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Cuarentena mortal

Cuarentena mortal

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Un estudio efectuado en 12 ciudades del mundo con altos niveles de informalidad, ha demostrado que los más golpeados en el planeta por la brutal e ineficaz cuarentena que impuso el Gobierno de Martín Vizcarra, han sido los informales limeños. (Fernando Vivas, “Lima, la peor de todas”, “El Comercio 24/2/21).

La cuarentena feroz y larguísima que decretó Vizcarra, con el aplauso incondicional de la coalición que lo respaldaba, fue un fracaso total, porque no evitó la expansión del virus –el Perú tuvo el más alto índice de mortalidad del mundo- y arrojó al hambre y la miseria a millones de personas.

Peor aún, el Gobierno de Francisco Sagasti insiste con las recetas que han demostrado manifiestamente su fracaso.

El estudio que cita Vivas se realizó entre informales en ciudades como Accra, Bangkok, Dakar, Dar Es Salaam, Delhi y México, entre otras.

En Lima “el 63% dice haber experimentado hambre en su hogar. Esa cifra es la mayor de las 12 poblaciones (le siguen, bastante lejos, Delhi y Dakar, con 35%). Antes, hablábamos de anemia y desnutrición, ahora hablamos de hambre.”

Las cifras específicas lo explican: “Los ambulantes ganaban en promedio S/46, y luego de la pandemia, S/7. Las trabajadoras del hogar cayeron de S/52 a S/12; los canillitas de S/36 a S/16 y los recicladores de S/42 a S/4. Esa pérdida, para remate, le quita al informal el mínimo capital que necesita para comprar su mercadería.”

Y Vivas concluye “Qué poco humanos fuimos condenándolos al hambre cuando su actividad ni siquiera está entre las más contagiosas. Y seguimos relegándolos.”

En realidad, que poco humanos fueron Vizcarra y sus cómplices para aplicar una política que se sabía estaba destinada al fracaso.

No soy epidemiólogo ni experto, pero era obvio que eso iba a suceder si seguía con un confinamiento estricto. A dos semanas de iniciado, cuando el Gobierno anunció su continuación, escribí: “La pregunta es si se podrá detener su propagación con la prórroga de la cuarentena. Lamentablemente todo indica que no. (…) El coronavirus ya se ha diseminado en muchos lugares del país y con los precarios recursos del sistema de salud peruano no es posible detenerlo.”

“Por eso quizá lo más adecuado sea una solución intermedia, manteniendo todas las medidas de aislamiento social posibles que ya se están aplicando sin paralizar la economía. Por ejemplo, prohibir las aglomeraciones, partidos de fútbol, conciertos, etc. En suma, en las condiciones concretas del Perú, prolongar la cuarentena no detendrá al virus porque faltan las otras armas para frenarlo (rastreo de contactos, pruebas masivas, etc.).”

“Y no se trata, como erróneamente dicen algunos, de privilegiar la economía y las empresas sobre la salud. En el Perú, con dos tercios de población informal, no hay manera de que millones de personas, precisamente las de menores recursos, sobrevivan con el país paralizado.” (“Una estrategia intermedia”, “El Comercio”, 28 de marzo 2020).

Parafraseando a Vivas, que poco humanos son Sagasti y sus cómplices condenando al hambre a millones de peruanos. Lampadia




De Odebrecht a Sinopharm

De Odebrecht a Sinopharm

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

El escándalo del soborno al ex presidente Martín Vizcarra, las ministras Pilar Mazzetti y Elizabeth Astete, y otros muchos funcionarios públicos y personajes encumbrados, es un golpe demoledor al sistema político peruano, que ya estaba en estado ruinoso después los aquelarres de Lava Jato y de los jueces corruptos.

Lo de las vacunas chinas es claramente un soborno: le entregaron un bien muy preciado, más valioso que el dinero porque podía salvarle la vida, a funcionarios públicos que eran los que decidían cual y cuantas vacunas se compraban. Y precisamente, esos funcionarios decidieron, con pretextos fútiles, desechar la posibilidad de adquirir otras vacunas que tienen una mayor eficacia y quizá también un menor precio, para adquirir la de Sinopharm, precisamente la de la empresa corruptora.

No son pocos los que sospechan que Vizcarra, con los antecedentes que se le conocen, habría negociado –o tratado de negociar- algo más que las dosis de vacunas que recibieron él y sus familiares cercanos. Eso también será materia de investigación probablemente.

El asunto es que Vizcarra y sus secuaces han sido desenmascarados como lo que son, corruptos que se aprovecharon de los cargos de poder que detentaban para su beneficio personal.

Y Vizcarra había sido convertido por la coalición que interesadamente lo respaldó, en el héroe máximo de la lucha anticorrupción en el Perú. Por supuesto, todo era una farsa, un invento interesado de esa coalición para destruir a sus enemigos políticos aprovechando los casos Lava Jato y de jueces deshonestos, y para controlar y manipular el sistema de justicia.

Hay que reconocer que tuvieron un éxito espectacular mintiendo y engañando, y lograron muchos de sus objetivos perversos. En este contexto, Vizcarra construyó una aprobación altísima y duradera, que incluso le permitió remontar su pésima gestión de la pandemia, una de las peores del mundo, y los escándalos de corrupción de Richard Swing, del gobierno regional de Moquegua, y otros con una alta popularidad.

Ahora el héroe de pies de barro, edificado por interesados prebendarios, se ha derrumbado. Eso es, por supuesto, positivo, pero contribuye a liquidar lo poco de confianza que había en el sistema político.

Esta situación de desconfianza generalizada se expresa de muchas maneras, entre otras, en el altísimo nivel de rechazo de los candidatos presidenciales, no solo de los que fueron víctimas de las campañas de demolición de Vizcarra y sus socios, sino incluso de los nuevos, que no tienen casi trayectoria y no son tan conocidos.

Una situación así es, obviamente, peligrosísima para la democracia y el libre mercado. Cualquier caudillo populista puede aprovecharla y presentarse como el mesías salvador, hacerse del poder y llevar al Perú por un camino similar del de Venezuela.

Ese es el peligro que tenemos que evitar ahora. Lampadia




Un funcionario ejemplar

Un funcionario ejemplar

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

El deceso de Renzo Rossini, Gerente General del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), ha causado consternación. Rossini desarrolló toda su carrera en el BCRP y fue escalando meritocráticamente hasta ocupar el más alto cargo que puede ostentar un funcionario de carrera.

Rossini fue uno de los artífices de la estabilidad económica que ha vivido el Perú las tres últimas décadas, que permitieron el crecimiento sostenido más largo e importante del que se tenga memoria, que sacó de la pobreza a millones de peruanos y fue fortaleciendo una clase media que ahora está nuevamente en peligro de consunción.

Renzo Rossini es el ejemplo de funcionario público que debería tener el Perú. Un hombre capaz y honesto, con las mejores calificaciones académicas, con una trayectoria impecable a lo largo de varias décadas en la misma institución, que ocupó paulatinamente cargos cada vez más importantes por sus propios méritos.

Eso fue posible porque la autonomía del BCRP permite que funcionarios como Rossini permanezcan en la institución y que asciendan los mejores. Naturalmente, eso se compensa con salarios y prestaciones adecuados a la calidad de los empleados, para evitar que migren a otras empresas. Es decir, más o menos lo contrario a lo que ocurre en el resto de la administración pública.

En el Perú, a diferencia de los países desarrollados, casi no existen funcionarios de carrera de alto nivel que permanezcan establemente en sus cargos durante varios períodos. Cuando cambia el Gobierno o, peor aún, cuando cambia el jefe del sector, se modifica toda la estructura de la entidad.

La pérdida de Rossini es hoy más lamentable aún, porque el Perú sufre una ofensiva del populismo y el izquierdismo que amenazan las bases fundamentales de la estabilidad y el crecimiento. Y precisamente el BCRP es uno de los blancos favoritos de la media docena de candidatos que atacan la estabilidad.

Ellos coinciden, por ejemplo, en modificar total o parcialmente, la Constitución, que es la que garantiza, entre otras cosas, la autonomía del BCRP. Y por ejemplo, lo que establece el artículo 84°, “El Banco está prohibido de conceder financiamiento al erario”, sería una de las primeras cosas que cambiarían.

La candidata de extrema izquierda Verónika Mendoza lo ha dicho, ella emitiría moneda descontroladamente, con lo cual llegaríamos a una situación similar a la de fines de la década de 1980 o la que ahora vive Venezuela. Y varios otros harían lo mismo.

También hay que recordar que el Congreso anterior, disuelto por Martín Vizcarra con los aplausos entusiastas de los medios de comunicación y grupos que lo respaldaban, actuó responsablemente eligiendo como directores del BCRP a Elmer Cuba, Rafael Rey y José Chlimper y ratificando a Julio Velarde en la presidencia. ¿Se imaginan a quienes elegiría el Congreso actual que regaló al Perú Vizcarra y la coalición que lo respaldaba?

El mejor homenaje a Renzo Rossini será impedir que quienes quieren destruir lo que el contribuyó a edificar lleguen al poder. Lampadia




Campañas de divulgación y política

Campañas de divulgación y política

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Muy positiva la campaña que ha empezado Lampadia para demostrar con cifras y datos irrefutables los beneficios de la inversión privada y del libre mercado, que han impulsado como nunca antes el crecimiento de la economía y la disminución de la pobreza.

Ojalá que esta cruzada tenga continuidad en el tiempo.

Pero es necesario que sea complementada con un discurso político, que muchas veces los empresarios, por diversas razones, no pueden o no quieren enunciar.

Por ejemplo, para poner un caso paradigmático, el gas de Camisea, que hoy día todos aprovechamos y que nos parece lo más natural del mundo. Pero casi nadie recuerda ni conoce lo difícil que fue sacar adelante ese proyecto.

La empresa Shell, una de las más grandes e importantes del mundo, exploró en la selva y descubrió ese enorme yacimiento en la década de 1980, invirtiendo muchos millones de dólares con tal propósito. Y cuando estaba lista para explotarlo a fines de la década las izquierdas, que en aquel entonces tenían una muy importante representación parlamentaria –llegaron en segundo lugar en las elecciones de 1985- y fuerza política, desataron una feroz campaña contra la “explotación imperialista” del gas. El gobierno de Alan García, ya debilitado, cedió. Todo se paralizó y la Shell simplemente abandonó el proyecto y se fue del país.

Tuvieron que pasar 13 años para que, en el Gobierno de Alejandro Toledo, el 2001, gracias al empuje de los ministros Jaime Quijandría y Pedro Pablo Kuczynski, se retomara el proyecto. Se licitó y rápidamente se construyó la planta y el gasoducto para transportar el gas. Tres años después ya estaba funcionando. Gracias al gas de Camisea hubo energía abundante y barata para poder desarrollar el otro pilar del espectacular crecimiento de esos años, la minería.

Hoy día los peruanos disfrutamos del gas barato en nuestros hogares y vehículos, pero sobre todo tenemos electricidad a precios razonables, para la industria y para las familias. Todo eso a pesar de las izquierdas, que impidieron su desarrollo en 1988 y por fortuna no pudieron evitarlo el 2001.

Hoy día con el avance del populismo y las izquierdas ¿acaso el gobierno de Martín Vizcarra lo hubiera realizado? ¿Y Francisco Sagasti? Por supuesto que no.

Hay muchos otros ejemplos. ¿La población los conoce? ¿Alguien lo recuerda? ¿Alguien se encarga de explicarlo?

No obstante, ellos difunden su propaganda engañosa y falsa persistentemente. Si no se les refuta todos los días, si no se explica paciente e incesantemente la verdad de los hechos, ellos avanzan, frenan el desarrollo del país y pueden llevarnos a una catástrofe de consecuencias aterradoras. De hecho, ya han causado un daño colosal bloqueando proyectos mineros como Conga y Tía María o atacando a las exitosas empresas agroindustriales.

Hay que detenerlos ahora. Lampadia




Peor que antes

Peor que antes

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Era difícil imaginar que pudiéramos caer más después del desastroso gobierno de Martín Vizcarra, pero Francisco Sagasti nos ha demostrado que sí nos podemos seguir despeñando por el abismo. La absurda cuarentena total que ha impuesto en Lima y varias regiones, y semi inmovilización en el resto del país tendrá efectos devastadores.

El punto es que esa medida no evitará la propagación del virus, como ocurrió el año pasado. Desde mediados de marzo, cuando la pandemia recién se iniciaba, se impuso la durísima cuarentena, aplaudida frenéticamente por la coalición vizcarrista, que arruinó la economía y arrojó al desempleo a millones de personas. El resultado fue que el Perú tuvo la mayor proporción de muertos por habitante en el mundo. Es decir, el peor de los escenarios.

Lo razonable era antes y es ahora, tomar medidas intermedias, impidiendo las aglomeraciones –y no propiciándolas como hizo Vizcarra y hace ahora Sagasti-, difundiendo medidas preventivas y mejorando la precaria situación de los establecimientos de salud del Estado.

Porque en un país con 70% de informalidad (que ahora debe ser más) es imposible establecer una cuarentena rígida que funcione adecuadamente.

La nueva cuarentena será un golpe demoledor para la maltrecha economía, sobre todo para las pequeñas y medianas empresas y, por supuesto, para los millones de peruanos que viven al día. Muchos de los pequeños negocios que habían sobrevivido a duras penas y otros que se crearon en los últimos meses sufrirán un garrotazo mortal.

Mientras tanto, los ineptos que gobiernan son incapaces de traer las vacunas de China. Se han visto obligados a aceptar esta vez la ayuda de la empresa privada para traerlas, pero siguen resistiendo en otros ámbitos la participación privada.

La ideología izquierdista y estatista es aún más fuerte que sus propias necesidades políticas, porque es obvio que su desempeño mejoraría si accedieran a recibir la colaboración que se les ofrece.

Y, por supuesto, no es casualidad que todos los políticos izquierdistas clamen por una cuarentena total e indefinida.

Finalmente, si con Sagasti seguimos cayendo al abismo, es claro que si cualquiera de los varios candidatos izquierdistas triunfa en las elecciones, sumirá al Perú en una catástrofe de proporciones inimaginables. Ollanta Humala y Martín Vizcarra gobernaron un país todavía boyante, con una economía en crecimiento y lo dejaron peor de lo que lo encontraron. Esta vez, con una situación precaria, una economía en crisis, millones de desempleados y millones en pobreza extrema, déficit fiscal y deuda creciendo, no cabe duda que aplicarían las políticas populistas que ya están anunciando y nos hundirían en un hueco negro.

Hay que impedirlo. Lampadia




Por qué cae Sagasti

Por qué cae Sagasti

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Las recientes encuestas de Datum e Ipsos muestran una significativa caída en la aprobación del presidente Francisco Sagasti. En ambas la desaprobación supera claramente a la aceptación.

Según Ipsos el 47% desaprueba y el 34% aprueba. Su respaldo cayó 10 puntos y la desaprobación subió 12, es decir, las cosas se invirtieron en solo un mes.

De acuerdo a Datum la aprobación cayó a 40% (era 46%) y la desaprobación subió a 45% (era 27%). La situación de los ministros no es mejor.

Sin duda la deficiente gestión del Gobierno explica esta brusca caída, a pesar de anuncios sensacionales, celebrados casi unánimemente por los medios de comunicación, como la llegada de un millón de vacunas en enero, cosa que en realidad parece que no se concretará.

Algunos se preguntan por qué Martín Vizcarra mantuvo una alta popularidad hasta el final e incluso la conserva hoy, a pesar de todos los escándalos de corrupción en los que se vio involucrado y, sobre todo, a pesar de su pésima gestión que puso al Perú en los primeros lugares del mundo en cantidad de fallecidos por millón de habitantes, en caída del PBI y en desempleo.

Se alude al “efecto teflón”. Pero esa capacidad de resistir los desastres sin perder popularidad tiene explicación, y no está por supuesto, en los larguísimos y muchas veces insoportables monólogos del mediodía. En mi opinión eso se debe al fuerte respaldo que obtuvo con las medidas populistas el 2018 y el 2019.

Los ataques al Congreso, al sistema judicial y a los políticos lo catapultaron a insospechados y sólidos niveles de popularidad que se han mantenido, parcialmente, hasta ahora.

Medidas contraproducentes como la no reelección de congresistas y la ilegal clausura del Parlamento fueron celebradas con algarabía por la inmensa mayoría de la población.

El asalto a la fiscalía de la Nación y la destitución de Pedro Chávarry satanizado, en contubernio con la mayoría de medios, fue vitoreado con alborozo por las masas. La destrucción del corrupto Consejo Nacional de Magistratura –reemplazado por una sumisa Junta Nacional de Justicia- fue proclamada como un gran logro para reformar la justicia.

La persecución y encarcelamiento de magistrados y políticos supuestamente corruptos, operación manejada por fiscales, ONGs y estudios de abogados que coordinaban con el Gobierno, fue aclamado y ovacionado por la muchedumbre, azuzada siempre por los medios, sin importar que se mezclaba arbitrariamente a inocentes y culpables.

En suma, eso fue lo que le dio una consistente popularidad al inescrupuloso Vizcarra, que se deshizo de sus opositores políticos y de magistrados que podían investigarlo, al tiempo que satisfacía a la multitud que ansiaba ver como se quemaban a las víctimas en la hoguera.

Sagasti no ha hecho eso –probablemente no lo hará- y por tanto el público solo califica su mala gestión. Lampadia   




La justicia patas arriba

La justicia patas arriba

 

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

El caso del chofer que atropelló intencionalmente a una inspectora de ATU y se dio a la fuga, fue atrapado por la policía y dejado en libertad por la fiscalía, es uno de los tantos casos que muestra que la justicia en el Perú está patas arriba.

Hace poco, dos cabecillas terroristas del Vraem que habían sido capturados el 12 de julio de 2019 cuando -según la policía- se disponían a atacar una comisaría en Huancavelica, fueron liberados por el Poder Judicial por exceso de carcelería. En este caso la culpa es tanto de la fiscalía que no presentó acusación luego de dieciocho meses, como de los jueces que pudieron haber extendido la prisión preventiva.

Según el especialista Pedro Yaranga, uno de los capturados era un mando importante, “a nivel militar, era el segundo hombre [del grupo de los Quispe Palomino], que planificaba las emboscadas, las incursiones armadas. Él es detenido por un trabajo eficiente de la policía en las vísperas de lo que tenía previsto incursionar en una comisaría y hacer un baño de sangre con 18 hombres”. (“RPP Noticias”)

La incompetencia de los operadores del sistema judicial es nefasta y todas las reformas que se han intentado hasta ahora han fracasado. Peor aún, muchas veces no han tenido como propósito real mejorar las cosas sino controlar políticamente el sistema, como la última que realizó Martín Vizcarra y la coalición que lo respaldaba.

Otros casos escandalosos son los de los disturbios de los últimos meses. Tanto en las manifestaciones promovidas por los vizcarristas, incluyendo al Partido Morado y todas las tendencias izquierdistas contra Manuel Merino, como en los bloqueos de carreteras en Ica y La Libertad, donde los vándalos cometieron delitos sancionados con prisión efectiva, no hay –que se sepa- detenidos ni procesados.

Los únicos acusados, tanto por el Gobierno de Francisco Sagasti como por sus cófrades de organismos internacionales, son los policías que arriesgaron su vida para cumplir su deber e intentar mantener el orden.

Es indignante, por ejemplo, el reporte de la oficina de DDHH de la ONU que dirige Michelle Bachelet que señala que en noviembre la policía hizo “un uso innecesario y excesivo de la fuerza”. En realidad, la policía se defendió a duras penas de la turba violenta, sin contar con los instrumentos adecuados, a pesar de lo cual impidió que los vándalos hicieran los que las muchedumbres realizaron en el Capitolio de Washington o el Congreso de Guatemala.

Dicen, además, que “las personas tienen derecho a reunirse pacíficamente” y que la policía las atacó con violencia. Eso, por supuesto, es absolutamente falso. Primero, la policía no disolvió a los manifestantes pacíficos, solo se defendió de los violentos. Y segundo, de acuerdo al estado de emergencia decretado por Vizcarra, todo tipo de concentraciones estaba terminantemente prohibido y nadie tenía derecho a reunirse.

En suma, la tendencia es la misma, el desastroso sistema de justicia peruano sigue protegiendo a los delincuentes. Lampadia




La fractura de la coalición

La fractura de la coalición

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

Las críticas de varios connotados vizcarristas a su ex líder no deberían sorprender tanto. El problema que tienen es que con su inesperada postulación al Congreso, Martín Vizcarra amenaza con dividir los votos de esa coalición en las próximas elecciones, en las que se sentían seguros ganadores con algunos de los varios candidatos que tienen.

En efecto, cuatro o cinco de los candidatos de esa coalición están en lugares expectantes de las encuestas. El mejor de los escenarios para ellos es, naturalmente, que dos de su grupo lleguen a la segunda vuelta, con lo cual tendrían asegurado un Gobierno que sea la continuidad de los de Vizcarra y Francisco Sagasti, probablemente profundizando su tendencia hacia la izquierda, destruyendo los pilares del crecimiento económico de las últimas décadas y quizás enrumbando al país en el desastroso camino de otros países de la región.

Ahora con Vizcarra en la competencia esa posibilidad se debilita pues, si son ciertos los sondeos que se han publicado, el ex presidente podría obtener una importante votación a costa de otros postulantes de la coalición, aunque no le alcanzaría, por supuesto, para que su impresentable candidato a la presidencia entre a la ronda final.

Es decir, la segunda vuelta podría estar al final entre uno de los candidatos de la coalición que ha gobernado (y sigue en el poder ahora), y otro que defienda el libre mercado, la democracia y -eso es lo más importante para muchos de ellos- no esté dispuesto a seguirles permitiendo disfrutar de las millonarias prebendas estatales de las que se han acostumbrado a vivir.

Además Vizcarra, oportunistamente como siempre, se ha izquierdizado y ahora propone una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. Ese es un tema que divide a esa coalición, pues aunque algunos de los más extremistas siempre lo han pretendido, no todos están de acuerdo.

En suma, empezando esta accidentada e irregular campaña electoral, la situación se ha complicado para la coalición gobernante que, sin embargo, ha mostrado una enorme versatilidad para adaptarse y permanecer aferrada a la teta estatal, al tiempo que va minando las bases del progreso. Lampadia




El Alan García que conocí

El Alan García que conocí

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

En 2004 el Partido Aprista, por iniciativa de Alan García (AGP) promovió y logró mi censura en el Congreso (en la campaña del 2001 yo lo había criticado vehementemente). El 2005 AGP preparaba su programa para las elecciones del siguiente año y me invitó a presentar el tema de seguridad ciudadana en un evento de su partido.

Era una reunión con unas 15 personas y empecé mi exposición diciendo que estaba allí gracias al presidente García, tanto porque me había invitado a la reunión como porque había promovido mi censura en el Congreso, de lo contrario seguiría siendo ministro del Interior y no habría podido concurrir.

Alan, que era rapidísimo, me interrumpió y dijo algo así: “claro que tienes que agradecérmelo, porque si hubieras seguido en el gobierno de Toledo te habrías ensuciado con todos los escándalos que han seguido apareciendo”. Todos nos reímos y la reunión siguió en un ambiente relajado.

Al año siguiente apoyé su candidatura y voté por él en la segunda vuelta, contra Ollanta Humala. Un dirigente aprista me invitó a algún evento del final de campaña, pero preferí mantener la distancia. Rafael Rey y Ántero Flores Aráoz, que habían sido feroces críticos de su primer Gobierno y que después habían participado en las acusaciones que se le hicieron, si asistieron. Más adelante integraron su Gobierno, ambos como ministros de Defensa. AGP no era un hombre de odios y rencores personales eternos, valoraba la reconciliación. Rafael y Ántero comparten esa característica.

En mi participación en los medios ya sea en artículos o entrevistas durante su segundo Gobierno -que fue bueno, muy superior al primero-, fui crítico, como corresponde. En octubre de 2008 denuncié los “Petroaudios” que luego provocaron una crisis política. Como represalia, el Apra en el Congreso desempolvó una absurda acusación constitucional que me había hecho un sujeto que responde al nombre de Jorge Mufarech por haber suscrito dos convenios con Proética para luchar contra la corrupción en el Ministerio del Interior, pero no lograron aprobarla, aunque estuvieron cerca.

Después de su Gobierno conversé con AGP unas pocas veces. Era inteligente, culto y, sobre todo, con sentido del humor.

La última vez que lo vi fue en el verano de 2019. Estaba en uno de sus peores momentos. La campaña de demolición contra él, encabezada por Martín Vizcarra y la coalición que lo respaldaba, había sido exitosa. El 85% o 90% de la población lo abominaba, según las encuestas. Su intento de asilarse en la embajada de Uruguay había fracasado. Estaba aislado.

Cuando me llegó, no dudé en aceptar la invitación al Instituto de Gobierno que dirigía, a un panel sobre situación política con Ántero Flores Aráoz y Ernesto Álvarez. Antes de la reunión conversamos y nos reímos un rato, como siempre. No exteriorizaba la preocupación que debería tener por el acoso judicial y mediático de que era objeto.

Luego del evento y las fotos de rigor -una de ellas, recortada para mostrarme solo a mí con AGP, fue usada luego por un activista político que funge de periodista independiente para atacarme-, hablamos brevemente y quedamos en conversar después. Nunca más lo vi.

Estaba en el extranjero cuando me enteré de su suicidio. La noticia me sorprendió y apenó. Luego de leer “Metamemorias” entendí que no se iba a dejar manosear y humillar por los fiscales politizados al servicio de Vizcarra.

Una de las lecciones que dejó es que los rencores, antipatías, resentimientos e inquinas personales no deben nublar los sentimientos ni convertirse en criterios para definir el comportamiento político. Lampadia