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La Pachamama nos regaló la minería

La Pachamama nos regaló la minería

Sin embargo, ese regalo no nos durará para siempre, lo aprovechamos pronto, o lo perdemos.

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Mis años defendiendo la minería

Mi afán por sacar adelante a la minería se origina de mi experiencia laboral de 13 años en el sector (1979 a 1992). Siete en el Grupo Hochschild, cuando era un consorcio internacional, y seis en Milpo, cuando era un grupo familiar emprendedor.

Esos años, 

  • con los proyectos más grandes capturados por el Estado, para dejarlos dormir; 

  • con el monopolio de la comercialización en manos de Minpeco; 

  • el robo del dólar MUC; 

  • las cuotas de divisas, incluso para quienes las producíamos; 

  • la ineficiencia, incapacidad y corrupción del Estado interventor, que fijaba a discreción los aranceles, las tasas de interés y los tipos de cambio; 

fueron años muy duros. A mi me tocó vivir los años de las vacas flacas, luchando todos los días con empeño y visión de futuro para sobrevivir.

De alguna manera puedo decir que, por esa dura experiencia, aprendí con sangre, a entender y a apreciar el valor de la minería para el Perú.

A principios de los años 90, se desreguló la economía, y pude dejar al sector encaminado a lo que fueron luego, sus años de prosperidad. Prosperidad que se consolidó con la Constitución de 1993, que trajo de regreso la inversión privada a las regiones, después de 30 años de oscurantismo. 

Así fue que salieron varios proyectos, uno por uno, hasta construir el principal motor de nuestra economía, que transformó el país de un ‘Estado Fallido’ a una ‘Estrella Internacional’. 

  • Así salió Las Bambas, guardado durante décadas. Previamente, en 1981, yo fui parte de una propuesta de inversión en las Bambas, de US$ 1,000 millones, ofreciendo al Estado un ‘free ride’ (participación graciosa), de 20%. 

  • Lo mismo planteamos un año después sobre Antamina, US$ 1,200 millones de inversión con 20% de free ride para el Estado. 

Ambas propuestas fueron desdeñadas por el gobierno de Belaunde, a pesar de contar con funcionarios capaces en Minero Perú y en el gabinete de ministros.

Desde el nacimiento de Lampadia, entendimos que había que consolidar el aporte de la minería para el crecimiento y desarrollo del País.

La revolución productiva y la mejora social

Eventualmente, después de la Constitución del 93, el Perú se volcó a una revolución productiva liderada por la minería, pero que incluyó también el desarrollo de las agroexportaciones, el crecimiento de la pesca, la construcción, la masificación de la vivienda familiar, el retail moderno, los Fondos Privados de Pensiones que generaron un gran mercado de capitales y mejores pensiones. También se invirtió en infraestructuras y en los servicios de salud y educación. En educación se duplicó la inversión del Estado, llevando el total a más de 7% del PBI, y sobre todo, incorporando prácticas educativas más modernas y efectivas. Tan es así, que en el último estudio Pisa publicado el 2019, el conjunto de la educación escolar privada, calificó mejor que el conjunto educativo de Chile, Uruguay y Costa Rica.

 

(Ver en Lampadia: Las aulas vacías – Una silenciosa tragedia latinoamericana). 

Como consecuencia de esa explosión productiva y de un Estado que hasta el 2011 supo cuidar la situación macroeconómica y fiscal, la pobreza bajó de 60% a 20% (2019), disminuyó la desigualdad, aumentaron los ingresos y se generó una clase media que cambió el perfil socioeconómico del país. 

Ver información presentada por Rolando Arellano: Perú: El país más empresario del mundo.

El desbarajuste regresivo de la política

El siguiente gráfico de Ipsos muestra con claridad cómo, desde el 2011, con la prédica pos-extractivista y anti mercado de todas las izquierdas y con el gobierno de Humala, el Perú paró su proceso de crecimiento económico y empezó a retroceder. Esto siguió con el desperdiciado gobierno de PPK, la desastrosa gestión de Vizcarra, y el inútil interregno de Sagasti, para luego terminar aterrizando en un gobierno inspirado por la satrapía comunista cubana.

Ahora nos dirigimos hacia el estancamiento de la economía, donde la pobreza se quedará en niveles de 30%, aumentará la deuda externa y se debilitará la salud fiscal del Estado. No se priorizarán la mejora de los servicios de salud y educación, en contra del principal reclamo de la población. 

Solo se agudizará la lucha de clases y la manipulación política para buscar el poder absoluto. 

Ayer comentamos en Lampadia el artículo de Moisés Naim: Cuba colonizó a Venezuela, que explica como una minúscula y empobrecida Cuba, logró colonizar a Venezuela para hacerse de sus riquezas y dejarla desfalleciente. 

Lo más indignante de nuestra situación, es que el Perú bien podría estar creciendo al 7% por año, bajando la pobreza al 10% y mejorando la calidad de vida de la gran mayoría de peruanos.

Solo nos quedan 20 años para aprovechar la minería

Vale la pena darle una mirada. Gráficos con poco texto.

En octubre 2019 publicamos: Lo que necesitamos es más Minería – Para superar la pobreza.

Estrategia para la creación de empleo y generación de riqueza en el Perú durante los próximos 20 años

El Perú está dejando que grupos ideologizados por el pos-extractivismo, acompañados de unos cuantos exaltados, aprovechen la falta de conocimiento sobre el impacto de la minería y la clamorosa ausencia del Estado como orientador de las políticas públicas.

Estamos rechazando a la minería social y ambientalmente sostenible, y acogiendo la minería ilegal que causa desastres sociales y ambientales.

Estamos tirando por la borda, la palanca de desarrollo de los peruanos, el único sector que puede crear riqueza aceleradamente, sin causar daños que lamentar. Además, debemos tomar conciencia que los aportes de la minería pueden no durar más de 20 años.

El Perú tiene que enfrentar dos grandes retos, superar las brechas sociales y económicas en educación, salud, infraestructuras y tecnología; y nivelarse con los países más ricos para evitar que nuestros pobres queden fuera del mundo moderno, signado por la ‘Cuarta Revolución Industrial’.

 

Tenemos que poder crear empleos competitivos para ese nuevo mundo. Pero no nos queda mucho tiempo.

  • Por ejemplo, en el futuro, los alimentos que hoy exportamos y traen beneficios a los peruanos, podrán ser producidos en fábricas verticales en las capitales del mundo moderno, o

  • Producidos por reproducción celular

  • Los minerales que producimos podrán ser explotados en los fondos marinos, e inclusive en el espacio exterior. Otra amenaza es la sustitución de materiales:

 

  • Otro cambio que cortará nuestro potencial de crecimiento es que en 20 años ya no tendremos el bono demográfico, pues nuestra población habrá envejecido.

 

Tenemos que crear riqueza aprovechando lo que tenemos.
¡Que es mucho!

Pero no se puede crear riqueza dentro del Perú, tenemos que traerla del exterior, exportando bienes y servicios, y atrayendo visitantes:

Con agro exportaciones, manufacturas, minerales, pescados, con turismo y gastronomía.

Pero no todo lo que podemos hacer con el exterior nos deja los mismos beneficios:

 

 

  • Si exportamos un polo del mejor algodón, una manufactura sofisticada, que en Miami se vende en US$ 80, en el Perú, entre mano de obra, insumos, e impuestos, quedan solo US$ 8, el 10%.

  • Pero si exportamos paltas, que en Londres se venden en dos libras esterlinas, en el Perú queda el 60%.

  • Y si exportamos concentrados de cobre, en el Perú queda un sorprendente 86%.

¿Cómo así la exportación de minerales deja tanto más que la de manufacturas? La razón es que en contra del mito de ‘exportación de piedras’, la minería tiene un altísimo valor agregado. En promedio tiene un valor agregado de 69%.

El valor agregado es la riqueza que resulta de restar al valor del mineral, que bajo tierra vale cero, el costo de su conversión mediante remuneraciones, insumos, servicios e impuestos.

El encadenamiento de la producción minera se multiplica en su impacto en la economía. Veamos las cifras de Cerro Verde del año 2017:

Una exportación de US$ 3,195 millones, generó un impacto en el PBI de US$ 4.921 millones, US$ 1,760 de impacto directo y US$ 3,161 millones de impacto indirecto.

En resumen, el sector minero puede producir un gran impacto económico y social en el Perú.

Pero, en buena medida, nuestro potencial productivo es prácticamente infinito:

 

Otro sector que tiene una gran productividad es el de las agro-exportaciones. En 180,000 hectáreas de uvas, paltas, espárragos, arándanos, etc., generamos el mismo valor que otros países en 2’500,000 de hectáreas, con soya, trigo, maíz amarillo duro, azúcar y arroz:

Tenemos la oportunidad de establecer un círculo virtuoso:

Que nos permita enfrentar nuestros grandes retos:

 

(Cuadro actualizado en diciembre,2021)

Tenemos que defender el Perú de sus enemigos, aquellos que pretenden dejarnos en la pobreza, aquellos que pretenden parar nuestros sectores productivos y reinar como señores feudales en un mar de miseria.

  • Necesitamos ¡Realismo!

  • Necesitamos ¡Enfoque!

  • Necesitamos ¡Sentido de Urgencia!

Para cerrar las brechas sociales y económicas, para insertarnos en la ‘cuarta revolución industrial’, necesitamos más:

No olvidemos las voces de nuestros sabios:

 

No nos dejemos engañar, necesitamos más minería, en 20 años puede ser tarde.

Lampadia

 



La Inflación y la izquierda, siempre juntas

La Inflación y la izquierda, siempre juntas

Fausto Salinas Lovón
Para Lampadia

La inflación ha llegado al Perú, como siempre, de la mano de la izquierda y sus ideas.

Al 30 de setiembre, el Índice de Precios al Consumidor de Lima Metropolitana del año 2021 (IPC en lo sucesivo) ha llegado al 4.62%. El IPC anualizado (set 2020- set 2021) del último año llega a 5.23%. A nivel nacional la cifra es mayor. EL IPC Nacional de los últimos meses llega al 5.12% en los últimos 9 meses. De seguir la tendencia, es previsible que a fin de año superemos largamente el 7 % de inflación.

La inflación estuvo por debajo del 4% desde 1999 (con la única excepción del año 2008 donde la crisis financiera mundial llevó el índice al 5.8%). Han sido 22 años en los cuales una generación entera no supo lo que es el alza de precios.

Fuente: Banco Central de Reserva del Perú, INE y adaptación propia​

La izquierda no viene sola. Trae la inflación como su fiel compañera. En el Perú y en todo el mundo. Veamos algunos ejemplos.

ALAN de IZQUIERDA. 1985-1990. Con controles de precios, restricción de importaciones, control de cambios y ataque a la inversión privada.

ALAN 2006-2011. con libre mercado, libre importación, sin control de cambios y con respeto a la inversión privada.

La diferencia es clarísima entre el mismo político, pero con ideas distintas.

En VENEZUELA, con Maduro y sus ideas, que son las mismas del ideario de Perú Libre y de toda la izquierda que ha llegado al poder, las cifras son las siguientes, sólo en los últimos 4 años.

En la ARGENTINA, donde las ideas del control de precios, las restricciones a las importaciones, el control de cambios y el ataque a la inversión privada se han hecho institución desde hace 75 años, con la llegada de Perón, el promedio anual de inflación es del 105%.  

Alberto Fernández, actual presidente argentino, de la izquierda peronista, en 21 meses de gestión, tiene acumulada una inflación del 90%.

La inflación es desatada por las ideas de izquierda que limitan mercados, restringen la competencia, restringen las importaciones, controlan los precios, controlan el tipo de cambio. Estas ideas llegan con la izquierda y sus efectos trascienden a sus gobiernos. Las padecen los pueblos y los siguientes gobiernos.

El riesgo de que la espiral inflacionaria en el Perú se desate, no es por lo tanto un refrito electoral de la derecha, ni mucho menos un “castigo por que un hijo del pueblo ha llegado al poder”. La espiral inflacionaria se desata cuando las viejas ideas que trajeron inflación en el Perú y en otras partes del mundo se ponen en práctica.

Con cambio constitucional (al cual no renuncia Castillo), con segunda reforma agraria que controlará los precios de la importación de alimentos y destruirá el agro moderno, con controles de precios a ciertos productos, con nacionalizaciones de recursos naturales y otras perlas del ideario de la coalición de izquierda que nos desgobierna, llegar a cifras argentinas sería cosa de meses y a cifras venezolanas, cuestión de pocos años.

Estamos a tiempo de evitarlo.

5,12% de inflación hasta setiembre y un estimado de 7% para este año 2021 son dos alarmas que deben obligar al gobierno a cambiar el rumbo. Ya. No basta cambiar nombres, hay que cambiar el rumbo, el libreto y el objetivo.

Ya probamos, en muy pocos meses, que la inflación y la izquierda vienen juntas.  Ahora les toca a ellos desmentirnos y hacernos ver al Perú es posible un proyecto de izquierda que conviva con la sensatez macroeconómica, con el mercado y con las libertades económicas.  Lampadia




La reactivación económica ¿para cuándo?

La Cuadratura del Círculo es un espacio producido por IIG – Infraestructura institucionalidad y Gestión, con la colaboración de Lampadia como media partner.

Presentamos nuestro video sobre la reactivación económica ¿para cuándo?

Participa como invitado Waldo Mendoza, doctor en economía, junto a Gonzalo Prialé, Jaime de Althaus y Fernando Cillóniz, asociados de IIG.

Waldo Mendoza: Hay un problema para la reactivación, las familias y las empresas van a estar sobre endeudadas y van a tener que reconstruir sus patrimonios.




La macroeconomía en tiempos del covid

La macroeconomía en tiempos del covid

La profunda recesión que asola nuestro mundo producto de la pandemia está generando una disrupción en la manera de hacer política macroeconómica, un hecho que ya había empezado con las políticas monetarias no convencionales emprendidas para paliar la crisis financiera del 2008, pero que ahora se ha complementado con el nuevo protagonismo que tiene la política fiscal. De hecho, ahora que los bancos centrales se encuentran trabajando muy de cerca con los tesoros de los países, se ha perdido hasta cierto punto la distinción entre política monetaria y fiscal.

Un reciente y extenso artículo de The Economist que compartimos líneas abajo incide en las tres principales líneas de pensamiento que discuten sobre cuál debiera ser el enfoque más adecuado para reducir la volatilidad  del ciclo económico, ahora que queda más claro el panorama de que únicamente manipulando las tasas de interés de referencia en un contexto de tasa negativas, resulta insuficiente.

Evaluar este bagaje de políticas y analizar las implicancias de cada una de ellas en el mediano plazo resulta fundamental para las autoridades monetarias y fiscales tanto para países desarrollados como en vías de desarrollo como el nuestro. La eficacia de algunas, como la persistente compra de deuda y provisión de recursos por parte de los bancos centrales para seguir financiando los déficits fiscales de los gobiernos, descansa sobre supuestos altamente sensibles en los que ligeros cambios en el entorno financiero internacional puede desembocar en una terrible crisis si no se toman en cuenta.

Al respecto, reafirmamos nuestra idea de que no se puede relegar a los bancos centrales a ser simples fuentes de financiamiento permanentes de los gobiernos de turno porque sabemos de las tentaciones populistas que subyacen a ellos, lo cual puede llevar a sobreendeudar las economías fuera del equilibrio deseable. Al fin y al cabo, cuando las economías retomen progresivamente a su crecimiento potencial con la masificación de las vacunas, debe ser un imperativo reducir estos planes expansivos desde el lado estatal y permitir que el sector privado impulse la reactivación, brindando mayores exenciones fiscales y liberalizando los mercados laborales a través de la flexibilidad de la contratación y el despido.

Que la coyuntura actual no tuerza la finalidad de las autoridades monetarias de cuidar el valor de la moneda, pues ha sido gracias a esta independencia – que ha trascendido los ciclos politicos – que se ha generado estabilidad macroeconómica en los países. Veamos el análisis de The Economist que aborda estas discusiones a detalle. Lampadia

Empezar de nuevo
La pandemia del covid-19 está obligando a repensar la macroeconomía

Todavía no está claro a dónde conducirá

The Economist
25 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia

En la forma en que se conoce hoy, la macroeconomía comenzó en 1936 con la publicación de “La teoría general del empleo, el interés y el dinero” de John Maynard Keynes. Su historia posterior se puede dividir en tres eras. La era de la política guiada por las ideas de Keynes comenzó en la década de 1940. En la década de 1970 había encontrado problemas que no podía resolver y, por lo tanto, en la década de 1980, comenzó la era monetarista, más comúnmente asociada con el trabajo de Milton Friedman. En las décadas de 1990 y 2000, los economistas combinaron ideas de ambos enfoques. Pero ahora, en los restos dejados por la pandemia de coronavirus, está comenzando una nueva era. ¿Qué contiene?

La idea central de la economía de Keynes es la gestión del ciclo económico: cómo luchar contra las recesiones y garantizar que la mayor cantidad de personas que quieren trabajo puedan obtenerlo. Por extensión, esta idea clave se convirtió en el objetivo final de la política económica. A diferencia de otras formas de teoría económica a principios del siglo XX, el keynesianismo preveía un papel importante para el Estado en el logro de ese fin. La experiencia de la Gran Depresión había convencido a los protokeynesianos de que la economía no era un organismo de corrección natural. Se suponía que los gobiernos debían tener grandes déficits (es decir, gastar más de lo que recibían en impuestos) durante las recesiones para apuntalar la economía, con la expectativa de que pagarían la deuda acumulada durante los buenos tiempos.

El paradigma keynesiano se derrumbó en la década de 1970. La persistentemente alta inflación y el alto desempleo de esa década (“estanflación”) desconcertaron a los economistas convencionales, quienes pensaron que las dos variables casi siempre se movían en direcciones opuestas. Esto a su vez convenció a los formuladores de políticas de que ya no era posible “salir de una recesión”, como admitió James Callaghan, entonces primer ministro de Gran Bretaña, en 1976. Una idea central de la crítica de Friedman al keynesianismo era que si los formuladores de políticas trataban de estimular sin abordar las deficiencias estructurales subyacentes, aumentarían la inflación sin reducir el desempleo. Y la alta inflación podría persistir, simplemente porque era lo que la gente esperaba.

Los formuladores de políticas buscaron algo nuevo. Las ideas monetaristas de la década de 1980 inspiraron a Paul Volcker, entonces presidente de la Reserva Federal, a aplastar la inflación al restringir la oferta monetaria, a pesar de que hacerlo también produjo una recesión que disparó el desempleo. El hecho de que Volcker hubiera sabido que esto probablemente sucedería reveló que algo más había cambiado. Muchos monetaristas argumentaron que los formuladores de políticas antes que ellos se habían centrado demasiado en la igualdad de ingresos y riqueza en detrimento de la eficiencia económica. En su lugar, debían centrarse en lo básico, como una inflación baja y estable, que a largo plazo crearía las condiciones en las que aumentaría el nivel de vida.

Suena como un susurro

En los años 1990 y 2000 surgió una síntesis del Keynesianismo y el Friedmanismo. Con el tiempo, recomendó un régimen político poco conocido como “metas flexibles de inflación”. El objetivo central de la política era lograr una inflación baja y estable, aunque hubo espacio, durante las recesiones, para poner el empleo primero, incluso si la inflación era incómodamente alta. La herramienta principal de la gestión económica era la subida y bajada de las tasas de interés a corto plazo, que, según se descubrió, eran determinantes más confiables del consumo y la inversión que la oferta monetaria. La independencia de los bancos centrales de los gobiernos aseguró que no caerían en las trampas inflacionarias de las que advirtió Friedman. La política fiscal, como una forma de gestionar el ciclo económico, se dejó de lado, en parte porque se consideró que estaba demasiado sujeta a la influencia política. El trabajo de la política fiscal era mantener bajas las deudas públicas y redistribuir los ingresos en la medida y en la forma en que los políticos lo consideraran conveniente.

Ahora parece que este paradigma económico dominante ha alcanzado su límite. Primero comenzó a tambalearse después de la crisis financiera mundial de 2007-09, ya que los formuladores de políticas se enfrentaron a dos grandes problemas. La primera fue que el nivel de demanda en la economía, en general, el deseo agregado de gastar en relación con el deseo agregado de ahorrar, parecía haberse reducido permanentemente por la crisis. Para combatir la recesión, los bancos centrales redujeron las tasas de interés y lanzaron una flexibilización cuantitativa (QE, o imprimir dinero para comprar bonos). Pero incluso con una política monetaria extraordinaria, la recuperación de la crisis fue lenta y prolongada. El crecimiento del PBI fue débil. Eventualmente, los mercados laborales se dispararon, pero la inflación permaneció apagada (ver gráfico 1). A fines de la década de 2010 fueron simultáneamente las nuevas décadas de 1970 y anti-1970: una vez más, la inflación y el desempleo no se comportaron como se esperaba, aunque esta vez ambos fueron sorprendentemente bajos.

Esto puso en duda la sabiduría recibida sobre cómo gestionar la economía. Los bancos centrales enfrentaron una situación en la que la tasa de interés necesaria para generar suficiente demanda estaba por debajo de cero. Ese era un punto que no podían alcanzar fácilmente, ya que si los bancos intentaran cobrar tasas de interés negativas, sus clientes podrían simplemente retirar su efectivo y guardarlo debajo del colchón. QE era un instrumento político alternativo, pero se discutió su eficacia. Tales disputas provocaron un replanteamiento. Según un documento de trabajo publicado en julio por Michael Woodford y Yinxi Xie, de la Universidad de Columbia, “los acontecimientos del período transcurrido desde la crisis financiera de 2008 han requerido una reevaluación significativa de la sabiduría convencional previa, según la cual la política de tasas de interés sola debería ser suficiente para mantener la estabilidad macroeconómica “.

El segundo problema posterior a la crisis financiera relacionado con la distribución. Si bien las preocupaciones sobre los costos de la globalización y la automatización ayudaron a impulsar la política populista, los economistas preguntaron en qué intereses había estado trabajando últimamente el capitalismo. Un aparente aumento en la desigualdad estadounidense después de 1980 se convirtió en el centro de mucha investigación económica. A algunos les preocupaba que las grandes empresas se hubieran vuelto demasiado poderosas; otros, que una sociedad globalizada era demasiado aguda o que la movilidad social estaba disminuyendo.

Algunos argumentaron que el crecimiento económico estructuralmente débil y la mala distribución del botín de la actividad económica estaban relacionados. Los ricos tienen una mayor tendencia a ahorrar en lugar de gastar, por lo que si su participación en el ingreso aumenta, entonces el ahorro general aumenta. Mientras tanto, en la prensa, los bancos centrales enfrentaron acusaciones de que las bajas tasas de interés y el QE aumentaban la desigualdad al aumentar los precios de la vivienda y la renta variable.

Sin embargo, también estaba quedando claro cuánto estímulo económico podría beneficiar a los pobres, si provocaba que el desempleo bajara lo suficiente como para que aumenten los salarios de las personas de bajos ingresos. Justo antes de la pandemia, una proporción cada vez mayor del PBI en todo el mundo rico se estaba acumulando para los trabajadores en forma de sueldos y salarios. Los beneficios fueron mayores para los trabajadores con salarios bajos. “Estamos escuchando fuerte y claro que esta larga recuperación ahora está beneficiando a las comunidades de ingresos bajos y moderados en mayor medida de lo que se ha sentido durante décadas”, dijo Jerome Powell, presidente de la FED, en julio de 2019. La creciente creencia en el poder redistributivo de una economía en auge se sumó a la importancia de encontrar nuevas herramientas para reemplazar las tasas de interés para administrar el ciclo económico.

Tablas que comienzan a girar

Entonces el coronavirus golpeó. Las cadenas de suministro y la producción se han interrumpido, y todo lo demás igual debería haber causado que los precios subieran, ya que las materias primas y los productos terminados eran más difíciles de conseguir. Pero el mayor impacto de la pandemia ha sido en el lado de la demanda, causando que las expectativas de inflación y tasas de interés futuras caigan aún más. El deseo de invertir se ha desplomado, mientras que las personas de todo el mundo rico ahora ahorran gran parte de sus ingresos.

La pandemia también ha expuesto y acentuado las desigualdades en el sistema económico. Las personas con empleos de cuello blanco pueden trabajar desde casa, pero los trabajadores “esenciales” (los conductores de reparto, los limpiadores de basura) deben seguir trabajando y, por lo tanto, corren un mayor riesgo de contraer covid-19, todo el tiempo por un salario bajo. Aquellos en industrias como la hostelería (desproporcionadamente joven, femenina y de piel negra o marrón) han soportado la peor parte de la pérdida de empleos.

Incluso antes de covid-19, los encargados de formular políticas comenzaban a concentrarse una vez más en el mayor efecto de la caída y el auge del ciclo económico en los pobres. Pero dado que la economía se ha visto afectada por una crisis que afecta más a los más pobres, ha surgido un nuevo sentido de urgencia. Eso está detrás del cambio en la macroeconomía. Diseñar nuevas formas de volver al pleno empleo es, una vez más, la máxima prioridad para los economistas.

¿Pero cómo hacerlo? Algunos argumentan que el covid-19 ha demostrado temores erróneos de que los responsables políticos no pueden luchar contra las recesiones. En lo que va de año, los países ricos han anunciado un estímulo fiscal por valor de unos $ 4.2 trillones, suficiente para llevar sus déficits a casi el 17% del PBI, mientras que los balances de los bancos centrales han crecido en un 10% del PBI. Este enorme estímulo ha calmado los mercados, impedido el colapso de las empresas y protegido los ingresos de los hogares. La acción política reciente “ofrece una reprimenda de la idea de que los responsables políticos pueden quedarse sin munición”, argumenta Erik Nielsen, de Unicredit, un banco.

Sin embargo, aunque nadie duda de que los encargados de formular políticas hayan encontrado un montón de palancas, sigue habiendo desacuerdo sobre cuál debería continuar tirando, quién debería tirar y cuáles serán los efectos. Los economistas y los encargados de formular políticas se pueden dividir en tres escuelas de pensamiento, de menos a más radicales: una que requiere meramente mayor coraje; uno que mira a la política fiscal; y una que dice que la solución son las tasas de interés negativas.

No hace mucho, los banqueros centrales siguieron este credo e insistieron en que todavía tenían las herramientas para hacer su trabajo. En 2013, Japón, que tiene más experiencia que cualquier otro país con condiciones de bajo crecimiento y inflación ultrabaja, nombró a un banquero central “whatever-it-takes”, Kuroda Haruhiko, para dirigir el Banco de Japón (BOJ). Logró avivar un auge del empleo, pero aumentó la inflación en menos de lo prometido. Justo antes de la pandemia, Ben Bernanke, ex presidente de la Reserva Federal, argumentó en un discurso ante la Asociación Económica Americana que el potencial para la compra de activos significaba que la política monetaria por sí sola probablemente sería suficiente para combatir una recesión.

Pero en los últimos años, la mayoría de los banqueros centrales se han inclinado a exhortar a los gobiernos a usar sus presupuestos para impulsar el crecimiento. Christine Lagarde abrió su mandato como presidenta del Banco Central Europeo con un llamado al estímulo fiscal. Powell advirtió recientemente al Congreso que no retire prematuramente su respuesta fiscal a la pandemia. En mayo, Philip Lowe, gobernador del Banco de la Reserva de Australia (RBA), dijo al parlamento australiano que “la política fiscal tendrá que desempeñar un papel más importante en la gestión del ciclo económico que en el pasado”.

Parado en las líneas de bienestar

Eso coloca a la mayoría de los banqueros centrales en la segunda escuela de pensamiento, que se basa en la política fiscal. Los adherentes dudan de que las compras de activos del banco central puedan ofrecer un estímulo ilimitado, o ven esas compras como peligrosas o injustas, tal vez, por ejemplo, porque comprar deuda corporativa mantiene vivas a las empresas que deberían fracasar. Es mejor que el gobierno aumente el gasto o reduzca los impuestos, con déficits presupuestarios que absorben el exceso de ahorro creado por el sector privado. Puede significar tener grandes déficits durante un período prolongado, algo que ha sugerido Larry Summers, de la Universidad de Harvard.

Esta visión no elimina el papel de los bancos centrales, pero los relega. Se convierten en facilitadores del estímulo fiscal, cuyo trabajo principal es mantener baratos los préstamos públicos a largo plazo a medida que aumentan los déficits presupuestarios. Pueden hacerlo comprando bonos directamente o fijando tasas de interés a largo plazo cercanas a cero, como lo hacen actualmente el BOJ y el RBA. Como resultado del covid-19 “la línea fina entre la política monetaria y la gestión de la deuda pública se ha vuelto borrosa”, según un informe del Banco de Pagos Internacionales (BIS), un club de bancos centrales.

No todos están contentos con esto. En junio, Paul Tucker, ex vicegobernador del Banco de Inglaterra, dijo que, en respuesta a las vastas compras de bonos gubernamentales del banco, la pregunta era si el banco “ahora ha vuelto a ser el brazo operativo del Tesoro”. Pero aquellos influenciados por la escuela keynesiana, como Adair Turner, un ex regulador financiero británico, quieren que el financiamiento monetario del estímulo fiscal se convierta en una política establecida, una idea conocida como el “helicóptero monetario”.

Los enormes programas de estímulo fiscal significan que las proporciones de deuda pública en relación del PBI están aumentando (ver gráfico 2). Sin embargo, estos ya no alarman de manera confiable a los economistas. Esto se debe a que las bajas tasas de interés actuales permiten a los gobiernos pagar deudas públicas mucho más altas (ver gráfico 3). Si las tasas de interés permanecen más bajas que el crecimiento económico nominal, es decir, antes de ajustarse a la inflación, entonces una economía puede salir de la deuda sin necesidad de tener un superávit presupuestario, un punto enfatizado por Olivier Blanchard del Instituto Peterson de Economía Internacional, un think tank. Otra forma de argumentar es decir que los bancos centrales pueden continuar financiando a los gobiernos siempre y cuando la inflación siga siendo baja, porque es en última instancia la perspectiva de la inflación lo que obliga a los encargados de formular políticas a elevar las tasas a niveles que encarecen la deuda.

Para algunos, la idea de dar el golpe fiscal al máximo y de cooptar al banco central para ese fin, se asemeja a la “teoría monetaria moderna” (MMT). Esta es una teoría económica heterodoxa que exige que los países que pueden imprimir su propia moneda (como EEUU y Gran Bretaña) ignoren las relaciones deuda / PBI , confíen en el banco central para respaldar la deuda pública y continúen ejecutando el gasto deficitario a menos y hasta que el desempleo y la inflación vuelvan a la normalidad.

Y de hecho hay una semejanza entre esta escuela de pensamiento y el MMT. Cuando las tasas de interés son cero, no hay distinción entre la emisión de deuda, que de otro modo incurriría en costos de intereses, y la impresión de dinero, que los libros de texto suponen que no incurre en costos de intereses. A una tasa de interés cero, “no importa si financia con dinero o con deuda”, dijo Blanchard en un seminario web reciente.

Pero la comparación termina ahí. Mientras que quienes abogan por la MMT quieren que el banco central fije las tasas de interés en cero permanentemente, otros economistas convencionales abogan por una política fiscal expansiva precisamente porque quieren que las tasas de interés suban. Esto, a su vez, permite que la política monetaria recupere la tracción.

La tercera escuela de pensamiento, que se centra en las tasas de interés negativas, es la más radical. Le preocupa cómo las tasas de interés se mantendrán por debajo de las tasas de crecimiento económico, como estipuló Blanchard. Sus defensores ven el estímulo fiscal, ya sea financiado por deuda o por la creación de dinero del banco central, con cierta sospecha, ya que ambos dejan facturas para el futuro.

Un efecto secundario del QE es que deja al banco central incapaz de aumentar las tasas de interés sin pagar intereses sobre la enorme cantidad de dinero electrónico que los bancos han estacionado con él. Cuanto más dinero imprima para comprar bonos del gobierno, más dinero se depositará en él. Si las tasas a corto plazo aumentan, también lo hará la factura del “interés sobre las reservas” del banco central. En otras palabras, un banco central que crea dinero para financiar el estímulo está, en términos económicos, haciendo algo sorprendentemente similar a un gobierno que emite deuda a tasa flotante. Y los bancos centrales son, en última instancia, parte del gobierno.

Entonces no hay almuerzos gratis. “Cuanto mayor sea el QE pendiente como parte de la deuda total del gobierno, más expuesto estará el gobierno a las fluctuaciones en las tasas de interés a corto plazo”, explicó Gertjan Vlieghe, del Banco de Inglaterra, en un discurso reciente. Otra preocupación es que en las próximas décadas los gobiernos enfrentarán aún más presión sobre sus presupuestos por el gasto en pensiones y salud asociado con el envejecimiento de la población, las inversiones para combatir el cambio climático y cualquier otra catástrofe en el molde de covid-19. La mejor manera de estimular las economías de manera continua no es, por lo tanto, crear facturas interminables que pagar cuando las tasas vuelvan a subir. Es tomar tasas de interés negativas.

Esperando una promoción

Algunas tasas de interés ya son marginalmente negativas. La tasa de política del Banco Nacional Suizo es de -0.75%, mientras que algunas tasas en la zona euro, Japón y Suecia también están en números rojos. Pero los gustos de Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard y Willem Buiter, el ex economista jefe de Citigroup, un banco, prevén tasas de interés de -3% o menos, una propuesta mucho más radical. Para estimular el gasto y el endeudamiento, estas tasas tendrían que extenderse por toda la economía: a los mercados financieros, a los cargos por intereses sobre los préstamos bancarios, y también a los depósitos en los bancos, que tendrían que reducirse con el tiempo. Esto desalentaría el ahorro (en una economía deprimida, después de todo, el ahorro fundamental es el problema fundamental), aunque es fácil imaginar que las tasas de interés negativas provoquen una reacción populista.

Muchas personas también desearían sacar su dinero de los bancos y meterlo debajo del colchón. Hacer efectivas estas propuestas, por lo tanto, requeriría una reforma radical. Existen varias ideas sobre cómo hacer esto, pero el método de fuerza bruta consiste en abolir al menos los billetes de alta denominación, lo que hace que mantener grandes cantidades de efectivo físico sea costoso y poco práctico. Rogoff sugiere que eventualmente el efectivo podría existir solo como “monedas pesadas”.

Las tasas negativas también plantean problemas para los bancos y el sistema financiero. En un artículo publicado en 2018, Markus Brunnermeier y Yann Koby, de la Universidad de Princeton, sostienen que existe una “tasa de interés de reversión” por debajo de la cual los recortes de tasas de interés en realidad disuaden a los préstamos bancarios, perjudicando la economía en lugar de impulsarla. Por debajo de una cierta tasa de interés, que según la experiencia debe ser negativa, los bancos podrían no estar dispuestos a pasar recortes de las tasas de interés a sus depositantes, por temor a incitar a los clientes molestos a trasladar sus depósitos a un banco rival. Las tasas de interés profundamente negativas podrían aplastar las ganancias de los bancos, incluso en una economía sin efectivo.

Toma lo que es de ellas

Sin embargo, varios factores podrían hacer que la economía sea más hospitalaria a tasas negativas. El efectivo está en declive, otra tendencia que la pandemia ha acelerado. Los bancos se están volviendo menos importantes para las finanzas, con cada vez más intermediación en los mercados de capitales. Los mercados de capitales, señala Buiter, no se ven afectados por el argumento de la “tasa de inversión”. Mientras tanto, los banqueros centrales están jugando con la idea de crear sus propias monedas digitales que podrían actuar como cuentas de depósito para el público, permitiendo que el banco central pague o cobre intereses sobre depósitos directamente, en lugar de hacerlo a través del sistema bancario. La campaña de Joe Biden para la Casa Blanca incluye ideas similares, lo que permitiría a la FED servir directamente a aquellos que no tienen una cuenta bancaria privada.

Los encargados de la formulación de políticas ahora tienen que sopesar los riesgos para elegir en el mundo poscovid: intervención generalizada del banco central en los mercados de activos, aumentos continuos en la deuda pública o una sacudida del sistema financiero. Sin embargo, un número creciente de economistas teme que incluso estos cambios radicales no sean suficientes. Sostienen que existen problemas más profundos que solo pueden resolverse mediante una reforma estructural.

Un nuevo paper de Atif Mian de la Universidad de Princeton, Ludwig Straub de la Universidad de Harvard y Amir Sufi de la Universidad de Chicago amplía la idea de que la desigualdad socava la demanda de la economía. De la misma manera que la desigualdad crea una necesidad de estímulo, argumentan, el estímulo eventualmente crea más desigualdad. Esto se debe a que deja a las economías más endeudadas, ya sea porque las bajas tasas de interés alientan a los hogares o las empresas a endeudarse, o porque el gobierno ha tenido déficit. Tanto el endeudamiento público como el privado transfieren ingresos a los inversores ricos que poseen la deuda, lo que deprime aún más la demanda y las tasas de interés.

Las tendencias seculares de las últimas décadas, de mayor desigualdad, mayores ratios de deuda a PBI y menores tasas de interés, se refuerzan mutuamente. Los autores sostienen que escapar de la trampa “requiere la consideración de políticas macroeconómicas menos estándar, como las que se centran en la redistribución o las que reducen las fuentes estructurales de alta desigualdad”. Una de estas “fuentes estructurales de alta desigualdad” podría ser la falta de competitividad. Las grandes empresas con mercados cautivos no necesitan invertir tanto como lo harían si se enfrentaran a una mayor competencia.

Todas estas nuevas ideas ahora competirán por el espacio en un entorno político en el que el cambio de repente parece mucho más posible. ¿Quién podría haber imaginado, hace solo seis meses, que decenas de millones de trabajadores en toda Europa recibirían sus salarios pagados por esquemas de licencia financiados por el gobierno, o que siete de cada diez perdedores de empleo estadounidenses en la recesión ganarían más con el seguro de desempleo pagos de lo que habían hecho en el trabajo? Debido a los rescates masivos, “el papel del estado en la economía probablemente será considerablemente mayor”, dice el BIS.

Hablando sobre una revolución

Muchos economistas quieren precisamente esta intervención estatal, pero presenta riesgos claros. Los gobiernos que ya tienen grandes deudas podrían decidir que preocuparse por los déficits es para los débiles y que la independencia del banco central no importa. Eso podría desencadenar una alta inflación y proporcionar un doloroso recordatorio de los beneficios del antiguo régimen. Las reformas del sector financiero podrían ser contraproducentes. Una mayor redistribución podría sacar a la economía de un caos de la manera en que lo describen Sufi, Stansbury y sus respectivos colegas, pero los altos impuestos podrían desalentar igualmente el empleo, la empresa y la innovación.

El replanteamiento de la economía es una oportunidad. Ahora existe un consenso creciente de que los mercados laborales ajustados podrían dar a los trabajadores más poder de negociación sin la necesidad de una gran expansión de la redistribución. Una reevaluación equilibrada de la deuda pública podría conducir a la inversión pública ecológica necesaria para combatir el cambio climático. Y los gobiernos podrían desencadenar una nueva era de finanzas, que implique más innovación, una intermediación financiera más barata y, tal vez, una política monetaria que no esté limitada por la presencia de efectivo físico. Lo que está claro es que el viejo paradigma económico parece cansado. De una forma u otra, el cambio está llegando. Lampadia




Sun Tzu y el COVID-19

Sun Tzu y el COVID-19

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

“Si uno conoce a su enemigo y conoce a su propio ejército, no debe temer por el resultado de cientos de batallas. Si uno conoce a los suyos, pero no al enemigo, por cada batalla ganada va también a sufrir muchas bajas. Pero si uno no conoce las condiciones de su ejército ni las de su enemigo, va a sucumbir en cada batalla”.

Este fue uno de los mensajes de Sun Tzu (General, filósofo y estratega de los ejércitos del rey Helü de Wu desde el año 512 a. C), en su libro “El arte de la guerra” y, en esta guerra contra el COVID-19, lamentablemente  en el Perú no le estamos prestando atención.

Es muy cierto que este es un virus nuevo, del que se está aprendiendo cada día y que los conocimientos sobre el mismo vienen siendo revisados y discutidos a base de innumerables investigaciones, teorías y experiencias recientes en diversos países. Cierto también es que, el comportamiento de este virus ha sido distinto en distintas latitudes y ante comportamientos poblacionales análogos. Por lo tanto, no conocemos al enemigo.

Algunos países cerraron fronteras ante la primera amenaza de la infección, declararon emergencia sanitaria, siguieron un procedimiento riguroso de pruebas moleculares sistemáticas y se puso en cuarentena de los infectados. De la misma forma, se identificó la red de contactos de los infectados y de inmediato se les sometió a pruebas moleculares, con idéntico proceso de confinamiento sanitario a los contaminados. Quienes hicieron esto, tuvieron un muy bajo nivel de contaminados y de fallecidos y hoy están prácticamente de salida de esta amenaza.

Otros países optaron por cerrar fronteras, pero fueron muy tolerantes con la circulación de la población joven. Aplicaron pruebas moleculares, para una identificación temprana de la infección y serológicas, para controlar la evolución a quienes ya habían sido diagnosticados. Tomaron la precaución de separar y poner en estricta cuarentena a la población de adultos mayores y con morbilidad que representaban alto riesgo. En estos países, se apostó porque su población joven y de menor riesgo se contagie y alcance el efecto rebaño, esto es infectarse sabiendo que, en muchos casos, ellos pueden resultar asintomáticos o la enfermedad podría no pasar de un proceso similar al de una gripe, con mínimo riesgo de vida y muy controlado. El grupo de países que actuó así, habiendo puesto a buen recaudo a su población adulta y sensible, ha tenido también un resultado bastante exitoso.

Un tercer grupo de países fue sorprendido por esta pandemia y cuando reaccionaron a tomar medidas de confinamiento, ya era demasiado tarde. El número de infectados creció incontrolablemente y para colmo, el alto porcentaje de adultos mayores en su estructura etárea de población, trajo como consecuencia un muy alto número de fallecimientos. De alguna manera, los niveles diarios de fallecimiento también se están reduciendo y ojalá no se presente un rebote de la epidemia.

Contrario a lo recomendado por Sun Tzu, quien también resaltó que, “un buen general se asegura la victoria haciendo muchos cálculos y estudios previos” (planes y estrategias), debemos lamentar que en nuestro país no se hizo ningún planeamiento, ni se planteó una estrategia y, consecuentemente, no se pudo hacer un manejo inteligente de la pandemia. Se confinó a todos en sus casas, decretando una cuarentena generalizada (la más radical de las que se tenga conocimiento), pero sin un plan de estudio y control epidemiológico. Esto ha demandado un gran esfuerzo de la Policía Nacional y Fuerzas Armadas. No se cerró inmediatamente las fronteras y no se obligó a pruebas moleculares a quienes arribaban del extranjero, poniéndolos en cambio, en cuarentena en hoteles. El nivel de pruebas efectuado inicialmente fue muy bajo (1650 promedio diario en los primeros 24 días, de ellas 969 moleculares y 681 rápidas) y no se realizó ningún esfuerzo por identificar la cadena de contactos que pudieron ser infectados para examinarlos. Lo que resultó revelador fue que,15.5% de las pruebas moleculares dieron positivo, mientras que sólo 4.5% de las serológicas lo dieron.

Lamentablemente, por desinteligencias del gobierno (o sabe Dios qué), no se repuso a la velocidad debida los “kits” necesarios para pruebas moleculares y se privilegió un aumento en la proporción de pruebas rápidas. Ya para el 20 de abril, el promedio diario acumulado de pruebas moleculares efectuadas fue de 1149 (con 21.7% de positivos) y de 2963 rápidas (con 6.9% de positivos).

 A pesar de la evidente diferencia en la calidad de los resultados, por orden específica del ministro de salud Zamora, se dispuso multiplicar las pruebas rápidas, llegándose a una proporción de 5.7 veces de pruebas rápidas por cada prueba molecular. Y para completar el cuadro, estas pruebas se realizaban sólo a personas que, habían tenido contacto con infectados y tuvieran síntomas. En el camino, por razones no satisfactoriamente explicadas, tenemos un nivel de “sub-registro” de fallecimientos por Covid-19 y resulta que hay 10,226 fallecimientos reconocidos por esta causa, mientras se cuenta con un exceso de fallecimiento de más de 35,000 personas, respecto al promedio de los tres años anteriores y sin certificación de causa.

Evidentemente, esta práctica introdujo una importante distorsión en la calidad de la información, lo que explica claramente por qué nuestra base de datos es de tan mala calidad y, consecuentemente, no tenemos forma de conocer al “enemigo”, pero tampoco cómo ni dónde nos ataca.

A partir del 1 de julio, se ha dispuesto el levantamiento de la cuarentena y se permita la libre circulación de los ciudadanos, por supuesto con ciertas recomendaciones de cuidado y prevención. La pena es que no sabemos a ciencia cierta, cuál es la situación de salud de nuestros ciudadanos y no tenemos una buena identificación geográfica de las zonas (claramente delimitadas) con poblaciones infectadas y, consecuentemente, las zonas de mayor riesgo y puntos de la ciudad que el poblador debiera evitar y por supuesto, no se puede divulgar.

En resumen, no conocemos cual es la situación de nuestra sociedad frente al virus y, además, no hemos actualizado nuestras proyecciones macroeconómicas. En estas condiciones, tal como dijimos en la introducción, si no conocemos a nuestro enemigo, ni tampoco las condiciones de nuestro “ejército”, estamos encaminados a sucumbir.

Finalmente, Sun Tzu también resalta que no hay forma que alguien se pueda beneficiar de una guerra prolongada y aquí ya tenemos largos cuatro meses combatiendo, nuestras primeras líneas están agotadas y nuestras arcas fiscales están debilitadas.

Por favor, hagamos un mejor planeamiento. ¡Esta no es una tarea para aprendices, ni para gente que actúa por impulso, creyendo que después corregirá sus errores! Lampadia




América Latina contra la debacle económica

América Latina contra la debacle económica

A continuación compartimos un reciente artículo publicado en la revista Project Syndicate y escrito por dos economistas latinoamericanos – uno de ellos peruano – que radican en prestigiosas universidades en el extranjero, en el que muestran su visión respecto a qué políticas macroeconómicas deberían emprender los países de nuestra región para mitigar el impacto de la crisis social producto de la pandemia del coronavirus.

Si bien varias de las propuestas aquí presentadas, como las  transferencias condicionadas a los hogares y un mayor acceso al crédito por parte de las empresas con avales del fisco, ya se encuentran siendo implementadas en nuestro país acertadamente (ver Lampadia: El Perú enfrenta la crisis económica), vale la pena rescatar las reflexiones que hacen ambos economistas respecto a la importancia de que estas medidas se concreten sin vacilar y cómo el Perú es uno de los países privilegiados del continente porque cuenta con la capacidad para emprenderlas.

La realidad económica de América Latina, en la que coexisten estructuras productivas formales e informales, requiere políticas diferenciadas que permitan paliar una crisis para empresas y hogares con contextos muy distintos. Si bien resulta relativamente fácil llegar a las empresas y empleos formales por su alta bancarización, en la informalidad se necesitan de políticas más audaces, que probablemente requieran de una inyección de liquidez directa más potente de manera que se abarque a una mayor cantidad de unidades productoras, pymes en su mayoría, que dan empleo a los estratos más bajos de la distribución de ingreso. Aquí la solidez macroeconómica es fundamental, puesto que le permite al fisco no solo acceder a recursos vía deuda a bajas tasas de interés internacionales sino también al ahorro interno, como son las reservas internacionales,  acumuladas gracias a la política fiscal responsable en los buenos años.

Gracias a estos sólidos fundamentos, ausentes en otros países de la región, el Perú podrá inyectar, con todos sus recursos, 12 puntos del PBI  a la economía para evitar un rompimiento de la cadena de pagos, como ha sugerido recientemente la ministra de economía.

Es importante pues preservar el marco institucional que da forma a esta política ortodoxa y que rige nuestro modelo de desarrollo.Lampadia

El virus llega al sur

Project Syndicate
24 de marzo, 2020 
Roberto Chang & Andrés Velasco
Glosado por Lampadia

El COVID-19 ha llegado a América Latina, pero no así las medidas eficaces para enfrentar la pandemia –por lo menos no a todos los países–. Los presidentes Andrés Manuel López Obrador de México y Jair Bolsonaro de Brasil, imitando al presidente estadounidense Donald Trump, todavía realizan actividades públicas y abrazan a sus seguidores, en un imprudente intento por reforzar sus credenciales de machos fuertes. América Latina merece una respuesta más seria, audaz y con metas claras para evitar que una crisis de salud pública se transforme en una catástrofe socioeconómica.

El COVID–19 ha abrumado a Italia, que tiene más médicos y camas de hospital per cápita que América Latina. En EEUU escasean los equipos para diagnosticar el coronavirus y en el Reino Unido faltan respiradores. Sería ingenuo pensar que estos mismos problemas no van a golpear a Latinoamérica, cuya trayectoria en el ámbito de enfrentar pandemias es deficiente: en la gripe asiática de 1957-1958, Chile encabezó la lista mundial con 9,8 muertes por cada diez mil habitantes.

América Latina tiene amplia experiencia en todo tipo de crisis, pero la actual es sin precedente. La primera prioridad es salvar vidas, de modo que todo peso gastado en la contención del virus es un peso bien gastado. Este no es un momento para ahorrar.

La índole y la gravedad del shock económico también son nuevas. Nunca antes se le había dicho a una proporción tal de la ciudadanía que dejara de trabajar. Incluso si el encierro no dura más de un par de meses, es posible que se produzcan contracciones de dos dígitos en el PBI anual.

De no existir una respuesta de política, este será solo el comienzo de la historia. Si las familias pierden sus ingresos, dejarán de gastar, lo que se traducirá en que otras personas también pierdan sus ingresos. Si las empresas no tienen ganancias, es posible que no puedan pagarles a sus proveedores ni cubrir el servicio de sus deudas. Si los bancos y otros acreedores no reciben pagos, es posible que aceleren sus préstamos y exijan que se los pague en su totalidad, aumentando así la contracción de liquidez de las compañías y los hogares. Y si colapsa el precio de los activos (acciones, bonos y, eventualmente, bienes raíces) todas las personas dispondrán de menores garantías y, por lo tanto, de menos capacidad para pedir préstamos. La iliquidez se extenderá por todo el sistema y dará origen a olas de quiebras.

El papel de la política macroeconómica es detener este círculo vicioso. Las políticas anticrisis deben ser rápidas y enormes.

En primer lugar, las autoridades deben evitar que los hogares pierdan sus ingresos. Esto significa cambiar la normativa laboral de modo que a los trabajadores se les remunere incluso cuando no estén trabajando a tiempo completo. En el Reino Unido y Dinamarca, el gobierno cubrirá de manera temporal el 80% y el 75%, respectivamente, del gasto salarial de las empresas que estén en aprietos. Es probable que esto sea inasequible para los gobiernos latinoamericanos. Sin embargo, pueden aplicarse estrategias más a la medida de cada país. El plan de Chile, por ejemplo, permite que las empresas pasen a jornadas parciales de trabajo y utilicen el fondo de seguro de desempleo para garantizar que sus trabajadores reciban por lo menos el 75% de su salario original.

Una de las dificultades que enfrenta América Latina es que gran parte de su fuerza laboral trabaja de manera independiente o informal, sin empleador que continúe remunerando o pueda proporcionar algún seguro. Por ello, los gobiernos no tienen más alternativa que efectuar transferencias en efectivo a los hogares que han perdido sus ingresos. En los países donde existen programas a gran escala de transferencias de efectivo (entre ellos, Argentina, Brasil, Colombia, Chile y México) la implementación puede ser rápida y amplia. Otros países tendrán que superar mayores desafíos para llegar a un número suficiente de hogares, dado que muchos carecen de cuenta bancaria y de acceso a la Internet. En el caso de Perú, esto significa que el subsidio de 380 soles a los necesitados debe retirarse en persona en los lugares designados, y que se limita a hogares urbanos.

La política macroeconómica también debe ayudar a las empresas para que cumplan sus compromisos con sus propios trabajadores, proveedores y acreedores. Ello requiere asegurar el acceso al crédito mientras dure la emergencia. La reducción de las tasas de interés constituye un componente necesario pero insuficiente de este esfuerzo. Las autoridades monetarias y los reguladores financieros tienen que proporcionar fuertes incentivos a los bancos y a otros prestamistas para que los recursos sigan fluyendo hacia las compañías pequeñas y vulnerables, y hacia los sectores especialmente golpeados por el virus. Una combinación de líneas especiales de crédito y tolerancia normativa viene al caso. En algunos países, los bancos estatales pueden encargarse de otorgar créditos cuando los acreedores privados decidan no hacerlo.

Para poner fin al peligroso ciclo de deflación de los precios de los activos y destrucción de las garantías, los bancos centrales de América Latina deben aprestarse para comprar no solo bonos gubernamentales, sino también otros tipos de títulos privados. Y dado que la deuda externa suele estar denominada en dólares, los gobiernos y los bancos centrales que tienen reservas o acceso a liquidez en dólares no deberían vacilar en inyectar esos dólares en el mercado local. Las reservas de liquidez en moneda extranjera se crearon precisamente para tiempos como los que corren, y para evitar que una híper-depreciación de la moneda destruya el valor de las garantías.

La suma de estas medidas fácilmente puede costar varios puntos porcentuales del PBI. La respuesta a la emergencia es urgente, y ese costo es inevitable. ¿Qué pueden hacer las naciones latinoamericanas para financiarla? Unos pocos países –entre ellos, México, Perú y Chile, y tal vez Colombia y Uruguay– tienen margen para emitir más deuda pública en los mercados nacionales e internacionales, y deberían hacerlo.

Pero otros países no lo tienen. Y así como las tasas de interés a nivel mundial se han desplomado, se han duplicado los spreads de la deuda latinoamericana, en un momento en que caen en picada los precios de los commodities, al igual que los ingresos producto del turismo y de las remesas, que son cruciales para los países de Centroamérica y el Caribe. Por lo tanto, la mayor parte de los países de América Latina van a experimentar una aguda escasez de dólares, y su única fuente de financiamiento en esta moneda serán los organismos multilaterales.

El Fondo Monetario Internacional ha dispuesto una línea de crédito flexible, una línea de liquidez cautelar y un servicio financiero de desembolso rápido (enfocado en los países de bajos ingresos). Este compromiso es útil, pero no se puede afirmar con certeza que estas fuentes serán suficientes o estarán disponibles con la suficiente rapidez.

Por ello, la ayuda de la Reserva Federal de EEUU resulta de importancia crítica. Esta entidad es la fuente original de todos los dólares que existen. En esta crisis, ha dado acceso a líneas de swaps en dólares a otros bancos centrales, pero solo a los de países que considera sistémicamente importantes, que en América Latina incluyen a México y Brasil. ¿Por qué no a países con grado de inversión, como Colombia, Perú y Chile? Otra alternativa es que la Reserva Federal compre bonos emitidos por el FMI, el cual a su vez podría prestar esos dólares a economías emergentes y de bajos ingresos (esta es una antigua propuesta, cuyo momento puede haber llegado finalmente).

Todo esto necesita suceder, y de manera rápida. América Latina tiene la “suerte” de ir unas pocas semanas atrás de Europa y Asia en el avance del virus. Es imperativo que emplee este tiempo de manera sabia y audaz.

Theodore Roosevelt afirmó que sin “la gran ocasión, no surge un gran estadista; si [Abraham] Lincoln hubiera vivido en tiempos de paz, ahora nadie sabría su nombre”. Hoy día, América Latina emprende una lucha contra el contagio, la depresión económica y la desesperación social. Por favor ¿pueden los Lincoln de la región dar un paso al frente? Lampadia

Traducción de Ana María Velasco

Roberto Chang es profesor distinguido de economía en la Rutgers University.

Andrés Velasco, ex candidato presidencial y ministro de finanzas de Chile, es decano de la Facultad de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science.




La factura del corona virus la pagamos todos

La factura del corona virus la pagamos todos

Fausto Salinas Lovón
Exclusivo para Lampadia

1.- CUARENTENA. Es necesaria en la realidad peruana, a pesar de sus efectos socio económicos colaterales, pero no es suficiente. Solo es un mecanismo de contención, no de solución. Si no va de la mano con otras medidas adicionales, una vez que cese tendremos un nuevo pico de crecimiento de la infestación que ni la economía, ni la moral nacional podrán resistir.

2.- MEDIDAS ADICIONALES. Tienen que venir de las experiencias mundiales más efectivas: Japón, Taiwán, Singapur, Corea del Sur y la propia China. No vienen del relajo social italiano (cuya cifra de casos está superando en este momento a la de China), ni de la irresponsabilidad política española (que carga 4,858 ataúdes en los hombres del PSOE-PODEMOS a este instante), ni de la inacción anglo americana que ha colocado a USA en el primer lugar de la lista y ha desatado los contagios en Gran Bretaña, mucho menos de la experiencia mejicana que provoca al contagio. Los países del Asia se han enfocado en la identificación, seguimiento y gestión de los datos de contagio para contener la infestación y sus resultados saltan a la vista en el life track coronavirus. En el caso de China, sus medidas permiten mantener los casos en 81,000 hace varios días.

3.- GESTIÓN DE DATOS Y FOCALIZACIÓN DE LA GESTIÓN. Por allí va la cosa. No serán suficientes mascarillas, desinfectantes, kits de pruebas, ventiladores mecánicos, contratar más médicos y profesionales de la salud. Se necesita procesamiento de datos, estadísticas, tecnología de la información y uso y gestión de esa información. Necesitamos programadores, matemáticos y analistas en tanta o mayor cantidad que profesionales de la salud para que, al igual que en el Asia, cada contagiado no sea solamente un número más dentro de la estadística, sino la punta del ovillo que ayude a desenredar este problema.

4.- FRONTERAS CERRADAS.  Parece inevitable tener que mantener cerradas las fronteras una vez concluida la cuarentena hasta que se dispongan de pruebas rápidas de descarte a cada viajero que permitan evitar nuevos contagios de fuente externa. Esta medida obviamente agravará la crisis del turismo, la hotelería, el transporte, la artesanía, la restauración y los servicios conexos, que habrá que asumir, afrontar y mitigar. Habrá quiebras, despidos y deudas impagas, hay que decirlo y no dorar las píldoras. Sólo de la objetividad y franqueza del diagnóstico puede venir la comprensión de la magnitud del problema y la necesidad de medidas adecuadas.

5.- LA FACTURA DEL CORONA VIRUS LA PAGAMOS TODOS. No hay forma de creer que esta factura sólo la pagarán algunos o el Estado. La tenemos que pagar todos. Si sólo la paga el Estado, luego nos la cobra en déficit, más impuestos y menos obras. Si sólo la pagan las empresas, habrá quiebras, menos inversión y a la postre menos empleo. Si sólo le pasamos la cuenta a los trabajadores formales, habrá hambre, desesperación, menos consumo y deudas impagas. Si dejamos que sólo la paguen los que no son parte de la PEA formal y viven del día a día, solo es cuestión de tiempo para ver un estallido social de magnitudes impensadas. La carga se debe distribuir entre todos, con inteligencia y sin demagogia. Todos debemos sentir que estamos cargando esta cruz. La sensación de que sólo unos la cargan puede ser explosiva.

6.- LA MACROECONOMÍA PERMITE ALGUNAS LICENCIAS. Las reservas nacionales obtenidas de 30 años de sensatez económica, los fondos de contingencia obtenidos de impuestos, canon, sobre canon y años de inversión privada y la estabilidad macroeconómica permiten algunas licencias de excepción para afrontar esta crisis. No enfrentamos esta crisis con la economía de 1990 devastada por el populismo económico. Hay espacio entonces para un poco más de audacia en la mitigación de los efectos en los sectores marginales de nuestra población, incluidos nuestros hermanos venezolanos quienes también viven de ingresos de subsistencia, a cuyos médicos, radiólogos, enfermeras hemos marginalizado en lugar de poner en la primera línea de la acción sanitaria del Estado en los lugares más remotos del país.

CIERRE DE LAS FRONTERAS

En el caso peruano, una vez concluida la cuarentena al haberse detenido o por lo menos controlado la infestación, no quedará otro remedio que mantener cerradas las fronteras hasta que se dispongan de pruebas rápidas de descarte a cada viajero que permitan evitar nuevos contagios de fuente externa. Esta medida es inevitable por la incapacidad de nuestro precario sistema sanitario de enfrentar una nueva infestación, no tengamos miedo, es inevitable hacerlo. Controlada la infestación, si abrimos las fronteras, tendremos nuevos brotes que nos obligarán a retroceder y eso el país no lo soportara. Lampadia




¿Cómo logró crecer el Perú y qué nos falta?

¿Cómo logró crecer el Perú y qué nos falta?

¡Cuidemos los pilares de nuestra economía y empujemos juntos las reformas pendientes!

Líneas abajo presentamos un video del IPE que explica la gran recuperación de nuestra economía durante la primera década del nuevo siglo y lo que necesitamos emprender para no seguir perdiendo oportunidades de desarrollo, como estamos haciendo desde el 2011.

Lampadia

 




¿Una nueva macroeconomía?

¿Una nueva macroeconomía?

La independencia del quehacer de la política monetaria constituye una de las bases de la ortodoxia económica y ha sido la principal responsable del éxito en el combate de las hiperinflaciones en nuestra región, tal como hemos escrito extensamente en anteriores oportunidades (ver  Lampadia: MMT: Insisten con desastres monetarios, Se proponen nuevos disparates monetarios).

Por otra parte, la disciplina fiscal, bajo la cual se prevé asumir déficits presupuestal razonables y siempre convergiendo a sus niveles de largo plazo, ha permitido no sobre endeudar a varios países latinoamericanos, pero sobretodo les ha posibilitado enfrentar recesiones con buenas herramientas de política fiscal contra-cíclica.

La experiencia del Perú es muy ilustrativa del éxito de ambas políticas. Mientras que la independencia del BCRP permitió acabar con la hecatombe económica que sumió al país a finales de los años 80, la política fiscal contra cíclica palió los potenciales efectos negativos de la crisis financiera internacional del 2008, de la cual salimos prácticamente ilesos.

El mundo desarrollado también ha sostenido, en mayor y menor medida y bajo diferentes formas, tal instrumental de políticas durante varias décadas. Ello ha dado, si se mira en retrospectiva, cierta estabilidad a a la economía mundial durante el tiempo en el que se implementaban plenamente. Sin embargo, las condiciones comerciales y financieras en las que se mece actualmente el mundo desarrollado, entre las que se destacan bajos niveles de desempleo y bajas tasas de inflación, así como tasas de interés cercanas a 0 o inclusive negativas – que fueron heredadas de la crisis del 2008 y potenciadas por la guerra comercial de EEUU-China – están generando una síntesis peligrosa de la política monetaria y fiscal, sin que las instituciones públicas que las impulsan estén probablemente advirtiendo ello.

Esta es la principal idea que destaca un reciente artículo publicado por The Economist, que compartimos líneas abajo, en el que se analiza las implicancias que tendría este proceso para los países ricos, de cara a sus necesidades no solo para enfrentar recesiones futuras, sino también para asignar presupuestos en grandes rubros de gasto como las inversiones públicas y el gasto social.

Creemos que compartir este análisis – que puede estar pasando desapercibido entre los medios – es sumamente importante entre los funcionarios del MEF y del BCRP porque puede dar mayores visos sobre los impactos que tendrían a la luz de esta nueva macroeconomía las decisiones de la FED o el BCE, por ejemplo, sobre ciertas variables de la economía local en los análisis de coyuntura que se realizan mes a mes. Lampadia

Macroeconomía
Las extrañas nuevas reglas de la economía mundial

El funcionamiento de las economías del mundo rico ha cambiado radicalmente

The Economist
10 de octubre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Las economías de los países ricos consisten en mil millones de consumidores y millones de empresas que toman sus propias decisiones. Pero también cuentan con poderosas instituciones públicas que intentan dirigir la economía, incluidos los bancos centrales, que establecen la política monetaria, y los gobiernos, que deciden cuánto gastar y pedir prestado. Durante los últimos 30 años o más, estas instituciones han funcionado bajo las reglas establecidas. El gobierno quiere un mercado laboral en auge que gane votos pero, si la economía se sobrecalienta, causará inflación. Y, por lo tanto, se necesitan bancos centrales independientes para quitarle la ponchera justo cuando la fiesta se calienta, para pedir prestada la broma familiar de William McChesney Martin, que una vez fue jefe de la Reserva Federal. Piense en ello como una división del trabajo: los políticos se centran en el tamaño a largo plazo del Estado y en una miríada de otras prioridades. Los tecnócratas tienen el difícil trabajo de domesticar el ciclo económico.

Este ordenado arreglo se está derrumbando. El vínculo entre un menor desempleo y una mayor inflación se ha perdido. La mayor parte del mundo rico está disfrutando de un auge del empleo, incluso cuando los bancos centrales superan los objetivos de inflación. La tasa de desempleo de EEUU, en 3.5%, es la más baja desde 1969, pero la inflación es solo de 1.4%. Las tasas de interés son tan bajas que los bancos centrales tienen poco espacio para recortar en caso de recesión. Incluso ahora, algunos todavía están tratando de apoyar la demanda con flexibilización cuantitativa (QE), es decir, comprando bonos. Este extraño estado de cosas una vez pareció temporal, pero se ha convertido en la nueva normalidad. Como resultado, las reglas de la política económica necesitan una nueva redacción y, en particular, la división del trabajo entre los bancos centrales y los gobiernos. Ese proceso ya está cargado. Todavía podría volverse peligroso.

La nueva era de la política económica tiene sus raíces en la crisis financiera de 2007-09. Los bancos centrales promulgaron medidas temporales y extraordinarias como el QE para evitar una depresión. Pero desde entonces ha quedado claro que fuerzas profundas están trabajando. La inflación ya no aumenta de manera confiable cuando el desempleo es bajo, en parte porque el público ha llegado a esperar aumentos moderados de los precios y también porque las cadenas de suministro mundiales implican que los precios no siempre reflejan las condiciones locales del mercado laboral. Al mismo tiempo, un exceso de ahorro y la renuencia de las empresas a invertir han reducido las tasas de interés. Tan insaciable es el apetito mundial por ahorrar que más de una cuarta parte de todos los bonos de grado de inversión, con un valor de US$ 15 trillones, ahora tienen rendimientos negativos, lo que significa que los prestamistas deben pagar para mantenerlos hasta su vencimiento.

Economistas y funcionarios han luchado por adaptarse. A principios de 2012, la mayoría de los funcionarios de la FED pensaron que las tasas de interés en EEUU se establecerían en más del 4%. Casi ocho años después son solo 1.75-2% y son las más altas en el G7. Hace una década, casi todos los formuladores de políticas e inversores pensaban que los bancos centrales eventualmente se relajarían al vender bonos o dejar que sus tenencias maduren. Ahora la política parece permanente. Los balances combinados de los bancos centrales de EEUU, la zona euro, Gran Bretaña y Japón representan más del 35% de su PBI total. El Banco Central Europeo (BCE), desesperado por impulsar la inflación, está reiniciando el QE. Durante un tiempo, la FED logró reducir su balance general, pero desde septiembre sus activos han comenzado a crecer nuevamente, ya que ha inyectado liquidez en los tambaleantes mercados monetarios. El 8 de octubre, Jerome Powell, presidente de la FED, confirmó que este crecimiento continuaría.

La implicancia de este nuevo mundo es obvia. A medida que los bancos centrales se queden sin formas de estimular la economía, una mayor parte del trabajo pesado recaerá en los recortes de impuestos y el gasto público. Debido a que las tasas de interés son tan bajas o negativas, la alta deuda pública es más sostenible, particularmente si los préstamos se utilizan para financiar inversiones a largo plazo que impulsan el crecimiento, como la infraestructura. Sin embargo, la política fiscal reciente ha sido confusa y algunas veces perjudicial. Alemania no ha logrado mejorar sus carreteras y puentes en descomposición. Gran Bretaña recortó los presupuestos profundamente a principios de la década de 2010 mientras su economía era débil: su falta de inversión pública es una de las razones de su crecimiento crónicamente bajo en la productividad. EEUU tiene un déficit mayor que el promedio, pero para financiar recortes de impuestos para las empresas y los ricos, en lugar de reparaciones de carreteras o redes de energía verde.

Mientras que los políticos titulares luchan por desplegar la política fiscal de manera apropiada, aquellos que aún no han ganado el cargo están considerando a los bancos centrales como una fuente conveniente de efectivo. La “teoría monetaria moderna”, una noción descabellada que está ganando popularidad en la izquierda de EEUU, dice que no hay costos para expandir el gasto gubernamental mientras la inflación es baja, siempre que el banco central esté en posición supina. (Los ataques del presidente Donald Trump contra la Reserva Federal lo hacen más vulnerable.) El opositor Partido Laborista de Gran Bretaña quiere usar el Banco de Inglaterra para dirigir el crédito a través de una junta de inversión, “uniendo” los roles de canciller, ministro de negocios y gobernador del Banco de Inglaterra.

En una imagen espejo, los bancos centrales están comenzando a invadir la política fiscal, el territorio de los gobiernos. Las tenencias masivas de bonos del Banco de Japón apuntalan una deuda pública de casi el 240% del PBI. En la zona del euro, el QE y las bajas tasas brindan alivio presupuestario a los países del sur endeudados, lo que este mes provocó un ataque punzante en el banco central por algunos destacados economistas del norte y ex funcionarios. Mario Draghi, presidente saliente del BCE, ha hecho llamamientos públicos para el estímulo fiscal en la zona euro. Algunos economistas piensan que los bancos centrales necesitan palancas fiscales que puedan utilizar ellos mismos.

Aquí yace el peligro en la fusión de la política monetaria y fiscal. Así como los políticos están tentados a entrometerse con los bancos centrales, los tecnócratas tomarán decisiones que son el dominio legítimo de los políticos. Si controlan las palancas fiscales, ¿cuánto dinero deberían dar a los pobres? ¿Qué inversiones deberían hacer? ¿Qué parte de la economía debería pertenecer al estado?

Una nueva frontera

En recesiones, los gobiernos o los bancos centrales deberán administrar un estímulo fiscal rápido, poderoso pero limitado. Una idea es reforzar los estabilizadores fiscales automáticos del gobierno, como el seguro de desempleo, que garantizan mayores déficits si la economía se estanca. Otra es proporcionar a los bancos centrales una herramienta fiscal que no intente redistribuir el dinero y, por lo tanto, no invite a un frenesí de alimentación en las imprentas, por ejemplo, transfiriendo una cantidad igual a la cuenta bancaria de cada ciudadano adulto cuando la economía se deprime. Cada camino conlleva riesgos. Pero el viejo arreglo ya no funciona. Las instituciones que dirigen la economía deben ser rehechas para el extraño nuevo mundo de hoy. Lampadia




Estamos mal, pero nunca hemos estado mejor…

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 16 de agosto de 2019
Para Lampadia

La gente podría preguntarse ¿cómo es eso de que nunca hemos estado mejor, si todo anda mal en nuestro país? Entonces, cabe la repregunta. ¿Y los Panamericanos – Lima 2019? ¿Acaso no hemos tenido “los mejores juegos de la historia”? ¿Y las 39 medallas? ¡Nunca hemos estado mejor en el medallero panamericano!

Pero ahí no acaba la cosa. ¿Y la Copa América de Fútbol – Brasil 2019? ¿Acaso no obtuvimos el subcampeonato, superando a las selecciones de Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, y todas las demás? ¿Y la clasificación de nuestra selección en la Copa Mundial de Fútbol Rusia – 2018? ¿Y la mejor hinchada del mundo? ¿Acaso no fue la peruana?

Ahora pasemos al ámbito macroeconómico. La inflación en nuestro país es cercana a cero. Tenemos un tipo de cambio estable frente al dólar. Por otro lado, nuestras reservas internacionales superan los US$ 63,000. ¡Eso equivale a un año y medio de importaciones! Nuestra balanza comercial es positiva. O sea, exportamos más de lo que importamos. Nuestra deuda externa es una de las más bajas del mundo. Y nuestra banca comercial es sólida y líquida. O sea, tiene fondos para prestar a tasas razonables.

Ahora bien. Hay cosas que están mal. Sería irresponsable de mi parte no reconocerlas. En materia moral, por ejemplo. Léase… corrupción. Y no me refiero únicamente a la corrupción de alto vuelo. En ese ámbito, me parece que la Justicia está haciendo un buen trabajo.

Me refiero más bien a la corrupción menuda como la que se está revelando al interior del Gobierno Regional de Ica. Al destape de las asquerosas ventas de puestos de trabajo en los hospitales de la región. A la vuelta de las mafias de los brevetes a la Dirección Regional de Transportes. Y muchas otras corruptelas más.

También nos va mal en crecimiento económico. Ojo. No hay que confundir estabilidad macroeconómica con crecimiento económico. Tan es así que estamos bien en lo primero, pero mal – muy mal – en lo segundo.

El gobierno es anti-empresa. Eso está fuera de toda discusión. El rechazo a la inversión en el proyecto minero Tía María lo dice todo. El Estado no quiere que se invierta en el proyecto. El problema es que miles de jóvenes arequipeños perderán una gran oportunidad de trabajo formal. Cientos de proveedores locales perderán un gran mercado para sus productos. E Islay, Arequipa, y el país entero dejarán de percibir miles de millones en tributos y Canon Minero durante los próximos años.

Seamos objetivos. Nunca hemos estado mejor en deportes. Incluso – como mencioné líneas arriba – nunca hemos estado mejor en estabilidad macroeconómica. Y – hasta cierto punto – en Justicia. Pero estamos mal en promoción de inversiones empresariales. Y pésimo en cuanto a lo moral.

Por todo ello ¡protesto contra la corrupción en el Gobierno Regional de Ica! ¡Protesto contra la corrupción en todas instancias públicas y privadas de nuestro país! ¡Protesto contra actitud hostil y retrógrada de nuestras autoridades respecto a las inversiones empresariales! Pero al mismo tiempo ¡que viva el deporte peruano! ¡Que viva nuestra estabilidad macroeconómica! Y ¡que viva la Justicia… pero la buena!

Entonces, recapitulemos. En algunas cosas estamos mal, pero en otras nunca hemos estado mejor. Sí pues. Así es la nuez. Lampadia




Los sólidos fundamentos macroeconómicos

Los sólidos fundamentos macroeconómicos

A pesar del quiebre de la tendencia positiva que venía exhibiendo la economía peruana hasta el 2011 – que como hemos escrito en Lampadia: Aterrizaje en la mediocridad, tuvo su origen a inicios del gobierno de Humala y se sostuvo en el gobierno de PPK-Vizcarra – y a pesar de no lograr retomar la senda de crecimiento alto del PBI y de la inversión, así como la reducción sostenida de la pobreza, desde una perspectiva ámplia nuestras cifras son muy positivas.

Así lo ha mostrado en el exterior el presidente del Banco Central de Reserva (BCRP). Los resultados del Perú desde el año 2000, aún lo sitúan como país líder de la región en materia macroeconómica. Así lo mostró Julio Velarde en febrero pasado, durante el XVI Road Show Europa 2019 InPeru, evento celebrado en Londres y Madrid y cuyo objetivo es atraer inversionistas de clase mundial al Perú.

En su presentación, el economista destacó el desempeño favorable que han tenido una serie de variables macroeconómicas en nuestro país en los últimos 18 años, que son fundamentales para garantizar la estabilidad monetaria y fiscal, ambos requisitos indispensables para producir crecimiento en el largo plazo:

  • Destacó el comportamiento favorable del PBI real de nuestro país, el cual ha reportado la tasa de crecimiento más alta en lo que va del siglo de la región, ubicándose por encima del promedio mundial y del promedio de los mercados emergentes. Asimismo, destacó que los últimos 20 años han sido años de crecimiento ininterrumpidos y se proyecta que seguirá habiendo crecimiento por encima del PBI potencial.

  • Asimismo, gracias a una política monetaria responsable e independiente, destacó que el Perú reportó la tasa más baja de inflación de la región en el mismo período, y se proyecta que siga siendo entre las más bajas en dicho territorio para los siguientes años.

  • En el ámbito fiscal, destacó el manejo consciente de la deuda pública, la cual se redujo en más de 20 puntos porcentuales –en porcentaje del PBI- entre el 2001 y el 2018.

  • En el ámbito social, resaltó la notable caída de la pobreza producto del crecimiento económico ininterrumpido y la inflación baja de los últimos años.

  • Finalmente, enfatizó que el sólido comportamiento de la economía peruana se sostuvo principalmente de dos pilares, la inversión tanto pública como privada, las cuales han mostrado un cambio de tendencia desde el 2011.

Debemos defender este círculo virtuoso de crecimiento provisto por nuestro modelo de desarrollo y sustentado por el capítulo económico de la Constitución de 1993. Emprender cambios a los pilares que lo sustentan, como la política monetaria independiente o las reglas fiscales que limitan el endeudamiento al que puede acceder el Estado, podrían llevarnos a detenerlo. Lampadia

Compartimos la presentación completa del presidente del BCRP en el mencionado evento de InPerú.




No perdamos la oportunidad de altas perspectivas

En abril de este año se presentó el 16° Barómetro de la Confianza para la Inversión, un estudio bianual elaborado por EY Perú (Ernst & Young). Este informe presenta las perspectivas de altos ejecutivos de empresas de diversos sectores respecto a sus estrategias de crecimiento, de fusiones y adquisiciones, acceso a capital, así como de la situación macroeconómica.

El informe mostró noticias alentadoras con respecto al crecimiento del país y el comportamiento empresarial en el futuro próximo, mostrándose más optimista, con el 60% de encuestados proyectando mejoras económicas para el país, casi triplicando las expectativas de hace un año (21%) y el nivel más alto registrado para el Perú y la primera vez que supera los resultados globales. Este crecimiento en las proyecciones estaría dado principalmente por las mejoras en temas fiscales y la intención de destrabar una mayor cantidad de proyectos de inversión.

Además, el 92% de estas fusiones y adquisiciones se realizarán localmente por montos individuales menores a los US$ 250 millones, según detallaron los empresarios que participaron en la presente edición de la encuesta.

Pese a que empezamos el año sufriendo los desastres naturales asociados al fenómeno del Niño Costero, en marzo, existía una perspectiva económica de mejora de 60% sobre la base de sólidas políticas macroeconómicas y reformas estructurales en el Perú.

En su momento, Enrique Oliveros, socio líder de Transacciones y Finanzas Corporativas de EY Perú, indicó que “Existe una gran cantidad de oportunidades disponibles en el mercado para la consolidación, los ejecutivos se encuentran optimistas sobre el número y la calidad de las oportunidades de adquisición. Las carteras de proyectos se están fortaleciendo, y los ejecutivos están cautelosamente optimistas sobre la conclusión de transacciones”.

Según el informe, “los mayores riesgos económicos para los ejecutivos locales se encuentran concentrados en dos puntos: alta volatilidad y el aumento de la intervención gubernamental”. Naturalmente, la volatilidad de las divisas y materias primas son factores que afectan a las inversiones locales pero las trabas burocráticas, mediante leyes o regulaciones, un punto que ha tomado mayor relevancia para los ejecutivos, se está perfilando como un obstáculo para su crecimiento.

El optimismo se va apagando

Este 2017 comenzó con un anuncio del Banco Mundial que proyectaba un crecimiento del PBI del Perú de 4.2% para este año, con lo cual nuestro país se consagraría como la nación con la mayor expansión de la región, en un contexto de recuperación económica mundial y de la región latinoamericana. Sin embargo, esto ha venido de caída. Ahora, sería un “milagro” que lleguemos a un crecimiento de 3% según Thorne, que con PPK, culpan a los efectos de El Niño Costero y los casos de corrupción de Odebrecht. Luego vino una huelga de maestros de casi 60 días que terminó generando más retrasos en los colegios públicos y afectando la educación de nuestros jóvenes.

Fuente: pinterest.com

Más allá de la declinante proyección del crecimiento para el 2017, lo que más importa y más destruye valor es la proyección de crecimiento al mediano y largo plazo. Lamentablemente, el gobierno de PPK, perdió la oportunidad de recuperar y marcar la línea de un gobierno pro inversión y crecimiento; de hacer y comunicar el balance negativo de los cinco años del gobierno anterior; de renovar los cuadros de gobierno (mantuvo hasta un 39% de los viceministros del régimen anterior); y, tal vez lo más importante, perdió la oportunidad de comunicar a la población las relaciones causa-efecto de las políticas públicas que nos empobrecieron, que frenaron la inversión, y que ideologizaron la gestión del Estado, versus aquellas que nos ofrecen mayor crecimiento, menor pobreza, menor desigualdad, mejores servicios públicos y mayor cohesión social.

El gobierno está teniendo tremendas dificultades para poder destrabar proyectos, las APP (Asociaciones Público Privadas) están prácticamente paralizadas así como Iniciativas Privadas. Ni el gobierno anterior, ni este, aprovechó la sugerencia de Lampadia para armar equipos ad hoc que destrabar los proyectos. Ver: Destrabemos megaproyectos para recuperar el crecimiento.

Los peruanos necesitamos emprender un gobierno extraordinariamente bueno. Nuestras agendas pendientes son inmensas y difíciles de lograr. Para acercarnos al éxito se requiere un liderazgo muy claro y definido. Ver en Lampadia: En busca del tiempo perdido – ¡Ahora!.

Como hemos comentado en múltiples ocasiones, hasta ahora no hemos logrado cerrar las múltiples brechas económicas, sociales, institucionales y de infraestructuras. Además de este gran reto, ahora se nos ha sumado el tener que enfrentar con éxito las oportunidades y amenazas de la ‘Cuarta Revolución Industrial’.

Fuente: shutterstock.com

No perdamos la visión del objetivo principal: nuestro crecimiento económico para generar un bienestar social para todos los peruanos. Solo de esta manera podremos llevar acabo la transformación del país, la reducción de la pobreza y la desigualdad: con inversión privada y un ecosistema pro-inversión y crecimiento. Lampadia