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No hay que subestimarlos

No hay que subestimarlos

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

La amenaza de Guido Bellido para nacionalizar el gas de Camisea es ridícula, imposible de ejecutar en democracia y carece de todo fundamento. Sin embargo, es una consigna política que tiene eco en una parte importante de la población, sirve para justificar la inoperancia del gobierno, presiona a Pedro Castillo y desarrolla la popularidad de Bellido en sus bases.

Dos meses después de haber asumido el gobierno, es claro que se trata de una gavilla de incompetentes que no tienen ninguna idea de cómo gestionar el Estado ni un plan para hacerlo, salvo avanzar hacia la captura de todo el poder para instaurar una corrupta dictadura chavista.

Ante un problema específico, la inflación y subida de precio de artículos esenciales como el gas, recurren a una propuesta demagógica pero políticamente rentable.

La explicación de los altos precios del gas que afecta sobre todo a los más pobres, que difunden los comunistas en el poder, es que la culpa la tienen los monopolios extranjeros que se han apoderado de mala manera de nuestros recursos naturales. Es una interpretación absolutamente falsa del problema, como se han encargado de explicar varios expertos, pero refuerza una idea pre existente en buena parte de la población.

En efecto, esas ideas populistas tienen arraigo desde hace muchísimo tiempo, probablemente un siglo. Por ejemplo, la primera medida importante que tomó la dictadura izquierdista del general Juan Velasco fue expropiar a la compañía norteamericana IPC, el 9 de octubre de 1968. Y ocuparon con gran despliegue militar -innecesario realmente, pero útil para proporcionar la escenografía del golpe nacionalista- los campos ya exhaustos de la Brea y Pariñas y la antigua refinería de Talara.

Ese acto fue aplaudido por casi todos, empezando por el entonces influyente diario conservador El Comercio, que era uno de los promotores de esa política. Pocos se ocuparon después que el Estado peruano tuvo que pagar las expropiaciones populistas de la dictadura (acuerdo Green-Mercado en 1973) y que los beneficios fueron inexistentes.

Sin embargo, muy poco hicieron después los demócratas para explicar clara e insistentemente que esas políticas populistas y nacionalistas terminaron en fracasos rotundos que el pueblo peruano tuvo que pagar. Pero los comunistas de todo pelaje si han seguido difundiendo el mito que los peruanos son pobres porque los imperialistas se roban las riquezas naturales del país.

Esas ideas siguen siendo las dominantes, el sentido común, en muchos ciudadanos. Y de eso se aprovecha gente como Bellido para difundir, de seguro con amplia audiencia, los disparates que hoy pregona.

Eso crea ilusiones y expectativas entre sus simpatizantes, abrumados por la inflación. Ahora creen que sus problemas se resolverán con estatizaciones. Pero como no se pueden hacer ahora -se necesita una asamblea constituyente, les dicen-, refuerza el propósito básico de los comunistas en el poder: una constituyente para imponer una dictadura.

En suma, no hay que subestimar las necedades que difunden Bellido y sus secuaces. Ellos van con la corriente, refuerzan ideas pre existentes y las usan para sus propósitos. Lampadia