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Más sobre los perjuicios de la Teoría de la Dependencia

Más sobre los perjuicios de la Teoría de la Dependencia

En el artículo Grave error de lectura de América Latina explicamos cómo a partir de los años 50’, la llamada “Teoría de la Dependencia” desarrollada en la CEPAL y profundizada en la Fundación Getulio Vargas de Brasil, influyeron decisivamente en la formulación de políticas públicas en América Latina hasta el final de la década de los 80 (con excepción de Chile), constituyéndose en el soporte ideológico para promover modelos políticos estatistas y autárquicos, opuestos al comercio internacional, a la globalización y libertad económica.

A grandes rasgos, la Teoría de la Dependencia sostiene que los países en vías de desarrollo (“periferia”) mantienen una relación de desventaja -que extiende su situación de subdesarrollo- con los países desarrollados del “centro”. Esta teoría establece un modelo de análisis bajo el cual las economías de la periferia dependen de la exportación de recursos naturales (RRNN) a los países avanzados. Estos demandan dichos productos como insumos de sus industrias, intensivas en capital y tecnología. Por su parte, los países industrializados del “centro” venderían  a la “periferia” bienes manufacturados, de forma que su beneficio se basa en comprar RRNN a precios bajos y exportar manufacturas a precios altos. La idea central de esta teoría es que las condiciones de los países subdesarrollados empeorarían a través del tiempo debido a que la continua mejora tecnológica en los países del “centro” deterioraría permanentemente los términos de intercambio, incrementando los manufacturados y reduciendo el de los commodities.

La Teoría de la Dependencia le otorgó al Estado un rol predominante en la economía y en la estructura productiva a través de la aplicación, entre otros, del modelo de sustitución de importaciones que protegía la industria doméstica. Así, la aplicación de altos aranceles a las importaciones y extensos subsidios internos para estimular a los sectores considerados “estratégicos” por la burocracia, especialmente la industria y la manufactura, fueron las recetas aconsejadas por esta escuela de pensamiento económico. Esta misma filosofía de desarrollo endógeno (hacia adentro), fue aplicada posteriormente en los procesos de integración sub regionales.

 

No obstante, la evidencia empírica ha desacreditado extensamente las ideas y políticas derivadas de la Teoría de la Dependencia. Entre los años 50 y 60 que empezaban a germinarse estas ideas, mientras el Perú optaba por la autarquía y darle la espalda al mundo, en el Asia los llamados tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Taiwán, Corea del Sur) se abrían a la inversión privada permitiendo la entrada de nuevas tecnologías e invertían fuertemente en capital humano. En 1950 el Perú tenía un ingreso per cápita 5 veces superior al de Corea del Sur (US$ 3,487 vs US$ 743). En 1992, el Perú tuvo un PBI per cápita de US$ 4,446 y Corea del Sur nos dobló, llegando a US$ 11,146. Es decir, la Teoría de la Dependencia y la autarquía económica nos costaron muy caro.

Posteriormente, luego de que el Perú abandonara estas ideas, en el 2012, alcanzamos un ingreso per cápita de US$ 9,278 (ajustado por poder de compra), pero  Corea del Sur ya había agarrado  otra viada, y creció hasta llegar a US$ 26,199.

No solo eso, la predicción de un continuo deterioro de los términos de intercambio entre los países en vía de desarrollo y los países industrializados nunca se dio. De hecho, la evolución de los términos de intercambio nos ha enriquecido en los últimos 20 años, y en el mundo moderno es viable acceder a tecnología de punta a precios cada vez menores. Más aún, hoy día está surgiendo un nuevo paradigma industrial, por ejemplo, con las impresoras 3D, que permitirán acceder a productos sofisticados con solo una computadora personal, un software y una impresora, sin grandes montos de inversión.

La Teoría de la Dependencia también ha generado de parte de sus seguidores un claro desprecio hacia el aprovechamiento productivo de los recursos naturales. Sin embargo, contradiciendo esto, Australia y Noruega, productores de RRNN, lideran el Índice de Desarrollo Humano. Esto evidencia, una vez más, que es viable lograr una convergencia hacia el “centro” a partir de políticas adecuadas que estimulen el crecimiento duradero aprovechando los RRNN y sin crear  industrias artificiales.

El balance de la aplicación de la Teoría de la Dependencia ha sido, sin duda, desastroso. A la subsecuente falta de competencia derivada de limitar el mercado solo a las posibilidades domésticas, se añadió que el control del tipo de cambio beneficie al sector transable con mayores márgenes (otra típica receta de esta escuela). No dejemos de recordar estas “ideas muertas”, porque todavía tienen acólitos que las promueven.