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Modelo Exitoso e Instituciones Fallidas

Modelo Exitoso e Instituciones Fallidas

Ahora que la economía dejó de crecer, debilitando la disminución de la pobreza y la desigualdad, la izquierda tradicional acusa al “modelo económico” de nuestras debilidades institucionales. Este, que hasta el 2013 mostró resultados espectaculares en términos de desarrollo económico y social (ver en Lampadia: Las Cifras de la Prosperidad).

Varios académicos, periodistas y analistas caen en lo mismo. Por ejemplo, Eduardo Dargent (La República, 4 de abril, “Carranza y las instituciones”), afirma que el ex Ministro Carranza: “Rechaza que sea el modelo económico el que esté mostrando sus limitaciones. (…) El problema es el gobierno. ¿Por qué? Porque este gobierno ‘cambió el modelo de crecimiento que tenía el Perú’”.

Indica,además, que: “Carranza nos ilustra sobre el estancamiento: (i) ausencia del Estado para preservar los derechos de propiedad y efectividad de los contratos, (ii) desconfianza de la población en la efectividad del Estado para defenderlos de potenciales daños medioambientales y garantizar la dotación de agua y (iii) falta de capacidad del Estado para usar bien los impuestos, mejorando las condiciones de vida de la población por buenos servicios y no por gasto asistencial es fundamental para reducir la desigualdad de manera permanente”.

Y concluye: “¿Heredadas de quién? (…) La verdad [dice Dargent] yo veo mucha mas continuidad que cambio y si, más bien, creo que los arquitectos del modelo harían bien en evaluar en que medida no ha servido para atacar esta debilidad institucional diagnosticada”.

Estas acusaciones nos permiten evaluar el “porque” del divorcio entre economía e instituciones.

Veamos:

1. A 1990 llegamos en “artículo mortis”, destruidas la economía y las instituciones.

2. La verdadera Gran Transformación del Perú se inició en 1993, cuando adoptamos una Constitución más moderna que nos permitió llevar al país al mundo global, abrir las puertas de la inversión privada y liberar la capacidad de los peruanos para construir su propio futuro. Este proceso se produjo sin un plan específico y sin el liderazgo de nuestros gobiernos ni de nuestra clase dirigente. Fue una suerte de “accidente”.

3. Ninguno de los gobiernos, desde el segundo de Fujimori, Paniagua, Toledo y García (2), lideraron conscientemente la revolución económica y social que transformó el país y nunca emprendieron las reformas institucionales que debieron ser parte del proceso.

4. No hay modelo de crecimiento económico sostenible que deje en segundo plano, o ignore el avance institucional.

5. Nuestro modelo requiere: Estado de Derecho (protección de los derechos de propiedad e imperio de la Ley), un mejor Sistema Político (con Partidos Políticos representativos), un buen Sistema Judicial y una Policía efectiva y correcta, así como un Estado Meritocrático.

6. Esto no se hizo, pero no por carencias del modelo económico, sino por la falta de visión e incompetencia de la clase política. El sector privado tuvo las condiciones para recuperar la economía, pero los sucesivos gobiernos jamás emprendieron la reforma institucional.

7. El segundo gobierno de Fujimori no entendió el nuevo marco institucional de la Constitución del 93. El 96 paró las reformas. Cayó en un neo-populismo electorero y una corrupción desenfrenada, además de generar una innecesaria recesión (1998) que desdibujó buena parte de los logros de su gobierno.

8. El gobierno de Paniagua (víctima de circunstancias políticas extremas) no fue capaz de dibujar un nuevo marco institucional. Nos atascamos en el pantano de la revancha y el resentimiento. Además, abrió la posibilidad de retornar a la nefasta Constitución del 79. Ver en Lampadia: La Constitución del 79 consolidó el empobrecimiento general de los peruanos – Quieren bajarle la llanta a la prosperidad.

9. Toledo heredó el final de la recesión del 98. La del “corte de la cadena de pagos”, que desató el Ministro Baca Campodónico.

Posteriormente Toledo, gracias a sus buenos ministros, se montó en la ola del aumento del precio de los commodities que iniciaron el ciclo de abundancia que vivimos hasta hace poco. Por otro lado,  inició una regionalización apurada que desarticuló la estructura del Estado y siguió coqueteando con la Constitución del 79.

Felizmente, con algunos de sus ministros y un buen grupo de empresarios modernos, cerramos el TLC con los EEUU, que consolidó el proceso de inserción de nuestra economía al mundo global.

10. El Presidente García llegó al gobierno acusando a Lourdes Flores de ser la “candidata de los ricos” y amenazando con revisar el TLC con EEUU. Felizmente, las circunstancias de la economía global: altos precios de los commodities, abundante financiamiento internacional, crecimiento espectacular de la inversión privada (mayormente en provincias) y la polarización política con Hugo Chávez, permitieron que García apoyara la economía de mercado.

Así profundizamos la integración comercial y se fomentó la inversión privada. Pero, García nunca hizo el balance entre el pasado de estancamiento (del que fue parte importante), y la nueva realidad. No se hicieron, ni se explicaron, las relaciones causa-efecto que trajeron al Perú desde la oscuridad y el desaliento a la explosión de bienestar y confianza del nuevo siglo.

Tampoco se hicieron las reformas políticas e institucionales pendientes, en parte por miedo a la agresiva oposición del humalismo.

Así llegamos al 2011, al gobierno de la “inclusión”, justo después de una década de inclusión jamás soñada. Es cierto que el Presidente Humala tuvo que abandonar su programa radical de gobierno para ser elegido en la segunda vuelta. Para ello juró lealtad a la “Hoja de Ruta”. Pero casi todo su equipo era parte del proyecto radical (felizmente duró poco). Pero,  durante el premierato de Salomón Lerner G. se oficializó el lenguaje anti-minero, perdimos el proyecto de Conga y se paralizó la inversión minera, la locomotora que había jalado el tren de nuestra economía. Además, el Presidente hizo evidente su desconfianza en el sector privado que percoló en toda la administración pública.

El siguiente gráfico demuestra cómo el 2011 se inició la parálisis de nuestra economía:

El resto vino solo, le echamos la culpa a la caída de precios de las exportaciones, cuando pudimos compensar con volumen lo que perdíamos con precios. Después quisimos inventar nuevos motores de crecimiento y nunca más dimos pié con bola.

Este proceso se puede profundizar en los siguientes análisis de Lampadia:

Otra vez La Parada (esta vez en la inversión)

“¡Es el Estado, …estimado!”

El país resbala después de muchos años

El 2014 terminó nuestro ciclo virtuoso de desarrollo – ahora necesitamos
acumen y una agenda de desarrollo efectiva

Des (Grecia) y reflexiones para el Perú

La economía peruana en perspectiva

Visión de Futuro antes que un Acuerdo Nacional

Todo lo expresado demuestra que hasta antes del gobierno de Humala tuvimos un modelo muy exitoso en lo económico y lo social y, que nunca se quiso abordar las reformas institucionales. Mal se puede ahora, culpar al modelo económico por nuestras carencias. Sería muy torpe, ahora,   dejar de hacer lo sí hicimos bien. Lampadia




Chile hace peligrar Alianza del Pacífico

Chile hace peligrar Alianza del Pacífico

La Alianza del Pacífico es una iniciativa de integración regional, que fue promovida por el Estado peruano y que está conformada por cuatro países: Chile, Colombia, México y Perú. Estos se caracterizan por tener las mismas políticas macroeconómicas, haber negociado tratados de libre comercio (TLC) con economías desarrolladas, mantener TLC entre sí, y mirar al Asia-Pacífico. Además, 24 países de América Latina, Europa, Asia y Oceanía se encuentran en calidad de observadores del acuerdo, y Costa Rica y Panamá se encuentran en pleno proceso de incorporación. De esta forma, la Alianza del Pacífico constituye una plataforma de integración económica y comercial que se proyecta al mundo.

Es decir, estos países comparten una misma visión sobre cómo llegar al desarrollo y se encuentran enfocados en conseguirlo promoviendo el crecimiento de sus economías mediante la inversión privada, sin descartar la presencia de estados sólidos. Por eso llama la atención que Chile, con el nuevo gobierno de Bachelet, pretenda abrirle las puertas de la Alianza del Pacífico a Argentina y Brasil. Dos países que tienen una posición absolutamente contraria a la visión de los miembros de la alianza.

En América Latina existen otras iniciativas, más políticas que comerciales, que son cerradas a la globalización. Ejemplos de estos acuerdos son el ALBA, Unasur, Aladi o Mercosur, este último integrado por Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay y Paraguay. En efecto, en Lampadia ya hemos comentado que, a diferencia de la Alianza del Pacífico, el Mercosur constituye básicamente un bloque que defiende posturas políticas y se halla poco interesado en profundizar una agenda comercial de apertura al mundo (Ver: Medias verdades y grandes mentiras).

Por ello, la posible entrada de Brasil y Argentina a la Alianza del Pacífico desnaturalizaría a este bloque económico. Es imposible que la alianza avance “a dos ritmos”, como lo ha planteado Heraldo Muñoz, ministro de Relaciones Exteriores de Chile. Tanto Brasil como Argentina, que son los que lideran el bloque del Mercosur, han dado varias señales en los últimos años de su poca apertura comercial, al proteger sistemáticamente sus mercados para apuntalar sus industrias con medidas que han sido reclamadas ante la Organización Mundial de Comercio (OMC). Por el contrario, los países que conformamos la alianza tenemos las economías más abiertas de la región, y mantenemos políticas económicas que promueven el mercado y la inversión privada.

La semana pasada, José Antonio Meade, secretario de Relaciones Exteriores de México, lanzó un claro mensaje a Brasil al recordarle que la Alianza del Pacíficono es un foro político sino pragmático. Con ello, queda claro que México no dejará que Brasil, cuya agenda se basa en el distanciamiento de EEUU y el proteccionismo, tome eventualmente las riendas de la alianza. Si bien el realismo político nos obliga a mantener una política de buena vecindad con todos, debemos tener claro qué políticas (y socios) son los que nos llevan al desarrollo.

En la actualidad, la Alianza del Pacífico es considerada la octava economía mundial y representa la séptima potencia exportadora del orbe, se estima que en el 2018 se constituirá en el tercer bloque económico del planeta, solo superado por los países que integran el acuerdo Asia-Pacífico (Asean) y los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Por ello, Juan Manuel Santos, recientemente reelegido Presidente de Colombia, ha descrito al bloque como el nuevo “motor del desarrollo y la prosperidad”. A pesar de esto, en nuestro país, la izquierda ha intentado, permanentemente, bajarle la llanta a este acuerdo comercial.

La Alianza del Pacífico construye un orden económico y social en el que la libre iniciativa florece y los países integrantes avanzan hacia el desarrollo. Y cuando eso pasa, todas las aventuras estatistas, como las bolivarianas, quedan descartadas. Como dice Andrés Oppenheimer,en un momento en el que los inversores mundiales desconfían de los mercados emergentes, lo que más le convendría a Chile [y a Perú y a los otros miembros de la Alianza] sería promover la imagen de la Alianza del Pacífico como el dream team de las economías estrellas de Latinoamérica”.




TPP: mirando hacia el Asia y el Pacífico

TPP: mirando hacia el Asia y el Pacífico

El Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Roberto Azevedo, confirmó que los representantes de los países miembros de la OMC no fueron capaces de llegar a un acuerdo para retomar el impulso de un acuerdo comercial global la semana pasada, previo a la cumbre de ministros que se sostendrá la siguiente semana en Bali. Con ello, la OMC acumula más de 12 años de intentos fallidos para relanzar el desarrollo del  sistema comercial multilateral después del fracaso de la ronda de Doha. Frente a esta situación, los países que buscan abrirse al comercio han encontrado alternativas a través de TLCs y acuerdos de integración regional. El Perú, por ejemplo, ya tiene firmados 19 acuerdos comerciales, 2 por por entrar en vigencia (Guatemala y Alianza del Pacífico) y 4 acuerdos en negociación, entre ellos el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), que es el más prometedor. 

El TPP constituye el proceso de negociación plurilateral más grande y ambicioso del mundo entre países pertenecientes a Asia, América y Oceanía. Está siendo desarrollado por doce economías pertenecientes al Foro de Cooperación Económica Asia –Pacífico (APEC) que están aprovechando esta plataforma para construir un acuerdo inclusivo y de alta calidad que sea el soporte para el crecimiento económico, el desarrollo y la generación de empleo de los países miembros. La idea es que este instrumento se convierta en el futuro en la base y el medio para construir una Área de Libre Comercio del Asia Pacífico (FTAAP), por lo cual estará abierto al ingreso de otras economías de APEC y al desarrollo de mecanismos que permitan su flexibilidad y carácter evolutivo.

En la actualidad el acuerdo viene siendo negociado por Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile,  Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam, EEUU, Japón.  Para la economía norteamericana este tratado es estratégico ante la creciente importancia que está cobrando el Asia en la economía mundial y la ineficacia de la OMC para llegar a acuerdos globales. Para el Perú, la negociación del TPP representa una excelente oportunidad para continuar profundizando nuestra agenda de integración comercial y económica, ya que las economías que negocian este acuerdo  representan un mercado potencial de casi 790 millones de habitantes, el 39% del PBI mundial y el 25% del comercio mundial. Más aún, en el 2012 el intercambio comercial del Perú con los países involucrados en la negociación representó el 32.3% del total de exportaciones (equivalente a 28.5 mil millones de dólares), y en todos los casos (con excepción de Vietnam) el PBI per cápita de estas economías es mayor al peruano.

A diferencia de los acuerdos “cerrados” al mundo, como el Mercosur, Unasur o el ALBA, el TPP es un acuerdo de negociación que busca generar apertura mirando hacia la estratégica zona del Asia-Pacífico e incorporando todos los elementos modernos de los TLC, tales como propiedad intelectual, estándares laborales, compras estatales, empresas públicas. Desde que este acuerdo empezó a ser negociado en el año 2010 se han realizado 18 rondas de negociación, y en diciembre se realizará en Singapur la cuarta ronda del presente año.  

El Perú tiene el deber de cuidar sus relaciones comerciales, profundizarlas y promoverlas. Por ello, el TPP constituye una gran oportunidad de cara al futuro para consolidar estratégicamente la presencia del Perú en el Asia-Pacífico, zona de gran importancia para el país, y que brinda un mercado diversificado para el desarrollo de nuevos productos de exportación, el comercio de servicios y la atracción de inversiones, entre otros.




La rebelión del club de los pobres

La rebelión del club de los pobres

Durante la última década, el PBI de África creció un promedio de 5.7% anual, una tasa superior a la alcanzada por Europa (2.5%) y Latinoamérica (3.3%), aunque aun inferior al ritmo alcanzado por los países del Asia (7.9%). Así, en el 2012, la cuarta parte de los países de África registró un crecimiento de 7% o más, evidenciando que esta es una de las regiones que mejor librada ha salido de la turbulencia económica global del periodo 2007-2013, al estar en el camino correcto para lograr alcanzar un PBI de de $2,6 billones antes de 2020. 

Entre las claves del crecimiento económico de África se encuentra la favorable estructura demográfica que poseen. En la última década la población africana aumentó en 200 millones de personas, y actualmente ya supera los mil millones de habitantes. Las proyecciones indican que el aumento será mayor en los próximos años, con una media del 2.2% anual en el periodo 2010-2020. Asimismo, la ONU estima que el continente africano será responsable de más del 40% del crecimiento de la población mundial hasta el año 2030. A este ritmo, en el año 2050 la población de África será de 2.000 millones de habitantes, superando a la India (1.600 millones) y a China (1.400 millones). Para entonces, una de cada cinco personas en el mundo será africana. Pero además de contar con una enorme población, África tiene la media de edad más baja en el mundo. Mientras en Europa la edad promedio es de 40,1 años y en Asia de 29,2, en el continente africano esta cifra alcanza los 19,7 años, y más de la mitad de la población (500 millones de personas) tiene menos de 20 años. Con esta estructura demográfica, la población en edad de trabajar está creciendo con más rapidez que la del resto del mundo. En el año 2050 se espera que uno de cada cuatro trabajadores en el mundo sea africano.

Otro de los motores que ha impulsado el crecimiento es la alta demanda por recursos naturales de parte de los países asiáticos. África posee el 95% de las reservas mundiales de platino, el 90% de las reservas de cromita, así como la mitad del cobalto mundial y tasas similares en reservas de roca fosfática.  En particular, esta región ha profundizado sus vínculos con China, aumentando el comercio 14 veces en los últimos 10 años. Las empresas chinas, a cambio de los minerales, madera y petróleo, exporta al África maquinaria, textiles, productos químicos, vehículos y productos electrónicos para satisfacer la demanda de una creciente clase media africana.

En efecto, en África se observa el fuerte ascenso de la clase media, estimándose que cerca de 150 millones de jóvenes africanos constituyen nueva clase media desde 1990, y antes de 2015 se habrán sumado otros 40 millones. La clase media africana supone actualmente el 34% de la población total (313 millones de personas), lo que implica que el bienestar no está beneficiando únicamente a unas élites. Este fenómeno ha alterado los patrones de consumo en el África, así en la última década el uso de internet creció en 2.500% comparado con un crecimiento global de cerca del 480%. Solo en Nigeria, el país más poblado de África, el número de usuarios de internet se disparó de 200.000 a 44 millones en el mismo periodo. En el caso de los teléfonos móviles, ha aumentado desde los 15 millones de usuarios en el año 2000 hasta los 500 millones en 2010, un espectacular aumento. En 2015 se espera que sean 800 millones los usuarios de telefonía móvil en África (muchos más que en Europa, por ejemplo). La importancia de este dato radica en que los teléfonos móviles no solo permiten a los africanos comunicarse, sino que también es un medio utilizado para realizar operaciones bancarias, además de ser para muchos el principal medio de acceso a internet y de actualización de la información.

No obstante, a pesar de este favorable panorama, el reto que tienen los países africanos (al igual que el Perú) radica en mejorar sustancialmente sus niveles educativos y sus instituciones, ya que The Economist advirtió que África no podría emular “el milagro asiático” debido a los bajos estándares que presenta en estos rubros. Además, hay problemas como la falta de estabilidad política, ya que sólo siete de más de 54 países tienen elecciones democráticas frecuentemente, lo cual no generaría la confianza suficiente para fomentar inversiones de largo plazo.

Perú no debe perder de vista que entre los diez países que más crecieron la última década, seis son africanos (los otros cuatro, asiáticos). La previsión para este 2013 es que prácticamente todos los países africanos crezcan a ritmos muy superiores a los de Occidente, y de acuerdo al FMI, diez de las veinte economías con mayor potencial de crecimiento hasta 2017 son del África. Ante estas perspectivas, vale la pena repensar nuestra estrategia de integración con esta emergente región para explotar el potencial que significará su mercado.