto, China tiene un presidente que quiere aprovechar el sueño de la grandeza nacional como una forma de justificar el control total del Partido Comunista. Se sienta en el vértice de un sistema que vio el compromiso del ex presidente de EEUU, Barack Obama, como algo para explotar. Los futuros líderes pueden estar más abiertos a la colaboración ilustrada, pero no hay garantía.

Tres décadas después de la caída de la Unión Soviética, el momento unipolar ha terminado. En China, EEUU se enfrenta a un vasto rival que aspira con confianza a ser el número uno. Los lazos comerciales y las ganancias, que solían cimentar la relación, se han convertido en una cuestión más por la que luchar. China y EEUU necesitan desesperadamente crear reglas para ayudar a gestionar la era de la competencia de superpotencias en rápida evolución. Justo ahora, ambos ven las reglas como cosas para romper. Lampadia




EEUU amenaza con aumentar aranceles a China

EEUU amenaza con aumentar aranceles a China

Como hemos escrito anteriormente en Lampadia:  Desaceleración global es altamente probable en 2019 , El Perú crece por debajo de su potencial, el desempeño futuro del conflicto comercial EEUU-China es sumamente importante en la coyuntura económica internacional porque podría comprometer el crecimiento de muy corto plazo de países emergentes como el Perú, siendo ambos países sus principales socios comerciales. Por ahora el precio del cobre ya bajó.

En esta línea, el pasado 5 de mayo afloraron en las redes sociales dos inusitados tuits del presidente de EEUU, Donald Trump, que amenazaban a China con imponer una mayor carga arancelaria – 25% para ser exactos –  tanto a las importaciones chinas con menor gravamen (10%) – valorizadas en US$ 200,000 millones – como a aquellas inafectas – valorizadas en US$ 300,000 millones –, a puertas del cierre de las negociaciones de un acuerdo comercial que parecía ya tener la aprobación de ambos países hasta hace unos días.

Y las reacciones en los mercados financieros internacionales no se hicieron esperar. Desde Wall Street, pasando por las bolsas de valores de Europa, y las de Asia reportaron notables pérdidas en los últimos días; mientras que el dólar ganaba terreno frente a importantes divisas como el euro y el yuan, y lo correspondiente también sucedía con las monedas de los mercados emergentes, incluido nuestro sol.

¿Qué motivaciones hay detrás de las reacciones del presidente Trump? Pero más importante aún, ¿están realmente justificadas a la luz del futuro bienestar del país americano?

Un reciente artículo publicado por The Economist (ver artículo líneas abajo) señala lo siguiente respecto a la primera pregunta, Trump podría haber pensado que su amenaza aumentaría la presión sobre China, ayudando a obtener más concesiones justo antes de la recta final”.

En efecto. Trump realizó estas declaraciones a puertas de la última sesión de negociaciones comerciales llevada a cabo esta semana – previo al firmado del acuerdo histórico con su homólogo Xi Jinping –  anticipándose a que los chinos modificaran sus principales compromisos pactados en las últimas reuniones, que, según sus fuentes en la Casa Blanca, este sería el caso.

En nuestra opinión, esto último se explicaría porque, si bien las condiciones del acuerdo eran claras en la esencia – como indica The Economist – sus detalles y compromisos eran imprecisos y concretamente porque estaban afectos, entre otras cosas, al desempeño de la economía china frente a las reformas. Aparentemente este último factor habría sido uno de los determinantes del posible cambio de parecer de las autoridades chinas.

Por otra parte, y respondiendo a la segunda pregunta, The Economist agrega, “Pero Trump se está engañando a sí mismo si piensa que puede poner a China de rodillas con aranceles y que EEUU no sufrirá daños”.

Si bien la primera ronda de aumento de aranceles de 10% al 25% – que se haría efectiva a partir del viernes 10 de no llegarse a una solución al conflicto – sobre las importaciones valorizadas en US$ 200,000 millones tendría un impacto menor en los consumidores estadounidenses- al ser en su totalidad insumos industriales – el gravar al resto de productos chinos – que incluyen los bienes de consumo – sí incrementaría los precios generando menor bienestar entre ellos en un período de tiempo no menor.

Ello se ilustra mejor con un principio fundamental que provee una de las teorías que históricamente han explicado mejor el comercio internacional: La teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo. EEUU al ser menos competitivo relativamente que China en una gran gama de productos manufacturados, debería especializarse en productos de alguna otra rama productiva de la economía, de manera que sean provistos a un precio competitivo en los mercados internacionales. Si se pretende proteger industrias no especializadas en dichos productos, tarde o temprano, los precios aumentarán por los mayores costes arraigados, trasladando malestar al consumidor.

Si bien pueden haber razones de incomodidad por parte del presidente Trump con los productores chinos relacionadas a la violación a los derechos de propiedad intelectual y un amplio déficit comercial con China, consideramos que de ninguna manera el mejor camino para solucionar dichas atingencias debería ser recurrir a un proteccionismo desenfrenado, considerando además que el libre comercio –junto a la globalización – ha sido una de las principales fuerzas propulsoras del desarrollo global en las últimas dos centurias (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo). Por el contrario, debería ser el imperio de la ley y la profundización de sus relaciones bilaterales con China lo que debería llevar a EEUU a darle solución a tales problemas.

En este sentido, esperamos que en las reuniones que están siendo llevadas a cabo entre las delegaciones estadounidenses y chinas se llegue a un acuerdo comercial que permita dejar atrás esta nefasta guerra comercial, que, como cualquier otra guerra de otra índole, ninguno de los que participan en ella, no termina de percibir bajas. Lampadia

Las conversaciones comerciales entre EEUU y China están en riesgo de ruptura
De vuelta a tus estaciones de batalla

Tras los indicios de progreso, un tuit de Donald Trump siembra dudas

The Economist
6 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

JUSTO CUANDO parecía que EEUU y China estaban cerca de un acuerdo, el presidente Donald Trump ha llevado a los dos países al borde de una guerra comercial en toda la regla. En un par de tweets a fines del 5 de mayo, amenazó con imponer aranceles del 25% en todas las importaciones chinas, una tasa que se aplica a solo una porción mucho menor de las importaciones en la actualidad. “El acuerdo comercial con China continúa, pero muy lentamente, mientras intentan renegociar. ¡No!” dijo. Hace solo un mes había proclamado que se estaba preparando un “acuerdo épico”. El repentino cambio de tono sacudió a los inversores en Asia y, sobre todo, en China. El CSI 300, un índice de las principales acciones chinas, cayó casi un 6% el 6 de mayo, su peor día en más de tres años.

La primera pregunta es cuáles serán las consecuencias para las negociaciones comerciales. Las reuniones intensificadas en las últimas semanas habían alimentado la impresión de que un acuerdo estaba a la vista. Los negociadores estadounidenses, encabezados por Robert Lighthizer, el Representante de Comercio de los EEUU, estuvieron en Beijing la semana pasada. Esta semana, Liu He, un viceprimer ministro chino, iba a encabezar una delegación de docenas de funcionarios chinos de alto nivel en un viaje a Washington para la próxima ronda de discusiones. Los observadores comenzaron a escudriñar el programa público de Trump para encontrar vacíos cuando Xi Jinping, el presidente de China, podría reunirse con él para firmar su pacto. Junio parecía una buena opción. Pocos apostarían en eso hoy.

Trump podría haber pensado que su amenaza aumentaría la presión sobre China, ayudando a obtener más concesiones justo antes de la recta final. En cambio, existe una posibilidad real de que pueda provocar un endurecimiento de la posición de China. Algunos incluso especularon que Liu y su delegación viajera de funcionarios se retirarán de las reuniones de esta semana. “Dejemos que Trump suba los aranceles. Veamos cuándo pueden reanudarse las conversaciones comerciales”, tuiteó Hu Xijin, editor de Global Times, un periódico chino de propiedad estatal conocido por su veta nacionalista. (Los reguladores chinos parecen contentarse con dejar que Hu use el software para evadir el Great Firewall y enviar dichos mensajes a Twitter, que de otro modo está bloqueado en China).

Durante meses, el resumen de un acuerdo ha sido claro. China se comprometería a comprar más productos de EEUU para reducir su superávit comercial, y EEUU se comprometería a reducir los aranceles de las importaciones chinas siempre que China establezca el campo de juego para las compañías extranjeras. Pero los detalles siempre fueron desconcertantes. ¿Cómo medir el progreso de China en la reforma de su economía? Los funcionarios estadounidenses se han cansado de lo que ven como el avance de China en el cumplimiento de sus promesas. ¿Cómo hacer cumplir el trato? EEUU quería el derecho de imponer aranceles sin amenaza de represalias si China violaba el acuerdo. Los asesores chinos dijeron que eso era inviable. Dadas estas dificultades para alcanzar un gran acuerdo, un conjunto de compromisos más imprecisos parecía el resultado más probable. Las tensiones comerciales seguramente persistirían, reavivándose de manera intermitente en los próximos años, pero la perspectiva de los aranceles ojo-por-ojo se reducirá.

Ahora, sin embargo, el riesgo inmediato es la escalada. El año pasado, EEUU impuso aranceles del 25% sobre las importaciones chinas por un valor de US$ 50,000 millones y el 10% sobre otros US$ 200,000 millones adicionales, dejando unos US$ 300,000 millones aproximadamente sin tocar. Trump ha amenazado con un aumento de dos pasos. Primero, el viernes, EEUU elevaría los aranceles del 10% al 25%. Poco después, colocaría aranceles del 25% sobre todos los bienes restantes (un período de comentarios públicos ralentizaría la implementación real). Hasta ahora, China ha sido moderada en su represalia a los aranceles estadounidenses, incluso ha reducido los aranceles a las importaciones de automóviles desde EEUU a medida que avanzaban las conversaciones. Pero si EEUU sigue adelante con los aranceles en todos los ámbitos, Xi estará bajo presión para defenderse. Debido a que China importa mucho menos de EEUU de lo que exporta a EEUU, los aranceles son solo una opción limitada para ello. Un escenario es que podría perjudicar a EEUU de otras maneras – por ejemplo, es usando los medios estatales para que los consumidores se opongan a las compañías desde Starbucks hasta Apple, que cuentan con China como una gran fuente de ingresos. “El primer paso en las negociaciones es generar confianza”, dice Zhu Ning, economista de la Universidad de Tsinghua. “Ahora parece que la confianza casi se ha ido”.

Una guerra comercial total, sin duda, sería perjudicial para ambos países. Como el mayor exportador, China probablemente sufriría más. Pero Trump se está engañando a sí mismo si piensa que puede poner a China de rodillas con aranceles y que EEUU no sufrirá daños. Durante el último semestre, el gobierno de China ha administrado un estímulo moderado que ha estabilizado el crecimiento y ha impulsado un gran repunte en su mercado de valores. Incluso con la caída del lunes, las acciones chinas siguen subiendo un 25% desde principios de año. El gobierno ha mantenido la potencia de fuego fiscal en reserva, en parte debido a la incertidumbre sobre la guerra comercial. Aumentar su programa de estímulo ayudaría a amortiguar el golpe de los aranceles más altos. En cuanto a EEUU, los consumidores se han visto protegidos en gran medida del impacto de los aranceles en las importaciones chinas porque se han centrado en los insumos industriales. Si se aplicaran aranceles a todas las importaciones, los consumidores no se librarían: el costo de los productos desde almohadas a teléfonos inteligentes aumentaría considerablemente.

El riesgo de una desaceleración mutua asegurada ha quedado en manos de Trump en el pasado. Fue cuando el mercado de valores estadounidense cayó bruscamente en diciembre cuando comenzó a construirse un impulso hacia un acuerdo comercial con China. Xu Gao, un economista de Everbright Securities Asset Management, una firma china, sigue siendo optimista de que prevalecerá la misma lógica. Trump, afirma, retirará en última instancia la amenaza arancelaria, por temor a socavar el crecimiento de EEUU. Incluso con toda la fanfarronada, eso todavía parece plausible. Pero la cercanía del error de cálculo es demasiado evidente. Lampadia




Las democracias están en peligro en América Latina

Las democracias están en peligro en América Latina

El contexto político, económico y social reciente de América Latina sin duda es una historia que da para muchas páginas. Víctima de gobernantes corruptos, el creciente descontento de su ciudadanía hace latente cada vez más su desarraigo de los sistemas democráticos y su apego a los populismos, que sientan las bases de autocracias y dictaduras terribles.

Y como si este adverso escenario fuera poco, EEUU, en lugar de brindarnos ayuda para fortalecer nuestras democracias, hace apología – a través del asesor de seguridad del presidente Trump – de una doctrina (Monroe) de principios del siglo XIX bajo la cual reclama sobre sí el derecho a ser el “guardaespaldas” de América Latina. Declaraciones realmente lamentables que no entrañan el camino más sensato para lidiar con este problema que acontece en la región.

Compartimos a continuación un reciente artículo de The Economist que desarrolla una serie de propuestas hacia los votantes y políticos de la región, así como al mismo gobierno de los EEUU para lidiar con esta crisis democrática, que esperamos pueda ser abordada en los grandes foros y espacios de discusión globales, con ayuda de la cooperación internacional. Lampadia

América Latina
John Bolton y la Doctrina Monroe

La democracia está en riesgo en América Latina. El peligro va mucho más allá de Cuba, Nicaragua y Venezuela

The Economist
9 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

La administración de Donald Trump no es famosa por su adhesión a los principios políticos, por lo que John Bolton, el asesor de seguridad nacional de los EEUU, emitió una nota inusual cuando afirmó en un discurso en Miami el mes pasado que “la doctrina Monroe está viva”. La referencia al principio del siglo XIX, según el cual EEUU se arrogó a sí mismo el derecho de vigilar a América Latina, fue tomada como una advertencia a Rusia y China para que no se entrometan en lo que solía llamarse “el patio trasero de EEUU”. Bolton dio nueva vida a la doctrina al anunciar nuevas sanciones económicas contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, a los que le gusta llamar la “troika de la tiranía”.

Pero el tono de su discurso fue optimista y amenazador. Una vez que la troika fuera derribada, explicó Bolton, existía la posibilidad de que “el primer hemisferio libre en la historia de la humanidad” se extendiera desde “las rocosas canadienses cubiertas de nieve hasta el brillante Estrecho de Magallanes”.

El problema con la retórica creciente de Bolton no es solo que el Estrecho de Magallanes se enrede más de lo que reluce. También es que tanto su análisis como su prescripción están equivocados. Las debilidades en la democracia latinoamericana se extienden mucho más allá del trío que Bolton señaló, y EEUU no ayudará a fortalecerlo acosando a sus vecinos del sur.

En la década de 1980, América Latina se convirtió de una tierra de dictadores y juntas en la tercera gran región de la democracia del mundo, junto con Europa y América del Norte. Desde entonces la democracia ha echado raíces. La mayoría de los latinoamericanos de hoy disfrutan de más derechos y libertades que nunca.

Sin embargo, muchos latinoamericanos se han desencantado con sus democracias. La economía de la región está estancada. La pobreza está más extendida de lo necesario debido a la extrema desigualdad. Los gobiernos no están brindando seguridad a sus ciudadanos frente al aumento de los delitos violentos. La corrupción está muy extendida. El descontento de los votantes, expresado en las redes sociales, ha ayudado a promover a los líderes con una tendencia malsana a socavar las instituciones democráticas.

La caída en desgracia de América Latina es más obvia en Venezuela y Nicaragua, que se deslizan hacia la dictadura; en la Cuba comunista, que está detrás de estos dos regímenes, las esperanzas de reforma se han visto frustradas. Pero en todo el continente, las amenazas a la democracia están creciendo.

Muchos votantes latinoamericanos han abandonado a los moderados en favor de los populistas. El brasileño Jair Bolsonaro y el mexicano Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO) comparten una ambivalencia ante la dispersión del poder y la tolerancia de los opositores que son la esencia de la democracia. Bolsonaro, quien ha hablado de su nostalgia por el gobierno militar, tiene ocho generales en su gabinete de 22; AMLO está debilitando los centros de poder en competencia, como los gobernadores estatales electos. El “triángulo norte” de América Central, mientras tanto, está dominado por gobiernos débiles y corruptos. En Honduras, un presidente conservador y aliado estadounidense, Juan Orlando Hernández, gobierna gracias a una elección marcada por el fraude. El presidente de Guatemala puso en orden a un organismo de las Naciones Unidas que estaba investigando la corrupción que había ayudado a encarcelar a dos de sus predecesores.

Los votantes eligen a populistas como Bolsonaro y AMLO, y pueden elegir a Cristina Kirchner, que está en camino de regresar en las elecciones de Argentina en octubre, no para reemplazar la democracia con la dictadura, sino porque quieren que sus políticos hagan un mejor trabajo. Sin embargo, en el siglo XXI, no son los tanques en las calles los que aplastan la democracia. Más bien, los autócratas electos hierven a la rana, capturan los tribunales, acobardan a los medios de comunicación y debilitan a las partes de la sociedad civil que los responsabilizan. Para cuando los ciudadanos chillan, ya es demasiado tarde. Eso es lo que sucedió en Venezuela con Hugo Chávez, y lo que está sucediendo ahora en Turquía.

La tarea principal de evitar el peligro recae en los latinoamericanos. Necesitan librar a la política de la corrupción y del amiguismo. Los políticos deben mantener su distancia de las fuerzas armadas y sus manos de las instituciones que controlan al gobierno. Sobre todo, los políticos necesitan reconectarse con los ciudadanos comunes. Hay algunos signos esperanzadores. Los nuevos partidos y las ONG están capacitando a jóvenes activistas sobre cómo ser reformadores eficaces.

EEUU necesita ayudar en lugar de obstaculizar la tarea de fortalecer la democracia. Hablar de la doctrina Monroe puede hacer que algunos latinoamericanos vean a su vecino del norte más como un agresor que como un aliado. En lugar de amenazar con complementar las sanciones a Venezuela con una acción militar, debería trabajar más duro para combinar las sanciones con las negociaciones, especialmente con las fuerzas armadas. Y Donald Trump debería restaurar el programa de ayuda de US$ 500 millones para el triángulo norte que canceló abruptamente este año, ya que había señales de que estaba ayudando a reducir el crimen violento y la inmigración.

Si bien América Latina generalmente recibe poca atención en la política exterior de los EEUU, pocas otras partes del mundo tienen una mayor influencia, a través de la inmigración, las drogas, el comercio y la cultura, en la vida cotidiana de los EEUU. Una América latina democrática y próspera importa a ambos lados del Río Grande. Trump tiene que pensar más en cómo ayudar a que eso suceda. Lampadia




La penetración de China en Europa

En la actualidad, China se ha convertido en un referente de la globalización para el mundo y una superpotencia que tiene que ser reconocida. Con la tendencia actual de EEUU hacia el aislamiento comercial y el populismo, China ve en Europa una oportunidad de apertura y un socio comercial en un mundo multipolar. El país asiático busca convertirse en una superpotencia avanzada y moderna y ven a Europa como una región rica e innovadora que podría ayudarlo a alcanzar ese objetivo.

En Lampadia ya hemos hablado de una falta de liderazgo en la política global. Las decisiones erráticas del presidente estadounidense, Donald Trump, como la retirada de Trump del acuerdo sobre el clima de París, su rechazo del acuerdo nuclear con Irán, su guerra arancelaria, sus frecuentes ataques a los aliados y el abrazo a los adversarios han convertido rápidamente a Estados Unidos en un socio poco fiable en la defensa del orden internacional.

Por lo tanto, China estará bien posicionada para tomar la delantera en la reforma de las reglas del comercio y la inversión internacional. Para empezar, es probable que China siga siendo un defensor del crecimiento impulsado por las exportaciones. Como Xi dijo en Davos en 2017, China está comprometida “con el crecimiento de una economía global abierta”. Xi y su círculo obviamente no querrán desmantelar el sistema de comercio mundial.

Hace ya algunos años que China está comenzando a verter capital e inversiones en Europa como parte de una amplia oferta para aumentar su influencia en Europa.

Con el objetivo de aumentar su influencia en Europa, China comenzó lo que se conoce como la iniciativa 16 + 1, un esfuerzo por ampliar la cooperación con más de una docena de naciones de Europa central y oriental, privilegiando, al mismo tiempo, relaciones bilaterales. Se ha convertido en un foro para que China muestre lo que podría ofrecer a la región, como el acceso a la tecnología para un sistema ferroviario de alta velocidad. Xi también incluyó a Europa Oriental y Central en su Iniciativa Belt and Road, un ambicioso plan para desarrollar relaciones económicas y diplomáticas a través de proyectos de infraestructura en todo el mundo.

En una reciente conferencia titulada “Fortaleciendo la Resiliencia–Mediterráneo, Europa y los Balcanes Occidentales”, Croacia apoyó la cooperación con China y el constante proceso de integración europea. En su discurso, el primer ministro croata indicó la importancia de la cumbre “16+1” afirmando que “Croacia está preparando especialmente la reunión de China y 16 países de Europa Central y Oriental debido a que la iniciativa abre grandes oportunidades tanto para países europeos como para China. Haremos todo para preparar esta importante reunión”.

Líneas abajo compartimos un artículo de The Economist que busca dar más luz sobre el avance de China en Europa y las ventajas que esto tendrá en el mundo:

Adquiriendo sabiduría, marchando hacia adelante
Crece inversión china y su influencia en Europa

La UE está, por fin, tomando nota

The Economist
4 de octubre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Bajo el techo renacentista del salón de juegos de pelota en el Castillo de Praga, Zhang Jianmin, el recién llegado embajador de China en la República Checa, cita a su presidente, Xi Jinping. “La historia siempre da a las personas la oportunidad de adquirir sabiduría y el poder de avanzar en algunos años especiales”, dice, declarando el 2018 como “uno de esos años”.

Han transcurrido cuatro décadas desde que China inició sus reformas económicas, cinco años desde que lanzó su Belt and Road Initiative (BRI) para unir las economías euroasiáticas.

La conferencia, anunciada como un evento educativo para inversionistas chinos, fue organizada conjuntamente por el New Silk Road Institute Prague, un grupo de expertos que describe su “misión fundamental” como “difundir la conciencia sobre los conceptos de New Silk Road en la República Checa y otros países europeos”.

En 2016, la inversión china en la Unión Europea subió a casi 36,000 millones de euros (40,000 millones de dólares), frente a los 20,000 millones de euros del año anterior, según Rhodium Group, una firma de investigación estadounidense (consulte el cuadro). Gran parte de esto está respaldado por el estado y habla de las ambiciones del Partido Comunista de evitar que Europa ayude a Estados Unidos a contener el ascenso de China. Hasta ese año de auge, los líderes de Europa, especialmente en Alemania, habían acogido en gran medida la inversión china sin pensarlo demasiado. Pero la enorme afluencia de dinero llevó a los líderes de Berlín, Bruselas y otros lugares a preocuparse por el poder e influencia que China estaba ganando en el proceso, especialmente en los países más pequeños de la UE. Desde entonces, han reforzado la proyección de la inversión china y están tratando de crear una respuesta europea más unida.

Como con tanta participación de China, los detalles son difíciles de precisar. Pero algunos hechos son claros. Los actores chinos en Europa suelen ser empresas respaldadas por el estado y fondos de inversión que, según un análisis de Bloomberg, representaron el 63% de los acuerdos por valor en la década hasta 2018.

Camino a la riqueza

La inversión está marcada por las tendencias regionales. En Europa oriental, la atención se centra en la infraestructura que puede consolidar los vínculos entre el viejo continente y los proyectos BRI más al este. En el sur de Europa, los compradores chinos participaron en la ola de privatizaciones durante y después de la crisis de la zona euro.

Las mayores sumas de efectivo chino han fluido hacia Europa occidental.

China se concentra en Alemania en empresas de alta tecnología con el conocimiento especializado que necesita como parte de la estrategia “Made in China 2025” de Xi para hacer que su país sea más industrial y tecnológicamente autosuficiente.

Dependencia del camino

¿Qué quiere China, en última instancia? Sería un error atribuir demasiada gran estrategia a sus acciones. No está, como Rusia, interesada en precipitar el colapso de la UE. Todo lo contrario: ve en la apertura y las ventajas de riqueza de Europa por sí misma.

Algunos europeos ven a China jugando ajedrez en cuatro dimensiones para dividir y conquistar su continente. Pero la mayoría de los enviados europeos en Beijing piensan que la realidad es menos dramática y más oportunista. En política exterior, como en todas las cosas, China es la esencia destilada del interés propio. Europa es un medio para un fin.

El objetivo supremo, del cual su liderazgo nunca se pierde de vista, es que China se convierta en una superpotencia avanzada y moderna que otros no se atreven a decir. Su idea de Europa es como una región rica e innovadora que podría ayudarlo a alcanzar ese objetivo. En contraste, está obsesionada con América, al ver a un hegemón envejecido y vengativo que podría impedirle lograr sus objetivos. Entonces, donde China alguna vez consideró a la UE como un posible socio e incluso un modelo en algunas áreas, ahora se acerca a Europa con menos respeto, como una especie de supermercado de oportunidades para obtener beneficios que pueden ayudarlo a aumentar, neutralizar la oposición a su política exterior y mantenerla.

La influencia es generalmente más explícita cuanto más al este y al sur se obtiene. En 2016, Hungría y Grecia impidieron que la UE se uniera a América y Australia para respaldar el fallo de la Corte Permanente de Arbitraje a favor de Filipinas sobre China en una disputa sobre fronteras marítimas en el Mar de China Meridional. De hecho, la declaración de la UE ni siquiera mencionó al gobierno chino. “Fue vergonzoso”, admite un diplomático de la UE en Beijing. El año pasado, por primera vez, la UE no emitió una declaración en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU después de que fue bloqueada por Grecia por sus “críticas no constructivas a China”.

La resistencia principal

Estos ejemplos tipifican un rasgo importante de las relaciones de China en Europa: el bilateralismo. Prefiere tratar con los estados uno a uno, donde su ventaja por tamaño es mayor. Sus cumbres anuales “16 + 1” con los estados de Europa central y oriental son en realidad 16 cumbres de uno más uno, donde cada gobierno trata con China en sus propios términos.

China es experta en usar el protocolo para parecer magnánimo. Se esfuerza por tratar a los países más pequeños con las mismas alfombras rojas y reuniones ministeriales que se prodigan sobre las más grandes. Aunque las reuniones pueden ser formuladas e involucrar a los ministros chinos que leen un guion, un diplomático dice que Beijing es un lugar menos humillante, al menos formalmente, que Washington, donde los países más pequeños que intentan asegurar una reunión deben realizar un esfuerzo tremendo para hacerse amigos de congresistas con vínculos ancestrales.

La influencia es menos flagrante en las economías más grandes de Europa, pero existe.

Una de las mayores vulnerabilidades del continente es su ingenuidad. Durante mucho tiempo, Estados Unidos y Australia fueron notablemente más duros que los europeos, quienes aún creían que China se abriría y liberalizaría a medida que se integrara con Occidente. Los alemanes lo llamaron “Wandel durch Handel” (cambio a través del comercio), hasta que se dieron cuenta de que Wandel en cuestión convertiría a China en un competidor y que Handel no era garantía de la cooperación china.

Empujando la panza de Europa y encontrándolo suave, China está probando hasta dónde puede empujar.

Es notable que este escepticismo se haya extendido a economías más tradicionalmente amigables con China. Gran Bretaña, que abandona la UE y está desesperada por inversiones y acuerdos comerciales, es más susceptible a las súplicas chinas que sus vecinos continentales, pero incluso ha reforzado sus políticas en los últimos años. En la última cumbre 16 + 1, los estados de Europa central y oriental, liderados por una Polonia harta de ser dominados, desafían a China sobre la efectividad de sus inversiones en sus países.

Alemania ha introducido y reforzado sus leyes nacionales para evaluar las inversiones. Junto con Francia, ha pedido a la UE que establezca un marco común para hacer lo mismo a nivel europeo.

Cambiar de carril

La legislación resultante debería incluirse en los libros de estatutos antes de las elecciones al Parlamento Europeo del próximo año. Aunque dejará el control final sobre la evaluación en manos de los gobiernos nacionales, apunta a difundir información y normas en todos los estados miembros. “Ha habido un grado sorprendente de consenso sobre la propuesta”, dice un funcionario europeo. “La directiva hubiera sido impensable hace unos años”, agrega otro.

Hay más que hacer. “¿Por qué solo consideramos la ayuda estatal desde dentro de la UE, pero no a China?”, Pregunta un funcionario europeo. El Sr. Huotari, el think-tanker, aboga por mejores controles de las compras de activos subsidiadas por el estado por parte de las empresas chinas y por normas de contabilidad más estrictas. Para Thorsten Benner, del Global Public Policy Institute en Berlín, un grupo de expertos, se trata de algo más fundamental: “Los europeos tenemos que ser menos defensivos. La respuesta más poderosa que podemos dar a China es mejorar nuestra propia competitividad y proyectar nuestro propio modelo: apertura”.

Este es el desafío de Europa. Sus países e instituciones se encuentran entre los más abiertos del mundo. Praga, con su historia de enfrentarse a la opresión soviética, es un símbolo de esa apertura, pero la ciudad es cada vez más un ejemplo de cómo China se está aprovechando para perseguir su interés nacional. Para competir, Europa debe permanecer abierta al mismo tiempo que llama y, si es necesario, bloquea los poderes externos que abusan de sus políticas de puertas abiertas. En este año especial, Europa sería una tontería si no prestara atención a las sabias palabras del presidente chino y aprovechara “la oportunidad de adquirir sabiduría y el poder de avanzar”. Lampadia




La defección de la clase dirigente

EDITORIAL DE LAMPADIA

Los siguientes comentarios de Simon Kuper (en su artículo del Financial Times, ‘Have we reached peak liberal resistance?’, 26 de setiembre, 2018), describen el comportamiento que se empieza a percibir entre la clase urbana acomodada en EEUU con el populismo de Trump y, en el Reino Unido con el Brexit:

  • La clase urbana educada abandona la política, tal como lo hizo la clase trabajadora blanca en décadas anteriores.
  • Resulta que los liberales urbanos acomodados (a diferencia de, digamos, los hispanos pobres) pueden vivir bien bajo Trump.
  • Están en el lado correcto de la creciente desigualdad de EEUU.
  • Se sienten mal por Estados Unidos, pero bien consigo mismos.
  • Las personas educadas continuarán encontrando buenos empleos en Londres.
  • Se arriesgan a ser políticamente marginados después del Brexit.
  • Los debates liberales en universidades, medios de comunicación, partidos políticos y grupos de expertos se sentirán irrelevantes.
  • Los liberales urbanos educados se irán al exilio interno, cultivarán sus jardines en la azotea, llevarán a sus hijos a las escuelas adecuadas, buscarán el café perfecto y se dedicarán al activismo local, por ejemplo acerca de las ciclo vías.
  • Se separarán gradualmente del sentimiento de nación compartida.
  • “No es mi gobierno”, será la actitud.
  • La élite liberal tiene sus patios de recreo (cafés hipster y patinaje sobre ruedas) y se le permitirá prosperar con la condición de que no se inmiscuyan en la política.
  • Vi una versión anterior de esto en el apartheid de Sudáfrica: los liberales urbanos se sentaban alrededor de sus piscinas burlándose del gobierno que los privilegiaba, mientras que las criadas negras servían pastel.
  • Es una forma de vida sorprendentemente sostenible.

Según nuestra forma de pensar en Lampadia, esto es algo muy pernicioso, pero el que se de en países desarrollados, con altos estándares de vida, por malo que sea, no descalabra la sociedad, y menos, condena a su población más pobre a perennizarse en la pobreza.

Pero que eso se de en un país como el Perú, que está a medio camino de desarrollo, y que no ha logrado remontar la pobreza a niveles soportables, es una desgracia incapacitante del conjunto de la sociedad. Es una irresponsabilidad insoportable e intolerable. Algo que debemos combatir todos los días, hasta superarla.

Efectivamente, en el Perú, la clase más acomodada, no participa de la vida pública y hemos dejado que los enemigos de la modernidad y el desarrollo copen todos los espacios donde se inspiran las políticas públicas.

Por ejemplo, luego que Lampadia develara la infiltración del pos-extractivismo, esa teoría jalada de los pelos que propone producir lo mínimo de todo y no exportar alimentos, ningún gremio empresarial, los entes encargados de promover la producción de bienes y servicios, se dignó analizar y combatir el brulote.

En general, las universidades están ajenas al debate de políticas públicas, excepto las politizadas, como la PUCP, que copó de asesorías el Ministerio de Educación y cuyos representantes del pensamiento económico, son en gran medida, anti globalización, anti comercio internacional y anti minería.

Del mismo modo, los medios televisivos, parte del mundo empresarial, están entregados a conducciones periodísticas activistas de claro tinte anti economía de mercado. Éstos han entronizado como referentes de la opinión pública nacional, a personajes como los congresistas Arana, Lezcano, Becerril, Scheput y García Belaunde.

Curiosamente, en el Congreso, (excepto el congresista Olaechea, que no tiene presencia mediática) nadie defiende la Constitución de 1993, atacada diariamente por el Frente Amplio y Nuevo Perú. Una Constitución que permitió sacar al país de ser un ‘Estado Fallido’ en 1990 y llevarlo hasta el 2011, a tornarse en una ‘Estrella Internacional’.

Desde el 2012 hemos revertido la dirección de las políticas. Públicas que nos permitieron progresar. Aun así, nuestra clase dirigente no ha salido a la palestra.

Recientemente en Lampadia, hemos publicado el ‘Manifiesto de Powell’ y el ‘Manifiesto de The Economist’. Ambos reclaman, en sus contextos, el involucramiento de sus clases dirigentes, y nos permiten entender en perspectiva, las consecuencias de sus ausencias en la salud económica, social e institucional de sus países. Los dos documentos son muy aleccionadores.

Sin embargo, las clases dirigentes de EEUU y Gran Bretaña, pueden darse el lujo de no estar a la altura de sus responsabilidades, pero ese no es nuestro caso.

En el Perú, los que están mejor, la clase dirigente que no milita en la política, está obligada a participar, directa o indirectamente, en la construcción de un país próspero, máxime, teniendo el Perú un potencial de desarrollo tan grande. No hacerlo es un desentendimiento con sus propios hijos y nietos, y una traición a una sociedad que les permitió lograr el bienestar individual que hoy gozan. Lampadia




El nuevo juego del ‘libre comercio’

El TLCAN, que en su momento marcó la agenda del libre comercio, promoviendo los tratados bilaterales versus la agenda global de comercio de la OMC y solidificó el camino de la promoción de la globalización económica, está sufriendo hoy día una oleada de populismo y nacionalismo liderada por Trump.

El líder estadounidense populista cuestiona el orden económico internacional pro comercio en aras de una supuesta recuperación de la salud interna de su economía. Pero, al final, parece que la tan cacareada renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) solo tiene como objetivo “transferir los beneficios altamente específicos que provienen del proteccionismo de un grupo a otro.”

Detrás de todos estos enfrentamientos, lo que hay es puramente malabarismo para beneficiar a grupos de interés específicos, vinculados al espacio industrial tradicional estadounidense.

Lamentablemente, los efectos colaterales de esta ruptura de los sacrosantos contratos comerciales destruyen del orden internacional y hacen ver que, con el único expediente de un simple putsch populista, se pueden alterar y desvirtuar las estructuras de un mundo que costo mucho esfuerzo construir y que, en las últimas décadas, produjo una gran disminución de la desigualdad global y la mayor reducción de la pobreza de la historia.

Este es un antecedente muy perjudicial para el futuro del libre comercio en el mundo y para la impostergable necesidad de perseverar en la superación de la pobreza, especialmente, en los países emergentes.

Líneas abajo, compartimos un análisis sobre los daños y posibles impactos del nuevo TLCAN:

El nuevo TLCAN es solo antiguo proteccionismo y mala economía

MISES WIRE
Setiembre, 2018
Carmen Elena Dorobăț, PhD in economics from the University of Angers, and is Assistant Professor of Business at Leeds Trinity University
Glosado por Lampadia

Un nuevo acuerdo comercial de América del Norte está en proceso entre los Estados Unidos y Canadá, luego de que se llegó a un acuerdo tentativo con México la semana pasada. El acuerdo reemplazaría el acuerdo del TLCAN de casi 25 años entre los tres países. Tanto los medios como la industria están sufriendo de “fiebre de negociación”, ya que esperan ansiosamente los resultados de las negociaciones.

No se sabe mucho acerca de qué implicará este nuevo acuerdo exactamente. Sin embargo, las pocas cosas que sabemos indican que no hay necesidad de ninguna emoción. El nuevo acuerdo comercial será simplemente una amalgama del antiguo TLCAN, el TPP previamente rechazado y algunas medidas proteccionistas nuevas.

¿Es probable que sea una victoria para el libre comercio? Ni por una milla.

Primero, el acuerdo con México especifica que dos tercios del valor de un automóvil (en comparación con el 62% del TLCAN) deben ser fabricados en América del Norte, y casi la mitad debe ser fabricado por trabajadores que ganen un mínimo de $ 16 por hora. Solo los fabricantes de autos que cumplan con estos nuevos requisitos podrán enviar vehículos a través de la frontera con ningún arancel; otros pagarán un impuesto de aduana de 2.5%. Esto es una gran noticia para los sindicatos industriales en los EE UU y también será beneficioso para los sindicatos canadienses en caso de un acuerdo. Pero México también espera que esto obligue a los fabricantes de automóviles a aumentar los salarios. Sin embargo, estas reglas de origen y requisitos de salario y contenido solo aumentan los costos de fabricación. Esto puede eventualmente reflejarse en precios de automóviles más altos, y puede provocar la reubicación de las industrias automotrices de América del Norte a jurisdicciones de menor costo en el largo plazo.

En segundo lugar, las importaciones de acero y aluminio, actualmente sujetas a aranceles después de los últimos intentos de política de Trump para reconstruir las industrias metálicas de EE UU es probable que estas restricciones se mantengan en forma de un plan de cuotas. Los impactos de las cuotas y los aranceles son similares y provocarán aumentos y pérdidas de precios para los consumidores y las industrias adyacentes.

Otras medidas incluyen la extensión de los derechos de autor a un término de 75 años después de la muerte del creador y la eliminación del Capítulo 19 del TLCAN, según el cual las empresas podrían demandar por derechos antidumping o compensatorios ilícitos. Estas medidas aumentan la influencia de los gobiernos en las transacciones comerciales y la intervención en los precios y es probable que reduzcan la innovación a largo plazo. Lo irónico es que la extensión de los términos de copyright existía en la Asociación Transpacífico que Trump se negó a firmar a principios de 2017.

Canadá se ha opuesto a estos dos cambios, pero puede aceptarlos si se le da algo más a cambio. Puede, por ejemplo, negociar para mantener su umbral de minimis muy bajo para bienes libres de impuestos de $ 20, en comparación con $ 800 en los EE UU y ahora $ 100 en México. O puede luchar para continuar la protección, de una forma u otra, para sus ricos ganaderos de Ontario y Quebec, cuya gran influencia sobre la política canadiense los convierte en un poderoso grupo de interés.

Si le parece que el “mucho más justo, realmente buen trato” con México (y posiblemente con Canadá) es simplemente cambiar las regulaciones comerciales de un área a otra en lugar de reducirlas, sus ojos no lo están engañando. La razón de estos cambios es transferir los beneficios altamente específicos que provienen del proteccionismo de un grupo a otro. Incluso estos son bastante efímeros, porque cuando las importaciones disminuyen, también lo hacen las exportaciones. Si los consumidores gastan más en bienes nacionales, los precios internos aumentan, y cuanto más aumentan, más se reducen las exportaciones.

El nuevo acuerdo comercial se trata simplemente de hacer nuevos negocios para nuevos intereses especiales. El libre comercio o los intereses del consumidor nunca entran realmente en la ecuación. Las donaciones de campaña sí.

La opinión de Mises sobre esto fue muy directa y práctica. En Gobierno Omnipotente, demostró que los acuerdos comerciales modernos no guardaban ningún parecido con los tratados comerciales de Cobden y Chevalier:

En la era del laissez faire, los tratados comerciales se consideraron un medio para abolir, paso a paso, las barreras comerciales y todas las demás medidas de discriminación contra los extranjeros … Entonces cambió la situación. El significado de los tratados comerciales cambió radicalmente. Los gobiernos se entusiasmaron por sobrepasarse mutuamente en las negociaciones. Un tratado se valoraba en proporción, ya que obstaculizaba el comercio de exportación de la otra nación y parecía alentarlo a uno.

Es vano esperar algo de cambios puramente técnicos en los métodos aplicados en las negociaciones internacionales sobre asuntos de comercio exterior.

Si también le parece que el inevitable impacto perjudicial del nuevo acuerdo comercial sobre los precios internos y el nivel de vida es contrario a los objetivos declarados de otras políticas gubernamentales, tiene razón de nuevo. Mises explicó en Burocracia cómo los intereses de los grupos poderosos a menudo entran en conflicto, y las administraciones estatales se encargan de ellos de manera fortuita:

El departamento de trabajo apunta a mayores tasas salariales y a menores costos de vida. Pero el departamento de agricultura de la misma administración apunta a un aumento en los precios de los alimentos, y el departamento de comercio intenta aumentar los precios internos de los productos básicos por tarifas. Un departamento lucha contra el monopolio, pero otros departamentos están ansiosos por lograr -a través de aranceles, patentes y otros medios- las condiciones requeridas para construir la restricción monopólica.

A medida que varios acuerdos comerciales cambian nombres, cláusulas y proponentes, con la vieja táctica de cebo y cambio, el proteccionismo solo cambia su disfraz poco convincente. “El nuevo acuerdo sin sentido para el consumidor” sería un nombre más apropiado. Lampadia




La alianza de occidente se debilita

Desde los desarrollos políticos de Gran Bretaña con el Brexit y de EEUU con Trump, que de alguna manera marcan una regresión de sus políticas internacionales, por el acomodo de factores internos, en Lampadia hacemos un cuidadoso seguimiento de la política global, especialmente, en cuanto a su incidencia sobre el libre comercio, la movilidad de capitales y la globalización en general.

En cuanto a la alianza de occidente, económica y de seguridad, concordamos con The Economist, en que vale la pena salvarla. Ver líneas abajo su artículo al respecto.

  • The Economist: “en un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia”.
  • Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo).

Mientras más Trump pretende intimidar a sus aliados, crea más dudas sobre el liderazgo de EEUU en el mundo y sobre las garantías de seguridad que pueden brindar a sus socios tradicionales. Ya hace unos meses, los principales líderes europeos han declarado que no pueden confiar en EEUU. Pero, como dice The Economist, la alianza no va a salvarse por sí sola:

  1. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad.
  2. Países europeos deben invertir más en defensa.
  3. Los aliados de EEUU deben colaborar en áreas como la ciberseguridad, que los haría más valiosos para EEUU.
  4. Los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la ‘Iniciativa de Intervención Europea’, propuesta por Francia, en vez de excluirla del sistema de defensa.

Uno de los grandes peligros que la humanidad enfrenta estos días, es el del aumento de las brechas entre los países más ricos; como consecuencia de la ola de populismo que se esconde detrás de las banderas de la anti-globalización y anti-comercio internacional, que puede terminar por desbaratar los grandes avances de las últimas décadas, dañando en mayor medida a los países emergentes, como nuestro país.

A estas alturas ya no se puede pensar que las acciones anti-comercio de Trump, son solo una estrategia para generar supuestos balances. La guerra comercial desatada por el autócrata estadounidense, no responde a realidades que deben corregirse, y más bien, generará un EEUU más débil, como lo explican los analistas internacionales más prestigiosos.

Los peruanos tenemos que tener muy claro, que solo sifoneando recursos económicos desde los países más ricos al Perú, podemos aspirar a superar la pobreza. A diferencia de esas políticas decimonónicas llevadas al extremo por la dictadura militar izquierdista de Velasco, de endeudar al Estado, lo que tenemos que hacer es conseguir esos recursos, multiplicando nuestras exportaciones y promoviendo más inversiones. Lampadia

Brecha transatlántica
La alianza occidental está en problemas

Esto debería preocuparle a Europa, EEUU y al mundo

The Economist
5 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

EEUU hizo tanto como cualquier país para crear la Europa de la posguerra. A fines de la década de 1940 y en la década de 1950 se dio el inicio del tratado que se convirtió en la Unión Europea y en la OTAN, la alianza militar que ganó la guerra fría. Estados Unidos actuó en parte por caridad, pero principalmente por interés propio. Habiendo sido arrastrado a dos guerras mundiales, quería desterrar la rivalidad franco-alemana y construir una muralla contra la amenaza soviética. Después del colapso soviético en 1991, la alianza ancló la democracia en los estados recientemente liberados de Europa oriental.

Hoy, sin embargo, EEUU y Europa están separadas por una creciente brecha. Los días 11 y 12 de julio, antes de la cumbre de la OTAN en Bruselas, el estado de ánimo es venenoso. Como el presidente Donald Trump acusa a los europeos de mala fe y de no ejercer su influencia, ellos lo acusan de vandalismo. Una segunda cumbre, entre Vladimir Putin y Trump en Helsinki el 16 de julio, podría producir el espectáculo una vez impensable de un presidente estadounidense tratando a su oponente ruso mejor de lo que trata a sus aliados.

Incluso si las dos cumbres transcurren sin controversia, como deberían, dado que Trump se deleita en confundir a sus críticos; las diferentes prioridades, creencias divergentes y culturas políticas enfrentadas se mantendrán. La alianza occidental está en problemas y eso debería preocuparle a Europa, Estados Unidos y al mundo.

Cada alianza tiene sus tensiones, pero la occidental se ve especialmente tensa por una cantidad desconcertantes de frentes. Trump y sus generales están exasperados por los débiles esfuerzos de muchos miembros de la OTAN por cumplir su promesa de aumentar el gasto de defensa al 2% del PBI para 2024. La derecha estadounidense tiende a condenar el apoyo europeo al acuerdo nuclear iraní (que Trump dejó) y lo que ve como un prejuicio contra Israel. Y los legisladores de ambos partidos piensan que, a medida que la atención del mundo se traslada a Asia, los europeos merecen menos atención.

Como si eso no fuera suficiente, Trump acusa fatuamente a la UE de estar “preparada para tomar provecho de Estados Unidos” y la reprime por el comercio injusto. Mientras tanto, Europa está dividida. Italia tiene una nueva coalición populista que es pro-Putin. Así, cada vez más, está Turquía, miembro de la OTAN (pero no de la UE) que es hostil a los valores democráticos liberales que unen a la alianza. Lo peor podría estar por venir. Un gobierno laborista en Gran Bretaña bajo Jeremy Corbyn, que tiene una larga historia de oposición al uso de armas por parte de Occidente, trataría a Estados Unidos con una profunda sospecha; incluso podría tratar de abandonar la OTAN.

Un golpe de SACEUR

Esta revista cree que vale la pena salvar la alianza occidental. En un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia. [Ver en Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo)]. Pero la alianza no tiene un derecho otorgado por Dios para sobrevivir. Debe ganar continuamente su lugar. La pregunta es: ¿cómo?

El primer paso es no hacer las cosas más difíciles. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad. El juntar estos dos temas solo hará que Occidente sea menos seguro y más pobre.

Luego, los partidarios de la alianza deben ser prácticos. Eso significa pagar. Trump tiene razón al quejarse sobre países como Alemania e Italia, que gastaron solo 1.22% y 1.13% del PBI en defensa en 2017. De hecho, él podría ir más allá. Es muy poco lo que se gasta en defensa: Bélgica consume más de un tercio de su gasto en las pensiones., cuando debería usarse en I+D y equipamiento.

Para los aliados de Estados Unidos, ser práctico también significa mantenerse al día. La colaboración en áreas como la ciberseguridad hará que la alianza sea más valiosa para los Estados Unidos. Más urgentemente, la OTAN debe continuar agudizando su respuesta a las tácticas de desinformación e infiltración que Rusia usó en Crimea y el este de Ucrania. La entendimiento militar perdido es difícil de reconstruir. Los ejercicios que consolidan las relaciones militares de la OTAN son más importantes que nunca.

Y ser práctico significa permanecer juntos. En las negociaciones del Brexit, la UE tiene la intención de excluir a Gran Bretaña de las estructuras de seguridad de la unión. Dada la experiencia militar de Gran Bretaña, su industria armamentística y sus agencias de inteligencia, eso es contraproducente. En cambio, los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la Iniciativa de Intervención Europea, propuesta por Francia, que apunta a crear una fuerza que pueda actuar en situaciones de crisis. Alguna vez EEUU habría visto tal plan como una amenaza para la OTAN. Hoy sería tanto una señal de que Europa está dispuesta a asumir más responsabilidades.

Luchando por la mente

Lo último es la batalla de ideas. Si la OTAN y la UE no existieran, no se crearían. Desde el colapso soviético, la sensación de amenaza ha disminuido y las dificultades para trabajar juntos han crecido. Sin embargo, eso no hace que la alianza transatlántica sea “obsoleta”, como alguna vez afirmó Trump. Las alianzas de Estados Unidos son un activo que es la envidia de Rusia y China. La OTAN es una herencia que es tanto más preciosa por ser irremplazable.

La necesidad de seguridad permanece. Rusia no es la Unión Soviética, pero, como potencia declinante, se siente amenazada. Ha modernizado sus fuerzas y está preparada para desplegarlas. La necesidad de anclar la democracia europea también se mantiene. A medida que el autoritarismo se acerca a Polonia y Hungría, la UE y la OTAN pueden ayudar a limitar su avance. Y existe el beneficio adicional de cómo Europa ayuda a los Estados Unidos a proyectar su poder, proporcionando bases, tropas y, por lo general, apoyo diplomático.

La OTAN es más frágil de lo que piensa Trump. En su base está el compromiso de considerar el ataque contra uno de sus miembros, como un ataque contra todos. Las vacilaciones y hostilidades de Trump hacia Europa debilitan ese compromiso, aunque solo sea porque revela su desprecio por la idea de que los países pequeños tienen los mismos derechos que los grandes. Asia está mirando, al igual que Putin. Mientras más intimide Trump a sus aliados, más dudará el mundo de las garantías de seguridad de Estados Unidos. Debido a que las grandes potencias compiten en una zona gris entre la paz y la guerra, se corre el riesgo de un error de cálculo.

Trump cree que es un maestro negociador en pos de una EEUU más fuerte. Con Europa, como con tantas otras cosas, subestima gravemente lo que está dejando. Lampadia