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Socialistas y el IMC*

Socialistas y el IMC*

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Acabo de tropezarme con un artículo que habla de la “esquizofrenia neoliberal”. Debo reconocer y compartir que la miopía es un serio problema, pero cuando esta es mental, es mucho más grave.

El autor indica que los “neoliberales” tienen como modelo un Estado débil, corrupto, clientelar e ineficiente y que no debiera sorprendernos el estilo de crecimiento con el 75% de informalidad. Y para redondear su mensaje, se queja de que se culpe de las ineficiencias y mal manejo de esta crisis del COVID-19 al presidente y su entorno.

Lo primero que debemos precisar es que, el neoliberalismo no busca un Estado débil, sino uno de tamaño adecuado, con músculo y consecuentemente eficiente. Este gracioso “sociólogo” me ha recordado a un amigo que, en el gimnasio, se preciaba de tener el mismo Índice de Masa Corporal (IMC) que un “muchachón” atlético, pero reconocía que, teniendo las mismas medidas que éste, las tenía en distinto lugar (la medida del pecho de ese muchacho, coincidía con la medida de cintura de mi amigo). Esa diferencia de Estado pequeño o grande, para los que no entiendan, es la diferencia de la que hablamos, un gordo mofletudo versus un atleta.

Cuenta el General Francisco Morales Bermúdez en su último libro, que en el primer gobierno de Belaunde, el Perú tenía 17 empresas públicas y cuando terminó el gobierno militar habían 170 y puntualiza que, la recaudación fiscal y el endeudamiento no era para solventar Educación, Salud y Justicia, sino el tremendo déficit y pérdidas de las 170 empresas del Estado. Está claro que él, en su condición de ministro de economía y finanzas durante casi siete años, lo sabía perfectamente. Entiendo que los socialistas añoran ser altos ejecutivos de esas empresas e instituciones que no les cuesta a ellos, ni les exige resultados, pero ¿a costa de los sufridos contribuyentes? ¿Quieren autos con chofer y viajes internacionales con pasajes en primera y hoteles cinco estrellas a costa del pueblo?

En lo que coincido con este “sociólogo” es que, tenemos una falla sistémica; pues en el primer gobierno de Belaunde teníamos 12 ministerios, durante el gobierno militar se incrementó a 17 y con la “ayuda” del gobierno nacionalista de OH, llegamos a 19 ministerios. A esto debemos agregar la carga de 25 gobiernos regionales burocráticos e ineficientes y 1870 (está leyendo bien) gobiernos municipales. Todos quieren decir algo respecto a una inversión, un proyecto, una operación, todos quieren “fiscalizar” y nadie crea valor en ninguna de sus actividades. Todo lo mencionado anteriormente, plagado de corrupción por donde se le mire. Esa fue la razón por la que se privatizó muchas de las empresas (lamentablemente faltaron Petroperú y SEDAPAL) a comienzos de los 90 y se dispuso la simplificación administrativa y de procesos en los ministerios, permitiendo el rápido y envidiado crecimiento económico de las últimas décadas.

Lamentablemente, la simplificación administrativa que redujo dramáticamente la corrupción pre-existente, en el tiempo, desde hace 20 años, se ha venido reconstruyendo. Debemos tener claro que la burocracia tiene “vida propia” y su propia dinámica, si no hay una autoridad política que se ocupe de que tal burocracia no crezca innecesariamente, esta se reproduce. Sí pues, es por eso que hemos llegado a esta maraña de instituciones y procesos burocráticos. No necesitas gobiernos de izquierda para generar un problema sistémico en el Estado, es suficiente que el gobierno “juegue al muertito”, para que los parásitos se reproduzcan y, como la hiedra, empiecen a trabar la máquina más eficiente, dilatando procesos, creando regulaciones, impuestos, tasas e innumerables cargas y multas que disparan en fuego cruzado, desde ministerios, organismos reguladores, supervisores, gobiernos regionales y municipales.

La burocracia y regulaciones han crecido de tal manera que está ahogando al aparato productivo y asfixiando a las empresas, impidiendo o postergando indefinidamente el desarrollo de proyectos y, por sí fuera poco, ahora esas entidades se enorgullecen de haber paralizado algunos proyectos.

Gracioso este “sociólogo” que se queja de las AFP con el argumento que más ganan ellas que los futuros pensionistas. No sabe este señor que, para quienes han sido constantes en sus aportaciones, el fondo acumulado al tiempo de jubilarse proviene; un tercio de sus aportes y dos tercios de las ganancias acumuladas por la administración del fondo previsional. Igualmente se queja de las medidas temporales en el agro que, se han convertido en eternas, sin reconocer que esa agricultura moderna ha florecido sin préstamos del banco agrario, ni de subsidios estatales. Quisiera que me muestren los casos del resto del agro peruano y demuestren si les ha sido posible, con estrictamente las mismas condiciones de las que goza el agro moderno, sustentarse y florecer.

Para completar la tarea, es necesario que un Estado pequeño, pero fuerte y eficiente, maneje adecuadamente el sistema de educación, debidamente regulado, potenciado académicamente y apoyado económicamente para manejar un nivel de excelencia, lejos de la influencia negativa del SUTEP y de otro lado, un transporte público manejado por privados, con metas de servicio y eficiencia, pero con el apoyo económico estatal para brindar servicio de excelencia con tarifas de alcance popular.

Lo antes descrito no es más que una Asociación Público Privada (APP), algo a lo que la izquierda le hace ascos, pero el problema no es la APP, el problema como todo en la vida es la calidad de gente que conduce y gestiona. Al igual que aquí, la condición básica o “eje central” para que un gobierno, burocracia o una empresa funcionen es tener gente capaz, con valores y vocación de servicio al país. ¡Debemos entenderlo!

Finalmente, debo compartir que, por observación de la realidad, cuando un socialista se queda sin argumentos, suelta que; “crecimiento no es lo mismo que desarrollo”. Suenan a chiste, pues cuando uno revisa la evolución de los índices de desarrollo humano (IDH), evaluados por organismos internacionales, aprecia un cambio muy positivo en el Perú y especialmente en zonas donde se ha desarrollado los proyectos que dieron lugar al criticado crecimiento.

Como dijimos, la gente es lo fundamental para que el país progrese, pero lamentablemente, en el Perú, hemos elegido mal todo el tiempo y hemos acumulado récord de autoridades y proyectos plagados de corrupción. A pesar de ellos y de los más de US$25,000’000,000 (lo escribo con todos sus números para que hagamos consciencia de su magnitud) gastados en proyectos innecesarios, pero promovidos por la izquierda, y que han postergado la inversión en infraestructura de salud y educación hoy reclamados, llegamos a acumular un Fondo de Estabilización Fiscal de más de US$9 mil millones y RIN de más de US$70 mil millones que ahora nos está permitiendo enfrentar esta crisis. Lampadia

*IMC (índice de masa corporal) = Peso en Kg/Estatura al cuadrado en mt.




Los riesgos de una nueva constitución en Chile

Los riesgos de una nueva constitución en Chile

A poco más de un mes del referéndum que decidirá la creación de una nueva constitución en Chile (ver Lampadia: ¿Una nueva constitución en Chile?), The Economist brinda interesantes reflexiones sobre la pertinencia de esta decisión, a la luz de los logros del tan criticado modelo chileno y las demandas de las protestas que han vuelto a sacudir a nuestro vecino del sur en los últimos días.

Cabe resaltar de este análisis, la referencia que hace el popular medio británico respecto a cómo históricamente las izquierdas en América Latina han aprovechado este tipo de descontentos, cuyos orígenes están lejos del denostado “neoliberalismo”, para arremeter con nuevas cartas magnas e instaurar modelos fallidos con políticas trasnochadas en sus países.

Venezuela es el caso más emblemático al respecto, puesto que pasó de ser uno de los países más ricos de la región a finales de los años 90, a exhibir los peores índices de desarrollo humano a nivel mundial en gran parte por la constitución juramentada por Hugo Chávez, la cual ha posibilitado todas las nefastas políticas del actual régimen en las últimas dos décadas.

Como también enfatiza The Economist, si Chile toma este camino no solo se jugará este riesgo, sino también la posibilidad de contar con un equipo incompetente y sin la pericia suficiente para el diseño de una constitución que pueda ser si quiera viable en términos económicos y que sobretodo tome en cuenta los incentivos de los chilenos en temas tan importantes como el mercado laboral, las pensiones y el sistema de salud pública.

Como hemos comentado anteriormente y rescatando este análisis, la solución de Chile no pasa por cambiar su constitución, puesto que gran parte de las demandas de su gente está concentrada en la mala provisión de los servicios públicos y no en los marcos institucionales que rigen su economía de mercado. Estos últimos, por más que lo nieguen las izquierdas más recalcitrantes, han permitido todo el desarrollo de Chile experimentado en los últimos 30 años, cimentándolo como el país con mejores indicares económicos y sociales de la región, y con una clase media que abarca a por lo menos el 65% de la población, según recientes estimaciones del think tank chile Libertad y Desarrollo.

En tal sentido, se deben fortalecer las labores que competen al Estado y que en la actual constitución ya están claramente delimitadas como el brindar seguridad y salud pública de calidad.

Dicho esto, esperamos que estas reflexiones puedan calar en el electorado que irá al referéndum a llevarse a cabo el próximo 26 de abril y sopesen una vez más la idea de crear una nueva constitución. Podrían estar más cerca del socialismo de siglo XXI de lo que Chile nunca estuvo alguna vez. Lampadia

Una estrella empañada
Cómo reformar Chile

Una nueva constitución ofrece al país un camino para salir de la ira y el desorden

The Economist
14 de marzo, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

Durante gran parte de los últimos 30 años, Chile se ha destacado del resto de América Latina como un país que parecía estar haciendo la mayoría de las cosas bien. Combinaba una economía de mercado abierta con el estado de derecho, instituciones estables y una creciente provisión social. Las tasas de pobreza cayeron abruptamente y la mayoría de los chilenos se convirtieron en clase media por medidas oficiales. Por lo tanto, las protestas grandes, sostenidas y a veces violentas que han sacudido al país desde el pasado octubre han sido impactantes. Han cuestionado el éxito del “modelo chileno” y su futuro.

Lo que sucede ahora en Chile importa más allá de sus fronteras. Sus protestas, que se han reanudado este mes, son solo una manifestación del descontento que arrasa América Latina. Varios otros países también han visto protestas, aunque estas se han centrado principalmente más estrechamente. La elección de populistas contrastantes en Brasil y México en 2018 fue otra señal de ira. Así fueron las victorias de la oposición en las recientes elecciones presidenciales en toda la región.

No es difícil adivinar las causas de este descontento. América Latina ha experimentado un crecimiento económico escaso o nulo desde 2013. Sus nuevas clases medias temen tener menos oportunidades. La corrupción ha desacreditado a la clase política. Y existe una sensación generalizada de que la democracia no ha traído el mismo trato y el mismo acceso a los servicios básicos para todos los ciudadanos.

Varios de estos factores se aplican en Chile. La derecha identifica el problema como un crecimiento lento combinado con una clase media más exigente. Para la izquierda, las protestas son una rebelión contra la desigualdad y el “modelo neoliberal” impuesto por la dictadura del general Augusto Pinochet.

A primera vista, la queja de la izquierda es descabellada. Desde 1990, los gobiernos democráticos han hecho muchas reformas. Sin embargo, las principales quejas realmente se refieren a los legados de la dictadura: un sistema de pensiones privado que no ofrece seguridad en la vejez, un sistema de salud segregado y una sensación de impunidad para los ricos. Además, la violencia y el vandalismo han puesto en tela de juicio la capacidad del estado para mantener el orden público. La policía, una vez respetada y dejada para correr, se ha mostrado en los últimos años corrupta, brutal e incompetente. Necesitan ser completamente reformados.

En un esfuerzo por aplacar la ira popular, Sebastián Piñera, el presidente en conflicto, llegó a un acuerdo para celebrar un plebiscito el 26 de abril sobre si se debe organizar una asamblea para redactar una nueva constitución. Piñera, un ex empresario multimillonario, ha cambiado entre sonar duro y reconocer que Chile necesita grandes cambios. Como si estuviera regateando un acuerdo comercial, ofreció concesiones al margen en pensiones, subsidios de salud, etc. Se necesita un enfoque más audaz. Muchos chilenos quieren la promesa de un sistema de pensiones con una red de seguridad más fuerte y un sistema universal de salud pública. Eso significa permitir un seguro privado pero abolir los organismos de salud conocidos como Isapres, una invención de Pinochet, que drenan las contribuciones a un sistema privado de alto precio. También significa un compromiso para aumentar los impuestos, que son solo el 20% del PBI. Se deben pagar mejores servicios públicos.

¿Es esencial una nueva constitución para lograr estos cambios? Ha sido un mecanismo de la extrema izquierda en varios países latinoamericanos para tomar el control e imponer un modelo socialista (fallido). Pero a este respecto, Chile es diferente. Aunque muy enmendado, su constitución se califica de ilegítima por su origen bajo Pinochet. Las encuestas han demostrado durante mucho tiempo que dos tercios de los votantes están a favor de una nueva carta. La constitución existente es muy difícil de reformar. Las cuestiones de desacuerdo de rutina, como la atención médica y la educación, requieren una gran mayoría para cambiar.

Eso no es negar los riesgos. El 26 de abril, los chilenos votarán no solo sobre la creación de la convención constitucional, sino también sobre si esta debería ser totalmente elegida o compuesta en parte por legisladores existentes. El nuevo cuerpo puede sufrir de inexperiencia. Muchas constituciones latinoamericanas recientes han sido prolíficas y utópicas, repletas de “derechos” inasequibles y promesas de gastos. Pero Chile tiene salvaguardas. A menos que el nuevo documento sea aprobado por un voto de dos tercios de la asamblea y luego en un referéndum, la constitución existente permanecerá.

Sobre todo, la convención ofrece a Chile un camino para salir de su laberinto. La nueva constitución debería incorporar un nuevo contrato social. Debería eliminar los obstáculos para reformar la policía, brindar atención médica universal y regular las universidades privadas. Una población más sana y mejor educada sería más productiva. Una red de seguridad más fuerte alentaría a los trabajadores a ser más flexibles. Una nueva ley básica podría darle a Chile un nuevo comienzo, y a América Latina un nuevo modelo del cual aprender. Lampadia




Llorarán el “neoliberalismo”

Llorarán el “neoliberalismo”

El caso chileno es un ejemplo clásico de lo perniciosos que pueden ser las narrativas manipuladas políticamente, una técnica marxista que distorsiona la realidad e inculca en la opinión pública mensajes falsos. Veamos el análisis de Axel Kaiser:

Fundación para el Progreso
Publicado en El Mercurio, 11.02.2020
Axel Kaiser

El dictador venezolano Nicolás Maduro admitió implícitamente hace poco que PDVSA, la empresa de petróleos venezolana, ha sido completamente destruida por el control que de ella ha hecho el socialismo chavista. No es para menos si se considera que —en sus tiempos ‘neoliberales’— esta llegó a producir 3,5 millones de barriles diarios, para desplomarse a apenas 700 mil hoy, a pesar de contar con las mayores reservas de petróleo del mundo. Los estragos del socialismo venezolano no se detienen ahí, por supuesto. Más de un 80% de la población viviendo en la pobreza, una contracción del PIB de un 70%, una de las tasas de homicidios más altas del mundo y la migración de más de 4 millones de personas son algunos de sus ‘logros’. Ahora, tras años de retórica en contra de la propiedad privada y a favor de que el Estado controle ‘los recursos del pueblo’, Maduro llama a los privados para que rescaten a la empresa más importante del país, saqueada por las huestes de izquierda que la administraron.

Y es que, cuando los socialistas afirman que algo será del Estado o del ‘pueblo’, en realidad lo que quieren decir es que será de ellos. Ya sabía Orwell que un verdadero socialista no puede serlo sin vivir con privilegios y lujos, hoy por hoy mansiones, primera clase, autos con choferes y vacaciones en el extranjero, pues todos esos son medios necesarios para llevar a cabo la revolución y defenderla de sus eternos enemigos.

“El denostado ‘neoliberalismo’ benefició a los más pobres más del doble que a los de mayores ingresos”.

De ahí que no exista prácticamente ningún solo caso en la historia de un líder socialista que no haya vivido en la opulencia. Ya sean Mao, Castro, Chávez, Allende, Stalin, Lenin u otro, todos ellos compartieron una afición por el lujo. En cambio, el malvado ‘neoliberalismo’ es realmente la fuerza que democratiza la riqueza. Cuando hace cinco décadas Venezuela se encontraba entre los países con mayor libertad económica de la región, era uno de los más prósperos. Chile, que con Allende siguió el camino chavista, pasó de ser uno de los países más miserables de la región, con casi un 60% de pobreza, al más avanzado. Solo entre 1990 y 2015 el ingreso del 25% más pobre creció un 439% versus un 208% para el 25% más rico. En otras palabras, el denostado ‘neoliberalismo’ benefició a los más pobres más del doble que a los de mayores ingresos.

La clase media, que en 1990 era de un 23% de la población, alcanzó un 57,8% en 2013, mientras los sectores vulnerables y pobres se redujeron de un 34,5% a un 25,8% y de un 38,6% a un 7,8%, respectivamente. El famoso índice Gini cayó fuertemente, de 0,57 a 0,46, situando a Chile cerca del promedio de América Latina en términos de desigualdad y mejor que países como Brasil, México, Costa Rica y Paraguay, entre otros mucho menos ‘neoliberales’, pero bastante más pobres y desiguales. Eso es sin considerar la desigualdad intergeneracional, que se ha reducido de manera tan dramática que, en términos de acceso a educación superior, alcanzamos ya niveles de países desarrollados.

“Un informe de la OCDE  de 2017 sitúa a Chile como el país con mayor movilidad social de toda la OCDE”.

Por si todo lo anterior fuera poco, un informe de la OCDE de 2017 sitúa a Chile como el país con mayor movilidad social de toda la OCDE. Esto significa que para un chileno del 25% más pobre es más fácil llegar al 25% más rico que para un alemán, un sueco, un estadounidense, un francés y así sucesivamente. El sistema de pensiones chileno, en tanto, se encuentra entre los diez mejores del mundo, según el prestigioso ranking de Melbourne Mercer, y se acusa de injusto a pesar de que el 70% de todo lo acumulado para los pensionados es rentabilidad de las AFP y no contribución de ellos. Y si de gasto social se trata, en los últimos treinta años este ha crecido 5,4% real per cápita anual, contra un 3,4% de crecimiento del ingreso. Es decir, el Estado ha avanzado a un ritmo más acelerado que el sector privado, no precisamente la receta ‘neoliberal.’ En moneda de hoy, el gasto por persona del Estado chileno ha pasado de 530.000 pesos anuales en 1990 a 2.500.000 pesos en 2019 y la gente se muestra más insatisfecha que nunca.

Y es que ese es parte del problema: un Estado capturado por grupos de interés y corrupción cada vez más galopante que parasita a quienes crean valor real para la sociedad. Por supuesto, nadie dice eso y tampoco que la productividad por hora promedio en Chile es la más baja de la OCDE —a excepción de México—, alcanzando 26,9 dólares, contra 50,50 dólares promedio en la organización. Países con los que nos gusta compararnos, como Noruega, tienen 82,7 dólares, Dinamarca 69,73 dólares, Francia 67,17 dólares, Suecia 60,54 dólares y así sucesivamente. Pero nada de esto importa, porque nuestros profetas del resentimiento nos han convencido de que si tenemos problemas no es porque nos falta muchísimo por avanzar o porque nuestro Estado está capturado —en parte por ellos mismos—, sino por el abuso y la desigualdad de los privados.

Por lo tanto —nos dicen—, debemos cambiar el modelo ‘neoliberal’ con una nueva Constitución, porque —claro— una nueva Constitución de seguro nos dará mejores pensiones, educación, mayores ingresos, empleo, salud, etc., todo ello sin importar el nivel de nuestra productividad, eficiencia estatal y desarrollo económico. Y así, guiados por una tropa de charlatanes, demagogos y algunos ingenuos, nos encaminamos a arruinar definitivamente, al más clásico estilo latinoamericano, lo que hemos construido hasta ahora y la única base que nos permitiría dar un nuevo salto de progreso. ¿Será que tendremos que hacerlo para terminar, como Maduro, pidiendo que vuelvan los ‘neoliberales’ a resolver la catástrofe estatista? Es de esperar que no, pero, así como vamos, no sería raro que en una década quienes lo denostaron, tanto a la izquierda como a la derecha, estén llorando el ‘neoliberalismo’. Lampadia




Entendiendo las fuerzas del anticapitalismo

Entendiendo las fuerzas del anticapitalismo

Mucho se escribe y habla de la crisis del capitalismo y del liberalismo. En Lampadia hemos seguido el tema muy de cerca. Ver, por ejemplo: ¿El fin de las democracias liberales?

En esta ocasión queremos compartir un artículo muy lúcido sobre este proceso. Harold James, de la Universidad de Princeton, nos dice por ejemplo que: “La oposición al neoliberalismo vino originalmente de la izquierda, pero la derecha populista la ha adoptado, tal vez aún más vigorosa y rencorosamente”. Agrega: “La crisis financiera por sí sola fue suficiente para sembrar las semillas del sentimiento anticapitalista. Pero también coincidió con una transformación tecnológica y social mucho más amplia”.

Creemos que James resume muy bien las principales fuerzas que han moldeado esta ola disruptiva de la política y la economía. Veamos:

El nuevo anticapitalismo

Project Syndicate
6 de noviembre de 2019
HAROLD JAMES

No debería sorprendernos que nuestra era de rápido cambio tecnológico haya coincidido con un renovado escepticismo del capitalismo en los países occidentales. Sin embargo, esta vez es diferente, sobre todo por el aumento de ‘el ganador se lleva todo’ y un movimiento del centro geográfico de la economía global.

PRINCETON – Actualmente estamos viviendo la transformación tecnológica y económica más dramática en la historia de la humanidad. También estamos presenciando una disminución del apoyo al capitalismo en todo el mundo. ¿Están conectadas estas dos tendencias y, de ser así, cómo?

Es tentador decir que la creciente impopularidad del capitalismo es simplemente un síntoma del ludismo, el impulso que llevó a los trabajadores artesanales a principios de la Revolución Industrial a romper la maquinaria que amenazaba sus empleos. Pero esa explicación no captura la complejidad del movimiento actual contra el capitalismo, que está siendo dirigido no tanto por trabajadores angustiados como por intelectuales y políticos.

La ola anticapitalista actual llega en un momento en que el neoliberalismo de libre mercado y la globalización están casi universalmente excoriados. La oposición al neoliberalismo vino originalmente de la izquierda, pero la derecha populista la ha adoptado, tal vez aún más vigorosa y rencorosamente.

Después de todo, había más que un toque de sentimiento anticapitalista de la antigua guerra en el discurso de 2016 de la ex primera ministra británica Theresa May denunciando a los “ciudadanos del mundo” cosmopolitas como “ciudadanos de ninguna parte” o como su sucesor actual. El primer ministro británico, Boris Johnson, lo expresó aún más sucintamente: “A la mierda con los negocios”. Del mismo modo, en Estados Unidos, el presentador de Fox News Tucker Carlson ha canalizado el patetismo de los Trumpianos a través de largas protestas contra el capitalismo, quejándose de “mercenarios que no sienten nada”. obligación a largo plazo con las personas que gobiernan “y” ni siquiera se molestan en comprender nuestros problemas “.

Una explicación parcial para el nuevo zeitgeist [espíritu] es que es una reacción predecible a la desestabilización financiera. Así como las condiciones monetarias posteriores a la Primera Guerra Mundial parecían injustas y generaron una reacción feroz, la crisis financiera de 2008 alimentó la creencia generalizada de que el sistema está manipulado. Mientras que los gobiernos y los bancos centrales rescataron a grandes instituciones financieras para evitar el colapso de todo el sistema financiero mundial y una repetición de la Gran Depresión, los millones de personas que perdieron sus hogares y sus trabajos tuvieron que valerse por sí mismos.

La crisis financiera por sí sola fue suficiente para sembrar las semillas del sentimiento anticapitalista. Pero también coincidió con una transformación tecnológica y social mucho más amplia. Innovaciones como los teléfonos inteligentes (el iPhone se presentó en 2007) y las nuevas plataformas de Internet han cambiado fundamentalmente la forma en que las personas se conectan y hacen negocios. En muchos sentidos, el nuevo modo de negocio es antitético al capitalismo, porque se basa en pagos opacos y mercados asimétricos o bilaterales. Ahora obtenemos servicios al “vender” nuestra información personal. Pero en realidad no somos conscientes de que estamos involucrados en una transacción de mercado, porque no hay un precio de etiqueta que podamos ver: el precio pagado es nuestra privacidad y autonomía personal.

Al mismo tiempo, el pensamiento de suma cero se ha convertido en la forma predominante de análisis económico. Esto también claramente tiene raíces en la crisis financiera. Pero también ha sido fomentado por las nuevas tecnologías de la información (TI), debido al poder de los efectos de red dentro de los mercados ganadores, particularmente con respecto a la economía de la plataforma y el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Cuantas más personas hay en una red, más valioso se vuelve para cada usuario y menos espacio hay para cualquier segundo jugador en el mercado. Según un famoso anuncio de Avis de 1962, “Cuando solo eres el número 2, te esfuerzas más”. Pero ahora si eres el número 2, no tiene sentido. Ya has perdido.

Además, el nuevo capitalismo de TI e IA tiene una geografía específica. Tiene sus raíces en los EEUU y China, pero el objetivo chino es lograr el dominio para 2030. El capitalismo siempre ha impulsado el cambio geopolítico, pero ahora que se está asociando cada vez más con China, después de haber sido sinónimo de Estados Unidos desde el período de entreguerras en adelante, invita a objeciones de diferentes fuentes que en el pasado.

Mirando hacia el futuro, los cambios radicales del mundo posterior a la crisis financiera continuarán desarrollándose, con la revolución de TI / AI alterando la naturaleza de la mayoría de la actividad económica. Los bancos se desvanecerán, no porque sean malvados o sistemáticamente peligrosos, sino porque son menos eficientes que las nuevas alternativas. Para todas las mejoras en la comunicación electrónica, los costos y cargos bancarios apenas han disminuido; de hecho, para muchos consumidores en áreas con tasas de interés cero o negativas, las tarifas realmente han aumentado. En algún momento en un futuro no muy lejano, la mayoría de los servicios bancarios probablemente se desagregarán y se ofrecerán individualmente, y de formas nuevas y mejoradas, a través de plataformas en línea.

El genio del capitalismo radica en su capacidad para producir respuestas orgánicas a la mayoría de los problemas de escasez y asignación de recursos. Los mercados tienden naturalmente a recompensar las ideas que resultan más útiles y a penalizar el comportamiento disfuncional. Pueden lograr resultados de base amplia que los estados no pueden, al impulsar a un gran número de personas a ajustar su comportamiento en respuesta a las señales de precios.

En el mundo de calentamiento actual, obviamente existe la necesidad de formas efectivas para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero incluso un problema tan complicado como el cambio climático no debería dejarse a los tecnócratas. Todos necesitamos involucrarnos, como ciudadanos y como participantes del mercado. Por su parte, los defensores del capitalismo necesitan descubrir cómo hacer que el sistema sea más inclusivo, para que pueda reclamar el apoyo del público una vez más. Lampadia

Harold James es profesor de Historia y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y miembro principal del Centro para la Innovación en Gobernanza Internacional.




La nueva división política no es entre izquierda y derecha, sino abierta-o-cerrada

En una reciente publicación de The Economist, se enmarcan las nuevas tendencias de la política global: ya no es la izquierda contra la derecha, ahora son los abiertos contra los cerrados, los que quieren construir puentes versus los que quieren levantar muros.

Un grupo, llamados los que ‘levantan muros’ está en contra de los inmigrantes, a favor del cierre de las fronteras, aboga por el proteccionismo, y teme a la competencia (una fusión típica entre el colectivismo izquierda y derecha), mientras que el otro grupo, quienes ‘abren puentes’, es pro apertura de las fronteras, está a favor del libre comercio, de la competencia y en contra del proteccionismo.

Los ‘levanta muros’ abogan y alimentan el miedo – miedo a los inmigrantes y a la competencia extranjera que, según ellos, se llevan los empleos domésticos, el miedo de la globalización, y el miedo del terrorismo (llevado a cabo por, obviamente, inmigrantes). Este grupo representa a los supuestos ‘perdedores’ de la globalización, los trabajadores poco cualificados que perdieron sus puestos de trabajo, así como las clases medias cansadas ​​de una creciente desigualdad y de la disminución de la movilidad social. Perdieron su creencia en un mundo justo y meritocrático, y se han inclinado hacia un extremo.

Los ‘abre puentes’ les dan la bienvenida a los inmigrantes, abogan por la globalización y destacan sus ventajas y beneficios a largo plazo. Son apoyados por los expertos y las élites actuales.

Hasta ahora, en la mayoría de los países europeos, estos radicalismos extremos todavía están en lados opuestos del antiguo espectro político izquierda-derecha (por ejemplo, Syriza y Amanecer Dorado en Grecia, la AFD y Die Linke en Alemania, Frente Nacional y los comunistas en Francia, etc.). Sin embargo, en algunos países se están fusionando. Polonia es un buen ejemplo. Su partido Ley y Justicia sirvió de inspiración para uno de los artículos de The Economist (Constuyendo Puentes):

¿Es el gobierno de Polonia de derecha o de izquierda? Sus líderes veneran a la iglesia católica, se comprometen a proteger a los polacos del terrorismo al no aceptar ningún refugiado musulmán y fulminan contra la “ideología de género” (se refieren a la idea de que los hombres pueden convertirse en mujeres o casarse con otros hombres). Sin embargo, el partido gobernante, Ley y Justicia, también arremete contra los bancos y las empresas de propiedad extranjera, y quiere reducir la edad de jubilación a pesar de tener una población que envejece rápidamente. Ofrece folletos para mejorar el manejo del presupuesto a los padres que tienen más de un hijo. Esto será pagado en parte con un impuesto sobre los grandes supermercados, que insisten en que (de alguna manera) no aumentarán el precio de los alimentos.”

Marine Le Pen de Francia es un ejemplo parecido, como lo es Victor Orban en Hungría. El ejemplo más claro, sin embargo, es el de EEUU. Donald Trump, un multimillonario anti-sistema (una paradoja política), con un punto de vista anti-globalización y sin conocimiento elemental de la política exterior, se convirtió en un candidato de un partido que siempre se diferenció de los demócratas por su apoyo al libre comercio y una fuerte presencia global.

La lista de estos desarrollos es interminable, lo único en común es que todos representan una extraña mezcla de políticas económicas tradicionalmente de izquierda, envueltas en un nacionalismo de derecha. También se puede argumentar que el Brexit ha alineado tanto a los votantes de extrema derecha (opuestos a la inmigración) como a los votantes de extrema izquierda (que se oponen al libre mercado que se hace más necesario para Europa). 

¿Cómo podemos explicar esta explosión de tendencias pro cierre de las fronteras, anti-inmigración, anti-globalización, proteccionismo y nacionalismo? The Economist lo resume (traducido y glosado por Lampadia):

“El éxito de los ‘levanta muros’ en muchos países es impulsado por varios factores subyacentes. Los dos principales son la dislocación económica y el cambio demográfico.

La primera es económica. Alrededor de 65-70% de los hogares en los países ricos vio un declive o un estancamiento en sus ingresos reales entre los años 2005 y 2014, dice el McKinsey Global Institute, un centro de estudios. Si se incluyen los efectos de la reducción de impuestos y transferencias del gobierno, el panorama es menos severo: sólo el 20-25% de los hogares vio caer sus ingresos. No obstante, está claro que muchos de los trabajadores menos calificados en los países ricos se sienten muy presionados. Entre los votantes que respaldaron el Brexit, la proporción que piensan que la vida es peor ahora que hace 30 años fue 16% mayor que la proporción de los que piensan que es mejor. Un abrumador 69% de los estadounidenses creen que su país va por el camino equivocado, de acuerdo con RealClearPolitics; solo el 23% piensa que está en la dirección correcta.

Muchos culpan a la globalización por su situación económica. A pesar de que el comercio ha mejorado la situación económica de la mayoría de los países y personas, sus beneficios se han extendido de forma desigual. Para muchos trabajadores de cuello azul en los países ricos, los beneficios de mejores productos a un mejor precio han sido superados por la pérdida de empleos en las industrias no competitivas. La inseguridad económica hace que otros miedos luzcan más grandes. A pesar de que los buenos empleos son abundantes, algunas personas culpan a los inmigrantes por su desempleo. De ahí surge la brecha entre la gente con educación universitaria, que se sienten seguros de su capacidad para hacer frente al cambio, y los menos educados, que no lo logran.

(…)

La segunda fuerza que impulsa estas sensaciones es el cambio demográfico. Los países ricos de hoy son las sociedades menos fértiles que nunca. En 33 de los 35 países de la OCDE, nacen muy pocos bebés para mantener una población estable. A medida que la cifra de los hijos de los nativos se encoge, los inmigrantes de los lugares más pobres se mudan a cubrir los vacíos. La migración en gran escala es aceptada por algunos nativos, pero otros lo encontrarán inadecuado.

Esto no los hace racistas. Como el periodista Jonathan Haidt señala en el American Interest, una revista trimestral, los patriotas “piensan que su país y su cultura son únicos y digno de ser preservados”. Sostiene que la inmigración no tiende a provocar una discordia social si se da en una escala modesta, o si los inmigrantes se asimilan rápidamente. Pero, históricamente, cada vez que un país tiene altos niveles de inmigración de países con costumbres muy diferentes y sin un programa de asimilación fuerte y exitoso, una contra-reacción autoritaria será inevitable.

The Economist está en lo correcto. Existe una nueva división política y traerá consecuencias. Los debates tradicionales liberal-conservadores (reducir los impuestos vs. el incremento del gasto, austeridad vs. estímulo fiscal) todavía existen, pero están siendo sustituidos por debates más dominantes de inmigración y globalización. La extrema izquierda y la extrema derecha están uniendo fuerzas contra los pro mercado. Esto está sucediendo claramente en Europa y no debe tomarse a la ligera.

La conclusión del artículo es positiva. Se hace hincapié en que las generaciones más jóvenes tienen una mentalidad mucho más abierta y, por tanto, son mucho menos propensos a estar en el lado de los perdedores de la globalización, lo que significa que dentro de 10 años, cuando los votantes más jóvenes maduren y hagan pleno uso de sus oportunidades globales, el radicalismo será derrotado de nuevo. Sin embargo, mientras tanto se hará mucho daño. 

Lampadia

 

La globalización y la política

La nueva división política

Adiós, izquierda versus derecha

Lo que importa ahora es ‘abierto o cerrado’

Por The Economist

Publicado el 30 de julio de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Como teatro político, las convenciones de los partidos de Estados Unidos no tienen paralelo. Los activistas de derecha e izquierda convergen para elegir a sus candidatos y celebrar el conservadurismo (republicano) y el progresismo (demócrata). Pero este año fue diferente, y no sólo porque Hillary Clinton se convirtió en la primera mujer en ser nominada a la presidencia por un partido importante. Las convenciones pusieron en relieve una nueva línea divisoria de la política: no entre izquierda y derecha, sino entre abierto y cerrado. Donald Trump, el candidato republicano, resumió uno de los lados de esta brecha con su habitual concisión. “Americanismo, no globalismo, será nuestro credo“, declaró. Pero sus diatribas anti-comerciales, también fueron repetidas por el sector de Bernie Sanders en el Partido Demócrata.

EEUU no está solo. En toda Europa, los políticos de moda son los que argumentan que el mundo es un lugar desagradable, amenazante, y que las naciones sabias deben construir muros para mantenerlo fuera. Estos argumentos han ayudado a elegir a un gobierno ultranacionalista en Hungría y un polaco que ofrece una mezcla trumpiana de xenofobia con desprecio por las normas constitucionales. Los partidos populistas y autoritarios europeos de derecha o izquierda disfrutan ahora de casi el doble de apoyo del que tenían en el año 2000, y ya están en el gobierno o en una coalición de gobierno en nueve países. Hasta el momento, la decisión británica de abandonar la Unión Europea ha sido la victoria más importante de los anti-globalistas: el voto en junio sobre abandonar el club de libre comercio más exitoso del mundo fue ganado al complacer cínicamente los instintos insulares de los votantes, partiendo en dos a los principales partidos.

A diario aparecen noticias que fortalecen el mensaje de los anti-globalizadores. El aumento de la sensación de inseguridad da lugar a nuevas victorias electorales para dirigentes favorables a un mundo cerrado. Este es el riesgo más grave para el mundo libre desde el comunismo. Nada importa más que pararlo.

Muros más altos, peores niveles de vida

Empecemos por recordar lo que está en juego. El sistema multilateral de instituciones, normas y alianzas, liderado por los EEUU, impulsó la prosperidad mundial por siete décadas. Permitió la reconstrucción de la Europa en la posguerra, se deshizo el mundo cerrado del comunismo soviético y, mediante la conexión de China a la economía mundial, trajo la mayor reducción de pobreza de la historia.

Un mundo de constructores de muros sería más pobre y más peligroso. Si Europa se divide en trozos enfrentados y América se refugia en el aislacionismo, el vacío será llenado por poderes menos benignos. La afirmación de Trump de que quizá no defendería a los aliados de EEUU bálticos si fuesen amenazados por Rusia es incomprensiblemente irresponsable. América ha jurado tratar un ataque a cualquier miembro de la alianza de la OTAN como si fuera un ataque contra todos. Si Trump puede despreocupadamente deshonrar un tratado, ¿por qué un aliado de confianza confiaría  nuevamente en los EEUU? Sin ni siquiera haber sido elegido, él ha alentado a los pendencieros del mundo. No es de extrañar que Vladimir Putin lo apoye. Aún así, que Trump inste a Rusia a que siga pirateando los correos del partido Demócrata es indignante.

Los constructores de muros ya han hecho un gran daño. Gran Bretaña parece estar dirigiéndose hacia una recesión, gracias al Brexit. La Unión Europea se tambalea: si Francia eligiese a la nacionalista Marine Le Pen como presidente el próximo año y luego siguiera la senda de salida inaugurada por Gran Bretaña, la UE podría colapsar. Trump ha chupado la confianza de las instituciones globales como sus casinos chupan dinero de los bolsillos de los jugadores. Con un posible presidente de la mayor economía del mundo amenazando con bloquear nuevos acuerdos comerciales, descartar los existentes y retirarse de la Organización Mundial del Comercio si no consigue lo que busca, ninguna empresa que comercie en el extranjero puede llegar a 2017 con ecuanimidad.

En defensa de la apertura

La lucha contra los constructores de muros requerirá una retórica más fuerte, políticas más audaces y tácticas más inteligentes. En primer lugar, la retórica. Los defensores del orden mundial abierto necesitan defender su postura de forma más clara. Deben recordar a los votantes por qué la OTAN es importante para los EEUU,  por qué la Unión Europea es vital para Europa, cómo la apertura comercial y la apertura al exterior enriquecen a las sociedades, y por qué luchar contra el terrorismo con eficacia exige cooperación. Se están replegando demasiados amigos de la globalización, musitando acerca de un “nacionalismo responsable”. Sólo un puñado de políticos -Justin Trudeau en Canadá, Emmanuel Macron en Francia- son lo suficientemente valientes para defender la apertura. Los que creen en ella deben luchar para defenderla.

También deben darse cuenta, sin embargo, en dónde se necesita mejor la globalización. El comercio crea muchos perdedores, y una inmigración acelerada puede perturbar a las comunidades. Pero la mejor manera de abordar estos problemas no es creando barreras. Es idear estrategias políticas que preserven los beneficios de la apertura al mismo tiempo que alivien sus efectos secundarios. Dejemos que los bienes y las inversiones fluyan libremente, pero reforcemos la red de seguridad social para ofrecer apoyo y nuevas oportunidades a aquellos cuyos trabajos son destruidos. Para gestionar mejor los flujos inmigratorios, invirtamos en infraestructura pública, aseguremos que los inmigrantes trabajen, y permitamos la  aplicación de normas que limiten los aumentos repentinos del número de personas (al igual que las normas comerciales globales permiten a los países limitar los aumentos repentinos de importaciones). Pero no equiparemos la gestión de la globalización con el abandono de la misma.

En cuanto a las tácticas, la pregunta a los partidarios de la apertura, que se encuentran en ambos lados de la tradicional divisoria partidista de izquierda y derecha, es cómo ganar. El mejor enfoque posible es  diferente según cada país. En los Países Bajos y Suecia, los partidos de centro se han unido para bloquear a los nacionalistas. Una alianza similar derrotó a Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional, en la segunda vuelta por la presidencia de Francia en 2002, y puede ser necesaria para derrotar a su hija en 2017.  La Gran Bretaña sin embargo, puede que necesite a un nuevo partido de centro.

En Estados Unidos, donde lo más importante está en juego, la respuesta debe venir desde las propias estructuras partidistas. Los republicanos que están comprometidos en derrotar a los anti-globalización deben taparse la nariz y apoyar a Clinton. Y la propia señora Clinton, ahora que se ha ganado la nominación, debe convertirse en campeona de la apertura, con claridad, en lugar de titubear. Su elección de Tim Kaine, un globalista de habla española, como su compañero de fórmula, es una buena señal. Sin embargo, las encuestas todavía muestran resultados muy estrechos. El futuro del orden mundial liberal depende de que ella tenga éxito.

Lampadia




En el país de los mitos, los falsarios son reyes

En el país de los mitos, los falsarios son reyes

La minería, el extractivismo, el neoliberalismo, el crecimiento sin desarrollo, el ‘falso milagro peruano’, el ‘solo sirvió para unos pocos’, la contaminación, las cabeceras de cuenca, ‘las empresas grandes no pagan impuestos’, ‘los insensibles que se la llevan en balde’ y todo lo que uno se puede imaginar en tierras macondianas, sirve para construir mitos que despintan nuestra realidad y preparen el terreno de la frustración social para hacer sitio a los políticos que solo saben crear pobreza e implantarla con actos de lesa violencia.

Fuente: SBS, Elaboración: Asociación de AFPs

Ahora es el turno de los fondos privados de pensiones a quienes se acusa de ganar plata a pesar de que los fondos ‘pierden’. Se miente sobre el rendimiento de los mismos y del nivel de pensiones, costos, falta de competencia, protección regulatoria y demás.

Como hemos comentado en Lampadia, ver: Una pensión para todos, como se debe, lo que tenemos que hacer en el Perú es hacer que los beneficios de este sistema abarquen a toda la población trabajadora y aprovechar sus aportes al desarrollo del país, como financiar más infraestructuras.

El siguiente informe preparado por la Asociación de AFPs que recomendamos revisar, muestra con contundencia y rigurosidad, una serie de indicadores que desmienten los mitos y falsedades que diseminan los tiburones que asechan la acumulación de recursos privados de ciudadanos peruanos.

Ver informe sobre: Nota de rentabilidad de fondos privados de pensiones.