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¿El fallido golpe de Maduro es comparable al 5 de abril?

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Puestos contra la pared de tener que condenar la clausura del congreso en Venezuela, varios políticos de izquierda en el Perú encontraron la coartada prefecta: si estuve contra el autogolpe de Fujimori, no me queda más remedio que rechazar el golpe de Maduro. En realidad, aprovecharon el golpe venezolano no para condenarlo, sino para condenar el golpe fujimorista. “Si condenamos el 5 de abril de Fujimori, no podemos cerrar los ojos ante lo que acaba de ocurrir en Venezuela”, tuiteó Marisa Glave, del Frente Amplio. Ollanta Humala ni siquiera menciona a Venezuela, pero si recuerda a Fujimori: “En el Perú hubo una ruptura del orden constitucional a cargo del gobierno de Fujimori, y yo me enfrenté a esa dictadura”, escribió, tratando de mostrar una prueba de sus convicciones democráticas. Y Nadine Heredia mata dos pájaros de un tiro, solo que ninguno de ellos es Maduro: “Viendo este video (2011) me pregunto si PPK, quien apoyó a Fujimori, es coherente con posición sobre Venezuela”. ¿Condena  a Venezuela? Ninguna. Verónica Mendoza no se refiere a Fujimori, pero recién se percata de que el equilibrio democrático –no la democracia como tal- se ha roto en Venezuela. Escribió: “La resolución del Tribunal Supremo de Justicia rompe el equilibrio democrático en Venezuela”, como si no hubiese estado roto hace tiempo y como si lo que terminó de romperse no fue la democracia como tal. 

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, junto a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Foto: AP

Al final, presionado interna y externamente, Muduro ha tenido que dar marcha atrás y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) anuló la resolución por medio de la cual reemplazaba en sus funciones al Congreso. Pero, en realidad, todo podría haber sido parte de un libreto bien montado, porque basta una revisión de la relación entre la Asamblea Nacional de Venezuela y los demás Poderes para percatarse de que la Asamblea ya estaba completamente anulada en los hechos y siempre lo estuvo. Había perdido todos sus poderes y las leyes que aprobaba eran automáticamente declaradas inconstitucionales por la Sala Constitucional de TSJ. En ese sentido, la fallida resolución del TSJ anulando la Asamblea Nacional no venía sino a formalizar lo que siempre fue un hecho lamentable, y por lo tanto Maduro pudo darse el lujo de aparecer como el restaurador de la Asamblea porque ella era ya y es un poder inexistente en Venezuela.

La Asamblea Nacional nunca tuvo poder

Revisemos los hechos. En las elecciones de diciembre del 2015, la opositora MUD obtuvo 112 diputados, las dos terceras partes de la Asamblea. Con esa mayoría absoluta, la MUD tenía poderes muy amplios. Por esa razón, ya el 30 de diciembre del 2015, la Sala Electoral del TSJ  suspendió arbitrariamente  las proclamaciones de 3 diputados de la MUD, con lo cual perdía los dos tercios. El 5 de enero, no obstante, los tres diputados separados juramentaron como parte de la Asamblea. Esto llevó a la Sala Electoral del TSJ a denunciar por desacato a la Junta Directiva del Parlamento y ordenar la desincorporación inmediata de los tres diputados del estado Amazonas. Estos solicitaron entonces su desincorporación para “defenderse por vías externas legales y evitar involucrar al Parlamento”.

Luego, el 15 de enero, Maduro dicta el Decreto N° 2,184, por el cual declara el estado de excepción para enfrentar la emergencia económica, lo que le permite dictar leyes sin pasar por la Asamblea. Esta invita al equipo económico del Ejecutivo para que sustente la medida, pero el mencionado equipo decidió no acudir a la Comisión respectiva. Entonces la mayoría de la Asamblea Nacional decide desaprobar el Decreto de estado de excepción en virtud de las razones expuestas en el informe final de la Comisión correspondiente. Ante ello, la Sala Constitucional del TSJ interpretó que el control político de la Asamblea Nacional sobre el Decreto de estado de excepción no tiene efectos jurídicos.

Este sainete en torno al decreto de estado de excepción, el rechazo del Congreso, y la anulación de la decisión de la Asamblea por parte del TSJ, se repitió dos veces más a lo largo del 2016.

En realidad, todos los actos de la Asamblea fueron sistemáticamente anulados, desde el comienzo. El 17 de febrero, por ejemplo, la Comisión Permanente de Contraloría de la Asamblea Nacional decide investigar supuestas irregularidades ocurridas en la empresa Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA). La respuesta no se hizo esperar: el 1° de marzo La Sala Constitucional del TSJ interpretó las facultades de control político de la Asamblea Nacional en el sentido de que no se aplican a funcionarios de las empresas públicas.

El 23 de marzo la Asamblea Nacional aprueba la Ley de Reforma del Decreto-Ley del Banco Central de Venezuela, que sencillamente dejaba sin efecto las reformas introducidas el 2015 que limitaban la autonomía del Banco Central. Pocos días después, el 31 de marzo, el TSJ  declara la nulidad de la Ley de Reforma del Decreto-Ley del Banco Central de Venezuela. Lo mismo pasó con la importante Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, que fue declarada inconstitucional estableciendo, además, que la Asamblea Nacional no puede revocar designaciones de Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.

El 7 de abril se aprobó  la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, que entre otros aspectos, aumentó el número de magistrados de la Sala Constitucional. Esta, por supuesto, también fue declarada inconstitucional.

Lo mismo ocurrió con cerca de 15 leyes más que se sancionaron el 2016. Hecha la ley, hecha su anulación. La impotencia y la sensación de irrelevancia  en la Asamblea eran absolutas.

El 20 de abril fue aprobado en primera discusión el Proyecto de Enmienda N° 2 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, con la finalidad de reducir el período presidencial a cuatro años, regulando la convocatoria de elecciones durante el 2016. EL TSJ interpretó que dicha reducción no se aplicaba al período 2014-2019. No solo eso, el TSJ contraatacó suspendiendo los efectos de varios artículos de Reglamento Interior y Debates de la Asamblea Nacional.

El 11 de octubre, la Sala Constitucional del TSJ concluye que el Presidente de la República no queda sujeto a los controles de la Asamblea para dictar el presupuesto 2017.

El 25 de octubre fue aprobado el inicio del procedimiento para la declaratoria de la responsabilidad política del Presidente de la República. Ese procedimiento fue anulado también por el TSJ. Y así sucesivamente. Lo que hemos mostrado no es ni el 30% de lo ocurrido.

El Congreso peruano dio facultades pero las recortó también

Ahora bien, ¿son comparables estas relaciones entre poderes en Venezuela que acabamos de reseñar, con las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo en el Perú entre agosto de 1990 y el 5 de abril de 1992? Hay algunas semejanzas, por supuesto, pero también diferencias. Una de estas es lo que acabamos de ver: en Venezuela no necesitan un 5 de abril porque para todo efecto práctico la Asamblea está cerrada.

La semejanza principal es que ambos casos el gobierno carecía de mayoría parlamentaria. Fujimori había ganado en segunda vuelta con el 63 por ciento de los votos,  pero sólo contaba con el 18 por ciento de los diputados y el 23 por ciento de los senadores, pues en la primera vuelta solo había obtenido el 29% de los votos. En Venezuela, la opositora MUD tenía el 67% de los escaños y el oficialista Gran Polo Patriótico Simón Bolívar el 33%.

Y, por supuesto, en el Perú también hubo conflictos entre Ejecutivo y Legislativo. El mejor relato y análisis de esos conflictos es el del politólogo norteamericano Charles D. Kenney, publicado en el libro de Fernando Tuesta (editor) Los Enigmas del Poder.  En síntesis, luego de un serio enfrentamiento en torno a la ley de presupuesto para 1991, el Congreso otorgó facultades legislativas al Ejecutivo para llevar a cabo reformas económicas y para enfrentar al terrorismo. Sin embargo, de 117 decretos legislativos, el Congreso derogó 27, la mayor parte en los temas de seguridad, cuestionando la estrategia que el gobierno planteaba, aunque en algunos casos con razón porque se otorgaba facultades excesivas al SIN, por ejemplo.[1] Este fue el pretexto que probablemente usó Montesinos para convencer a Fujimori de dar el golpe, pues Sendero Luminoso ya atacaba Lima y proclamaba que había alcanzado el equilibrio estratégico.

El Congreso también negó facultades legislativas en materia tributaria. Entonces vinieron las escaramuzas. Fujimori atacó al Parlamento y propuso un plebiscito para renovarlo por tercios. Javier Alva Orlandini respondió proponiendo incluir una pregunta sobre vacancia del Presidente. El Ministro de Agricultura fue censurado y  Fujimori demoró dos semanas en aceptar renuncia. Entonces el senador Rafael Belaunde advirtió que el Presidente puede ser destituido por incapacidad moral. Fujimori, por su parte, sugirió que había un lobby de narcodólares en el Congreso pues se había derogado un decreto contra el narcotráfico. El Senado aprobó una moción que “descalifica moralmente al Presidente”, y en Diputados casi se discute la vacancia presidencial pero se desistió por temor a un golpe militar.

Luego el Congreso aprobó la llamada “ley de control de actos del Presidente” que incluso permitía dejar sin efecto estados de emergencia, lo que sin duda era excesivo. Entonces, cuando Fujimori observa 41 artículos de ley de presupuesto de 1992 y el Congreso insistió, Fujimori replicó suspendiendo tres de los artículos invocando el artículo 211, inciso 20 de la Constitución (del 79) que le permitía dictar medidas extraordinarias en materia económica y financiera cuando así lo requiriese el interés nacional. Pero ese recurso ya no tenía efecto porque la ley de control de los actos del presidente lo anuló. 

En resumen, el Legislativo, aunque dio facultades, también impuso recortes, tanto a las políticas necesarias para enfrentar la grave emergencia nacional (algunas cuestionables, sin embargo) como a los poderes presidenciales (en temas críticos como el orden interno). A ello se sumó un Tribunal de Garantías Constitucionales controlado por el APRA que había comenzado a derogar reformas que ni siquiera eran inconstitucionales. Pero también es probable que Fujimori y particularmente Montesinos hubiesen estado anidando desde meses atrás una voluntad golpista que tomó estos hechos como pretexto. Recordemos que desde los últimos años de García los militares habían concebido un proyecto nacional de largo plazo, el “plan verde”, que pasaba, en realidad, por el control autoritario del poder.

Similitudes aparentes

Es interesante constatar que las similitudes con Venezuela son más aparentes que reales. Para comenzar, la Asamblea Nacional venezolana es un adorno. El Congreso peruano 90-92 sí ejercía poder. La Asamblea Nacional intenta poner límites a un presidente autoritario que necesita controles, pero esos límites son  anulados por el TSJ. En el caso peruano era al revés: el congreso recortaba facultades y poderes a un Presidente que los necesitaba para enfrentar la grave emergencia nacional (aunque algunos de los poderes pedidos fueran excesivos y si  recibiera facultades legislativas una de las dos veces que las pidió)

Fujimori buscaba poderes legislativos para reformar y liberalizar la economía –en esto contó con la ayuda del Congreso- y para enfrentar al terrorismo senderista que era una amenaza a la supervivencia del Perú como nación.  Maduro, en cambio, acumula poderes y anula la Asamblea no para liberalizar la economía sino para controlarla cada vez más, y en la medida en que eso no hace sino agravar la situación económica, no lo queda más remedio que radicalizar su autoritarismo concentrando más poder.

Fujimori da el golpe para enfrentar una grave amenaza nacional (por lo menos ese fue el pretexto). Maduro anula la Asamblea y controla todos los poderes sencillamente para sobrevivir en el poder. En la medida en que la situación se agrava, no le queda más remedio que suprimir libertades, en un círculo vicioso. No es la sobrevivencia del país, sino la suya propia.

Ahora bien, en parte forzado por la presión internacional, Fujimori a los pocos meses de 5 de abril convocó a un congreso constituyente que elaboró la Constitución de 1993, que instauró una economía de mercado libre y abierta que le permitió al país crecer de manera sostenida luego de 30 años de estancamiento y retroceso.[2]

En su segundo mandato, sin embargo, entre 1995 y el 2000, Fujimori, lejos de hacer el tránsito hacia una democracia liberal propiamente dicha, institucionalizando la propia Constitución de 1993, desarrolló una estrategia para controlar los Poderes constitucionales y la prensa, sobre todo televisiva, con el fin de conseguir su segunda reelección. Es quizá esa etapa, de un control político creciente para perpetuarse en el poder, la que más se parezca a la actuación de Maduro de hoy. Con la diferencia enorme de que Fujimori no necesitaba controlarlo todo para mantenerse en el gobierno. Podía sencillamente terminar su mandato el 2000 y tentar una nueva elección el 2005. Era Montesinos quien no podía dejar el poder. Lampadia

[1] El 733, ley de movilización nacional, establecía que los bienes de todas las personas naturales o jurídicas podían ser requisados y las personas movilizadas, que todos estaban obligados a otorgar la información que se les solicite y aquellos que se negaran serían considerados traidores a la patria. También el 746, ley del Sistema de Inteligencia Nacional, que otorgaba al SIN poderes amplísimos, incluyendo el recabar la información que deseara de los organismos públicos y privados, bajo responsabilidad penal, y creaba órganos de inteligencia en los ministerios y organismos públicos, que respondían al SIN. El 762 establecía  penas de cárcel para las personas que revelasen, reprodujeran, exhibieran, difundieran o hicieran accesible a través de cualquier medio, información referida a las actividades del Servicio de Inteligencia Nacional.

Sin embargo, el Congreso también modificó el 743, ley del sistema de defensa nacional, que creaba el Comando Unificado de Pacificación y el Comando Operativo del Frente Interno (COFI), que era necesario (ver “La Promesa de la Democracia” de Jaime de Althaus, Planeta 2011).

[2] El Congreso disuelto hubiese podido modificar el Título III de la Constitución de 1979, que consagraba el modelo económico estatista e intervencionista, pero la verdad es que ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores se formaron comisiones ni hubo propuestas de modificación de dicho Título, ni como un todo ni por artículos específicos. Según Luis Bustamante Belaunde, no las hubo porque se trataba de “un Congreso fraccionado, en el cual coexistían rezagos importantes de la izquierda, la representación aprista ufanada en no ‘retroceder’ de las ‘conquistas’ de la Constitución del 79, los mismos socios del Fredemo que compartían similar posición quietista, y donde la propia representación oficialista no estaba tan convencida al principio como al final de la conveniencia de estas iniciativas y medidas”. Se desprende, entonces, que el Congreso electo en 1990 no hubiese podido modificar el capítulo económico de la Constitución de 1979 (ver “La Promesa de la Democracia” de Jaime de Althaus, Planeta 2011).




EL MODELO SÍ FUNCIONA: Es pro pobre y llega hasta la Sierra Rural

En Lampadia hemos presentado innumerables publicaciones que demuestran que desde la aprobación popular y promulgación de la Constitución de 1993, con la que regresa la inversión privada al Perú después de 30 años de proscripción, la economía y los indicadores sociales de los peruanos mejoraron sustancialmente. Ver:

También hemos desatacado todo lo que falta por hacer en desarrollo económico y social, y con especial énfasis, en desarrollo institucional. Para relievar este último aspecto, hemos creado una biblioteca virtual especializada en las grandes reformas institucionales que debemos desarrollar. Ver: Estado del Siglo XXI.

En esta ocasión presentamos una animación que refleja los indicadores más saltantes del excelente libro de investigación de Richard Webb: Conexión y Despegue Rural. Entre los indicadores que presenta Webb, están el aumento del jornal, el mayor valor de los predios rurales, la disminución de los tiempos de viaje hacia los mercados por la mayor conectividad y la positiva evolución de los ingresos del sector rural, después de estar estancados por 100 años.

Como explica Webb, desde el año 1900 hasta 1994 los ingresos de los habitantes del Perú rural crecieron solo en 1.4% anual promedio. Sin embargo, desde 1994 empezaron a crecer a un ritmo de 7.2% por año.

Ver nuestra primera animación sobre: Los Testimonios de la Prosperidad

Desde los albores del nuevo siglo, en que se consolidó nuestro proceso de crecimiento, las realizaciones del Perú, nuestro sorprendente volteretazo económico y social, y de alguna manera el ‘modelo’ que supuestamente lo representa, ha sido bombardeado y negado por todas las izquierdas. Ver en Lampadia: Realidad vs. Negacionismo, Mentiras y Complacencia. Así fue que el 2011, después de haber tenido una década de crecimiento con inclusión, en que crecimos más que todos los países de la región y de buena parte del mundo, elegimos un gobierno que negaba nuestros desarrollos ofreciendo un proyecto de inclusión.

Como todos sabemos ahora, lo que nos dieron fue

‘Cinco años sin crecimiento y sin inclusión’.

Hoy, en la campaña electoral, los mismos personajes que negaron todo, y sorprendentemente, algunos más, con la colaboración de alguna encuestadora como GFK, y medios de comunicación como La República y el diario Gestión, están ‘dale que dale’ al San Benito de que el ‘modelo’ terminó, que no produjo bienestar y que tenemos que reemprender las políticas públicas que nos hicieron pobres y retardatarios. Incluso algunos candidatos han revivido la monserga del cambio de Constitución, que lo único que aportaría, sería dos años de parálisis y seguramente los cambios que nos llevarían a sus visiones decimonónicas.

No sorprende, que todas las izquierdas fueran las que, en conjunto, sin excepción alguna, firmaran y presentaran, en agosto del 2012, al Presidente de la República, su mamotreto: ‘Una nueva minería’. Este documento es una propuesta para que el Perú adopte los planteamientos del ‘pos-extractivismo’. (Ver en Lampadia: Pos-Extractivismo: Autarquía y empobrecimiento). Unas ideas anti modernas y anti desarrollo, que proponen disminuir la producción de bienes y servicios a la mínima expresión posible, solo lo necesario para sobrevivir en una suerte de Edad Media, en la que nuestros amos, o señores feudales, serían las cúpulas de las despistadas y confundidas izquierdas tradicionales. (Lamentablemente, todavía no tenemos ninguna izquierda moderna que entienda el mundo en que vivimos).

Esta estrambótica teoría promovida por un par de aventureros europeos y un uruguayo, pretende por ejemplo: que no exportemos alimentos, que sembremos solo lo que necesitamos para comer y, quien sabe para algunos de nuestros vecinos, si se suman al mismo ‘pensamiento’ neo-ludista. Ver en Lampadia: “Fuera de la ideología todo es ilusión” (I).

El negacionismo de las izquierdas pasó por cuestionar el crecimiento, la reducción de la pobreza, la disminución de la desigualdad y, entre otras aseveraciones, el aislamiento del sector rural. La verdad es todo lo contrario, en resumen podemos afirmar, como en su momento lo hizo el BID, que nuestro crecimiento ha sido pro-pobre, pro-clase media y, como demuestra Webb, también pro-sector rural.

Cuando los peruanos ponemos nuestra cabeza en la almohada, nos apartamos del lenguaje social, de lo políticamente correcto y de la vocación por el reclamo y la queja. Solos, todos sabemos lo que necesitamos para tener vidas prósperas, así como las realizaciones de los últimos 25 años. Nuestros jóvenes sabían lo que necesitaban, cuando pensaban migrar a economías de mercado como las de EEUU, España e Italia antes de la crisis y Chile antes de Bachelet 2. Hoy en su patria, con sus familias, con sus amigos y su comida, saben lo que necesitan, que no es otra cosa que lo que imaginaron conseguir, mediante su sacrificio y entrega personal, en el exterior. Ahora pueden obtener todo ello y más en el Perú. Solo tienen que votar con la sabiduría y el espíritu de sus propias almohadas. Lampadia




Informe del IPE sobre la situación de la Salud en el Perú

Informe del IPE sobre la situación de la Salud en el Perú

Como hemos informado cien veces, el nivel de la salud de los peruanos es todavía una de las grandes brechas acumuladas por las nefastas décadas perdidas entre los años 60 y 80. Desde la gran reforma de la economía con la Constitución de 1993, en que se permitió el retorno de la inversión privada, hemos progresado muchísimo, pero no hemos podido ponernos al nivel de nuestro desarrollo potencial.

El IPE acaba de publicar un importante análisis sobre la situación de la salud en el Perú, que compartimos íntegramente en nuestra sección Documentos. Ver: IPE – Salud.

En cuanto a los avances, el siguiente cuadro muestra palmariamente como, desde 1970 al 2014, hemos bajado la mortalidad infantil al mismo nivel de los países de la región. 

Este importante indicador social, se enmarca en la evolución de la esperanza de vida al nacer, que desde 1950, en que era de 43 años, hemos pasado al 2012 a un promedio de 75 años.

En otros indicadores también se aprecian mejoras, pero, al mismo tiempo, desnudan nuestros atrasos. Así tenemos el caso de la desnutrición crónica y anemia infantil, todavía muy altos, especialmente en el sector rural. 

Por otro lado, la calidad de los servicios de salud dejan mucho que desear. Ver el siguiente cuadro. Lamentablemente el sector público sigue siendo muy resistente a promover la participación del sector privado en los servicios de salud. Por ejemplo, habiendo tenido ESSALUD un tremendo éxito en sus dos hospitales de ‘bata blanca’, ha descontinuado el proceso y está retrocediendo a esquemas de ‘bata gris’. Ver en Lampadia: Asociaciones Público Privadas: Una solución efectiva ‘HOY’. El sector salud y los gobiernos regionales, tampoco están imitando esa excelente práctica, que produce servicios de mucho mayor calidad, sustituye los requerimientos de inversión y ofrece buenos costos operativos.

Otro indicador muy malo es el de la cobertura de los servicios de salud, en el que figuramos a media tabla en comparación con los demás países de la región. Ver el siguiente cuadro.

Tenemos pues mucho por avanzar y para ello necesitamos recursos económicos, que más allá de las reservas con que contamos, efímeras por su naturaleza, están esperándonos en el crecimiento de la economía. Un primordial objetivo social. Lampadia




Estado, Mercado y Sociedad Civil

Estado, Mercado y Sociedad Civil

La semana pasada, la Asociación de Clubes Departamentales, Provinciales y Distritales de Lima y Lampadia, con el auspicio de Telefónica, organizaron el Segundo Foro de la asociación en el que se abarcaron cuatro grandes temas:

  • Un Estado Efectivo y Honesto
  • Inversiones para el Desarrollo y el Bienestar
  • Ciudadanos con Sentido de Pertenencia y Compromiso
  • Descentralización y Gobernanza

En este último bloque, el Director de Lampadia compartió la siguiente presentación: Estado, Mercado y Sociedad Civil: Perspectiva, Retos y Roles. En ella enfatizó los grandes avances logrados por el país desde la promulgación de la Constitución de 1993, que permitió el regreso de la inversión privada, hasta el inicio del gobierno actual, en que se produce un quiebre en el proceso de crecimiento e inclusión. Y termina planteando algunas Ideas Fuerza para enfrentar nuestras Agendas del Bienestar.

La estructura de la presentación incluyó las siguientes líneas:

1993 – 2011:          Crecimiento e Inclusión

2011 – 2016:          Ni Inclusión, Ni Crecimiento

      (2011: Punto de Inflexión)

2016…                    Ideas Fuerza

      Las Agendas del Bienestar

      (Gobernanza, Sentido de Pertenencia y Compromiso Ciudadano y Superar las Brechas…)

En la presentación se enfatizo la necesidad de mantener un crecimiento mínimo de la economía del orden de 5.5% por año para tentar la gran mejora social y económica que vio factible el HSBC hace un par de años, y que se resume en la siguiente lámina:

El HSBC nos dijo a los peruanos que para el 2030, deberíamos haber llevado al 80% de nuestra población una clase media consolidada (70%) y un 10% a niveles de ingresos altos. Para el año 2050, deberíamos tener 90% de la población lejos de la pobreza, 40% con ingresos altos y 50% en una clase media sólida.

A este tipo de realizaciones estaríamos renunciando si continuamos la ruta de los últimos cinco años, que sin haber matado nuestra economía de un bombazo, lo ha hecho por una suerte de picaduras de millones de mosquitos, como dijo hace unos meses Mateo Balarín (QDDG).

Así, poco a poco, dejamos pasar las inversiones, redujimos el crecimiento, se ralentizó la disminución de la pobreza y se perdió la confianza en el futuro, lamentablemente, coincidiendo con importantes ajustes de la economía global.

Cuando debimos girar de nuestras capacidades internas y superar las tormentas internacionales, bajamos la guardia y dejamos que los enemigos de nuestra prosperidad marcaran la agenda del filtro de las inversiones.

Esto no puede seguir. Pudiendo salir de la pobreza, no hacerlo sería inmoral. Ese es el cargo que la historia hará a quienes se lucieron en esa nefasta gesta.

“El Perú es más grande que sus problemas”, decía Jorge Basadre. Ahora nos toca elegir bien para tener una buena gobernanza y entregar nuestro compromiso ciudadano par desarrollar el gran impulso al bienestar, que hoy está en nuestras manos. Lampadia




¡No nos confundamos sobre el crecimiento!

¡No nos confundamos sobre el crecimiento!
  • Se acabó el crecimiento
  • Se basó en los precios de los commodities
  • Hubo crecimiento pero no desarrollo
  • Ahora necesitamos inversión pública
  • El crecimiento potencial está entre 3 y 4%
  • Crecimos pero no le llegó a todos

Últimamente, muchos se dejan llevar por los que anuncian el fin de nuestro ciclo de crecimiento y esto lo relacionan y sustentan en los ajustes de la economía china y la reducción de los precios de los commodities. Pero pocos hacen un análisis de algunas líneas estratégicas o por lo menos unas cuantas relaciones causa-efecto de los acontecimientos de los últimos años.

En Lampadia queremos revisar este importante tema y plantear tres reflexiones al respecto:

  • Cuándo empezó nuestro ciclo de crecimiento
  • Por qué se paró el crecimiento
  • Cómo podemos crecer alto y sostenido

El gran ciclo de crecimiento empezó con la Constitución de 1993

Desde principios de los años 60, el Perú perdió el rumbo de desarrollo; terminó empobrecido, sin inversión privada, alejado del resto del mundo y con crecimiento negativo. Todo se inició con las perniciosas ideas de Prebish, la CEPAL y la sustitución de las importaciones. Políticamente empezó con el primer gobierno de Belaunde, siguió con la dictadura militar, el segundo gobierno de Belaunde y terminó en la euforia tercermundista del primer gobierno de García.

En ese lapso se terminó prohibiendo la inversión privada en el campo, la minería, la pesca y hasta en el turismo. Se hizo lo mismo que en la Venezuela chavista de hoy y, por supuesto, los resultados, como todos reconocen, fueron nefastos.

Esto se corrigió recién con la captura del genocida Abimael Guzmán y con la promulgación de la Constitución de 1993 que trajo el regreso de la inversión privada. Así fue que entre 1993 y 1997 el PBI del Perú creció en un promedio de 6.8% anual. Ver gráfico:

Este período de crecimiento se suspendió por gracia del corte de la cadena de pagos y la larga recesión en la que el país se sumergió por miedo a la pasajera crisis asiática de 1998, bajo la errada conducción del ministro de Economía y Finanzas de entonces, Jorge Baca Campodónico.

Una vez superada la recesión, retomamos el crecimiento de la mano de la inversión privada que además recibió el impulso de los positivos factores externos de los precios de commodities, las tasas de interés y la abundante liquidez internacional. Lo que debe quedarnos claro es que el crecimiento alto y sostenido duró 20 años, incluyendo la caída del 98 y la del 2009 fue un solo proceso: la exuberancia económica de un país que estuvo sediento de inversión por treinta años (60 – 90).

El ciclo de crecimiento se interrumpió a partir del 2011

Como hemos explicado anteriormente, el ciclo virtuoso que tuvimos fue interrumpido en el 2011 con lo que hemos llamado ‘Punto de Inflexión’, gracias a la nueva administración de Ollanta Humala, el Partido Nacionalista y su gabinete de izquierda presidido por Salomón Lerner.

En el 2011 se produjeron dos puntos de inflexión muy graves en el proceso virtuoso que estábamos viviendo, tanto en aspectos sociales como económicos. En el aspecto social, se produjo un punto de quiebre en la reducción del nivel de anemia en niños menores de tres años, luego de una sostenida reducción entre el 2007 y el 2011. En lo económico, el cuadro inferior muestra claramente la caída de la inversión privada, principalmente en la minería moderna que detuvo el crecimiento pro-pobre y pro-clase media, que trajo consigo una importantísima disminución de la pobreza, desnutrición, mortalidad infantil y desigualdad en la última década. 

Cuanto podemos y debemos crecer los próximos 35 años

Según el Banco HSBC en su reporte ‘The World in 2050’, el Perú debe crecer en promedio 5.5% anual ayudado por su ‘bono demográfico’ que representará un crecimiento de 40% de la PEA hasta el 2050. De crecer a ese ritmo la economía peruana será la número 26 del mundo en el mismo año y la distribución de ingresos de su población evolucionará según lo mostrado en el siguiente gráfico:

Ese crecimiento de 5.5% de promedio anual, produciría excelentes resultados para el bienestar de nuestra población, o sea que lo primero que tenemos que hacer el declarar la obligación de mantener un:

Crecimiento anual mínimo de 5.5%

Lo siguiente es preguntarnos cómo hacer para lograrlo. Si queremos reactivar la economía, debiéramos entender que tenemos que recuperar un mayor ritmo de inversión. Y sólo lo lograremos promoviendo en primera instancia la inversión minera y en infraestructuras cuyos proyectos están a ‘punto de caramelo’. (Ver en Lampadia: Volvamos a prender el motor de la economía).

Contar con infraestructuras adecuadas tiene un impacto muy  positivo en aspectos sociales al dar acceso a los pobres al mundo moderno y mejorando la  competitividad del país, los llamados costos de transacción y, en general, potenciando el desarrollo de nuestros sectores productivos. En Lampadia, hemos propuesto un plan de 7 años: Sobre cómo financiar e invertir US$ 80,000 millones.

Además el Perú tiene un gran potencial productivo. Cuenta con claras ventajas para generar industrias sostenibles en torno al sector forestal, la transformación petroquímica, la pesca, las agroindustrias, la energía y el turismo. Es un país muy rico en recursos naturales, con una gran diversidad agrícola, buenas zonas de pesca, grandes y variados yacimientos de minerales y metales, entre otros. Está clasificado internacionalmente como un país megadiverso. (Ver en Lampadia: El enorme Potencial Productivo del Perú).

Nosotros tenemos reservas productivas acumuladas y no explotadas en una serie de sectores, producto del “apagón productivo y de inversión” que nos “regalaron” nuestros gobiernos durante los años 60, 70 y 80. En esos años, mientras todos los demás seguían desarrollando sus capacidades, nosotros hicimos un receso. Es así, que hoy tenemos un potencial minero para multiplicarnos por 5; igual o más en energía; en forestería podemos multiplicarnos por 30; podemos desarrollar acuicultura en nuestros ríos, cochas y mares; etc. El Perú es infinito en comparación al tamaño de nuestra población. Solo necesitamos un gobierno que entienda esa realidad y permita que nuestra capacidad creativa se encargue del resto. (Ver en Lampadia: Nuestro potencial productivo supera las limitaciones coyunturales)

En cuanto al impacto de los ajustes de China y la caída de los precios de los commodities, el Perú, a diferencia de Australia, Canadá y Chile, tiene la capacidad de compensar con mayores volúmenes de producción el efecto de los menores precios. Ningún país tiene la competitividad del Perú en minería, ni el stock de proyectos embalsados. Confirmando esto, el IPE mostró hace unos meses que nuestro crecimiento, de no haberse parado los proyectos mineros, no debió colapsar. Ver gráfico:

Es bastante claro que el Perú puede mantener un ritmo alto de crecimiento. Como mínimo de 5.5% anual. No promover esa meta es renunciar a nuestra obligación más elemental: buscar el bien común a la mayor velocidad posible. Lampadia

 




El ciclo de crecimiento del Perú empezó en 1993

El ciclo de crecimiento del Perú empezó en 1993

A los peruanos no nos basta con el mito de los Hermanos Ayar, ni con el hundimiento de la barra de oro de Manco Capac, 700 años después seguimos construyendo mitos y leyendas.

Hace pocos días editorializamos sobre el mito de la ‘Hija de la Laguna’ (7/8/15): Ministerio de Cultura apoya falta de cultura – El negocio de la fabricación de mitos, un video sobre la supuesta oposición de la población local al proyecto de Conga, cuando la verdad es todo lo contrario.

En cuanto a la economía, con la disminución del crecimiento de China y la reducción de los precios de los commodities, se está fabricando un nuevo mito: que nuestro crecimiento económico del 2004 al 2013 se debió al boom de precios. Pues en Lampadia afirmamos que eso no es cierto. Nosotros postulamos que el crecimiento extraordinario del Perú se debió más bien al clima de negocios que se desarrollo después de la promulgación de la Constitución de 1993.

Veamos: En los años 90 se produjo la verdadera “Gran Transformación” del Perú. Todo empezó con la Constitución del 93, la cual permitió el regreso de la inversión privada, que junto con la inversión pública, llegó hasta el 28.5 % del PBI (2013). Esto produjo el crecimiento de la economía, la creación de empleo y la recuperación de los ingresos del Estado (21.6% del PBI). Veamos el siguiente cuadro: 

Ver en LampadiaLa Constitución del 79 consolidó el empobrecimiento general de los peruanos – Quieren bajarle la llanta a la prosperidad.

La Constitución del 93 fue el “primer punto de quiebre” en la vida reciente del país y el origen del ciclo de crecimiento que duró hasta el “segundo punto de quiebre” de nuestra economía, el 2011, como veremos más adelante.

Efectivamente, el ciclo de crecimiento se inició el mismo año 93, con la nueva Constitución, el regreso del país al mundo global y la captura del genocida Guzmán y de buena parte de sus secuaces (setiembre de 1992).

Entre 1993 y 1997, el Perú creció en promedio 7.5% por año y se empezó a disminuir la pobreza de manera importante.

Lamentablemente, el proceso descrito líneas arriba se interrumpió exactamente el 10 de octubre de 1998 a las 3pm, en el local del Banco Central de Reserva (BCR). En ese momento y en ese lugar el Ministro de Economía (Baca Campodónico) originó la ‘ruptura de la cadena de pagos’ al decretar que desde el día siguiente, el BCR decidiría, cada día, si le daba o no crédito a los bancos. En ese preciso instante y contra la opinión de los Presidentes de todos los bancos, se cortó el crédito a la economía, por el susto y la incapacidad de nuestras autoridades para enfrentar la crisis asiática, que tuvo una cortísima duración.

Para entender lo ocurrido se tiene que comprender que entender que entonces, el 90% de los depósitos del sistema financiero era a un plazo de 90 días y por lo tanto, los créditos se renovaban con la misma frecuencia. Ante esta absurda e innecesaria medida, los bancos tuvieron que suspender la renovación de sus créditos, pues no podían correr el riesgo de perder liquidez. La ruptura de la cadena de pagos se extendió paulatinamente por toda la economía como un hongo atómico al revés. ¿Qué implicó esto? Por ejemplo, el zapatero de Comas que le vendía a las zapaterías de la calle Shell en Miraflores, no pudo cobrar, pues el crédito que el daba no pudo ser honrado por la zapatería, a su vez el zapatero de Comas no pudo pagarle al vendedor de cueros de Caquetá, y así sucesivamente (como si fuera un dominó) se fueron cortando los pagos y,  consiguientemente, se fue paralizando toda la economía.

Se suspendió la inversión y el crecimiento y sufrimos una recesión de aproximadamente cuatros años. La crisis asiática pasó rápido, pero el Perú se desmoronó y con él nuestros indicadores económicos y sociales. Es por ello que los números de la década de los 90, vistos de punta a punta, no reflejaron la transformación que vivió el país. Perdimos, así la oportunidad de entender cómo se producen las relaciones causa-efecto, y realmente darnos cuenta como las políticas implementadas desde los años 60 hasta 1990 nos habían empobrecido, mientras que las aplicadas a partir de esa fecha (especialmente con la Constitución del 93) nos habían devuelto a la senda de la prosperidad.

La recesión duró hasta entrado el gobierno de Alejandro Toledo. Luego, la coyuntura internacional mejoró: los precios de nuestras exportaciones subieron, diversificándose su oferta (agro exportaciones, confecciones, productos químicos y maquinaria minera, entre otros), contrariando otro mito, la falta de diversificación de la economía. Además, bajaron las tasas de interés y aumentó la liquidez internacional.

Al mantenerse la vigencia de la buena Constitución del 93 y dado nuestro regreso a los circuitos financieros internacionales, pudimos aprovechar el viento a favor. A esto se sumó nuestra integración comercial al mundo global con la firma  de acuerdos de libre comercio. De esta forma, a diferencia de muchos de nuestros vecinos, crecimos alto y sostenidamente por las buenas decisiones que tomamos.

Tal comportamiento ha sido reconocido ampliamente. Por ejemplo, en marzo del año 2014, Nouriel Roubini declaró: “La suerte ha sido solo una parte pequeña de su éxito, lo principal han sido las buenas políticas públicas”.

Posteriormente, Paul Krugman, durante su visita al Perú, nos dio su punto de vista. Ante una  pregunta de  Augusto Townsend: “Hace algunos días Nouriel Roubini nos dijo que el crecimiento del Perú se debía más a méritos propios que a la buena suerte. ¿Qué opina? Krugman respondió: “Ciertamente han tenido suerte (…). La buena performance del Perú no se puede explicar solo diciendo que se trata de una economía razonablemente orientada a la exportación, sino que se ha visto una clara restauración de un ambiente interno positivo para los negocios”. Ver mayores detalles en LampadiaPaul Krugman rompe mitos. Krugman agregó: “El Perú ha atravesado por varios ciclos de política irresponsables.Pero ahora último ha experimentado un lapso relativamente largo de políticas razonables”.

Enfatizó además que: “las trabas a la inversión sin duda  son un problema, pero también lo es la deficiente educación. (…) Por ejemplo, el Perú brinda menos años de educación que sus vecinos”.

Así mismo indicó a Gestión: “Se preocupan demasiado por la dependencia en la exportación de los commodities, pero no es necesario migrar hacia una estructura exportadora manufacturera en el corto plazo. La historia económica demuestra que esto no es tan crítico como la gente piensa. Más que la composición de los envíos al exterior, lo que realmente importa es que la economía sea productiva. Tener exportaciones con valor agregado no es necesariamente crucial. (…) La fijación de los peruanos con la industrialización es una prioridad mal puesta (…). Ser una nación industrializada no es necesariamente el camino que deben seguir. Perú puede ser una nación productiva con un sector de servicios altamente productivo, sin tener que tener una gran base industrial”.

En otro artículo de LampadiaUna Roca contra Krugman, recogimos del Premio Nobel que: “estábamos haciendo bien las cosas”. Al igual que lo hizo Roubini días antes, indicó: “que si bien habíamos tenido suerte con la economía global de los últimos años, la misma suerte la tuvo toda la región, así como varios de nuestros agonizantes vecinos, que no supieron establecer y mantener políticas públicas sensatas y realistas”.

Más claro el agua: Entre 1993 y 1997 crecimos un promedio de 7.5%, sin boom de precios de los commodities. A principios del nuevo siglo retomamos el crecimiento alto gracias a que habíamos fomentado el regreso de la inversión privada. Evidentemente, sin inversión no habríamos tenido el crecimiento.

Ahora bien, ¿por qué dejamos de crecer? Porque paramos la inversion privada, especialmente en minería, como se puede apreciar en el siguiente gráfico: 

Pero no solo paramos la inversión, también descuidamos la acción social con impacto en uno de sus indicadores más sensibles, la desnutrición infantil. Ver el siguiente gráfico:

Finalmente, para demostrar que la parálisis de la economía no se hubiera dado de no haber parado la inversión minera, podemos apreciar el siguiente gráfico del IPE:

Cómo puede verse en el gráfico, debimos seguir creciendo más allá de la caída de los precios de nuestras exportaciones y reduciendo la pobreza y la desigualdad como lo hicimos hasta la parálisis creada por el desconcierto y falta de luces de nuestro gobierno. ¡No nos dejemos engañar! Lampadia




Presentación del libro Somos Libres, Podemos Elegir

Presentación del libro Somos Libres, Podemos Elegir

Por Pablo Bustamante Pardo, Director de Lampadia

 Primero que nada una doble felicitación a los organizadores de Umbral y del libro “Somos Libres”. Primero, por hacer un excelente esfuerzo de recoger y representar un período tan importante de nuestra historia. Y segundo, por asumir el verdadero rol de la clase dirigente, que no siempre ha estado a la altura de las circunstancias, una de las mayores carencias del país. Los protagonistas del libro si se comprometieron con el país, así como ustedes ahora, para enseñar sus vivencias a los más jóvenes.

El libro relata cómo pudo el Perú salir del sétimo círculo del infierno de Dante y, traernos de regreso al mundo moderno para empezar su reconstrucción. Para explicarlo, recorre cinco décadas, desde los 60 hasta el nuevo siglo.

Reconoce a sus principales líderes, como al propio Presidente Fujimori, que supo guardar sus ideas en un cajón y alejarse de sus asesores “gradualistas”, que no voy a mencionar.

Pero si quiero reconocer a los excelentes  peruanos que ayudaron en este trance, casi imposible. Entre ellos tenemos a:

–          Juan Carlos Hurtado Miller, Jaime Yoshiyama, Carlos Boloña,

–          Carlos Rodriguez-Pastor, Hernando de Soto, Richard Webb,

–          Roberto Abusada, Mayu Hume, Alfredo Jalilie, Calos Montoya,

–          Felipe Ortiz de Zevallos, Jorge Camet, Fritz du Bois, Alfonzo Bustamante,

–          Oscar Espinosa Bedoya y Walter Piazza,

Para hablar de la verdadera gran transformación del Perú, no podemos dejar de destacar al precursor del liberalismo en nuestro país, don Pedro Beltrán,
y tampoco al gran predicador de las ideas de la Libertad, Mario Vargas Llosa.

Y finalmente, cuatro extranjeros, Michel Camdessus del FMI, Ricardo Lago del BID, y

Armeane Chosky y Demetris Papageorgiou del BM, estos últimos, no mencionados en el libro. Para todos ellos, un gran aplauso…

Comentarios

Algo muy importante de estos procesos de transmisión es permitir que los ciudadanos. Especialmente los jóvenes, puedan aprender lo que yo llamo: las relaciones causa-efecto de las políticas públicas en sus propias vidas.

Para ello voy a recorrer rápidamente cada una de las décadas mencionadas en el libro, que explican todo el proceso.

Los 60s:

Empezamos con el gran divorcio. Junto con los demás países de la región, tomamos un camino inverso a los países pobres del Asia, como Corea del Sur y Taiwán, a quienes mirábamos por encima del hombro. Mientras ellos abrieron sus economías a la inversión privada y se empeñaron en mejorar su educación, nosotros nos cerramos y fuimos entregando el control de la educación a un sindicato clasista, monopólico y comprometido con la lucha de clases, antes que con un proyecto magisterial.

A fines de los 60, nos cayó la dictadura militar que duró hasta fines de los 70.

Ésta apagó las luces del Perú, lo que lamentablemente habría de durar 30 años, hasta el año 90.

Por eso es tan difícil entender el Perú de hoy y, casi imposible compararlo con otros países, que nunca apagaron sus luces de manera similar.

Los efectos de la dictadura militar fueron devastadores:

–          Prohibieron la inversión privada en el campo, la minería, la pesca y hasta en el turismo.

–          Estatizaron prácticamente toda la economía

–          Condenaron a las regiones a la miseria, sin inversión y sin empleo

–          Controlaron todos los precios

–          Establecieron la discrecionalidad absoluta de los funcionarios públicos en su relación con el mundo empresarial y los ciudadanos

–          Propiciaron una suerte de “lluvia ácida” que les permitió sembrar una cultura anti-empresarial que malogró, incluso, mentes brillantes

Por eso es que en el Perú se siguen discutiendo lo que Moisés Naím llama las “Ideas Muertas”.

Al final de la dictadura militar (1980), salieron corriendo, pero regimentaron sus “reformas” en la Constitución del 79, que castró en gran medida las posibilidades de recuperación del país.

80s:

El regreso a la democracia, que falló por omisión y por acción.

Por omisión con Belaunde, que más allá de la devolución de los medios de comunicación, no corrigió nada e impidió permitió las reformas más esenciales. A esto se sumó el terrorismo que diezmó la sierra y terminó por empujar a la población a Lima.

Encima de todo esto, vino la crisis de la deuda del 82 originada en México y el Niño del 83 (ese año el PBI cayo 13%).

Belaunde, a pesar de haber recibido una propuesta integral de reforma de Ulloa y su formidable equipo, no pudo tomar las decisiones necesarias. (Por ejemplo, el año 81, con mi jefe Andreas Raczynski, del  antiguo Grupo Hochschild, llevamos a Minero Perú una propuesta de inversión en las Bambas de US$ 1,000 millones que contemplaba una participación libre de 20% para el Estado. Su presidente Raul Otero y su financiero, Lino Abraham, hombres muy capaces, no pudieron lograr la autorización gubernamental. Al año siguiente, regresamos con una propuesta para invertir en Antamina US$ 1,200 millones con el mismo 20% para el Estado. Tampoco pasó nada).

En el segundo lustro de los 80, García, un hombre de la nueva generación, dio un costosísimo salto atrás y equivocó el camino de palmo a palmo. Llevó la inflación, que empezó en los años 70 a niveles galopantes y la convirtió en una de las inflaciones más largas y altas de la historia de la humanidad. Estatizó los bancos y le puso un “broche negro” a casi 30 años de errores.

Si comparamos algunas cifras del año 89 con las del 2012, podemos mostrar en perspectiva lo que García nos dejó: (Ver anexo 1)

– El PBI pasó de US$ 20,500 millones a 199, 400 millones

– El PBI p.c. se multiplico por siete, pasando de US$ 970 a US$ 6,635

– La pobreza bajó de 58.7% a 25.8% de la población

– La mortalidad infantil bajó al 13% y la desnutrición al 45%

– La deuda externa bajo de 60.8% del PBI a el 9.5%

– Las reservas internacionales pasaron de ser negativas a 64,000 millones de dólares

– Los ingresos del Estado, según las fuentes que se usen, pasaron de 3 o 10.6%, a 21.6%
del PBI

García siguió con la sustitución de importaciones y la teoría de la dependencia de la CEPAL de Prebish. Con esa teoría nos amenazaron con la “curva de la muerte”: mientras nuestros productos (commodities) bajarían de precio, la tecnología subiría, creando una brecha mortal.

Gracias a Dios, la historia probó todo lo contrario, se produjo “la curva de la vida” de los países emergentes, mientras los precios de los commodities subían, los de la tecnología bajaron.

90s

Sobre los 90s, el libro es muy rico en las descripciones del proceso de transformación. Las discusiones desacuerdos y dificultades, socios y opositores.

Más allá del aspecto democrático de esos años, tenemos que reconocer que pudimos diseñar (bajo la conducción de Jaime Yoshiyama), la Constitución del 93, origen y base de nuestra recuperación y el regreso de la inversión privada al Perú.

En los 90:

–          Se estabilizó la macroeconomía

–          Se desreguló y liberalizó los precios

–          Se privatizó las empresas públicas (con lamentables excepciones, como Petroperú y Sedapal)

–          Se reformó el Estado. Al desaparecer la discrecionalidad de la burocracia se eliminó la corrupción administrativa

–          Se crearon nuevas instituciones. La más importante, una que nunca habíamos tenido, el mercado.

–          Se estableció la autonomía del BCR

–          Se crearon las AFP, las reguladoras de los servicios públicos, el Indecopi y una Sunat de lujo.

Los resultados fueron inmediatos, entre 1993 y 1997, crecimos 7.5% de promedio anual, y hubo una fuerte reducción de la pobreza.

Lamentablemente, los 90 terminaron con una inmensa corrupción política y con una recesión innecesaria. Yo fui testigo de cómo empezó la recesión, el 10 de octubre de 1998, el ministro de Economía, Baca Campodónico, convocó a los presidentes de los bancos al BCR y dispuso que “desde ese día el BCR iba a decidir cada día si le daba crédito a los bancos”. Las protestas de los asistentes fueron desatendidas y como los bancos no pueden correr el riesgo de liquidez, no les quedó otra cosa que cortar el crédito.

Como los depósitos eran, básicamente, a 90 días, a los 45 días se cortó la cadena de pagos que se extendió como un hongo atómico de cabeza por toda la economía. Nos cominos una recesión de 4 años, cuando la crisis asiática se había diluido en pocos meses.

Uno de los aspectos más importantes de este final, fue que los resultados de los 90, de punta a punta, entre el 90 y el 2000, no mostraron los beneficios de las grandes reformas del país y se malogró el aprendizaje de las relaciones causa-efecto.

Terminamos el siglo en recesión y con alta pobreza.

Los 2000

En el siglo XXI, sobre la base de las reformas de los años 90, tuvimos la mejor década de nuestra historia:

–          Bajaron al alimón la pobreza y la desigualdad. Una anomalía económica. Descontentos con la pérdida de este argumento para atacar la economía de mercado, los profesores de economía de la universidad Católica hicieron su propio índice Gini, para mostrar una mayor desigualdad, pero su propia serie mostraba una pendiente de descenso de la desigualdad aún mayor que la indicada por el BM y la Cepal

–          Crecimos como nunca

–          Los indicadores sociales fueron excelentes, fuimos el primer país en cumplir la metas del milenio

–          La inversión privada, el empleo, el crecimiento y los ingresos de las personas crecieron más en provincias que en Lima, más en la sierra y la selva que en la costa y más en las zonas rurales que en las urbanas

–          Formamos una nueva clase media emergente que es un pulmón de la economía y esperanza de mejores opciones políticas

–          La inversión sobre producto llegó al 28% del PBI

–          Nunca tuvimos tanta inclusión

–          Nuestras medidas alcanzaron: 90-90-90 (el sector privado daba el 90% del empleo, el 90% de los ingresos fiscales y el 90% de la inversión)

Segunda década del siglo XXI

Desgraciadamente no llegamos a aprender de nuestra historia ni de la de otros países. En la segunda década del siglo, en el gobierno de Humala, su Primer Ministro Salomón Lerner oficializó la prédica anti-minera. Se paró la inversión minera, que fue el motor principal del crecimiento y que ayudó a formar el sector industrial más grande, más fuerte, sólido, diversificado, competitivo y exportador de nuestra historia.

La paralización actual del crecimiento de nuestra economía es fundamentalmente por razones internas, los precios han bajado, pero aún son buenos y los mejores proyectos se pueden financiar.

Desde el desmanejo político del proyecto de Conga, se paró la inversión minera y con ella toda la cadena de inversión privada, hasta paralizar totalmente su crecimiento.

Al mismo tiempo, casi sin que nos diéramos cuenta, desde el gobierno de Paniagua, pasando por el de Toledo, García y ahora el de Humala, se fue tejiendo una selva regulatoria que hace casi imposible lograr las inversiones. Por ejemplo, en el reciente Simposio del oro y la plata, Ricardo Briceño comentó que el texto único ordenado de minería que se logró hacer en los 90s, una sola norma que compendiaba toda la regulación, hemos pasado ahora a 180 dispositivos diferentes.

No queremos tomar nota que mientras Colombia crece, el Perú se paraliza. Ellos está desregularizando su economía y promoviendo la inversión minera.  En la India, su nuevo Primer Ministro, Neranda Modi, ha planteado un lema clarísimo para su gobierno: “No red tape, only red carpet for investors” (Nada de trabas burocráticas, solo alfombras rojas para los inversionistas).

Todavía no hemos hecho el diagnóstico correcto de la caída de nuestro crecimiento. Los  “nuevos motores” de Ghezzi demorarán muchos años en producir crecimiento. Solo podemos reactivar el crecimiento, si desregulamos la economía y promovemos la inversión en minería, petróleo y energía.

El futuro

Hoy tenemos dos agendas pendientes e interrelacionadas:

–          Primero, cerrar las brechas en educación-salud, instituciones, infraestructuras, tecnología y derrota de la pobreza extrema.

–          Segundo, poner en valor nuestros recursos naturales, nuestra reserva productiva, en bosques, minería, pesca, etc.

Ambas agendas se formaron juntas durante esos 30 años que vivimos sin luz. Lo importante ahora, es entender que desarrollando la segunda, podemos eliminar la otra, las brechas.

Una reflexión final: Hoy podemos salir de pobres

Por ejemplo, el HSBC dice que el Perú podría ser la economía número 26 en el 2050. Para ello tenemos que crecer un promedio de 5.5% por año. Nos ayudarán dos factores estructurales, nuestro bono demográfico y la demanda de commodities, que seguirá sólida. Pero tendremos que superarnos en tres factores de política interna, la mejora de la educación-salud, de nuestras instituciones y de las infraestructuras. (Ver anexo 2)

Con ese desarrollo, el 2030 deberemos tener al 70% de nuestra población en la clase media con ingresos por persona superiores a US$ 3,000 por año, y a otro 10% con ingresos superiores a US$ 15,000 por año y por persona. Un gran panorama.

Para ello necesitamos una buena Gobernanza: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. (Definición del Diccionario de la Real Academia Española).

Pero eso no es suficiente, necesitamos formar los mejores cuadros de funcionarios públicos, como lo hacen Singapur y la China.

Todo esto llama a nuestra clase dirigente a comprometerse con la acción, no podemos ponernos de costado. ¡Esta vez no podemos fallar!

Pudiendo derrotar la pobreza extrema en un plazo relativamente corto, no hacerlo sería “INMORAL”.

Muchas gracias.

Anexo 1

Anexo 2