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Tarea pendiente del Ejecutivo

Tarea pendiente del Ejecutivo

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

La ciudadanía está observando un sinnúmero de propuestas y proyectos de Ley que, sinceramente, cuando las leemos, parecieran chistes de mal gusto. Peor aún, cuando vemos y oímos a los congresistas que las defienden, uno no sabe si tienen claros los conceptos de los que están hablando y tienen la base técnica y conocimientos profesionales suficientes para acometer los temas que están tratando y discutiendo. Debo confesar que, han logrado exceder mi capacidad de ser sorprendido, pues es claro que sus argumentos no son coherentes.

Leía hoy en el periódico que, el “Presidente de la Comisión de Economía del Congreso de la República” indicaba a la prensa que, el proyecto de ley para el “Retiro de los Aportes a la ONP” venía siendo revisado exhaustivamente porque, decía, “estamos siendo bastante responsables y no podemos emitir algo sin sustento”.

Por otro lado, leía una propuesta de FREPAP para que se otorgue un “bono de reconocimiento” a los aportantes de la ONP, en situaciones extraordinarias como esta pandemia, que les permita superar la situación.

En defensa de los señores congresistas debo decir que, los únicos requisitos para ser elegidos como representantes al Congreso son; ser peruano de nacimiento y tener 25 años de edad. Consecuentemente, ellos no tienen la culpa de llegar a asumir esa responsabilidad sin los conocimientos y preparación necesaria. Aquí tiene el poder ejecutivo una grave responsabilidad.

Es el poder ejecutivo quien debe interactuar intensamente con los señores congresistas, comisionar a funcionarios y asesores de los distintos ministerios para discutir las mejores opciones legales con las distintas comisiones del congreso y explicar las consecuencias de las distintas opciones legales que cada partido y sus representantes puedan finalmente decidir.

Esa misma tarea educativa y de difusión debe hacerse con la ciudadanía, pues desde el congreso se legisla sobre los derechos ciudadanos y, en casos como estos, el ciudadano tendrá derecho a optar. En consecuencia, también debe estar preparado para tomar sus decisiones de manera bien informada.

En los casos que menciono, nadie se ha tomado el trabajo de hacerle saber a los señores congresistas y analizar con ellos que, el sistema de pensiones manejado por la ONP, es un sistema de reparto, en el que, los trabajadores activos aportan una contribución a la ONP para ser distribuido mensualmente entre los jubilados quienes, en su tiempo, aportaron a esta misma entidad o al Sistema Nacional de Pensiones de su época. Aquí nadie tiene una cuenta de acumulación personal con fines previsionales y, consecuentemente, no tiene propiedad alguna que reclamar.

De otro lado, nadie les ha explicado que el “bono de reconocimiento”, es un título que da derecho a su usufructo sólo el día que uno se jubila.

Está muy mal que, desde el Estado, no se haya hecho el menor esfuerzo por educar a la población y explicarle que, este sistema de la ONP es completamente diferente al de el Sistema Privado de Pensiones (AFP). Que, mientras los aportes a la AFP van a una cuenta personal de inversiones, para ser administrados de acuerdo al perfil de riesgo que cada aportante está dispuesto a asumir (en función a su apetito de riesgo y el tiempo que le reste para la jubilación), mientras que en la ONP no es así y que en ese sistema no son dueños de nada más que de su derecho a participar del reparto que les ha de tocar cuando se jubilen, siempre que hayan aportado durante un mínimo de 20 años.

Es claro que, si no les definen las bases de cada sistema, no comprenderán la diferencia y pensarán que se pueden regular de maneras análogas. ¿Puede el poder ejecutivo destacar a un equipo de especialistas en los distintos temas para realizar esa labor y analizar con ellos las distintas opciones legislativas y sus consecuencias?

Recordemos que el poder legislativo tiene la facultad de formular y aprobar leyes y que, los congresistas no son necesariamente especialistas en los diferentes temas, pero tienen la responsabilidad de que sus propuestas de ley estén acordes al marco constitucional y mantengan coherencia con el cuerpo legal que desean modificar.

Lo preocupante es que, estas propuestas que no reconocen las bases jurídicas de origen, se están impulsando sin tomar en cuenta su falta de coherencia. Si después de haber hecho desde el ejecutivo todos los esfuerzos por instruirlos y orientarlos persistieran en el error, quedaría claro que no les preocupa los destinos de la Nación que juraron defender y la ciudadanía los juzgará. Lampadia




Estado o ciudadanía… ¿quién debe controlar la epidemia?

Estado o ciudadanía… ¿quién debe controlar la epidemia?

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 24 de abril de 2020
Para Lampadia

En esto de la pandemia, el Estado está jugando a Superman. El afán de protagonismo del presidente Vizcarra y sus ministros ha percolado hacia abajo, y gobernadores regionales, alcaldes, policías y militares, incluso directores regionales de salud han entrado en el juego. Ellos mismos son. Frente a la crisis sanitaria, el único rol de la ciudadanía es “quédate en casa”. Y las empresas… que cierren. Las instituciones religiosas y sociales no tienen vela en este entierro. Pues bien… ese complejo de superioridad estatal nos está llevando al fracaso. 

En Ica – en el 2018 – la epidemia del Dengue fue controlada por la ciudadanía… no por el Estado. Concretamente, por los escolares. El Estado y todas sus instituciones – Ministerio de Salud, Gobierno Regional, y Gobiernos Locales – fuimos incapaces de controlar la proliferación del zancudo trasmisor del Dengue durante los años 2015, 2016, y 2017.

3 – 323 – 4,384… así crecieron los casos de Dengue en aquellos 3 años. El factor de propagación era exponencial. La situación estaba fuera de control. Muchos epidemiólogos – incluida la Ministra de Salud de entonces – vaticinaron un mínimo de 20,000 casos positivos para el 2018, y unos 200 – o más – fallecimientos.

Yo era el Gobernador Regional en aquel entonces… así que puedo dar fe de ello. Se adquirieron muchas pulverizadoras para los trabajos de fumigación de viviendas y áreas urbanas. Los focos de propagación aparecían por todos lados. Desde Chincha hasta Nasca, el trabajo de campo fue titánico. Había que disminuir la población de zancudos, a como diera lugar. Sin embargo, el esfuerzo no dio los resultados esperados.

Las viviendas deshabitadas y los renuentes – o sea, los pobladores que se oponían a las fumigaciones de sus viviendas – malograron el trabajo. Los hospitales se llenaron de pacientes. Jamás olvidaré las camas cubiertas por mallas mosquiteras. Y – lamentablemente – muchos murieron. Sobre todo, adultos mayores. Siempre los viejos son los paganos. Muy parecido al Coronavirus.

Pues bien, ante tamaña amenaza recurrimos a nuestra arma secreta. Más de 200 mil soldaditos – toda nuestra población escolar – fueron instruidos sobre cómo combatir el Dengue en sus domicilios y en sus barrios. “Ica, Ica, Ica… sin zancudo, Dengue y Sika” fue un estribillo que coreaban los niños y jóvenes durante la campaña que denominamos “Juntos Goleamos al Zancudo”.

“Lava, lava… tapa, tapa” fue otra muletilla que caló hondo en la población. Casa por casa – a lo largo y ancho de toda la región – todos los recipientes de agua fueron lavados y tapados por los chibolos. Llantas viejas, bateas en desuso, tapas de plástico… todos los trastos que pudieran servir de hospederos del zancudo fueron eliminados por los escolares. Hicimos campañas ciudadanas en los cementerios para cambiar el agua de los floreros por arena mojada. Además, los niños – tiernos, encantadores, brillantes, maravillosos – crearon canciones, poemas, y hasta actuaciones teatrales alusivas a la lucha contra el Dengue.  

Lo cierto es que nuestros soldaditos hicieron un trabajo estupendo. Y en vez de 20,000 – o más – casos, en el 2018 sólo hubieron 167 infectados. Y en el 2019 – como producto de la campaña escolar del año previo – sólo hubo 51 casos… la mayoría de los cuales provinieron de otras regiones. ¡Extraordinario! ¡Los pulpines controlaron la epidemia del Dengue en Ica!

MORALEJA: la ciudanía empoderada es mucho mejor arma – que el Estado – para combatir las epidemias. El Estado Superman no funciona. El presidente y sus ministros podrán salir en la foto, pero la epidemia del Coronavirus seguirá desbocada.

OTROSÍ DIGO: el clientelismo político y la corrupción han vuelto al Gobierno Regional de Ica… y a los hospitales también. El programa “Juntos Goleamos al Zancudo” fue desactivado por la actual gestión regional. Y el temible Dengue está de vuelta. Al 22 de abril pasado se registraron 1,036 casos positivos en Ica. Y esto recién empieza.

¡Oh politiquería de porquería… cuánto te odio y aborrezco! ¡Cuánto te abomino y detesto! Lampadia




A menor tributación… mayor bienestar ciudadano

A menor tributación… mayor bienestar ciudadano

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 6 de marzo de 2020
Para Lampadia

Si tuviéramos un Estado honesto y eficiente el tema sería debatible. Pero no. Nuestro Estado es todo lo contrario. Nuestro Estado es inoperante, abusivo, corrupto, ineficiente… y todo lo demás.

En realidad, hay muy pocos Estados honestos y eficientes en el mundo. Suecia, Noruega y Finlandia – quizás – sean algunos de ellos. Pero no hay muchos más. En términos generales, los Estados – en todo el mundo – son una carga muy pesada para sus conciudadanos.

Ergo… los peruanos deberíamos preguntarnos ¿para qué tributamos? ¿Para que algunos sinvergüenzas se roben nuestra plata? O – en el mejor de los casos – ¿para que la malgasten en obras sobrevaluadas? ¿O en elefantes blancos que no sirven para nada? ¿O para que nos atiborren de trámites que no tienen razón de ser… previas coimas de por medio?

Milton Friedman (Premio Nobel de Economía – 1976) decía: “Estoy a favor de reducir impuestos bajo cualquier circunstancia, por cualquier excusa, por cualquier razón, en cualquier momento en que sea posible” ¡Y eso que se refería al Estado Norteamericano! Y argumentaba: “Los grandes avances de la civilización, ya sean en arquitectura o pintura, en ciencias o literatura, jamás han venido de un Gobierno Central”.

Entonces… parafraseando al célebre Nobel podríamos decir: Los grandes logros peruanos en agroindustria, minería y energía, turismo y comercio, innovación y creatividad, arte y deporte, etc. jamás han venido del Estado. Todo ha sido esfuerzo privado. Mejor dicho… todo ha sido esfuerzo ciudadano.

Pues bien, eso que es real y objetivo, pareciera que no ha calado en la clase política de nuestro país. Tanto que la política tributaria ha devenido en un tema tabú para muchos políticos. Nadie toca el tema. Y si lo tocan, es para proponer aumentar los tributos… en vez de reducirlos. O sea, para quitarle más recursos a la población, y dárselos al Estado. ¡Están locos!

La riqueza de un país – digamos… el dinero – genera muchísimo más bienestar cuando está en manos de la ciudadanía, que cuando está en manos del Estado. ¿O no? Por eso preguntémonos ¿para qué aumentar los tributos?

Al contrario. Lo mejor – en nuestro caso – sería reducir la burocracia estatal inoperante y corrupta. Y traducir una parte de ese ahorro burocrático en rebajas tributarias para beneficio de la población. Conste que me refiero a la burocracia inoperante y corrupta… y no a la buena burocracia que – ciertamente – debe merecer nuestro aprecio y gratitud.

Entonces… ¡vamos! Bajemos el Impuesto General a las Ventas (IGV). Bajemos el Impuesto a la Renta (IR) a las empresas que generan empleos. Incluso, eliminemos los demás tributos que no recaudan casi nada. Bajemos los sobrecostos y cargas laborales. Bajemos los impuestos y tasas municipales y judiciales. ¡El Estado peruano es un pésimo administrador de nuestra riqueza!

Dicho sea de paso, la riqueza de nuestro país es una. Y crece o decrece – en el tiempo – de acuerdo al devenir de nuestra economía. Nuestra riqueza está distribuida entre el Estado y la ciudadanía. Entonces, en vez de agrandar el Estado en desmedro de la ciudadanía, lo sensato sería que la riqueza quede más en manos de la ciudadanía, y menos en manos del Estado.

A menor tributación… mayor bienestar ciudadano. Muchos políticos dirán lo contrario. Pero ¡así es la nuez! Lampadia




No necesitamos guasones

No necesitamos guasones

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para LAMPADIA

Desde el año 2012, en que un perturbado que se creía el Guasón ingresó al cine Century 16 en Colorado (USA), durante el estreno de la película El Caballero de la Noche Asciende y disparó matando a 12 personas e hiriendo a otras 58, se ha escrito mucho acerca de la influencia de este personaje en actos de violencia, caos y destrucción. El 30 de setiembre pasado que se estrenó la película El Guasón, donde el perturbado villano deja de tener un rol secundario y se convierte en el protagonista de la película, las alarmas se volvieron a encender en Los Ángeles, por el temor a nuevos actos de violencia. Sin embargo, la influencia de la película no se vio en Norteamérica (pese a la facilidad con la cual se puede apretar el gatillo en esa Nación) sino en otras partes del mundo, al punto que algunos consideran al Guasón como el símbolo global de las protestas, por razones muy distintas y en regiones tan distintas como Líbano, Hong Kong, Ecuador o Chile.

La taquilla de la película superó a mitad del mes de noviembre la barrera de los 1,000 millones de dólares en recaudación, de los cuales más del 65% se obtuvo fuera de los Estados Unidos. En Chile, por ejemplo, a la tercera semana del estreno según da cuenta el portal de Radio Cooperativa[i], un día antes que se inicien los actos vandálicos el 18 de octubre, más de un millón de personas ya habían visto el caos, la destrucción y la violencia generada por la psicosis antisocial del personaje que destruye ciudad gótica con la participación casi inconsciente de los ciudadanos. En Ecuador, los actos de violencia comenzaron días antes, el 02 de octubre y se mantuvieron hasta el 13 de octubre, sin embargo, a esa fecha las imágenes de violencia, caos y destrucción de la película también habían sido vistas por decenas de miles de ecuatorianos. Lo mismo se puede decir de Líbano, donde las protestas comenzaron el 17 de octubre y muchos de los jóvenes portaban máscaras del Guasón.

¿Estas cifras querrían decir que la explicación de las protestas es solamente psicológica? 

¿La pulsión psicológica impulsada por la película en muchos jóvenes explica la destrucción vista en estas regiones?

¿La violencia vista en las calles de Quito, Santiago de Chile o Líbano se deben a la ausencia de límites en la estupidez humana que los lleva a imitar la conducta tanática, destructiva y antisocial de un villano inventado por la ficción?

Una respuesta afirmativa cerrada a estas preguntas sería temeraria y dejaría de lado otros factores políticos, internacionales, sociales, antisociales y económicos que deben tomarse en cuenta para entender en serio estos hechos de violencia. Una respuesta de este tipo sería aún más temeraria para el caso de las protestas en Hong Kong que comenzaron a finales de marzo del 2019, mucho antes de que se estrene esta película o para el caso de las protestas en Bolivia contra el régimen de Evo Morales que no destruyeron instalaciones públicas ni generaron vandalismo, vandalismo que si desataron los narco seguidores del renunciante presidente, sin máscaras del Guasón y con wiphalas como símbolos cínicos del sitio a ciudades e instalaciones públicas.

Una respuesta afirmativa que solamente atribuya a lo psicológico la responsabilidad por la estupidez generalizada vista en Chile donde jóvenes se regocijan de la evasión de controles al metro y de la destrucción de la infraestructura pública que les sirve y los hacía sentirse superiores al resto de los latinoamericanos, dejaría de lado la responsabilidad criminal internacional que está quedando cada vez más en evidencia, con las pruebas de la injerencia cubana y venezolana en el encendido de estos actos de violencia y terrorismo.

Sin embargo, sería igualmente imprudente desconocer el poder que la literatura, la televisión y el cine pueden tener para convertir a un hombre que sufre de abusos y al que la sociedad le da la espalda en un líder y para mostrar que el caos, la muerte y la destrucción pueden ser formas para hacerse escuchar.

La variable psicológica resulta entonces necesaria, aunque no suficiente, para entender lo que ha sucedido en esos países y lo que puede suceder en nuestra Región. La agitación internacional, el narcotráfico, los guerreros digitales pagados, los remanentes subversivos, entre otros factores pueden encender el fuego, pero esto no causaría incendio si no hubiera un terreno propicio para las pulsiones violentas, terreno que se fertiliza con la trivialización de la conducta antisocial y la conversión del caos, la destrucción y la violencia en una “tendencia” o una forma de “fama”.

También hace daño en la comprensión de este problema el facilismo de quienes encuentran en las protestas la supuesta justificación para sus ideas de cambio político. Ese facilismo no ayuda.

En el Perú ya van por lo menos tres intentos de encender la llama del caos. Primero con el paro de autos colectivos, luego con las convocatorias a protestas contra el único sistema de transporte eficiente de la ciudad de Lima, el Metropolitano y más recientemente con el escrache a un canal de televisión. Las convocatorias a todo esto se hacen desde las redes sociales a estudiantes secundarios bajo el rótulo de un grupo denominado “secundaria combativa”, para que, provistos de máscaras del Guasón, griten, amedrenten y luego, como lógica consecuencia, destruyan infraestructura pública y privada.

En el Perú, no necesitamos Guasones, ni a quienes los alientan.

Necesitamos jóvenes que razonen, que entiendan la consecuencia de sus actos, que construyan su ciudadanía a partir de la dialéctica entre derechos y deberes, que aprendan la ecuación más importante de un país emergente y pobre como el nuestro al cual ellos pertenecen: el esfuerzo y el trabajo son los únicos antecedentes del éxito y el bienestar.

No necesitamos hordas de estupidez juvenil o de imitación irracional que se vanaglorien del caos destruyendo la poca infraestructura pública que tenemos como si luego de acabada la función todo volverá a la normalidad como sucede cuando acaba la función de una película. Frente a ellos necesitamos padres, madres, hermanos mayores, educadores, maestros y líderes de opinión que actúen, enseñen y encausen la energía juvenil por mejores caminos. Frente a quienes los incitan y manipulan, toda la sanción que corresponda. Lampadia




La madre de todas las batallas

La madre de todas las batallas

Fundación para el Progreso – Chile
Rafael Rincón-Urdaneta Z.
Publicado en El Líbero, 20.11.2019

Quizás pensamos que, de aquí en adelante, la madre de todas las batallas políticas será la constitucional.

La constitución de un país es tremendamente importante porque tiene consecuencias prácticas. Es fundamental, sí, pero no será necesariamente el gran factor decisivo de nuestro futuro como sociedad. Además, aún podemos hacer de ella algo bueno o permitir que algunos la diseñen a su medida. Podemos lograr que tenga un espíritu minimalista y que se parezca a los marcos institucionales de los países serios y avanzados o caer en los errores de algunas naciones latinoamericanas, y atribuirle más y más poderes al Estado. Y con eso, claro, a los políticos y burócratas, incluidos a los ineptos o corruptos. Podemos hacer que sea más ciudadana e inteligente —de libertades y limitación del poder— o dejarnos llevar por la ilusión ideológica, creada por los demagogos, de que se nos da más poder cuando en realidad se nos arrebata, todo adornado con palabras dulces que apuntan al corazón y neutralizan la cabeza.

Podemos, en suma, hacer aún muchas cosas buenas… o seguir «ejerciendo nuestro derecho a ser estúpidos», como dijo el historiador Niall Ferguson en su visita de 2014 a Chile.

Pero el tiempo pasará y un día, cuando entendamos que tenemos una visión absurdamente legalista e ideológica de las cosas, con tantos mitos, nos daremos cuenta de que nuestro real problema nunca fue la Constitución.

Comprenderemos, ojalá no demasiado tarde, que nuestro peor defecto ha estado en nuestra maltrecha cultura política, muy latinoamericana, que reduce la democracia a eso que llaman «el clamor popular», la mejor forma en que unos pocos ideólogos y manipuladores pueden aplastar a las minorías usando a las mayorías. Veremos cómo permitimos que se nos secuestrara por casi 30 días antes de lograr un acuerdo. No lo hicieron las personas que manifestaron sus descontentos civilizada y racionalmente, sino los que nos capturaron —los vándalos y terroristas organizados— mientras sus voceros, voluntarios o no, nos comunicaban las condiciones para no matarnos.

Lo peor es que seremos conscientes de cómo algunos llegamos a justificar y validar la violencia, el chantaje y el uso de vías no institucionales como forma de hacer política. Y recordaremos frases lindas que contrastaban, casi como insultos, con la catástrofe en las calles; cuando decían que «las movilizaciones sociales corrieron el cerco de lo posible», parecía más bien que fue nuestra situación de rehenes lo que hizo ceder. Y ya que lo hicimos esta vez, pues no nos quejemos si mañana nos pisotean o nos vuelven a amenazar. O si entre todos pisoteamos la nueva Constitución y salimos a la calle a desatar el infierno cuando no nos guste un resultado, una elección o una medida. Porque ni mil cartas magnas podrán curar la horrorosa incivilidad que estamos haciendo parte de nuestro ADN político. Ninguna constitución nos satisfará si nuestra voluntad es imponernos sobre los demás cueste lo que cueste, a sangre y fuego si es preciso.

El monstruo autoritario que llevamos dentro lo lucimos en cada colegio destruido, incluso por niños y adolescentes. En cada estación de metro arrasada, en cada iglesia quemada, en cada persona golpeada o muerta. En bandas armadas en las calles, azuzadas desde las tribunas públicas por personas irresponsables. Y, claro, protegidas por nuestras voces acusando a Carabineros y a las Fuerzas Armadas —cuando salieron, bastante atados de manos— de «esbirros del dictador», en nuestra ridícula ficción de un Chile setentero. También vimos al bicho oprobioso en cada peaje fascista que bautizamos como «El que baila pasa» y en cada vida arruinada cuando destruimos comercios y dejamos a personas desempleadas. En la celebración del golpe a la economía y a la imagen de Chile como «victorias populares», convencidos de que estábamos hiriendo al gobierno y a los ricos.

También descubriremos —y nos quedaremos cortos— la aterradora falta de buenos líderes e intelectuales visionarios, especialmente cuando veamos que esta discusión nos llevó al pasado, con políticos disfrazados de próceres (re)fundando la Patria —o resistiendo— mientras el siglo XXI, con sus desafíos colosales, corría afuera sin esperarnos. Pasamos de Greta Thunberg, que al menos era una conversación de estos tiempos, al Joker enloquecido en las calles y a delirios nostálgicos de luchas caducas. Hasta cayeron las estatuas de Valdivia y Arturo Prat, como afirmando que la cosa era «histórica», mientras otros animaban la pelea entre los espectros de Pinochet y Allende. Nos fascina darle épica a nuestros arranques y sentir que estamos reescribiendo la historia o vengándonos. Pero el futuro nos espera con la sonrisa de quien ve venir a un idiota golpeado por sí mismo. Y si no superamos los efectos de esa sobredosis, llegaremos a él ridículamente pobres y con nuestra mente atrofiada, sin una neurona sana, por la droga del subdesarrollo y la ideología del fracaso. Los estragos por las caídas de la APEC y la COP25 en Chile, así como nuestra desconexión de la globalización productiva por semanas, son aún reparables, pero imperdonables.

Y los intelectuales… ¡ah!… algunos se sentían tumbando al Zar Nicolás II. Y es que le habían advertido, años atrás, que la cosa —lo de la Constitución— sería «por las buenas o por las malas». Eso y figuras públicas, periodistas, actores y actrices, ingenua o deliberadamente, relativizando la violencia o directamente celebrándola. Si supieran —¿lo saben? — el daño que hacen y lo mal que se ven. Si tan solo amaran al país y a sí mismos más de lo que odian a sus adversarios.

El gran desafío de Chile es, pues, desarmar esta bomba de tiempo. Cortar el cable correcto. Y promover una nueva narrativa que renueve y revitalice la democracia, saneándola, liquidando el virus que podría llevarnos a enfrentarnos de nuevo. Esta es la madre de todas las batallas. ¡Y se puede ganar! Lampadia




La vida con Decretos de Urgencia antidemocráticos

La vida con Decretos de Urgencia antidemocráticos

EDITORIAL DE LAMPADIA

La diferencia entre un Decreto de Urgencia y una Ley es que esta pasa por el Congreso, ya sea un proyecto del Ejecutivo o del mismo Legislativo. Se discute en comisiones, y en el pleno. Además, se discute en los medios y por parte de los agentes involucrados, durante un período de tiempo que normalmente es el adecuado.

En cambio, un Decreto de Urgencia (DU) se publica en El Peruano, después de haberse creado entre gallos y media noche, sorprendiendo a toda la ciudadanía.

Inicialmente, el gobierno de la denegación fáctica de Vizcarra, ofreció usar los DU solo para casos de especial importancia. Pero olvidando el compromiso, ha empezado a emitir decretos con gran ligereza y hasta sobre temas que no son convenientes. Lo que es más, nos han anunciado que piensan emitir 600 decretos.

Para colmo de males, a diferencia de lo que se comenta, este interregno no termina el 26 de enero, sino cuando asuma el nuevo Congreso (complementario). Probablemente en abril del 2020. Por lo tanto, tendremos, por lo menos, medio año en que viviremos a punta de DUs.

En consecuencia, si el gobierno tuviera un mínimo de consideración a la situación anormal y forzada en la que estamos viviendo, debería, por lo menos, pre publicar los DU y propiciar su debate por parte de la ciudadanía, y limitarse a legislar sobre los temas que sean efectivamente urgentes e impostergables.

De lo contrario se estaría actuando antidemocráticamente, abusando de una situación que ya es, en sí misma, antidemocrática, arbitraria y abusiva.

PROPUESTA

Limitar la emisión de DUs a lo esencial y pre publicar los decretos, dando el máximo plazo posible para su evaluación y discusión por parte de la ciudadanía. Lampadia




Hasta los árbitros eran corruptos

Hasta los árbitros eran corruptos

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 25 de octubre de 2019
Para Lampadia

Los destapes de corrupción no tienen cuándo acabar. Como que todo está podrido. Lo de Luciana León cayó como un baldazo de agua fría. Tan linda ella… pero tan coimera. En fin. Como dice el refrán… a lo hecho, pecho. O sea, a asumir las consecuencias. La justicia debe aplicarse a todos por igual. Con todo el rigor de la ley. Caiga quien caiga. Le duela a quien le duela.

Pero lo de Lucianita no fue el único destape de la semana. Ahora resulta que hasta los árbitros eran corruptos. Los que supuestamente eran personas honorables, de trayectoria intachable, y conspicuos paradigmas de la justicia y la legalidad, resultaron ser tan corruptos como los peores exponentes de la banda de Los Cuellos Blancos del Puerto.

Por ello – una vez más – insisto… la polarización entre peruanos no debe basarse en consideraciones políticas, sociales, culturales, o de cualquier otra índole que no sea de tipo moral. En otras palabras, no debemos enfrentarnos porque algunos son de izquierda y otros son de derecha; o porque unos están a favor de una economía dirigida por el Estado y otros prefieren una economía de mercado. Lo mismo se puede decir de los que están por un Estado promotor y supervisor, y los que están por un Estado empresario y controlador. Ciertamente, todo ello es debatible. Y está bien que sea así. Cada peruano tendrá sus argumentos para sustentar su posición ideológica, la cual debe merecer respeto y tolerancia.

Pero cuando la moral está de por medio – ahí sí – la cosa cambia. Sobre todo, sabiendo que el principal problema de nuestro país es la CORRUPCIÓN. ¡Ese es el problema! Entonces, la única disyuntiva por la que sí se justificaría una polarización entre peruanos, es cuando está en juego el discernimiento entre valores como ¿Verdad o Mentira? ¿Justicia o Injusticia? ¿Bien o Mal? ¿Vida o Muerte? ¿Integridad o Corrupción?

En efecto, qué sentido tendría discutir ¿quién es peor? ¿Un corrupto de izquierda o un corrupto de derecha? O ¿quién le hace más daño al país? ¿Un juez corrupto o un empresario corrupto?

Ahora bien, lo peor de la corrupción – llamémosle de alto vuelo – es la frustración e indignación que causa en la ciudadanía. Y qué decir del efecto contagio que causa en los funcionarios de niveles más bajos en el escalafón del Estado… policías, médicos, maestros, y demás funcionarios públicos. Es decir, en aquellos que están en contacto directo con la ciudadanía.

“Si los de arriba – presidentes, ministros, congresistas, gobernadores, alcaldes, empresarios, y jueces – son unos grandes coimeros ¿qué de malo tiene que yo sea un pequeño coimero?” Ese parece ser el razonamiento que se ha enquistado en – prácticamente – todo el aparato Estatal.

Y los paganos somos todos los peruanos. Sobre todo, los pobres. Las colas y coimas en los hospitales públicos. Los maestros acosadores. Las mafias de los brevetes. La corrupción en el otorgamiento de licencias de funcionamiento y / o de construcción. El fracaso municipal en cuanto a los servicios de agua y saneamiento, y limpieza pública. Todo ello – y varios etcéteras más – son consecuencias de la corrupción en nuestro país.

¡Metástasis! La corrupción ha hecho metástasis en nuestro país. Tanto que hasta los árbitros eran corruptos. Lampadia




CÍVICA contra la corrupción, el maltrato y la inoperancia del Estado

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 22 de febrero de 2019
Para Lampadia

Los corruptos saben que son corruptos. ¡No nos vengan con cuentos! Los presidentes, ministros, empresarios, árbitros… todos los involucrados en el caso Lava Jato sabían que le estaban robando al Estado. Igualmente, los congresistas, gobernadores, alcaldes, regidores, empresarios… todos los involucrados en los casos de corrupción que aparecen todos los días en la prensa, saben que han delinquido penalmente. Las coimas… coimas son. Aquí… y en la China.

Pero la historia no acaba ahí. Los jueces, fiscales, políticos, empresarios… todos los involucrados en el caso de los Cuellos Blancos del Callao sabían que estaban violando – descaradamente – los principios de veracidad, justicia y bien.

Y lo mismo sucede más abajo en la jerarquía del Estado. Por ejemplo… ¿qué pueden pensar – de su accionar – los médicos que abandonan los hospitales en horario de trabajo? ¿Y los mafiosos que trafican con terrenos, brevetes, títulos académicos, o licencias de construcción? ¿Acaso los municipales o policías coimeros no saben que están violando la ley cuando cobran cupos a vendedores ambulantes? ¿Qué decir del tremendo rabo de paja que arrastran los periodistas que calumnian – sin escrúpulos – para ver quién cede a sus chantajes? Como dice la canción de Los Nosequién y Los Nosecuántos… “y total, corrupción hay en todos lados”.

Lo curioso es que muchos corruptos niegan ser corruptos. Incluso les gusta fungir de santurrones. Preconizan – a los cuatro vientos – su “profunda” religiosidad. ¡Su cinismo no tiene límites! Muchos pertenecen a hermandades religiosas. El Señor de los Milagros tiene miles de fieles corruptos. El Señor de Luren – de Ica – igual. Pobres Virgencitas. ¡Tener que soportar a tantos sinvergüenzas infiltrados en sus feligresías!

Todos los años – en Semana Santa – los corruptos entran en trance. En octubre se visten de morado. Incluso cargan andas. Sus conciencias están llenas de remordimientos, pero conviven con ellas como si nada. Sin embargo, nada los exime de sus pecados mortales. El gran Basadre los describió con mucho acierto. Los llamó… podridos.

Ahora bien. El problema es que la corrupción no es – sólo – una afrenta, una vergüenza, o un deshonor. La corrupción es mucho más que un descaro moral. La corrupción es – sobre todo – una pesada e injusta carga para la población civil. Por eso hay que combatirla con firmeza y valentía.

Dado que el Estado no puede con la corrupción – o peor aún, dado que el Estado está coludido con ella – tenemos que hacerle frente… desde la ciudadanía. ¡No queda otra!

Para ello ha sido creada CÍVICA… La Asociación Cívica por el Perú (www.civica.pe). Una asociación de personas destinada a monitorear los servicios que debe brindar el Estado de manera idónea y cordial. CÍVICA también ha sido creada para denunciar actos de corrupción – sobre todo – aquellos que afectan directamente a la ciudadanía. Incluidas las faltas que el Estado suele dejar pasar… por falta de autoridad, indolencia, inoperancia, o – simplemente – por corrupción.

¡Caerán los que tengan que caer! Los de arriba, los del medio, y los de abajo. Los inoperantes que están de más en el Estado. Los abusivos que maltratan a la ciudadanía… cruelmente. Y los corruptos que le roban al Estado… descaradamente.

¡Insurgencia civil contra el Estado inoperante, maltratador y corrupto! Ese es el llamamiento de CÍVICA a la ciudadanía. Yo – Fernando Cillóniz – me aúno a ello. Lampadia




Hacia una ciudadanía empoderada

Fernando Cillóniz B.
Ex Gobernador Regional de Ica
Lima, 28 de diciembre de 2018
Para Lampadia

En términos generales… los sistemas de control del Estado no funcionan. Los Órganos de Control Institucional (OCI´s) – que existen en casi todas las instituciones públicas – no controlan la corrupción. Frente a tal situación, la Contraloría General de la República va a asumir todas las OCI´s de los Gobiernos Regionales y Provinciales. ¡Veremos si la cosa mejora! Yo tengo mis dudas. En fin… ojalá.

El Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado (OSCE) tampoco funciona como debiera. Muchos procesos supervisados por el OSCE están plagados de corrupción. Los expedientes técnicos y / o las especificaciones de los bienes y servicios a ser adquiridos por el Estado, los términos de referencia y bases de los concursos públicos, los concursos en sí, y hasta los otorgamientos de las buenas pro y suscripción de contratos… todo está “direccionado” para favorecer a postores indebidos. Y – por ende – para lucrar en perjuicio del Estado.

En muchos casos… el OSCE se presta para ello. Sus normas y procedimientos favorecen a proveedores y contratistas poco idóneos. Los empresarios corruptos se aprovechan de ello. Juegan con los plazos a su antojo. Se ponen de acuerdo – entre sí – para repartirse las obras. De ahí el nombre de “Club de los Constructores”.

Incluso cuando hay transparencia e integridad en los procesos, igual se presentan… pero para trabarlo todo. “Si no hay para mí… no hay para nadie”. Así actúan esos miserables. El país – y la población – les importamos un bledo. Todo lo observan a última hora – el último día – y el OSCE les da cabida. Luego, el OSCE se toma – también – los máximos plazos para emitir sus opiniones… las cuales – muchas veces – resultan ambiguas e irrelevantes. Todo lo cual dilata los procesos hasta las calendas griegas. El fracaso del Plan de la Reconstrucción con Cambios es una expresión – la más clamorosa… eso sí – de la inoperancia de los procesos de compras y contrataciones del Estado. Y por ende del OSCE.

¿Qué hacer? En mi opinión… hay que centralizar – y digitalizar – todos los procesos de compras y contrataciones del Estado. Nadie – en el Estado – debería poder comprar ni contratar nada. Excepto… la Central Única de Compras y Contrataciones. 100% digital. Cero sobornos. Incluso podría ser una empresa privada – nacional o extranjera – especializada en dichos menesteres.

Además… hay que empoderar a la ciudadanía. La ciudadanía empoderada – en alianza con la prensa responsable – debe fungir de órgano de control de las instituciones del Estado. Tal como lo está haciendo actualmente – con resultados muy esperanzadores – con el Poder Judicial y el Congreso de la República.

La ciudadanía empoderada debe vigilar más de cerca a las instituciones del Estado, y exigir probidad e idoneidad en todas ellas. Pero con más mucho rigor que el exige actualmente. ¡Protestar cuando seamos maltratados por servidores públicos!… por ejemplo. Ministerios, Gobiernos Regionales y Locales, Fuerzas Armadas y Policiales, Congreso de la República y Poder Judicial… todas las instituciones del Estado deben estar mejor vigiladas desde la ciudadanía empoderada.

Una “Asociación Cívica del Perú” – a la que podríamos denominar CÍVICA – canalizaría dicho empoderamiento ciudadano. Vamos a ver cómo nos va. En Ica – en cierta medida – lo hemos hecho. Y nos ha ido bien. Controlar al Estado desde la ciudadanía… esa es la idea. ¿Para qué? Pues para mejorar el bienestar de la población. ¿Cómo? Luchando frontalmente contra la corrupción. Esa es la idea.

Dado que los Organismos de Control del Estado no funcionan… la ciudadanía empoderada asumiría dicho rol. Lampadia




¿Ciudadanía o burocracia… para quién trabaja el Estado?

Fernando Cillóniz B.
Gobernador Regional de Ica
Lima, 30 de noviembre de 2018
Para Correo Ica y Lampadia

La burocracia estatal está atiborrada de “servidores públicos” indolentes e ineptos. El entrecomillado es adrede porque muchos “servidores” – ni remotamente – son serviciales de cara a la ciudadanía. Ciertamente hay burócratas honestos y eficientes… pero ellos no son el problema. El problema son los burócratas que todo lo traban. Aquellos que maltratan a la ciudadanía a más no poder. Aquellos corruptos que le brindan pleitesía al dios soborno. Aquellos que – en vez de servir a la ciudadanía – más se sirven a sí mismos.

Por ellos – por los malos burócratas – los servicios públicos como salud, educación, seguridad ciudadana, justicia, etc. están muy venidos a menos. Por ellos, las inversiones – públicas y privadas – avanzan a paso de tortuga. Y para colmo de males… por ese cardumen burocrático, las cuentas fiscales están en déficit. Muchos peruanos no están conscientes de que gran parte del presupuesto público se destina al pago de remuneraciones de esa burocracia parasitaria… que crece día a día. Y que – como consecuencia de ello – queda muy poco presupuesto para mejorar los servicios públicos que merecemos los peruanos.

El problema se ha agravado por la proliferación de instituciones públicas. Básicamente… ministerios y municipios distritales.

  • Tenemos 19 ministerios y
  • 1,874 municipios distritales en el país.

Pero eso no es todo:

  • Hay en proceso de creación ¡120 nuevos distritos a nivel nacional!

¿Qué sentido tiene que tengamos – por un lado – un Ministerio de la Producción, y – al mismo tiempo – un Ministerio de Energía y Minas, un Ministerio de Agricultura y Riego, ¿y un Ministerio de Comercio Exterior y Turismo? ¿Acaso no todo es “Producción”? En vez de cuatro, podríamos tener un solo ministerio que agrupe a todos.

¿Para qué tenemos Ministerio de la Mujer? ¿Y qué decir del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social? Un solo ministerio debería cubrir – con mayor eficiencia – todos los programas sociales. La verdad que tenemos ministerios por las puras. Y como se sabe, a más ministerios… más burocracia. Y a más burocracia… más corrupción. Así es la nuez.

Algo parecido pasa con los distritos. Colombia tiene 50 millones de habitantes y 1,000 distritos en todo el país. Nosotros somos 33 millones de peruanos, pero tenemos más distritos que Colombia. ¡Casi el doble!

Bogotá – y Lima – tienen alrededor de 10 millones de habitantes… cada una. Son ciudades enormes. Sin embargo, Bogotá tiene un Alcalde y un Consejo Municipal para todo el territorio metropolitano. Mientras que Lima cuenta con un Alcalde Provincial Metropolitano y su Consejo Municipal… más 43 Alcaldes Distritales con sus respectivos Concejos Distritales. ¡Y lo mismo se repite en TODAS las provincias del interior del país! O sea… burocracias por las puras.

¿Se imaginan cuánto dinero habría para pagar mejor a maestros, médicos, policías y jueces; y para invertir más en carreteras, escuelas, ¿y hospitales… si elimináramos toda esa burocracia?

¡Disolver! ¡Eliminar! ¡Reducir! ¡Desaparecer! ¡Fusionar! Llamémosle como queramos. Pero para salir del caos burocrático – y presupuestal – en el que nos encontramos, tenemos que reducir el número de ministerios y distritos. ¡No a la proliferación de instituciones públicas – inoperantes y costosas – a lo largo y ancho del país!

¿Para quién debe trabajar el Estado? ¿Para la burocracia parasitaria o para la ciudadanía? Obviamente… para la ciudadanía. Lampadia




¿Y ahora qué le decimos al Perú?

¿Y ahora qué le decimos al Perú?

Pablo Bustamante Pardo
Director de
Lampadia

Hace muchos años repito que el Perú es ‘infinito’, que tenemos todos los recursos para ser un país rico. Hace tiempo que podríamos haber transformado nuestro potencial productivo en bienestar general. Esta visión incluye, por supuesto, mi apreciación por la calidad de nuestra gente, como personas trabajadoras, creativas y esencialmente sanas.

Pero como no todo puede ser bueno, tenemos una clase dirigente que, difícilmente, es digna de ser llamada así. La calidad de nuestra clase dirigente ha sido siempre motivo de duras críticas por parte de los peruanistas más destacados, como lo fueron Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco y Jorge Basadre. La afectan dos grandes males: la búsqueda del beneficio individual y la falta de compromiso cívico.

Solo así podemos explicarnos que, una y otra vez, transformemos nuestras oportunidades en derrotas.

En diciembre de 2010, escribí en Diario 16:
¡Que buena década! – ¡Queremos otra!

Todos los peruanos mayores tenemos apreciaciones y  recuerdos de lo que han sido las últimas cinco décadas, desde 1960 al 2010, el último medio siglo de la vida de nuestro país. (…) La última década está terminando en condiciones extraordinarias. A pesar de que ésta se inició con problemas muy graves, políticos, institucionales, sociales y económicos, los logros de los últimos años están marcando toda la década, y hasta los últimos veinte años, de un halo que los peruanos no conocíamos.

(…) Quiero marcar una diferencia, nuestra realidad de estancamiento de décadas, y quien sabe, nuestro son, nos han hecho vivir mirando siempre el lado vacío del vaso. Es hora de mirar el lado lleno. Esta década está terminando de marcar nuestra transición desde una sociedad cerrada, estancada, a una sociedad abierta, de crecimiento. Estamos empezando a dejar atrás las actitudes del modelo mental ganar-perder, la suma cero, y adoptando las del modelo ganar-ganar, la suma positiva. Nuestros ciudadanos están pasando del oportunismo a la confianza en sí mismos, nuestros empresarios están terminando de transitar del mercantilismo a la competencia, y nuestros políticos, hay nuestros políticos, todavía muy pocos se alejan de la demagogia, el populismo, y el cortoplacismo, y pasan a la visión de futuro y la concordancia entre palabra y obra.

Quiero enfatizar que aún estamos lejos resolver nuestros grandes problemas institucionales, sociales y económicos, pero si antes, la posibilidad de enfrentarlos y resolverlos, era una ilusión, un sueño o una promesa, hoy está en nuestras capacidades, hoy podemos dar un gran salto adelante para superarlos.

Por fin estamos aprendiendo a crear riqueza, base esencial del bienestar, estamos viendo como, con la inversión privada que se multiplica a lo largo y ancho del país, junto con la inversión pública en las regiones, que se hace posible gracias al crecimiento de la economía, se empieza a transformar nuestro perfil, y lo que es más importante, empieza a cambiar el sentimiento nacional.

(…) Este nuevo sentimiento, esta posibilidad de pararnos frente a la historia, no para reclamarle nada, sino para conquistar nuestro futuro, con inteligencia, esfuerzo, imaginación y compromiso; está hoy día en el Perú real, en las mentes de nuestros ciudadanos, especialmente en los jóvenes, y en nuestros empresarios. Miremos el lado lleno del vaso.

Sin dejar de llamar la atención sobre la agenda pendiente en educación, salud, infraestructuras, y solidez institucional, en Lampadia hemos destacado reiteradamente las evidencias de la gran recuperación del Perú, después de las décadas perdidas entre 1960 y los años 90. Ver:

Las Cifras de la Prosperidad.
¡Qué ‘calato’…, ni que ocho cuartos!

Es, pues, muy claro que el Perú ha demostrado la capacidad de superar sus problemas de manera ejemplar. En pocos años pasamos de ser ‘un Estado fallido’, a una ‘estrella internacional’.

Sin embargo, la negación de la realidad y el odio sembrado en la política peruana, nos regalaron una profunda interrupción de nuestro desarrollo, con la elección del nacionalismo dirigido por Ollanta Humala.

Peor aún, el gobierno de PPK no ha sabido marcar la diferencia con el gobierno del ‘punto de inflexión’ de Humala. Tampoco supo recoger el mandato popular de profundizar la economía de mercado y perfeccionar la democracia. El gobierno de PPK prefirió basarse en el odio al fujimorismo sembrado por Vargas Llosa para ganar las elecciones, para relacionarse con el Congreso y para salvarse de la ‘vacancia presidencial’.

Es el colmo que el ‘gobierno de lujo’ nos haya llevado a la crisis de los últimos días. Más allá de las maromas verbales de Borea; de la terquedad de Kenji Fujimori para arrancarle a PPK el indulto de Alberto Fujimori y de la torpeza política de los voceros del fujimorismo; la verdad es que el Presidente está gravemente dañado y debilitado en su capacidad de inspirar a los peruanos el esfuerzo y sentido de dirección necesarios para recuperar el tiempo perdido y enrumbarnos a continuar la senda del desarrollo.

Después de este proceso tan destructivo, PPK debiera reflexionar seriamente sobre cómo permitir que el ‘gobierno-pre-bicentenario’ llegue al puerto en mejores condiciones. Esa reflexión incluye que evalue la posibilidad de pasarle la posta al vicepresidente Vizcarra.

¿Y ahora que les decimos a los peruanos?

  1. El Perú ha probado que puede superar sus más difíciles problemas
  2. Necesitamos un gobierno programático y de convergencia política. Programático para emprender reformas importantes, y convergente, para superar el odio y la mentira, de las relaciones entre los poderes del Estado.
  3. ¡Si podemos hacer las cosas bien! Pero tenemos que hacerlo juntos.

Me parece que, en este momento, los ciudadanos debemos salir al frente para evitar que la mala política siga destruyendo nuestros futuros. Lampadia




Salvemos el ‘Proceso’

Salvemos el ‘Proceso’

Editorial

El día de ayer, el Presidente Kuczynski tuvo que suspender sus actividades y sostener largas conversaciones en su residencia personal, con su Primera Ministra y otros miembros de su entorno político, con miras a enfrentar una crisis política gravísima, desatada luego de las revelaciones de la Comisión del Lava Jato, que lo implican muy delicadamente.

Como dijimos ayer, una crisis de estas proporciones, requiere la mayor tranquilidad y cordura posibles. (Ver: A mayor crisis, mayor tranquilidad). Felizmente, el día estuvo más signado por la angustia que por el ruido político. Todo el país estuvo en vilo esperando el pronunciamiento del Presidente, sobre su eventual renuncia. La duda se despejo recién a altas horas de la noche, pasadas las 11pm.

Efectivamente, después de un largo Consejo de Ministros en Palacio, el Presidente salió, con el respaldo físico de sus colaboradores, a afirmar su inocencia y a enfatizar que no tiene la menor intención de renunciar.

Para esto, un buen número de partidos políticos, entre los que no se encontraba Fuerza Popular (FP), adelantaron su intención de plantear el proceso de vacancia presidencial por ‘incapacidad moral’. Por su lado FP se inclinó por pedir la renuncia del Presidente.

La vacancia presidencial es un proceso que solo puede ser destructivo, y que seguramente llevaría las conciliaciones de los congresistas a niveles que solo terminarían de dar un puntillazo en la imagen del Congreso.

Para que se lleve a cabo, la vacancia tiene que pasar por tres números:

26 – 52 – 87

  • 26 votos para presentar la moción
  • 52 votos para admitirla a trámite, y
  • 87 votos para sancionarla

En el caso de que dentro del proceso de vacancia, el Presidente opte por insistir en su inocencia, a lo que tiene todo el derecho, también se debe hacer lo posible por que el proceso sea respetuoso y se resguarde la institución presidencial.

A diferencia de la vacancia, una eventual renuncia del Presidente lleva a los siguientes posibles escenarios:

  • Asume la presidencia en las mismas condiciones que el titular, el Primer Vicepresidente, y completa el mandato hasta el 2021.
  • De renunciar a asumir la presidencia el Primer Vicepresidente, asume, en las mismas condiciones, el Segundo Vicepresidente.
  • De renunciar a asumir la residencia, el Segundo Vicepresidente, toma el poder el Presidente del Congreso, y debe convocar elecciones generales en un plazo máximo de un año.

Como puede verse, los acontecimientos que se definan en los próximos días pueden llevarnos a procesos políticos complejos que necesariamente, alterarán gravemente, la vida de nuestra sociedad y la recuperación de la economía.

Por todo esto, es que queremos enfatizar, que, a pesar de estar en medio de una tremenda crisis política, debemos hacer lo posible por ser impecables en cumplir todos los preceptos constitucionales, y manejar el ‘proceso’ de la mejor manera.

Esto incluye, por supuesto, la alternativa de que el Presidente opte por la renuncia, y se evite, y nos evite, a todos, días de excesos y agravios. Por lo demás, el dijo desde antes de llegar al sillón presidencial, que si algo le pasaba, teníamos a ‘Martincito y Mechita’.

Como dijimos ayer:

Los momentos difíciles de una nación deben llamar a las reservas de grandeza que todos tenemos. En un momento de crisis, especialmente, en la política, se deben prender luces y no buscar réditos propios.

Lampadia