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¿El modelo ‘neoliberal’ fomenta la pobreza?

¿El modelo ‘neoliberal’ fomenta la pobreza?

Piensa.pe
RAÚL LABARTHE
04/06/2021
Glosado por Lampadia

Mucho se ha comentado respecto a la necesidad de hacer un cambio radical en el modelo económico porque hace a los pobres más pobres. ¿Es esto cierto? Acá te lo contamos.

Los miembros de Perú Libre, y la izquierda en general, han venido construyendo la idea de que todo lo que está sucediendo mal en el Perú es culpa del actual modelo de economía social de mercado. La actual pobreza, la precariedad laboral, el deficiente estado de la salud y la educación, la corrupción, y una larga lista de problemas son atribuidos al actual sistema. ¿Es esto cierto? Acá te lo contamos.

Como antes hemos mencionado, la pobreza monetaria se redujo de manera muy importante desde que se cambió el modelo económico en 1993, con un retroceso por las crisis externas entre 1997 y 2003, y luego continuó cayendo a partir del 2004. En el 2004, el 59% de los peruanos eran pobres y 15 años después sólo lo eran el 20%. Por la pandemia, hemos retrocedido al 30%, es decir, a niveles del 2010. Esto es conocido, ¿pero ¿qué más?

La clave para reducir la pobreza siempre ha sido el crecimiento económico. ¿Por qué? Porque una cosa es repartir la torta quitándole al rico para darle al pobre; y otra muy distinta es hacer crecer la torta. Cuando la torta crece —es decir, crece la economía— hay más para todos, y por eso cae la pobreza. Los datos muestran que existe una fuerte correlación entre ambas variables.

¿Pero quienes son los que han salido de la pobreza? Algunos podrían decir que esto es solo un promedio y que no considera a una parte importante de la población. Pero no es así.

  • Si lo separamos por rural y urbano, podemos ver que en el Perú rural la pobreza se redujo a la mitad. ¿Es suficiente? No. Pero en definitiva implica una mejora importante en estas zonas del país.

  • ¿Y si esta caída sucedió solo en las zonas rurales de la costa? Veamos. Si lo separamos por ámbito geográfico, vemos que en la sierra rural, cuando en 2004 el 87% eran pobres, hoy es la mitad: 45%. En la selva y la costa la caída es más pronunciada. Es necesario por ello impulsar los programas de sierra productiva y exportadora para poder impulsar la productividad de las actividades comerciales en los andes; con ello esta tendencia podrá seguir reduciéndose. Pero no es cierto que no se haya mejorado.

¿Y qué sucede con la desigualdad económica? La desigualdad se mide como “la distancia” que existe entre los distintos niveles de ingreso en un país. El índice de Gini va de 0 a 100, siendo 0 igualdad plena y 100 total desigualdad. En 1998 el índice de Gini en el Perú era 55 y al 2019 cayó hasta 41. Es decir, la desigualdad ha disminuido en el Perú. Especialmente cayó entre 2007 y el 2014, que fueron los años donde se profundizó el modelo económico y crecimos más.

Fuente: Banco Mundial

¿Y por qué cayó la desigualdad? Porque el crecimiento benefició más a los estratos más pobres. Dividamos en 10 grupos todos los hogares del país por nivel de ingreso, siendo 1 el grupo con menores ingresos y 10 el grupo con más ingresos. Si revisamos cómo cambiaron las cosas desde el 2007 al 2019, vemos que son los más pobres los que han visto duplicados sus ingresos con el modelo actual. En esos 12 años, los más ricos sólo han visto incrementados sus ingresos en 9%. Por eso, cayó la desigualdad en el Perú.

¿Qué ha estado fallando entonces?

  • La pandemia ha achicado la torta y por lo tanto hay menos oportunidades.
  • Segundo, los servicios públicos son malos: educación, salud, agua, infraestructura y seguridad: todos ellos manejados principalmente por el Estado. 
  • Tercero, hace falta reformas de fondo: tributaria, pensiones y formalidad, para incluir a los peruanos en cadenas de comercio más productivas. Esa es la labor pendiente para quien asuma el liderazgo del país este domingo.

Lampadia




Chile: la paradoja del bienestar y de la desigualdad

Chile: la paradoja del bienestar y de la desigualdad

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Un foro organizado por el Instituto de Estudios Internacionales de la PUCP y por la Fundación Konrad Adenauer sobre la crisis chilena produjo explicaciones interesantes acerca de qué explica la explosión social que estamos viendo en el país más desarrollado de Sudamérica que no solo casi ha eliminado la pobreza, sino que ha reducido la desigualdad y ha masificado bienes de consumo de estatus.

Esa fue la pregunta que se formuló Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales de Chile. Y su respuesta se resume en cinco factores:

La paradoja del bienestar

En las últimas 3 décadas Chile ha experimentado un acelerado proceso de modernización capitalista. El PBI per cápita pasó de $3 mil en 1989 a $24 mil en la actualidad. El consumo de estatus (automóviles, viajes, etc.) se ha masificado. ¿Entonces, por qué quieren incendiarlo todo? Una parte de la respuesta es la siguiente: cuando las sociedades mejoran su bienestar cambian y aumentan sus expectativas. El logro de un deseo engendra otro deseo mayor, anulando la satisfacción que produjo el logro anterior. Se trata de “bienes posicionales”: proveen bienestar en tanto pocos los tengan. Desde el momento en que su disfrute se masifica, dejan de dar bienestar.

Por ejemplo, en Chile el 70% de los universitarios son hijos de padres que no fueron a la universidad. Al ingresar a la universidad y profesionalizarse, esperaban encontrar un estatus de prestigio, de alta renta, de privilegio. Pero en la medida en que la asistencia a la universidad es masiva, ese efecto se pierde.

Entonces se busca otros bienes, mayores. Se engendran nuevas expectativas. Si no se pueden alcanzar, hay problemas.

La Paradoja de la desigualdad

Todas las sociedades son desiguales. El problema no es la desigualdad, sino la falta de legitimación de la desigualdad. Las fuentes de legitimidad de la desigualdad son:

  • la promesa de la expansión del consumo y del bienestar, pues en la medida en que sigo mejorando no presto atención a los mayores bienes de otros
  • y la meritocracia, en el sentido de que, si me esfuerzo, obtengo lo que quiero.

Lo que ha ocurrido en Chile es que ambas fuentes de legitimación han sido afectadas. La expansión de consumo se ha vuelto más lenta debido a la desaceleración económica que ya tiene varios años. Y la crítica al sistema educativo, por ejemplo, base de la meritocracia, agudiza la percepción de una desigualdad inmerecida, producto del privilegio y la cuna. Deja al descubierto la herida de la desigualdad.

Peña citó a Alexis de Tocqueville, quien sostenía que en las sociedades democráticas hay dos pasiones: por la igualdad y por el consumo. Pero ambas son contradictorias, pues se consume para diferenciarse.

Falta de Modernización (¿y tamaño?) del Estado

La sociedad, según Peña, ha evolucionado más rápidamente que el Estado, que no se ha modernizado. Sigue siendo básicamente el mismo Estado del siglo pasado. El economista de Macroconsult, Elmer Cuba, en la discusión, aportó un cuadro que indicaba que Chile, teniendo el PBI per cápita más alto de Sudamérica tiene, sin embargo, el segundo gasto público como porcentaje del PBI más bajo.

En palabras de Cuba, lo que estamos viendo en Chile es un reclamo por más gasto público. Por un cierto Estado de bienestar. El propio Cuba advirtió, sin embargo, que el elevado gasto público de varios otros países de Sudamérica es claramente deficitario e inviable (Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela y Bolivia), y deberá ajustarse. De otro lado, el PBI per cápita chileno, si bien es el más alto de Sudamérica, es todavía la mitad del que gozan las economías avanzadas que tienen, en promedio, un PBI per cápita de US$ 50.4 mil y un tamaño de Estado de 40% del PBI.

Anomia generacional

Carlos Peña señaló como otro factor detrás de los sucesos de Chile la “anomia” de la generación nacida en los 90. Es decir, una generación que no se orienta por valores y normas dadas por la sociedad o la cultura o los padres, sino que riñe con la autoridad y las reglas. Lo que hay es un proceso de individuación en que cada uno se construye su propia visión, sus propias normas. Y esto, agrega Peña, es una gigantesca fuente de generación de nuevas expectativas sociales.

Desanclaje o ruptura con la política

Un quinto factor, vinculado al anterior, es, según Peña, la “pérdida de la política”. Explicó que en décadas pasadas las preferencias políticas eran influenciadas por la posición de las personas en la estructura social. Si se era pobre, era probable que votara por la izquierda, por ejemplo. Pero ese clivaje ya no existe. La clase social ya no es un predictor del voto. Grupos medios de pasado proletario, por ejemplo, votaron por Sebastián Piñera en la última elección. Las preferencias se han vuelto veleidosas, líquidas. La narrativa de la liberación de clase ha perdido vigencia.

Habría que ver, sin embargo, cómo juega esta constatación con el hecho del aparente triunfo de la narrativa “anti modelo neoliberal” en Chile. De hecho, el propio Peña reconoció que la izquierda chilena que ha estado en el gobierno varios lustros se avergüenza de su propia obra y deja el espacio a la izquierda pre moderna antimperialista de los 60 y 70s.

Carlos Meléndez, por su parte, reforzó en cierto sentido la tesis de Peña al presentar cuadros que mostraban un desapego y rechazo crecientes a las grandes opciones partidarias que hasta hace poco rigieron la política chilena.

En el siguiente cuadro se observa como los partidos vienen perdiendo enraizamiento en la sociedad chilena. Así, la identificación de la población con las dos grandes coaliciones en Chile fue disminuyendo hasta el 2015 e incrementándose hasta un 60% aquellos que no se identifican con ninguna de las dos opciones políticas.

Y en el siguiente cuadro se observa cómo las identidades negativas el 2015 eran bastante más numerosas que las identidades positivas. Es decir, el porcentaje de personas que rechazaban o detestaban a la “Alianza”, por ejemplo, era mucho mayor a los partidarios de esa coalición. Y lo mismo con la “Concertación” o “Nueva Mayoría”. Y los que se encuentran en la intersección, que rechazan a ambas coaliciones, serían personas antisistema, explica Meléndez.

Carlos Peña termina diciendo que es un error moralizar el problema. Se moraliza cuando no sabes cómo explicarlo. Lo de Chile no es un asunto de justicia o injusticia. Tampoco constituye un rechazo a modelo neoliberal o a modernización capitalista. No. Es la expresión de las contradicciones inherentes a los procesos modernizadores. Citó a Raymond Aron que sostenía que la modernización es una dialéctica de progreso y desilusión, es un proceso ciclotímico. El Perú todavía está aún en fase de progreso.

Carlos Peña concluyó advirtiendo que en América Latina en general el eje izquierda – derecha tiende a ser sustituido por la oposición populismo – anti populismo (populismo como la oposición entre una pequeña elite corrupta y abusiva y el pueblo virtuoso y estafado). Esta es hoy la mayor amenaza a la democracia en América Latina. Lampadia