1

Las baterías del futuro de China y EEUU

Las baterías del futuro de China y EEUU

Como escribimos en Lampadia: El futuro promisorio de las baterias, el desarrollo que experimentará la industria de las baterías en el futuro, en particular, la de baterías de iones de litio (en adelante, ion-litio), es central no solo para lograr eficiencias en la economía del transporte global sino porque además se constituyen como una de las alternativas ecoamigables más importantes –al ser un sustituto directo de los combustibles fósiles- surgidas en el seno del capitalismo.

De esta manera, potenciar dicho mercado es fundamental para aplacar las críticas realizadas en torno al cambio climático, que las izquierdas progresistas y radicales adjudican como responsables a la globalización y al mismo sistema económico de libre mercado.

Otro aspecto importante en esta discusión que además resulta útil para tener mejores avistamientos respecto al futuro de las baterías tiene que ver con identificar los principales actores que intervienen en su cadena de suministro, desde la producción de los principales insumos utilizados en su ensamblaje – llámese cátodos y ánodos – hasta sus posibles usos como en los populares pero aún costosos, autos eléctricos.

Al respecto, un reciente artículo de la revista Foreign Policy (ver artículo líneas abajo) describe brevemente como están compuestas las cuotas de mercado de las diferentes industrias arraigadas a la producción de las baterías ión-litio.

El artículo enfatiza el hecho de que, a pesar de que EEUU alberga la compañía líder en la fabricación de autos eléctricos, Tesla, que es dueña a su vez de la fábrica ensambladora de baterías ion-litio más grande del mundo, su participación global en ambos productos palidece al lado de la de los mercados asiáticos, en particular, China. Ello deja a China con la posibilidad de que, conforme siga profundizando su mercado en el futuro, pueda constituirse como un cuasi monopolio mundial de las baterías, las cuales representan actualmente un tercio del costo de los autos eléctricos.

Ello en un contexto en el que, como indica un reciente artículo de The Economist sobre el mercado de autos eléctricos, “Una combinación de mejor tecnología y mayor escala, y un ambiente en el que las preocupaciones sobre el cambio climático y la contaminación del aire están provocando que las autoridades de todo el mundo consideren la eliminación de nuevos motores de gasolina y diesel en la próxima década, pronto permitirán que los vehículos eléctricos compitan en precio con los vehículos de gasolina”.

Veamos las perspectivas de las ventas de autos eléctricos a batería y los autos híbridos enchufables, frente a los autos a combustión interna, elaboradas por The Economist.

Por otra parte, si bien existe un consenso entre los principales productores respecto a reducir el costo de las baterías en la siguiente década para incentivar la compra de los autos eléctricos, y así fomentar una transición hacia una fuente de energía más sostenible, este factor podría verse inhibido en los próximos años en tanto China ostentase cierto control de los precios a través de su oferta global.

En virtud de ello, consideramos que lo ideal sería ir hacia una mayor competencia entre países productores por lo que a EEUU, en particular, Tesla, le convendría diferenciar su línea de productos ya sea de autos o de baterías respecto de su rival asiático, o alternativamente, incursionar en el mercado de insumos. Una competencia en precios en un mercado que permita ir hacia fuentes de energía menos contaminantes es una combinación que aboga por un desarrollo sostenible. Lampadia

China está construyendo las baterías del futuro
Tesla es el único impulso de EEUU a la nueva tecnología crítica

Un cable de alimentación se ve conectado a un Tesla Roadster después de una conferencia de prensa con el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, el 30 de junio de 2008 en Tesla Motors en San Carlos, California. (Foto por Justin Sullivan / Getty Images)

Damien Ma & Neil Thomas
2 de abril, 2019
Foreign Policy
Traducido y glosado por Lampadia

Tesla es una empresa que a sus críticos les encanta odiar. Un enjambre de vendedores en corto ha apostado US$ 10 mil millones a que el fabricante de automóviles eléctricos fracasará. Twitean incesantemente sobre las operaciones de pérdida de Tesla e incluso vuelan drones sobre sus instalaciones para verificar las cifras de producción. Elon Musk, el CEO errático de Tesla, ha criticado a estos vendedores ambulantes como “enemigos”.

Apostar contra los prospectos de Tesla puede beneficiar a los vendedores en corto, pero podría terminar destruyendo la única esperanza de EEUU de construir cadenas de suministro para una tecnología que reformará la economía del futuro: la batería de iones de litio (ion-litio). Originalmente comercializada por Sony en la década de 1990, la alta densidad de energía de estas baterías, los ciclos de recarga prolongados, la estructura liviana y la seguridad relativa las hacen ideales para alimentar todo, incluso computadoras portátiles, teléfonos inteligentes y vehículos eléctricos.

El potencial de los vehículos eléctricos para transformar el transporte global hará que las baterías de iones de litio sean aún más integrales a la economía global. Pero tales vehículos siguen siendo costosos en comparación con sus predecesores que consumen mucha gasolina. Esto se debe a que las baterías de iones de litio son caras y constituyen una proporción importante de su costo total. Compre un Tesla Model 3, por ejemplo, y aproximadamente un tercio de la etiqueta de precio de US$ 35,000 es de la batería. Por lo tanto, la comercialización de vehículos eléctricos depende en gran medida de la reducción del costo de las baterías.

La buena noticia es que el consenso de la industria ha hecho que los costos de las baterías de iones de litio disminuyan en la próxima década, desde los actuales US$ 176 por kilovatio-hora de energía eléctrica a menos de US$ 100 por kilovatio-hora, el umbral cuando los vehículos eléctricos alcanzan la paridad de costos con los automóviles de gasolina. En ese momento, la batería de ion de litio podría llegar a ser tan importante para el transporte global como el petróleo que alimenta a los automóviles en la actualidad.

Si eso sucediera, impulsaría una transición fuera del petróleo hacia un futuro energético más sostenible. Ese futuro podría hacer que las existencias mundiales de vehículos eléctricos aumenten de 3.1 millones en 2017 a 228 millones para 2030, lo que provocaría un incremento del 6,700% en la demanda de baterías de iones de litio para vehículos y crearía un mercado que se espera que sea valorado en US$ 100 mil millones para el 2025.

Pero si la demanda aumenta tan bruscamente como creen los analistas, las baterías de iones de litio requerirán una enorme ampliación de la fabricación para reducir el costo por unidad. Eso significa que los países que controlan las cadenas de suministro de baterías de iones de litio consolidarán sus ventajas en un aspecto crucial de la nueva economía del transporte.

Las cadenas de suministro pueden parecer abstractas, pero son vitales para la economía global. Una cadena de suministro concentrada principalmente en un solo país podría permitir el surgimiento de monopolios efectivos sobre insumos particulares. Esta situación aumentaría la capacidad de ese país para establecer precios, establecer estándares técnicos, bloquear el acceso a las materias primas e incluso ejercer una influencia geopolítica mediante el control de la oferta. También es de interés nacional de cualquier país desarrollar industrias nacionales de alta tecnología, especialmente en sectores de crecimiento futuro como las baterías de iones de litio.

Si EEUU tiene la intención de establecer una presencia dominante en la cadena de suministro de la batería de iones de litio, entonces Tesla es su única esperanza.

Como el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo, la compañía ahora alberga la única producción significativa de baterías de iones de litio para vehículos con base en EEUU. Las baterías Tesla Modelo 3 se ensamblan en la empresa Gigafactory en Nevada, que según la compañía es la “planta de baterías de mayor volumen en el mundo”, con una producción anualizada de 20 gigavatios por hora.

Eso es ciertamente una hazaña impresionante para una sola compañía. Pero a escala global, Tesla es solo un jugador entre muchos. En 2018, la capacidad de producción de la batería de iones de litio de los EEUU (atribuible casi exclusivamente a la Gigafactory) representó menos del 10% del mercado global, China ostentó el 61% de la capacidad global (el resto de Asia, principalmente Corea del Sur) y Japón agregó otro 21%, según MacroPolo, el think tank del Instituto Paulson.

Al comparar la producción con las cifras de consumo – EEUU posee el 20% de las existencias mundiales de vehículos eléctricos, mientras que China concentra el 47% – se hace aún más evidente que EEUU está muy por debajo de su peso.

La imagen se vuelve aún peor para EEUU cuando se consideran las entradas de la línea media utilizadas para ensamblar las celdas de la batería final. China fabrica el 65.7% de los ánodos, el 64.3% de los electrolitos, el 44.8 % de los separadores y el 39% de los cátodos. Las empresas estadounidenses, sin embargo, apenas se registran. Lampadia




Continúan los ataques a la globalización

Continúan los ataques a la globalización

Pareciera que los ataques hacia los progresos generados por la globalización y el libre comercio fueran imperecederos e intencionales, lo cual no hace más que confirmar la confabulación que tienen ciertos grupos políticos e intelectuales para detener el círculo virtuoso de crecimiento  y prosperidad (ver Lampadia: Trampa ideológica, política y académica) que han generado ambos fenómenos alrededor del mundo sin distinguir el grado de desarrollo entre países.

En esta ocasión, el golpe viene dado por el reconocido economista y profesor de la prestigiosa Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, Dani Rodrik. En un reciente artículo publicado por la revista Project Syndicate – denominado “El Caso de una Economía Audaz” (ver artículo líneas abajo) – hace un llamado a los economistas académicos a no temer en introducir cambios institucionales radicales en los sistemas económicos, ante la presencia de:

  • Grandes segmentos de la fuerza laboral que parecen estar aislados del progreso económico.
  • Niveles récord de desigualdad y malas perspectivas de ganancias para los trabajadores más jóvenes y menos educados.
  • Un cambio climático que asola nuestra existencia.

Todos estos puntos, según Rodrik, justificarían la necesidad de reformar la globalización desde sus cimientos.

Analicemos y rebatamos punto por punto:

  • En relación al hecho de que existen grandes segmentos de la fuerza laboral estén aislados del progreso económico, esto no es verdad. Como hemos demostrado en Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo, probablemente no existe ningún segmento de la población que no se haya beneficiado del enorme progreso del capitalismo, de la globalización y del libre comercio en los últimos 200 años. Más aún, en los últimos 50 años, período en el que Rodrik concentra su crítica, la reducción de la pobreza, el aumento de la esperanza de vida, la alfabetización y el aumento de ingresos de los ciudadanos, se aceleraron notoriamente.
  • En relación a los niveles récord de desigualdad y las malas perspectivas de ganancias hacia los trabajadores más jóvenes y menos educados, esto tampoco es verdad. Por el contrario, como hemos explicado en Lampadia: Retomemos el libre comercioOtra mirada al mito de la desigualdad, no solo la gran potencia económica mundial, EEUU, ha experimentado un incremento de los ingresos familiares –51% entre 1979 al 2014- con la conducente reducción de su desigualdad, sino que además, más de la mitad de la clase media en América Latina se ha duplicado en la última década, ambos progresos producto del crecimiento económico, sustentado por la globalización y el libre comercio. Este proceso de crecimiento por supuesto que también benefició a los trabajadores que recién se insertaban en los mercados laborales.
  • En relación al cambio climático, como hemos escrito en Lampadia: El socialismo de los Millenials, El futuro promisorio de las baterías, existen instrumentos de mercado que permiten palearlo, además de alternativas ecológicas que el mismo capitalismo ya se encuentra suministrando y que servirían también para tal fin. Ambas ideas no implican realizar ajustes significativos a los procesos de la globalización, como sugiere hacer el profesor Rodrik.

Pero el embate del mencionado economista no solo termina ahí, puesto que su llamado también pretende persuadir a la academia – en lo concerniente a la investigación económica- a utilizar un enfoque  basado en la evidencia, pero con un foco especial en la experimentación. Es decir, utilizar el criterio de la prueba y error para determinar la idoneidad de una política pública particular.

Esto no solo es sumamente peligroso porque implicaría dejar de lado toda la evidencia empírica en torno a las buenas prácticas de política pública en el pasado– como por ejemplo los impactos positivos que generan las reformas de mercado en la mejora de una serie de indicadores de bienestar en los países – sino que además, haría posible la implementación de ciertas políticas que, en el proceso de prueba y error, podrían perjudicar sobremanera a una población objetivo, sino cumplen con su cometido.

La ciencia económica a diferencia de las ciencias naturales no lidian con objetos carentes de razón sino con seres humanos y por ende, no podemos dejar a su suerte una iniciativa que tenga efecto en un colectivo determinado.

Por todas las razones anteriormente expuestas, seguiremos defendiendo el uso de la evidencia empírica para la recomendación de políticas públicas, enmarcando siempre el desarrollo hacia más globalización y más libre comercio, en los futuros embates que la prensa internacional nos ponga en frente. Lampadia

El Caso de una Economía Audaz

Dani Rodrik
Project Syndicate
11 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Aunque los economistas están bien posicionados para imaginar nuevos arreglos institucionales, su hábito de pensar al margen y de mantenerse cerca de la evidencia disponible fomenta una aversión al cambio radical. Pero, cuando se les presentan nuevos desafíos, los economistas deben imaginar nuevas soluciones, como un nuevo grupo está decidido a hacer.

CAMBRIDGE – A fines de 1933, John Maynard Keynes envió una notable carta pública al presidente de los EEUU, Franklin Delano Roosevelt (en adelante, FDR). FDR había asumido el cargo a principios de ese año, en medio de una crisis económica que había empujado a una cuarta parte de la fuerza laboral al desempleo. Había lanzado sus ambiciosas políticas del New Deal, que incluían programas de obras públicas, subsidios agrícolas, regulación financiera y reformas laborales. También había retirado a EEUU del patrón oro para dar más libertad a la política monetaria interna.

Keynes aprobó la dirección general de estas políticas, pero también tuvo algunas críticas agudas. Le preocupaba que FDR complicara el esfuerzo de recuperación económica al ampliar innecesariamente su programa de políticas. FDR estaba haciendo muy poco para aumentar la demanda agregada y demasiado para cambiar las reglas de la economía. Keynes se centró especialmente en la Ley Nacional de Recuperación Industrial (en adelante, NIRA), que, entre otras cosas, amplió en gran medida los derechos laborales y fomentó los sindicatos independientes. Le preocupaba que la NIRA socavara la confianza empresarial y pesara en la burocracia federal, sin hacer una contribución directa a la recuperación. Se preguntó si algunos de los consejos que FDR estaba recibiendo “no eran tan ingenuos ni tan extraños”.

Keynes no pensaba mucho en la economía de FDR, pero al menos era un crítico comprensivo. Debido a que gran parte del New Deal se aplicó a la ortodoxia económica predominante, las políticas de FDR tuvieron poco apoyo de los principales economistas de la época. Por ejemplo, como explica Sebastián Edwards en su fascinante libro reciente American Default, la opinión predominante entre los economistas era que romper el vínculo del dólar con el oro crearía caos e incertidumbre. El único economista fidedigno en la “confianza mental” de FDR fue Rexford Tugwell, un profesor de Columbia de 41 años poco conocido que ni siquiera enseñaba a estudiantes de posgrado.

¿Los economistas demostrarán ser más útiles hoy, en un momento en que los desafíos que enfrentamos son casi tan apremiantes como los de la Gran Depresión? El desempleo puede no ser un problema grave en la mayoría de los países avanzados en la actualidad, pero grandes segmentos de la fuerza laboral parecen estar aislados del progreso económico. Los niveles récord de desigualdad y las malas perspectivas de ganancias para los trabajadores más jóvenes y menos educados están erosionando los cimientos de las democracias liberales. Las reglas que sustentan la globalización necesitan urgentemente una reforma. Y el cambio climático sigue planteando una amenaza existencial.

Estos problemas exigen respuestas audaces. Sin embargo, en su mayor parte, los economistas de la corriente principal parecen preocupados por arreglos marginales —una modificación del código fiscal aquí, un impuesto al carbono allí, tal vez una rociada de subsidios salariales— que deja intactas las estructuras de poder que respaldan las reglas del juego económico.

Los economistas pueden enfrentar el desafío adoptando una visión más amplia. El mes pasado, me uní a un grupo de destacados economistas para lanzar una iniciativa que hemos denominado “Economía para la Prosperidad Inclusiva” (EfIP). Desde los mercados laborales y las finanzas hasta las políticas de innovación y las reglas electorales, el objetivo es promover ideas políticas ambiciosas que presten mucha más atención a la desigualdad y la exclusión, y a los desequilibrios de poder que las producen.

Como Suresh Naidu, Gabriel Zucman y yo explicamos en nuestro “manifiesto”, ni la economía sólida ni la evidencia convincente respaldan muchas de las ideas políticas dominantes de las últimas décadas. Lo que se ha llamado “neoliberalismo” es, en muchos sentidos, una derogación de la economía dominante. Y la investigación económica contemporánea, desplegada apropiadamente, es de hecho completamente conducente a nuevas ideas para crear una sociedad más justa. La economía puede ser un aliado de la prosperidad inclusiva. Pero depende de nosotros los economistas convencer a nuestra audiencia de los méritos de estas afirmaciones.

Nuestra red está formada por economistas académicos que creen que se pueden desarrollar nuevas ideas sin abandonar el rigor científico. El eslogan de nuestros días es “política basada en evidencia”. Por consiguiente, nuestros resúmenes de política se basan en análisis empíricos, utilizando herramientas de la economía general. Pero, para nosotros, un enfoque “basado en la evidencia” no es uno que refuerce un sesgo conservador a favor de las políticas al margen de los acuerdos institucionales existentes; es uno que fomenta la experimentación. Después de todo, ¿cómo podemos desarrollar nuevas pruebas sin intentar algo nuevo?

Los mercados dependen de una amplia gama de instituciones para crearlos, regularlos y estabilizarlos. Estas instituciones no vienen con formas predeterminadas. La propiedad y los contratos, las instituciones más elementales requeridas para hacer que los mercados funcionen, son construcciones legales que pueden diseñarse de muchas maneras. A medida que lidiamos con las nuevas realidades creadas por la innovación tecnológica y el cambio climático, las preguntas sobre la asignación de derechos de propiedad entre los diferentes reclamantes se vuelven cruciales. La economía no proporciona respuestas definitivas aquí, pero proporciona las herramientas necesarias para identificar las compensaciones relevantes.

Un tema común en nuestro conjunto inicial de propuestas de políticas son las asimetrías de poder que dan forma al funcionamiento de la economía global contemporánea. Muchos economistas descartan el papel de tales asimetrías porque hay poco margen para el poder en condiciones de competencia perfecta e información perfecta. Pero en el mundo real que examinamos, abundan las asimetrías de poder.

¿Quién tiene la ventaja en la negociación de salarios y beneficios laborales? ¿Quién domina los mercados y quién debe someterse a las fuerzas del mercado? ¿Quién puede moverse a través de las fronteras y quién está atascado en casa? ¿Quién puede evadir impuestos y quién no? ¿Quién puede establecer la agenda de negociaciones comerciales y quién está excluido? ¿Quién puede votar y quién está efectivamente marginado? Argumentamos que abordar tales asimetrías tiene sentido no solo desde el punto de vista de la distribución, sino también para mejorar el desempeño económico general. Los economistas tienen un poderoso aparato teórico que les permite pensar en tales asuntos.

Si bien los economistas están bien posicionados para desarrollar arreglos institucionales que van más allá de lo que ya existe, su hábito de pensar en el margen y de mantenerse cerca de la evidencia disponible alienta una aversión al cambio radical. Pero, cuando se les presentan nuevos desafíos, los economistas deben imaginar nuevas soluciones. La imaginación es crucial. No todo lo que intentemos tendrá éxito; pero si no redescubrimos el valor del credo de FDR, “experimentación audaz y persistente”, ciertamente fracasaremos. Lampadia

Dani Rodrik es profesor de economía política internacional en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Es el autor de La Paradoja de la Globalización: La Democracia y el Futuro de la Economía Mundial, Reglas Económicas: Los Derechos y los Males de la Ciencia Triste y, más recientemente, Charla Recta sobre el Comercio: Ideas para una Economía Mundial Sana.




Renace el intervencionismo en la UE

En los últimos años, una nueva ola de políticas de corte intervencionista han empezado a asolar las economías de los países que conforman la UE, en un intento por parte de los estados por fortalecer ciertas industrias estratégicas que estarían perdiendo hegemonía mundial, ante el avance de EEUU y China.

Este conjunto de políticas, como venimos advirtiendo previamente en Lampadia: Trampa ideológica, política y académica, se constituye como parte de una ola de pensamiento prevaleciente en los círculos políticos y académicos a nivel mundial, que incide en los supuestos males de la globalización y el libre comercio y que previamente hemos venido rebatiendo en diversas publicaciones (ver Lampadia: El legado del liberalismo de Margaret Thatcher, Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad).

Así, la predilección por parte de los líderes de la UE para seguir emprendiendo dichas iniciativas intervencionistas en el futuro se ha hecho más evidente en un reciente discurso hecho por Emmanuel Macron, presidente de Francia, el pasado 4 de marzo, en el que invoca a todos los gobiernos del bloque, a no menguar sus esfuerzos para revitalizar las empresas en territorio europeo, si las potencias mundiales no respetan las leyes de competencia leal entre los países (ver Lampadia: Macron relanza Europa).

Al respecto, un reciente artículo de The Economist (ver artículo líneas abajo), señala que Este resurgimiento de la intervención estatal que pretende hacer que las industrias europeas sean más fuertes puede hacer más probable que perjudique a los consumidores y debilite las perspectivas de las empresas”.

En esta línea, desarrolla su argumentación brindando una serie de ejemplos en donde, no necesariamente la planificación central o una mayor participación estatal en el accionariado de las empresas, se condicen con mayores ganancias y por ende con un incremento de su valor de mercado en el tiempo.

De hecho, como señala el popular medio británico, promover el dirigismo estatal en los negocios puede ser hasta perjudicial en el entorno económico de las industrias a intervenir básicamente por tres razones:

  • Incentiva el mercantilismo estatal, pues, al ser el Estado propietario de una parte de la empresa, puede buscar facilitarle la adjudicación de ciertos contratos o la promulgación de leyes que la favorezcan.
  • Puede generar cierta enemistad entre países que pertenecen a un mercado común, pues le da mayor hegemonía sobre una industria a un país que adquiere mayor accionariado de una empresa con posición de poder, sobre todo en estructuras de mercado oligopólicas o monopólicas.
  • No ofrece ninguna garantía de generar empresas líderes en el rubro, en tanto la evidencia muestra muy pocos o ningún caso en los que mayor propiedad estatal esté asociado a mejoras en la gestión y/o valor de las organizaciones.

Por ello, consideramos que la solución al problema de pérdida de poder por parte de las industrias europeas en la economía mundial no debe pasar por mayor intervencionismo estatal sino por generar las condiciones para que se dé una mayor competencia al interior de las industrias afectadas. Esto es, garantizar que las industrias satisfagan efectivamente las necesidades de toda la población europea, de manera que se exploten las economías de escala arraigadas.

Otro camino sería buscar sinergias entre países productores en toda la cadena de valor de determinados productos, con el fin de generar eficiencias en los procesos productivos. En palabras simples, explorar a profundidad la oferta del mercado europeo.

De esta manera, se buscaría beneficiar a los consumidores  a través de menores precios, lo cual enfocaría la atención del comercio hacia los países de la UE. No se trata de ampliar la oferta subsidiándola sino reduciendo sus costos de producción.

Ambas opciones que valdría la pena explorar para sopesar los miedos de Emmanuel Macron y los demás gobernantes europeos de un inminente avance de las dos grandes potencias mundiales, EEUU y China. Lampadia

Los gobiernos europeos intervinienen nuevamente en las empresas
Un hábito francés se está extendiendo

Su señuelo debe ser resistido

The Economist
7 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Si no puedes vencerlos, adopta sus peores políticas económicas. Preocupado por las “estrategias agresivas” de Estados Unidos y China, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, emitió una proclamación a nivel europeo el 4 de marzo que, entre otras cosas, proponía una nueva era revolucionaria de intervención gubernamental en las empresas de la UE. “No podemos sufrir en silencio”, declaró, mientras que otras potencias mundiales no respetan los principios de “competencia justa”.

Macron no está solo. En todo el continente, los políticos están tratando de influir en las empresas mediante una serie de tácticas que incluyen la regulación, obligar a los gerentes a hacer negocios y aumentar la propiedad estatal.

  • En Renault-Nissan, la caída de Carlos Ghosn se ha entrelazado con una lucha por el control entre los gobiernos francés y japonés.
  • El mes pasado, Peter Altmaier, ministro de economía de Alemania, pidió que se protejan a las empresas denominadas “campeonas”, como Siemens y Deutsche Bank.
  • La semana pasada, se supo que el gobierno holandés acumuló una participación del 14% en Air France-KLM para ayudar a su antiguo operador de bandera a “rendir mejor”.
  • E Italia está lista para aumentar a un 10% su participación en Telecom Italia, que comenzó a privatizar hace 21 años.

Este resurgimiento de la intervención estatal pretende hacer que las industrias europeas sean más fuertes. En su lugar, es más probable que perjudique a los consumidores y debilite las perspectivas de los negocios.

Por supuesto, Europa nunca ha sido un paraíso de mercados libres sin restricciones. La Comunidad Europea del Carbón y del Acero, precursora de la UE, fue creada en 1951 para coordinar la actividad industrial. Francia ha adoptado durante mucho tiempo una política dirigista de planificación estratégica por tecnócratas ilustrados. No obstante, en la década de 1990, el estado estaba en retirada. El lanzamiento del mercado único en 1993 prometió un campo de juego del tamaño de un continente para las empresas europeas, que por fin podrían explotar economías de escala y competir sin trabas por los subsidios y las políticas nacionales.

El retroceso hacia la intervención refleja en parte el deseo de Macron y otros políticos de mostrar a los votantes malhumorados que están haciendo que el capitalismo sea más justo. Pero también refleja el temor de que Europa se está quedando atrás de EEUU y China. Los jefes temen que las empresas europeas sean demasiado insignificantes. Si toma las 500 empresas más importantes de Europa y EEUU, la mediana de Europa es un 52% más pequeña por valor de mercado. Europa no tiene gigantes para competir con Amazon o Alphabet y alberga algunas de las nuevas startups dinámicas del mundo.

  • El plan de China para dominar varias tecnologías estratégicas, como los nuevos materiales y la IA, y su búsqueda de adquisiciones respaldadas por el estado en Europa, parecen ser amenazadores e injustos.
  • Y el primer hábito de la Casa Blanca de decirle a las empresas dónde construir fábricas ha legitimado el tipo de intromisión abierta que se había convertido en un tabú en Occidente.

Sin embargo, la solución de Macron es contraproducente. Alemania y Francia han instado a la fusión de las divisiones ferroviarias de Siemens y Alstom, lo que habría resultado en una empresa con una participación de mercado del 50% en Europa. Pero eso habría elevado el precio de los viajes en tren (la Comisión Europea ha bloqueado sensiblemente el acuerdo). La intervención a menudo también incita a las rivalidades nacionales. Los holandeses compraron Air France-KLM para compensar la influencia francesa.

Puede ser una receta para el amiguismo. ¿El Deutsche Bank, que pagó a 1,098 empleados más de 1 millón de euros al año en 2017, a pesar de las escasas ganancias, realmente merece un tratamiento especial?

Y es poco probable que la intervención logre su objetivo de crear “campeones”. De las cinco empresas más valiosas de Europa, tres (Nestlé, Novartis y Roche) tienen su sede en Suiza, la cual gasta mucho en educación e investigación y desarrollo, pero no participa en la planificación central. Una (Royal Dutch Shell) es transnacional y la otra es una firma francesa de productos de lujo, LVMH, que ha prosperado porque responde a los consumidores de China y no a los planes estratégicos de los burócratas franceses. El único éxito corporativo de Europa con raíces dirigistas, Airbus, se ha disparado desde 2012, cuando se revisó su pacto de participación para reducir la influencia política.

En lugar de seguir una política industrial activista, Europa debería poner a los consumidores en primer lugar. Eso significa imponer la competencia. Los intentos alemanes y franceses de obstaculizar las reglas antimonopolio de la UE son erróneos. Permitir que se formen oligopolios, como lo ha hecho Estados Unidos, crea grandes empresas que cobran en exceso a sus clientes y, tarde o temprano, ejercen más esfuerzo para controlar los mercados que para innovar. En tecnología, Europa debe cumplir con las reglas, como su regulación GDPR (en español, Reglamento General de Protección de Datos), que protege los derechos de los consumidores sobre sus datos y privacidad. Europa también puede seguir profundizando el mercado único. La razón principal por la que algunas industrias, como la banca y las telecomunicaciones, están luchando y fragmentándose es porque aún operan en silos nacionales que impiden a las empresas lograr economías de escala. Y Europa debe ser proporcional a la forma en que controla la inversión extranjera, por ejemplo, de empresas estatales con sede en países autoritarios, en particular China. El objetivo sería bloquear la inversión solo en las industrias más sensibles, como la defensa, controlarla rigurosamente en industrias importantes, como la tecnología, y de lo contrario dar un paso atrás.

Macron tiene razón en que el comercio y los mercados están siendo distorsionados por las acciones de China y, cada vez más, de Estados Unidos. Eso no significa que Europa deba copiar sus errores. Lampadia




Macron relanza Europa

Se aproximan las elecciones al Parlamento Europeo y con ello el fin de una feroz campaña entre dos grandes facciones partidarias. Aquella que ha sostenido firmemente la defensa del proyecto de la UE, compuesta por partidos como de la Unión Demócrata Cristiana en Alemania, presidido por AKK y anteriormente por Angela Merkel, y la República en Marcha en Francia, del que fue líder emblemático, Emmanuel Macron,  y aquella compuesta por partidos euroescépticos de tendencia nacionalista, como el Partido Conservador,  principal impulsor del Brexit en el Reino Unido.

Como escribimos previamente en Lampadia: ¿Fragmentación política en Europa?, este evento es de suma importancia en tanto determinará la dirección futura que tome el bloque europeo, en un contexto mundial de creciente hostilidad y animadversión hacia los “supuestos” males de la globalización y el libre comercio, de los cuales ya nos ocupamos en rebatir en anteriores publicaciones (ver Lampadia: Trampa ideológica, política, y académica, El legado del liberalismo de Margaret Thatcher).

En esta ocasión y a solo pocas semanas de las elecciones parlamentarias, la posta de la defensa de la UE la ha tomado el mismo presidente de Francia, Emmanuel Macron, a través de un discurso elaborado para la revista Project Syndicate y dirigido para todos los habitantes de este continente (ver artículo líneas abajo).

En él, Macron hace un llamado a los ciudadanos europeos a la reflexión, pero sobretodo, a rescatar un proyecto que ha sido vapuleado y criticado en los últimos años por los movimientos nacionalistas –cuyas alternativas de solución, como lo ha demostrado recientemente el Brexit sin un acuerdo de salida, no van más allá de decir no, sin un proyecto determinado- pero que guarda muchos más atributos que los de un simple “mercado común”.

En sus palabras, “[La UE] es un verdadero éxito histórico ya que ha permitido la reconciliación de un continente devastado, plasmada en un proyecto inédito de paz, prosperidad y libertad”.

En efecto, él destaca que gracias al proyecto europeo, los países del viejo continente han podido enfrentar satisfactoriamente las grandes crisis del capitalismo, las estrategias comerciales agresivas por parte de las potencias mundiales e inclusive la 4ta Revolución Industrial que aquejan a los países más atrasados como los emergentes.

Sin embargo, él también enfatiza en la necesidad de ahondar en ciertas políticas públicas que permitan adecuar a la UE en estos tiempos de descontento generalizado, las cuales se pueden caracterizar en torno a tres valores, que él considera fundamentales:

  • Libertad: Garantizar en los años venideros la libertad democrática en todos los países del bloque.
  • Protección: Garantizar, a la luz de la realidad de la diversidad de los países del bloque, la competencia leal y homologación de las condiciones de inmigración y defensa.
  • Progreso: Fortalecer los sistemas de seguridad social y emprender iniciativas contra el cambio climático.

Esperemos que los europeos que acudan a las urnas en las elecciones parlamentarias que acontecerán en el mes de mayo tomen en cuenta todo el progreso generado por la UE desde su fundación, que Macron ha esbozado tan elegantemente en el siguiente discurso. Lampadia

Por un Renacimiento Europeo

Project Syndicate
4 de marzo, 2019
Emmanuel Macron
Presidente de Francia
Glosado por Lampadia

Ciudadanos de Europa: Si me he tomado la libertad de dirigirme a ustedes directamente, no es solo en nombre de la historia y de los valores que nos unen, sino también porque hay urgencia. Dentro de unas semanas, las elecciones europeas serán decisivas para el futuro de nuestro continente.

Nunca antes, desde la Segunda Guerra Mundial, Europa ha sido tan necesaria. Y, sin embargo, nunca ha estado tan en peligro.

El Brexit es ejemplo de todo ello. Ejemplo de la crisis de una Europa que no ha sabido satisfacer las necesidades de protección de los pueblos frente a los grandes cambios del mundo contemporáneo. Ejemplo, también, de la trampa europea. La trampa no es pertenecer a la Unión Europea, sino la mentira y la irresponsabilidad que pueden destruirla. ¿Quién les ha contado a los británicos la verdad sobre su futuro tras el Brexit? ¿Quién les ha hablado de perder el acceso al mercado europeo? ¿Quién ha advertido de los peligros para la paz en Irlanda si se vuelve a la frontera del pasado? El repliegue nacionalista no tiene propuestas; es un «no» sin proyecto. Y esta trampa amenaza a toda Europa: los que explotan la rabia, ayudados por noticias falsas, prometen una cosa y la contraria.

Frente a estas manipulaciones, debemos mantenernos firmes. Orgullosos y lúcidos. Recordemos primero qué es Europa. Es un éxito histórico: la reconciliación de un continente devastado, plasmada en un proyecto inédito de paz, prosperidad y libertad. No lo olvidemos nunca. Hoy día, este proyecto nos sigue protegiendo. ¿Qué país puede actuar solo frente a las estrategias agresivas de las grandes potencias? ¿Quién puede pretender ser soberano, solo, frente a los gigantes digitales? ¿Cómo resistiríamos a las crisis del capitalismo financiero sin el euro, que es una baza para toda la Unión? Europa es también esos miles de proyectos cotidianos que han cambiado la faz de nuestros territorios: una escuela renovada aquí, una carretera asfaltada allá, un acceso rápido a Internet que está llegando al fin… Esta lucha es un compromiso diario, porque Europa, como la paz, no viene dada. En nombre de Francia, abandero esta lucha sin descanso para hacer avanzar a Europa y defender su modelo. Hemos demostrado que lo que nos dijeron que era inalcanzable –como la creación de una defensa europea o la protección de los derechos sociales– finalmente era posible.

Con todo, hay que hacer más y más rápido. Porque hay otra trampa: la del statu quo y la resignación. Frente a las grandes crisis mundiales, los ciudadanos nos dicen a menudo: «¿Dónde está Europa? ¿Qué está haciendo Europa?». Para ellos, se ha convertido en un mercado sin alma. Pero sabemos que no es solo un mercado, que es también un proyecto. El mercado es útil, pero no debe hacernos olvidar lo necesario de las fronteras que nos protegen y de los valores que nos unen. Los nacionalistas se equivocan cuando pretenden defender nuestra identidad apelando a la salida de Europa, porque es la civilización europea la que nos une, nos libera y nos protege. Pero los que no querrían cambiar nada también se equivocan, porque niegan los temores que atraviesan nuestros pueblos, las dudas que socavan nuestras democracias. Estamos en un momento decisivo para nuestro continente. Un momento en el que, colectivamente, debemos reinventar, política y culturalmente, las formas de nuestra civilización en un mundo cambiante. Es el momento para el Renacimiento Europeo. Así pues, resistiendo a las tentaciones del repliegue y la división, quiero proponer que, juntos, construyamos ese Renacimiento en torno a tres aspiraciones: la libertad, la protección y el progreso.

El modelo europeo se basa en la libertad individual y la diversidad de opiniones y de creación. Nuestra libertad primera es la libertad democrática, la de elegir a nuestros gobernantes allí donde, en cada cita electoral, hay potencias extranjeras que intentan influir en nuestros votos. Propongo que se cree una Agencia Europea de Protección de las Democracias que aporte expertos europeos a cada Estado miembro para proteger sus procesos electorales de ciberataques y manipulaciones. En este espíritu de independencia, también debemos prohibir la financiación de partidos políticos europeos por parte de potencias extranjeras. Asimismo, a través de reglas europeas, debemos desterrar de Internet el discurso del odio y la violencia, porque el respeto al individuo es la base de nuestra civilización de la dignidad humana.

Proteger nuestro continente

Fundada en la reconciliación interna, la Unión Europea se ha olvidado de mirar a otras realidades en el mundo. Ahora bien, ninguna comunidad genera un sentimiento de pertenencia si no tiene límites que proteger. La frontera es la libertad en seguridad. En este sentido, debemos revisar el espacio Schengen: todos los que quieran participar en él deberán cumplir una serie de obligaciones de responsabilidad (control riguroso de fronteras) y solidaridad (una misma política de asilo con las mismas reglas de acogida y denegación). Una policía de fronteras común y una Oficina Europea de Asilo, estrictas obligaciones de control y una solidaridad europea a la que contribuyan todos los países bajo la autoridad de un Consejo Europeo de Seguridad Interior. Frente a las migraciones, creo en una Europa que protege a la vez sus valores y sus fronteras.

Estas mismas exigencias deben aplicarse a la defensa. Pese a que en los dos últimos años se han registrado avances significativos, debemos establecer un rumbo claro. Así, un tratado de defensa y seguridad deberá definir nuestras obligaciones ineludibles, en colaboración con la OTAN y nuestros aliados europeos: aumento del gasto militar, activación de la cláusula de defensa mutua y creación de un Consejo de Seguridad Europeo que incluya al Reino Unido para preparar nuestras decisiones colectivas.

Nuestras fronteras también deben garantizar una competencia leal. ¿Qué potencia acepta mantener sus intercambios con aquellos que no respetan ninguna de sus reglas? No podemos someternos sin decir nada. Tenemos que reformar nuestra política de competencia, refundar nuestra política comercial: sancionar o prohibir en Europa aquellas empresas que vulneren nuestros intereses estratégicos y valores fundamentales –como las normas medioambientales, la protección de datos o el pago justo de impuestos– y adoptar una preferencia europea en las industrias estratégicas y en nuestros mercados de contratación pública, al igual que nuestros competidores estadounidenses o chinos.

Recuperar el espíritu de progreso

Europa no es una potencia de segunda clase. Toda Europa está a la vanguardia: siempre ha sabido definir las normas del progreso y en esta línea debe ofrecer un proyecto de convergencia, más que de competencia. Europa, que creó la seguridad social, debe establecer para cada trabajador, de este a oeste y de norte a sur, un escudo social que le garantice la misma remuneración en el mismo lugar de trabajo, y un salario mínimo europeo adaptado a cada país y revisado anualmente de forma colectiva.

Retomar el hilo del progreso es también liderar la lucha contra el cambio climático. ¿Podremos mirar a nuestros hijos a los ojos si no logramos reducir nuestra deuda con el clima? La Unión Europea debe fijar sus ambiciones –cero carbono en 2050, reducción a la mitad de los pesticidas en 2025– y adaptar sus políticas a esta exigencia: Banco Europeo del Clima para financiar la transición ecológica, dispositivo sanitario europeo para reforzar el control de nuestros alimentos, y, frente a la amenaza de los lobbiesevaluación científica independiente de sustancias peligrosas para el medio ambiente y la salud, etc. Este imperativo debe guiar todas nuestras acciones. Del Banco Central Europeo a la Comisión Europea, pasando por el presupuesto europeo o el Plan de Inversiones para Europa, todas nuestras instituciones deben tener al clima como prioridad.

Progreso y libertad es poder vivir del trabajo y, para crear empleo, Europa debe ser previsora. Para ello, no solo debe regular a los gigantes del sector digital, creando una supervisión europea de grandes plataformas (sanciones aceleradas para las infracciones de las normas de la competencia, transparencia de algoritmos, etc.), sino también financiar la innovación asignando al nuevo Consejo Europeo de Innovación un presupuesto comparable al de Estados Unidos para liderar las nuevas rupturas tecnológicas como la inteligencia artificial.

Una Europa que se proyecta hacia el resto del mundo debe mirar a África, con quien debemos sellar un pacto de futuro, asumiendo un destino común y apoyando su desarrollo de forma ambiciosa y no defensiva con inversión, colaboración universitaria, educación y formación de las niñas, etc.

Libertad, protección, progreso. Sobre estos pilares debemos construir el Renacimiento Europeo.

  • No podemos dejar que los nacionalistas sin propuestas exploten la rabia de los pueblos.
  • No podemos ser los sonámbulos de una Europa lánguida.
  • No podemos estancarnos en la rutina y el encantamiento.

El humanismo europeo exige acción y por todas partes los ciudadanos están pidiendo participar en el cambio. Así pues, antes de finales de año, organicemos una Conferencia para Europa, junto a los representantes de las instituciones europeas y los Estados, con el fin de proponer todos los cambios necesarios para nuestro proyecto político, sin tabúes, ni siquiera revisar los tratados. Dicha conferencia deberá incluir a paneles de ciudadanos y dar voz a universitarios, interlocutores sociales y representantes religiosos y espirituales. En ella se definirá una hoja de ruta para la Unión Europea que traduzca estas grandes prioridades en acciones concretas. Tendremos discrepancias, pero ¿qué es mejor, una Europa estancada o una Europa que avanza a veces a ritmos diferentes, manteniéndose abierta al exterior?

En esta Europa, los pueblos habrán recuperado realmente el control de su destino. En esta Europa, estoy seguro de que el Reino Unido encontrará su lugar.

Ciudadanos de Europa: el impasse del Brexit nos sirve de lección a todos. Salgamos de esta trampa y démosle un sentido a las próximas elecciones y a nuestro proyecto. Ustedes deciden si Europa y los valores de progreso que representa deben ser algo más que un paréntesis en la historia. Esta es la propuesta que les hago para trazar juntos el camino del Renacimiento Europeo. Lampadia




El legado del liberalismo de Margaret Thatcher

Como hemos advertido previamente en Lampadia: Trampa ideológica, política y académica, en los últimos años la producción de artículos con sesgos antiglobalización y anticomercio ha crecido formidablemente, ahora, a cargo de prestigiosos académicos. Ello no debería terminar por nublar nuestro entendimiento de que ambos procesos generan desarrollo. Al respecto, queremos hacer referencia a uno en particular publicado recientemente en la revista Project Syndicate (ver artículo líneas abajo) y analizarlo a la luz de la evidencia empírica presentada en nuestras publicaciones previas.

En esta ocasión, el ataque se enmarca en una fuerte crítica de lo que su autora, Paola Subacchi – profesora visitante de la Universidad de Bolonia – denomina como “thatcherismo”, que es básicamente el conjunto de lineamientos de política que implementó la primera dama del Reino Unido, Margaret Thatcher, a finales de la década de los 70 en su país, caracterizado por una reducción notable del tamaño del Estado en la economía y por la ejecución de reformas a favor del libre mercado y de la iniciativa privada. Como señala Subacchi, fue tal la influencia de Thatcher en la política internacional que no solo países desarrollados como EEUU -con el entonces presidente Reagan- y Alemania adoptaron su enfoque sino que su filosofía se extendió masivamente alrededor del mundo, alcanzando inclusive a los países emergentes.

La tesis central de la crítica de la mencionada académica sostiene que, si bien las políticas introducidas por Thatcher han aportado en diseminar el comercio internacional a un sinnúmero de países y a generar cierto consenso en torno a la mejor manera de hacer política macroeconómica de corto plazo, tanto fiscal como monetaria, no abordan por sí solas el impacto que genera la globalización en la desigualdad al interior de los países tanto desarrollados como emergentes. Asimismo, destaca con especial animadversión la desregulación financiera – introducida por las políticas thatcherianas – como principal causante de la crisis financiera del 2008.

Al respecto tenemos tres atingencias que señalar para rebatir dichos argumentos:

  • En primer lugar,  Subacchi descalifica el enfoque adoptado por Thatcher, sin considerar el adverso contexto económico, político y social que enfrentaba el Reino Unido de finales de los 70, el cual fue determinante para su ascenso al poder como primera ministra. El país no solo enfrentaba una aguda crisis económica, que terminó con un préstamo otorgado por el FMI, sino también por una crisis política reflejada en un Partido Laborista, que había dominado toda la escena política en el período de la posguerra y cuyas políticas de corte socialista sólo habían generado trabas en la economía. Como la historia demostró después, la salida de la crisis del Reino Unido gracias a las reformas de mercado emprendidas por Thatcher – que no menciona Subacchi – explican gran parte de su éxito en la adopción de su filosofía política en Occidente. Esta es una primera falla de comunicación que comete Subacchi en su argumentación.
  • En segundo lugar, no es cierto que la globalización ha generado un aumento notable de la desigualdad al interior del mundo desarrollado, ni en el Tercer Mundo. Por el contrario, como hemos explicado en Lampadia: Trampa ideológica, política y académica, Retomemos el libre comercioOtra mirada al mito de la desigualdad, no solo EEUU ha experimentado un aumento nada despreciable de los ingresos familiares –51% entre 1979 al 2014- sino que más de la mitad de la clase media en América Latina se ha duplicado en la última década, gracias al crecimiento económico impulsado por la globalización y el libre comercio. Dada la evidencia, es hasta irresponsable darle la espalda a ambos procesos que han generado un círculo virtuoso de prosperidad para todos estos países.
  • Y finalmente, no es cierto que la desregulación financiera fue la principal causante de la crisis financiera del 2008. Como otrora en 1963, el economista anarcocapitalista Murray Rothbard demostrara en su obra seminal “America’s Great Depression” que la crisis del crack del 29, fue inducida por la política monetaria y no por el mercado de valores, las causales de la crisis del 2008 también pueden ser explicadas en los mismos términos. Fue, pues, la expansión monetaria inducida por la FED, a través de recortes sucesivos de tasas en los 6 años previos a la crisis, las que indujeron a la economía estadounidense a operar fuera de sus límites de equilibrio, precipitando en el 2008, una crisis financiera de enormes magnitudes. No se puede hablar de un desregulación financiera per sé, cuando la oferta de dinero se determina endógenamente ante movimientos de la tasa de interés generados por una entidad estatal.

En conclusión, no es la globalización la que genera los problemas de distribución del ingreso y menos las llamadas crisis del capitalismo. Por el contrario, de no ser por este proceso, el crecimiento económico mundial probablemente solo hubiera podido beneficiar a aquellos países que llegaron primero a los estratos altos de la distribución del ingreso, mientras que aquellos emergentes seguirían en niveles muy bajos en cuanto a PBI per cápita.

Y en lo que respecta a Margaret Thatcher, fue gracias a su vehemencia e insistente entrega, que las políticas en torno al libre mercado, la globalización y el libre comercio siguen teniendo vigencia en Occidente y en muchos países de nuestra región, aún con todos los ataques que siguen recibiendo en el día a día desde todos los flancos de la sociedad. Nosotros seguiremos en esta cruzada a favor de ellas. Lampadia

El Camino desde el Thatcherismo

Este año se cumplen cuatro décadas desde que Margaret Thatcher llegó al poder como la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra de Gran Bretaña, inaugurando una era de fundamentalismo de mercado que aún hoy sigue presente. ¿Por qué una ideología tan obviamente agotada mantiene su control sobre los responsables políticos en todo el mundo?

Paola Subacchi
Project Syndicate
15 de febrero, 2019 
Traducido y glosado por Lampadia

Los últimos años, con el auge del populismo en todo el mundo desarrollado, han parecido el fin de una era. Esto es quizás lo más cierto de la economía, donde la revolución del libre mercado que surgió hace cuarenta años ahora parece haberse desvanecido en denuncias, dudas y recriminaciones.

En mayo de 1979, Margaret Thatcher se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de primera ministra de Gran Bretaña, después de haber sido elegida líder por el Partido Conservador cuatro años antes. A pesar de ser rechazado inicialmente por muchos de sus colegas masculinos, Thatcher se convertiría en una de las líderes políticas más influyentes y controvertidas de la historia.

Cuando Thatcher llegó al poder, fue la primera líder nacional de una gran economía desde el final de la Segunda Guerra Mundial en exigir un papel más pequeño para el estado y un papel más importante para el mercado. Su gobierno inauguró una nueva era de formulación de políticas económicas guiada por el principio de laissez-faire.

En breve, la administración entrante de Ronald Reagan en los Estados Unidos adoptó un enfoque similar. Al igual que el Thatcherismo, el Reaganismo se basó en la idea de que los mercados siempre lo resuelven mejor. Después de la estanflación y aparente ruptura del consenso keynesiano de la posguerra en la década de 1970, la marca del fundamentalismo de mercado de Thatcher y Reagan, que pronto se conoció como neoliberalismo, se arraigó y se extendió a los países desarrollados y en desarrollo.

A pesar de varias mutaciones a lo largo de los años, los principios fundamentales del neoliberalismo (privatización, desregulación de los mercados de productos y trabajo, bajos impuestos, libre comercio y liberalización del mercado de capitales) siguen siendo los mismos. Y, no por casualidad, las décadas de su reinado han estado marcadas por la inestabilidad financiera, la creciente desigualdad y, en última instancia, el descontento político. Con la aceleración del cambio tecnológico junto con los grandes cambios en el orden económico mundial, existe una demanda creciente de políticas de ingresos, mercado laboral e industriales más activas. Pero el Thatcherismo sigue estando muy presente entre nosotros.

La confianza cerebral

Cuando Thatcher llegó al poder, Gran Bretaña estaba profundamente dividida y sometida a una economía en crisis. Era considerado como el “enfermo de Europa”. Luego, en 1976, la libra esterlina se desplomó alrededor de un 25% frente al dólar, lo que obligó al gobierno a pedir prestamos Fondo Monetario Internacional.

Este episodio socavó gravemente la credibilidad del Partido Laborista como un administrador competente de la economía. Durante el ‘invierno de descontento’ en 1978, las huelgas del sector público pusieron al país de rodillas. Los votantes estaban listos para el cambio, y Thatcher estaba lista para aprovechar la oportunidad con el mensaje poderoso y conciso “El laborista no está dando resultados”.

Una vez en el cargo, Thatcher siguió una política económica “neo-conservadora” que se había forjado en los think tanks a favor del mercado, como el Institute of Economic Affairs (IEA) en Gran Bretaña y la Fundación Heritage en los EEUU.

Thatcher confió en los economistas de la IEA que habían sido fuertemente influenciados por Friedrich Hayek y Milton Friedman.

El tiempo de TINA

Thatcher presentó su nueva agenda conservadora como una respuesta práctica a circunstancias dramáticas. En Gran Bretaña, se necesitaba reducir la inflación, aumentar el empleo e impulsar el crecimiento económico. El enfoque de Thatcher se volvió casi inevitable, lo que se reflejó en su famoso eslogan: “No hay alternativa” (There is no alternative, o TINA, como se hizo ampliamente conocido).

La solución de Thatcher para los problemas económicos de Gran Bretaña fue reducir el gasto público y los programas de asistencia social, frenar el poder sindical, restringir los salarios, privatizar las empresas de propiedad pública y recortar los impuestos. [Y que tuvo buenos resultados ya que se salió exitosamente de la crisis económica].

Para 1989, los ingresos de la privatización ascendieron a £ 24 mil millones ($ 49 mil millones). Pero en lugar de invertir estos fondos en educación y desarrollo del país, Thatcher los utilizó para financiar más recortes de impuestos. A finales de la década de 1980, los altos ingresos que habían pagado un impuesto del 83% sobre su ingreso marginal, en 1979 pagaban solo el 40%.

Desde entonces, el paradigma de los mercados eficientes dominó casi todos los debates de política económica en Occidente. En el Reino Unido, las políticas a favor del mercado y la probidad fiscal se convirtieron en una realidad en todo el espectro político. En Gran Bretaña, un gobierno laborista del Primer Ministro Tony Blair fue responsable de la desregulación del sector financiero. En los Estados Unidos, el presidente Bill Clinton, un demócrata, hizo lo mismo con Wall Street y recortó los beneficios de asistencia social. Y en Alemania, los socialdemócratas del canciller Gerhard Schröder impusieron un tope al crecimiento salarial [origen del éxito económico de Alemania].

Beneficios y pauperización

Y, sin embargo, en la patria de la revolución neoliberal, el neoliberalismo no logró un crecimiento más fuerte. Entre 1980 y 1989, el PBI real anual (ajustado por inflación) creció en promedio un 2,6%, tal como lo había hecho entre 1970 y 1979. Lo que sí cambió fue la distribución del producto, y no para mejorar. En la década de 1980, el PBI per cápita apenas aumentó, después de haber crecido alrededor del 50% entre 1958 y 1973. El coeficiente de Gini del Reino Unido (donde 0 representa la igualdad absoluta y 1.0 significa que una sola persona posee todo) aumentó de 0.25 en 1979 a 0.32 en 1992.

Durante este período, Gran Bretaña, como los EEUU, estaba atravesando un cambio estructural. En 1948, el 42% del PBI del Reino Unido provino de la manufactura y el 15% de los servicios; sin embargo, en la actualidad, los servicios representan alrededor del 79% del PBI, en comparación con solo el 15% de la manufactura.

Técnicamente, el neoliberalismo, a través de la desregulación y la sindicalización del mercado laboral, ha ayudado a lograr el pleno empleo, que fue el objetivo principal de las políticas keynesianas de posguerra que Thatcher, Reagan y sus seguidores dejaron de lado. Pero no ha llevado a una prosperidad generalizada ni a una distribución más justa de los recursos. De hecho, los trabajadores se encuentran cada vez más atrapados en la pobreza como resultado de los bajos salarios y los altos costos de vida.

En el Reino Unido, la desigualdad agregada no ha aumentado significativamente en las últimas décadas, por lo que el coeficiente de Gini del país está alineado con el promedio de la OCDE, y solo ligeramente por debajo del promedio en relación con la UE.

Haciendo al mundo un espacio del deudor

En general, las sociedades que han abrazado el neoliberalismo se han dividido cada vez más en términos de poder económico, influencia, educación y salud. Esto, a su vez, ha producido una profunda polarización política y una sensación de falta de poder e inseguridad generalizadas. Si la ingeniería social, la pesadilla de la nueva agenda conservadora, fue en realidad el objetivo final, ha sido un éxito rotundo.

Aunque esa agenda a menudo se asocia con el libre comercio y la integración en el mercado internacional (es decir, la globalización), su principal imperativo siempre ha sido la desregulación financiera. Desde la revolución de Thatcher, la ingeniería financiera, en lugar de la política social, se ha mantenido como la única solución para fallas de mercado masivas como las descritas anteriormente.

Además, después del impulso de Thatcher por la desregulación financiera, un enorme auge de los préstamos facilitó el examen de los problemas emergentes. Si bien los ingresos se quedaron por detrás del crecimiento de la productividad, las personas pudieron obtener préstamos para comprar casas y luego financiar el gasto de los hogares. Por lo tanto, en el momento de la crisis del 2008, la deuda de los hogares británicos había alcanzado el 160% de los ingresos, en comparación con el 100% de la década anterior; hoy en día, se mantiene en torno al 130%.

Desde entonces, la liberalización de la cuenta de capitales, junto con la privatización y los profundos recortes en el gasto público, han llegado a resumir los programas del FMI para los países que necesitan apoyo financiero. El llamado Consenso de Washington exportó la austeridad de Thatcher y los recortes de impuestos de Reagan al resto del mundo, imponiendo políticas de libre mercado a los países en desarrollo que luchan con los problemas de la balanza de pagos.

El legado global del thatcherismo

El récord internacional del thatcherismo es mixto. La expansión del comercio en las últimas cuatro décadas ha contribuido inequívocamente al crecimiento económico y al desarrollo en todo el mundo. Y los marcos macroeconómicos que comprenden bancos centrales independientes, una política fiscal prudente y una buena gobernanza han sustentado la estabilidad y el crecimiento en muchos países.

El problema es que estos marcos no abordan el impacto distributivo de la globalización. [Falso, excepto en el análisis parcial en los propios países más ricos]. Después de Thatcher, la opinión predominante ha sido que los gobiernos no deberían intervenir para corregir las fallas del mercado, financiar o invertir en bienes públicos, o redistribuir los ingresos para reducir la pobreza y la desigualdad.

El legado de la desregulación financiera no es mejor. La crisis de 2008 mostró que los mercados no siempre se ajustan solos, ya que están plagados de intereses creados, riesgos morales y deshonestidad impulsada por la avaricia. En el evento, las medidas para detener la crisis finalmente apuntalaron un sistema que debía ser reformado fundamentalmente. El rescate masivo de las instituciones financieras privadas por parte de los contribuyentes, junto con la austeridad fiscal, el crecimiento económico deprimido y la penalización de los hogares de bajos ingresos, socavan gravemente la legitimidad de los sistemas políticos nacionales.

A nivel internacional, la crisis de 2008 se encontró con una agenda de reforma incremental centrada principalmente en el fortalecimiento de la regulación. Y, sin embargo, el enfoque de política prevaleciente sigue alineado con la doctrina neoliberal de reformas estructurales de la oferta, mercados laborales flexibles (que conducen a menores costos laborales) y gasto público restringido.

¿A dónde va la contra-revolución?

En 1979, Thatcher aprovechó el descontento popular con el gobierno disfuncional y promovió una visión de la sociedad basada en individuos libres y autorrealizados. Como ella dijo de la famosa “sociedad”, “No hay tal cosa”. “Hay hombres y mujeres individuales y hay familias, y ningún gobierno puede hacer nada excepto a través de las personas, y las personas se miran a sí mismas primero”.

A diferencia de las crisis económicas de la década de 1970, el desplome de 2008 no llevó a un replanteamiento radical de la economía política. Lo que siguió fue la negación de la necesidad de nuevas políticas de distribución y formas de gestión económica. El resultado de esta complacencia se hizo evidente en 2016, con el referéndum Brexit en el Reino Unido y la elección del presidente Donald Trump en los Estados Unidos.

Existe un tradeoff entre mantener las economías de mercado abierto y garantizar la estabilidad política. A menudo, las medidas para redistribuir recursos y apoyar las economías domésticas son tanto necesarias como apropiadas. El impulso de pretender que este tradeoff no existe, y que los mercados se regulan a sí mismos, es uno de los legados perdurables del Thatcherismo. También es el colmo de la pereza intelectual.

Asegurar que una ciudadanía democrática siga comprometida con los valores liberales requiere que las transiciones económicas y políticas sean administradas por los estados y las instituciones públicas. Resulta que hay una cosa tal como la sociedad después de todo. Lampadia

Paola Subacchi es investigadora principal en Chatham House y profesora visitante en la Universidad de Bolonia. Es la autora, más recientemente, de The People’s Money: Cómo China está construyendo una moneda global.




Trampa ideológica, política y académica

Trampa ideológica, política y académica

En los países del hemisferio norte, en particular, EEUU, se vienen pronunciado diversas voces desde el ámbito ideológico, político y académico, que con feroz ímpetu, inciden en los supuestos males de la  globalización y el libre comercio. Esto viene tanto desde las izquierdas más radicales hasta de las derechas extremas, con el argumento de que la globalización y el libre comercio produjeron  desigualdad al interior de sus países.

Este verbo está creando un pensamiento prevaleciente en los círculos intelectuales, políticos y mediáticos, que está erosionando fuertemente las líneas de acción económicas, alentando el proteccionismo y debilitando la globalización.

Esta coyuntura tiene dos fallas graves: primero, no es necesariamente cierto que se ha producido el nivel de desigualdad acusado en EEUU, y segundo, dicho análisis no toma en cuenta, que a nivel global, en los países emergentes, se ha producido una acelerada disminución de la desigualdad.

El mundo en conjunto es hoy un mejor lugar para vivir, con menos pobreza, menos desigualdad, mejores indicadores de salud, menor violencia y mayor esperanza de vida.

En lo concerniente al supuesto crecimiento de la desigualdad en EEUU, que tuvo como centro de debate el discurso populista en torno al estancamiento de los ingresos de las clases medias en dicho país que llevó a la presidencia al entonces candidato por el Partido Republicano, Donald Trump, no solo resulta ser falso, sino que aparentemente sería producto de una malintencionada manipulación de las cifras de pobreza de dicho país (ver Lampadia: Cuidado en el manejo de cifras de pobreza).

Como hemos escrito en Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad, si uno realiza ciertos ajustes a los ingresos familiares promedio en EEUU tomando en cuenta el tamaño de los hogares, las transferencias e impuestos, se tiene que dichos ingresos aumentaron en un 51% entre 1979 y 2014, lo cual contradice flagrantemente la tesis de Trump.

En lo que corresponde al crecimiento de la igualdad dentro de los países emergentes, toda la evidencia empírica realizada en torno al crecimiento de la clase media en estos países, producto del crecimiento económico experimentado en los últimos años, ha sido impulsado en gran medida por la globalización y el libre comercio. Por ejemplo, según estimaciones del BID al 2016, sólo en América Latina y el Caribe, la clase media casi se duplicó en la última década y alcanzó las 186 millones de personas. 

Y si se quiere llevar el análisis de la desigualdad a un nivel global, han sido justamente- valga la redundancia- la globalización, el libre comercio y el capitalismo los que ha generado que en los últimos 200 años se pase de un 85% de la población global que vivía en pobreza extrema a solo un 10% al día de hoy, habiéndose acelerado durante las últimas décadas, un hecho nunca antes visto en toda la historia de la humanidad y que refleja un alto grado de prosperidad alrededor del globo (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

Dicho esto, lo que necesita el mundo no es otra cosa que más globalización y más libre comercio, y no mayor proteccionismo, ni antiinmigración. Aún cuando el análisis hecho por los líderes de las principales fuerzas políticas de EEUU y Europa fuera cierto – lo cual, como hemos ido mostrando con los datos, es altamente criticable –  su manera de diseñar e implementar política pública no está tomando en cuenta las potenciales consecuencias que tendrían en el resto del mundo. Al tomar sólo en consideración lo que sucede al interior de sus países, dichas políticas interrumpen un proceso de crecimiento que , como hemos demostrado, ha sido virtuoso para todo el mundo.

En ese sentido, este debate nos debe llevar a la reflexión y a estar muy atentos a los movimientos políticos que acontezcan a futuro en el plano internacional, y la producción académica y mediática, porque la invasión de artículos con sesgos antiglobalización y anticomercio es terriblemente perniciosa y no debería terminar por nublar nuestro entendimiento de que ambos procesos generan desarrollo. Muchos de estos artículos inclusive ignoran –intencionadamente- que la economía global está tendiendo hacia una economía basada en los servicios, dado el amplio campo de acción que están teniendo las nuevas tecnologías introducidas por la Cuarta Revolución Industrial (4IR) en las industrias manufactureras. 

Muchos argüirán que estas discusiones no son tan importantes para países como el nuestro que se encuentran al otro lado del globo y cuyos problemas estructurales internos – como la corrupción y la informalidad laboral – ya son suficientes para estar mostrando preocupación por aquellos externos, en apariencia, de menor valía. Pero nosotros siempre insistiremos en defender el libre comercio y la globalización en las grandes discusiones políticas y académicas, puesto que nuestro modelo de desarrollo se sostiene en gran parte en ambos pilares. Lampadia




Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Como ya hemos escrito previamente (ver  Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), nosotros hemos seguido de cerca el “estancamiento de los ingresos de la clase media” en los Estados Unidos, y la proyección de la consecuente mayor desigualdad hacia los países emergentes. Base del argumento del discurso populista del entonces candidato presidencial Donald Trump.

En las publicaciones indicadas, explicamos las diferencias de análisis sobre la evolución de los ingresos de la clase media, siguiendo una publicación de The Economist. Veamos:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Los datos de ingresos de los hogares generalmente se ajustan por inflación utilizando el índice de precios al consumidor (IPC). Esto muestra que los estadounidenses no han progresado mucho desde la década de 1970.

Sin embargo, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta el cambio demográfico. Los hogares se han ido reduciendo, lo que significa que la misma cantidad de dinero en una familia ahora representa un mayor poder adquisitivo.

El CBO también usa el índice de gasto de consumo personal (IGC) como su medida de inflación, en lugar del IPC. Históricamente, el índice IGC ha demostrado que la inflación es medio punto porcentual más bajo que el IPC, una diferencia que se suma con el tiempo.

Además, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta los impuestos y las transferencias, como los seguros de salud financiados por el gobierno. Los ingresos después de impuestos para la clase media han aumentado mucho más rápidamente que los ingresos antes de impuestos.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Para contribuir con este análisis, queremos compartir a continuación  un artículo del prestigioso economista Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, en el que señala más precisiones acerca de los ajustes que deben realizarse a los ingresos de los hogares para tener una medida más exacta de su verdadero poder adquisitivo. Esto puede nutrir la discusión acerca de cómo realmente debe medirse la pobreza en los países.

Cómo la pobreza en Estados Unidos se convirtió en “noticia falsa”

Project Syndicate
8 de enero, 2019
ANGUS DEATON
Premio Nobel de Economía 2015, profesor emérito de Economía de la Universidad de Princeton. Autor de “The Great Escape: Health, Wealth and the Origins of Inequality” (El Gran Escape, salud, riqueza y el origen de la desigualdad).
Glosado por Lampadia

PRINCETON – Bajo el gobierno del incontinentemente mendaz presidente Donald J. Trump, todos deberían preocuparse por la integridad de las estadísticas oficiales de Estados Unidos. También hay muchas otras cosas de las que preocuparse bajo Trump, en particular el destino de la democracia en Estados Unidos. Pero sin datos oficiales creíbles, no puede haber auténtica rendición de cuentas, y sin ella, tampoco democracia.

Piénsese en los datos de pobreza en Estados Unidos publicados por el gobierno de Trump. Parece que los números de base producidos por la Oficina del Censo de los Estados Unidos están (hasta ahora) intactos, pero hubo un frenesí de interpretaciones erradas que superan el maquillaje partidista habitual.

A los comentaristas de derecha les gusta citar la afirmación de Ronald Reagan en 1988, cuando dijo que en la Guerra contra la Pobreza declarada por Lyndon B. Johnson en 1964, ganó la pobreza. Esa afirmación (eterno latiguillo para criticar la red de seguridad social ampliada por las reformas de la “Gran Sociedad” de Johnson) se condice con las estimaciones de pobreza oficiales, cuya metodología no se actualiza desde los sesenta.

Como esa metodología no tiene en cuenta la situación impositiva de las personas (incluido el crédito fiscal para personas de bajos ingresos) y programas como los vales para alimentos (el ahora llamado Programa de Asistencia Complementaria Nutricional, o SNAP por la sigla en inglés), tampoco tiene en cuenta sus efectos, sin importar su eficacia en la reducción de necesidades. Una falencia estadística tan reconocida es una invitación a que los comentaristas llenen el vacío con prejuicios (como hizo Reagan).

Más cerca en el tiempo, el Consejo de Asesores Económicos de Trump afirmó (en un informe publicado en julio en el que recomienda sumar requisitos laborales a las prestaciones sociales) que, gracias a la red de seguridad estadounidense, la Guerra contra la Pobreza “está en gran medida ganada, y es un éxito”. Este argumento depende de abandonar las métricas tradicionales, que miden el ingreso, para usar en cambio el consumo.

Aunque puede haber razones para considerar que el consumo es mejor que los ingresos como medida de bienestar, no está clara la representación de los más pobres en una encuesta tediosa e invasiva a la que el 40% de los encuestados no responden. Todavía más preocupante es la “corrección” (esencialmente arbitraria) al índice de precios al consumidor (IPC), que reduce la línea de pobreza de modo que quedan menos personas debajo de ella.

Puede ser que el IPC oficial no capture adecuadamente las mejoras de calidad en bienes y servicios, una falencia cuyas consecuencias han sido tema de la literatura académica (en particular, un panel de la Academia Nacional de Ciencias presentó argumentos contra el uso de una corrección mecánica). Pero debatir esa cuestión es muy diferente a abandonar el IPC oficial en favor de otro políticamente conveniente que elimina casi totalmente la pobreza.

Un caso más flagrante de manipulación de datos tiene que ver con un informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. Por invitación del gobierno de los Estados Unidos, el Relator Especial, Philip Alston, examinó la pobreza extrema en el país y presentó sus conclusiones al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2018.

La lectura de los resultados es espantosa. Como ejemplos de pobreza extrema en partes de Estados Unidos, el informe incluye campamentos de tiendas en las calles de Los Ángeles, patios bañados en aguas residuales no tratadas, porque las autoridades locales se niegan a suministrar los correspondientes servicios, y el uso extendido de multas y confiscaciones contra personas pobres como forma de recaudación de ingresos de los gobiernos de muchos pueblos y ciudades. Johnson declaró una guerra contra la pobreza, pero hay partes de Estados Unidos que ahora están librando una guerra contra los pobres.

Somos muchos los que creemos que las fallas de la red de seguridad social de Estados Unidos llevan a que haya allí más pobreza extrema que en otros países (y sin duda, más que en otros países desarrollados). Las reformas de las prestaciones sociales para alentar a los receptores a trabajar han beneficiado a algunas personas pobres, pero han perjudicado a los más desfavorecidos, con lo que aumentaron la desigualdad dentro de la población pobre.

Sendos libros de Kathryn J. Edin y H. Luke Shaefer y de Matthew Desmond presentan en detalle los sufrimientos de los estratos más pobres de Estados Unidos. Shaefer y Edin sostienen que varios millones de niños estadounidenses viven con menos de dos dólares al día. En un artículo que salió en enero de 2018 en el New York Times, observé que el Banco Mundial ahora publica estimaciones de la pobreza mundial que incluyen a los países ricos, según las cuales, en Estados Unidos hay 5.3 millones de personas que viven con menos del equivalente de la línea mundial de pobreza.

En mi argumento, usé un valor de cuatro dólares por persona por día en los países ricos como aproximadamente equivalente a la línea mundial de pobreza de dos dólares usada para los países pobres. En Estados Unidos hay más “pobres globales” que en Sierra Leona o Nepal; y las tasas de pobreza en Estados Unidos y China son similares, pese a que los ingresos per cápita del primer país son más del triple de los del segundo.

Los cálculos del Banco Mundial que presenté recibieron muchas críticas, desde la derecha y desde la izquierda. La Fundación Heritage sostiene que si se usa como criterio el consumo en vez de los ingresos, en Estados Unidos sólo hay 250,000 “pobres globales” (dejando a un lado la cuestión de si padres que venden los números de seguridad social de sus hijos para sobrevivir o arriesgan la seguridad de sus hijos para encontrar morada tendrán tiempo para responder la encuesta de consumo). En tanto, en la izquierda muchos se niegan a creer que haya estadounidenses tan pobres como los africanos o asiáticos más pobres. La derecha quiere disminuir las transferencias internas, y la izquierda quiere aumentar las transferencias internacionales.

Luego la historia se pone surrealista. El informe de Alston provocó una airada descarga de la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, quien afirmó que “es evidentemente ridículo que Naciones Unidas examine la pobreza en Estados Unidos”; en tanto, la respuesta oficial del gobierno estadounidense calificó de erróneas las cifras de Alston. Pero Alston sólo usó cifras tomadas de la Oficina del Censo de los Estados Unidos; el documento las describe como “la cifra exagerada citada por el Relator Especial” y luego cita con aprobación los cálculos de la Heritage, que se basan en mi línea de pobreza de cuatro dólares por día.

A continuación (tal vez sólo haya sido coincidencia) el gobierno de Trump sacó a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos, de modo que Haley no asistió a la presentación del informe. Haley, como el Consejo de Asesores Económicos, señaló que el gobierno de Trump sabe cómo enfrentar la pobreza extrema (obligando a la gente a trabajar).

Podrá ser cierto o no, pero preferir los cálculos de la Fundación Heritage a los de la Oficina del Censo (una decisión que los funcionarios de la agencia cuestionaron) o manipular arbitrariamente el IPC y después tratar los números alternativos como superiores a las estadísticas oficiales se pasa sin duda de la raya. El gobierno de Trump mostró en 2018 que no está dispuesto a que le señalen fallas, ya sea la pobreza extrema o la inaceptable cifra de muertos del huracán María en Puerto Rico. Y todo indica que la distorsión de la verdad continuará el año entrante, con la amenaza que eso implica para la democracia. Lampadia




Acero: Aumento de aranceles de EEUU es un boomerang

El proteccionismo del gobierno de Trump está desmontando el sistema de libre comercio que tomó muchos años en forjarse, habiendo sido los EEUU su principal impulsor.

La nueva ola proteccionista se expresó con gran show y promesas de bienestar para la industria local y para el estadounidense común con el caso del acero, que empezó con una tasa de 25%, que hoy alcanza a 59 tipos diferentes de acero. Pero lo peor, es que, para efectivizar la medida, el gobierno ha tenido que recurrir a procesos de licencia previa de importaciones, mediando las correspondientes superaciones de las oposiciones de los productores locales. Algo que empezó con plazos de 30 días y ya se ha salido de las manos. Medidas que los peruanos conocemos por experiencia propia durante los fatídicos años 80.

No solo eso. Más allá de las justificaciones falsas para justificar la medida arancelaria, como, por ejemplo, seguridad nacional, los resultados en el empleo ya se ven negativos, tal como sucedió en el gobierno de Georg W. Bush, quién tuvo que desmontar el esquema a los 18 meses de su incepción.    

Así es el proteccionismo, solo termina desprotegiendo a quienes supone proteger.

Los agentes económicos responden a incentivos, y muy espacialmente a las señales de precios. Los impactos de la manipulación de precios, mediante elementos ajenos a las decisiones de negocio y de mercado, terminan, generando una serie de efectos colaterales adversos. Además, los procesos proteccionistas se terminan auto reproduciendo y multiplicando vertical y horizontalmente. Ver en Lampadia: Cuando el Estado interviene en los mercados se cae en abismos (Del ‘ogro filantrópico` o la ‘mano negra’).

¿Tendrá el gobierno de Trump la capacidad de enmendar errores? Está por verse.

Como invocamos hace medio año, con ocasión de la Cumbre de América, el Perú debe levantar las banderas del libre comercio, el único espacio económico global que nos permite traer riqueza desde el exterior para propiciar el bienestar de los peruanos. 

Luego de leer nuestro análisis los invitamos a leer el informe de Project Syndicate al respecto:

El lío proteccionista de Trump

Anne O. Kruger
Traducido por Esteban Flamini
15 de noviembre de 2018
Project Syndicate
Glosado por Lampadia

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lideró al mundo en la reducción de barreras proteccionistas y la creación de un sistema comercial abierto basado en reglas. Eso dio lugar a medio siglo del crecimiento económico más rápido de la historia de la humanidad. Pero el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump se ha lanzado a deshacer el progreso alcanzado, echando a correr un proteccionismo contagioso, que probablemente se extenderá mucho más allá de las industrias que el presidente quiere aislar de la competencia extranjera.

Tómese por ejemplo la importación de acero, a la que el gobierno de Trump impuso en marzo un arancel del 25%.

  • Como fundamento para la medida se adujo la “seguridad nacional”, pese a que la industria militar estadounidense equivale a apenas el 3% del consumo de acero del país.
  • Si a Trump realmente le preocupa la seguridad nacional, ¿por qué Estados Unidos no mantiene mineral sin explotar como reserva estratégica para futuras hostilidades?
  • En cualquier caso, los aranceles también alcanzan a aliados de Estados Unidos como Canadá, lo que desmiente el argumento de la seguridad nacional, de una vez y para siempre.
  • En el caso de rivales como China, las importaciones de acero ya estaban sujetas a aranceles de hasta el 70%, y solo se correspondían con un 2% del consumo estadounidense de acero.

Ahora Estados Unidos grava la importación de 59 tipos diferentes de acero. Si una empresa estadounidense no puede obtener un proveedor local, debe pagar el arancel o solicitar una exención (“exclusión”). Si opta por lo segundo, debe declarar la cantidad y la fortaleza del acero que necesita, su composición química, las dimensiones del producto (por ejemplo, tubos o láminas), etc.; y tiene que presentar una solicitud por separado para cada tipo de acero, incluso si la única diferencia son las dimensiones. Además, hay que demostrar que no se pudo obtener localmente. [El mismo procedimiento que tuvimos en el Perú en los años 80 con las fatídicas y fatales licencias de importación].

Una vez recibida la solicitud, se publica por 30 días, para dar a productores locales la posibilidad de cuestionarla. Si no aparece ningún proveedor alternativo, se supone que el solicitante recibirá una exención, válida por un año, en un plazo de siete días desde el final del período de oposición. Pero en realidad, las exenciones se están otorgando con grandes demoras.

El Departamento de Comercio de Estados Unidos contrató a 30 empleados nuevos para que revisaran las solicitudes como parte del proceso de oposición y exenciones. Pero al 1 de noviembre, se habían presentado 31,527 solicitudes y 14,492 oposiciones de productores de acero. Según QuantGov, la Oficina de Industria y Seguridad de Estados Unidos aprobó 11,259 solicitudes, rechazó 4,367, y todavía tiene que procesar más del 50% de las que recibió. Al 2 de noviembre, el precio del acero laminado en caliente en Estados Unidos registraba un alza interanual del 33.4%.

Allá por el 2002, cuando la industria estadounidense del acero convenció al presidente George W. Bush para que subiera los aranceles a las importaciones del 8% al 30%, el sector empleaba a unos 187,000 trabajadores. Se calcula que los nuevos gravámenes llevaron a la creación de unos 6,000 puestos de trabajo en el sector, pero se perdieron unos 200,000 empleos en las empresas estadounidenses consumidoras de acero. El gobierno de Bush terminó anulando todos los aranceles 18 meses después de haberlos introducido.

Hoy en Estados Unidos hay unos 80,000 trabajadores del acero, y las empresas consumidoras emplean a varios millones más. Según un estudio publicado en marzo, los aranceles de Trump al acero y al aluminio pueden crear 33,400 puestos, pero destruirán 180,000 puestos en el resto de la economía.

Todo esto era predecible. Los aranceles al acero ya están poniendo a las empresas consumidoras (por ejemplo, fabricantes de autos, máquinas herramientas y equipamiento agrícola) en seria desventaja respecto de sus competidoras extranjeras. Y mientras esas empresas pierden cuota de mercado, la industria estadounidense del acero también perderá competitividad, al estar protegida de la competencia extranjera.

Como demuestra la enorme cantidad de solicitudes de exención, administrar una política proteccionista es extremadamente complejo, incluso si se trata de una sola industria. Y ahora, el lío proteccionista de Trump se está poniendo peor. Corea del Sur aceptó adoptar “restricciones voluntarias a las exportaciones” a cambio de una exención respecto de los aranceles estadounidenses al acero, y ha encargado a su asociación local de productores la distribución de cuotas de exportación entre sus miembros. Pero las autoridades aduaneras estadounidenses todavía tendrán que incurrir en el costo de controlar todas las importaciones de acero.

Para colmo, el gobierno estadounidense analiza la introducción de otros aranceles. En un mitin de agosto, Trump volvió a amenazar con imponer un gravamen del 25% a los automóviles, en particular los importados desde la Unión Europea. El Instituto Peterson para la Economía Internacional calcula que, si cumple las amenazas, el costo de un auto nuevo en Estados Unidos aumentará entre 1,400 y 7,000 dólares, tanto si es de fabricación nacional o extranjera. Además, Benn Steil y Benjamin Della Rocca, del Consejo de Relaciones Exteriores, hallaron que los aumentos de costo derivados de los aranceles al acero ya han puesto en riesgo hasta 40,000 empleos en la industria automotriz estadounidense.

En síntesis, los aranceles de Trump al acero ni reducirán el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos ni generarán creación neta de empleos. Los aranceles a las importaciones no tendrán ningún efecto sobre esos indicadores, pero sin duda aumentarán los costos para los consumidores y productores estadounidenses. Lampadia




El nuevo juego del ‘libre comercio’

El TLCAN, que en su momento marcó la agenda del libre comercio, promoviendo los tratados bilaterales versus la agenda global de comercio de la OMC y solidificó el camino de la promoción de la globalización económica, está sufriendo hoy día una oleada de populismo y nacionalismo liderada por Trump.

El líder estadounidense populista cuestiona el orden económico internacional pro comercio en aras de una supuesta recuperación de la salud interna de su economía. Pero, al final, parece que la tan cacareada renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) solo tiene como objetivo “transferir los beneficios altamente específicos que provienen del proteccionismo de un grupo a otro.”

Detrás de todos estos enfrentamientos, lo que hay es puramente malabarismo para beneficiar a grupos de interés específicos, vinculados al espacio industrial tradicional estadounidense.

Lamentablemente, los efectos colaterales de esta ruptura de los sacrosantos contratos comerciales destruyen del orden internacional y hacen ver que, con el único expediente de un simple putsch populista, se pueden alterar y desvirtuar las estructuras de un mundo que costo mucho esfuerzo construir y que, en las últimas décadas, produjo una gran disminución de la desigualdad global y la mayor reducción de la pobreza de la historia.

Este es un antecedente muy perjudicial para el futuro del libre comercio en el mundo y para la impostergable necesidad de perseverar en la superación de la pobreza, especialmente, en los países emergentes.

Líneas abajo, compartimos un análisis sobre los daños y posibles impactos del nuevo TLCAN:

El nuevo TLCAN es solo antiguo proteccionismo y mala economía

MISES WIRE
Setiembre, 2018
Carmen Elena Dorobăț, PhD in economics from the University of Angers, and is Assistant Professor of Business at Leeds Trinity University
Glosado por Lampadia

Un nuevo acuerdo comercial de América del Norte está en proceso entre los Estados Unidos y Canadá, luego de que se llegó a un acuerdo tentativo con México la semana pasada. El acuerdo reemplazaría el acuerdo del TLCAN de casi 25 años entre los tres países. Tanto los medios como la industria están sufriendo de “fiebre de negociación”, ya que esperan ansiosamente los resultados de las negociaciones.

No se sabe mucho acerca de qué implicará este nuevo acuerdo exactamente. Sin embargo, las pocas cosas que sabemos indican que no hay necesidad de ninguna emoción. El nuevo acuerdo comercial será simplemente una amalgama del antiguo TLCAN, el TPP previamente rechazado y algunas medidas proteccionistas nuevas.

¿Es probable que sea una victoria para el libre comercio? Ni por una milla.

Primero, el acuerdo con México especifica que dos tercios del valor de un automóvil (en comparación con el 62% del TLCAN) deben ser fabricados en América del Norte, y casi la mitad debe ser fabricado por trabajadores que ganen un mínimo de $ 16 por hora. Solo los fabricantes de autos que cumplan con estos nuevos requisitos podrán enviar vehículos a través de la frontera con ningún arancel; otros pagarán un impuesto de aduana de 2.5%. Esto es una gran noticia para los sindicatos industriales en los EE UU y también será beneficioso para los sindicatos canadienses en caso de un acuerdo. Pero México también espera que esto obligue a los fabricantes de automóviles a aumentar los salarios. Sin embargo, estas reglas de origen y requisitos de salario y contenido solo aumentan los costos de fabricación. Esto puede eventualmente reflejarse en precios de automóviles más altos, y puede provocar la reubicación de las industrias automotrices de América del Norte a jurisdicciones de menor costo en el largo plazo.

En segundo lugar, las importaciones de acero y aluminio, actualmente sujetas a aranceles después de los últimos intentos de política de Trump para reconstruir las industrias metálicas de EE UU es probable que estas restricciones se mantengan en forma de un plan de cuotas. Los impactos de las cuotas y los aranceles son similares y provocarán aumentos y pérdidas de precios para los consumidores y las industrias adyacentes.

Otras medidas incluyen la extensión de los derechos de autor a un término de 75 años después de la muerte del creador y la eliminación del Capítulo 19 del TLCAN, según el cual las empresas podrían demandar por derechos antidumping o compensatorios ilícitos. Estas medidas aumentan la influencia de los gobiernos en las transacciones comerciales y la intervención en los precios y es probable que reduzcan la innovación a largo plazo. Lo irónico es que la extensión de los términos de copyright existía en la Asociación Transpacífico que Trump se negó a firmar a principios de 2017.

Canadá se ha opuesto a estos dos cambios, pero puede aceptarlos si se le da algo más a cambio. Puede, por ejemplo, negociar para mantener su umbral de minimis muy bajo para bienes libres de impuestos de $ 20, en comparación con $ 800 en los EE UU y ahora $ 100 en México. O puede luchar para continuar la protección, de una forma u otra, para sus ricos ganaderos de Ontario y Quebec, cuya gran influencia sobre la política canadiense los convierte en un poderoso grupo de interés.

Si le parece que el “mucho más justo, realmente buen trato” con México (y posiblemente con Canadá) es simplemente cambiar las regulaciones comerciales de un área a otra en lugar de reducirlas, sus ojos no lo están engañando. La razón de estos cambios es transferir los beneficios altamente específicos que provienen del proteccionismo de un grupo a otro. Incluso estos son bastante efímeros, porque cuando las importaciones disminuyen, también lo hacen las exportaciones. Si los consumidores gastan más en bienes nacionales, los precios internos aumentan, y cuanto más aumentan, más se reducen las exportaciones.

El nuevo acuerdo comercial se trata simplemente de hacer nuevos negocios para nuevos intereses especiales. El libre comercio o los intereses del consumidor nunca entran realmente en la ecuación. Las donaciones de campaña sí.

La opinión de Mises sobre esto fue muy directa y práctica. En Gobierno Omnipotente, demostró que los acuerdos comerciales modernos no guardaban ningún parecido con los tratados comerciales de Cobden y Chevalier:

En la era del laissez faire, los tratados comerciales se consideraron un medio para abolir, paso a paso, las barreras comerciales y todas las demás medidas de discriminación contra los extranjeros … Entonces cambió la situación. El significado de los tratados comerciales cambió radicalmente. Los gobiernos se entusiasmaron por sobrepasarse mutuamente en las negociaciones. Un tratado se valoraba en proporción, ya que obstaculizaba el comercio de exportación de la otra nación y parecía alentarlo a uno.

Es vano esperar algo de cambios puramente técnicos en los métodos aplicados en las negociaciones internacionales sobre asuntos de comercio exterior.

Si también le parece que el inevitable impacto perjudicial del nuevo acuerdo comercial sobre los precios internos y el nivel de vida es contrario a los objetivos declarados de otras políticas gubernamentales, tiene razón de nuevo. Mises explicó en Burocracia cómo los intereses de los grupos poderosos a menudo entran en conflicto, y las administraciones estatales se encargan de ellos de manera fortuita:

El departamento de trabajo apunta a mayores tasas salariales y a menores costos de vida. Pero el departamento de agricultura de la misma administración apunta a un aumento en los precios de los alimentos, y el departamento de comercio intenta aumentar los precios internos de los productos básicos por tarifas. Un departamento lucha contra el monopolio, pero otros departamentos están ansiosos por lograr -a través de aranceles, patentes y otros medios- las condiciones requeridas para construir la restricción monopólica.

A medida que varios acuerdos comerciales cambian nombres, cláusulas y proponentes, con la vieja táctica de cebo y cambio, el proteccionismo solo cambia su disfraz poco convincente. “El nuevo acuerdo sin sentido para el consumidor” sería un nombre más apropiado. Lampadia




La alianza de occidente se debilita

Desde los desarrollos políticos de Gran Bretaña con el Brexit y de EEUU con Trump, que de alguna manera marcan una regresión de sus políticas internacionales, por el acomodo de factores internos, en Lampadia hacemos un cuidadoso seguimiento de la política global, especialmente, en cuanto a su incidencia sobre el libre comercio, la movilidad de capitales y la globalización en general.

En cuanto a la alianza de occidente, económica y de seguridad, concordamos con The Economist, en que vale la pena salvarla. Ver líneas abajo su artículo al respecto.

  • The Economist: “en un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia”.
  • Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo).

Mientras más Trump pretende intimidar a sus aliados, crea más dudas sobre el liderazgo de EEUU en el mundo y sobre las garantías de seguridad que pueden brindar a sus socios tradicionales. Ya hace unos meses, los principales líderes europeos han declarado que no pueden confiar en EEUU. Pero, como dice The Economist, la alianza no va a salvarse por sí sola:

  1. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad.
  2. Países europeos deben invertir más en defensa.
  3. Los aliados de EEUU deben colaborar en áreas como la ciberseguridad, que los haría más valiosos para EEUU.
  4. Los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la ‘Iniciativa de Intervención Europea’, propuesta por Francia, en vez de excluirla del sistema de defensa.

Uno de los grandes peligros que la humanidad enfrenta estos días, es el del aumento de las brechas entre los países más ricos; como consecuencia de la ola de populismo que se esconde detrás de las banderas de la anti-globalización y anti-comercio internacional, que puede terminar por desbaratar los grandes avances de las últimas décadas, dañando en mayor medida a los países emergentes, como nuestro país.

A estas alturas ya no se puede pensar que las acciones anti-comercio de Trump, son solo una estrategia para generar supuestos balances. La guerra comercial desatada por el autócrata estadounidense, no responde a realidades que deben corregirse, y más bien, generará un EEUU más débil, como lo explican los analistas internacionales más prestigiosos.

Los peruanos tenemos que tener muy claro, que solo sifoneando recursos económicos desde los países más ricos al Perú, podemos aspirar a superar la pobreza. A diferencia de esas políticas decimonónicas llevadas al extremo por la dictadura militar izquierdista de Velasco, de endeudar al Estado, lo que tenemos que hacer es conseguir esos recursos, multiplicando nuestras exportaciones y promoviendo más inversiones. Lampadia

Brecha transatlántica
La alianza occidental está en problemas

Esto debería preocuparle a Europa, EEUU y al mundo

The Economist
5 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

EEUU hizo tanto como cualquier país para crear la Europa de la posguerra. A fines de la década de 1940 y en la década de 1950 se dio el inicio del tratado que se convirtió en la Unión Europea y en la OTAN, la alianza militar que ganó la guerra fría. Estados Unidos actuó en parte por caridad, pero principalmente por interés propio. Habiendo sido arrastrado a dos guerras mundiales, quería desterrar la rivalidad franco-alemana y construir una muralla contra la amenaza soviética. Después del colapso soviético en 1991, la alianza ancló la democracia en los estados recientemente liberados de Europa oriental.

Hoy, sin embargo, EEUU y Europa están separadas por una creciente brecha. Los días 11 y 12 de julio, antes de la cumbre de la OTAN en Bruselas, el estado de ánimo es venenoso. Como el presidente Donald Trump acusa a los europeos de mala fe y de no ejercer su influencia, ellos lo acusan de vandalismo. Una segunda cumbre, entre Vladimir Putin y Trump en Helsinki el 16 de julio, podría producir el espectáculo una vez impensable de un presidente estadounidense tratando a su oponente ruso mejor de lo que trata a sus aliados.

Incluso si las dos cumbres transcurren sin controversia, como deberían, dado que Trump se deleita en confundir a sus críticos; las diferentes prioridades, creencias divergentes y culturas políticas enfrentadas se mantendrán. La alianza occidental está en problemas y eso debería preocuparle a Europa, Estados Unidos y al mundo.

Cada alianza tiene sus tensiones, pero la occidental se ve especialmente tensa por una cantidad desconcertantes de frentes. Trump y sus generales están exasperados por los débiles esfuerzos de muchos miembros de la OTAN por cumplir su promesa de aumentar el gasto de defensa al 2% del PBI para 2024. La derecha estadounidense tiende a condenar el apoyo europeo al acuerdo nuclear iraní (que Trump dejó) y lo que ve como un prejuicio contra Israel. Y los legisladores de ambos partidos piensan que, a medida que la atención del mundo se traslada a Asia, los europeos merecen menos atención.

Como si eso no fuera suficiente, Trump acusa fatuamente a la UE de estar “preparada para tomar provecho de Estados Unidos” y la reprime por el comercio injusto. Mientras tanto, Europa está dividida. Italia tiene una nueva coalición populista que es pro-Putin. Así, cada vez más, está Turquía, miembro de la OTAN (pero no de la UE) que es hostil a los valores democráticos liberales que unen a la alianza. Lo peor podría estar por venir. Un gobierno laborista en Gran Bretaña bajo Jeremy Corbyn, que tiene una larga historia de oposición al uso de armas por parte de Occidente, trataría a Estados Unidos con una profunda sospecha; incluso podría tratar de abandonar la OTAN.

Un golpe de SACEUR

Esta revista cree que vale la pena salvar la alianza occidental. En un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia. [Ver en Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo)]. Pero la alianza no tiene un derecho otorgado por Dios para sobrevivir. Debe ganar continuamente su lugar. La pregunta es: ¿cómo?

El primer paso es no hacer las cosas más difíciles. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad. El juntar estos dos temas solo hará que Occidente sea menos seguro y más pobre.

Luego, los partidarios de la alianza deben ser prácticos. Eso significa pagar. Trump tiene razón al quejarse sobre países como Alemania e Italia, que gastaron solo 1.22% y 1.13% del PBI en defensa en 2017. De hecho, él podría ir más allá. Es muy poco lo que se gasta en defensa: Bélgica consume más de un tercio de su gasto en las pensiones., cuando debería usarse en I+D y equipamiento.

Para los aliados de Estados Unidos, ser práctico también significa mantenerse al día. La colaboración en áreas como la ciberseguridad hará que la alianza sea más valiosa para los Estados Unidos. Más urgentemente, la OTAN debe continuar agudizando su respuesta a las tácticas de desinformación e infiltración que Rusia usó en Crimea y el este de Ucrania. La entendimiento militar perdido es difícil de reconstruir. Los ejercicios que consolidan las relaciones militares de la OTAN son más importantes que nunca.

Y ser práctico significa permanecer juntos. En las negociaciones del Brexit, la UE tiene la intención de excluir a Gran Bretaña de las estructuras de seguridad de la unión. Dada la experiencia militar de Gran Bretaña, su industria armamentística y sus agencias de inteligencia, eso es contraproducente. En cambio, los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la Iniciativa de Intervención Europea, propuesta por Francia, que apunta a crear una fuerza que pueda actuar en situaciones de crisis. Alguna vez EEUU habría visto tal plan como una amenaza para la OTAN. Hoy sería tanto una señal de que Europa está dispuesta a asumir más responsabilidades.

Luchando por la mente

Lo último es la batalla de ideas. Si la OTAN y la UE no existieran, no se crearían. Desde el colapso soviético, la sensación de amenaza ha disminuido y las dificultades para trabajar juntos han crecido. Sin embargo, eso no hace que la alianza transatlántica sea “obsoleta”, como alguna vez afirmó Trump. Las alianzas de Estados Unidos son un activo que es la envidia de Rusia y China. La OTAN es una herencia que es tanto más preciosa por ser irremplazable.

La necesidad de seguridad permanece. Rusia no es la Unión Soviética, pero, como potencia declinante, se siente amenazada. Ha modernizado sus fuerzas y está preparada para desplegarlas. La necesidad de anclar la democracia europea también se mantiene. A medida que el autoritarismo se acerca a Polonia y Hungría, la UE y la OTAN pueden ayudar a limitar su avance. Y existe el beneficio adicional de cómo Europa ayuda a los Estados Unidos a proyectar su poder, proporcionando bases, tropas y, por lo general, apoyo diplomático.

La OTAN es más frágil de lo que piensa Trump. En su base está el compromiso de considerar el ataque contra uno de sus miembros, como un ataque contra todos. Las vacilaciones y hostilidades de Trump hacia Europa debilitan ese compromiso, aunque solo sea porque revela su desprecio por la idea de que los países pequeños tienen los mismos derechos que los grandes. Asia está mirando, al igual que Putin. Mientras más intimide Trump a sus aliados, más dudará el mundo de las garantías de seguridad de Estados Unidos. Debido a que las grandes potencias compiten en una zona gris entre la paz y la guerra, se corre el riesgo de un error de cálculo.

Trump cree que es un maestro negociador en pos de una EEUU más fuerte. Con Europa, como con tantas otras cosas, subestima gravemente lo que está dejando. Lampadia




El mega error de que “el mundo está empeorando”

En esta ocasión solo hemos hecho una traducción libre del segundo capítulo del libro de los Rosling, ‘FACTFULNESS’, que es otro de esos trabajos que luchan por mostrar la realidad del mundo. Esta obra debe servirnos para que nuestras políticas públicas puedan focalizarse donde más se necesita para abolir la pobreza, y no devaluar o descontar, lo que ha hecho posible la gran mejora de las condiciones de vida de la humanidad, durante las últimas décadas, la economía de mercado, la globalización y el libre comercio.

Aprovechamos para recomendar nuevamente, que bajen ‘Gapminder’ en sus procesadores, el programa creado por Hans Rosling, que permite evaluar la evolución de todos los indicadores económicos, sociales e institucionales, en todos los países del mundo, desde que se disponen estadísticas.

Factfulness
Hans Rosling, Ola Rosling y Anna Rosling Rönnlund
Traducido y Glosado por Lampadia

“Diez razones por las que estamos errados sobre el mundo
Y porqué las cosas son mejores que lo que piensas”

Del Capítulo Dos, que trata sobre el instinto de la negatividad: nuestra tendencia a notar lo malo más que lo bueno (el segundo mega concepto erróneo que presenta Rosling).

“Las cosas están empeorando” es la declaración del mundo que escucho más que cualquier otra. Y es absolutamente cierto que hay muchas cosas malas en este mundo.

  • El número de muertes de guerra ha estado disminuyendo desde la Segunda Guerra Mundial, pero con la guerra siria, la tendencia se ha revertido. El terrorismo también está aumentando de nuevo.
  • La sobrepesca y el deterioro de los mares son realmente preocupantes. Las listas de áreas muertas en los océanos del mundo y de especies en peligro se están haciendo más largas.
  • El hielo se está derritiendo. Probablemente, los niveles del mar continuarán aumentando en los próximos 100 años. No hay duda de que es debido a todos los gases de efecto invernadero que los humanos han bombeado a la atmósfera, que no se dispersarán por un largo tiempo, incluso si dejamos de agregar más.
  • El colapso del mercado inmobiliario estadounidense en 2007, que ningún regulador había predicho, fue causado por las ilusiones generalizadas de seguridad en inversiones abstractas, que casi nadie entendía. El sistema sigue siendo tan complejo ahora como lo era entonces y una crisis similar podría volver a ocurrir. Quizás mañana.

Para que este planeta tenga estabilidad financiera, paz y recursos naturales protegidos, hay una cosa de la que no podemos prescindir, y es la colaboración internacional, basada en un mejor entendimiento compartido del mundo, sobre la base de hechos. La falta actual de conocimiento sobre el mundo es el problema más preocupante de todos.

Pero escucho tantas cosas negativas todo el tiempo. Quizás pienses: “Hans, debes conocer a las personas más pesimistas del mundo”. Que decidimos verificar.

A la gente en 30 países se le preguntó con qué afirmación estaba de acuerdo:

  • Crees que el mundo está mejorando
  • Crees que el mundo está empeorando
  • Crees que el mundo no está mejorando ni empeorando

Esto es lo que dijeron:

Yo nunca confío en los datos al 100%, y tú tampoco deberías hacerlo. Siempre hay algo de incertidumbre. En este caso, diría que estos números son más o menos correctos, pero no se debe sacar conclusiones basadas en diferencias pequeñas. (Dicho sea de paso, ese es un buen principio general con las estadísticas: ten cuidado de saltar a conclusiones si las diferencias son menores que un 10%). Sin embargo, la perspectiva general está muy clara. La mayoría de las personas piensa que el mundo está empeorando. No es de extrañar que todos nos sintamos tan estresados.

Estadísticas como terapia

Es fácil estar al tanto de todas las cosas malas que suceden en el mundo. Es más difícil saber sobre las cosas buenas: miles de millones de mejoras que nunca se informan. No me malinterpreten, no estoy hablando de noticias triviales positivas para equilibrar supuestamente lo negativo. Estoy hablando de mejoras fundamentales que cambian el mundo, pero son demasiado lentas, demasiado fragmentadas o demasiado pequeñas para calificar como noticias.

Hablo del secreto y silencioso milagro del progreso humano

Los hechos básicos sobre el progreso mundial son tan poco conocidos que me invitan a hablar sobre ellos en conferencias y reuniones corporativas en todo el mundo. A veces llaman a mis clases “inspiradoras”, y muchas personas dicen que también tienen un efecto reconfortante. Esa nunca fue mi intención. Pero es lógico. Lo que muestro son principalmente datos oficiales de la ONU. Mientras las personas tengan una cosmovisión mucho más negativa que la realidad, las estadísticas puras pueden hacer que se sientan más positivas. Es reconfortante, e inspirador, aprender que el mundo es mucho mejor de lo que piensas. ¡Un nuevo tipo de píldora feliz, completamente gratis!

Pobreza extrema

Comencemos por ver la tendencia de la pobreza extrema.

En los últimos 20 años, la proporción de la población mundial que vive en la pobreza extrema se ha:

  • A: casi duplicado
  • B: mantenido más o menos igual
  • C: reducido a casi a la mitad

La respuesta correcta es C: en los últimos 20 años, la proporción de personas que viven en la pobreza extrema casi se ha reducido a la mitad. Pero en nuestras encuestas en línea, en la mayoría de los países, menos del 10% lo sabía.

En el año 1800, aproximadamente el 85% de la humanidad vivía en la pobreza extrema. En todo el mundo, la gente simplemente no tenía suficiente comida. La mayoría de las personas se iban a dormir con hambre varias veces al año. En toda Gran Bretaña y sus colonias, los niños tenían que trabajar para comer, y el niño promedio en el Reino Unido comenzaba a trabajar de diez años. Una quinta parte de toda la población sueca, incluidos muchos de mis parientes, huyeron de la hambruna a los Estados Unidos, y solo el 20% de ellos regresó. Cuando la cosecha falló y tus familiares, amigos y vecinos mueren de hambre, ¿qué haces? Escapas. Migras. Si puedes.

Ese nivel de pobreza es donde comenzó toda la humanidad. Es donde siempre vivió la mayoría, hasta 1966. Hasta entonces, la pobreza extrema era la regla, no la excepción.

La curva que ven arriba muestra cómo la tasa de pobreza extrema ha estado cayendo desde 1800. Y mira los últimos 20 años, la pobreza extrema cayó más rápido que nunca en la historia mundial.

En 1997, el 42% de la población de India y China vivía en la pobreza extrema. En 2017, en India, esa proporción había descendido al 12%: había 270 millones menos de personas que vivían en la pobreza extrema que 20 años antes. En China, esa proporción cayó a un asombroso 0.7 % durante el mismo período, lo que significa que otros 500 millones de personas superaron este umbral crucial. Mientras tanto, América Latina llevó su proporción de pobreza extrema del 14% al 4%: otros 35 millones de personas.

Si bien todas las estimaciones de la pobreza extrema son muy inciertas, cuando el cambio parece ser así, entonces, sin lugar a dudas, algo enorme está sucediendo.

¿Qué edad tenía usted hace 20 años? Cierra los ojos por un segundo y recuerda a una versión tuya más joven. ¿Cuánto ha cambiado tu mundo? ¿Mucho? ¿Un poco? Bueno, esto es lo mucho que ha cambiado el mundo: hace apenas 20 años, el 20% de la población mundial vivía en la pobreza extrema. Ahora ese número es 9%. Hoy casi todos escaparon del infierno. La fuente original de todo sufrimiento humano está a punto de ser erradicada. ¡Deberíamos planear una fiesta! ¡Una gran fiesta! Y cuando digo “nosotros”, ¡me refiero a la humanidad!

En cambio, estamos pesimistas. En nuestros televisores, todavía vemos personas en extrema pobreza y parece que nada ha cambiado. Miles de millones de personas han escapado de la miseria y se han convertido en consumidores y productores para el mercado mundial, miles de millones de personas han logrado pasar de la pobreza extrema a mejores niveles de vida, sin que las personas menos pobres lo noten.

Esperanza de vida

¿Cuál es la esperanza de vida del mundo hoy?

  • A: 50 años
  • B: 60 años
  • C: 70 años

Mostrar todas las causas de las muertes y el sufrimiento en un solo número es casi imposible. Pero la esperanza promedio de vida se acerca mucho. Cada muerte infantil, cada muerte prematura por desastres naturales o provocados por el hombre, cada madre que muere en el parto y la vida prolongada de cada persona mayor se reflejan en este indicador.

En 1800, cuando los suecos morían de hambre y los niños británicos trabajaban en las minas de carbón, la esperanza de vida era de aproximadamente 30 años en todo el mundo. Así ha sido a lo largo de la historia. Entre todos los bebés que nacieron, aproximadamente la mitad murieron durante su infancia. La otra mitad murió entre las edades de 50 y 70. Así que el promedio fue de alrededor de 30. No significa que la mayoría de la gente vivió hasta los 30. Es solo un promedio, y con promedios siempre debemos recordar que hay diferencias.

La esperanza de vida promedio en todo el mundo hoy en día es 70. En realidad, es mejor que eso: es 72. Aquí están los resultados de algunas encuestas.

Esta es una de esas preguntas en la que, cuanto mejor educado seas, más ignorante pareces ser. En la mayoría de los países donde probamos, los miembros del público vencieron a los chimpancés. Pero en nuestro público más educado, la respuesta más popular fue de 60 años. Eso podría haber sido correcto si hubiéramos hecho la pregunta en 1973 (el año en que 200,000 personas murieron de hambre en Etiopía). Pero lo preguntamos en esta década, después de más de 40 años de progreso. La gente vive un promedio de diez años más ahora. Los humanos siempre hemos luchado mucho para hacer que nuestras familias sobrevivan, y finalmente lo estamos logrando. 

Cuando muestro este sorprendente gráfico, la gente a menudo pregunta: “¿Cuál es la caída más reciente allí?” Y apuntan a 1960. Si no lo sabes ya, esta es una gran oportunidad para atacar el concepto erróneo de que el mundo es empeorando.

En 1960, la curva de la expectativa de vida mundial experimenta un descenso debido a que entre 15 y 40 millones de personas -no se sabe el número exacto- murieron de hambre ese año en China, en lo que probablemente fue la hambruna más grande jamás creada por el hombre.

La cosecha china en 1960 fue más pequeña de lo previsto debido a una mala temporada que se combina con los malos consejos del gobierno sobre cómo cultivar de manera más efectiva. Los gobiernos locales no querían mostrar malos resultados, así que tomaron toda la comida y la enviaron al gobierno central. No quedaba comida. Un año después, los impactados inspectores entregaban informes de testigos de canibalismo y cadáveres a lo largo de las carreteras. El gobierno negó que su planificación central haya fallado, y la catástrofe fue mantenida en secreto por el gobierno chino durante 36 años. No fue descrito en inglés para el mundo exterior hasta 1996. (Piénselo. ¿Podría algún gobierno mantener hoy en día la muerte de 15 millones de personas como un secreto mundial?). [Otros informes hablan de incautación de alimentos para canjearlos por armas rusas, una de los actos genocidas de Mao].

Incluso si el gobierno chino le hubiera contado al mundo sobre esta tragedia, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU -que hoy distribuye alimentos donde más se necesita en el mundo- no podría haber ayudado. No fue creado hasta 1961.

El concepto erróneo de que el mundo está empeorando es muy difícil de mantener cuando ponemos el presente en su contexto histórico. No deberíamos disminuir las tragedias de las hambrunas que están ocurriendo en este momento. Pero el conocimiento de las tragedias del pasado debería ayudar a todos a darse cuenta de cómo el mundo se ha vuelto mucho más transparente y mucho mejor para conseguir y llevar ayuda a donde se necesitaLampadia




Otra mirada al mito de la desigualdad

Tras el ascenso en la tendencia populista en el mundo, es oportuno examinar nuevamente los vínculos entre el populismo y el malestar socioeconómico. El motivo del aumento de la tendencia populista se ha atribuido en gran parte al supuesto aumento de la desigualdad que se habría producido en los países más ricos, especialmente en EEUU.

Efectivamente muchos economistas del mainstream (EEUU), han sustentado un proceso de concentración de riqueza que se habría dado con el estancamiento de los ingresos de la clase media y baja. Como vamos a volver a ver, también hay estudios muy serios que sustentan algo muy diferente. Sin embargo la imagen de la desigualdad es hoy día, en la mente de los estadounidenses, una realidad que ha desencadenado procesos sociales y políticos muy importantes. 

Como hemos publicado anteriormente en Lampadia, The Economist reportó en marzo pasado un análisis que trae conclusiones muy novedosas, titulado: Los estadounidenses son más ricos de lo que eran en la década de 1970 – Pero, ¿por cuánto?, que dice:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Ver en Lampadia: El mensaje del Perú en la Cumbre de las Américas: Retomemos el libre comercio, donde planteamos: Terminemos de romper el mito de la desigualdad que ‘justifica’ el populismo anti libre comercio y anti globalización de los países más ricos.

Como muestra el cuadro de The Economist, el supuesto estancamiento de la clase media de EEUU, no era tal, era producto de mediciones defectuosas, pues en vez del estancamiento de ingresos desde 1979 a la actualidad, lo que se ha dado es un incremento del orden de 51%.

Recomendamos revisar la publicación citada líneas arriba, que muestra en detallle cada uno de los ajustes que explican la conclusión que muestra el cuadro.

Es lamentable que la aparente desigualdad de EEUU, se haya generalizado y llevado a un supuesto fenómeno global de desigualdad en el mundo. Esto ha permitido que se vayan construyendo mitos que son aprovechados por los políticos populistas, que están desestabilizando el mundo de nuestros días. Inclusive, los mensajes pastorales del Papa Francisco, asumen que la globalización, el libre mercado y la economía de mercado, han sido perjudiciales a los más pobres, cuando la realidad, como lo demuestran Hans Rosling y Stephen Pinker, entre otros pocos investigadores serios, es todo lo contrario.

La verdad, como hemos explicado anteriormente es que, durante las últimas décadas, en los países emergentes, se ha producido un aumento sustancial del bienestar y la desigualdad se ha reducido dramáticamente. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad (Nuestra visión de futuro debe partir desde la realidad), Las dos caras de la desigualdad en el mundo y Contundente reducción de la desigualdad.

El populismo se vuelve atractivo para las personas cuando existe la percepción de que las instituciones políticas tradicionales no han logrado cumplir la promesa de mejorar su calidad de vida. Esta percepción se amplifica cuando la mayoría ve que una pequeña clase de élite se está haciendo más rica mientras sus ingresos se estancan o aumentan a tasas muy bajas.

Contrariamente a la prédica de los nuevos líderes del populismo, la desigualdad se ha producido en buena medida por la pérdida de empleos manufactureros, que no se debe a la globalización ni al comercio internacional. Según los últimos análisis, la pérdida de empleos se debe hasta en un 80% a la automatización (robots e inteligencia artificial).

Además, si uno quisiera (tal vez) culpar a alguien, sería más lógico culpar a China (que están haciéndolo). Donald Trump ya inició la imposición de acciones comerciales y regulatorias que, lamentablemente, ha iniciado una ‘guerra comercial’. La disculpa es justamente China, el éxito de China y sus impactos, reales y aparentes, en la economía de EEUU.

Esperamos que pronto disminuya el aprovechamiento político y mediático de un tema tan sensible como la desigualdad y, por supuesto, la peligrosa ola populista, que ya ha afectado la política de países muy importantes para la salud de la economía global.

“¿Han notado que siempre llaman ‘élite’ a los otros? ¡La Élite! ¿Por qué son élite? Yo tengo un mucho mejor departamento que ellos.
Soy más listo que ellos. Soy más rico que ellos. Yo soy presidente, y ellos no”. 

Cómo podemos ver, Trump, uno de los tres autócratas que gobiernan los países más grandes (Putin, Xi Jinping y Trump), sigue aprovechando el descontento de los estadounidenses y presentándose como una combinación de facista y populista. Veamos una publicación de Project Syndicate, que es muy representativa del ambiente político actual. Lampadia

Furia en los Estados Unidos

Andrew Sheng, Xiao Geng
Project Syndicate
25 de junio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Muchos culpan a la extrema derecha de la rebelión populista de hoy en el mundo occidental, la cual ha ganado votos al afirmar que está respondiendo a las quejas de la clase trabajadora, mientras aviva el miedo y promueve la polarización. Pero, al culpar a los líderes que han aprovechado la ira popular, muchos pasan por alto el poder de esa ira en sí, ahora dirigida a las élites cuya riqueza se ha disparado en los últimos 30 años, mientras que la de las clases media y trabajadora ha permanecido estancada.

Dos análisis recientes llegan al corazón de los problemas en juego, particularmente en Estados Unidos, pero también en el resto del mundo. En su nuevo libro, Tailspin, el periodista Steven Brill argumenta que las instituciones de Estados Unidos ya no son aptas para su propósito, ya que protegen solo a unos pocos y dejan al resto vulnerable al comportamiento predatorio en nombre del libre mercado. Según Brill, este es un resultado de la meritocracia de EEUU: los mejores y más brillantes tuvieron la oportunidad de escalar a la cima, pero luego se llevaron la escalera al capturar las instituciones democráticas y las utilizaron para atrincherarse privilegios especiales para ellos.

El autor Matthew Stewart está de acuerdo, argumentando que “la clase meritocrática ha dominado el viejo truco de consolidar la riqueza y pasar el privilegio a expensas de los hijos de otras personas”. Stewart muestra que, a mediados de la década de 1980, la participación de la riqueza estadounidense mantenida por el 90% más pobre de la población alcanzó un máximo del 35%; tres décadas más tarde, poseían solo el 20%, y casi todo lo que perdieron iba al primer 0.1% de la población. El 9.9% entre estos dos grupos – lo que Stewart llama la “nueva aristocracia estadounidense” – comprende lo que solía llamarse la clase media. En 1963, el 90% habría tenido que aumentar su riqueza seis veces para alcanzar el nivel del 9.9%; para el 2010, necesitarían 25 veces su riqueza para alcanzar ese nivel.

Gran parte de la población de EEUU está trabajando más que nunca, pero ha sufrido un descenso en los niveles de vida, agravada por los altos niveles de deuda de los hogares y, en muchos casos, la falta de seguro de salud. El 10% superior tiene fácil acceso a la educación superior que les permitirá a sus hijos tener los mismos privilegios que ellos; el 90% más bajo debe trabajar mucho más duro para cubrir los altos costos y, por lo general, se gradúa con una fuerte carga de deuda. El 10% superior recibe atención médica de primer nivel; el 90% más bajo a menudo no tiene acceso a ello, o debe pagar un precio excepcionalmente alto.

Se supone que los impuestos nivelan el campo de juego. Pero, desde hace tiempo en EEUU, los republicanos presionan para que bajen los impuestos a los ricos, argumentando que la reducción de las tasas impositivas marginales promoverá la inversión, el empleo y el crecimiento económico, lo que hará que la riqueza “gotee” hacia el resto de la sociedad. De hecho, los recortes de impuestos para los ricos simplemente afianzan aún más sus ventajas, lo que agrava la desigualdad.

Para empeorar las cosas, los pobres pagan más impuestos indirectos (en tierra, bienes raíces y bienes de consumo), y el 20% más pobre de la población estadounidense paga más del doble de lo que paga el 1% superior en impuestos estatales. A esto se suman los desafíos planteados por la automatización y la robotización, por no mencionar los desastres naturales cada vez más frecuentes e intensos, y no es difícil ver por qué tanta gente está tan furiosa.

Según Stewart, el 9.9% es “el personal que maneja la máquina que canaliza los recursos del 90% al 0.1%”, tomando alegremente su “parte del botín”. Pero la desigualdad que genera esta máquina puede tener serias consecuencias, ya que estimula el descontento social y, como estamos viendo hoy en los Estados Unidos, una política errática. Como argumenta el historiador austríaco Walter Scheidel, la desigualdad históricamente ha sido contrarrestada a través de la guerra, la revolución, el colapso del Estado o desastres naturales.

Evitar un evento tan dramático requeriría que el 10% hiciera un trabajo mucho mejor al avanzar los intereses del 90%, en términos de ingresos, riqueza, bienestar y oportunidades. Sin embargo, una combinación de miopía económica y polarización política ha llevado a muchos a tratar de desviar la ira popular hacia los inmigrantes, China y el comercio (incluso con aliados cercanos). Como resultado, todo el mundo está atrapado en una creciente guerra proteccionista que nadie ganará.

Es cierto que, históricamente, las contradicciones y desequilibrios internos a menudo han llevado al conflicto interestatal. Pero eso no es inevitable. Más bien, el resultado depende de la calidad del liderazgo. En Estados Unidos, por ejemplo, George Washington, Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt lograron fortalecer su país porque reconocieron la necesidad de abordar las divisiones internas a la luz de los valores centrales, la posición global y los objetivos a largo plazo de Estados Unidos.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha abusado de la ira popular para promover sus propios intereses. Pero él no creó esa ira; las élites estadounidenses han pasado décadas haciendo eso, creando las condiciones para que surja una figura como Trump. Ahora que Trump está a cargo, las condiciones del 90% se deteriorarán aún más. Su enfoque del comercio, en particular, no solo no ayudará a las personas que pretende representar; también destruirá el sentido de equidad y administración que históricamente ha unido a las masas con sus líderes.

Culpar a los de afuera es políticamente conveniente. Pero la única forma de “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande” es abordando sus injusticias internas. Ningún arancel de importación o muro fronterizo puede hacer eso. Lampadia