Uri Landman
Para Lampadia
Durante mi época de estudiante en los Estados Unidos, me gustaba ir a los partidos de fútbol americano cuando mi universidad jugaba de local. El estadio en donde se jugaban los partidos se llamaba Orange Bowl, fue construido en el año 1937 y tenía una capacidad para 72,000 espectadores. Lamentablemente el estadio fue demolido en el año 2008 y se construyó un estadio de beisbol para los Marlins.
Lo que más me impresionaba de los partidos de fútbol americano, además del espectáculo de medio tiempo, era la organización que tenía, antes, durante y después del partido.
Al terminar el juego, todos nos dirigíamos al estacionamiento del recinto en donde había decenas de buses para movilizar a los miles de asistentes del evento. No era necesario mostrar un ticket para subir al bus. Simplemente uno subía, se sentaba y el bus partía ni bien estaba lleno. En menos de una hora, no quedaba ni uno de los 72,000 espectadores que habían asistido.
Con una capacidad de 80,000 espectadores, el estadio Monumental del club Universitario de Deportes es el más grande del país. Lejos de disfrutar los espectáculos que en él se llevan a cabo, como partidos de fútbol, conciertos y demás, el solo hecho de llegar al estadio es una verdadera “vía crucis” para los miles de asistentes a dichos eventos.
Según me narra un amigo, hincha acérrimo de la “U”, llegar al estadio puede tardar 2 o 3 horas desde su casa. Salir del mismo después de un partido de fútbol puede tomar más de 4 horas. Además de la desorganización imperante, no hay accesos apropiados para los adultos mayores que quieran asistir a los partidos, teniendo que caminar varios kilómetros para llegar.
Otro ejemplo de este problema, son los conciertos que se organizan en la Costa Verde. ¿Alguno de ustedes ha asistido a un concierto o ha tenido la mala suerte de transitar por la vía expresa Costa Verde cuando sale la gente de uno de estos eventos? Un completo caos.
Desde aquí pregunto: ¿Por qué lo organizadores no pueden colocar cien buses en la puerta para que a medida que salga la gente los trasladen a los distritos colindantes de Callao, San Miguel, Magdalena y Miraflores y así puedan movilizarse a sus respectivos destinos?
Los ejemplos anteriores de falta de organización, palidecen cuando analizamos el desastre que vivió el país la semana pasada con la inauguración del nuevo aeropuerto Jorge Chávez.
A pesar de los grandes esfuerzos que han realizado el MTC, la SUTRAN y sobre todo LAP de negar lo innegable, las operaciones en esta primera semana han sido caóticas.
Según reportes de la Defensoría del Pueblo, INDECOPI y de los mismos usuarios, se han cancelado decenas de vuelos por falta de combustible para los aviones.
Miles de pasajeros han tenido que esperar horas sentados en los aviones sin poder desembarcar ya que las “mangas” de desembarque no funcionaban o no había suficientes.
Tampoco había suficientes buses para trasladar a los pasajeros desde los aviones hasta el terminal.
Miles de personas se han visto afectadas por cancelaciones de vuelos o demoras en los mismos sin que nadie se haga responsable de ello.
También se han reportado colas larguísimas en el área de seguridad para ingresar y en la zona de migraciones al llegar.
Si todo lo anterior no bastara para demostrar la falta de organización y un adecuado plan de contingencia, la inundación de varias oficinas por filtraciones de agua en los techos, fue literalmente la gota que rebalsó el vaso.
Está claro que la gerencia de LAP no tiene la capacidad de hacer frente a una situación tan compleja como la actual. Ni que decir de los funcionarios del MTC o del regulador SUTRAN, cuya presidenta parecería trabajar para LAP en lugar del estado peruano. Ante una situación así pregunto desde esta columna: ¿por qué no contrataron gente especializada en aeropuertos para que los ayudara a organizar los procesos y planes de apertura del nuevo terminal? Estoy seguro que si todos estos problemas y maltratos a los pasajeros se hubieran dado en otro país, hace rato que todos los involucrados estarían en la calle buscando otro trabajo.
Hace unos meses me preguntaron en una entrevista qué es un empresario o empresa mercantilista. Yo creo que LAP es un ejemplo de empresa mercantilista que se preocupa más en maximizar sus ganancias que en la calidad de su servicio. Ilustro mi opinión con un sencillo ejemplo: el área para los policías antidrogas en el nuevo aeropuerto, es tan reducido que no tienen un espacio adecuado para asearse y descansar. Cuando le preguntaron a LAP sobre el tema, la repuesta de la empresa fue que ellos les habían implementado lo que indicaba el contrato de concesión.
Ello puede ser cierto y seguramente están haciendo exactamente lo que dice el contrato, pero si fueran una empresa con amor al país, de mutuo propio hubieran aumentado el área y las facilidades para que los policías puedan tener un espacio adecuado para descansar luego de su arduo trabajo.
En el país necesitamos más empresarios y empresas que amen el país y no solamente piensen en su propio bienestar. Como decía mi padre: si tuviéramos patriotas en la política, Perú sería un país desarrollado hace muchos años. Lampadia