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Sin buena policía no hay Estado de Derecho

Sin buena policía no hay Estado de Derecho

“La Policía es la expresión del buen gobierno en las calles… La verdad es que si no hay Policía no hay Gobierno. Si no hay policías en las calles, el buen gobierno es una entelequia”. Esta es una de las ideas y conceptos que nos dejó Óscar Naranjo, ex director de la Policía Nacional de Colombia, en su paso por el país para participar en la CADE 2014. Con ello enfatiza la importancia de tener una excelente policía al servicio de los ciudadanos y lo vital que es para el Estado de Derecho que los servicios de seguridad funcionen. El general colombiano, refuerza así otras de los principios que nos dejó: “La seguridad no es un costo, es una inversión”  

Naranjo sabe de lo que habla. No es ningún improvisado. Todo lo contrario es una leyenda en el mundo de la seguridad. En el 2010 fue reconocido como el mejor policía del mundo. Se lo considera un gran estratega y un experto en inteligencia. Entre sus éxitos se encuentran la captura de Pablo Escobar, la desarticulación de los cárteles de Medellín y Cali, y, especialmente, las exitosas operaciones contra líderes de las FARC. Aunque menos espectacular que estos logros, el más significativo sin duda es el de haber reconvertido a la Policía Colombiana en un cuerpo prestigiado y confiable. Conocedor, casi desde la cuna de la realidad de las fuerzas de seguridad de su país (su padre fue director general 1981-1983), emprendió una de las reformas más exitosas que modernizaron y, sobre todo, ennoblecieron a esta institución.

Veamos algunas de las lecciones que nos dejó:

La Formación Policial

Naranjo recordó que la Policía trasmite la ley y tiene una función pedagógica para que los ciudadanos tengan confianza en el estado de derecho. “Tener policías significa asegurarse del buen gobierno, pero particularmente de acrecentar la confianza en el estado de derecho”, sostuvo. ¿Pero como tener una buena policía? Solo si esta es profesional, es decir “con acceso al conocimiento, que es un herramienta a la transformación de la sociedad y por lo tanto un conocimiento estructurado en un currículum de servicio para transformar y contribuir a la convivencia social. Entonces no basta entrenar policías. (…) Hasta fines de los 80 se hablaba de entrenar policías para que conozca una serie de procedimientos para aplicarlo a los ciudadanos y a los delincuentes”. Eso ya no es suficiente. Ahora se debe profesionalizar a los policías (una carrera en la que se le va impartiendo conocimientos y experiencias) para que puedan entender cómo actuar en el tejido social, reafirmar el Estado de Derecho y, sobre todo, facilitar la convivencia social. “Un policía bien formado cumple una función pedagógica y permite que los ciudadanos tenga fe en el estado de derecho”, señala.

“El cuerpo policial, además debe entender que su función es resguardar a los ciudadanos y que los ciudadanos pueden y deben fiscalizar su labor. Es necesario un diálogo permanente con la comunidad para que los policía identifiquen cuales son las angustias ciudadanas”, indica.

La prevención del crimen

Para Naranjo está claro que la sociedad está preocupada por la seguridad (El 32% de los peruanos ha sido víctima de algún delito según el INEI), pero nos recordó que en nuestro país el nivel de violencia es de los más bajos en la región.

“Lo que es positivo es que los niveles de violencia en el Perú están muy por debajo del promedio Latinoamericano. Las tasas de homicidio en Perú, por fortuna, son de las más bajas de la región. Hay otros elementos que son preocupantes como los delitos contra el patrimonio, los hurtos y la pequeña extorsión. Ahí hay una amenaza que hay que contener”, dijo.

Para ello sostuvo se debe tener en cuenta que lo mejor es la prevención. “Cuando hay un problema de seguridad rápidamente queremos reprimir, cuando ese debiera ser el último que hagamos, señaló. Nos olvidamos de los otros pasos: Prevención, disuasión, control y solo al último represión.

¿Cómo prevenimos? Entendiendo que con penas más severas, más presión policial, no vamos a conseguir mucho. Las cárceles latinoamericanas no soportan más presos. “Hay mucha gente en la cárcel pero hay que decir claramente que la posibilidad de reincidencia de un recluso que cumplió su pena en América Latina y el cual regresa a las calle a delinquir es del 80%, me pregunto entonces ¿qué hago con un sistema penitenciario que sólo me garantiza 20% de resocialización?”, se preguntó Naranjo.

Por lo que debemos apostar, señala este experto, es por un esfuerzo educativo y evitar la violencia intrafamiliar. “Una tarea de prevención elemental es volver como mínimo por jornadas escolares extendidas y acompañadas de programas que saquen a los muchachos de las calles”.

Pero es fundamenta programas para la primera infancia pues “está probado criminológicamente que si un niño entre 0 y 6 años recibe un tratamiento bajo unos estándares altas de seguridad [valores y afecto], la posibilidad de que incurra en delito si elimina casi totalmente”.

La contención y combate del crimen organizado

“Florece una economía criminal donde hay economías informales. Si hubiera una economía formal, no habría posibilidad de que esto ocurra”, aseguró Naranjo. Y es que tanto la droga, como la minería ilegal necesitan de la informalidad, que el dinero se maneje en efectivo. En economías con mucho efectivo es más fácil el lavar el dinero.

 “Perú ya tiene la llave en marcha para lograr esa lucha contra la economía criminal, esa llave es la inclusión financiera. Cuando se investiga porqué florecen las economías criminales y porqué desbordan a la economía formal, nos damos cuenta de que es por la informalidad existente”, refirió. Exigir la inclusión financiera permite que el dinero tenga trazabilidad y sea legal, lo cual, sostuvo, “es un golpe al alma de esas economías criminales”.

La claridad de este mensaje es tal que esperemos haya sido escuchada y tomada en cuenta por nuestros políticos. No podemos esperar más para la reforma policial. Lampadia




Cárteles globalizan y controlan la venta de cocaína

Cárteles globalizan y controlan la venta de cocaína

La captura del capo del cartel de Sinaloa, “Chapo Guzmán”, pone en evidencia lo extendido que se halla el negocio de la droga en el mundo y la capacidad económica que genera. Como demuestra el reciente libro de Roberto Saviano, un kilo de droga puede pasar de costar mil a 182 mil euros, dependiendo del año y del lugar en que se venda. La inmensa fortuna que genera corrompe, pero sobre todo deja un reguero de muerte y destrucción en todo el planeta. 

Puede que su apodo venga de “chaparro”, pero Joaquín “El Chapo” Guzmán, ha levantado un  negocio criminal de un tamaño colosal. Detenido, por las autoridades mexicanas el 22 de febrero último en un modesto hotel, Guzmán figura entre los diez hombres más ricos del mundo según la lista elaborada por Forbes. Su organización (el Cartel de Sinaloa), de acuerdo a la DEA, tendría presencia en unos 50 países ubicados en los cinco continentes. Esta organización supera con creces a la urdida por el mítico Pablo Escobar.

Uno de esos países es el Perú. A partir del 2000, los cárteles mexicanos comenzaron a fijarse en nuestro país, como principal fuente de cocaína. Con el plan Colombia en marcha (que debió incluir a Perú y Bolivia), el país de la cumbia, se había convertido en un proveedor de alto riesgo. La presencia de estas organizaciones en nuestro país, empezó a sentirse inmediatamente.

A lo largo de la primera década del siglo XXI, año a año, el número de hectáreas cultivadas con hoja de coca creció vertiginosamente. De 38 mil hectáreas registradas en el año 2000, se llegó a 61 mil en el 2010. Pero lo que es peor, además, la productividad fue en aumento. Sí antes se producía una tonelada de hoja por hectárea se pasó a 2 y luego a casi 3.

Otro aspecto que varió sustancialmente, fue que el Perú de ser un productor de hoja y pasta básica pasó a ser un elaborador de cocaína. En la actualidad, el Perú es el principal productor  de cocaína del mundo. De acuerdo a UNODC, el Perú fabrica unas 325 toneladas de cocaína al año, muy por encima de Colombia que llega a 270.

A pesar de esta realidad, en el Perú, todavía se hace muy poco para golpear al narcotráfico. Una prueba de ello son las estadísticas de incautación de cocaína. Solo 24 toneladas de las 325 se confiscaron el 2011 (ver mapa 1). Si se tiene en cuenta que entre 5 y 6 toneladas se quedan en el país para consumo interno, en realidad 190 estarían saliendo de nuestras fronteras.

Carteles como los de Sinaloa,  se encargan de adquirir y exportar esta droga a todo el orbe. Son estas organizaciones las que conformaron un mercado mundial de cocaína. Con la globalización, el tráfico de drogas también se ha hecho mundial. Como señala The Economist: “En los últimos años la policía ha incautado la droga en casi todos los países del mundo (ver mapa 1). A pesar de su popularidad muestra signos de que su consumo empieza disminuir en algunos países ricos, aunque los mercados emergentes como Brasil están desarrollando un gusto por la droga cada vez mayor”.

En su último libro, Roberto Saviano (autor del extraordinario Gomorra), llamado Cero-Cero-Cero  (término que se utiliza para denominar a la cocaína de mayor calidad), asegura que “La coca no te adormece como la heroína. ‘Es la droga performativa’, la que permite hacerlo todo, superar la timidez, comunicarte con los demás. Es la respuesta a la sociedad líquida de Zygmunt Bauman, a la falta de límites, a la sociedad competitiva. Al llegar al cerebro la coca estimula dos neurotransmisores clave: la dopamina y la noradrenalina. El primero te convierte en el centro de la fiesta, en un ser más ingenioso. El segundo te pone más alerta, te das cuenta de todo. Con la coca todo son luces y brillos hasta que se corta la electricidad y llega la penumbra”.

Este efecto es el que lleva a que millones de personas en el mundo busquen consumirla. Los cárteles y las organizaciones delictivas de cinco continentes están allí para proveerla y recoger y lavar las multimillonarias ganancias que dejan. A su paso queda un reguero de muerte. En México, solo en los últimos cinco años murieron 80 mil personas. Y, además, corrompen de la peor forma a funcionarios e instituciones públicas y privadas. Jueces, fiscales, policías y la banca privada están seriamente comprometidas en con el narcotráfico en muchos lugares del planeta. Lampadia.