En el mensaje presidencial, Ollanta Humala hizo alusión a la desaceleración económica mundial y a su potencial impacto en el crecimiento nacional: «¿El ciclo que favoreció nuestro crecimiento económico está llegando a su fin? Es posible. Sin embargo, tenemos con qué defendernos».
Nuestros mecanismos de defensa son explicados por indicadores económicos; así como por planes de reforma e inversión en sectores clave para el desarrollo social y económico. No obstante, como indica el presidente: «Aún hace falta ordenar la casa (…)» – con lo que hace alusión a la falta de institucionalidad preponderante en el país.
Según Daron Acemoglu, profesor de Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts y autor del best-seller “Why Nations Fail”, la institucionalidad tiene tres características clave: reforzar los derechos de propiedad para incentivar la participación económica, restringir el poder de políticos y élites, y asegurar un cierto grado de igualdad y acceso a las mismas oportunidades para la mayoría de los ciudadanos. Estos son los cimientos que aseguran el desarrollo sostenido de una economía.
Entonces, ¿qué tan desordenada está nuestra casa? En el último Índice Global de Competitividad, Perú ocupa el puesto 105 en instituciones (de un total de 144 países); sin embargo, se ven mejoras en otros aspectos como estabilidad económica y salud, lo que es un claro reflejo de las prioridades del estado.
La pregunta es: ¿hasta qué punto los indicadores económicos positivos y las ambiciosas reformas en sectores sociales y productivos pueden compensar la falta de institucionalidad?
Se debería invertir más en fortalecer la institucionalidad para asegurar la efectividad y eficiencia de las reformas y la estabilidad nacional. Mientras eso no ocurra, la cultura y las pautas de comportamiento son una parte de la institucionalidad del país sobre la cual cada peruano puede hacer la diferencia.
Publicado en el diario Gestión