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Descifrando al Perú – 2

Descifrando al Perú – 2

EDITORIAL DE LAMPADIA

Cumpliendo con nuestra Misión, seguimos contradiciendo las narrativas perversas de las izquierdas retrógradas del Perú, que solo debilitan y empobrecen a los más pobres, que dicen defender.

Misión de Lampadia

o Defender la economía de mercado, la inversión privada, el 
   desarrollo y la modernidad.

o Promover el Estado de Derecho, un sistema judicial eficiente y
   la meritocracia para los funcionarios públicos.

En el Perú, las izquierdas promueven el pos-extractivismo y el ‘buen vivir’: producir lo menos posible, solo lo indispensable, no exportar alimentos y alejarse del mundo. Una visión enferma que pretende condenarnos a la pobreza eterna. Eso sí, sus dirigencias se convertirían en los padres de la patria y distribuidores del favor público.

En junio pasado publicamos en Lampadia: La prosperidad sin precedentes del Perú, reproduciendo el trabajo de Iván Alonso e Ian Vásquez, del CATO INSTITUTE, que en 38 gráficos:

“Demuestran una notable mejoría del bienestar en amplios sectores de la población. La prosperidad ha aumentado, la desigualdad ha caído y los pobres han visto elevar su nivel de vida. Y, a diferencia de otros episodios de crecimiento en la historia del Perú, el progreso no ha estado limitado geográficamente; más bien, el sector rural, tanto como el sector urbano, se ha beneficiado, como lo ha hecho la mayor parte del interior del país, además de Lima y las ciudades de la costa”.

La semana pasada publicamos los cuadros referidos al tema de ‘ingresos y pobreza’. Ver en Lampadia: Descifrando el Perú.

Hoy publicamos nuestro infomercial sobre la ‘salud’.

Lampadia




El Congreso ha incrementado el gasto público en 6% del PBI

El Congreso ha incrementado el gasto público en 6% del PBI

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Insistimos en que los candidatos presidenciales no parecen haber tomado conciencia de que si llegan al poder no podrán manejar un Estado que se habrá vuelto inviable debido a las leyes que ha aprobado este congreso, que lo han vuelto estructuralmente desfinanciado.

En el siguiente cuadro hemos valorizado el costo de dichas leyes. Como vemos, asciende a casi 6% del PBI de gasto permanente, sin contar la ley de devolución de fondos de la ONP, en la esperanza de que sea declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional y considerando que se trataría de un gasto por una sola vez. Pero si agregamos ese costo, estaríamos hablando de 8.27% del PBI,

Un incremento del gasto público del orden del 6% del PBI equivale a poco menos de la mitad de la recaudación anual. El déficit fiscal sería como mínimo de ese tamaño. En realidad sería mayor, porque ya tenemos un déficit y más aún porque, del lado de los ingresos, se han aprobado leyes que los reducirán, porque afectan el crecimiento de la economía. Estamos hablando de la reciente ley agraria que frenará el crecimiento de las agroexportaciones, de la ley de topes a las tasas de interés que dejará sin crédito a millones de micro y pequeños empresarios, anulando esa fuente de crecimiento, y de las leyes que merman los fondos privados de pensiones, que reducen el ahorro nacional disponible para financiar proyectos públicos y privados. 

Con bastante más gasto de un lado, y con menos ingresos de otro, nuestro Estado colapsa. Se vuelve inviable. Queda estructuralmente desfinanciado. El próximo presidente no podrá gobernar. El malestar social alcanzará límites intolerables. Lampadia




Se generan importantes daños y desigualdad

Se generan importantes daños y desigualdad

Los daños sociales de la cuarentena se multiplican en distintos frentes. La paralización de las actividades productivas genera pérdidas de ingresos, empleos y quiebras de empresas. Sobre esto se han publicado muchos comentarios y se han dado distintas normas para, supuestamente, contrarrestar sus impactos. Pero hay otro frente muy delicado, sobre el cual debemos tomar mayor cuidado, el cierre de las escuelas.

Según The Economist, ver artículo líneas abajo, las interrupciones de la asistencia a las escuelas, así sean de corta duración, causan mucho daño y aumentan la desigualdad.

En el caso del Perú, por el cierre decretado a raíz del coronavirus, el daño es mucho mayor al reportado para los países más ricos. Especialmente por la falta de facilidades de comunicación de millones de niños, especialmente los más pobres. Pero no solo ellos, ¿cuántas familias de mayores ingresos pueden dar una computadora o una tablet a cada uno de sus hijos, si tienen familias grandes? O ¿una ambiente adecuado para el estudio para cada hijo?

Aparte de las limitaciones técnicas de equipos y comunicación, está el tema de los espacios pequeños de gran cantidad de familias y los problemas psicológicos que causa el encierro.

Debemos pues considerar el riesgo de muchos daños, y especialmente un incremento sustancial de la desigualdad entre nuestros niños.

El Ministerio de Educación habla con mucha ligereza sobre la posibilidad de mantener el cierre de las escuelas todo el resto del año. En Lampadia pensamos que hay que hacer los mayores esfuerzos posibles para reabrir los colegios cuanto antes y no hay que desmayar en el mismo.

¡Hay que abrir las escuelas apenas sea posible!

No más lápices, no más libros
El cierre de escuelas para covid-19 hace daño de por vida y amplía la desigualdad

Las escuelas primarias en particular son vitales para la movilidad social.

The Economist
27 abr 2020

Traducido y glosado por
 Lampadia

EN LAS CALLES de Amsterdam, los niños pasan las “vacaciones de la corona” zumbando en scooters; sus pares en París están mayormente atrapados en casa con videojuegos; los de Dakar cuidan de hermanos menores. El único lugar donde no están es en la escuela. Según la UNESCO, una agencia de la ONU, más de las tres cuartas partes de los aproximadamente 1.500 millones de escolares del mundo están actualmente sin escolarizar. En la mayoría de China y en Corea del Sur no han oscurecido las puertas de las escuelas desde enero. En Malta y California han aprendido que no regresarán antes de septiembre. Este cierre global de las puertas de la escuela no tiene precedentes en cuanto a alcance, duración y posibles consecuencias.

Las escuelas siempre se han esforzado por permanecer abiertas durante guerras, hambrunas e incluso tormentas. Su cierre prolongado es costoso. Más inmediatamente se interpone en el camino de la productividad de los padres. Más preocupante es el daño a largo plazo causado a los niños y sus perspectivas. Los cierres obstaculizan el aprendizaje y el desarrollo de todos los niños. Ninguna cantidad de crianza en helicóptero puede compensar la influencia de los compañeros y los planes de lecciones reflexivos.

Los cierres afectan especialmente a los más pobres y a los más pequeños. A los menos propensos a tener acceso a tres comidas al día, una computadora con acceso a Internet, padres altamente educados, un maestro disponible y un espacio tranquilo y seguro para estudiar les irá peor. Y si el aprendizaje de los niños de ocho años se detiene hasta el otoño, como lo hará para algunos, podrían perder el logro en matemáticas de casi un año, según las primeras estimaciones. Sin intervenciones, los efectos podrían durar toda la vida.

Por estas razones, Singapur en 2003 redujo sus vacaciones de junio de un mes en dos semanas para compensar una quincena de cierres escolares durante la epidemia de SARS. Incluso las interrupciones cortas perjudican el rendimiento. En Estados Unidos, los alumnos de tercer grado afectados por cierres relacionados con el clima tienen un rendimiento inferior en los exámenes de evaluación estatales. Los estudiantes belgas de habla francesa afectados por una huelga de docentes de dos meses en 1990 tenían más probabilidades de repetir una calificación, y menos probabilidades de completar la educación superior, que estudiantes similares de habla flamenca no afectados por la huelga.

Los africanos occidentales recuerdan fácilmente la devastación causada por paradas más largas. Los escolares mayores de hoy todavía recordarán cómo el cierre prolongado de las escuelas durante el brote de Ébola en 2014 condujo a un aumento en los embarazos adolescentes no planificados y en el abandono escolar relacionado. Las dificultades que enfrentan los escolares de hoy en el mundo rico (el enfoque de este artículo) pueden parecer triviales en comparación. De hecho, ellos también son serios y les cambian la vida.

El mundo rico no tiene precedentes modernos, pero un artículo de 2017 de Keith Meyers, de la Universidad del Sur de Dinamarca, y Melissa Thomasson, de la Universidad de Miami, sobre una epidemia de polio en 1916 en Estados Unidos, dejó en claro la lección: cerrar las escuelas perjudica las perspectivas de los niños. Los más jóvenes abandonan la escuela con logros más bajos que las cohortes anteriores y los mayores tienen más probabilidades de abandonar por completo.

Por supuesto, en 1916 no hubo videoconferencia. Hoy en día, casi nueve de cada diez países ricos afectados ofrecen algún tipo de aprendizaje a distancia (en comparación con solo uno de cada cuatro países pobres. Pero esto también puede servir para resaltar las desigualdades. En Gran Bretaña, más de la mitad de los alumnos de las escuelas privadas participan diariamente en línea En las primeras semanas del cierre, algunas escuelas estadounidenses informaron que más de un tercio de sus alumnos ni siquiera habían ingresado a la escuela, de acuerdo con Sutton Trust, una organización benéfica. sistema, y ​​mucho menos asistieron a clases. Mientras tanto, las escuelas de élite informan de una asistencia casi completa y los ricos han contratado maestros como tutores privados a tiempo completo.

Ashley Farris, maestra de inglés en la escuela secundaria KIPP en Denver, Colorado, dice que varios de “sus” hijos son estudiantes virtuales. Su escuela trabajó duro para que los estudiantes tengan computadoras y acceso wifi, pero la brecha digital es solo una parte de la historia. Algunos han tenido que conseguir trabajo para compensar los salarios que sus padres han perdido. Otros deben cuidar a los hermanos menores.

Durante el siglo pasado, a medida que la asistencia global a las escuelas primarias aumentó del 40% al 90%, las escuelas han sido motores de movilidad social. Los cierres en Gran Bretaña podrían aumentar la brecha en el rendimiento escolar entre los niños en las comidas escolares (un proxy para la desventaja económica) y los que no están en las comidas escolares, teme Becky Francis, de la Fundación Education Endowment, otra organización benéfica. Durante la última década, la brecha, medida por las calificaciones en las pruebas, se ha reducido en aproximadamente un 10%, pero cree que el cierre de las escuelas podría, al menos, revertir este progreso. Crecen los temores de que la “diapositiva de aprendizaje de verano”, que ve el conocimiento perdido durante las vacaciones de verano, se convertirá en una avalancha para algunos. Al menos durante el verano, los maestros no están disponibles para nadie. En el bloqueo actual, algunos estudiantes aún pueden calmar su sed de educación no solo con padres altamente educados sino también con maestros; otros no tendrán acceso a ninguno.

Algunos países están mejor posicionados que otros para soportar tales presiones. La escala de las desigualdades preexistentes será especialmente importante. En lugares como Dinamarca, Eslovenia y Suecia, la gran mayoría (95%) de los jóvenes de 15 años tienen acceso a una computadora en el hogar, independientemente de sus antecedentes familiares. En Estados Unidos eso es cierto para prácticamente todos los estudiantes en el cuartil más rico, pero solo tres de cada cuatro de los más pobres. En México es 94% y 29% respectivamente. Para empeorar las cosas, los niños más pobres tienden a tener más hermanos con los que discutir sobre el uso de los dispositivos que hay.

Finlandia comenzó el aprendizaje a distancia solo cuando estaba convencido de que casi todos los niños podrían participar. Corea del Sur extendió sus vacaciones escolares para preparar maestros y distribuir dispositivos donde sea necesario. “Para mi escuela de 1,000 estudiantes, solo 13 tomaron prestadas tabletas porque tenían varios hermanos en su casa”, dice Hyunsu Hwang, maestra de inglés en Inmyung Girls High School, en Incheon. Los maestros ahora usan una combinación de clases interactivas en tiempo real, material pregrabado y clases digitales basadas en tareas. Cuando las escuelas comenzaron a reabrir el 9 de abril, la asistencia oficial fue del 98%.

También es importante qué tan acostumbrados están los estudiantes a tener sus propios proyectos, dice Andreas Schleicher, de la OCDE, un club de países ricos. “El problema real es que si un maestro te ha alimentado con una cuchara todos los días y ahora te dicen que vayas solo, ¿qué te motivará?” En Estonia y Japón, la mayoría de los estudiantes están acostumbrados a “actividades autorreguladas”, y en todos los países de la OCDE, la proporción es de casi el 40%. Pero en países como Francia, Italia y España, tal autonomía es rara.

Quizás el factor más importante para exacerbar la desigualdad en las circunstancias de hoy es la brecha de los padres. En una encuesta reciente realizada por Sutton Trust, casi la mitad de los padres británicos en profesiones de clase media dijeron que confiaban en la educación en el hogar, en comparación con poco más de un tercio de los padres de la clase trabajadora.

Desde la década de 1970, los padres con educación universitaria en el mundo rico han aumentado drásticamente el tiempo que pasan con sus hijos, incluso en la tarea. A medida que los padres más educados pueden dedicar más tiempo a sus hijos que las familias menos educadas, la “brecha de logros” se amplía, especialmente durante la primera infancia. Ha crecido especialmente rápido en países muy desiguales como Estados Unidos. Sin embargo, irónicamente, las escuelas primarias en países escandinavos más igualitarios están reabriendo, mientras que en lugares como Estados Unidos y Gran Bretaña, sus alumnos se quedan con sus propios dispositivos en casa. “Algunos niños de cinco años irán a la escuela en casa con los padres, mientras que otros se quedarán jugando videojuegos”, dice Natalie Perera, del Instituto de Política Educativa, un grupo de investigación con sede en Londres.

Sin embargo, incluso en países más igualitarios, el dolor no se extiende por igual. En la escuela primaria Alan Turing en Amsterdam, rápidamente se hizo evidente que 28 de sus 190 alumnos no podían participar en clases en línea. La escuela ahora abre sus puertas para 15 de este grupo tres mañanas a la semana y ha encontrado otras formas de ayudar a los 13 restantes, como obtener asistencia de sus vecinos. “Al principio parecía que estábamos haciendo algo ilegal”, dice Eva Naaijkens, la directora, “pero ¿cómo puede aceptar una situación en la que varios niños simplemente abandonan?” Ella pide realismo, estimando que sus maestros pueden impartir quizás el 40% de la educación que normalmente harían.

Eso coincide aproximadamente con los supuestos que los investigadores en Noruega han hecho para estimar los costos de los cierres de la economía. Un cálculo “conservador” realizado por Statistics Norway estima que las paradas educativas del país, desde guarderías hasta escuelas secundarias, le cuestan a su economía 1.700 millones de coronas (161,6 millones de dólares) por día. La mayor parte de eso es la estimación de los ingresos futuros perdidos de los escolares de hoy, quienes, suponen, están aprendiendo aproximadamente la mitad de lo que normalmente harían, y por lo tanto están sufriendo una reducción en su “capital humano”. El resto se pierde la productividad parental hoy.

Otra forma de estimar la magnitud de las pérdidas de aprendizaje, y las brechas, ahora emergentes, es profundizar en los datos de pérdida de aprendizaje de verano. Durante las vacaciones, los niños pequeños en Estados Unidos normalmente pierden entre el 20% y el 50% de las habilidades que adquirieron durante el año escolar. Este es un problema global pero más estudiado en Estados Unidos debido a sus largas vacaciones de verano. Matthias Doepke, de la Northwestern University, estima que para fines de este verano el considerable grupo de niños estadounidenses cuya pérdida de aprendizaje comenzó cuando cerraron las escuelas podría haber perdido hasta el logro de un año. Dado que cada año de educación se asocia con un aumento en las ganancias anuales de aproximadamente el 10%, las consecuencias para esos niños se vuelven claras. “Me temo que veremos más desigualdad y menos movilidad social si no se hace nada”, agrega.

Los cierres también perjudicarán desproporcionadamente a los escolares más pequeños. “Puedes compensar las matemáticas perdidas con la escuela de verano. Pero no se puede hacer eso fácilmente con las cosas que los niños aprenden desde muy pequeños “, dice Doepke. Las habilidades sociales y emocionales como el pensamiento crítico, la perseverancia y el autocontrol son predictores de todo tipo de cosas, desde el rendimiento académico y el empleo hasta los resultados de salud y la probabilidad de terminar en la cárcel. Y mientras que los niños mayores pueden ser colocados frente a una computadora, los más pequeños aprenden mucho más cuando el aprendizaje digital, ya sea leyendo un libro electrónico o viendo un video, es supervisado por un adulto.

La escuela primaria normalmente ofrece una oportunidad crucial para que las brechas que surgieron en el desarrollo de los primeros años comiencen a reducirse o, al menos, a detenerse. Esa oportunidad ahora está perdida. Para tener una idea del costo para los niños pequeños más desafortunados, considere el proyecto preescolar Perry de la década de 1960, un estudio realizado en Ypsilanti, Michigan, que encontró que un grupo de control de niños pequeños de entornos desfavorecidos que no asistieron al preescolar sufrió consecuencias de por vida.

Otra preocupación es que las brechas de lectura se ampliarán. La espiral descendente que viene con las dificultades iniciales de lectura está bien establecida: cuando los niños, por cualquier razón, se retrasan, pueden desmotivarse y leer aún menos, quedando aún más atrás. Los lectores pobres tienen menos probabilidades de graduarse de la escuela secundaria y tienen un mayor riesgo de terminar en una prisión juvenil. A Ola Ozernov-Palchik, de Harvard, le preocupa que tales brechas crezcan a medida que los niños se sientan en casa en circunstancias muy diversas. “Sin una intervención adecuada, tales diferencias se vuelven más pronunciadas y cada vez más insalvables en todo el desarrollo”.

El otro grupo en el que centrarse son aquellos que se enfrentan a exámenes críticos, lo que podría tener un gran impacto en los resultados de por vida. Alemania está reabriendo escuelas para estudiantes de secundaria de último año que se someten a exámenes en mayo y junio. China ha pospuesto su examen Leaving Certificate (gaokao) hasta julio; Corea del Sur ha trasladado sus exámenes de ingreso a la universidad a diciembre. Varios otros países, incluidos Gran Bretaña y Francia, han cancelado por completo los exámenes de este año. Las calificaciones son en parte decididas por las predicciones de los maestros sobre cómo podría haberse desempeñado un estudiante. Esto alimenta aún más los temores sobre la desigualdad, ya que algunos expertos temen que los maestros discriminen inconscientemente a los niños menos privilegiados y les otorguen calificaciones injustamente bajas.

Además de permitir que los estudiantes de la escuela secundaria de último año que se enfrentan a los exámenes reanuden las clases, Dinamarca también reabrió guarderías y escuelas primarias. La decisión de dar prioridad a los muy pequeños se debió tanto a la comprensión de cuán crucial es esta etapa temprana de aprendizaje, como a la carga de cuidado infantil y la percepción de que el riesgo de que los niños pequeños contraigan o propaguen el virus es bajo. En todo el mundo, muchos padres esperarán que las escuelas de sus hijos también puedan volver a abrir de manera segura pronto. En cuanto a los niños, pueden tener sentimientos encontrados. Pero para el futuro bienestar de aquellos que recorren las calles de Ámsterdam, es una noticia inequívocamente buena que las escuelas primarias holandesas reabrirán parcialmente el 11 de mayo. Lampadia




¿Por qué seguimos atrasados en educación?

En los últimos años hemos recaído, hemos vuelto a poner trabas a la producción, tenemos que restablecer la libertad económica para que nuestros maestros y servidores públicos tengan mejores sueldos, más capacitación, más tecnología y así más peruanos tengan acceso a un derecho fundamental: Educación de Calidad.

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¿La desigualdad ha aumentado en los países ricos?

¿La desigualdad ha aumentado en los países ricos?

La desigualdad se ha tornado un tema recurrente en la clase política de los países desarrollados en los últimos años desde que el discurso antiglobalización empezó a calar en el electorado de importantes países de Occidente como EEUU con el ascenso de Trump y la misma UE con el surgimiento de las derechas euroescépticas y la persistencia de las izquierdas más radicales.

Así se empezó a cimentar un discurso, que no necesariamente se condecía con la evidencia (ver Lampadia: Trampa ideológica, política y académica), de que el libre comercio y la libre movilidad de personas había introducido grandes desigualdades tanto en los ingresos como de la riqueza al interior de estos países y que era necesario que el Estado redistribuya al respecto para no volver insostenible al sistema.

Hoy en día esta narrativa se ha importado también a América Latina, pero conceptualizando a otro enemigo que ni sus detractores  saben a ciencia cierta qué es lo que significa: el neoliberalismo. Tal ha sido la penetración de dicho discurso que ha llegado a levantar a las masas a acciones sumamente violentas que involucran la destrucción de infraestructura privada, como es el caso de Chile.

Pero, ¿qué tan cierta es esa premisa de que la desigualdad económica en los países ricos se ha incrementado en los últimos 30 años, que es cuando se empezaron a visualizar plenamente las reformas de mercado implementadas en el mundo occidental?

Un reciente artículo publicado por The Economist y que compartimos líneas abajo brinda evidencia sobre la veracidad de ciertos mitos o pilares sobre los cuales se erige ese argumento, analizando datos de EEUU, pero con limitada evidencia para el caso de la UE.

Como se puede desprender de este análisis, la evidencia no es concluyente respecto a que haya habido una alta concentración de riqueza en determinados grupos sociales como que tampoco es cierto que las clases medias no hayan experimentado un notable crecimiento  de sus ingresos en las últimas décadas. Esto reconfirma también la tesis que sostuvimos en Lampadia: Cuidado en el manejo de las cifras, de que en realidad los ingresos de que realizando ciertos ajustes a los ingresos familiares promedio en EEUU tomando en cuenta el tamaño de los hogares, las transferencias e impuestos, se tiene que dichos ingresos aumentaron en un 51% entre 1979 y 2014.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Asimismo, el artículo incide en que los otros tipos de desigualdades como las de servicios públicos, no han sido producto tampoco de un capitalismo que no funciona sino de una mala provisión de recursos púbicos que provee el Estado en los campos de la salud y la educación, por ejemplo.

Es imperativo que este tipo de análisis se difundan con mayor frecuencia para rebatir la justificación que dan ciertos grupos políticos para generar mayor redistribución del ingreso, lo cual implica necesariamente mayor inserción del Estado en la vida económica de las personas, a través de la mayor carga impositiva. Lampadia

Igualitarismo
La desigualdad podría ser menor de lo que piensas

Pero hay mucho por hacer para que las economías sean más justas

The Economist
28 de noviembre, 2019
Traducido y comentado por Lampadia

Incluso en un mundo de polarización, noticias falsas y redes sociales, algunas creencias siguen siendo universales y centrales en la política actual. Ninguna es más influyente que la idea de que la desigualdad ha aumentado en el mundo rico. La gente lo lee en los periódicos, lo escuchan sus políticos y lo sienten en su vida cotidiana. Esta creencia motiva a los populistas, quienes dicen que las élites metropolitanas egoístas han alejado la oportunidad de la gente común. Ha brindado ayuda a la izquierda, que propone formas cada vez más radicales de redistribuir la riqueza. Y ha causado alarma entre los empresarios, muchos de los cuales ahora afirman perseguir un propósito social superior, para que no se les vea suscribirse a un modelo de capitalismo que todos saben que ha fallado.

En muchos sentidos, el fracaso es real. Las oportunidades son restringidas. El costo de la educación universitaria en EEUU se ha disparado más allá del alcance de muchas familias. En todo el mundo rico, a medida que los alquileres y los precios de las viviendas se han disparado, se ha vuelto más difícil permitirse el lujo de vivir en las ciudades exitosas que contienen la mayor cantidad de empleos. Mientras tanto, la oxidación de las viejas industrias ha concentrado la pobreza en ciudades y pueblos particulares, creando focos de privación muy visibles. Según algunas medidas, las desigualdades en salud y esperanza de vida están empeorando.

Sin embargo, precisamente porque la idea de la desigualdad creciente se ha convertido en una creencia casi universal, recibe muy poco escrutinio. Eso es un error, porque los cuatro pilares empíricos sobre los que descansa el templo, que no se trata de vivienda o geografía, sino de ingresos y riqueza, no son tan firmes como podría pensarse. Estos cuatro pilares están siendo sacudidos por una nueva investigación.

Considere, en primer lugar, la afirmación de que el 1% superior de los trabajadores se ha separado de todos los demás en las últimas décadas, que se apoderó después del movimiento “Occupy Wall Street” en 2011. Esto siempre fue difícil de probar fuera de EEUU. En Gran Bretaña, la proporción del ingreso del 1% superior no es mayor que a mediados de la década de 1990, después de ajustar los impuestos y las transferencias gubernamentales. E incluso en EEUU, los datos oficiales sugieren que la misma medida aumentó hasta 2000 y desde entonces ha sido volátil en torno a una tendencia plana. Se olvida fácilmente que EEUU ha implementado varias políticas en las últimas décadas que han reducido la desigualdad, como la expansión de Medicaid, seguro de salud financiado por el gobierno para los pobres, en 2014.

Ahora, algunos economistas han vuelto a analizar las cifras y han concluido que la participación en el ingreso del 1% superior en EEUU puede haber cambiado poco desde 1960. Argumentan que los investigadores anteriores manejaron mal los datos de devolución de impuestos que arrojan estimaciones de desigualdad. Es posible que los resultados anteriores no hayan tenido en cuenta la caída de las tasas de matrimonio entre los pobres, que dividen los ingresos en torno a más hogares, pero no a más personas. Y una mayor parte de las ganancias corporativas puede fluir a las personas de clase media de lo que se había dado cuenta anteriormente, porque poseen acciones a través de fondos de pensiones. En 1960, las cuentas de jubilación poseían solo el 4% de las acciones estadounidenses; para 2015 la cifra era del 50%.

El segundo pilar tambaleante es la afirmación relacionada de que los ingresos y salarios de los hogares se han estancado a largo plazo. Las estimaciones del crecimiento del ingreso medio ajustado por la inflación en EEUU en 1979-2014 van desde una caída del 8% a un aumento del 51%, y los partidarios tienden a elegir una cifra que cuente una historia conveniente. La gran variación refleja las diferencias en cómo se trata la inflación, las transferencias del gobierno y la definición de un hogar, pero las cifras más bajas son difíciles de creer. Si argumenta que los ingresos se han reducido, también debe afirmar que el valor de cuatro décadas de innovación en bienes y servicios, desde teléfonos móviles y transmisión de video hasta estatinas para reducir el colesterol, no ha mejorado la vida de las personas de ingresos medios. Eso simplemente no es creíble.

En tercer lugar, está la noción de que el capital ha triunfado sobre la mano de obra, ya que las empresas despiadadas, propiedad de los ricos, han explotado a sus trabajadores, han trasladado sus empleos a las fábricas extranjeras y automatizadas.

Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que la disminución de la fortuna del trabajo se explica en la mayoría de los países ricos por retornos exorbitantes para los propietarios, no magnates. Despojar a la vivienda y las ganancias de los trabajadores por cuenta propia (que son difíciles de dividir entre el capital y el ingreso laboral), y en la mayoría de los países, la participación laboral no ha disminuido. EEUU desde 2000 es una excepción. Pero eso refleja un fracaso de la regulación, no una falla fundamental en el capitalismo. Los reguladores y tribunales antimonopolio estadounidenses han sido imperdonablemente laxos, permitiendo que algunas industrias se concentren demasiado. Esto ha permitido que algunas empresas saqueen a sus clientes y obtengan ganancias anormalmente altas.

El último pilar es que las desigualdades de riqueza (los activos que posee la gente, menos sus pasivos) se han disparado. Nuevamente, esto siempre ha sido más difícil de probar en Europa que en EEUU. En Dinamarca, uno de los pocos lugares con datos detallados, la participación en la riqueza del 1% superior no ha aumentado en tres décadas. Por el contrario, pocos niegan que los estadounidenses más ricos hayan salido corriendo. Pero incluso aquí, la riqueza es endiabladamente difícil de estimar.

No tan ricas cosechas

La campaña de Elizabeth Warren, una candidata presidencial demócrata, estima que la proporción de riqueza que posee el 0.1% de los estadounidenses más ricos aumentó del 7% en 1978 al 22% en 2012. Pero una estimación reciente plausible sugiere que el aumento es solo la mitad de grande como esta (Para los entendidos, la diferencia radica en el factor por el cual se aumenta la riqueza de los inversores del ingreso de capital que informan al recaudador de impuestos.). Esta imprecisión es un problema para los políticos, incluidos Warren y Bernie Sanders, que quieren impuestos sobre la riqueza, ya que pueden recaudar menos ingresos de lo que esperan.

El hecho de que se hagan afirmaciones dudosas sobre la desigualdad no reduce la urgencia de abordar la injusticia económica. Pero sí exige garantizar que los supuestos en los que se basan las políticas sean precisos. Aquellos, como el Partido Laborista de Gran Bretaña, que favorecen la redistribución radical de los ingresos y la riqueza, deben asegurarse de que la desigualdad sea tan alta como creen que es, especialmente cuando sus políticas conllevan costos impositivos como disuadir la toma de riesgos y la inversión. Según una estimación, el impuesto a la riqueza de Warren dejaría a la economía de EEUU un 2% más pequeña después de una década.

Hasta que se resuelvan estos debates, sería mejor que los formuladores de políticas se apeguen a un terreno más sólido. Los mercados de vivienda del mundo rico están privando a los jóvenes trabajadores de dinero y oportunidades; se necesita más construcción en los lugares que ofrecen empleos atractivos. La economía de EEUU necesita una revolución en la aplicación de las leyes antimonopolio para revitalizar la competencia. E independientemente de las tendencias en la desigualdad, demasiados trabajadores de altos ingresos, incluidos médicos, abogados y banqueros, están protegidos de la competencia mediante regulaciones y licencias innecesarias, y restricciones sin sentido a la inmigración altamente calificada, las cuales deben ser liberadas.

Tal agenda requeriría que los gobiernos asuman nimbys y grupos de presión corporativos. Pero reduciría la desigualdad e impulsaría el crecimiento. Y sus beneficios no dependen de un conjunto de creencias sobre el ingreso y la riqueza que aún podrían resultar erróneas. Lampadia




El empleo ya no es suficiente

Como presentamos en Lampadia: Auge de empleos en países ricos, el desempleo – principal problema económico que aquejaba a los países en el  período de la pos-guerra – se ha extinguido en buena parte de los países desarrollados gracias a los beneficios provistos por la globalización, el libre comercio y el mismo sistema capitalista, durante finales del siglo XX y todo el siglo XXI (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

En este espectro de países, EEUU constituye uno de los casos más emblemáticos dado que en los últimos meses no solo se han observado mínimos históricos en sus tasas de desempleo (ver Lampadia: Economista predice el crecimiento de EEUU) , sino que también se han reflejado notables mejoras en la calidad de sus empleos – en su mayoría, formales – y también en el crecimiento de los ingresos de los menos remunerados (ver Lampadia: EEUU: Crecen salarios de los menos remunerados).

Esta discusión del tema laboral como un problema multidimensional que va más allá de la misma empleabilidad y que integra cuestiones que tienen que ver con la calidad de los empleos, la seguridad social y la movilidad de los ingresos se encuentra muy presente entre los hacedores de política en las economías modernas. En un reciente artículo escrito por Michael Spence, Premio Nobel de Economía 2001, que compartimos líneas abajo, se ahonda en la problemática actual que lidian estos países.

Lo que refleja este nuevo enfoque de ver el empleo, claramente expone como la misma mejora de la calidad de vida ha volcado a los economistas a volverse más sofisticados en su tratamiento de los problemas sociales, buscando siempre constantes progresos en el bienestar.

Y curiosamente este es un enfoque que hace mucha falta en nuestro país, dada la precariedad del empleo existente en nuestros trabajadores – el 73% de la PEA es informal, según el INEI, y el 49% de la PEA con educación superior son subempleados, según el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.

El desempleo coyuntural – producto de la desaceleración del crecimiento – por el que puede estar pasando actualmente la economía peruana no debe desenfocarnos de los problemas estructurales que experimenta su mercado laboral por más de una década, como son la informalidad y la baja productividad. Solo a través de una verdadera reforma laboral, que flexibilice los marcos de contratación y despido (ver Lampadia: La reforma laboral que los peruanos necesitan) se podrá generar un quiebre en pos de la mejora de los trabajadores peruanos. Lampadia

Más allá del desempleo

Project Syndicate
28 de mayo, 2019 
Michael Spence
Glosado por Lampadia

Durante buena parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, la política económica se concentró en el desempleo. Las masivas pérdidas de empleo de la Gran Depresión (que sólo se revirtieron cuando esa guerra, y la deuda inmensa que se acumuló para financiarla, reactivaron el crecimiento económico) tuvieron un impacto duradero en al menos dos generaciones. Pero el empleo es sólo un aspecto del bienestar, y en el mundo actual, no es suficiente.

Las pautas de crecimiento que se dieron entre la Segunda Guerra Mundial y más o menos 1980 fueron mayoritariamente benignas. Aunque hubo recesiones, el desempleo se mantuvo reducido. La participación de los trabajadores en el ingreso fue subiendo gradualmente, y los grupos de ingresos medios, en particular, alcanzaron una mayor prosperidad y movilidad ascendente. En EEUU y en otros países, el mandato del banco central era sencillo: mantener el pleno empleo y tener a raya la inflación.

Este énfasis en el desempleo subsiste, y se refleja, por ejemplo, en la discusión en torno de la inteligencia artificial y la automatización, que está cada vez más centrada en el temor al desempleo tecnológico. A la economía estadounidense, en tanto, se la considera relativamente sana, porque el desempleo está en mínimos históricos, hay crecimiento moderado y la inflación está contenida.

Pero las pautas de crecimiento benignas de hace unas décadas ya no existen. Es verdad que hay economías cuyos problemas principales tienen que ver con el crecimiento y el empleo. En Italia, por ejemplo, el crecimiento del PBI durante las últimas dos décadas ha sido insignificante, y el desempleo se mantiene alto, por encima del 10% (llegando casi al 30% para los jóvenes). Asimismo, en economías en las primeras etapas de desarrollo, el objetivo dominante de la formulación de políticas es incrementar la cantidad de empleos, para ofrecer oportunidades a los jóvenes que entran al mercado laboral y a los pobres y subempleados en los sectores tradicionales.

Pero el empleo es sólo el primer paso. En las economías modernas, los problemas de empleo son multidimensionales, y las personas empleadas tienen grandes inquietudes en una variedad de áreas que incluyen la seguridad, la salud, el equilibrio trabajo‑vida personal, el ingreso y la distribución, la capacitación, la movilidad y las oportunidades. De modo que las autoridades deben mirar más allá de las mediciones simples de desempleo y considerar las muchas dimensiones del empleo con incidencia sobre el bienestar.

Tomemos por ejemplo la seguridad laboral. En períodos de cambio estructural acelerado, hay creación, destrucción y transformación de empleos, y cambian las habilidades que se les piden a los trabajadores. Esto genera inseguridad, incluso habiendo programas y políticas de apoyo, y la situación se pone mucho peor cuando el Estado hace mutis por el foro.

Incluso aquellos trabajadores que no han perdido el empleo pueden ver su bienestar disminuido por el temor a perderlo. Al fin y al cabo, en un tiempo de niveles extremos de desigualdad de riqueza, relativamente pocos tienen capacidad para protegerse por sí mismos contra variaciones bruscas de la situación de empleo y de los ingresos o para invertir grandes sumas en recapacitación. Según una encuesta reciente de la Reserva Federal de los EEUU, cuatro de cada diez adultos estadounidenses serían incapaces de cubrir con efectivo un gasto inesperado de 400 dólares.

En este contexto, se vuelven todavía más importantes el diseño y la cobertura de los sistemas de seguridad social y de los servicios sociales. Pero en vez de reforzar las redes de seguridad social, algunos gobiernos y empresas están tratando de ahorrar dinero mediante la subcontratación de funciones relacionadas con beneficios como la atención de la salud, las pensiones y el seguro de desempleo.

Otra dimensión del problema del empleo es el ingreso. En casi todas las economías desarrolladas, o tal vez todas, hay un incremento comprobado de la polarización laboral y de ingresos, que obedece en parte a la creciente divergencia entre la productividad (en aumento) y la remuneración (estancada) de muchos empleos de bajos y medianos ingresos.

La extranjerización o automatización de muchos empleos poco cualificados amplió la oferta de mano de obra para trabajos no automatizables en los sectores económicos no transables. El hecho de que el producto marginal del trabajo poco cualificado es menor, combinado con el deterioro de mecanismos de negociación colectiva eficaces, contribuyó a la desigualdad de ingresos. Si bien en algunos países medidas como la política tributaria redistributiva han contrarrestado en parte estas tendencias, no la han revertido.

Una tercera dimensión del problema del empleo es la equidad. Casi todos comprenden que, por diferencias de capacidades y preferencias, las economías de mercado no producen resultados enteramente igualitarios. Pero una aceptación amplia de la desigualdad sólo es posible en la medida en que esta sea moderada y esté fundada en el mérito. Una desigualdad extrema basada en un acceso privilegiado y no meritocrático a oportunidades y remuneraciones (algo que puede verse hoy en muchos países) es socialmente corrosiva.

Esto está muy relacionado con una cuarta cuestión: las perspectivas de movilidad ascendente. Es posible que hasta cierto punto se le esté dando una importancia exagerada a la desigualdad de oportunidades, al menos en EEUU. Se da por sentado que en cuanto una persona consigue conectarse con una red en particular (por ejemplo, asistiendo a una de las grandes universidades de la “Ivy League”), su acceso a oportunidades de empleo mejora considerablemente, y con él, sus perspectivas de progreso socioeconómico.

No hay duda de que algo de verdad hay en esto. Existen en los mercados, estructuras de red reales, con importancia en casi todas las esferas (aunque no aparezcan en la mayoría de los modelos). Algunas de estas estructuras (por ejemplo, mecanismos para la transmisión de información confiable) son benignas. Otras (como las que se racionan según la clase social o, en la actualidad, según la riqueza) son más problemáticas.

Por ejemplo, el reciente escándalo de las admisiones que involucró a ocho prestigiosas universidades estadounidenses demostró de qué manera padres ricos pudieron comprarles a sus hijos un lugar en la élite educativa. Pero, aunque un título de una universidad importante puede abrir puertas (sea porque transmite señales de capacidad extraordinaria o porque confiere pertenencia a influyentes redes de egresados), dista de ser el único modo de obtener acceso a oportunidades valiosas.

En EEUU, en particular, hay una gran cantidad de establecimientos de educación superior de calidad, públicos y privados, con graduados distinguidos, en áreas tan diversas como la administración de empresas, las humanidades y la educación. De modo que el camino a las oportunidades no es tan estrecho como muchos creen.

Esto no quiere decir que no haya un problema de deterioro de la movilidad ascendente, tanto en relación con el pasado cuanto en comparación con otros países occidentales. Por el contrario, las causas de esta tendencia han sido objeto de una valiosa investigación que debería inspirar la formulación de políticas.

Y esa es precisamente la cuestión: no hay soluciones simples. Ya no es posible medir la salud de una economía, y mucho menos el bienestar de sus trabajadores, con una sola cifra (la proporción de personas con empleo). Por eso se necesita un abordaje más elaborado que tenga en cuenta las muchas dimensiones del empleo con incidencia sobre el bienestar de las personas. Lampadia

Traducción: Esteban Flamini

Michael Spence, premio Nobel de economía, es profesor de economía en la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y miembro principal de la Hoover Institution. Fue el presidente de la Comisión independiente sobre Crecimiento y Desarrollo, un organismo internacional que, desde 2006-2010, analizó las oportunidades para el crecimiento económico mundial, y es el autor de The Next Convergence – The Future of Economic Growth in a Multispeed World.




Estancamiento en América Latina

Estancamiento en América Latina

Como escribimos en Lampadia: Las democracias están en peligro en América Latina, a lo largo del siglo XXI, los sistemas democráticos de nuestra región se han visto constantemente amenazados – y siguen estándolo – por el ascenso de líderes populistas que, aprovechando el contexto de corrupción que los precede, han llevado a cabo medidas autoritarias y que han vulnerado las libertades individuales.

Ello indudablemente ha repercutido negativamente en el desempeño económico reciente de países como Venezuela, Argentina, Brasil y Nicaragua, generando una suerte de “estancamiento regional”, del cual el FMI ya viene advirtiendo en sus informes coyunturales. Sin embargo, es menester señalar que este estancamiento es previo al siglo actual, un hecho que puede constatarse en el siguiente gráfico elaborado por The Economist, que muestra cómo el PBI per cápita de América Latina sigue bordeando el 30% del PBI per cápita de EEUU desde los años 40.

No obstante, también se debe mencionar que hay ciertos grupos de países – de los cuales, el Perú ha sido parte – que, a pesar del ruido político, exceptuando los últimos años, han logrado sostener altas tasas de crecimiento, permitiéndoles acortar sus brechas de desarrollo justamente con países de altos ingresos como EEUU.

¿Qué medidas económicas han implementado estos países para crecer en mayor proporción que sus pares regionales?

Un reciente estudio citado en The Economist (ver artículo líneas abajo) señala enfáticamente que el éxito de tales economías se debe principalmente a su profunda apertura comercial, a las exportaciones de bienes y servicios, pero también a la responsable política fiscal contra-cíclica que les ha permitido amortiguar los choques externos, tales como caídas en los precios internacionales.

El camino entonces para salir del estancamiento de los ingresos en América Latina, provendría de abrir más las economías al comercio internacional, desechando toda clase de medidas proteccionistas, que, históricamente han demostrado ser nefastas para los consumidores y la industria nacional. Lampadia

¿Por qué las economías de América Latina están estancadas?

Exportar más es la manera de contrarrestar la tendencia

The Economist
30 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Los pronosticadores que recortan sus predicciones de crecimiento económico en América Latina se han convertido en un ritual anual deprimente. Este año no es diferente. El FMI al principio esperaba un crecimiento del 2%. En abril se había convertido en 1.4%. Incluso este número puede ser demasiado optimista. En los primeros tres meses del año, las tres economías más grandes (Brasil, México y Argentina) parecen haberse contraído y otras tuvieron un desempeño débil. Dado que la economía mundial se ha expandido relativamente fuerte en los últimos años, esto significa que América Latina se está quedando atrás.

Por supuesto que hay algunos puntos brillantes. Muchas economías latinoamericanas son al menos más resistentes y menos volátiles que antes, gracias a una política fiscal más responsable. Aquellos países donde los líderes pensaban que la política macroeconómica prudente era para los tontos, Hugo Chávez en Venezuela, Dilma Rousseff en Brasil y Cristina Fernández en Argentina, han sufrido caídas. Pero lo realmente preocupante es que el desempeño económico rezagado de América Latina ha durado varias décadas (ver gráfico líneas abajo). La brecha entre el ingreso promedio por persona de la región y el de los EEUU es más amplia que en la década de 1950. Dos nuevos estudios intentan explicar este fallo relativo y cómo podría revertirse.

En un artículo para el Diálogo Interamericano, un think tank en Washington, Augusto de la Torre y Alain Ize analizan qué distingue a los países latinoamericanos cuyo PBI per cápita ha crecido significativamente más rápido que el de EEUU en este siglo. Eso se aplica a Perú, Chile y Uruguay, que son exportadores de productos básicos, y a Costa Rica, República Dominicana y Panamá, que son exportadores de servicios. Llegan a la conclusión de que el éxito en los mercados internacionales, medido por una creciente participación de las exportaciones mundiales, ha sido el camino hacia la convergencia de ingresos. Esto se debe en parte a que la exportación es una forma de aprendizaje, como han señalado otros economistas. Hay una preocupante excepción a esta regla: México ha ganado cuota de exportación, pero sus ingresos se han estancado en gran medida porque el resto de su economía es muy ineficiente.

Las políticas macroeconómicas contra-cíclicas también son cruciales, especialmente en los países que exportan productos, cuyos precios pueden fluctuar enormemente. Pero la extrema desigualdad de ingresos y la pobreza generalizada dificultan que los gobiernos latinoamericanos resistan la presión pública para gastar durante los períodos de auge. Esto significa que, en lugar de una idea de último momento, una buena política social debe considerarse un componente central de la gestión económica. Claramente, no todos los países pueden ampliar su participación en las exportaciones mundiales; esto es especialmente difícil cuando el proteccionismo está en aumento. Pero América Latina tiene mucho margen para expandir las exportaciones de servicios, como el cuidado de los ancianos y el turismo, siempre que reduzca la delincuencia.

Los investigadores del Instituto Global McKinsey analizan la falta de convergencia de América Latina desde un ángulo diferente. Centrándose principalmente en Brasil, México y Colombia, identifican dos “centros intermedios perdidos”. El primero es la escasez de empresas medianas. En relación con el tamaño de la economía, América Latina tiene aproximadamente la mitad de las compañías con ventas entre US$ 10 a US$ 500 millones por año como un grupo comparador de diez economías emergentes en otros lugares. Los latinoamericanos tienden a obtener mayores ganancias, una señal de que enfrentan menos competencia.

El lado opuesto es la falta de empleos bien remunerados y, por lo tanto, “una cohorte desaparecida de consumidores de clase media con ingresos suficientes para mantener una demanda interna sólida”, según el informe. Las tres cuartas partes más pobres de los latinoamericanos representan solo el 40% del consumo total, en comparación con las dos terceras partes del consumo en el grupo comparador. La falta de demanda de los consumidores disuade a las empresas de invertir.

A menos que las empresas latinoamericanas se vuelvan más productivas, la perspectiva de la región es débil. Según McKinsey, el 72% del crecimiento económico de la región entre 2000 y 2016 se debió a la expansión de la fuerza laboral en lugar de a una mayor productividad. Las mujeres latinoamericanas ahora tienen menos bebés, por lo que la fuerza laboral pronto dejará de crecer.

Se destacan dos lecciones políticas. La izquierda debe entender que la disciplina fiscal y las exportaciones son vitales para lograr un crecimiento sostenido de los ingresos. Pero la derecha debe aprender que los monopolios frenan las economías, que los trabajadores deberían compartir los aumentos de productividad y que los impuestos deben ajustarse para que no caigan de manera desproporcionada sobre el consumo en lugar de los ingresos. De lo contrario, América Latina corre el riesgo de quedar atrapada en un círculo vicioso de estancamiento económico y conflicto social y político. Lampadia




Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Cuidados en el manejo de cifras de pobreza

Como ya hemos escrito previamente (ver  Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), nosotros hemos seguido de cerca el “estancamiento de los ingresos de la clase media” en los Estados Unidos, y la proyección de la consecuente mayor desigualdad hacia los países emergentes. Base del argumento del discurso populista del entonces candidato presidencial Donald Trump.

En las publicaciones indicadas, explicamos las diferencias de análisis sobre la evolución de los ingresos de la clase media, siguiendo una publicación de The Economist. Veamos:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Los datos de ingresos de los hogares generalmente se ajustan por inflación utilizando el índice de precios al consumidor (IPC). Esto muestra que los estadounidenses no han progresado mucho desde la década de 1970.

Sin embargo, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta el cambio demográfico. Los hogares se han ido reduciendo, lo que significa que la misma cantidad de dinero en una familia ahora representa un mayor poder adquisitivo.

El CBO también usa el índice de gasto de consumo personal (IGC) como su medida de inflación, en lugar del IPC. Históricamente, el índice IGC ha demostrado que la inflación es medio punto porcentual más bajo que el IPC, una diferencia que se suma con el tiempo.

Además, las estimaciones de la CBO tienen en cuenta los impuestos y las transferencias, como los seguros de salud financiados por el gobierno. Los ingresos después de impuestos para la clase media han aumentado mucho más rápidamente que los ingresos antes de impuestos.

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

Para contribuir con este análisis, queremos compartir a continuación  un artículo del prestigioso economista Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, en el que señala más precisiones acerca de los ajustes que deben realizarse a los ingresos de los hogares para tener una medida más exacta de su verdadero poder adquisitivo. Esto puede nutrir la discusión acerca de cómo realmente debe medirse la pobreza en los países.

Cómo la pobreza en Estados Unidos se convirtió en “noticia falsa”

Project Syndicate
8 de enero, 2019
ANGUS DEATON
Premio Nobel de Economía 2015, profesor emérito de Economía de la Universidad de Princeton. Autor de “The Great Escape: Health, Wealth and the Origins of Inequality” (El Gran Escape, salud, riqueza y el origen de la desigualdad).
Glosado por Lampadia

PRINCETON – Bajo el gobierno del incontinentemente mendaz presidente Donald J. Trump, todos deberían preocuparse por la integridad de las estadísticas oficiales de Estados Unidos. También hay muchas otras cosas de las que preocuparse bajo Trump, en particular el destino de la democracia en Estados Unidos. Pero sin datos oficiales creíbles, no puede haber auténtica rendición de cuentas, y sin ella, tampoco democracia.

Piénsese en los datos de pobreza en Estados Unidos publicados por el gobierno de Trump. Parece que los números de base producidos por la Oficina del Censo de los Estados Unidos están (hasta ahora) intactos, pero hubo un frenesí de interpretaciones erradas que superan el maquillaje partidista habitual.

A los comentaristas de derecha les gusta citar la afirmación de Ronald Reagan en 1988, cuando dijo que en la Guerra contra la Pobreza declarada por Lyndon B. Johnson en 1964, ganó la pobreza. Esa afirmación (eterno latiguillo para criticar la red de seguridad social ampliada por las reformas de la “Gran Sociedad” de Johnson) se condice con las estimaciones de pobreza oficiales, cuya metodología no se actualiza desde los sesenta.

Como esa metodología no tiene en cuenta la situación impositiva de las personas (incluido el crédito fiscal para personas de bajos ingresos) y programas como los vales para alimentos (el ahora llamado Programa de Asistencia Complementaria Nutricional, o SNAP por la sigla en inglés), tampoco tiene en cuenta sus efectos, sin importar su eficacia en la reducción de necesidades. Una falencia estadística tan reconocida es una invitación a que los comentaristas llenen el vacío con prejuicios (como hizo Reagan).

Más cerca en el tiempo, el Consejo de Asesores Económicos de Trump afirmó (en un informe publicado en julio en el que recomienda sumar requisitos laborales a las prestaciones sociales) que, gracias a la red de seguridad estadounidense, la Guerra contra la Pobreza “está en gran medida ganada, y es un éxito”. Este argumento depende de abandonar las métricas tradicionales, que miden el ingreso, para usar en cambio el consumo.

Aunque puede haber razones para considerar que el consumo es mejor que los ingresos como medida de bienestar, no está clara la representación de los más pobres en una encuesta tediosa e invasiva a la que el 40% de los encuestados no responden. Todavía más preocupante es la “corrección” (esencialmente arbitraria) al índice de precios al consumidor (IPC), que reduce la línea de pobreza de modo que quedan menos personas debajo de ella.

Puede ser que el IPC oficial no capture adecuadamente las mejoras de calidad en bienes y servicios, una falencia cuyas consecuencias han sido tema de la literatura académica (en particular, un panel de la Academia Nacional de Ciencias presentó argumentos contra el uso de una corrección mecánica). Pero debatir esa cuestión es muy diferente a abandonar el IPC oficial en favor de otro políticamente conveniente que elimina casi totalmente la pobreza.

Un caso más flagrante de manipulación de datos tiene que ver con un informe del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la pobreza extrema y los derechos humanos. Por invitación del gobierno de los Estados Unidos, el Relator Especial, Philip Alston, examinó la pobreza extrema en el país y presentó sus conclusiones al Consejo de Derechos Humanos de la ONU en junio de 2018.

La lectura de los resultados es espantosa. Como ejemplos de pobreza extrema en partes de Estados Unidos, el informe incluye campamentos de tiendas en las calles de Los Ángeles, patios bañados en aguas residuales no tratadas, porque las autoridades locales se niegan a suministrar los correspondientes servicios, y el uso extendido de multas y confiscaciones contra personas pobres como forma de recaudación de ingresos de los gobiernos de muchos pueblos y ciudades. Johnson declaró una guerra contra la pobreza, pero hay partes de Estados Unidos que ahora están librando una guerra contra los pobres.

Somos muchos los que creemos que las fallas de la red de seguridad social de Estados Unidos llevan a que haya allí más pobreza extrema que en otros países (y sin duda, más que en otros países desarrollados). Las reformas de las prestaciones sociales para alentar a los receptores a trabajar han beneficiado a algunas personas pobres, pero han perjudicado a los más desfavorecidos, con lo que aumentaron la desigualdad dentro de la población pobre.

Sendos libros de Kathryn J. Edin y H. Luke Shaefer y de Matthew Desmond presentan en detalle los sufrimientos de los estratos más pobres de Estados Unidos. Shaefer y Edin sostienen que varios millones de niños estadounidenses viven con menos de dos dólares al día. En un artículo que salió en enero de 2018 en el New York Times, observé que el Banco Mundial ahora publica estimaciones de la pobreza mundial que incluyen a los países ricos, según las cuales, en Estados Unidos hay 5.3 millones de personas que viven con menos del equivalente de la línea mundial de pobreza.

En mi argumento, usé un valor de cuatro dólares por persona por día en los países ricos como aproximadamente equivalente a la línea mundial de pobreza de dos dólares usada para los países pobres. En Estados Unidos hay más “pobres globales” que en Sierra Leona o Nepal; y las tasas de pobreza en Estados Unidos y China son similares, pese a que los ingresos per cápita del primer país son más del triple de los del segundo.

Los cálculos del Banco Mundial que presenté recibieron muchas críticas, desde la derecha y desde la izquierda. La Fundación Heritage sostiene que si se usa como criterio el consumo en vez de los ingresos, en Estados Unidos sólo hay 250,000 “pobres globales” (dejando a un lado la cuestión de si padres que venden los números de seguridad social de sus hijos para sobrevivir o arriesgan la seguridad de sus hijos para encontrar morada tendrán tiempo para responder la encuesta de consumo). En tanto, en la izquierda muchos se niegan a creer que haya estadounidenses tan pobres como los africanos o asiáticos más pobres. La derecha quiere disminuir las transferencias internas, y la izquierda quiere aumentar las transferencias internacionales.

Luego la historia se pone surrealista. El informe de Alston provocó una airada descarga de la embajadora de los Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, quien afirmó que “es evidentemente ridículo que Naciones Unidas examine la pobreza en Estados Unidos”; en tanto, la respuesta oficial del gobierno estadounidense calificó de erróneas las cifras de Alston. Pero Alston sólo usó cifras tomadas de la Oficina del Censo de los Estados Unidos; el documento las describe como “la cifra exagerada citada por el Relator Especial” y luego cita con aprobación los cálculos de la Heritage, que se basan en mi línea de pobreza de cuatro dólares por día.

A continuación (tal vez sólo haya sido coincidencia) el gobierno de Trump sacó a Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos, de modo que Haley no asistió a la presentación del informe. Haley, como el Consejo de Asesores Económicos, señaló que el gobierno de Trump sabe cómo enfrentar la pobreza extrema (obligando a la gente a trabajar).

Podrá ser cierto o no, pero preferir los cálculos de la Fundación Heritage a los de la Oficina del Censo (una decisión que los funcionarios de la agencia cuestionaron) o manipular arbitrariamente el IPC y después tratar los números alternativos como superiores a las estadísticas oficiales se pasa sin duda de la raya. El gobierno de Trump mostró en 2018 que no está dispuesto a que le señalen fallas, ya sea la pobreza extrema o la inaceptable cifra de muertos del huracán María en Puerto Rico. Y todo indica que la distorsión de la verdad continuará el año entrante, con la amenaza que eso implica para la democracia. Lampadia




¿Por qué algunas economías emergentes superan al resto?

Las economías emergentes son el motor del crecimiento para la economía global, pero no todas crecen de igual manera. Algunas han logrado un rápido crecimiento durante períodos prolongados, lo suficiente como para cerrar una parte de la brecha que tienen con las economías avanzadas. Sin embargo, otros países están lejos de lograrlo.

¿A qué se debe esto? En el informe Outperformers: Las Economías Emergentes de Alto Crecimiento y las empresas que los impulsan, el McKinsey Global Institute analiza el historial a largo plazo de 71 economías en desarrollo para identificar a los outperformers y encuentra dos factores clave que ayudan a explicar su alto desempeño:

  1. Una agenda de políticas públicas a favor del crecimiento de la productividad, los ingresos y la demanda, que ha impulsado un crecimiento económico excepcional
  2. El rol que han desempeñado las grandes empresas en el impulso de ese crecimiento

Para entender bien el informe, hay que mencionar que McKinsey analizó las principales 71 economías emergentes (incluyendo el Perú) y se definieron como realmente exitosas aquellas que habían logrado incrementar su PBI per cápita en más de 3.5% anual durante los últimos 50 años, o en más de 5% anual durante los últimos 20 años. Cabe añadir que ningún país de América Latina logro clasificar como economías “realmente exitosas”.

Entonces, en primer lugar, los que tienen un mejor desempeño desarrollan una agenda pro crecimiento en los sectores público y privado con el objetivo de aumentar la productividad, los ingresos y la demanda. Los pasos para impulsar la acumulación de capital son una característica común, al igual que mayores conexiones con la economía global. Los gobiernos de estos países han tendido a invertir en la construcción de competencias, son ágiles y abiertos a la experimentación regulatoria y están dispuestos a adaptar las prácticas macroeconómicas globales a los contextos locales.

En segundo lugar, según McKinsey, las grandes empresas competitivas son quienes impulsan a las economías con mejor desempeño. En promedio, las economías con estas condiciones tienen el doble de empresas con ingresos de más de US$ 500 millones que otras economías emergentes. Sus ingresos en relación con el PBI casi se triplicaron, del 22 % entre 1995 y 1999 al 64 % entre 2011 y 2016 y su contribución de valor agregado al PBI aumentó del 11 % al 27 % en el mismo período, el doble entre los pares de la economía en desarrollo. Estas empresas aportan beneficios de productividad al invertir en activos, I + D y capacitación laboral, lo que genera efectos secundarios para las empresas más pequeñas. Las grandes empresas, a su vez, se benefician de los bienes y servicios intermediarios que las compañías más pequeñas proporcionan a través del ecosistema de la cadena de suministro.

La competencia y el liderazgo impulsado en el sector privado son características clave de estas economías. Menos de la mitad (45 %) de las empresas que alcanzan el quintil más alto de generación de ganancias económicas logran permanecer allí durante una década, en comparación con el 62 % en las economías de ingresos altos.

Este entorno doméstico competitivo ha generado jugadores globales innovadores cuyo rendimiento total para los accionistas es de ocho a diez puntos porcentuales más alto que sus pares de altos ingresos. Obtienen el 56 % de sus ingresos de nuevos productos y servicios, 8 % más que sus pares de la economía avanzada y son 27 % más propensos a priorizar el crecimiento en el extranjero.

Según McKinsey, extender el éxito de las empresas con mejor desempeño a todas las demás economías emergentes podría agregar US$ 11 mil millones a la economía global para 2030. La automatización y el libre comercio, junto con otras tendencias globales, presentan nuevas oportunidades. Existen amplias perspectivas de crecimiento en los servicios, un motor tradicional de empleo y en la manufactura, que también puede estimular la demanda y la productividad en otros sectores.

¿Qué sucede en el Perú?

El Perú quedó clasificado como un país que se está acelerando muy recientemente (very recent accelerator). No cuenta con ningún indicador en verde, sino mayormente en amarillo y naranja (como se ve en el cuadro inferior), como índice de PBI per cápita, de innovación global e índice de conexión MGI. Sin embargo, es más importante aún notar el indicador en rojo (negativo): efectividad del gobierno.

Como afirma Julio Luque, Presidente de IPAE Acción Empresarial, en su columna El aporte de las grandes empresas a la prosperidad de los países, “Lamentablemente, en el Perú llevamos años haciendo exactamente lo contrario, con el agravante que aquí las diferencias de productividad entre empresas grandes y pequeñas son bastante más marcadas que en otros países. Comparada con las grandes, la productividad de una microempresa es de tan solo 6%, la de una pequeña empresa 16% y la de una empresa mediana, 50%. Sin embargo, seguimos legislando y regulando para restarle competitividad a nuestras grandes empresas. La absoluta inflexibilidad laboral, los altos costos no salariales, el reciente paquetazo tributario o el proyecto para limitar las fusiones y adquisiciones son solo una muestra de la consistencia con la cual nuestra clase política mira con temor y desconfianza el avance de nuestras grandes empresas. Como el citado estudio de McKinsey demuestra, las grandes empresas, lejos de ser el problema, son la solución para aumentar la productividad y, en consecuencia, los ingresos de los trabajadores. No sigamos disparándonos a los pies y adoptemos políticas que ya han demostrado en otros países su capacidad para generar prosperidad para todos.”

Esperamos que esto ayude a que los hacedores de políticas impulsen una agenda pro crecimiento y la competencia entre las grandes empresas, para que así el Perú supere los promedios de crecimiento en los próximos diez años. Lampadia




Estrategia para la creación de empleo y generación de riqueza en el Perú durante los próximos 20 años

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

El Mundo

Dentro de 20 años, el mundo habrá sufrido una gran transformación de sus procesos productivos, logrado un sustancial aumento de la productividad y mejorado el bienestar general.

La ‘cuarta revolución industrial’ habrá dejado de ser una fuente de especulación sobre sus impactos económicos y sociales. En el mundo, la robótica, la inteligencia artificial y los algoritmos habrán generado una sociedad con relaciones disruptivas entre la creación de riqueza, empleo, tecnología, ingresos y bienestar, tal como las vemos hoy día.

Las sociedades más ricas, aquellas que lideren la gran transformación productiva y marquen el acelerado cambio tecnológico, gozarán de condiciones de vida muy superiores a las de las sociedades que no estén en la frontera de desarrollo y adopción de las nuevas tecnologías.

El Perú

Nosotros estamos tarde como para ser parte de la vanguardia de dicha revolución. No hemos acumulado ni capital humano, ni físico, ni tecnológico; no hemos acumulado suficientes activos como para transformar aceleradamente nuevas formas de creación de riqueza.

Sin embargo, sí tenemos la capacidad de producir y de exportar muchos de los productos y servicios que las viejas y nuevas sociedades afluentes no producen (y que demandarán) para mantener sus altos niveles de bienestar.

El Perú puede producir y exportar las mejores frutas y hortalizas del planeta, magníficos peces y mariscos, buenas variedades de madera, diversidad de minerales y fuentes de energía, así como servicios de turismo y gastronomía.

Si nos dejamos de complejos y superamos los paradigmas que desvían la orientación de nuestras políticas productivas, podremos multiplicar nuestra oferta de dichos productos y servicios y recibir una compensación económica que nos permita:

  • Acumular capital
  • Mejorar nuestras infraestructuras
  • Desarrollar nuestro capital humano
  • Generar empleo en un mundo que sustituye empleo por máquinas
  • Dotar al Estado de los recursos necesarios para la gestión pública

Desde un punto de vista conceptual, la ‘cuarta revolución industrial’ transformará todos los procesos intermedios entre los elementos de la naturaleza y su usufructo por el ser humano. Los sectores de “servicios de alojamiento y alimentación”, manufactura y transporte serán particularmente vulnerables (como explica Martin Wolf del Financial Times).

En otras palabras, uno de los sectores que verá una mayor transformación será el sector industrial, donde los saltos de productividad generados por las nuevas tecnologías harán que sea muy difícil competir, sin su plena adopción.

Pero un buen mango, o una magnífica palta, uva, espárrago, arándano, alcachofa o melón, no serán producidos por máquinas, ni se sustituirá la participación de los seres humanos por las nuevas tecnologías. Como tampoco sucederá con los langostinos, erizos, lenguados o paiches, ni con nuestras variedades de madera y minerales. La sustitución tampoco se dará en los servicios que facilitan una visita a Machu Picchu, Kuelap y el Cañón del Colca, o el disfrute de un buen ceviche, lomo saltado, chupe de camarones o arroz con pato, por lo menos, no en un mediano plazo.

Todos estos productos y servicios son parte de ‘nuestra gran ventana de oportunidad’, un gran stock productivo, que debe ayudarnos a recuperar buena parte de los años perdidos, en los que impedimos la inversión privada (60s, 70s y 80s) y que después volvimos a malograr, multiplicando regulaciones que disuaden la inversión, sembrando una cultura anti-inversión privada en el sector público, permitiendo que pequeños grupos de poder saboteen las inversiones en nombre de sus falsos ídolos ambientales y sociales (paulatinamente desde el 2000 y a todo vapor desde el 2011).

Análisis

El Perú debe apoyarse en nuestra amplia y magnífica dotación de recursos naturales, cada vez más necesarios y valiosos para los países más ricos. Recursos que podemos producir y multiplicar, para traer del exterior (desde las empresas y consumidores más ricos del planeta) los recursos económicos que nos permitan avanzar hacia el pleno empleo y la mejora de capacidades humanas, en un mundo sin empleos.

Si les explicamos a nuestros ciudadanos los beneficios de asumir un desarrollo estratégico, que aproveche nuestro potencial en el nuevo mundo de la robótica y la inteligencia artificial, seguramente tendremos la comprensión y el apoyo para emprender la gesta del desarrollo sin avanzar un paso y retroceder dos, como venimos haciendo hace un buen tiempo.

No debemos dejar que grupos de interés político, ideologizados, sigan envenenando las mentes de nuestros ciudadanos sin contrarrestar sus mentiras y sus mitos. Estos grupos han capturado buena parte de los medios de comunicación, tanto a nivel nacional como en provincias. Además, tal como ha sucedido en otras sociedades, también cuentan con el apoyo de los académicos más activos en política (por ejemplo, los mediáticos profesores de economía de la PUCP), así como con la desidia de los líderes empresariales y sus gremios. 

Algo muy importante a registrar es que no nos queda mucho tiempo, por ello debemos trazar una estrategia de desarrollo que movilice, aceleradamente y consistentemente, nuestras capacidades durante los próximos 20 años.

  • Dentro de las dos siguientes décadas nuestra población seguirá envejeciendo hasta agotar nuestro bono demográfico
  • Las tecnologías seguirán evolucionando, y podrán empezar a aparecer las fábricas verticales de frutas y hortalizas mediante reproducción celular, la explotación masiva de minerales en los fondos marinos y en asteroides, eliminando nuestras actuales oportunidades de generar riqueza
  • Si no emprendemos cuanto antes una verdadera revolución educativa, corremos el riesgo de que las brechas que separen a nuestra población más pobre de los ciudadanos del nuevo mundo de la ‘cuarta revolución industrial, los dejen para siempre en la marginalidad social, como lo afirma el historiador israelita, Yuval Noah Harari.

En los próximos meses podemos movilizar el país hacia el crecimiento integral y sostenido, promoviendo agresivamente la inversión privada para desarrollar nuestros recursos naturales, las infraestructuras y el turismo; además de emprender las reformas políticas e institucionales que nos acerquen a los estados de derecho modernos; desburocratizando y simplificando drásticamente la paralizadora normativa actual y, por supuesto, alentando un salto cuántico en educación y salud.

Objetivo

Nuestra meta debe ser que el PBI crezca un 7% anual.

Un 7% de crecimiento anual da un crecimiento acumulado de 100% cada 10 años. Eso significa que podríamos llevar nuestro actual PBI de aproximadamente US$ 200,000 millones a US$ 800,000 millones en 20 años.

Además, con el mismo ritmo de crecimiento, nuestras exportaciones podrían pasar de los US$ 50,000 millones actuales a US$ 200,000 millones en 20 años. Lo interesante es que, si efectivamente privilegiamos la producción y exportación de frutas y hortalizas, madera y minerales, entre otros, dichas exportaciones dejarían en el Perú un porcentaje muy alto de su valor de venta en el extranjero, a diferencia de las exportaciones de productos manufactureros, que dejan un valor muy reducido en el país. Por ejemplo:

  • La exportación de un polo de buena confección, que se vende en Miami a unos US$ 80, le deja al productor local un 8 a 12% (según Oppenheimer, solo 8%)
  • Las frutas frescas, como la palta Hass, que se puede vender a unos dos euros por unidad en un supermercado inglés, deja en el Perú algo más de un 60% de su precio final.
  • Los concentrados de cobre, la exportación de minerales más básica, deja en el país aproximadamente un 86% de su valor en destino.

Por lo tanto, por donde se mire, tenemos que acumular la mayor riqueza posible en el menor tiempo posible y canalizarla para nivelar a nuestra población, especialmente a los más pobres, con los ciudadanos del mundo de la ‘cuarta revolución industrial’. 

Estrategia

Maximizar la creación de riqueza, volcando al país a poner en valor nuestros recursos naturales y nuestros servicios de turismo y gastronomía:

  1. Multiplicando los flujos económicos desde el exterior, mediante los altos márgenes de nuestras exportaciones, así como inversiones productivas y en infraestructuras.
  2. Incorporar a la sierra alto andina a los brazos de creación de riqueza de la gastronomía y las agro-exportaciones, apoyando el Programa de Sierra Productiva.
  3. Emprender una verdadera revolución educativa, dejando el paradigma de la educación masiva y centrando el aprendizaje en el liderazgo del alumno.
  4. Desburocratizando y simplificando la gestión del Estado.
  5. Imponiendo la meritocracia en todas las funciones del Estado.
  6. Emprendiendo la reforma política, del sistema judicial y de la descentralización.
  7. Imponiendo transparencia absoluta en los procesos de apropiación de recursos en el Estado y adoptando las mejores prácticas internacionales para el control de la corrupción.

“Hay, hermanos, muchísimo que hacer” (César Vallejo)
¡El mejor momento es hoy!

Lampadia




Otra mirada al mito de la desigualdad

Tras el ascenso en la tendencia populista en el mundo, es oportuno examinar nuevamente los vínculos entre el populismo y el malestar socioeconómico. El motivo del aumento de la tendencia populista se ha atribuido en gran parte al supuesto aumento de la desigualdad que se habría producido en los países más ricos, especialmente en EEUU.

Efectivamente muchos economistas del mainstream (EEUU), han sustentado un proceso de concentración de riqueza que se habría dado con el estancamiento de los ingresos de la clase media y baja. Como vamos a volver a ver, también hay estudios muy serios que sustentan algo muy diferente. Sin embargo la imagen de la desigualdad es hoy día, en la mente de los estadounidenses, una realidad que ha desencadenado procesos sociales y políticos muy importantes. 

Como hemos publicado anteriormente en Lampadia, The Economist reportó en marzo pasado un análisis que trae conclusiones muy novedosas, titulado: Los estadounidenses son más ricos de lo que eran en la década de 1970 – Pero, ¿por cuánto?, que dice:

La economía de EEUU ha crecido enormemente durante las últimas cuatro décadas, pero no todos sus trabajadores han cosechado los frutos. Tal vez la estadística más citada para demostrar cuán desiguales han sido las ganancias es el ingreso familiar promedio. Las estadísticas oficiales de la Oficina del Censo muestran que este número se mantuvo estable durante 40 años. Sin embargo, un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) descubrió que en realidad aumentó en un 51% entre 1979 y 2014. ¿Por qué es que las cifras de la CBO son mucho más alentadoras?

Ver en Lampadia: El mensaje del Perú en la Cumbre de las Américas: Retomemos el libre comercio, donde planteamos: Terminemos de romper el mito de la desigualdad que ‘justifica’ el populismo anti libre comercio y anti globalización de los países más ricos.

Como muestra el cuadro de The Economist, el supuesto estancamiento de la clase media de EEUU, no era tal, era producto de mediciones defectuosas, pues en vez del estancamiento de ingresos desde 1979 a la actualidad, lo que se ha dado es un incremento del orden de 51%.

Recomendamos revisar la publicación citada líneas arriba, que muestra en detallle cada uno de los ajustes que explican la conclusión que muestra el cuadro.

Es lamentable que la aparente desigualdad de EEUU, se haya generalizado y llevado a un supuesto fenómeno global de desigualdad en el mundo. Esto ha permitido que se vayan construyendo mitos que son aprovechados por los políticos populistas, que están desestabilizando el mundo de nuestros días. Inclusive, los mensajes pastorales del Papa Francisco, asumen que la globalización, el libre mercado y la economía de mercado, han sido perjudiciales a los más pobres, cuando la realidad, como lo demuestran Hans Rosling y Stephen Pinker, entre otros pocos investigadores serios, es todo lo contrario.

La verdad, como hemos explicado anteriormente es que, durante las últimas décadas, en los países emergentes, se ha producido un aumento sustancial del bienestar y la desigualdad se ha reducido dramáticamente. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad (Nuestra visión de futuro debe partir desde la realidad), Las dos caras de la desigualdad en el mundo y Contundente reducción de la desigualdad.

El populismo se vuelve atractivo para las personas cuando existe la percepción de que las instituciones políticas tradicionales no han logrado cumplir la promesa de mejorar su calidad de vida. Esta percepción se amplifica cuando la mayoría ve que una pequeña clase de élite se está haciendo más rica mientras sus ingresos se estancan o aumentan a tasas muy bajas.

Contrariamente a la prédica de los nuevos líderes del populismo, la desigualdad se ha producido en buena medida por la pérdida de empleos manufactureros, que no se debe a la globalización ni al comercio internacional. Según los últimos análisis, la pérdida de empleos se debe hasta en un 80% a la automatización (robots e inteligencia artificial).

Además, si uno quisiera (tal vez) culpar a alguien, sería más lógico culpar a China (que están haciéndolo). Donald Trump ya inició la imposición de acciones comerciales y regulatorias que, lamentablemente, ha iniciado una ‘guerra comercial’. La disculpa es justamente China, el éxito de China y sus impactos, reales y aparentes, en la economía de EEUU.

Esperamos que pronto disminuya el aprovechamiento político y mediático de un tema tan sensible como la desigualdad y, por supuesto, la peligrosa ola populista, que ya ha afectado la política de países muy importantes para la salud de la economía global.

“¿Han notado que siempre llaman ‘élite’ a los otros? ¡La Élite! ¿Por qué son élite? Yo tengo un mucho mejor departamento que ellos.
Soy más listo que ellos. Soy más rico que ellos. Yo soy presidente, y ellos no”. 

Cómo podemos ver, Trump, uno de los tres autócratas que gobiernan los países más grandes (Putin, Xi Jinping y Trump), sigue aprovechando el descontento de los estadounidenses y presentándose como una combinación de facista y populista. Veamos una publicación de Project Syndicate, que es muy representativa del ambiente político actual. Lampadia

Furia en los Estados Unidos

Andrew Sheng, Xiao Geng
Project Syndicate
25 de junio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Muchos culpan a la extrema derecha de la rebelión populista de hoy en el mundo occidental, la cual ha ganado votos al afirmar que está respondiendo a las quejas de la clase trabajadora, mientras aviva el miedo y promueve la polarización. Pero, al culpar a los líderes que han aprovechado la ira popular, muchos pasan por alto el poder de esa ira en sí, ahora dirigida a las élites cuya riqueza se ha disparado en los últimos 30 años, mientras que la de las clases media y trabajadora ha permanecido estancada.

Dos análisis recientes llegan al corazón de los problemas en juego, particularmente en Estados Unidos, pero también en el resto del mundo. En su nuevo libro, Tailspin, el periodista Steven Brill argumenta que las instituciones de Estados Unidos ya no son aptas para su propósito, ya que protegen solo a unos pocos y dejan al resto vulnerable al comportamiento predatorio en nombre del libre mercado. Según Brill, este es un resultado de la meritocracia de EEUU: los mejores y más brillantes tuvieron la oportunidad de escalar a la cima, pero luego se llevaron la escalera al capturar las instituciones democráticas y las utilizaron para atrincherarse privilegios especiales para ellos.

El autor Matthew Stewart está de acuerdo, argumentando que “la clase meritocrática ha dominado el viejo truco de consolidar la riqueza y pasar el privilegio a expensas de los hijos de otras personas”. Stewart muestra que, a mediados de la década de 1980, la participación de la riqueza estadounidense mantenida por el 90% más pobre de la población alcanzó un máximo del 35%; tres décadas más tarde, poseían solo el 20%, y casi todo lo que perdieron iba al primer 0.1% de la población. El 9.9% entre estos dos grupos – lo que Stewart llama la “nueva aristocracia estadounidense” – comprende lo que solía llamarse la clase media. En 1963, el 90% habría tenido que aumentar su riqueza seis veces para alcanzar el nivel del 9.9%; para el 2010, necesitarían 25 veces su riqueza para alcanzar ese nivel.

Gran parte de la población de EEUU está trabajando más que nunca, pero ha sufrido un descenso en los niveles de vida, agravada por los altos niveles de deuda de los hogares y, en muchos casos, la falta de seguro de salud. El 10% superior tiene fácil acceso a la educación superior que les permitirá a sus hijos tener los mismos privilegios que ellos; el 90% más bajo debe trabajar mucho más duro para cubrir los altos costos y, por lo general, se gradúa con una fuerte carga de deuda. El 10% superior recibe atención médica de primer nivel; el 90% más bajo a menudo no tiene acceso a ello, o debe pagar un precio excepcionalmente alto.

Se supone que los impuestos nivelan el campo de juego. Pero, desde hace tiempo en EEUU, los republicanos presionan para que bajen los impuestos a los ricos, argumentando que la reducción de las tasas impositivas marginales promoverá la inversión, el empleo y el crecimiento económico, lo que hará que la riqueza “gotee” hacia el resto de la sociedad. De hecho, los recortes de impuestos para los ricos simplemente afianzan aún más sus ventajas, lo que agrava la desigualdad.

Para empeorar las cosas, los pobres pagan más impuestos indirectos (en tierra, bienes raíces y bienes de consumo), y el 20% más pobre de la población estadounidense paga más del doble de lo que paga el 1% superior en impuestos estatales. A esto se suman los desafíos planteados por la automatización y la robotización, por no mencionar los desastres naturales cada vez más frecuentes e intensos, y no es difícil ver por qué tanta gente está tan furiosa.

Según Stewart, el 9.9% es “el personal que maneja la máquina que canaliza los recursos del 90% al 0.1%”, tomando alegremente su “parte del botín”. Pero la desigualdad que genera esta máquina puede tener serias consecuencias, ya que estimula el descontento social y, como estamos viendo hoy en los Estados Unidos, una política errática. Como argumenta el historiador austríaco Walter Scheidel, la desigualdad históricamente ha sido contrarrestada a través de la guerra, la revolución, el colapso del Estado o desastres naturales.

Evitar un evento tan dramático requeriría que el 10% hiciera un trabajo mucho mejor al avanzar los intereses del 90%, en términos de ingresos, riqueza, bienestar y oportunidades. Sin embargo, una combinación de miopía económica y polarización política ha llevado a muchos a tratar de desviar la ira popular hacia los inmigrantes, China y el comercio (incluso con aliados cercanos). Como resultado, todo el mundo está atrapado en una creciente guerra proteccionista que nadie ganará.

Es cierto que, históricamente, las contradicciones y desequilibrios internos a menudo han llevado al conflicto interestatal. Pero eso no es inevitable. Más bien, el resultado depende de la calidad del liderazgo. En Estados Unidos, por ejemplo, George Washington, Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt lograron fortalecer su país porque reconocieron la necesidad de abordar las divisiones internas a la luz de los valores centrales, la posición global y los objetivos a largo plazo de Estados Unidos.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha abusado de la ira popular para promover sus propios intereses. Pero él no creó esa ira; las élites estadounidenses han pasado décadas haciendo eso, creando las condiciones para que surja una figura como Trump. Ahora que Trump está a cargo, las condiciones del 90% se deteriorarán aún más. Su enfoque del comercio, en particular, no solo no ayudará a las personas que pretende representar; también destruirá el sentido de equidad y administración que históricamente ha unido a las masas con sus líderes.

Culpar a los de afuera es políticamente conveniente. Pero la única forma de “hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande” es abordando sus injusticias internas. Ningún arancel de importación o muro fronterizo puede hacer eso. Lampadia




Las incertidumbres sobre la economía global

Estamos en días futboleros, la esperanza y la alegría nos embargan, pero los tiempos no son fáciles. Hace pocos días explicamos el riesgo que significa para nosotros, tener tres autócratas como los más importantes líderes globales, Putin, Xi Jinping y Trump. (Ver en Lampadia: El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo).

Una de las razones más importante que explica la involución de la política global, es justamente el impacto de la revolución tecnológica en los ingresos y en la productividad en los países más ricos, donde, por ignorancia o facilismo, que ha devenido en la ola populista que está destruyendo las estructuras económicas globales.

Líneas abajo compartimos el artículo, del brillante analista económico del Financial Times, Martin Wolf, que se mete de lleno en las incertidumbres alrededor de las interacciones entre tecnología, ingresos y productividad. De paso, Wolf destaca algo que en el Perú debemos aquilatar en su debida medida, la importancia del aumento de la productividad como determinante de la mejora del bienestar.  

La larga espera por el resurgimiento de la productividad

La mejora en los estándares de vida depende casi completamente de una mayor producción por trabajador.

Martin Wolf
Financial Times
12 de junio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

“La era de las computadoras se ve en todas partes menos en las estadísticas de productividad”. Hoy podríamos repetir esta famosa declaración de 1987 de Robert Solow, el Premio Nobel que fundó la teoría moderna del crecimiento, sustituyendo “tecnología” por “computadora”.

Vivimos en una época de un cambio tecnológico emocionante, pero nuestras cuentas nacionales nos dicen que la productividad está casi estancada. ¿Es la ralentización o la innovación una ilusión? Si no, ¿qué podría explicar el enigma?

Si la ralentización es verdadera, importa. Como argumentó Paul Krugman, otro Premio Nobel: “La productividad no lo es todo, pero a la larga lo es casi todo”. Las mejoras en los niveles de vida dependen casi por completo del aumento del producto por trabajador.

La desaceleración de la productividad es una explicación importante del estancamiento de los ingresos reales y de la presión por austeridad fiscal en los países de altos ingresos. Gene Grossman de Princeton y tres coautores incluso sostienen que la marcada desaceleración en el crecimiento de los ingresos per cápita también explica la disminución de la participación del trabajo en el ingreso nacional en los países ricos.

Ningún economista ha hecho más para promover las revolucionarias implicancias de la tecnología de la información que Erik Brynjolfsson, del MIT. Sobre todo en libros con la coautoría con Andrew McAfee, también del MIT. Pero, en un interesante artículo reciente con dos coautores, él también reconoce la “paradoja de la productividad”. El documento no se aleja de la creencia en el poder transformador de los recientes avances tecnológicos, particularmente de la inteligencia artificial. Por el contrario, lo enfatiza, especialmente en el reconocimiento de imágenes traducciones. Sin embargo, admite que la desaceleración de la productividad es real.

Esto parece reflejar inversiones débiles y, sobre todo, un crecimiento decreciente de la “productividad total de factores” (PTF), una medida del producto por input de capital y de trabajo (ajustado por calidad). La PTF es una medida de innovación, de la capacidad de producir un producto más valioso con las cantidades de insumos dados. Sin innovación, la creciente prosperidad de los últimos dos siglos habría sido imposible. En verdad, la innovación, no la productividad, es casi todo.

También deberíamos centrar nuestra atención en los Estados Unidos, ya que este gran país ha estado impulsando la frontera de la innovación hacia el exterior desde finales del siglo XIX. Un estudio realizado por Nicholas Crafts de la Universidad de Warwick y Terence Mills de Loughborough muestra una disminución en el crecimiento tendencial de la PTF en EEUU desde un poco más del 1.5 % anual a principios de los años setenta hasta el 0.9 % más reciente. Otros, notablemente Robert Gordon de Northwestern University, en su obra maestra The Rise and Fall of American Growth, llegan a conclusiones similares sobre la reciente desaceleración, a partir del análisis de periodos de tiempo más largos. (Ver cuadros.)  

Una posible explicación es la mala medición. Es, y siempre ha sido, difícil medir el impacto de las nuevas tecnologías, particularmente ahora cuando muchos servicios son gratuitos y muchos se brindan, de manera invisible, desde fuera de EEUU. Sin embargo, es difícil aceptar que la medición de repente se volvió más difícil en 2005, cuando comenzó la desaceleración de la productividad en los Estados Unidos.

Además, incluso cuando se tienen en cuenta las posibles malas mediciones, en un estudio de David Byrne de la Reserva Federal y Dan Sichel de Wellesley College, el resultado es aumentar el crecimiento de la PTF en el sector tecnológico, pero disminuirlo en los demás, con efectos insignificantes en el conjunto de la economía. Una mala medición no es la explicación.

Una segunda posibilidad es que una menor competencia y la onerosa captura de rentas hayan disipado las ganancias potenciales. Así tenemos islas de innovación y gran riqueza, pero una economía débil. Varios investigadores tienen argumentos en estas líneas. Esto incluso puede ser una explicación parcial. Pero sería asombroso que solo los monopolios impidieran que las tecnologías innovadoras aporten beneficios de productividad a las economías abiertas de hoy.

Una tercera posibilidad es que las nuevas tecnologías simplemente no son lo que se dice que son, particularmente en comparación con la amplia gama de transformaciones de finales del siglo XIX y principios del siglo XX: agua potable, electricidad, motor de combustión interna, vuelo, petróleo y productos químicos.

Todo eso lo tomamos por sentado, pero cambiaron todo, a diferencia de las tecnologías recientes que pueden no haberlo hecho. La inteligencia artificial puede ser una tecnología revolucionaria de propósito general, pero, hace un siglo varias tecnologías llegaron al mismo tiempo. Una visión complementaria es que ahora el progreso es más difícil: se necesitan más investigadores para avanzar en la tecnología que antes (aunque también podemos emplear a más investigadores). 

La última posibilidad -y lo que afirma el artículo de Brynjolfsson y sus coautores- es que esta es la calma antes de una tormenta. Sostiene que la misma pausa de productividad ocurrió con la electricidad en la década de 1920. Se necesita tiempo para que nuevas tecnologías de utilidad general, transformen la economía.

Hoy, la IA está en sus primeras etapas. Pronto cambiará todo, argumentan. Esto es consistente con el hallazgo de Profs Crafts and Mills de que la performance de la productividad pasada, es un pobre predictor del desempeño futuro.

Cuando observo en la economía moderna, el peso de los sectores de servicios intensivos en mano de obra, como la salud, la educación y la atención de niños y ancianos, concluyo que la transformación tecnológica será lenta. Si estoy equivocado, será disruptivo. Por el momento, sin embargo, tenemos lo peor de ambos mundos: una disrupción significativa con casi el estancamiento de los ingresos promedio.

Aún no sabemos si el futuro será lento o disruptivo. Pero nuestras sociedades se basan en una promesa implícita de crecimiento. Si la opción es entre un menor incremento de los ingresos y el avance disruptivo, debemos esperar lo último y hacer todo lo posible para gestionar las consecuencias. Lampadia