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Cuidado con entender las cosas al revés

Cuidado con entender las cosas al revés

En esta entrega, seguimos con el análisis sobre el progreso de Rafael Rincón-Urdaneta de la Fundación para el Progreso (FPP) – Chile. (Ver en Lampadia: ¿Hemos progresado o seguimos igual?).

Centraremos el tema en los prejuicios o ideas preconcebidas, que crean un falso sentido común.

Rincón-Urdaneta se pregunta porqué las personas opinan sobre la realidad de manera tan diversa y hasta opuesta, siendo que muchas veces existen evidencias de una realidad concreta. Al respecto, como cita el autor del análisis, el campeón en promover lecturas correctas de la realidad, basadas en datos concretos, fue Hans Rosling.

Ver en Lampadia:

En eso de sembrar noticias falsas o distorsionar la realidad, el ejemplo más claro es el mito de que cada día los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Pero la realidad dice otra cosa. Ver el siguiente gráfico de Hans Rosling:

En el gráfico podemos ver que cuando la población mundial era de 4,000 millones de personas, los pobres eran 2,000 millones, el 50%. Pero ahora, en el siglo XXI, la población supera los 7,000 millones de personas y los pobres son el 12%. (El 9.6% según otras fuentes).

En el caso del Perú, se escucha frecuentemente decir que, con todo el crecimiento económico de los últimos años no se ven mejoras de los ciudadanos comunes. Para contradecir este mito, basta preguntarse que ha sucedido para que la pobreza descienda de casi 60% a 20%. ¿No ha sido consecuencia del crecimiento?

Esta suerte de síndrome cognitivo enturbia varios procesos, pero especialmente la política y la percepción de las políticas públicas. Por ello seguiremos presentando las siguientes entregas.

Progreso: cuestión de criterios y razón
Fundación para el Progreso (FPP) – Chile
Junio 2019
Rafael Rincón-Urdaneta Z.
Glosado por Lampadia

¿Por qué las personas tienen tan distintos diagnósticos y opiniones sobre el estado del mundo y el progreso de la humanidad? ¿Qué conceptos, criterios e ideas pueden ayudar a lograr una evaluación más precisa y una reflexión más inteligente sobre nuestro porvenir, apartando los prejuicios y combatiendo la ignorancia para aproximarnos más racionalmente a la realidad? Esta serie de Rafael Rincón-Urdaneta Z., Director de Estrategia y Asuntos Globales de FPP, ha sido elaborada con vocación de sentido común y pensamiento crítico. Y propone algunas claves útiles para estudiantes, profesores, analistas y líderes, entre otros. En esta segunda entrega veremos algunos criterios esenciales para evaluar el estado y el progreso del mundo.

Imaginen esta escena: Una paciente sin nombre se encuentra en el hospital en un estado gravísimo. Delira y tiene espasmos. Está fría y pálida. Urge adoptar medidas para salvarle la vida. Han llegado los resultados de los exámenes —análisis de sangre, radiografías, ecografías y tal— y se reúne el equipo de atención para decidir sobre los pasos a seguir. Pero hay un problema: solo un profesional de la medicina, el Dr. Rosling, es parte del grupo. El resto está conformado por personas de una diversidad absurda, o cuando menos disfuncional para el caso. Hay un sacerdote especialista en exorcismos, para quien la pobre mujer, como Linda Blair encarnando a Regan en la película El Exorcista, está poseída por Lucifer. ¡Vade retro Satanás! También hay un santero, coincidente en lo de la posesión, pero convencido de que el bicho es otro, un espíritu maligno de poca monta. Así que propone invocaciones diferentes para expulsar al indeseable inquilino. El otro miembro del tragicómico conjunto es una activista anti-vacunas y rabiosa opositora a la medicina científica. Su advertencia: tendrá que pasar sobre su cadáver quien intente acercarle una jeringa o algún fármaco a la desdichada paciente, que a estas alturas convulsiona mientras el exorcista la mira esperando que levante vuelo o tuerza el cuello. Los últimos miembros son un homeópata, un aprendiz de naturista con un manojo de hierbas bajo el brazo y un joven chofer de la funeraria que se equivocó de puerta y no tiene la menor idea de qué hace allí.

La discusión es de película y nadie está de acuerdo en el diagnóstico, menos aún en el tratamiento. Todos hablan jergas de oficio diferentes —el de la funeraria solo pregunta repetidamente a quién tiene que llevarse— y ni siquiera los exámenes con las pistas necesarias han ayudado a consensuar un curso de acción. Cada cual tiene una interpretación distinta de la realidad. El Dr. Rosling, desesperado, impotente y a punto de un ataque, agita los exámenes en el aire y llama a seguridad. ¿Creen que la dama en angustioso sufrimiento salga de esta? Si pudieran, ¿a quién le confiarían la autoridad para hacerse cargo?

Si Ud., como yo, le ha dado el mando al Dr. Rosling es porque valora el conocimiento, la ciencia y la razón. Y sabe que la primera información que tiene a mano es el cuadro visible —y penoso— de la mujer agonizante, los exámenes médicos y años de estudio y experiencia. Añada Google, inteligencia artificial y lo que quiera, pero lo primero es la vocación crítica y científica frente al problema.

El nombre de nuestro galeno no es casual. Es un homenaje a Hans Rosling (1948-2017), sueco, médico, fundador de Gapminder y autor del libro Factfulness[1], publicado en 2018 después de su temprano fallecimiento en pleno auge de su fama. Y viene a cuento en esta entrega porque uno de sus grandes aportes en vida fue combatir la ignorancia con una visión del mundo basada en hechos, en evidencia. Para esta serie sobre el progreso, de esta historia, del legado de Hans Rosling y de lo que he visto en las salas de clase como profesor universitario, quisiera rescatar justamente esa forma de ver y abordar las cosas. Y proponer, entre otros posibles, unos cinco hábitos y criterios de análisis que nos evitarán exabruptos, vergüenzas y situaciones no muy lejanas de nuestra caricaturesca y absurda escena hospitalaria.

[Líneas abajo compartimos el primer criterio de análisis]

Cuidado con las ideas preconcebidas

¿Cuántas veces no ignoramos planteamientos contrarios a nuestras creencias, o descartamos una prueba que atenta contra una idea preconcebida, fija en nuestras cabezas? Hace un tiempo atrás en Malmö, Suecia, en una conversación con Johan Norberg, el autor de Progreso: 10 razones para mirar al futuro con optimismo, surgió este tema. «Es increíble la cantidad de gente que realmente cree que los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres», dijo. «La verdad es que la primera parte de esa afirmación es cierta, pero la segunda está completamente equivocada», completó enfáticamente. Y así explicó cómo el mundo se ha enriquecido, y cómo particularmente la población más necesitada lo ha hecho a gran velocidad. Y es que, si en 1820 más o menos 94% del mundo vivía en extrema pobreza y en 1990 la proporción era de 34%, para luego llegar a un 9.6% en 2015, pues no hay manera de sostener que los pobres son cada vez más pobres.

Más aún, un estudio de Brookings Institution titulado A global tipping point: Half the world is now middle class or wealthier, a cargo de Homi Kharas y Kristofer Hamel, dice que para septiembre de 2018, según sus cálculos, más de 50% de la población mundial —unos 3,8 mil millones de personas— vivía en hogares con gastos discrecionales suficientes como para ser considerados de «clase media» o «ricos».[2]

Así, el rezo de que los ricos son cada vez más ricos y que los pobres van de mal en peor es simplemente una idea preconcebida, una de esas que se graban en la mente con la misma facilidad que se graban —y repiten— los eslóganes.

Hay algunas ideas preconcebidas que caen con «trampas» diseñadas para confrontar a las personas consigo mismas y hasta con el sentido común. En una universidad chilena, en las clases de una asignatura sobre política e instituciones que yo dirigía como profesor, solíamos discutir sobre los mejores y peores sistemas políticos y económicos, y sobre los países más prósperos y prometedores para vivir. Había en el ambiente un cierto sentimiento —muy de estos tiempos— anticapitalista, receloso del libre mercado y antiliberal. O «anti-neoliberal», para usar el término popular. Así que les planteaba «maliciosamente» un ejercicio, una situación ficticia en la que los estudiantes debían listar unas 5 o 10 alternativas de países a donde emigrarían en caso de que tuvieran que hacerlo, como hoy lo hacen los venezolanos huyendo de la hecatombe chavista. Los resultados eran perfectamente predecibles: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia, Japón, Nueva Zelanda, Suiza, Dinamarca, Noruega, Alemania, Estonia, Suecia, los Países Bajos… y así. Era como leer los primeros lugares de los índices de libertad económica de Fraser Institute o Heritage Foundation. La «trampa» es efectiva y los resultados demoledores. El desconcierto era general.

Esto de las ideas preconcebidas podemos extenderlo a muchas situaciones y temas. A veces las personas creen y repiten irreflexivamente lo que escuchan o leen, o están predispuestas a pensar que las cosas están o estarán peor de lo que demuestra la realidad, sea por generalizaciones, por proyecciones de sus experiencias o por sesgos ideológicos. O acaso por pura y simple deshonestidad intelectual. Así, abrir la mente a la posibilidad de que los hechos vayan contra lo que pensamos, o a que nos veamos descubiertos actuando en dirección opuesta a lo que profesamos, es el primer hábito útil para analizar el mundo con claridad. Algo parecido sugiere el Prof. Steven Pinker, citado en la primera entrega de esta serie, en el capítulo sobre la «progresofobia» de su libro En defensa de la ilustración. Lampadia

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Bibliografía:

[1] El título completo del libro es Factfulness: Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas.

[2] Kharas, H. y Hamel K. (2018). A global tipping point: Half the world is now middle class or wealthier. Brookings Institution. Recuperado el 29 de julio de 2019. Disponible en: https://www.brookings.edu/blog/future-development/2018/09/27/a-global-tipping-point-half-the-world-is-now-middle-class-or-wealthier/