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Primeros pasos de Bolsonaro en reforma de pensiones

Finalmente ha tomado forma la propuesta del gobierno del presidente Jair Bolsonaro para abordar la problemática del sistema público de pensiones en el Brasil. Como escribimos previamente en Lampadia: La necesaria reforma de pensiones en Brasil, atender este impasse es de vital importancia por las fuertes implicancias que tiene en el gasto público (12% del PBI se gasta en pensiones) y por ende, en la deuda pública – que actualmente asciende al 74% del PBI – ambas variables fundamentales para lograr la estabilidad macroeconómica.

En un reciente artículo publicado por The Economist (leer líneas abajo) se describe a detalle los puntos tocados en el documento presentado al congreso, así como los obstáculos que enfrentaría Bolsonaro y su ministro de economía, Paulo Guedes, en la implementación plena de su propuesta de reforma.

Básicamente el objetivo del equipo de Bolsonaro es aplacar sobremanera la grave situación financiera por la que está pasando un sistema que está quebrado desde hace décadas, además de alinear incentivos entre los agentes económicos, con las siguientes políticas:

  • Aumentar la edad de jubilación mínima ubicada en 65 años para hombres y 62 para mujeres, que están por encima de la edad promedio actual en Brasil, ubicada a mediados de los 50 años.
  • Establecer un período de transición de 12 años, por debajo de los 30 años en los que actualmente se encuentra el sistema.

Como indica The Economist, ambas políticas no solo permiten el ahorro de US$ 295,000 millones en 10 años, sino que además alentaría las contribuciones por parte de agentes económicos que perciben altos ingresos y limitaría los beneficios tan inmediatos hacia los jubilados, generando mayor ahorro previsional.

Si bien ambas políticas son acertadas, dada la aguda crisis por la que pasa el sistema previsional de nuestro país vecino, consideramos que son solo de carácter paliativo en tanto no atacan el problema estructural de fondo, que es el esquema Ponzi que caracteriza a los sistemas públicos de reparto a nivel mundial. Estos esquemas generan enormes forados fiscales, conforme envejecen las sociedades en los países, por su alta dependencia de la población joven.

Este mismo problema lo adolece el Perú con la ONP, la cual se encuentra quebrada al reportar una deuda traída a valor presente cercana a los 100 mil millones de dólares, equivalente a medio PBI nominal, según estimaciones del IPE.

En ese sentido, la verdadera solución al sistema previsional brasilero implicaría ir hacia un sistema de capitalización individual de carácter privado, los cuales han demostrado ser autosostenibles en el tiempo – aún con el envejecimiento poblacional– y cuya gestión de inversiones puede generarle altas rentabilidades a sus afiliados.

La experiencia del Sistema Privado de Pensiones (SPP) en el Perú, conformado por las AFP, que, aún con los ataques que ha venido  recibiendo en los últimos años por parte de los medios de comunicación y de leyes populistas como la del retiro anticipado del 95.5% -que redujo la edad de jubilación promedio de 65 a 59 años-, puede dar fe de estos atributos (ver Lampadia:  Lo importante es lograr cobertura universal).

Sin embargo, es menester señalar que nuestro sistema aún adolece de problemas de cobertura, la cual apenas abarca a 1 de cada 4 peruanos que laboran, por lo que siempre insistimos en la implementación de una propuesta que incluye usar una parte del IGV como aportes individuales a fondos privados de pensiones, lo cual contribuiría a elevar dicha cobertura sustancialmente, además de que reduciría la informalidad e incrementaría la recaudación tributaria (ver  Lampadia : El IGV como aporte al Fondo de Pensiones y formalización del empleo).

Aprovechamos esta oportunidad para reiterarles nuestra propuesta de política a nuestras autoridades a fin de contar con un sistema de pensiones formalizador, voluntario y sobretodo, universal, que, tenemos la certeza, es también una ambición a la cual también aspira el gobierno de Bolsonaro en el largo plazo. Lampadia

Reforma económica en Brasil
Jair Bolsonaro aborda el problema de las pensiones

Los políticos y la gente están listos para el cambio, en teoría

The Economist
21 de febrero, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Jair Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales de Brasil en octubre pasado por medio de una ofensiva contra el crimen y la corrupción. Pero el éxito de su presidencia depende de si él puede revivir la economía. Solo puede hacerlo si tranquiliza a los inversores reformando los sistemas de pensiones absurdamente generosos del país, que ponen en peligro las finanzas públicas. El 20 de febrero, Bolsonaro presentó al Congreso un borrador de enmienda constitucional para controlar el gasto en pensiones. Luego fue a la televisión para promover una reforma que prometió “cambiaría nuestra historia”.

Bolsonaro ha enviado señales mixtas sobre las pensiones, que canalizan los beneficios principalmente a los brasileños más acomodados y que se volverán cada vez más inasequibles a medida que la población envejece. El gobierno gasta el 12% del PBI en pensiones, en comparación con el 8% entre los países ricos de la OCDE. Bolsonaro aumentó las esperanzas de reforma al nombrar a su ministro de economía Paulo Guedes, ex banquero de inversiones y modernizador decidido. Bolsonaro, quien confiesa saber poco sobre economía, llama a Guedes su “Posto Ipiranga”, una gasolinera de servicio completo. Por otro lado, cuando era congresista, Bolsonaro se oponía a un plan de reforma de pensiones respaldado por el anterior presidente, Michel Temer. Después de las elecciones, criticó nuevamente el plan de Temer, diciendo que “no podemos salvar a Brasil matando a personas mayores”.

El paquete que el presidente propuso esta semana muestra que Guedes ha ganado el argumento, al menos por el momento. Establecería una edad mínima de jubilación de 65 años para la mayoría de los hombres empleados y 62 para la mayoría de las mujeres, que es lo que sugirió Temer. Además, el período de transición de 12 años propuesto es más corto que los 21 años de Temer. Actualmente, las personas comienzan a cobrar pensiones en promedio a mediados de los 50, después de pagar en el sistema durante al menos 30 años.

El plan aumentaría las contribuciones pagadas por personas con ingresos más altos y limitaría la medida en que los jubilados puedan cobrar más de un beneficio. Las reglas para los servidores públicos se acercarían a las de los trabajadores del sector privado.

Si el Congreso promulga la propuesta en su totalidad, el gobierno ahorraría 1,000 millones de reales (US$ 295,000 millones) en diez años, más del 1% del PBI previsto durante este período. Eso es más alto que los 800 millones de reales de ahorros en el plan original de Temer. El paquete “parece ir en la dirección de reducir los desequilibrios significativamente”, dice Mario Mesquita, economista de Itaú, un banco brasileño.

Ahora debe pasar por el Congreso, donde se necesitan mayoría de tres quintos en ambas cámaras para enmendar la constitución. Pocos observadores esperan que pase sin cambios. La pregunta es qué tan dañinos serán esos cambios. El Congreso recortó a la mitad los ahorros esperados de la propuesta de Temer. (Finalmente fracasó después de que las acusaciones de corrupción lo forzaron a gastar todo su capital político en persuadir al Congreso para que lo proteja de la persecución).

Bolsonaro tiene ventajas de las que carecía su antecesor. Los aliados lideran ambas casas. Incluso los políticos que no lo apoyan ahora piensan que las pensiones deben ser fijas, al igual que el público en general. “Hay consenso sobre la necesidad y urgencia de una reforma”, dice Tasso Jereissati, un senador del centrista Partido Socialdemócrata Brasileño, que apoya la agenda económica del gobierno. BTG Pactual, un banco de inversión cofundado por Guedes, encontró que el 83% de los congresistas apoya algún tipo de reforma de las pensiones.

Pero, como admite Jereissati, “hay un amplio espectro” de opiniones sobre qué tipo. Solo el 38% de los legisladores está de acuerdo con las edades mínimas propuestas. La mayoría de los votantes también piensan que son demasiado altas, según una encuesta realizada por XP Investimentos, un corredor. Bolsonaro ha hecho su trabajo más difícil al negarse a recompensar a los partidarios con patrocinio, la forma normal de formar mayorías en el Congreso.

Su presidencia de dos meses ya está envuelta en un escándalo, lo que dificulta aún más las cosas. La más reciente sigue a las revelaciones de Folha de São Paulo, un periódico, que señalan que el Partido Social Liberal de Bolsonaro presentó candidatos falsos para cubrir cuotas de género y recibir dinero de la campaña pública. El 18 de febrero, Bolsonaro despidió a Gustavio Bebianno, ex presidente del partido, de su trabajo en el gabinete.

Tales dramas probablemente no destruirán la reforma de las pensiones. Eurasia Group, una consultora política, estima que las probabilidades de no reformar este año son del 30%. Pero pueden debilitar al gobierno, obligándolo a hacer concesiones a grupos de interés que se verían perjudicados por el cambio. Ya, las propuestas de nuevas reglas para las pensiones militares se han pospuesto en 30 días. Moody’s, una agencia de calificación crediticia, predice que el Congreso reducirá los ahorros de la reforma a 600,000-800,000 millones de reales. Aun así, los inversores estarían tranquilos, dice Moody’s.

Las ambiciones de Guedes no terminan con la reforma de pensiones. Incluyen la simplificación del código fiscal y la reducción de las barreras a las importaciones. “Vamos a privatizar todo”, dice un miembro de su equipo. Para lograr tales objetivos, Guedes tendrá que superar la oposición de los generales retirados en el gabinete de Bolsonaro, quienes están muy lejos de vender activos “estratégicos” como Petrobras, la compañía petrolera controlada por el estado. La industria resistirá las barreras de importación más bajas.

En este momento, el gobierno está lanzando su peso detrás de “nova previdência” (“nuevas pensiones”). Según informes, el ministerio de economía planea un bombardeo en las redes sociales para argumentar que la reforma reducirá la desigualdad, creará empleos y liberará dinero para servicios públicos como la salud y la educación. Todo eso es verdad, y lo ha sido durante mucho tiempo. Quizás esta vez los brasileños lo crean. Lampadia




La necesaria reforma de pensiones en Brasil

La necesaria reforma de pensiones en Brasil

La victoria de Jair Bolsonaro en los recientes comicios electorales por la presidencia de Brasil ha mejorado sobremanera las expectativas -tanto del ciudadano brasilero de a pie como de los inversionistas extranjeros.

Reflejo de ello, fue que, apenas se dieron a conocer los resultados electorales en octubre, el valor del real dio un salto en el orden del 7%, alcanzando niveles máximos desde mayo del presente año, y el Índice de la Bolsa de Valores de Sao Paulo (Bovespa) tuvo un rendimiento del 3%, un máximo histórico.

En este escenario, sin embargo, es menester señalar que sobre él y sobre su actual ministro de economía, Paulo Guedes, recae una enorme responsabilidad, una verdadera reforma del sistema de pensiones, que como veremos a continuación, tiene fuertes implicancias en los altísimos niveles de gasto gubernamental y de deuda pública en este país.

Resulta fundamental analizar esta problemática dado que se asemeja mucho a la que se da con la ONP y Pensión 65 en el Perú. Las soluciones brasileñas podrían ser de mucha utilidad para la evolución de nuestro actual sistema de reparto.

Actualmente, Brasil gasta el 12% de su PBI en el pago de sus pensiones, un porcentaje que es superior al promedio de la OCDE, ubicado en 8%. Ha sido tal el crecimiento de este concepto de gasto que ha pasado a ser el principal determinante del aumento de la deuda pública, cuya proporción, como porcentaje del PBI, pasó del 52% a finales de 2013, al 74% en la actualidad. Peor aún, de no llevarse a cabo una reforma que lidie con esta explosión del gasto, pronto este porcentaje podría llegar al 90% al 2050, según proyecciones de la OCDE.

Guedes ha propuesto la creación de un modelo de capitalización individual con una edad de jubilación mínima–como el empleado en nuestro país con las AFP con jubilados que cobren pensiones de sus ahorros acumulados mientras trabajaban.

No es coincidencia que nuestro país adolezca del mismo problema con su actual sistema de reparto, la ONP y Pensión 65. Según estimaciones del IPE, la ONP cuenta con una deuda traída a valor presente cercana a los 100 mil millones de dólares, monto que representa el 50% de nuestro PBI a valor corriente.

Ello significa que muchos de los aportantes a la ONP no van a poder disfrutar de una pensión, hecho que se agrava aún más si consideramos que tienen que haber aportado por lo menos 20 años para disfrutar de este beneficio.

Y es que el problema de todos los sistemas de reparto a nivel mundial, a diferencia de aquellos con capitalización individual, es que se constituyen como esquemas tipo Ponzi, en donde se tiene una alta dependencia de los aportes de una población joven, que con el pasar de los años se hace cada vez más pequeña, para el mantenimiento de la población mayor.

Esto inevitablemente genera enormes huecos fiscales, conforme envejecen las sociedades, los cuales, en algún momento, pasan factura a los gobiernos, quienes tienen que extraer más impuestos para hacer frente a sus obligaciones con los pensionistas.

En el caso del Perú creemos que la solución del tema pensionario debe venir acompañada por el aumento de la cobertura de los afiliados. Esta puede hacerse, usando una parte del IGV como aportes individuales a fondos privados de pensiones.

Como explicamos en Lampadia: El IGV como aporte al Fondo de Pensiones y formalización del empleo , esta política no solo fomenta la formalidad, sino que además permite una mayor recaudación impositiva, lo cual es fundamental para lidiar con los problemas de deuda pública y de déficit fiscal.

Con ello en mente, aprovechamos en hacer un llamado a nuestras autoridades competentes para la implementación de esta medida. ¡Nuestros pensionistas no pueden esperar más! Lampadia

Ver líneas abajo más detalle sobre las propuestas de Jair Bolsonaro y Paulo Guedes en torno a la reforma de pensiones en Brasil:

Hacer o romper
Bolsonaro debe enfrentar el gasto descontrolado en pensiones

Si lo controla, dará forma a su presidencia y al futuro de Brasil.

The Economist
13 de diciembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

“No podemos salvar a Brasil matando a las personas mayores”, dice Jair Bolsonaro, el próximo presidente de Brasil. Se refiere al principal problema de política pública del país: un proyecto de ley de pensiones que consume más de la mitad del presupuesto federal y crece cuatro puntos porcentuales por encima de la inflación. No es el único de la nueva administración que expresa ambivalencias y falta de sentido de urgencia.

Sin embargo, muchos apuestan que Bolsonaro actuará rápidamente para resolver un problema que acosa a Brasil durante años. Aunque el optimismo viene más por la elección de Paulo Guedes como ministro de economía, egresado de la Universidad de Chicago.

El presidente saliente, Michel Temer, logró algunas reformas fiscales, en particular, un tope en el gasto federal y recortes a los préstamos subsidiados. Pero las pensiones lo derrotaron.

Dado que Brasil tiene reservas de divisas saludables y una de las tasas de inflación más bajas durante décadas, el progreso no depende de los mercados o las instituciones financieras globales, sino de los políticos en Brasilia. Eso es alentador y preocupante.

El sistema de pensiones brasileño

  • El esquema de gobierno para los trabajadores del sector privado está fuertemente subsidiado.
  • El esquema del sector público es aún más generoso.
  • No es raro que los funcionarios públicos se retiren a los 50 años con el sueldo completo.
  • El 41% de los beneficios de pensión van a la quinta parte más rica de los brasileños y el 3% a los más pobres.

Pero una población que envejece significa que el sistema es insostenible.

  • En el 2000, había ocho trabajadores por cada jubilado.
  • Para el 2060, solo habrá dos.

El gobierno gasta el 12% del PBI en pensiones, en comparación con un promedio del 8% en los países ricos de la OCDE.

Las pensiones han jugado un papel importante en el aumento de la proporción de la deuda pública como porcentaje del PBI que pasó del 52% a finales de 2013 al 74%. Sin reforma, pronto podría pasar el 90%.

Propuestas para una reforma

Muchos esperaban que, antes de asumir el cargo, Bolsonaro podría hacer que el Congreso saliente aprobara una reforma de pensiones, estancada, que fue introducida por Temer. Aunque eso no se logró, el nuevo presidente aún puede revivirlo el próximo año.

Dicha propuesta mantiene el sistema de reparto, en el que los trabajadores actuales apoyan a los jubilados actuales, pero se implementa una edad mínima de jubilación y un período de contribución mínimo. Ahorraría 400 mil millones de reales ($ 100 mil millones) en la próxima década.

Otros abogan por un mayor radicalismo. Durante la campaña, Guedes propuso un modelo de “capitalización”, con jubilados que cobren pensiones de sus propios ahorros acumulados mientras trabajaban.

Pero recientemente Bolsonaro ha hablado de “dividir” la reforma en etapas, comenzando por introducir una edad mínima de jubilación. Y el Congreso puede diluir cualquier esquema más, como lo hizo con Temer. Pero incluso las reformas más completas que se están considerando no resolverán todos los problemas fiscales de Brasil.

La gran pregunta es si Bolsonaro puede alinear al Congreso. Su Partido Social Liberal tiene poco más de una décima parte de los escaños, y dice que no atraerá a los legisladores de la manera brasileña habitual, es decir, comprando fiestas con gastos de barril de cerdo y nombramientos para ministerios de altos gastos. En lugar de eso, planea negociar tema por tema con grupos de interés de todos los partidos, como evangélicos, personas de línea dura de seguridad y agricultores. Eso puede no funcionar.

Bolsonaro fue elegido con una plataforma de abolición de privilegios.

El nuevo equipo económico está comprometido con la reforma y las condiciones son favorables, dice Eduardo Guardia, el ministro de finanzas saliente. Pero dice, “Hay riesgo de ejecución”. Lampadia