Roque Benavides
El Comercio, 1 de mayo del 2025
“En un país que necesita generar empleo y dinamizar su economía, debemos dejar esta confrontación y avanzar hacia un modelo de corresponsabilidad entre todos los actores del desarrollo. La minería moderna puede y debe contribuir con este propósito”, explica Roque Benavides, Presidente del Directorio de Buenaventura.
Durante años, el debate “agua sí, mina no” ha propiciado una falsa dicotomía que enfrenta a la minería y la agricultura. Esta narrativa, lejos de integrar, ha profundizado la desconfianza entre sectores que, ciertamente, pueden coexistir y complementarse.
En un país que necesita generar empleo y dinamizar su economía, debemos dejar esta confrontación y avanzar hacia un modelo de corresponsabilidad entre todos los actores del desarrollo. La minería moderna puede y debe contribuir con este propósito.
El sector minero representa cerca del 15% del PBI, el 58% de las exportaciones y una quinta parte de los tributos empresariales. Pero su verdadero potencial va más allá de lo económico. Según el Instituto Peruano de Economía, si se activaran todos los proyectos mineros en cartera, se generarían más de 2,3 millones de nuevos empleos. Uno de los sectores más beneficiados con este efecto multiplicador es el agro.
La clave está en la gestión sostenible del agua. Hoy, las operaciones mineras trabajan bajo una visión de cuenca, priorizando la construcción de embalses y reservorios en las partes altas de la sierra para captar agua en época de lluvia e incrementar su disponibilidad durante el estiaje, beneficiando a la agricultura, ganadería y población. Son activos hídricos que favorecen tanto al campo como a la mina.
Debemos tener presente que el Perú es uno de los países con mayor disponibilidad de agua dulce del mundo, concentrando el 1,89% del total global, de acuerdo con la Autoridad Nacional del Agua. Sin embargo, el 85% del agua de lluvia se pierde en el mar. Por eso, necesitamos construir más reservorios, promoviendo una hermandad del agua entre agricultura y minería.
Empresas como Buenaventura tienen embalses para captar agua de lluvia en la mayoría de sus operaciones. En el proyecto San Gabriel, en Moquegua, próximo a iniciar operaciones, se está construyendo una presa de más de 700 mil metros cúbicos.
En Piura, el proyecto El Algarrobo, que está en etapa inicial, priorizará por primera vez en el Perú un proyecto hídrico para llevar agua a la comunidad de Locuto —que históricamente no tiene acceso a este recurso— antes de iniciar las actividades mineras, bajo el lema: “Agua primero, mina después”.
En Arequipa tenemos La Enlozada, planta de tratamiento construida por Cerro Verde y operada por Sedapar, que ha recuperado el río Chili y brinda agua a 1,2 millones de personas, además del riego de 26 mil hectáreas de cultivo. Cerro Verde también ha construido la presa Pillones que contribuye con la agricultura arequipeña.
Estos ejemplos demuestran que el sector minero es un aliado para la seguridad hídrica y la agricultura.
El Perú tiene más de 11,6 millones de hectáreas disponibles para el agro, y la minería puede contribuir a desarrollar ese potencial. Fomentemos alianzas público-privadas donde empresa, autoridades y comunidades seamos socios en la gestión sostenible del agua a favor del desarrollo agrícola y minero del país. Porque el agua no divide. El agua nos une.
Olvidémonos de los mensajes negativos y miremos el futuro del Perú con optimismo, repitiendo: “agua sí, mina y agricultura también”.