Miguel Palomino
La República, 16 de junio del 2025
«El Congreso viene aprobando una serie de barbaridades pese a la objeción sistemática de todos los organismos técnicos consultados. El patrón es claro: más gasto, menos recaudación y mayor debilitamiento de las instituciones que sostenían la estabilidad fiscal del país»
Los eventos de los últimos días me fuerzan a escribir sobre el creciente déficit fiscal y otros despropósitos no fiscales que está ocasionando el Congreso, con el entusiasta apoyo de un Ejecutivo hoy hipotecado y dispuesto a todo por sobrevivir. El Congreso viene aprobando una serie de barbaridades pese a la objeción sistemática de todos los organismos técnicos consultados. El patrón es claro: más gasto, menos recaudación y mayor debilitamiento de las instituciones que sostenían la estabilidad fiscal del país. Es tan burdo y desatinado lo que ha venido haciendo el Congreso que es imposible encontrarle un sentido legítimo. Así es cuando alguien paga con billetera ajena. ¡Pero la billetera es nuestra!
Si sumamos los aumentos de gasto y las reducciones en ingresos aprobados o por aprobar por el Congreso en lo que va del año (y la gran mayoría son gastos permanentes) el forado que proyectamos para la próxima década es de un déficit adicional de 250,000 millones de soles. Esta es una cifra difícil de comprender. Para comparación, es aproximadamente igual a todo el presupuesto anual de la nación.
Para que el lector se haga una idea más clara de la fiesta que ha armado el Congreso, entre las principales medidas aprobadas o por aprobar destacan: los recientes aumentos salariales incondicionales para los maestros; el aumento en remuneraciones para los trabajadores CAS del Estado; el aumento de gasto por la nueva estructura de las Asociaciones Público Privadas; las exenciones de impuestos en las Zonas Económicas Especiales; la reducción de impuestos a las agroexportadoras; y el aumento de gastos ocasionado por la reducción en el IGV y el aumento en el Impuesto de Promoción Municipal que traté en mi columna anterior. Pero hay muchas más.
En agregado, en la década se prevé un nuevo hueco fiscal equivalente a aproximadamente 25% del PBI. Dado que ya empezamos con un déficit anual mayor al 3% del PBI y una deuda equivalente a 32% del PBI, en la próxima década estamos rumbo a multiplicar nuestra deuda pública por 2.5 veces.
Debe quedar claro que estas cifras no incluyen lo que este Congreso, cada vez más desbocado, pueda aprobar en el año que le resta. Si lo ocurrido en lo que va de este año lo proyectáramos para incluir los próximos doce meses… Dios nos libre.
Algunos dirán que exagero, porque la deuda del Perú es aún baja. Pero basta sumar el impacto de las iniciativas que el Congreso ya tomó para entender que no se trata de alarmismo. Las medidas aprobadas son como una serie de pequeños cortes, que cuando se suman pueden causar una tremenda hemorragia o incluso la muerte.
Hay además medidas que aparentemente no tienen impacto fiscal, pero que en realidad impondrán eventualmente un fuerte aumento en el gasto público, a la vez que ocasionan una reducción del nivel de vida de la población. Este es el caso, por ejemplo, de los siete retiros de las AFP y del octavo que es inminente. Si bien la medida no deja de ser popular, el resultado es que millones de peruanos se quedarán sin pensiones en el futuro y estarán forzados a vivir del apoyo de sus familiares o del Estado. Esto será mucho más duro de lo que fue antes, ya que si comparamos las cifras del año 1990 con las que existirán en el 2050, el número de adultos mayores que dependerán de cada trabajador se cuadruplicará por el cambio en la estructura demográfica. Es decir, como comentó un ex ministro de Economía, el Congreso está asesinando nuestro futuro.
Existen también medidas que no son fiscales, sino que son ideadas para otorgar mayor poder a caciques locales, dado que se acercan las elecciones y todos quieren estar bien con ellos. Por ejemplo, se está por aprobar una ley para que en lugar de que sea la Superintendencia de Banca y Seguros la que escoja a algunos de los miembros de los directorios de las cajas municipales, estos sean nombrados solo por los alcaldes. Es como crear muchos pequeños Petroperú a escala municipal. La semejanza va a ser mayor cuando estas cajas municipales tengan que ser rescatadas.
¿Cuán seria es la amenaza para el Perú? Como dije antes, hay quienes no se preocuparán porque la deuda total del Perú es aún baja, pero nos conviene mirar el caso de Colombia, que se asemeja mucho a lo que está pasando o está por pasar en el Perú. En 1996, Colombia llegó a su mejor relación deuda-PBI, 23%. La deuda colombiana recibió la clasificación de “grado de inversión” en el 2011 y su nivel de deuda contra PBI desde el 2007 hasta el 2014 fluctuó ligeramente alrededor del 37%, lo que ocasionó que la clasificación de su deuda mejorara aún más, tornándose muy barata.
Sin embargo, los crecientes déficits a partir del año 2015 aumentaron continuamente la relación deuda-PBI. Colombia sufrió reducciones en la clasificación de su deuda, pero aún era grado de inversión. Finalmente, la relación deuda-PBI superó el 65% en el 2020, con lo cual la clasificación de su deuda cayó bajo el grado de inversión, tornándola más cara. Del máximo del 2020, la relación deuda-PBI bajó hasta aproximadamente 62%, donde se encuentra ahora. Repetidos intentos por aumentar la recaudación han enfrentado enorme resistencia y en el último año, todas las agencias clasificadoras dieron un pronóstico negativo.
Perú llegó a tener una relación deuda-PBI de 19% en el 2013 y se encuentra ahora en un nivel de aproximadamente 32%, similar a Colombia a principios de siglo. La deuda peruana era muy barata. Sin embargo, la indisciplina fiscal de los últimos años, en especial la de este Congreso, nos llevaría en la próxima década a exceder fácilmente una relación deuda-PBI de 70%. Es decir, bastante peor que la de Colombia hoy.
¿Qué quiero decir con todo esto? Que es muy fácil terminar como Colombia: atrapados en un ciclo de gasto insostenible. Por eso, todos los peruanos deberíamos entender una aritmética sencilla, pero crucial.
Este año, el déficit fiscal será de aproximadamente 3,2% del PBI. Como la deuda pública está en 32% del PBI, eso implica que está creciendo a un ritmo de 10% anual (3,2 dividido entre 32). Para que la relación deuda/PBI se mantenga estable, el producto tendría que crecer también a 10% al año. Y eso, sabemos, es imposible.
Si asumimos un crecimiento económico razonable de 3% anual -que sería más de lo que hemos logrado en promedio en la última década-, entonces el déficit fiscal sostenible no puede ser mayor al que aumente la deuda en ese mismo 3%. ¿Cuánto es eso? Poco menos de 1% del PBI. Señores y señoras congresistas: la matemática es clarísima. Ese es el límite. Ni más, ni menos.
Esta vez el golpe no lo sufriremos tanto quienes ya vimos -y sobrevivimos- la crisis fiscal de hace 35 años. El peso real caerá sobre las nuevas generaciones: los jóvenes que hoy ingresan al mercado laboral o que se preparan para hacerlo. Serán ellos quienes tendrán que cargar con el legado de este Congreso.