Natale Amprimo
El Comercio, 16 de julio del 2025
“Hoy los medios de comunicación son un instrumento decisivo para el control del poder”.
Quien asume un cargo público tiene que saber –y asumir, además– que su accionar está sujeto al escrutinio público y a la crítica. Si no comprende ello –por más que tenga el pleno convencimiento de que su desempeño es correcto y acorde al marco jurídico–, no entiende cómo funciona un Estado constitucional de derecho y no debería continuar como servidor público.
Este principio de transparencia y escrutinio no es solo exigible a quienes ocupan un cargo político, sino a todo funcionario, incluyendo a jueces y fiscales.
Alexis de Tocqueville (1805-1859), en su famosa obra “La democracia en América”, decía: “En nuestros días, un ciudadano a quien se oprime no tiene más que un medio para defenderse y es dirigirse a la nación entera y, si se mantiene sorda, al género humano; no tiene más que un medio para hacerlo y consiste en la prensa… La prensa es por excelencia el instrumento democrático de la libertad”.
En ese sentido, hoy los medios de comunicación son un instrumento decisivo para el control del poder. Por eso, quien está en el poder pero carece de principios democráticos busca limitar el acceso a la información y, seamos claros, la diferencia entre un demócrata y un autócrata reside justamente en la transparencia y en la forma como asume la crítica y la necesaria rendición de cuentas.
Sin embargo, hay quienes consideran que pueden controlar los medios, a efectos de que no se difunda información que pueda serles no favorable. Muchas veces se recurre a la filtración de información en beneficio propio, para que se resalten aspectos positivos y se omitan los negativos.
Esta clara manipulación de la información la hemos padecido en el pasado reciente, en la que se ha hecho aparecer información debidamente escogida por auténticos operadores políticos existentes en el Ministerio Público como en el Poder Judicial, como el trabajo realizado por unidades de investigación que, se ha demostrado, no son más que receptoras de información interesada a cambio de ensalzar la labor de quien sin respetar su obligación de reserva busca que se le promocione como eficiente y pulcro.
Así se han construido superestrellas que, en verdad, día a día se ha demostrado que su labor dejaba mucho que desear. Muchas de ellas, encumbradas por los medios, han pisado y pasado por encima de todo principio y respeto, haciendo de la amenaza una forma de vida.
Como ocurre con muchos políticos, la vanidad hace que se sientan intocables.
La reciente denuncia contra un medio de comunicación y sus periodistas, acusándolos de organización criminal por criticar la labor de algunos fiscales o por pedir explicaciones sobre ciertas conductas, no hace sino demostrar que, como decía Atahualpa Yupanqui, “la vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta”.
No es suficiente expresar solidaridad con los directivos y periodistas de Willax TV por esta denuncia que lo que busca es amedrentarlos y silenciarlos. Hay que alzar la voz.
Si nos mantenemos pasivos hoy frente a este atropello, nos estamos condenando a sufrirlo. Recordemos la famosa cita del pastor alemán Martin Niemöller, sobre la pasividad ante la persecución y el silencio ante la opresión de otros. La indiferencia ante la persecución de un grupo puede llevar a la propia victimización cuando la persecución se extiende. No nos acostumbremos a convivir con el abuso y la prepotencia.