Por: Sylvia Morán
Diario «La Prensa Gráfica» de El Salvador, GDA
El Comercio, 15 de junio del 2022
Siempre me han inspirado las personas que se dedican a lo que les apasiona. Me pregunto a veces en qué momento y cómo identificaron que esa era su vocación, y cómo perseveraron en desarrollarla y potenciarla, sobre todo en profesiones poco comunes; porque suelen brillar y sobresalir. Podemos observar cómo algunos niños, a una edad muy temprana, expresan naturalmente sus inclinaciones a las cosas que les interesan. En mi caso, lo he podido constatar con mi hijo mayor, quien a sus cinco años tiene una pasión por el dibujo. Cualquier momento libre lo aprovecha para dibujar. No tengo claro si es algo pasajero, o una vocación incipiente que va a perdurar en el tiempo, sin embargo, hasta este momento indiscutiblemente está ahí.
Conforme crecemos, estas inclinaciones naturales empiezan a verse ofuscadas por las expectativas de los demás y la presión de las prioridades que establece nuestra sociedad; lo que en su momento se presentaba tan obvio, luego se presenta dudoso. Frecuentemente nos encontramos con adultos frustrados en la monotonía de su día a día porque se han empeñado toda su vida en ocuparse en algo que no les llena, que no les permite conectar con aquellas inclinaciones naturales que posiblemente fueron palpables en la infancia. A este punto, las circunstancias personales y el miedo suelen remolcar cualquier iniciativa en esa dirección. La “seguridad” de lo “viejo y conocido” se impone a la posibilidad de explorar esas pasiones en la esencia de la persona. Comentaba al respecto Abraham Maslow: “Muchos de nosotros, la mayor parte del tiempo no nos escuchamos, sino que escuchamos las voces de mamá, papá, el sistema, los mayores, la autoridad o la tradición”.
Sin embargo, esa voz interior que demasiado a menudo ignoramos o hacemos a un lado es sumamente poderosa para impulsar nuestro crecimiento personal, y acercarnos a la autorrealización. En línea con lo anterior, comparto la siguiente frase de Johann Wolfgang von Goethe que reitera la oportunidad que tenemos todos, en cualquier etapa de nuestras vidas, de forjarnos el destino que queremos: “Todo el mundo tiene su fortuna en sus propias manos, como un escultor la materia prima que va a convertir en una figura. Pero es lo mismo con ese tipo de actividad artística que con todas las demás: simplemente nacemos con la capacidad para hacerlo”.
Reconectar con esas cosas que nos interesan o apasionan no necesariamente tiene que conducir a decisiones radicales, principalmente porque no siempre las circunstancias lo permiten o lo facilitan. No obstante, se puede trabajar en reconectar con esas inclinaciones en cosas de pequeña escala, y gradualmente buscar encarrilarnos en la dirección de nuestras aspiraciones. Lo que en mi opinión sí se vuelve indispensable es hacer algo al respecto, ya sea grande o pequeño, pero recurrir a la acción.
Considero especialmente relevante prestarle atención a este tema cuando queremos orientar a nuestros hijos, y asimismo dentro del rol que asumen en este sentido las instituciones educativas. Con la intención de buscar lo mejor para ellos, podemos involuntariamente silenciar esa voz interior que, al ser escuchada y fomentada, puede traducirse en un gran potencial y en la felicidad de nuestros niños cuando ejerzan su profesión en el futuro. Recurro nuevamente a las palabras de Abraham Maslow con la siguiente frase: “Un músico debe hacer música, un artista debe pintar, un poeta debe escribir. Lo que un hombre puede ser, debe serlo”. Palabras que considero acarrean una gran sabiduría y riqueza, y que aplican para niños y adultos; especialmente para los adultos, nos invitan a una profunda reflexión.
-Glosado y editado-